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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Por mucho que a Pavel le gustaría contar su alucinante experiencia a bordo de la nave oscura, se encuentra con que no puede hacerlo: Dionisio se ha encargado de impedírselo.

El ruso se llevará una torta de Sulu cuando le diga su tan conocido “¡No hablaremos de eso!”, aunque esta vez al pobre no le queda más remedio.

 

No puedo hablar de eso

 

 

                                                                                           Cuando los carnosos labios rozaban el glande sentía un escalofrío recorriéndole la columna vertebral, una sensación de mareo lo acompañaba. Le apretaban y le soltaban, jugando con la lengua en su pequeña abertura, lamiendo travieso la zona del frenillo. Luego se deslizaban por el cuerpo cavernoso hasta el escroto y succionaban la bolsa de los testículos haciéndole sudar con aquello, y volvían a empezar... el dios le devoraba por entero como un animal hambriento de su sexo.

         Pavel no aguantó en pie, las piernas no le sostenían y acabó tumbado en una cama enorme y suave, las sábanas resbalaban bajo su sudorosa piel. Se agarró a ellas con los puños cerrados, la cabeza se le iba por el vértigo que estaba experimentando: la boca de Dionisio seguía chupándole y lamiéndolo, mordisqueando la piel sobrante del prepucio con infinito cuidado para no hacerle daño pero sí haciéndole sentir los dientes en semejante parte tan sensible.

          Le tragaba de una vez, moviendo la cabeza arriba y abajo para luego soltarle y volver desde el principio... engulléndolo todo entero hasta su garganta con la lengua cóncava en su boca, lecho húmedo para el duro miembro que cuando quedaba libre levantaba la cabeza rebotando hasta rozar el abdomen de su dueño... pero no, ya no le pertenecía a Pavel, el dios lo había hecho suyo.

   - Te quiero dentro... Voy a cabalgarte, humano. - Le advirtió el dios sentándose a horcajadas sobre él, dándole la espalda.

   - Vse vash! *(toda tuya) – Se ofreció el ruso encantado de recibir tan alto honor.

          Los lomos de Dionisio eran perfectos, como todo en él. A Pavel se le fueron las manos a los hombros del dios y las deslizó con deleite por toda su superficie... los omóplatos, las dorsales, las lumbares... hasta llegar a los glúteos, acariciando y apretando su exquisita redondez. Podía ver su propio miembro hundiéndose allí dentro, perdiéndose en el interior del dios. El goce era demasiado intenso... casi pierde el sentido con los rápidos movimientos del inmortal sobre él. Cerró los ojos, la mente, hasta concentrarse en los sonidos de sus respiraciones agitadas y entrecortadas, en los ruidos de sus cuerpos al chocar entre sí... con un húmedo chasquido provocado por el líquido preseminal que resbalaba de su sexo entre las divinas nalgas.

        Dionisio se detuvo antes de que Pavel perdiera el control de sí mismo y explotara.

   - Quiero más... ¡Cambiemos de postura! - Le ordenó con la voz ronca por tanto jadeo.

       Pavel se dejó levantar de la cama, ahora parece que le tocaba a él realizar el esfuerzo. Dionisio se puso a cuatro patas sobre las sábanas, abriendo las piernas y apoyándose en los codos meneaba las caderas de lado a lado ofreciéndose al ruso.

   - ¡Vamos... entra... sé rudo, me gusta! - Le exigió en un susurro.

    Pavel le embistió con todas su fuerzas, agarrándolo por la cintura, hundiéndose profundamente hasta oírle gritar. No podía controlarse, empujaba como una mala bestia haciendo que las cachas de Dionisio enrojecieran con los golpes de su pelvis. Los gemidos que salían de su garganta le indicaban al ruso que lo estaba haciendo bien.

   -Klyanus'! *(júralo) – Le pidió Pavel al dios aprovechando que le tenía a su merced.

   - ¿Que jure el qué? - Gritó Dionisio sintiendo la enorme polla del humano llegarle a lo más profundo de su ser.

   - Que vendrás en mi ayuda cuando te nessesite... - Le palmeó las nalgas y con la otra mano le agarró la melena rizada tirando de ella hasta hacerle levantar la cabeza. - Klyanus'! - Repitió alzando la voz y siendo más brusco en sus acometidas.

   - ¡Aaah! Da...! ¡Sí... lo juro! - Dionisio arqueó la espalda girando el cuello para mirar a los ojos a aquel hombre tan extraordinario. - Bésame... - Pareció rogarle.

       Pavel dejó caer su peso sobre el dios para acercarse a su jugosa boca y envolverle los labios con los suyos. Durante unos segundos ninguno de los dos se movió, sellando el trato con aquel beso húmedo y caliente. Luego Dionisio se dio la vuelta y pasó las piernas por encima del cuello del ruso, esperando que éste volviera a penetrarle, a colarse dentro para darle más y más placer.

   - Lo has jurado, espero que cumplas tu palabra. - Pavel se aferró a aquellas torneadas pantorrillas y volvió a afanarse en sus movimientos.

       Sabía ya cómo hacer gritar al dios y volvió a hacerlo una y otra y otra vez, hasta que agotado se dejó morir entre sus brazos.

   - Bien hecho... Eres hermoso, humano... - Dionisio le acaricaba los rizos dejando que Pavel recuperase el aliento apoyado sobre su pecho. - Ahora me toca a mí.

   - ¿Cómo? - Los ojos aguamarina se le abrieron de par en par. - ¿No has tenido sufissiente?

   - Esto no ha sido más que el principio... - Le dijo empujándolo y haciéndole rodar sobre la cama para ponerse encima. - Es mi turno, voy a darte todo el placer que seas capaz de soportar.

       Las manos de Dionisio le sobaron todo el pecho, deteniéndose en los pezones duros por la excitación, bajando hasta la uve que forman los músculos de su abdomen, introduciéndose desde sus ingles hasta llegar a separarle las nalgas con sus largos dedos.

   - No creo que pueda... yo... - Pavel se estremeció, la boca de Dionisio se adentraba ya entre sus níveos glúteos humedeciendo el lugar con su afilada lengua. - Ay, yebát! *(joder) – Exclamó sintiéndole presionar su próstata con un dedo desde fuera.

   - Tranquilo... puedes desmayarte si quieres, estoy acostumbrado... Me pasa bastante... pero no pienso parar hasta correrme dentro de ti. - Su voz sonó ronca de nuevo, lujuriosa y caliente sobre la piel de los muslos de Pavel.

 

           Supuso que efectivamente se había desmayado porque cuando abrió los párpados le vio sobre él, la melena rizada le caía sobre el bellísimo rostro y los ojos de un color indescriptible le miraban con incandescente lujuria.

   - ¡Aaah! - Dionisio gimió, con la boca abierta dejó caer un hilo de saliva en la cara de Pavel. - ¡Has vuelto! Llevaba un rato solo dentro de ti... - Hacía ondular las caderas mientras hablaba, enviando sensaciones deliciosas al cerebro de Pavel cuando con su miembro presionaba aquella zona tan sensible.

   - Pazhalsta! *(por favor) – Pavel gemía, con una voz aguda que no escuchaba salir de su garganta desde que era un muchacho, cuando Khan le tomó por primera vez. No podía hablar, estaba ahíto de placer.

   - Un poco más... sólo un poco más... - El dios lo susurró a su oído, abrazándole y volviendo a empujar con ritmo constante dentro del ruso.

       Pavel se estremecía, se retorcía como una serpiente, como la cola de una lagartija que, viéndose atrapada, la deja atrás para escapar de su captor... fuera de control, inconscientemente, su cuerpo no era suyo sino del dios que le poseía por completo.

   - Voy a correrme... - Le advirtió al fin Dionisio. - Abre la boca, precioso mío...

       El dios se sentó sobre su pecho sacudiéndose el miembro con la mano por encima de la cara de Pavel, estrujándolo hasta sacarle el jugo blanquecino que salpicó y chorreó filtrándose entre los labios entreabiertos.

   - Pocos mortales han tenido la oportunidad de probar mi esencia... ¡Yo te la regalo, humano! ¡Disfrútala! - Decía vaciándose al tiempo.

   - Mmm... - Pavel saboreó la blanca semilla comprobando que su gusto era único y singular, distinto de todas las que había probado. - ¿Has terminado? - Le preguntó incrédulo. ¿Cuántas horas llevaba allí? Había perdido la noción del tiempo.

   - Sí, he terminado. - Dionisio se levantó y buscó su túnica en el suelo. Colocándose la fíbula al hombro derecho sonrió al mortal del que había gozado. - Te devolveré a tu mundo, Pavel.

    Cuando el dios dijo su nombre se le pusieron los pelos de punta. ¿Cómo lo sabía? Entonces recordó sus dudas acerca del idioma que kazons, humanos, romulanos y klingons parecían comprender sin ningún esfuerzo.

   - Esta nave... - Musitó sin fuerzas. - Vosotros hasseis que nos entendamos en una sola lengua, ¿no es sierto? - Quiso saber.

   - Sería un verdadero caos si no os entendierais. - Dionisio sonrió, dejando ver la perfección y la blancura de sus dientes al humano que le miraba como hipnotizado. - La Pantheion utiliza una frecuencia que sintoniza vuestras ondas cerebrales, no me preguntes más, no sé muy bien cómo funciona, pero el caso es que sin nuestra presencia seríais... ¿cómo lo describisteis en la Biblia?

   - ¡Babel! - Exclamó Pavel.

   - Eso, Babel... un auténtico embrollo. - Soltó una breve carcajada, recogiendo las ropas del ruso se las lanzó a la cama. - Vístete, Cassie nos espera.

   - Pantheion... - Repitió el nombre sentándose en el borde de la cama para ponerse los pantalones. - ¿Así es como llamáis a esta nave?

   - Claro, es su nombre. - Dionisio sonrió de nuevo.

   - ¿Dónde se supone que está el Olimpo? Ese lugar al que no podéis regresar... - Pavel esperaba aclarar algo más todo aquel asunto. No creía volver a tener una oportunidad semejante.

   - Hasta que abráis la puerta mágica... tú, tu novio y la muchacha. - Le dijo mirándole con los ojos azul grisáceo brillantes por la belleza que reconocía en aquel humano. - Oh, el Olimpo está fuera de vuestra Galaxia.

   - ¿Queréis volver allí? - Inquirió con la ventaja que de saberse deseado.

   - No estoy muy seguro. - Sacudió la cabeza y se encogió de hombros. - Padre decidirá si somos dignos o no. - Se acercó a Pavel y le tiró del flequillo. - Pero eso no es asunto tuyo, mortal.

 

         Dionisio posó su dedo índice de la mano derecha sobre la frente de Pavel. Presionando musitó unas incomprensibles palabras en la que debía ser su lengua materna.

   - Póno! *(dolor, en griego) Póno...! - Repetía al final de su breve letanía ininteligible.

   - ¿Qué me hasses? - El ruso sentía como un rayo atravesando su mente.

   - Guardarás en secreto todo lo que ha pasado aquí. - Dionisio le soltó el pelo y apartó el dedo de su cabeza. - Si intentas contar algo de lo que has visto a bordo de la Pantheion sufrirás un terrible dolor que te hará vomitar.

   - Pero... - Pavel suspiró y cerró los ojos. - Está bien, imagino que no tengo otra opssión que obedesserte.

    El dios asintió orgulloso. Así era, un mortal debía reconocer a sus superiores y respetar su divina voluntad. Le llevó en secreto y a toda prisa a través de los oscuros pasillos de la nave, nadie debía saber que Pavel había estado allí... y que había sido suyo.

   - ¿Volveré a verte? - Le preguntó el ruso al entrar en aquella habitación donde la mujer de ojos color violeta les esperaba.

   - Siempre que me necesites, lo he jurado. - El dios le regaló su dulce sonrisa.

   Cassandra respiró aliviada cuando les vio entrar a la sala del transportador.

   - ¡Al fin! - Exclamó tomando al humano del brazo para colocarlo sobre la plataforma. - Os habéis recreado bien, ¿eh?

   - El hombre merece la pena, Cassie. - Sonrió Dionisio subiendo el escalón para acercarse al mortal. - Ha sido todo un placer conocerte, Pavel. - Le besó en los labios y lo apartó con un suave empujón.

   - Igualmente, Dionisio. - Susurró dejando que la oscuridad le envolviera para llevarle de vuelta al Enterprise.

   - ¡A ver cómo se lo toman Khan y Sulu! - La sacerdotisa frunció el ceño para mirar enojada al dios del vino.

   - Tranquila, le he hecho un truquito de los míos. No podrá contarles nada. - El dios se dio media vuelta y desapareció, dejando a la mujer con la palabra en la boca.

   - ¿No le habrás hecho olvidar nada? - Le gritó saliendo detrás de él. - ¡Dionisio! ¡Dime que recordará lo que le mostré en la clepsidra! ¡Joder! ¡Es importante!

   - Que sí, no me grites... - El dios seguía caminando, ignorando la chillona voz de Cassie a su espalda. - ¡No le he hecho olvidar nada! Simplemente no podrá contarlo...

   - ¡Ah, bueno! - Exclamó ella dejándole marchar. - Dichoso crío consentido... - Se quejó llamando así al dios.

 

 

                                                                       La sala de reuniones de la cubierta B estaba vacía. Todos habían vuelto a sus puestos: Azetbur y T'rak a sus naves, Kevin Riley al Excelsior, Alex a la bahía médica y Peter al puente de mando, a ocuparse del Enterprise. Únicamente Sulu se había quedado allí. Permanecía sentado en una silla, con los brazos apoyados en la mesa sosteniéndose la cara con las manos, mirando fijamente la pared que tenía enfrente... al lugar dónde su flor le había sido robada.

      Cuando observó la sombra negra se puso en pie, Pavel estaba de vuelta. Corrió a su lado y le abrazó. El llanto no le dejaba hablar.

   - Estoy bien, moy drug... *(amigo mío) – Le susurró al oído agarrándose a su espalda. - ¿Cuánto tiempo he estado fuera?

   - Seis horas... - El japonés apartó la cara del hueco entre el hombro y el cuello de su rosa para poder mirarle a los ojos aguamarina. - ¿Qué te han hecho? ¿Recuerdas algo?

   - Da... - Le respondió en su lengua. - Pero no puedo hablar de eso.

   - ¡Pavel! - Sulu le empujó apartándolo de su lado. - ¿Qué coño dices? ¡No empieces con tus gilipolleces! ¡Dime ahora mismo qué te han hecho! ¿Dónde has estado? ¿Qué has visto? ¡Cuéntamelo todo, joder!

   - No puedo... - Se llevó las manos a la cabeza, un dolor intenso le atravesaba de lado a lado el cerebro. - ¡Sulu! ¡No hablaremos de eso! - Le gritó.

   - Nante ittan-dayo? *(¿qué has dicho?) - No podía creerlo. - ¿Ahora me sales con éstas? ¿Cómo que “no hablaremos de eso”? Kusokurae! *(vete a la mierda)

    Sulu agarró una silla y la estampó contra la pared. Estaba realmente furioso, la otra alternativa hubiera sido pegarle a Pavel.

   - No puedo hablar... - Intentó abrazarle y se llevó una torta que le escoció la mejilla. - Yebát, Sulu! - Le gritó. - No lo entiendes... Dionisio me hisso algo que no me deja hablar de... - Una arcada se le vino a la garganta haciéndole enmudecer. La cabeza le iba a estallar con el dolor tan agudo. - ...la Pantheion... - Alcanzó a nombrar la nave ante de que el vómito le sobreviniera de golpe salpicando a Sulu a su lado.

   - ¡Pavel! - Le sostuvo por la cintura. Viendo cómo se retorcía entendió que si hablaba sufriría las consecuencias. - Vale, no digas una palabra más. Ese dios te ha hechizado, ¿verdad?

    Entre las convulsiones de las náuseas Pavel asintió. Al fin su amigo había comprendido que le era de verdad imposible hablar de aquel asunto.

   - Duele... - Se lamentó frotándose las sienes.

   - Vamos. Te llevaré a la enfermería. - Sulu levantó en peso a Pavel tomándolo en brazos. - Es mejor que Alex te eche un vistazo.

 

Notas finales:

Gracias por leer. Gracias por comentar.

Dejo un paquete de pañuelos sobre la mesa de reuniones del Enterprise, por si no habéis tenido tiempo de comprar suficientes.

 


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