Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Zeus solamente tuvo un amante masculino: Ganímedes, un joven y hermoso troyano del que el padre de todos se enamoró perdidamente. Para tenerle siempre a su lado le llevó al Olimpo y le concedió la inmortalidad convirtiéndolo en el copero que habría de llenar de vino su cáliz eternamente.

 
El asistente del comandante.


 
                                                                   El capitán Christopher Pike encontró al joven James Kirk en aquel bar, rodeado de cadetes que le estaban dando una paliza. Algo en el azul de sus ojos y su sonrisa torcida le resultó familiar. Luego lo supo: el muchacho era igual que su padre, George Kirk, un amigo muy querido al que perdió hacía ya más de veinte años.


   - Cuando el barman me dijo quién eras no podía creerlo. - Invitó a un trago al joven para hablar con él, sin dejar de mirar las servilletas enrolladas en sus fosas nasales deteniendo la hemorragia que los puñetazos le habían ocasionado.

   - ¿Y quién soy, capitán Pike? - Le preguntó con su sonrisa torcida y burlona.

   - El hijo de tu padre... - Respondió con emoción.

      Después de hablarle de lo mucho que admiraba a George Kirk y de recordarle que Jim había sacado unas calificaciones excelentes en sus pruebas de actitud, Pike le sugirió que se alistase en la Flota Estelar. Podría así llegar a ser algo más que el único delincuente superdotado del medio oeste; aquello hizo reír al joven Jim. Chris le hizo entender que el hecho de que su padre hubiese muerto no era excusa para abandonarse a una vida mediocre, que él era capaz, si se lo proponía, de hacer cosas extraordinarias.

   - Tu padre fue capitán de una nave estelar doce minutos... - Al decirle las palabras todo su ser se estremeció con el doloroso recuerdo. - Salvó 800 vidas, incluidas la de tu madre y la tuya. Te reto a que seas mejor.

        Tras el encuentro y la breve charla con aquel muchacho tan rebelde e impetuoso, Chris Pike se marchó a su casa. El hombre vivía solo. Dejó sus cosas en el pasillo y se tiró literalmente al sofá. Cayó de bruces, torciendo la cabeza para mirar a la pared donde una fotografía de El Capitán, la famosa montaña en el parque nacional de Yosemite, atrajo su mirada y sus pensamientos.

 

         Recordaba con especial cariño aquel fin de semana. Él tenía tan solo diecinueve años, George Kirk veinticinco. Era el primer oficial de la USS Kelvin y Pike, recién salido de la academia, aspiraba a convertirse en su asistente personal. De hecho acudió a aquella excursión que el comandante organizó con algunos de sus compañeros solamente para poder pedírselo en persona; ansiaba más que nada servir a su lado y al ser menor de veintiún años y no poseer graduación alguna, ésa era la única posibilidad que tenía de hacerlo.

      La escalada no era su deporte pero estaba en forma y no le costó demasiado aprender siguiendo los pasos del comandante Kirk. Cuando vino a darse cuenta los dos eran los únicos que seguían pegados a la pared de la montaña, los demás se habían rendido y bajaban haciendo rápel con sus cuerdas. George anclaba los enganches de seguridad en la sólida roca a los que Chris se iba sujetando conforme ascendían, metro a metro la cima ya no se veía tan inalcanzable.

   - ¡Chico, puedes bajar si quieres...! - Le gritó el rubio desde arriba. - ¡Esto es muy duro y tú nunca has escalado!

   - ¡Estoy bien, señor! - Respondió guardándose su falta de ánimo. - ¡Terminemos esto!

   - ¡Me alegra oír eso... haremos cumbre juntos!

      El muchacho no sabía muy bien a qué se refería su superior pero lo descubrió un par de horas después, cuando al anochecer llegaron a la cima y la mano del rubio asomó por el borde de la piedra para ayudarle a subir.

   - ¡Lo hemos conseguido, señor! - Exclamó Chris eufórico. - ¡Ha merecido la pena! Las vistas son fantásticas... - Jadeaba recuperando el aliento.

   - Sí, lo son... - Farfulló el rubio como respuesta.

   George no miraba al horizonte añil en el que empezaban a titilar tímidamente las estrellas más brillantes, sino al propio Chris, quién, estupefacto, se dejó agarrar por la cintura hasta quedar encerrado entre los fuertes brazos del rubio de más de metro noventa de estatura.

   - Sé por qué estás aquí... lo que quieres de mí... lo que buscas...

   - Señor... yo... - Titubeó el muchacho sonrojándose hasta las orejas.

   - Tendrás que ofrecer algo a cambio, chico. - Le susurró tan cerca de su rostro que el aliento le erizó la piel al rozarle.

   - ¿Cómo...? - El joven negaba con la cabeza. No podía ser, aquello no podía estar pasando.

   - Quieres que te lleve conmigo a la USS Kelvin... - George le apretó más aún contra su pecho. - ¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo?

     No sabía qué responder a aquella pregunta, mirando los preciosos ojos azules del gigante rubio no se le ocurrió hacer otra cosa que ponerse de puntillas y besarle en los labios. George levantó las cejas, no se esperaba aquello. El sabor de la boca del muchacho le gustó, su suavidad y su dulzura le atraparon. Por un momento lo permitió, aunque al instante se apartó sacudiendo la cabeza.

   - ¡Eh! ¡Que solamente te estaba tomando el pelo, joder! - El comandante se limpió los labios en señal de disgusto.

   - ¿Qué? Pero si usted dijo... yo entendí...

   - ¡Oh, venga ya! ¿No sabes captar una broma? Debes haberlo pasado fatal en la academia, chico...

   - Lo siento, yo... ¡Discúlpeme, señor! - Se lamentó el joven.

    Chris se sonrojó aún más con todo aquello. El hombre le había agarrado con una actitud y una mirada que le llevó a la confusión. ¡Ya le parecía extraño que fuera de esa clase de tipos que abusan de su poder! George Kirk no podía ser tan despreciable. Se echó a reír.

   - Es verdad que quiero ir a la USS Kelvin como su asistente, señor. - Reconoció al fin, bajando la cabeza y mirándole con sus ojos azules llenos de esperanza. - ¡Haré lo que usted me diga para lograrlo, lo que sea!

   - ¡Ya chico... - se carcajeó, - ...eso me lo has dejado claro! Espero que no te ofendas pero, soy un hombre felizmente casado. Acabo de tener un hijo, ¿sabes? George Samuel Kirk. - Su expresión era de orgullo al decir el nombre completo. - Si mi mujer, Winona, se enterase de esto te cortaría el cuello.

     Hizo un gesto con dos dedos deslizándolos por su garganta, mirándole con absoluta y fingida seriedad. Al ver a Chris tragando saliva volvió a carcajearse...

   - ¡Es broma, hombre! - Le soltó una fuerte palmada en la espalda. - Como mucho Win me cortaría a mí las pelotas... Anda, bajemos de una vez. Tengo hambre y esos cabrones pueden acabar ellos solos con todas las judías.

   - Señor... - Le detuvo el chico antes de colocar la cuerda en el ocho a su cintura para hacer el rápel de descenso. - ¿Me llevará con usted?

   - Puede... si dejas de llamarme señor. - Le respondió sonriendo. - George, chico... ése es mi nombre: George.

   - Y el mío Christopher, no “chico”... - Añadió el joven haciéndose valer. Algo le decía que esa actitud sí sería respetada por el comandante Kirk.

   - Mmm... Chris, entonces. ¿Puedo? - Le pidió permiso para utilizar el diminutivo.

   - Está bien, George. Será un placer trabajar a tu servicio.

   - No lo dudo... - Volvió a reír, con su franca y sonora carcajada que se escuchó por todo el parque natural.

 

                     Chris Pike se levantó de su sofá para acercarse a la pared y descolgar la fotografía. Se fijó en los rostros sonrientes de todos los que después fueron sus compañeros de aventuras en la USS Kelvin; en su propia cara tan joven y exultante de felicidad, pues tras el descenso de El Capitán, George le prometió que le llevaría con él al espacio. Pero sobre todo se quedó mirando aquel rostro tan hermoso de divinos ojos azules y sonrisa pícara y retorcida. ¡Cómo echaba de menos escuchar su vibrante risa tan varonil!

        Pasó los dedos sobre la imagen, deteniéndose en la preciosa cara de su rubio amigo, en aquellos labios que añoraba besar... y lloró. Vertió sus lágrimas sin consuelo alguno recordando su heroica muerte en la fecha estelar 2233.04, cuando haciéndose cargo de la nave como capitán impuso la orden general XIII: su evacuación, salvando así las vidas de 800 personas entre ellos las de Winona, su mujer, que dio a luz a Jim en aquel preciso momento, y la suya propia.

   - ¡No te quedes en el puente, vamos... ven conmigo! - Chris trató de arrastrarle hacia una lanzadera, la nave de Nero estaba a punto de destrozarles.

   - El piloto automático no funciona, copero mío.. - Solía llamarle así, el joven le hacía sentirse como el propio Zeus cuando lo tenía en su cama. - Alguien tiene que permanecer aquí, cubrir la huida disparando o no conseguiréis escapar... ¡Vete!

      Empujó al alférez que se resistía a dejarle solo. Los demás se habían ido ya cumpliendo con sus órdenes.

   - ¡No! - Se aferró a él, le miraba con lágrimas en los ojos. - George... ven conmigo... por favor, te lo ruego...

   - ¡Soy tu capitán! - Le gritó. - Chris, mi precioso Ganímedes... Mi mujer está dando a luz en la lanzadera médica XXXVII, quiero que vayas allí y te ocupes de que ella y el niño lleguen a salvo a la Tierra. - Sujetó la cara de su asistente y le besó en los labios por última vez. - Sé que me echarás de menos... los dos lo haréis... pero lo único que quiero es que sobreviváis a esto. ¡Márchate, Chris! ¡Es una jodida orden!

   - ¡Te quiero George! - Le dijo entre lágrimas arrastrando los pies hacia la salida del puente.

   - Yo también te quiero... os quiero a los dos. - Sentándose en la silla de mando la hizo balancearse a izquierda y derecha. Miró a su amante y volvió a gritarle. - ¡Vete de una vez, Chris! Cuida de mis hijos...

      Cuando Winona le vio entrar en la lanzadera sin George le miró con odio, con más del que le había mirado nunca desde que se enteró de que mantenía una aventura con su marido. La mujer sabía que Chris era su amante, George se lo había contado hacía tiempo.

   - ¿Vas a permitir que se quede ahí?

   - Lo ha ordenado así, ya le has oído. - Tragándose su dolor miraba a la rubia esposa de su, en esos momento capitán, con gesto adusto. - Win, el piloto automático está dañado, alguien tiene que...

   - ¡Alguien! ¿Por qué mi George? ¿Por qué no te has quedado tú, maldito hijo de...? ¡Aaaah! - Los dolores del parto la hicieron callar, algo que Chris agradeció en aquel instante. Entre sus gritos escuchó la voz de su capitán despidiéndose de ellos.

   - Cariño, escúchame... - Las palabras de George les llegaban hasta la pequeña nave desde el puente de mando. No dejaba claro a quién de los dos se dirigía. - Yo... no voy a poder ir...

       Winona trajo al mundo a Jim allí detrás, a su espalda, mientras él mismo manejaba los mandos alejándose cada vez más de la USS Kelvin que destruía con sus fasers los torpedos que Nero disparaba contra las lanzaderas. Chris tenía los ojos arrasados en lágrimas, su único amor les estaba diciendo adiós por última vez.

 

   - Debí quedarme yo. - Se dijo a sí mismo devolviendo la fotografía a la pared. - Ni siquiera pude cumplir tu deseo, George. Winona se alejó de mí, se llevó a los niños a Iowa y me prohibió visitarles. Me rendí pronto, la verdad. ¿Qué pintaba yo en la granja de tus cuñados? Así que les perdí la pista durante años. Supe que George Samuel se embarcó como colono hacia el planeta Deneva, creo que está casado y es feliz allí... ¡Y hoy he conocido a Jim, mi vida...! - Seguía hablando a la imagen de su amante como si pudiese oírle. - Me parece que le he convencido para que ingrese en la academia. Si lo hace podré cuidar de él como tú querías.

       Se sirvió un vaso de whisky escocés antes de irse a la cama. No había cenado nada pero tampoco tenía apetito. Saboreó su copa brindando hacia la pared.

   - ¡Por los viejos tiempos que no volverán, mi amor!

    Apuró el contenido de un trago y se acostó. Su lecho estaba vacío, igual que su casa y su vida fuera de la Flota, igual que su corazón que solamente guardaba buenos recuerdos del comandante Kirk. Cerrando los ojos se entregó al sueño. Casi podía notar la calidez de aquellas manos enormes en su piel.

 

                Todo sucedió cuando llevaba exactamente una semana a bordo de la USS Kelvin. George le llevó con él de expedición al planeta Rigel XII, donde la Federación pensaba establecer una pequeña colonia minera que aprovechase los recursos naturales del lugar. Estando allí se desencadenó una fuerte tormenta de arena que les obligó a refugiarse durante horas en una cueva.

   - ¿Estás bien, Chris? - Le preguntaba preocupado viéndole toser de aquel modo.

   - Sí... es por... mi alergia... - Apenas podía respirar, todo el polvo y la arena que había tragado le estaba atascando la garganta.

   - Toma, bébete mi agua... - Le ofreció el comandante.

   - No... ya he bebido mi parte...

   - A lo mejor no lo he dicho claramente: bébete mi agua, es una orden. - El rubio quiso asegurarse de que su joven asistente se recuperaba.

      Chris obedeció y se limpió las vías respiratorias con el escaso líquido que quedaba en la cantimplora de su superior, después de haber pasado todo el día caminando por aquel árido planeta. George se le acercó y le desabrochó la cremallera del cuello del jersey rojo del uniforme.

   - Tranquilo, échate y descansa. Con esta tormenta el USS Kelvin no recibe nuestra señal para poder teletransportarnos, creo que tenemos para rato aquí. - El rubio lo tomó por debajo de los brazos y, sentándose en el suelo, lo sostuvo contra su pecho hasta que dejó de toser.

   - Gracias, George. Ya me siento mejor. - Chris intentó levantarse, mirándole a los ojos con una sonrisa.

   - No te muevas, tienes algo justo... ahí... - El rubio señalaba a su cara.

   - ¿Qué es? ¿Un bicho? - Preguntó aterrado. Odiaba los insectos, sobre todo los alienígenas.

   - Tú cierra los ojos y quédate muy quieto... voy a intentar...

   - ¡Por todos los dioses, George! ¡Espero que no sea una de tus bromas!

   - Nunca he ido más en serio...

      El comandante no había visto otra cosa allí que unos labios sonrosados que deseaba volver a probar. Acercándose sigilosamente no paró hasta tenerlo entre los brazos y besarle apasionadamente, de pronto notó las manos del joven golpeándole en el pecho.

   - ¡Para...! - Alcanzó a decir.

   - Perdóname, yo... Disculpa mi brusquedad. No sabía cómo decírtelo pero Chris, siento algo muy especial por ti. No pretendo abusar de mi posición, nunca lo haría, espero que lo sepas. Es que desde que nos conocemos, bueno, en realidad desde aquel malentendido en El Capitán... ¡Joder! No he podido pensar en otra cosa que en esto: besarte... tenerte pegado a mí, abrazarte... ¡Te desnudaría ahora mismo! Te haría el amor aquí, en esta cueva, en este planeta perdido lejos de cualquier parte... ¡Oh, Chris! ¡Te deseo! Aunque entiendo que esto no está bien. Yo soy un hombre casado, mi mujer y mi hijo me esperan en casa, en la Tierra... y tú eres un crío, un muchacho... Sí, ya sé que no te gusta que te digan eso pero es lo que eres, apenas acabas de terminar en la academia. ¡Ni siquiera te sale barba! Tienes un futuro prometedor en la Flota, este trabajo te gusta, se te da bien. No quiero fastidiarlo todo... yo... no quiero que pienses que no tienes alternativa. Seamos amigos antes que otra cosa, antes que compañeros, antes que amantes si es que me lo permites... No sé, no quiero que te sientas obligado; es que en el Yosemite me pareció que tú querías... claro que igual fue porque yo...

      Chris se estaba riendo, empezaba a conocer a su buen amigo George Kirk y sabía que cuando se ponía nervioso no podía cerrar la boca.

   - Solamente iba a decirte que tengo la nariz taponada... ¡Me ahogabas, George! No podía respirar, eso es todo...

   - ¿Qué? ¿Entonces...? ¿Quieres decir que...?

   - ¡Hagámoslo, sí! Puedes desnudarme, hacerme el amor aquí mismo, en este perdido lugar. Seamos amantes antes que compañeros, antes que amigos... - Le acarició la nuca atrayendo la cabeza hacia la suya hasta volver a besarle, esta vez tomando él el control. - Me gustas, desde el primer día en que te vi por la academia con tu flamante uniforme de teniente. Yo estaba en mi último año de instituto, era el día de las profesiones y me llevaron allí de visita. Me apresuré a preguntar tu nombre y el de tu nave. Desde entonces deseé servir bajo tu mando... ¡Por ti me alisté en la Flota!

   - Chris... - Suavemente le levantaba el jersey rojo quitándole el uniforme. - Debo aclararte que amo a mi mujer. Eso no va a cambiar...

   - Ella no está aquí ahora, ¿cierto? - El joven terminó de deshacerse de su ropa y le miró con ardor a los ojos azules, metiendo las manos por debajo de la cintura del pantalón de George. - ¡No tiene por qué enterarse!

   - No está aquí, es verdad... - El rubio dio rienda suelta a su deseo y se dispuso a tomar al muchacho. En su mente no hacía otra cosa que pensar en cómo contarle aquello a su esposa.

          En esa cueva del planeta Rigel XII le hizo el amor por primera vez. A Chris le dolió muchísimo cuando sintió a George abriéndose camino en su interior, nunca había estado con otro hombre pero le deseaba tanto... que tenerle encima suyo, jadeando de placer, acariciando su piel y sujetándolo con fuerza a cada embestida, hizo que se olvidase por completo del daño que le estaba haciendo.

   - Te quiero... - Susurró George a su oído antes de alcanzar el clímax.

   - Y yo a ti... - Le respondió Chris envolviéndolo con sus brazos y acercándole la cabeza a su pecho, donde el rubio la posó sobre su desbocado corazón.

   - Tú no has... llegado... - Advirtió el rubio frunciendo el ceño. - Deja que me ocupe de ti ahora...

   - No es necesario, he disfrutado George... - Musitó débilmente.

     Pero era inútil. Los labios de su comandante ya estaban descendiendo por su pecho hacia el abdomen, dejando enhiestos los sonrosados pezones a su paso, humedeciendo con sus besos cada tramo de su piel hasta posarse sobre su sorprendido sexo que se endureció a su contacto.

   - ¡Aaaah! - Gimió excitado el muchacho. - Para... no lo hagas...

     Que su superior tuviese allí su cabeza, subiendo y bajando con ritmo constante, introduciéndose toda su longitud en la boca para darle aquel goce era demasiado. No quería que se humillase de aquel modo. Puso su mano en la frente del rubio, apartando el flequillo para mirarle a los ojos y vio que el hombre lo estaba disfrutando también. Entonces cerró el puño en su pelo y ayudó a George empujando sin control. Le pareció escuchar su risa entre los sordos gemidos que le salían de la garganta... ¿qué demonios le hacía gracia de aquella situación?

     Cuando notó que le venía el orgasmo quiso apartarle de allí. ¡No iba a escupir su semilla dentro de la boca de su jefe! Hacerlo sobre su cara tampoco era una opción respetable. Chris tiró del pelo del rubio hacia atrás y se revolvió, tratando de ponerse de lado para no mancharle con el blanco y pegajoso fluido que empezaba a soltar a chorros sin control alguno. Las grandes manos de George le sujetaban las caderas y le fue imposible hacer lo que pretendía, ya no podía parar... la espalda se le arqueó con la explosión de incontrolable placer que sintió.

   - Sí... sí... ¡Aaaah! Chris.... - Exclamó el rubio empapándose la cara y los labios con lo que salía de su miembro, gimiendo al mismo tiempo con el orgasmo que él también tuvo en ese momento. Había estado masturbándose mientras chupaba el sexo del joven. - ¡Qué bueno!

   - ¡Oh no! - Chris le vio la cara manchada de blanco y se sonrojó. - Te he puesto perdido... - Se lamentó.

     De inmediato cogió su camiseta roja y fue a limpiar el rostro de su amante que, sin permitírselo, se apartó para retirar con los dedos los restos y lamerlos con su lengua.

   - Pero... ¿qué haces? - La imagen de su superior tragándose su semen le desconcertó.

   - Me gusta... sabes deliciosamente bien. - Expresó el rubio con su pícara sonrisa. - Tienes que darme más de esto... - Murmuró echándosele encima.

   - ¡Oh George! - Sintiendo el peso sobre su cuerpo le rodeó la cintura entrelazando las piernas por detrás de sus nalgas, apretándolas y gozando del suave roce en sus gemelos. - ¡George!

   - Chris... ahora soy tuyo y tú eres mío... - Le susurraba mientras le mordisqueaba el cuello y el hombro. - Te quiero... Te querré siempre, pase lo que pase.

 

             Aquello se convirtió en una promesa. Ellos no lo sabían pero todo ese amor quedó grabado en las paredes de roca de aquella cueva. Años más tarde, durante una misión de la nave USS Enterprise, unos jóvenes tendrían que refugiarse allí debido a otra tormenta de arena. Ése sería el lugar donde Jim y Spock experimentarían el tel *(vínculo) en su plenitud por primera vez, donde ambos sentirían que se pertenecían el uno al otro aunque no se atrevieran a admitirlo entonces.

 

                   Chris se despertó sudoroso, inquieto. Mirando bajo la sábana descubrió una erección que hacía demasiado tiempo que no se presentaba. Furioso por aquello se levantó de un salto y se metió en el baño para darse una ducha fría. El capitán no compartía su vida con nadie. Después de la muerte de George apenas había tenido sexo esporádico con algún que otro desconocido, nunca intimaba demasiado con sus parejas de cama y hacía años que ni siquiera eso. El comandante Kirk fue el dueño absoluto de su corazón, jamás conquistado por otra persona.

 

                                                                          El tiempo pasó y Jim se descubrió como el prometedor hombre de la Flota que Chris esperaba que fuese. A pesar del incidente del Kobayashi Maru, el muchacho se las apañó bastante bien en la academia. Al capitán Pike le complacía ser testigo de su progresos y estuvo encantado de tenerle entre su tripulación junto con Spock, el comandante medio vulcano que sabía sacar de quicio a Jim. Chris se sonreía a sus espaldas cuando les veía discutir, aquella tensión entre los dos le recordaba bastante, aunque a otro nivel, a su relación con George.

         Un día tuvieron que enfrentarse juntos a Nero. Tras numerosas dificultades y graves peligros, los tres se alegraron de poder acabar con el asesino del amante de Chris, el padre de Jim, causante también de la muerte de la madre de Spock y la destrucción de su planeta. Fueron afortunados al poder ejecutar por sí mismos su venganza personal.

 

           Chris nunca le contó a Jim que George hubiera sido otra cosa que su amigo y mentor. Admitir su relación ante él habría sido incómodo. Para el joven, Pike no debía ser más que un gran tipo que se preocupaba por él, tal vez demasiado, aunque eso lo podría achacar a la amistad que le había unido a su padre.

 

          Cuando la Flota condecoró a James Kirk nombrándolo capitán del Enterprise, el ahora almirante Pike se sintió lleno de orgullo. Spock solicitó el puesto de primer oficial de la nave que Kirk le concedió gustoso. Ambos sabían ya, por el anciano embajador Spock que vino del otro universo, que les esperaban grandes aventuras y una amistad que les uniría de por vida... aunque no tenían idea de hasta qué punto.

 

      Pike ocupó un alto cargo en el Cuartel General. Era hora de dejar que las nuevas generaciones tomasen el relevo. Observando de nuevo aquella fotografía en la pared mantuvo, en la intimidad de su hogar, una de sus conversaciones con su amante muerto.

   - Tu hijo es igual que tú, mi amor. - Sonreía sirviéndose un buen vaso de whisky. - Tus ojos, tu sonrisa, tu carácter... ¡Nunca se rinde! Está hecho para ser capitán, lo hará muy bien en el Enterprise. Y ese Spock... algo me dice que no tardarán en hacerse buenos amigos.

     Brindando como solía hacer, levantando su copa hacia la imagen de su amante, bebió un buen trago antes de tumbarse en el sofá.

   - No sé lo que Win les contaría a tus hijos antes de morir, si saben o no lo nuestro... Jim es discreto al respecto y yo no me atrevo a decirle nada. - Miraba de lado la fotografía, tendido sobre un cojín, dejando la mano caer con languidez sobre la alfombra. - ¡Ojalá estuvieses aquí para verle! Sé que estarías orgulloso de él... Se ríe igual que tú, camina como tú, come igual que tú, a dos carrillos y sin respirar... ¡Hasta tiene tus ataques de verborrea cuando se pone nervioso! Me recuerda tanto a ti que en el fondo me alegro de que se marche lejos...

      Cerrando los ojos se quedó dormido. Esta vez su sueño no fue nada agradable.

           Era el funeral por George. Los hermanos de Win la flanqueaban en la iglesia; a pesar de que el capitán era politeísta tuvo una ceremonia protestante sólo para satisfacer a su familia. A Pike no le agradó aquello. Sentado en el último banco no dejó de orar a sus dioses para que perdonasen aquella farsa y acogieran entre las estrellas el alma inmortal de su amante.

      El pequeño George se soltó de la mano de su madre y echó a correr hacia la puerta, llevaba los ojos inundados en lágrimas. Tan sólo tenía seis años pero comprendía lo que estaba pasando a la perfección. Su padre siempre le hablaba de los dioses, de Apolo y Artemisa, de Zeus... ¿por qué su madre y sus tíos le daban una ceremonia cristiana? Era para ellos mismos, no para el hombre al que más admiraba en el mundo, el oficial de la Flota Estelar que murió como un héroe en el espacio y al que nunca más volvería a ver.

      Chris le detuvo por el pasillo antes de que el niño alcanzase la puerta. Con sus ojitos azules le miró, al distinguir el uniforme se le echó al cuello. Aquel hombre debía ser amigo de su padre.

      Finalizado el funeral Winona llamó a su hijo mayor; llevaba en brazos a Jim que berreaba sin parar, tal vez mostrando así su disgusto. Chris se acercó con el pequeño pegado detrás de sus pantalones.

   - Sam, deja de esconderte de mí... nos vamos a casa.

   - ¡Esa no es mi casa! - Respondió el niño con enfado.

   - Ahora viviremos en la granja con tus tíos. Tu padre ha muerto, Sam. Las cosas han cambiado.

      La mujer era muy dura con sus palabras. Tenía el corazón roto por la pérdida de su marido y la presencia de Pike allí la ponía de los nervios.

   - Sam... - Murmuró Chris. - Supongo que es menos doloroso llamarle así, por su segundo nombre. - Recordó que el pequeño se llamaba George Samuel Kirk.

   - Hijo, ve a la calle con tu hermano. - Winona tumbó a Jim en su cochecito y dejó que Sam lo empujara fuera de la iglesia. - Mamá tiene que hablar con este señor.

       El pequeño desapareció con el bebé tras la puerta. Los hermanos de Winona pasaron junto a ella y, correspondiendo a un gesto de su cabeza, la miraron asintiendo y salieron también dejándolos a solas. Pike se sentó en un banco ofreciéndole un lugar a la viuda de su amante.

   - Así que viviréis aquí, en Iowa... - Susurró respetuoso. - Supongo que es lo mejor.

   - Escúchame bien, Chris. - La rubia se quedó de pie, le miró con firmeza y frialdad en sus ojos azules. - George ya no está aquí para que tú y yo tengamos que soportarnos. No tenemos por qué volver a vernos nunca, de hecho espero que no te acerques a mí ni a mis hijos jamás.

   - Pero George... - Iba a decirle que le pidió que cuidase de ellos, la mujer le interrumpió.

   - Si toleré tu presencia, tu mera existencia, fue porque mi marido te... - la voz estuvo a punto de abandonar su garganta, quebrándose al decir aquella palabra, - ...amaba. Nunca entenderé esos sentimientos. Me juró y me demostró que las cosas entre nosotros no habían cambiado, pero me hizo saber que no podía alejarse de ti... Supongo que tenía un corazón lo suficientemente grande como para llevarnos a los dos dentro de él.

      Pike sonrió con tristeza en la mirada. Era cierto. George Kirk tenía un gran corazón encerrado en su pecho.

   - Lo siento, Win... pero no puedo dejaros solos.

      El entonces teniente de la Flota Estelar era consciente de que la mujer no lo permitiría, que además debía regresar a San Francisco y probablemente, en menos de un mes, volvería a embarcarse en alguna nave espacial. Aún así ¿cómo iba a desatender a los hijos de su amado George? Su bienestar era ahora responsabilidad suya... o eso creía.

   - No te sientas responsable de nosotros. - Winona parecía que le hubiese leído los pensamientos. - Mis hijos y yo estaremos bien aquí. No sé si George te hizo prometerle algo antes de morir pero eso ya no importa... Quiero que desaparezcas de nuestras vidas, Chris. No quiero volver a verte nunca más.

      Winona se dio la vuelta y abandonó la iglesia. A su entender ya había soportado aquel asunto demasiado tiempo. George le contó su aventura con Pike al poco de empezar a acostarse con él. Igual que a Chris le dijo que jamás dejaría de querer a su esposa, a ella le explicó que sus sentimientos hacia su joven asistente no se esfumarían sin más.

   - Win, le amo. Ya sé que no lo entiendes, no espero que lo hagas. Solamente te pido que respetes ese amor igual que él respeta que yo siga amándote como esposa.

   - Ahora estoy en la Tierra, tú en el espacio, a miles de parsecs de distancia pero imagina cuando vaya a verte, George... será terriblemente incómodo para los dos, para ese joven y para mí. ¿Con quién dormirás entonces?

   - ¡Ya lo pensaremos, querida! Supongo que tú tendrás prioridad dado el tiempo que llevamos separados... - Se echó a reír. Aquella era la conversación más extraña que jamás había tenido por su intercomunicador personal.

   - ¡Oh, cállate, George! Acabo de enterarme de que soy una mujer cornuda... Ya que me lo pides así, tan civilizadamente, toleraré que tengas un amante. ¡Nada menos que un hombre! - La rubia sacudió su cabeza agitando su media melena. - Si mis hermanos se enterasen te...

   - Lo sé, me cortarían las pelotas. Gracias por ser tan comprensiva, Win. Te quiero, no lo dudes ni un instante. Lo que siento por George no resta ni un ápice de mi amor por ti. Te lo demostraré cuando vengas, mi vida.

      Y lo hizo, cada vez. En una de sus visitas a la USS Kelvin, Winona quedó encinta de su marido. Chris, después de más de cuatro años de tener a George casi exclusivamente para él, tuvo que aprender a convivir en la misma nave con la mujer de su amante durante los meses que duró su embarazo. Tan sólo podía disfrutar de su Zeus en la cama de vez en cuando. Nunca le preguntaba al rubio qué explicación le había dado a Winona para abandonar el lecho matrimonial durante aquellas noches.

        El comandante les daba todo su amor a cada uno de los dos, haciendo imposible que ninguno de ellos se sintiera menos que el otro. Sí, George Kirk tenía un gran corazón latiendo en su pecho. Cuando se extinguió la llama de su vida, ambos, Winona y Christopher, lo perdieron todo para siempre. Ninguno de los dos volvería a tener pareja. Ni ella ni él volverían a amar de aquel modo.

             La vio salir de la iglesia y supo que no podría hacerla cambiar de opinión. Regresar a su vida en la Flota era lo único que le quedaba. Y en eso se había concentrado en todos esos años... Chris despertó sudoroso en el sofá. No sabía que pronto él mismo se reuniría con el alma de George entre las estrellas.

 

                                             Cuando le llegó su hora durante el ataque que Khan realizó contra el Cuartel General, sintió la cercanía de su amante por un momento... pero era la mano de Spock sobre su cara, uniendo su mente vulcana a la suya, tratando de reconfortarle en el instante final de su vida.

      Chris no pudo ver cómo Jim caía derrumbado sobre su pecho, deshecho en el llanto desconsolado que su terrible pérdida le provocaba. El rubio puso la mano sobre el hombro de su amigo Spock, apartándose del cuerpo inerte del almirante. El vulcano no sabía si decirle lo que había visto hacía tan sólo un momento: la imagen del padre de Jim y Pike amándose el uno al otro cuando eran dos jóvenes oficiales en el USS Kelvin. Pasaron años hasta que sintió que debía hacerlo; para entonces, entre el capitán y el primer oficial del Enterprise, había mucho más que la confianza de una buena amistad.

   - Era un gran hombre, Jim. - Le hablaba de Pike, su recuerdo les asaltaba a ambos de vez en cuando. - Se ocupó de conducirte por el buen camino. A él le debes entrar a la Flota y si eso no hubiera sucedido tú y yo no estaríamos hoy juntos.

   - Me retó, ¿lo sabías? Me dijo que mi padre fue capitán de una nave estelar durante doce minutos y salvó 800 vidas... - Se abrazó al vulcano con fuerza, rozando el vello de su pecho desnudo con los labios al hablar. - ¿Crees que algo así puede superarse?

   - Tú hiciste lo mismo. - Respondió levantando su ceja izquierda. - Sacrificaste tu vida por la nave y la tripulación.

   - No, no fue exactamente igual... yo sigo aquí. - Se echó a reír.

   - Jim, cuando Pike murió yo... Sabes que intenté que no se sintiese solo y uní mi mente a la suya.

   - Sí, fue un bonito detalle por tu parte. Sé lo mucho que te habría gustado hacerlo cuando yo morí, pero ese maldito cristal entre los dos... No pudiste tocarme.

   - Escucha, no pude decírtelo entonces pero... ¿Recuerdas cuando Marcus nos dijo que no quería ser el responsable de nuestras muertes al permitirnos ir a Kronos para perseguir a Khan?

   - Mentía...

   - Sí, y también cuando dijo que él fue quien convenció a Pike para unirse a la Flota. Lo hizo por tu padre, Jim. Christopher se alistó por él, se embarcó en la Kelvin para estar a su lado porque...

   - ...le amaba. - Terminó la frase de su novio y sonrió cuando le vio levantar su ceja izquierda de nuevo. - ¡Oh, Spock! Ya lo sabía...

   - Nunca me contaste que fueran amantes, ni él quiso decirte nada de eso nunca. Pensé... ¡Él pensaba que no tenías ni idea de eso!

   - Mi hermano Sam me lo contó. Le recordaba de cuando el funeral por mi padre. Y yo mismo lo comprobé cuando le pregunté por Chris a mi madre. Ella le detestaba, Spock. ¡Imagínate! Era el amante de su marido... Mi padre los tenía bien plantados: obligó a ambos a resignarse a compartir su amor.

   - Así que lo supiste todo el tiempo... ¿Por qué nunca le dijiste...?

   - ¡Spock! - Apoyándose en su pecho le miró a los oscuros ojos negros, tan profundos que le atrapaban el alma haciéndole desear no salir nunca de ellos. - Cariño, yo respetaba a ese hombre. Si quiso guardarse para él esos recuerdos sobre su relación con mi padre... ¿quién era yo para arrancárselos a la luz?

   - Comprendo... - El vulcano le agarró la cara con ambas manos y le besó. - Por lo que vi en la mente del almirante sé que eres igual que tu padre, Jim. Puede que un día quieras compartir tu amor con otra persona a parte de mí...

   - ¡Eso es ridículo! - Protestó el rubio con su sonrisa torcida. - Tú y yo tenemos esa cosa... el tel *(vínculo) – Volviendo a tumbarse sobre el tórax de su novio susurró. - Yo nunca amaré a nadie más que a ti... mi t'hyla...

   - Puede que no más, tal vez del mismo modo...

   - No... imposible...

   - Eso no lo sabes...

   - ¡Cállate Spock, déjame dormir...! - Jim se dio media vuelta y acabó cayendo al suelo. - ¡Mierda de cama estrecha!

   - ¿Estás bien? - El vulcano se asomó por el borde del colchón.

   - ¿Sabes? Me quedaré aquí abajo, dame una almohada...

   - Entonces hazme un hueco...

      Spock se tendió a su lado sobre el suelo, poniendo el edredón bajo sus cuerpos, abrazándole y besándolo por todas partes... haciendo el amor de nuevo aquella noche antes de que la alarma sonara y los dos tuvieran que ir a sus puestos en el puente del Enterprise.

 

      Algo así fue lo último que vio Pike antes de morir. Una noche de pasión entre él y George en su camarote de comandante del USS Kelvin. Las grandes manos del rubio recorriéndole su cuerpo desnudo y él mismo, tan joven, tan enamorado, entregándose a las deliciosas sensaciones de las caricias sobre la piel... George Kirk, su amado, su amante, su Zeus, su eterno compañero... Juraría que pudo oír en su cabeza aquella risa tan varonil que le hacía estremecerse y contagiarse de su alegría de vivir. El alma de Christopher Pike voló hacia las estrellas y se unió a la de George... para siempre.

 

Fin

 

Notas finales:

Este es el primero de varios capítulos especiales que iré colgando conforme vaya terminándolos. Pido algo de paciencia, las actualizaciones no serán tan frecuentes como acostumbraban a ser.

Desde que empecé este fic, la historia del padre de Jim y Christopher Pike me asaltó a la mente. Las imágenes de la película Star Trek de 2009, con ese glorioso Chris Hemsworth como George Kirk hicieron el resto.

Dejo foto del comandante George y su amante, el jovencísimo Chris Pike.

http://sia1.subirimagenes.net/img/2014/09/21/140921100750482503.jpg

Y otra del padre de Jim en Rigel XII, con la cara llena de arena por la tormenta... mirando tal vez el cuerpo desnudo de Chris con deseo... mmm.

http://sia1.subirimagenes.net/img/2014/09/21/140921101035306061.jpg

Hasta el próximo capítulo.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).