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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Algo terrible sucede en Nuevo Vulcano. El Enterprise acelera su marcha, ¿llegarán Spock y Kirk a tiempo?

 

Por otro lado Sulu aprenderá a darle a Pavel lo que necesita.

La rosa y su espina

 

 

                                                                            El sol de Nuevo Vulcano asomaba por el horizonte. La claridad anaranjada se filtraba por las persianas de la ventana. El embajador Spock se entretenía mirando las minúsculas motas de polvo flotar en el aire, atrapadas en los rayos de luz como moléculas desintegrándose en el transportador. A su lado Jim roncaba a pleno pulmón, con la boca abierta babeando la almohada. Posó la mano sobre su frente con cuidado de no despertarlo. La caricia bastó para que su esposo cambiase de postura, ladeando el cuerpo y dejando de roncar.

 

          Una luz parpadeó sobre el comunicador de la mesita de noche. ¿Quién podría ser? El vulcano se levantó con lentos movimientos y se echó encima una túnica beige para cubrir su desnudez. Caminó con sus pies descalzos hacia el salón, bajando las escaleras de puntillas, advirtiendo el peldaño que crujía y saltándoselo para no hacer ni el más mínimo ruido.

   - Kevet-dutar? *(¿Embajador?) - El joven y barbudo Spock le miraba desde el otro lado de la pantalla. Sus ojos parecían infinitamente tristes...

   - ¿Qué ha pasado, comandante? - Preguntó con la voz ronca, recién levantado.

   - Lamento si le he despertado. Le llamaba para informarle que el Enterprise se dirige en estos momentos rumbo a Nuevo Vulcano. - Consultó un panel a su izquierda antes de continuar. - Tiempo estimado de llegada, veintiocho horas, treinta y cuatro minutos.

   - ¿Estáis todos bien? - Insistió el embajador, interesado en conocer el motivo de aquella tristeza en su mirada.

    Spock tragó saliva. Un brillo húmedo se le agolpó en los ojos que cerró para impedir el llanto.

   - ¿Nirshtoryehat? - Su ronca voz sonó abatida al preguntar...

   - Amy está bien... - Spock negó con la cabeza. - No, no del todo. Ha perdido a su t'hy'la y...

   - ¿Cómo? ¿Chekov ha...? - El verbo que tenía en mente no podía pronunciarlo.

   - No, su otro t'hy'la... - Spock pudo ver en la expresión del embajador el asombro, el total desconcierto, y entendió que su hija no tenía dos t'hy'la en su universo.

   - Spock... ¿Qué es eso de “su otro t'hy'la”? Nunca se ha dado el caso de...

      Entonces hizo memoria, recordando a T'prank, su tatarabuela... quien se uniera a Serok y a T'pol causando una auténtica conmoción entre la alta sociedad de Vulcano. Su familia nunca se recuperó de aquel escándalo, hasta que años más tarde, su padre, Sarek, lo superó tomando por esposa nada menos que a una humana. La casa S'chn T'gai no era demasiado convencional.

   - Así que Amy ha tomado dos t'hy'la... y ha perdido a uno de ellos. - Continuó el viejo Spock, comprendiendo el dolor en la mirada de su joven versión. La niña debía estar sufriendo. - ¿Y cómo ha ocurrido? ¿Quién... quién era ese otro t'hy'la?

   - Khan...

   - ¿Qué? Pero.. ¡Joder! ¿Qué coño dices chico? ¡No puede ser! - Gritó Jim desde la escalera.

             El almirante se había despertado buscando el contacto con el cuerpo de su marido en la cama. Al no encontrarlo allí se levantó y se quedó escuchando la conversación sin decir nada. Pero lo que acababa de oír era demasiado. ¿Khan? ¿Cómo que Amy le había tomado por t'hy'la? Sintió una punzada en el pecho, se estaba ahogando. Las piernas le flaquearon y cayó tratando de sostenerse a la barandilla.

   - ¡Jim! - Gritó el embajador corriendo a su lado.

   - ¡Spock! ¿Qué ocurre, embajador? - El comandante también gritaba desde el Enterprise.

   La cara del almirante se estaba volviendo azul, le faltaba el oxígeno.

   - ¡Peter! - Gritó despertando a su sobrino. - ¡Tráeme ahora mismo la medicina de tu tío Jim...!

    El chico saltó de la cama, entró al dormitorio de enfrente y bajó las escaleras con el frasco en la mano a toda velocidad.

   - ¿Qué ha pasado? ¡Tío Jim! - Se asustó al verle tan pálido en los brazos de Spock.

   Por tercera vez aquella semana el embajador tuvo que colocar una pastilla bajo la lengua de su sa-telsu.

   - Calma, tal-kam... *(querido) – Acariciaba su frente, su mejilla, bajando la mano hasta su pecho para comprobar con horror que el corazón no latía adecuadamente. - Peter, llama a McCoy. - Le dijo sin darse cuenta de que su amigo estaba en otro universo. - Quiero decir que busques a un médico. - Se corrigió viendo una sonrisa en los labios de su t'hy'la.

    El muchacho corrió al salón y se asustó cuando vio a su otro tío Spock en el monitor.

   - ¡Peter! ¿Qué está pasando ahí? - Le gritó.

   - ¡Te... tengo que llamar un médico! ¡Tío Jim no está bien, su corazón...! - No se entretuvo en dar más explicaciones. De inmediato cerró la comunicación y pulsó el botón de llamada de emergencia.

 

 

            Spock entró al despacho del capitán con la cara descompuesta. Miró a su esposo a punto de verter las lágrimas que se le acumulaban en los ojos negros.

   - ¿Tan mal se lo han tomado? - Jim se levantó de su silla y rodeó la mesa para abrazar a su marido.

   - El almirante Kirk... - Las palabras se le agolpaban en los labios. - Su corazón ha fallado.

 

 

                                                         La tensión entre los puestos de navegador y artillero en el puente podría cortarse con una wakizashi, menos mal que Sulu la había olvidado en su camarote. Uhura les miraba intrigada desde su consola de telecomunicaciones. Scott les clavaba también los ojos en la nuca sentado en la silla de mando. ¿Qué les pasaba a aquellos dos?

   - Scotty, aquí Kirk. Quiero máxima velocidad de curvatura. Trata de reducir todo lo posible el tiempo de llegada a Nuevo Vulcano, por favor.

   - Sí señor, como ordene. - La voz del capitán le había sonado algo turbada. - ¿Ocurre algo Jim?

   - Haz lo que te pido. Quiero llegar cuanto antes. Kirk, fuera.

    Scott se volvió hacia Nyota para comprobar que ella tampoco sabía nada. Se había encogido de hombros ante la mirada interrogativa de su prometido.

   - Sulu, ya has oído la orden. - Le dijo Scott sin especificar nada más, el navegante sabía perfectamente qué hacer.

      El piloto incrementó la marcha todo lo que los motores permitían. Ni siquiera recitó las velocidades que iba alcanzando, como solía hacer siempre. Algo le sucedía. No había abierto la boca en toda la mañana.

   - Sulu... ¿Podemos hablar luego, en el almuersso? - Pavel le miraba con ojos de súplica hablándole con dulzura.

   - No tenemos nada de qué hablar. Todo está bien claro. - Refunfuño malhumorado.

   - Hikaru... - Pavel sacudió la cabeza. Le daría más tiempo a su amigo para asimilar la situación.

 

 

                                                               Sarek, con Peter a su lado, miraban por encima del hombro de Spock cómo el médico se ocupaba del almirante Kirk, tendido ahora en la cama de su dormitorio. Peter detestó una vez más la falta de expresividad vulcana cuando el doctor se levantó y se dirigió hacia ellos.

   - ¿Cómo está? - Preguntó Spock mirándole directo a los ojos.

   - Su corazón se encuentra muy débil... ¿Ha soportado recientemente alguna fuerte emoción? Los humanos son terriblemente sensibles a esas cosas. - Inquirió el facultativo vulcano mirando al chiquillo.

   - He tenido que darle la pastilla que le recetó por la mañana. Es la tercera en esta semana. - Spock bajó la mirada al suelo. - ¿Va a ocurrir, verdad?

   - No hay ya nada que podamos hacer. Su tiempo se ha agotado. - Tras decir las últimas palabras levantó una ceja y ladeó la cabeza. El médico no comprendía por qué el embajador Spock estaba llorando, mostrando sus sentimientos sin pudor alguno frente a él. Aquello le parecía indecoroso e ilógico.

          Peter se agarró de la mano de su tío Spock lanzando una mirada que gritaba “lárguese” al estirado doctor. Sarek se dio cuenta y acompañó al facultativo a la salida. Regresó después al dormitorio para ver cómo Spock besaba la frente de su t'hy'la con inmensa ternura y le dejaba descansar tapándole con la sábana hasta el cuello. Juntos bajaron de nuevo al salón. Peter se quedó cuidando a su tío.

 

               El silencio entre ambos vulcanos decía más de lo que pudieran expresar con palabras.

   - ¿Te irás con él? - Le preguntó al fin Sarek.

    Los de su especie pueden llegar a morir de amor. Ante la pérdida del cónyuge el superviviente detiene su corazón a voluntad, abandonando una vida que sin su t'hy'la ya no tendría ningún sentido.

   - Sí... - Respondió Spock con serenidad. - Jim siempre ha temido morir solo.

   - Yo me ocuparé de Peter hasta que mi yerno venga a recogerle. - Se ofreció Sarek.

   - No hará falta. El Enterprise está de camino. Esta mañana hablé con tu hijo... - No quiso recordar la extraña conversación que habían tenido, algo que había afectado a su esposo hasta el punto de agravar su enfermedad.

   - Spock... será un honor para mí recibir tu Katra. *(La viva esencia de un vulcano; la combinación de alma y memoria) – Le dijo Sarek con solemnidad. - A no ser que pretendas entregársela a mi hijo. Personalmente creo que eso no sería conveniente.

   - Voy a llevarla conmigo. - Spock le miró a los ojos exageradamente abiertos y viendo que Sarek no comprendía aquella decisión trató de hacerle entender. - Mi alma, mis recuerdos, le pertenecen a Jim. No voy a dejarlos atrás. Partiremos juntos... completos.

    Sarek no estaba de acuerdo. La sabiduría de aquel hombre se perdería para siempre en la nada. Aún así no dijo una palabra. Le conmovió la actitud de Spock y el amor que sentía por su sa-telsu. Aquello trajo a su recuerdo la presencia de Amanda, su difunta esposa. Por unos instantes volvió a ver su blanca y radiante sonrisa dibujada en su imaginación al cerrar los ojos.

 

 

                                                                       Sulu comía sin levantar la cabeza del plato. Frente a él en la mesa, Scott y Uhura le observaban en silencio, esperando a que su amigo dijese algo. Pavel llegó y se quedó de pie a su lado. Abrió la boca para saludar pero la cerró de inmediato. En su lugar apoyó la mano en el hombro del piloto. La sopa miso voló por los aires salpicando el uniforme de Nyota que no pudo evitar soltar un grito de sorpresa. El piloto la había tirado de un manotazo al notar el contacto de Chekov.

   - Watashi o hottoite! - Gritó Sulu poniéndose en pie frente a un aturdido Pavel.

   - ¿Qué? No entiendo tu lengua... Yo...

   - ¡Una pena que tu novio no esté aquí para traducir! - Escupió el japonés con sarcasmo.

   - Significa “ déjame en paz”. - Aclaró Uhura limpiándose con una servilleta.

   - ¡Sulu...! ¿Pero se puede saber qué te pasa con Chekov? - Preguntó Scott enojado por su comentario, que consideró cruel e innecesario.

    El piloto sentía cómo su cara se estaba poniendo roja y salió a toda velocidad del comedor. Pavel le siguió a grandes zancadas.

   - ¡Hikaru...! - Le llamó por el pasillo.

   Sulu no se detuvo, corrió más rápido y se metió en el turbo ascensor. Las puertas se cerraron a dos pasos de Pavel que las golpeó furioso. No volvió a verle el resto del día, nadie sabía dónde se había metido. Al anochecer Nyota le dijo que le había localizado por la computadora en la bodega botánica. Chekov le dio las gracias y se fue derecho a la cubierta A.

          Le encontró tumbado en el césped junto a un pequeño macizo de rosas rojas. Había estado llorando durante horas, compadeciéndose de su maldita suerte. Cuando se dio cuenta de su presencia no hizo por escapar.

   - ¿Puedo sentarme? - Le preguntó el joven alférez.

   - Es tu nave también... - Contestó con desgana.

    Chekov se agachó hasta sentarse sobre la hierba a su lado. Cerró los ojos un momento y aspiró el dulce aroma de las flores.

   - Las he estado regando... Las tenía algo descuidadas. - Dijo Sulu más amable, mirando sus preciadas plantas.

   - Son muy hermosas... ¡y huelen tan bien!

   - Pero están llenas de espinas...

  - Hikaru... ¿Puedes perdonarme? - Sus ojos aguamarina se empañaron con las lágrimas.

   - Perdóname tú a mí, Pavel. - Sulu se incorporó y le acarició la mejilla. - Respeto tus sentimientos por Khan, por Amy... Entiendo que jamás me amarías a mí del mismo modo.

  - Te quiero, Hikaru... Eres mi mejor amigo... Lamento no corresponder a lo que tú sientes por mí. - Agachó la cabeza, el dolor en su pecho le estaba ahogando.

   El piloto abrazó a su amigo con ternura.

   - ¡Eh! ¡Olvidémoslo! Como si lo de esta mañana no hubiese pasado... ¿de acuerdo? - Buscó sus ojos, secó sus lágrimas y le mostró una sonrisa de conciliación.

    Sulu se tragó su deseo, lo enterró profundo en sus tripas, determinado a no dejarlo salir de allí nunca más. Pavel necesitaba su amistad y él no podía negársela, por mucho que quisiera que se convirtiese en otra cosa.

       Mientras abrazaba a su amigo miró sus preciosas rosas y recordó aquel fragmento de “El Principito” de Saint-Exupéry, el libro favorito de su infancia en San Francisco.

   - "¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla".

   Pavel era su rosa. Sulu no permitiría que se marchitara.

 

Notas finales:

 

Gracias por leer. Espero vuestros comentarios.


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