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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Pavel está cambiando. Amy también. Cada uno a su manera trata de superar la ausencia de Khan.


¿Qué le pasa a un taburete de tres patas cuando le quitas una?

 

Dominio

 

 

                                                             Al comodoro Stanford no le hizo ninguna gracia que aquel joven profesor de física supiera de su doble vida. El tipo irrumpió con malos modos en su despacho sabiendo que un sábado no habría nadie más en aquella planta. Le había dado nombres y fechas, demostrándole que conocía bien de qué le estaba hablando. No podía permitir que su esposa se enterase, ni sus hijos. Uno de ellos tenía quince años y Chekov disfrutó al recordarle que era la misma edad del muchacho con el que había estado el viernes de la semana pasada en el cuarto oscuro de aquel bar.

   - Ya está bien, ¿qué es lo que quiere? ¿Dinero? ¿Un puesto mejor? - Dijo cediendo a la extorsión.

   Pavel sonrió malévolo. Ya era suyo, le tenía agarrado por los huevos.

   - Hablaremos de trabajo en otra ocasión... - Murmuró entre dientes; una posibilidad que no descartaba era la de unirse en persona a la investigación sobre Khan. - Hoy quiero un pase, un código.

   - ¿Para acceder a qué? - El comodoro estaba rabioso, deseando terminar de una vez su trato con aquel chantajista. Le repugnaba su actitud pero al mismo tiempo tenía que reconocer que era condenadamente guapo.

   - Sígame... - Pavel salió del despacho del comodoro y bajó en su compañía por el ascensor hasta la tercera planta del subsuelo.

   - Mi proyecto... lo imaginaba. - Musitó Stanford confirmando sus temores.

   Había escuchado historias acerca de Khan y un miembro de la tripulación del Enterprise al que había secuestrado. Debía de tratarse de Chekov, pero... ¿cuáles serían sus intenciones?

   Atravesaron pasillos y cruzaron salas vacías hasta llegar ante la puerta donde se ocultaba el criotubo.

   - ¡Ábrala! - Ordenó Pavel ansioso.

   - ¡No! ¡No voy a permitir que lo destruyas...! - Se negó en redondo el comodoro.

   Pavel se echó a reír. Su carcajada sonó tétrica.

   - ¿Destruirlo? - Negaba con la cabeza, los ojos aguamarina abiertos como platos con todos los sentimientos por su amante arremolinados en torno a las negras pupilas dilatadas. - ¡Nunca haría tal cosa! Quiero verle... ¡Nessesito verle! Abra la maldita puerta de una vess o... - Levantó su puño apretado hacia la cara del comodoro amenazándole.

   - ¡Está bien, de acuerdo...! - Stanford posó su mano sobre el lector, luego pulsó la combinación secreta en la pantalla táctil y el ruido de las puertas abriéndose hizo que Pavel dejase de respirar.

   Corrió al interior de la sala. ¿Y el comodoro? No importaba... Nada importaba ya... ¡Allí estaba! ¡Khan... lyubimiy moy... *(amor mío) al fin! Pensó para él.

    Stanford observó atónito al joven lanzarse sobre la cápsula y besar el cristal sin parar. Acariciaba el metal mirando al hombre congelado allí dentro, llorando con tristeza infinita.

    Pavel no podía sentirle, no había contacto... Quiso abrir el criotubo, besar sus labios, acariciar su piel... Hacía exactamente dos años que Khan se había colado en el Enterprise para llevarle consigo a aquel almacén de grano abandonado en Aldebarán B. Demasiado tiempo sin su boca, su lengua, su piel de alabastro, sus manos... su duro miembro dentro de él.

    Lanzó un grito desesperado. El dolor era demasiado intenso. Una oscuridad le invadió el alma, una negrura solitaria y cruel.

   - ¡Abra esto... sáquelo de ahí...! - Se volvió a Stanford quien no salía de su asombro.

   - Así que es eso... Tú... - Le señalaba con el dedo al tiempo que caminaba de espaldas alejándose de aquel loco. - Tú le amas... a este asesino... ¡Le amas!

   - ¡No es ningún asesino! - Gritó sin control.

   Estaba totalmente fuera de sí. Se abalanzó sobre el comodoro y le golpeó con los puños hasta tirarle al suelo. El hombre se dejó pegar, estaba aterrorizado y a la vez fascinado por aquel maníaco de ojos verdosos.

   - ¡Por favor... basta! ¡No me hagas daño! - Gimoteó. - ¡No puedo hacer lo que me pides pero te daré lo que quieras... cualquier cosa!

   Pavel se detuvo, le agarró por la pechera y le hizo prometer que no diría ni una palabra de lo que había pasado allí, o de lo contrario sus pervertidos gustos saldrían a la luz. El comodoro consintió lloriqueando, cerrando los ojos y dejándose lamer la cara por la lengua de Pavel.

   - Vamos a entendernos bien, tú y yo... - Su voz, en un ronco susurro, erizó la piel de su víctima. - De ahora en adelante harás lo que yo te diga.

   Le soltó la ropa para agarrarle del pelo, poniendo su entrepierna a la altura de su boca se bajó los pantalones y le obligó a chuparle el miembro hasta derramarse sobre su cara.

 

 

                                       Conducía su aeromoto a toda velocidad y lejos de los controles de tráfico; salió de la ciudad, necesitaba despejarse.

   Dominio. Eso es lo que sentía. Había abusado del comodoro Stanford: le había extorsionado, amenazado, golpeado y violado su boca para corrérsele encima. Le tenía a su merced. La situación estaba bajo su control. Podría ver a Khan cuando le viniese en gana, saber qué clase de pruebas le realizaban, podría protegerle de todo mal y lo haría a cualquier coste.

      Ya llegaba tarde al cumpleaños de Amy así que antes de dirigirse hacia la zona residencial se detuvo un momento en el bar donde había conocido a Martin. Le buscó y no tardó en dar con él, rodeado en un rincón oscuro por unos jovencitos de aspecto descuidado.

   - ¡Mi amigo el ruso! ¿Qué haces aquí? - Corrió hacia Pavel en cuanto le divisó.

   - ¿Aún quieres que te folle? - Le preguntó directamente.

   Martin se relamió encantado con la propuesta. Le tomó de la mano y antes de que pudiera cambiar de opinión le arrastró hasta una sórdida habitación en la planta superior. La cama revuelta hablaba de sexo desenfrenado. Chekov se dejó desnudar, rozar, acariciar y lamer por Martin. Cuando éste se colocó una pastilla azulada en la punta de la lengua y buscó su boca para introducirla allí, Pavel recibió la droga y la tragó sin pensar.

   - El sexo te parecerá ahora increíble, ruso... - Susurraba el rubio desvistiéndose en un par de movimientos.

   Se tumbó en la cama y se ofreció para que Pavel hiciera con su cuerpo lo que le viniese en gana.

   - ¿Qué me has dado? - Preguntó él antes de devorar la parte interna de sus nalgas.

   - ¡Aaaahhh! - Gritaba Martin de puro placer. - GHB... Oxitocina... MDMA... LSD...

   - ¿Todo eso? - Pavel no podía controlarse, la lujuria era desenfrenada y su erección arrolladora.

   - Tranquilo, la dosis de cada substancia es perfecta. Confía en mí... - Contestó relajándose y dejando que el ruso le penetrara. Estaba listo para horas de recibir placer de aquel joven y guapo desconocido. - ¡Oohhh síiii...! ¡Sí!

 

 

                                           Era ya de noche cuando pudo volver a subir a su aeromoto. Dejó a Martin exhausto, dormido sobre la cama. Ni siquiera se despidió. Solamente había querido agradecerle toda la información sobre Stanford que le había proporcionado, pero aquella droga le había entretenido demasiado.

            La cabeza le daba vueltas dentro del apretado casco. Khan... amor mío... pronto volveré a verte... quissas pueda tocarte la próxima vess... Sus ojos azul hielo... No había podido verlos, fue criogenizado con los párpados cerrados. Pavel los añoraba. La mirada helada y caliente, capaz de congelar corazones y hacerlos arder. Khan... ¡Khan! El nombre giraba en espiral en su pensamiento, podía deberse a los efectos de la droga en su cuerpo. Martin tenía razón: había hecho que el sexo fuera increíble, le había gustado... quería repetir.

 

        Llegó al fin a casa de su ex-capitán. Sus amigos se habían marchado hacía horas. La familia parecía estar durmiendo, con las luces apagadas y todo en silencio. Observó la ventana de Amy en la segunda planta. Lo siento t'hy'la... llego muy tarde... felíss cumpleaños y dulsses sueños, te veré mañana. Pensó sabiendo que ella no podría escucharle.

    Iba a marcharse ya cuando la pequeña asomó su cara abriendo la hoja de cristal y le sonrió. ¿Le habría oído? Fue como si amaneciese por aquel vano. Pavel sintió de golpe todo su amor por ella... y tuvo que reprimir un grito para no despertar a nadie cuando la vio saltar hasta caer como un felino a su lado.

   - T'hy'la... has estado con él... - Pensó Amy tratando en vano de llegar a su mente.

   - ¿¡Cómo has hecho eso!? - Pavel no salía de su asombro. La niña parecía estar bien.

   - Pavel, te quiero... - Le dijo abrazándose a sus piernas.

  - Y yo a ti... lo siento, siento no haber estado hoy en tu fiesta, mi pressiosa. - La tomó entre sus brazos y la llevó al jardín alejándose de la casa para que nadie supiera que estaban allí fuera.

   - ¿Le has visto? - Preguntó en un susurro a su t'hy'la. - A Khan...

   - Sí, yo... - Pavel asentía, feliz por su logro pero a la vez terriblemente avergonzado por los medios que había utilizado.

   - Tienes que llevarme un día, Pavel. Yo también le echo de menos... - Acariciaba su cara con sus pequeñas manos.

   - Lo intentaré. Y ahora vete a la cama. - La besó en la frente y la vio subir como una araña por la pared hasta su cuarto. - Ni una palabra a nadie, Amy. Es un secreto. - Murmuró.

   - ¿Te veré mañana? - Preguntó en un susurro con una pierna colgando ya dentro de su dormitorio.

   - Sí mi corassón, duerme tranquila. - Le lanzó un beso con la mano y se subió a su aeromoto camino de su apartamento.

      Esperaba que Amy no se hubiese dado cuenta de lo que había estado haciendo y por una vez se alegró de que la telepatía de la pequeña estuviese dormida durante un par de años más.

   Amy también se alegraba de esto último. Nadie sabía qué había en su cabeza, ni siquiera sus padres, mucho menos su t'hy'la. No me importa, Pavel... eres mayor, es normal que hagas cosas de mayores, como papi y a'nirih. Cuando yo sea grande también haremos esas cosas... con Khan. Se imaginó a sí misma convertida ya en una mujer y compartiendo con sus t'hy'la la intimidad que hacía gemir a sus papás al otro lado del pasillo casi cada noche. Estaba impaciente. Utilizó toda su tenacidad vulcana para poder quedarse dormida y no pensar en ello.

 

Notas finales:

Gracias por leer. Espero vuestros comentarios.


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