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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Las chicas en la Tierra, los chicos en Kronos, todos intentando conseguir pruebas que puedan ponerle en libertad. Jim no lo está pasando nada bien en prisión. Tiene que salir de allí, sabe que alguien le espera fuera.


Contiene referencias a la película Star Trek VI: Aquel país desconocido, escrita por Denny Martin Flinn y Nicholas Meyer basados en una idea sugerida por Leonard Nimoy, mi viejito enjuto, que los dioses le concedan muchos años de preciosa vida.

 

La rodilla del boliano

 

                                                                                     Jim sintió que todo el recinto se le venía encima. Las paredes grises terminaron de engullir su alma. Pavel y Sulu se despidieron con una mirada que decía “volveremos a por ti”. Iba a ser trasladado al planeta prisión, dos soldados le azuzaban. Sarek no pudo evitar darle un abrazo.

  - No estás solo... No vamos a permitir esto, Jim. ¡Removeré lo que haga falta para llevarte de nuevo a casa! - Pensó el vulcano para su yerno.

   Los guardias les separaron.

   - ¡Nada de contacto físico!

    Golpearon a Jim en las costillas hasta apartarle. Doblado por el dolor que sentía no solamente en sus huesos, gritó cuando le arrastraron lejos de Sarek.

   - ¡Dile a Spock que lo siento! - Estalló en lágrimas. - ¡Amy... mi bebé, mi pequeña...!

    La posibilidad de no volver a verles le hizo perder el control de sí mismo. Los klingons rieron crueles ante tamaña debilidad.

   - ¡No durarás en Rura Penthe! - Le gritaron entre sonoras carcajadas.

 

 

                                                        Lejos de allí, en el cuadrante Beta, una científica observaba atenta el monitor mientras las lágrimas le resbalaban por las mejillas.

   - ¿Qué te pasa, mamá? - Le preguntó un chiquillo rubio, de casi siete años de edad, con los ojos intensamente azules clavados en ella.

   - ¡David, mi niño! - Carol le abrazó con fuerza.

   - ¿Quién es ese hombre? El prisionero de los klingon... ¿Por qué te pone triste, mamá?

   - Ese hombre es tu padre...

   El niño la miró asombrado. Carol Marcus nunca le había contado nada sobre él, ¡su padre...! Volvió la cara hacia la pantalla. Si iba a ser encarcelado de por vida ya no tendría la oportunidad de conocerle. Odió a su madre con todas sus pequeñas fuerzas.

   - ¿Por qué me dices esto ahora? - No podía entender que ella había tenido un momento de debilidad.

    La fría científica se había compadecido de la suerte de Jim. Los ojos de su hijo la miraron igual que solía hacer él. Entendió en aquel instante que no podría conservarlo para siempre.

 

 

                                                 En la Tierra muchos fueron los que lamentaron la dura sentencia que había caído sobre la cabeza del inspector de la Flota James T. Kirk. Entre ellos el almirante Duke. Abrazado a Paul entre las sábanas no podía conciliar el sueño. Le daba vueltas a la cabeza, ¿habría algo que pudiera hacer por aquel hombre tan valioso?

 

 

                                                         Nyota dejó que Peter y su amigo Alex se ocupasen del bebé y de Amy en su casa. Cogió a Chris del brazo y la arrastró hasta la bahía de San Francisco. La nave con Sarek a bordo estaba a punto de aterrizar aquella mañana inusualmente gris. El vulcano descendió por la rampa y descubrió su cabeza para mirarlas con amargura.

   - ¡Nyota... Christine...! - Las llamó extendiendo sus manos hacia ellas. - Leonard y Montgomery han decidido permanecer junto a Spock en estos momentos. Os ruegan que les disculpéis.

   - No esperábamos otra cosa, Sarek. - Respondió la enfermera.

   - ¿Tienes algún plan? Estamos a tu entera disposición. - Agregó Uhura.

   Sarek asintió apretándoles las manos con firmeza.

   - La Federación envió a Jim a buscar a Kozak por algún motivo. Debemos averiguar sus intenciones, revelarlas a la opinión pública y hacer que los klingon nos lo devuelvan.

   - Spock no esperará tanto, estoy segura. - Nyota bajó los ojos, sabía que su amigo no soportaría que le separasen de su amado esposo.

   - El almirante Duke... él debe tener todas las respuestas. - Chris ya se había subido al coche, dispuesta a ponerse en marcha cuanto antes. - ¡Vamos! No hay tiempo que perder.

 

 

                                                       La USS Bucarest orbitaba sobre Kronos. Spock permanecía en silencio, concentrado en sus pensamientos, sentado en la silla de mando. Aún podía sentir la presencia de Jim allí abajo y no quería dejarle solo.

   - Ese Chang... - Murmuró un suspicaz Sulu. - Está implicado, estoy convencido. No es trigo limpio, deberíamos seguirle.

   - Spock querrá ir a Rura Penthe. - Pavel no le quitaba ojo de encima, sabía por lo que estaba pasando. Él también había perdido a su t'hy'la.

   - Yo le acompañaré. - Terció McCoy. - Vosotros tres intentad cazar a Chang. Si está conspirando contra su gobierno debéis delatarle. Hay que destapar todo el asunto.

   - ¡Por todos las banshees! - Espetó Scott cargado de rabia. - ¡Esos malditos klingos pagarán por esto!

       Una lágrima permaneció unos segundos enredada en los pelos de su perilla, Spock se la apartó con la mano.

   - Vuelve a casa, mi amor... Regresa con Amy – le decía Jim.

  - ¡No voy a dejarte, t'hy'la! Nuestra ko-fu *(hija) está bien. Se encuentra con su primo en casa de Nyota. No está sola.

   - Spock... debes irte... Van a transportarme a Rura Penthe... - Jim le transmitió la imagen de los guardas llevándole al rayo transportador.

   - ¡Te seguiré... te sacaré de allí...! ¡Te amo, k'hat'n'dlawa! *(la mitad de mi corazón y alma, en su sentido más profundo) ¡Jim! - Gritó poniéndose en pie. Se había ido, ya no podía sentirle.

  Sus amigos se volvieron para comprobar que lloraba desconsoladamente.

   - Le han transportado al planeta prisión. - Dedujo Pavel. Su corazón sintió el dolor de la separación de sus amigos como propio y se dobló hacia dentro igual que una estrella cuando se apaga.

   McCoy se acercó a Spock para rodearle con sus brazos y estrecharle contra su pecho. Él también estaba llorando. Permanecieron largo rato fundidos en un silencioso abrazo empapado en lágrimas.

 

 

                                                         Aquellas mujeres le tenían acorralado. La rubia era especialmente sagaz, sus palabras le hirieron donde más le dolía. Paul...

   - ¿Va a permitir que Jim se pudra en una prisión alienígena, solo, lejos para siempre de su marido y de su hija? ¿Va a dejar que Spock sufra la ausencia de su t'hy'la? - Le acosó Uhura.

   - ¿De su qué? - Duke no estaba demasiado familiarizado con la cultura vulcana.

  - Imagine que el comodoro Jackson es apartado de usted de por vida. - Christine había dado en el clavo. Lo supo por la triste mirada de Duke. - Imagine su dolor... y ahora multiplíquelo hasta el infinito: los vulcanos no sienten como nosotros. Sabe bien cuántos murieron de pena tras la pérdida de su planeta, todos aquellos que perdieron a sus parejas en Vulcano y no pudieron superarlo... ¿Dejará que Spock pase por algo así?

       Alexander Duke miró la fotografía sobre la mesa de su despacho una vez más. Abrió el cajón codificado de su escritorio ante los avispados ojos de Nyota... Se puso en pie y salió de la habitación. Desde la puerta se giró un momento para ver cómo la morena leía ya la tableta.

   - Presentaré mi dimisión inmediata ante la Flota. - Las mujeres se giraron para mirarle agradecidas. - Díganle a Spock que lo lamento. Les deseo buena suerte, señoras.

 

 

                                               Pavel, Scott y Sulu siguieron a Chang hasta su cuartel general en Kronos. El escocés se las arregló para burlar la seguridad e infiltrar una micro cámara robot en la reunión que se mantuvo en secreto.

    El general klingon había convocado a un reducido número de altos cargos contrarios al régimen. Su discurso contra la paz con la Federación a la que su Emperador les había forzado fue grabado por Scott. Sulu sonreía, aquello confirmaba que su intuición estaba en lo cierto. Chang pretendía dar un golpe de estado, derrocar al Emperador y erigirse al mando del ejército. Lamentó la pérdida del canciller Gorkon, pero en el fondo se alegraba de que hubiese muerto. Ahora él sería el líder del Movimiento de Liberación del Pueblo Klingon, así llamó a su codicioso plan.

   - ¡Le tenemos! - Exclamó Pavel cuando volvió a ver las imágenes en la habitación de hotel donde se hospedaban. - Concertemos una cita con el Emperador y mostrémosle lo que Chang está tramando.

  - Habla de Gorkon y de Kozak, de sus intenciones... - dijo Sulu cerrando los puños con fuerza, - ...esto dejará claro que Jim hizo bien en detenerle.

   - ¿Será suficiente para que el imperio lo libere? - Se preguntó Scott.

   - Spock y McCoy no van a esperar a que se anule la condena. - Pavel miró al cielo a través de las triangulares ventanas. Sabía que pronto la Bucarest llegaría a Rura Penthe.

 

 

                                                          Jim sintió su cuerpo dolorido estrellarse contra el suelo una vez más. Aquel calvo y furioso boliano, con la piel azulada y más de dos metros de envergadura le estaba dando una paliza. Martia tenía razón: los humanos no eran muy bien recibidos en Rura Penthe. Ella le observaba fumando uno de sus puros, con los ojos amarillos clavados en él arrugó la nariz al verle sangrar por una ceja.

   - ¡Golpéale en las rodillas! - Le gritó al fin.

    Jim se giró para mirarla asombrado. No entendía que aquello pudiera ser definitivo en la desigual lucha. Aún así lo hizo. No perdía nada por intentarlo. Se levantó como pudo y pateó la rodilla izquierda de aquel gigante que cayó como un tronco de bruces contra el duro suelo.

   - No todo el mundo tiene los genitales en el mismo sitio... - Comentó Martia acariciando la ceja partida en la cara de Jim.

    Ahora todos le miraban con respeto. Había tumbado al más grande, eso haría que le dejasen en paz, al menos de momento.

   - Mañana, de camino a las minas, nos escabulliremos fuera del recinto. - Le susurró Jim al oído a la cambiaformas que compartía el lecho a su lado.

   - ¿Vas a escapar? - Preguntó ella frotando los pechos contra su cuerpo.

   - Vamos... - la corrigió. - Hay alguien ahí afuera esperándome. - Jim se dio la vuelta y cerró los ojos fingiendo dormir.

    Giraba la vieja pulsera de cuero una y otra vez alrededor de su muñeca. Podía sentir la presencia cercana de Spock. No quiso ni rozar a Martia, se arrepentía de lo que había hecho con ella hacía un par de días. No volvería a pasar. Jamás. Aún así sentía que le debía algo, la sacaría de la prisión.

 

                                                               Aterrizaron en Rura Penthe poco después del amanecer. McCoy rebuscó en su bolsa y encontró un par de anoraks térmicos. Se puso el rojo y le dio el azul a Spock. Le alivió ver que su ropa no le sentaba mal. Aunque era más delgado, el vulcano y él tenían más o menos la misma estatura.

   - Hace frío ahí fuera, Spock. Llevaré una manta... A Jim puede hacerle falta.

   Spock asintió revisando que su fáser estuviese a punto. McCoy llevaba su equipo médico portátil en una mochila a la espalda. Miró agradecido a su amigo por acompañarle en aquella temeridad. Al verle con la manta recordó cuando él y Jim regresaron de la nave oscura apareciendo desnudos en el Enterprise.

   - Deberías tener una de esas siempre a mano, doctor... - Sonrió.

    McCoy miró la manta, evocó la imagen de sus amigos en el suelo del puente y se ruborizó. La mano de Spock le apretaba el brazo.

   - Gracias, Leonard. - Sus ojos oscuros brillaban por la emoción. La amistad entre los dos había crecido día a día hasta volverse sólida como una roca.

   - Vamos, duende... - Sonrió McCoy. - Jim nos estará buscando. ¿Vas a dejar que se le hiele el culo ahí fuera?

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por los comentarios.

Tened siempre una mantita a mano.


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