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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Algunas hembras klingons son igual de fuertes, igual de altas e igual de orgullosas que sus machos. Spock está a punto de comprobarlo.


Contiene fragmentos de la canción “Frank Sinatra” del grupo Cake. Solamente porque son lo bastante enigmáticos, bueno, y porque me gusta.

Toda una señora

 

 

                                                                     Todo estaba oscuro en el espacio ausente de estrellas. Una forma apareció de repente brillando en mitad de la nada. La hélice de tres brazos unidos en espiral encerrada en un círculo más pequeño... el trisquel. Pavel se reconoció a sí mismo como parte de la figura. Los otros eran Khan y Amy. Sintió su presencia, estaban unidos, entrelazados, fundidos en un eterno abrazo.

      La melena rizada de la mujer le acariciaba la cara, los brazos fuertes del hombre le sujetaban y piel contra piel notaba que la lujuria estaba a punto de desencadenarse. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dónde estaban? Allí no existían esas dimensiones, espacio y tiempo, no tal cual él era capaz de reconocerlas con su mente humana.

   - Sabemos de una radiación antigua que persigue a constelaciones desmembradas... - La voz de Khan, tan grave como siempre. - Una estación de radio débilmente resplandeciente en la infinita oscuridad.

   - Las moscas y las arañas se llevan bien... - una Amy adulta le sonreía con sus dulces ojos azules, - ...más allá de los soles que custodian este lugar de descanso, más allá de tus flores de ardiente verdad...

 

   Pavel se despertó empapado en sudor. Jim le acariciaba la frente mirándole con ternura.

   - Una radiassión antigua que persigue a constelassiones desmembradas donde las moscas y las arañas se llevan bien. - Soltó de sopetón con la voz aún ronca por la afonía.

   - ¿Qué? - Spock también le estaba mirando, con su cabeza apoyada sobre el hombro de Jim.

   - Estabas soñando, Pavel... - Con los dedos Jim apartó los rizos de la frente de su amigo para besarla con cariño. - Vuelve a dormir, cielo.

      Sulu les observaba oculto entre las sombras desde el sofá. Al ver cómo ambos, Spock y Jim, se ocupaban de su rosa se sintió mejor, ya no tenía excusa: se alejaría de Pavel definitivamente.

 

 

                                                  Al despuntar el sol en el horizonte de Kronos el doctor McCoy abrió poco a poco los párpados. Había dormido abrazado a Spock toda la noche; con la oreja sobre el pecho del vulcano podía escuchar el sonido de su respiración y los latidos de su corazón más abajo, en su costado. Sintió una extraña paz en aquello, como si siempre hubiera estado allí, como si aquel fuese su lugar en el mundo.

    Spock le apretó con fuerza contra su cuerpo, aún estaba durmiendo y debía pensar que McCoy era Jim. Bajó la cabeza y le besó en los labios con los ojos cerrados. Cuando los abrió y se dio cuenta de su error se separó de su amigo y se ruborizó.

   - ¡Leonard! - Susurró con la cara totalmente verde y las cejas levantadas. - Lo siento, creía que eras...

   - ...Jim, lo sé. - McCoy sonrió y se levantó de la cama para encerrarse en el baño.

   Se lavó la cara y se miró un buen rato al espejo. Él no se había ruborizado, en absoluto. El beso de Spock había sido breve y con los labios cerrados, demasiado cerrados, demasiado corto... El médico sacudió la cabeza y se rió a solas. Tenía fuertes sentimientos por sus dos amigos, supuso que era normal lo que había experimentado al dormir a su lado y no le dio más importancia.

   - ¡Arriba todo el mundo! - La voz de mando de Jim resonaba en la habitación. - Hay que ponerse en marcha. ¿Cómo dices que se llama esa klingon con la que tu padre nos ha concertado una cita?

   - Azetbur... - Spock aún estaba aturdido por su brusco despertar.

   - Pero Jim, tú no puedes venir... - Scott se sacaba las legañas desperezándose.

   - Si alguien te reconoce por ahí te apresarán de nuevo. - Sulu estuvo de acuerdo.

   - ¿Reconocerme? - Rió Jim. - ¿Con estas barbas?

   Después de una semana sin afeitarse empezaba a parecer un vagabundo.

   - Tienen razón, t'hy'la. - Spock le acariciaba el vello facial encantado con el suave tacto. - Es demasiado arriesgado. Quédate aquí con Pavel, nosotros nos ocuparemos de todo.

   Jim frunció el ceño pero asintió con la cabeza. Era lo mejor. Mantenerse oculto mientras limpiaban su nombre ante los klingon.

 

 

                                                               La casa D'Ghor lucía el luto con pendones a media hasta colgando a sus puertas, crespones negros tapando todas las ventanas y un olor a incienso filtrándose entre las paredes. Spock caminaba erguido, siguiendo al lacayo que le guiaba hasta el salón principal. Detrás McCoy, con el vello erizado por pisar la residencia del canciller al que había matado Jim. Scott y Sulu no dejaban de mirar por encima de sus hombros, desconfiando de aquella gente que les había recibido.

   - Sé bienvenido, Spock, hijo de Sarek. - Habló la mujer klingon con solemnidad.

   - Noble Azetbur, larga y próspera vida. - Saludó el vulcano formalmente con su mano alzada, los dedos separados entre el corazón y el anular. - Lamento tu pérdida. - Bajó la cabeza un momento.

   - Yo no... - Dijo ella levantándose y ofreciendo asiento a sus invitados. - Mi padre, Gorkon, se extralimitó yendo a buscar a mi tío abuelo Kozak a Rura Penthe. Me sorprende que el Emperador no haya investigado las razones por las que él y Chang se encontraban allí.

   - Chang desvió las sospechas hacia mi esposo. Precisamente de eso hemos venido a hablarte. - Spock se volvió hacia Scott y le pidió con un gesto de su mano la tableta con la grabación que él y Sulu habían obtenido.

   - He oído rumores de que el inspector Kirk ha huido del planeta prisión. - Comentó Azetbur tomando ahora el pad de las manos del vulcano.

   - Esto fue grabado por mis hombres, Chang mantuvo una reunión secreta con algunos de vuestros mandatarios. - Spock le invitó a verla.

    La noble hija de Gorkon, única superviviente de su familia y heredera de la casa D'Ghor, había renunciado a su cargo como embajadora de Kronos en la Tierra para ocupar el puesto de su padre en el Consejo del Imperio. El Alto Concilio klingon permitió, de forma especial, que fuese una mujer quien continuase el liderazgo de tan importante casa. Sus propiedades y sus bienes no se perderían repartidas entre las restantes que gobernaban el imperio.

    Sarek había elegido bien, si alguien podía hacerse oír en el Consejo era aquella impresionante mujer de metro noventa de estatura y pelo negro como la noche sobre una frente que lucía orgullosa las marcas de su raza.

   - ¡Esto debe salir a la luz, aprisa...! - Azetbur se levantó e instó a sus invitados a que la siguieran. - El Consejo se encuentra reunido ahora mismo en palacio. Chang estará allí...

   - ¿Puedo ver cómo le detienen? - Preguntó el vulcano con los ojos llenos de ira.

   - Tu marido es inocente, un héroe para mi mundo en realidad... - La mujer le miró con verdadera admiración. - Tú mismo podrás acusar a ese codicioso general de traición al Imperio, Spock. Es tu derecho.

   - Será un honor, mi señora... - bajó la cabeza con una respetuosa reverencia, - ...y un verdadero placer.

 

 

                                                                    Jim caminaba nervioso de un lado a otro de la habitación, mirando una y otra vez el comunicador sobre la cómoda por si parpadeaba, esperando noticias de su marido y sus compañeros. Pavel se entretenía desenredándose los rizos de la nuca sentado como un indio en mitad de la cama. Su pelo cada día estaba más largo y no pensaba cortarlo de momento. De vez en cuando levantaba la cabeza para ver a su suegro desesperarse por la falta de novedades.

   - Ya deben haber hablado con Aznabur o como se llame...

   - Azetbur... - le corrigió un ronco Pavel.

   - ¡No hables! Y bebe agua... - Jim le reprendió por forzar la garganta.

   - Tengo hambre... - Susurró mirándole con sus ojos aguamarina suplicantes.

   - Pediré algo al servicio de habitaciones.

   Jim se sentó a su lado y utilizó la tableta para hacer el encargo. Mientras marcaba los sándwiches de pollo sobre la pantalla táctil sintió un soplo en su nuca que le hizo estremecerse. Era el aliento de Pavel, echado sobre su espalda. Ahora le tironeaba de los pelos de la barba riéndose como un chiquillo travieso.

   - ¿Qué haces? - Jim sonrió. - ¡Estate quieto! - Bromeó empujándole hasta que le tiró de espaldas sobre el colchón.

    Dejó la tableta sobre la mesita y miró a su futuro yerno fijamente a los ojos.

   - Lo que dijiste anoche... cuando te despertaste de tu sueño... ¿qué significa?

    Pavel se encogió de hombros. No tenía ni idea, pero al recordar el trisquel se apresuró a tomar el pad y el stylus para dibujarlo. Jim se quedó atónito al reconocer la figura. La misma que su pequeña repetía a la menor oportunidad sobre el papel. Probablemente Amy le había enseñado a su t'hy'la aquella forma.

   - Soñé con esto... - Se forzó a hablar Pavel, la garganta le dolía como si estuviera tragando cristales.

   - ¿Y toda esa mierda sobre antiguas radiaciones y moscas y arañas llevándose bien?

   Pavel negó con la cabeza. No sabría explicarle, pero era algo relacionado con la nave oscura. Imaginó que hablarle de eso a Jim haría que se preocupase, así que prefirió callar por el momento.

 

 

                                                            Spock sintió una plena satisfacción al ver cómo unos soldados klingons arrastraban preso por los brazos al descubierto general Chang. El Alto Concilio ordenó su inmediata detención cuando él mismo le acusó de alta traición al Imperio, tal y como Azetbur le había prometido.

   - ¡Espero que des con tus huesos en Rura Penthe...! - Le espetó entre dientes.

   - Su casa ha caído en deshonra, sus propiedades serán repartidas entre las demás y él... - la Señora de la casa D'Ghor hablaba con sobriedad absoluta, - Chang realizará el ritual de Hegh'bat *(ceremonia de suicidio klingon) si es que resta una pizca de honor en su sangre púrpura.

   - Gracias, mi señora. - Spock hizo una reverencia ante la imponente mujer.

   - Saluda a tu padre Sarek de mi parte, Spock. Ya no coincidiremos tanto en reuniones diplomáticas ahora que soy miembro del Consejo del Emperador. - Respondió Azetbur como despedida.

 

 

                                                        El nombre de Jim había quedado limpio en Kronos. Los cargos fueron retirados, la sentencia de cadena perpetua abolida, ya no era un fugitivo de la justicia.

       Ahora sólo restaba volver a casa y enfrentarse a lo que la Federación dispusiera para él. Spock sabía que su padre y las chicas se estaban ocupando del asunto pero no tenía idea de hasta qué punto Jim sería bienvenido por la Flota en San Francisco. Cuando tuvieron noticias de la Tierra, ya a bordo de la Bucarest en su viaje de regreso, la sorpresa fue suprema.

   - ¿Almirante? - Gritó Jim alucinado. - ¿Me ascienden a almirante?

   - Eso ha dicho Uhura, Jim... - Sulu reía al verle con la boca abierta y los ojos como platos. - ¡Van a darte el puesto de Duke!

  - Que no se te suba a la cabeza... - bromeó Bones dándole un capirotazo, - ...seguirás siendo el mismo idiota de siempre.

   Todos le dieron la enhorabuena por el impresionante ascenso, alegrándose de que la cosa hubiese terminado tan inesperadamente bien. Pavel le miraba embobado, en silencio desde su silla de artillero a la derecha de Sulu. Almirante... pensaba, y en Inteligenssia nada menos.... La mente hiperactiva del genio ruso empezó a elaborar planes. Los nombres del comodoro Stanford, McCoy, Jim y Khan daban vueltas en su cerebro como neutrones alrededor del núcleo.

   - Ey, ukhnem...! *(¡Eh, tirad...!) - Le llamó Jim al ver que era el único que le restaba por abrazar.

    Pavel se levantó y se dejó apretujar por su suegro que tirándole de los rizos hacia atrás le besó en la frente como acostumbraba a hacer.

   - Yo me ocuparé de ti, cabeza hueca... - Le dijo con una amplia sonrisa. - No puedes seguir haciendo estupideces, ¿me has oído?

    Chekov asintió sonriendo, pero su risa era falsa... por dentro pensaba en unas cuantas locuras que acometer.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Ey, ukhnem...!


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