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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Spock había realizado un largo viaje. El correr de los años le habían llevado de su Vulcano natal, de su educación en la fría lógica y la ausencia de emoción, hasta el planeta Tierra que ahora era su hogar y la calidez de los sentimientos humanos con los que trataba a diario.


Capítulo inspirado en Star Trek V: la última frontera. Las botas gravitatorias fueron un gran descubrimiento que daría mucho juego a la saga de Gene Roddenberry.

 


De Tekeh al Yosemite


 


                                                                    Paseó entre las secuoyas del parque Yosemite. La exuberante naturaleza de la Tierra sobrecogía su alma vulcana, le hacía sentir terriblemente pequeño, insignificante. Su espíritu estaba acostumbrado a los vastos espacios abiertos de su infancia en el desaparecido Vulcano. El área de su nacimiento, Tekeh, fue un desierto de arenas rojas rodeado por las escarpadas cumbres de una cordillera, en la que el monte Seleya se erigía majestuoso; una vasta región salpicada de pequeños oasis donde la vida luchaba por florecer.


      Meditó en soledad bajo la sombra de aquellos árboles milenarios. Había llegado a sus oídos que Pavel estaba en San Francisco. Uno de sus compañeros en la Academia le vio llegar a la Base Estelar I hacía ya dos días y ni Jim ni Bones le habían dicho nada al respecto.


        Dormir con ambos sin hacer el amor fue un auténtico suplicio que se impuso como penitencia, por haberles privado de su presencia durante las últimas semanas. No pudo descansar apenas nada, salvo un par de horas antes del amanecer, cuando sintió el peso de la cabeza de Leonard sobre su pecho.


       Pensó en Amy, en el profundo vacío en su katra *(alma vulcana) al no poder compartir el tel *(vínculo) con sus t'hy'la. Y él era principalmente quien se lo impedía, oponiéndose a realizar la ceremonia de compromiso entre ella y Pavel, retirándole a Leonard el acceso a Khan, negándose a perdonar tantas dolorosas injurias. ¿Con qué derecho? Se preguntó mirando al inmenso cielo azul sobre su minúscula cabeza. Vio que ya era algo más de medio día y regresó al lugar donde habían establecido el campamento.


   Spock dejó caer un buen montón de palos al suelo y miró por encima del hombro de su amante. Bones estaba de pie, hablando solo mientras observaba el ascenso de Jim a través de unos prismáticos de alta definición.


   - “¡Te encantará Bones! El aire puro, los árboles gigantes... te relajará...” ¡Pues yo no veo qué tiene esto de relajante, demonios! Estoy al borde del infarto... - Había pulsado el zoom al máximo y se fijaba en el lento progreso de Jim sobre la roca con el corazón en un puño. Ya debía haber subido más de sesenta metros.


   - Me he entretenido demasiado, será mejor que me dé prisa. - Spock se había sentado sobre una piedra allí al lado y se calzaba unas extrañas y enormes botas blancas.


  - ¿Qué haces? ¿A dónde vas? ¿Qué son esas cosas tan... tan ortopédicas? - Leonard señaló los pies del vulcano.


   - Voy con Jim. - Se puso en pie y pulsando un botón de su cinturón, a juego con el singular calzado, se elevó en el aire ante la mirada atónita de McCoy.


   - ¿Botas gravitatorias? - Bones sacudió la cabeza. - Creía que estaban en fase de pruebas...


   - ¡Y lo están! - Spock subió más alto y partió hacia El Capitán, junto a su marido.


   - ¡No le distraigas, por Dios! - Volvió a sus prismáticos. Vio a Jim pegado a la roca trepando como una araña. - ¡Maldita sea! Te prohibiré escalar por prescripción médica, esto no me lo haces más, Jim.


 


 


                                                                  La sorpresa fue agradable en el banco. Cuatro años de sueldo de la Flota sin tocar, más los intereses..., Pavel había acumulado una verdadera fortuna. Lo celebraron comprándose ropa nueva y toda clase de caprichos para el chico. Luego pensó en llevar a David a casa de Scott y Uhura e invitarles a almorzar. Estaba deseando volver a ver a sus viejos amigos, ¿cómo se tomarían su regreso?


      Estuvo llamando a Jim toda la mañana para ir con él, pero no logró localizarle. Al final debía de haber salido hacia el Yosemite, con Bones y Spock. Cuando se acercaban en el coche de Alex empezó a sentirse mal, un dolor de cabeza repentino, nada a lo que darle demasiada importancia.


   - ¡Me muero por conocer al ingeniero Scott! Tengo tantas preguntas que hacerle... - Los ojos azules de David resplandecían por la ilusión. - Kevin, en el Excelsior, me contó cómo descubrió la fórmula del transporte transcurvatura, la que usó Khan para huir de la Tierra a Kronos cuando atacó el Cuartel General y Pike...


   - ¡David! - Le gritó sin apartar los ojos de la calzada. - No hablamos de eso, no lo olvides.


   - Lo siento, estoy algo nervioso. - El chico se mordió la lengua, había pronunciado el nombre prohibido. - ¡Todo es tan emocionante, Pavel! Voy a poder hablar con Scott y con Uhura. ¿Es cierto que ella y el señor Spock fueron novios? Mi padre me dijo que antes de que él y su marido empezasen a ir en serio, que cuando les conoció él y ella...


   - ¡Cálmate, Kirk! - Pavel le miró con una sonrisa. Si no fuera por aquella jaqueca que empezaba a fastidiarle él también estaría eufórico.


      Al llegar al jardín vio a los chicos de Scott jugando al balón. Cayden había crecido mucho, debía tener casi diez años ya. Al pequeño Bean no lo había visto nunca, Nyota estaba embarazada de él cuando Pavel se marchó de la Tierra.


   Bajaron del coche y David saludó a los chiquillos con su brillante y encantadora sonrisa. No les esperaban y Bean echó a correr dentro de casa llamando a gritos a su madre. Cayden permaneció allí observando a Pavel... su cara le era familiar, le había visto en alguna parte. Recordó las fotografías y los viejos vídeos de sus padres. Aquel debía ser el alférez ruso, el genio del que a veces hablaban con tristeza por echarle de menos.


   - ¡Pavel! - Le gritó Nyota saliendo de casa seguida de su hijo pequeño. - ¡Dios mío, cariño! ¡Pero cómo has cambiado! - Corrió hacia él dándole un abrazo. Las lágrimas se le escaparon mojándole las mejillas.


   - ¡Nyota... estás presiosa...! - Le acarició el pelo corto, enterrando los largos dedos por encima de su nuca. De pronto se sintió mareado y dejó caer su peso sobre ella.


   - Pavel, ¿estás bien? - Le preguntó preocupada al notarle desfallecer.


   David se había quedado mirando embobado a la chica que asomaba por la puerta. Tenía rasgos vulcanos pero los ojos azules, su mirada... ¡Aquella debía de ser su hermana!


   - T'hy'la... mi amor... - Amy cerró su mente en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Vio al muchacho rubio que no le quitaba ojo de encima y cogiéndole de la mano lo llevó hacia el coche.


   - ¡Conduce...! - Le gritó subiendo al asiento del copiloto.


   El chico se quedó parado ante la puerta del vehículo, ¿qué estaba pasando allí? Miró a Pavel. La mujer que le sostenía en sus brazos intentaba detener la hemorragia nasal que estalló de repente.


   - ¡Pavel! Por favor, niños, llamad al doctor Oetker... ¡Vamos Cayden, haz lo que te pido! - Acució a su hijo mayor que corrió entrando en casa a conectar el vídeo comunicador.


   - ¡Chico, conduce, tienes que alejarme de aquí...! - Amy golpeaba la ventanilla del coche intentando que David entrase y le obedeciera.


   - ¿Pavel? - El muchacho le preguntó con la mirada qué debía hacer.


   - Llévatela de aquí... - Susurró al muchacho antes de desmayarse, la sangre no dejaba de brotarle a chorro por la nariz, por mucho que Nyota presionase en la base y le echase la cabeza hacia atrás.


   David arrancó y condujo a toda velocidad sin saber muy bien ni cómo ni a dónde. Solamente había manejado el jeep en Rinax, entre páramos y pantanos, cuando Pavel le enseñó a conducir para que le ayudase en la caza de huevos de lavaflies.


 


 


                                                                Notar la dureza de la piedra en las puntas de los dedos, su propio aliento rebotándole en la cara desde de la roca, el sutil balanceo del cuerpo buscando el punto exacto de equilibrio, apoyar pies y manos impulsándose hacia arriba, con cuidado, un paso más... acercándose a la cima... ¡Cómo disfrutaba de aquella soledad! Hasta que oyó la voz de Spock detrás de su cabeza...


   - Debes fundirte con la roca, Jim.


   - ¡Spock! - Casi pierde pie al oírle tan cerca. - ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no le das la tabarra a Bones?


   - Me temo que Leonard hoy no está de muy buen humor. - Le hablaba con suavidad, las manos entrelazadas a la espalda, flotando en el aire con las montañas Catedral al fondo.


   Setenta y dos metros más abajo el doctor renegaba entre dientes al ver al vulcano volando junto a Jim.


   - ¿Qué estás haciendo, duende? ¡Acabará cayéndose! ¡Sal de ahí, inconsciente!


   - ¡Botas gravitatorias! ¿No estaban en fase de pruebas? - Jim dejó de retorcer el cuello para mirarle y volvió a centrarse en la ascensión. - Intento escalar esta montaña, Spock... ¡Déjame en paz!


  - Y están en fase de pruebas. De hecho ahora mismo las estoy probando. - Spock se apartó un poco, no demasiado, no quería alejarse de su esposo. - Nunca entendí por qué querías subir esta montaña.


   - Ya te lo he contado. - La mano izquierda se le escurrió, se hizo un corte en el dedo anular, no muy profundo. - Mi padre y Pike la escalaron, había una foto en casa. Eso sin contar el principal motivo...


   - ¿Que es...? - Preguntó comprobando que la sangre coagulaba con la pasta que el magnesio y el sudor habían formado en las manos de su esposo.


   - ¡Porque está ahí, Spock! Porque está ahí... - Trató de recuperar la concentración.


   Spock se mantuvo en silencio unos segundos, para luego abrir la boca y soltar aquello que casi hizo caer a su marido.


   - Jim, sé que Pavel está en San Francisco. - Lo dijo aprovechando que él no podía mirarle a la cara debido a su postura sobre la montaña.


   El rubio estaba a punto de levantar la pierna izquierda para avanzar un paso más en su ascensión pero se detuvo. ¿Cómo se había enterado? ¿Sabría también que Pavel no había regresado solo?


   - Mi amor, no me importa que tú y Bones le hayáis visto. Comprendo vuestros sentimientos hacia él y...


   - ¡Spock! - Le gritó. Tomó aire y continuó con voz más calmada. - Hablaremos abajo. Por favor, vete de aquí... no quiero llegar tarde a cenar y que Bones se enfade conmigo. - Bromeó tratando de quitarle importancia a la situación.


   - No puedes permitir que él vea a la niña. - Spock insistió en su postura, se le alzó una ceja cuando vio a su marido reír. - Creo que no estás considerando la gravedad del asunto, Jim.


   - ¡Créeme Spock! ¡No dejo de pensar en la gravedad! - Miró hacia abajo con su sonrisa torcida, irónica. Debían estar ya a unos setenta y cinco metros del suelo, Jim volvió a pegar el cuerpo a la roca. - ¿Puedes... por favor... largarte de una puñetera vez? - El vértigo le había robado el aliento por un momento. - Eres como la maldita voz de mi conciencia... ¡Ya sé que Amy no puede ver a Pavel hasta que hagas esa ceremonia de los cojones... y la harás! ¡Vaya que si la harás!


   - Jim, tú no viste lo que yo vi. Si lo hubieras hecho... - Su voz calmada contrastaba con los gritos de su esposo.


   - ¡Lo habría olvidado, Spock! ¿Cuántos años han pasado? ¡Pavel no es el mismo, joder! Era un crío, un yonqui... Fuera lo que fuese lo que viste estoy seguro de que ya no... ¡Aaah! - Ocurrió. Perdió el pie y cayó. - ¡Spooooock! - Gritó con todas sus fuerzas.


   - ¡Jim! - El vulcano giró el cuerpo hasta quedar cabeza abajo. Pulsó un botón de su cinturón y salió propulsado a toda velocidad detrás de su sa-telsu.


 


 


                                                           Amy le dijo a David que detuviese el vehículo. Aún no sabía quién era, pero si había acompañado a Pavel a casa de Uhura debía ser de la familia. Se confió a él; con total naturalidad le habló de su t'hy'la, de cómo Spock, su padre, se negaba a hacer la ceremonia de compromiso y que por eso no podía acercarse a Pavel.


   - Debe ser horrible... querer tanto a alguien y no poder estar juntos. - El chico la miró con compasión, le acercó la mano a la cara para acariciarle la mejilla. Retirándole el pelo pudo ver su oreja puntiaguda. Sonrió con dulzura. - Hermana...


   - Ni siquiera sé cómo te llamas. - Amy escuchó la última palabra, pero su mente no la había procesado.


   - David Marcus... mi madre es la doctora Carol Marcus. ¿Te ha hablado tu padre de ella? - Esperó a ver cómo asentía sin abandonar la expresión de desconcierto. - Sí, tu padre y mi madre... ¡Soy tu hermano, Amy! Pavel me ha hablado mucho de ti.


   - ¿Hermano? ¿Tengo un hermano? - No podía creerlo. Pero sí, los ojos azules... la mirada llena de amor que le estaba atravesando el alma... - ¡Por todos los dioses!


   Se fundieron en un abrazo, largo, pausado, sintiendo que los dos venían del mismo lugar, que compartían la misma herencia. Se separaron unos centímetros para perder la mirada en los ojos del otro, el mismo azul envuelto en lágrimas. Entonces Amy sintió un escalofrío en el costado. Su corazón se detuvo por un instante, dejando de latir. La sangre se le retiró del rostro y palideció de golpe.


   - Amy... ¿qué te ocurre? ¿Estás bien? - David le sacudía los hombros preocupado.


   - ¡A'nirih! - Exclamó casi sin voz.


   - ¿Qué es eso? ¡No te entiendo! ¿Qué significa aniri?


  - Papá... nuestro padre... ¡Oh, David! ¡Papá se ha caído de la montaña...!


 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar, por compartir T'HY'LA conmigo.

Dejo imagen de los Spock y Kirk del otro universo y su experiencia con El Capitán en el parque Yosemite.

http://johnkennethmuir.files.wordpress.com/2010/04/startrekfivemountain.jpg


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