Abriendo la boca por la sorpresa, el espadachín vio que las mentadas prendas que había guardado el rubio no era nada más ni nada menos que doce conjuntos de trajes en perfecto estado. Y si él quería al menos acabar con ellos antes de llegar a la próxima isla, no podría hacerlo durante una pelea como había pensado con anterioridad.
Saliendo de la habitación con un aura depresiva rodeando su cabeza el peliverde soltó un suspiro, dándose cuenta que solo le quedaban dos días antes que su plazo acabara. Pues, desde ese instante, debería jugar sus todas sus cartas o perder su última oportunidad en el proceso…
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Durante su turno de guardia, y contrario a lo que sucedía otras veces, el espadachín se encontraba completamente despierto y sin una botella de licor acompañándolo esa noche.
Un día. Solo tenía un días más a su favor o todo estaría acabado.
Limpio con una de sus manos el sudor de su frente, mordiendo la punta de un lápiz mientras veía con algo de enfado la libreta que tenía en sus manos. Cada hoja estaba llena de ideas y planes que había hecho desde el día de la tormenta, tachando uno a uno conforme fallaban o simplemente eran demasiado obvios como para llevarlos a cabo.
El día anterior había logrado hacer gran parte de ellos, intentando ser lo suficientemente sigiloso para no arruinarlos o que algún otro miembro de la tripulación se diera cuenta de lo que tenía en mente como había ocurrido con Robin.
Pero por el momento la arqueóloga se había mantenido en silencio, logrando que sus estrategias funcionaran a la perfección, tanto que incluso el mismo se había sorprendido de los resultados.
La primera oportunidad se había presentado a primeras horas de la mañana y sin que el necesitara entrometerse. Y todo gracias a Luffy y su curiosidad.
El alboroto se había instalado mucho antes del desayuno, pues de alguna u otra manera el capitán había despertado una hora antes de lo usual. Todos habían tenido que verse en la obligación de ayudar a entretener al pelinegro hasta que Sanji les llamara, pero hasta entonces tendrían que hacer lo imposible para evitar que este asaltara la nevera y enfadara aún más al cocinero.
Pero entonces Luffy se había escabullido dentro del barco y había vuelto minutos después con uno de los tantos inventos del tirador a medio terminar. Como era de esperar había intentado hacerlo funcionar a pesar de las advertencias del tirador, terminado por romperlo justo en el momento en que Sanji se asomaba por la puerta para avisar que el desayuno estaba servido.
¿El resultado? Uno de los doce trajes que aun tenia intacto había acabado más que destrozado por la explosión que incluso dejo un enorme agujero en plena cubierta.
Por una vez en mucho tiempo el peliverde dio gracias de tener de capitán a un tarado como lo era el pelinegro, riendo entre dientes mientras veía la paliza que le daba su navegante junto con el carpintero y se diría con paso tranquilo hacia la cocina.
El segundo plan fue poco después del mediodía, cuando se encontraba entrenando en su gimnasio personal. Los gritos del otro extremo del barco lograron llamar su atención, abriendo la boca de par en par al ver que su idea había funcionado aún mejor de lo que había esperado.
Nada mejor que decirle a Luffy que si mesclaba el contenido de una caja misteriosa con agua de uno de los barriles pasaría algo increíble. Claro, siempre y cuando esa caja no fuera detergente y el agua previamente tenía un poco de tinta.
No solo el oji azul había quedado cubierto de espuma, sino que toda la tripulación. Conocía a Luffy desde hacía mucho, pero aun así no podía dejar de sorprenderse al ver la cantidad exorbitante de espuma que cubría gran parte de la cubierta.
Como había logrado tal azaña era el verdadero misterio, pero pudo ver a su capitán subiendo al mástil principal para escapar de la navegante con un enorme barril sujeto entre sus brazos, seguro con el que había iniciado el experimento. Pero cuando Nami, ya más que enfadada le lanzo una de las herramientas de Franky, al darle en plena cara este perdió el equilibrio y el barril lleno de agua con tinta cayó sobre sus cabezas.
Y ahora tanto su ropa como su piel habían acabado azul. Al final aquel incidente no había pasado a mayores, pues luego todos habían reído divertidos al ver el desastroso aspecto que todos tenían.
Al final todos habían terminado limpiando mientras que los técnicos se encargaban del agujero producido por la explosión de la mañana. El pelinegro por su parte había sido amarrado lejos del sector, sabiendo que Luffy arruinaba más cosas de las que reparaba
Un traje menos. Ahora solo quedaban diez.
Se había encargado de esconder algunas de sus prendas mientras Sanji tomaba un baño luego del desastre ocurrido con la tinta, y también había fingido tropezar cuando se dirigía a su asiento mientras este repartía los cuencos con sopa para su almuerzo.
Pero a pesar de todos los incidentes ocurridos, el rubio parecia no importarle quedar cada vez con menos ropa.
Por una parte era lógico, después de todo solo faltaban dos días para llegar a la próxima isla y Nami le daría el dinero suficiente para llenar su armario de nuevos trajes. Pero por otro, temía que estuviese al tanto de su plan y estuviese esperando el momento oportuno para tomarle con la guardia baja y mostrarle, como casi siempre ocurría, que él tenía el control total de la situación.
Sanji era mucho más inteligente que él y le conocía a la perfección, pensar que le hubiese descubierto sería algo de esperar.
Pero a pesar de sus dudas siguió adelante con su plan, llevando a cabo sus siguientes ideas durante toda la tarde. De manera increíble se había encargado la mitad de sus trajes, e incluso uno había quedado inservible durante una pelea con un buque de la marina cerca del anochecer.
Una sonrisa malvada se formó en sus labios mientras escribía sus últimas anotaciones, bostezando sonoramente producto del cansancio. Se puso de pie, ocultando sus notas en su haramaki antes de salir del puesto de guardia para dirigirse al dormitorio masculino.
Quizás, mañana finalmente podría ver su fantasía hecha realidad…
Tsusuku (o tal vez no xD)