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Y se fue el amor por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle. La serie “Sherlock” pertenece a la BBC. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson y otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene Slash, angustia y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

 

Resumen: Sherlock despertó solo en la cama, como había estado sucediendo en los últimos meses. Después del sexo —si es que llegaba a suceder—, John se levantaba nada más terminar, se daba un baño y se iba a su antigua habitación, dejando al detective con el corazón roto y sintiéndose como una vulgar ramera.

 

 

Beta: Lily Black Watson.

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Y se fue el amor

 

 

 

Capítulo 4.- Karma y necesidades

 

 

John maldijo abiertamente, era la quinta vez esa semana que intentaba salir del país para viajar a España; no importaba que medio de trasporte usara, siempre era detenido por alguna cosa, ya fuera por el peso de su equipaje, considerarlo sospechoso de llevar drogas o de algún crimen pendiente. Cansado de todo eso, decidió ir a enfrentar a la persona que sabía, era responsable de sus frustrados intentos.

 

Salió de su pequeño apartamento con claras intenciones de ir al club Diógenes, pero sus planes se vieron frustrados al encontrar a Anthea, parada junto a un auto negro, tecleando tranquilamente en su celular.

—Le espera — John frunció el ceño y subió al vehículo.

 

Llegaron hasta un edificio abandonado, los favoritos de Mycroft para sus reuniones. Holmes estaba de pie —igual que la primera vez que se conocieron—, sosteniendo su sombrilla y esa aura arrogante.

 

—Doctor Watson —. Mycroft lo miró sin expresión, pero John estaba seguro que deseaba dispararle hasta matarlo.

— ¿Por qué me impides salir del país? —dijo John sin rodeos. El político apoyó su peso en su inseparable sombrilla.

—Deja tranquilo a mi hermano —Watson frunció el ceño. Si ese idiota creía que iba a dejar a Sherlock así como así, estaba muy equivocado.

—Necesito hablar con él, quiero recuperarlo —Mycroft tuvo ganas de reírse ante tremenda desfachatez.

 

¿En verdad, John creía que le dejaría acercarse a su hermano después de todo el daño que le había hecho? De ninguna manera y en especial, con el nacimiento de sus sobrinos tan cerca.

 

Mycroft recordó los reportes que Antonio le enviaba semanalmente; aunque nunca lo admitiría abiertamente, le emocionó ver las ecografías (incluso las llevaba en su billetera para contemplarlas cada vez que deseara), sabía que su hermano la estaba pasando mal con la traición de John y no era recomendable exponerlo a ese estrés innecesario.

 

— ¿Recuperarlo?, disculpe Doctor Watson, pero sin mal no recuerdo, fue usted quien le traicionó — John rechinó los dientes —. ¿Es que no está conforme con su hijo? ¡Oh! Es verdad. No era suyo —. Mycroft mentiría si no admitiera que estaba disfrutando ver la expresión en el rostro de John, él mismo le había enviado las pruebas, todo para demostrarle el craso error que había cometido al engañar a Sherlock.

—Mycroft, por favor, necesito verlo — Suplicó.

—Sherlock es feliz donde está, no necesita que lo inoportunes —John lo miró enojado.

 

Claro que ese idiota no necesitaba verlo. Dos son compañía, pero tres son multitud.

John sintió hervir la sangre, imaginaba a Sherlock y a ese… españolete, retozando en la cama, besándose.

¡De sólo pensar que alguien más que él pudiera explorar el cuerpo de Sherlock…! Lo hacía desear asesinarlo.

 

—Mami está realmente encantada con el doctor De la Rosa —dijo Mycroft. Podía leer a John como un libro y estaba disfrutando verlo enloquecer de celos.

 

 

 

 

Sherlock gimió débilmente; maldita sensibilidad, cualquier roce en el lugar adecuado, era suficiente para excitarlo. ¿Cuántas veces había tenido que auto-complacerse? Ya había perdido la cuenta, pero por más que intentara, no podía lograr satisfacer sus necesidades.

—Señor Holmes, el doctor Antonio lo espera en el jardín —dijo el mayordomo, Sherlock asintió con la cabeza; se dio un baño con agua fría y bajó al encuentro del hombre que se había vuelto  un amigo.

 

 

Antonio estaba sentado a la pequeña mesa del jardín, bastante concentrado en su portátil, había algunos folders y cartas con el nombre de Sherlock. El detective se dispuso a leer el contenido.

—Son nuevos casos —dijo el doctor, ya cuando Holmes llevaba seis cartas leídas.

—Y las cartas de personas felicitándonos por nuestro romance —Sherlock esperó que Antonio frunciera el ceño o dijera que no era gay, pero en lugar de eso, comenzó a reírse, pues le parecía simpático las ocurrencias de todas esas personas.

—Pronto se darán cuenta del embarazo —comentó Sherlock en tono casual, probando el terreno.

—Y creerán que es mío —Antonio se encogió de hombros, realmente no le importaba si el mundo entero lo creía el padre de esos niños, para él sería un gran honor serlo.
— ¿Qué tal si salimos? Iker no te ha visto en un día y ya atiborró mi correó (y seguramente el tuyo también), preguntando por qué no te has dado una vuelta por allá—.

 

Sherlock hizo una mueca, la Guardia Civil era una partida de idiotas que hacían ver a Anderson como a un genio, pero por lo menos, si él decía salta, ellos preguntaban: ¿Qué tan alto? Y tomaban sus instrucciones como si fuese el evangelio.

Era refrescante, en cierto modo, no tener que explicarles con “manzanitas y palitos” para que arrestaran a un sospechoso, incluso podía pedirles comida o té e Iker enviaba a alguien a cumplir su antojo. No podía negar que eso era algo que hacía a Sherlock olvidarse de Inglaterra, al menos por un momento.

 

—Iker puede esperar, quiero unos churros —no eran las galletas de la señora Hudson, pero Sherlock les había encontrado gusto; podía comerlos con nata, cajeta, mermelada o acompañadas de café o un chocolate caliente.

—Le diré a doña Manuela que te prepare unos —Sherlock negó con la cabeza.

—Vamos fuera, necesito moverme, comienzo a perder agilidad —se quejó con gesto dramático.

—Tienes 25 semanas y cuatro días de un embarazo gemelar, es normal que te sientas pesado —Sherlock hizo una mueca, ofendido al sentir que el español lo estaba llamando gordo.

Una de las sirvientas se acercó a ellos, llevaba un teléfono inalámbrico que le pasó a Sherlock —por suerte para Antonio —, el detective sonrió al escuchar a Iker del otro lado de la línea, tenía un caso que ciertamente no podía rechazar.

 

—Parece que se ha cancelado nuestra cita —dijo Antonio con falso tono de desilusión, pero con una gran sonrisa en los labios; le alegraba tanto ver a Sherlock emocionado por algún caso.

— ¿Qué dices? Tú vendrás conmigo —ambos hombres se miraron a los ojos y sonrieron.

 

Quizás, resolver crímenes no era algo con lo que hubiese soñado hacer Antonio en su tiempo libre, pero debía admitir que, estando con Sherlock, las cosas siempre resultaban ser bastante entretenidas.

 

 

 

 

Sherlock se movía igual que un cisne en las escenas del crimen —a los ojos de Antonio—; era increíble como el detective podía hacer que algo tan horrible como lo era un asesinato, pudiese pasar a un segundo plano con su sola presencia.

 

 

Iker (así  como algunos otros miembros de la Guardia Civil), estaban encantados con la ayuda que Sherlock les prestaba; eran tiempos difíciles, la población, poco o nada confiaba en ellos por su casi nula capacidad de hacer su trabajo, pero desde la llegada de Holmes, los ciudadanos, les tenían un poco más de respeto.

 

 

—Don Holmes, ¿le apetece algo más? —le preguntó Iker. Sherlock y Antonio se encontraban en la oficina del policía, después de haber ayudado con cuatro casos de asesinato, un suicido y seis robos, un día tranquilo para el único detective consultor del mundo.

—Pizza de jamón  con chocolate, churros con cajeta y sandia, flan con nachos y helado de galleta oreo —. Iker abrió y cerró la boca, impresionado por la cantidad (y raras combinaciones). Antonio dejó escapar una risita.

—Vaya… sino fuera posible, creería que está embarazado don… —. Entonces recordó que Antonio era mayormente conocido por sus estudios con hombres en cinta. Se puso pálido, miró el vientre (algo abultado), del detective y luego a Antonio.

—Lo de las noticias… ustedes dos, están…—

— ¿Saliendo? —completó el doctor con una sonrisa. Sherlock decidió ignorar a ambos, jugando con su celular.  Pero tuvo que levantar la mirada cuando Antonio le tomó la mano. —Sólo te diré que éste es el hombre más maravilloso del mundo—.

 

Iker sonrió, ya recuperado de su shock inicial.

—Bueno, iré a pedir su comida, enseguida vuelvo —. Sonrió —. Felicidades, tío, en verdad me alegro por ti.

 

Cuando se quedaron solos, Sherlock miró a Antonio.

— ¿Sabes que piensa que son tuyos? —el aludido se encogió de hombros, realmente no le importaba, nunca le había quitado el sueño lo que la gente pensara de él y no iba a iniciar ahora.

—Mañana es sábado, ¿te parece bien si vamos a un restaurante y salimos a pasear? —dijo el doctor, cambiando de tema —. Tengo antojo de paella, hace mucho que no la como—.

Sherlock asintió con la cabeza.

 

—Vayamos ahora —. La sola mención de aquel platillo, le había producido unas ansías tremendas de probarlo. Antonio asintió con la cabeza, le envió un mensaje a Iker para anunciarle que se iban, pero que seguramente volverían al día siguiente.

 

 

Después de comer la paella (y del flan con nachos y los churros con sandia), regresaron a casa, pues Antonio había sido llamado por el rey a causa de las secuelas que le dejó su aventura con el elefante, faltaban algunas semanas para que abdicara al trono, por ello debía cuidar de su salud para el momento de la ceremonia.

 

Sherlock no disfrutaba las salidas de Antonio, se sentía solo, a pesar de lo mucho que doña Manuela se desvivía por atenderlo (casi tanto como la señora Hudson cuando se enteró de su embarazo), pero no era lo mismo, él necesitaba a alguien con quien hablar, que le comprendiera… que fuese como John.

 

Una lágrima descendió por su mejilla hasta perderse en la pulcritud de las sábanas, odiaba sentirse así, vulnerable… Solo. Extrañaba a John, pero debía aceptar que jamás volvería con él.

 


¿Pero, y si John regresaba?, ¿sería capaz de perdonarle?

 

Era John, su John, no importaba que sucediera, siempre, le amaría, pero, ¿y su dignidad? ¿Cómo perdonar a alguien que te engaña, que no te ve más que como una vulgar prostituta con la cual saciar sus bajos instintos?

 

Unas pequeñas pataditas lo hicieron salir de sus pensamientos; Sherlock no puedo evitar sonreír, sus hijos sentían su angustia y con ese simple acto, trataban de infundirle su apoyo y recordarle que no estaba solo, que jamás volvería a estarlo, porque les tenía a ellos.

Sherlock se levantó de la cama y fue a buscar su violín, había estado trabajando en una nueva pieza, sería la canción de cuna para cuando nacieran sus bebés.

 

 

 

Eran más de las once cuando Antonio regresó a casa, estuvo fuera por más de seis horas y lo único que quería era darse un baño e irse a la cama.

 

Últimamente había estado pasando la noche con Sherlock, pero ya era muy tarde y no quería despertarlo. Dejó sus lentes en el mueble junto a su cama y se dispuso a descansar.

 

Se estaba quedando dormido cuando sintió un peso extra sobre su cuerpo. Antonio gruñó, pensando que se trataba de Einstein, un Terrier, mezcla con Gran Danés que había adoptado un año atrás.

—Einstein, sabes que no puedes dormir en la cama… babeas mucho —se quejó el doctor, más dormido que despierto. Gimió cuando una húmeda y caliente lengua comenzó a jugar con su oreja. — ¡Einstein! —.

 

Al incorporarse, se dio cuenta que no se trataba de uno de sus perros, sino del detective consultor.

—Sher… —las palabras murieron en su boca. Sherlock lo besaba con ferocidad y hambre. Era una necesidad que Holmes no había experimentado con anterioridad.

Sherlock atrapó a Antonio entre su cuerpo y la cama, amarrando los brazos del médico a la cabecera de la cama con su propia camisa.

—Antonio… —gimió desesperado —. Lo siento… pero… estoy ardiendo…

 

Sherlock le bajó los pantalones del pijama, junto con el bóxer, dejando al descubierto el semi erecto miembro del español. Sin miramientos, Holmes lo metió completo a su boca. Antonio gimió sin poder contenerse. ¡Dios! Es que Sherlock podéis una lengua tan talentosa.

—Sherlock… —gimió deseoso por más —Sherlock… suéltame, déjame ayudarte…

 

Y lo hizo. El detective lo soltó, porque vio en los ojos de Antonio el fuego del deseo. Sherlock se deshizo de sus ropas, tumbándose en la cama.

— ¿Seguro que quieres hacerlo? —dijo Antonio con la voz ronca por el placer, Sherlock sólo asintió con la cabeza. —De acuerdo.

 

Antonio acarició el vientre abultado de Sherlock, el detective gimió de placer, era increíble cuán sensible podía estar su cuerpo a causa del embarazo y el doctor lo sabía, por eso se encargó de besar y atender cada centímetro de piel que quedaba a su merced.

 

Se besaron como sino existiera un mañana, se tocaron sin tapujos. Antonio era realmente cuidoso con el vientre de Sherlock, cuando estuvo listo para penetrarlo, puso al detective de lado; no quería que en mitad del frenesí, provocará molestias o dolor al encinto, pues sabía por seguro que los bebés no podrían salir lastimados.

 

Cuando Sherlock llegó al clímax, gimió el nombre de John, al darse cuenta de lo que había hecho, miró a Antonio, como tratando de disculparse, pero el español simplemente lo abrazó por la espalda.

 

—Descansa un momento, después nos daremos un baño—Sherlock sintió ganas de llorar. Acababa de usar a Antonio como un vulgar sustituto de John y éste, simplemente le abrazaba —. Todo está bien, Sherlock, comprendo que aún es pronto para que olvides a esa persona —. Agregó antes de besarlo en la nuca —. Vamos a darnos un baño y luego a la cama, ¿bien?

 

Sherlock asintió. Su cuerpo estaba satisfecho, pero, su corazón… destrozado, acababa de darse cuenta que por más intentos que hiciera, jamás podría olvidar a John Watson.

 

 

Continuará…

 

 

….

 

 

Bueno, este capítulo está dedicado a Cesia por su cumpleaños y a mi beta (ella fue la de la idea de la casi violación XD), espero les gustara.

 

(Y si se quejan por lo del lemon, no quería hacerlo demasiado gráfico, eso nada más es para el Johnlock)


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