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No violence por sleeping god

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Notas del capitulo:

Una gran disculpa por la tardanza. Problemas personales en general me atrasaron.

Como disculpa... o eso creo, la historia le agregé un gran salto.

Espero les guste.

De verdad que Izaya tiene el sueño pesado, se dijo Shizuo mentalmente, viendo al susodicho recostado contra la ventana dormitando antes de acostarse en la cama única del camerino en que viajaban. Llegarían en unas horas pero le pareció que no sería bueno que durmiera sobre la herida así que se acercó a moverlo un poco y lo único que ocurrió fue que de la chaqueta cayera la caja de chocolates.

-¿Qué…?—la recogió y vio el interior de esta, con sus ocho chocolates intactos—¿De dónde sacó que son afrodisiacos? Maldita pulga mentirosa, sólo quiere hacer quedar mal a Kasuka—dicho eso la puso sobre el marco de la ventana, cerró las cortinas y volvió a mirar el obsequio hasta comer uno de los dulces que aunque no le parecía mucho el chocolate logró gustarle.

Cargó al informante a la cama y él se sentó a comer otro dulce hasta empalagarse con el cuarto así que encendió un cigarrillo en el lugar apenas iluminado por la luz del pasillo del tren que entraba por el vidrio opaco de la puerta.

Orihara se movió un poco, dándole la espalda  y haciéndose ovillo. A Heiwajima le dio sueño verlo así que apagó su cigarro, se descalzó, sacó el moño, el chaleco y la camisa para acostarse a un lado del otro, pegándose a su espalda y abrazándolo, colocando su barbilla en el cuello del pelinegro. Odiaba el aroma pero sin pensarlo le lamió la mejilla haciendo que el informante abriera los ojos.

-¿Shizuo-chan?—cuestionó adormilado—¿Qué…? ¿Qué es esto?

-Nada, sólo tengo frio—fue su excusa al comportamiento que él mismo no aceptaba.

-Eso no responde a lo que me estás clavando—se mofó, moviéndose un poco para que el rubio sintiera su propia erección.

El guardaespaldas no dio crédito a ello, ni siquiera se dio cuenta cuando ocurrió y la burla del otro no ayudaba pues se negaba a dar una disculpa.

-Eres una bestia, te lo dije. Queriendo aprovecharte mientras duer…—le cortaron el dialogo al ser recostado boca abajo con el otro subiéndose en él.

-Cállate. No quiero pensar en nada.

-Es porque no pue…—nuevamente le hicieron callar, pero esta vez fue por la sorpresa de que le bajaran los pantalones. Rápidamente se movió a tomar una de sus navajas, darse la vuelta y colocarla sobre el cuello de su empleado—Lo siento, Shizuo-chan, pero no te lo voy a permitir—agregó con una sonrisa—No me hagas matarte.

-Lo mismo te digo—comentó con la misma mueca, sujetando con fuerza la muñeca del otro—No comprendo qué pasa pero no debes resistirte.

-Simplemente porque te sientes es celo crees que dejaré que hagas lo que quieras.

-No lo creo, estoy seguro, pulga—apretó con fuerza la muñeca hasta hacerle tirar el cuchillo.

-¿Piensas violarme? Esa no es manera de cuidarme.

-Tú me provocaste—bufó, colocándolo sobre la cama y bajando completamente los pantalones y la ropa interior.

-Yo no he hecho nada ¿Seguro que no es tu imaginación deseándome?—le siguió una risa, sin embargo el rubio lo tomó enserio, lo meditó y finalmente lo besó, sacando totalmente de equilibrio a Izaya que se quedó con los ojos abiertos y la boca quieta.

-No estoy seguro—fue la respuesta que dio para abrirle las piernas y bajar su cierre.

-¡Espera! ¡No puedes hacer eso!—alegó con miedo al dolor de recibirlo.

-Sí, sí puedo.

-¡No…! Yo…—sintió por primera vez sincera vergüenza pues tendría que pedirle un favor al monstruo que tanto odiaba—Antes prepárame.

-¿Cómo?

-Eres un imbécil—le apretaron los muslos y ahogó el grito—Humedece y expande mi ano, animal.

Los ojos castaños del otro se quedaron en la cara del otro, sonrojado, avergonzado y hasta asustado. No quería hacerlo, se decía, pero no podía negar el calor que le invadía el cuerpo y que difícilmente resistía mas lo hacía a fin de poner su boca en la entrepierna del informante y comenzar a lamer entre las nalgas en un instinto que le llenó de placer pues Izaya no resistía sacar algunos gemidos mientras también se ponía duro. Seguido chupó sus dedos y metió dos, haciendo que el otro volviera a maldecirlo, molestándole lo suficiente como para meter otros dos.

-¡Ah! ¡Basta, Shizuo-chan!—pidió sin resistir el dolor—Por favor… Shizuo…

El nombrado se sobresaltó que lo llamara por su nombre aún en esa situación y aunque culpable no sacó los dedos, al contrario le levantó la playera hasta los pezones que comenzó a lamer. Las manos de Orihara se pusieron en su cara al tratar de detenerlo pero cuando le gustó tuvo que bajar a masturbarse. Heiwajima volvió a besarlo, sacó su mano y con esa misma guió su pene hasta la entrada, metiéndose casi completamente, ahogando el grito del otro en su boca.

-¡Eres un bruto!—reclamó, empujándole de la cadera y luchando por no sacar lágrimas.

-No entiendo qué me pasa así que tendrás que soportarlo—anunció con leve sonrisa de victoria, gozando de todo, pero sobre todo de estar derrotando a Izaya.

No dijo más el pelinegro y se recostó, decidido a recibir las embestidas y el fuerte agarre que le daban en las caderas, llevándole a un placer que se veía obligado a demostrar en gritos y gemidos, sólo apagados por la voz robótica del tren.

Queridos pasajeros, esteremos llegando en unos minutos a Saitama. Le recordamos que tome todo su equipaje y que baje con cuidado.

-Shizuo… date… prisa…

-No puedo… aún… no… Izaya.

El informante sonrió al escuchar su nombre en esa situación y pensando que ya no servía de nada ser hipócrita se sujetó de la espalda desnuda del otro y abrió más las piernas, importándole poco los pasos fuera de los pasajeros que se preparaban para descender. El pelinegro no quiso denostar que estaba a punto de correrse sin embargo el rubio pareció notarlo pues se salió y lo hizo ponerse de espaldas, volviéndose a meter y a galopar.

Escucharon el sonido de alarma de las puertas del tren abriéndose más ninguno pudo detenerse. Por suerte ahí se quedaría el tren aunque eso no evitaría que un guardia fuera a ver en las cabinas en cualquier momento.

Izaya tomó una almohada y se la puso en la cara para no gritar cuando no soportó y se vino, empeorándolo con el movimiento constante en su parte trasera.

-¡Ahh… Shizuo-chan!—comunicó corrompido de placer.

-¿Hay alguien ahí?—preguntó un guardia, tocando la puerta.

-Sí, saldremos… en un momento—respondió el guardaespaldas sin creerse que aunque entraran no se detendría.

-Ya hemos llegado a la estación y estamos por cerrar.

-Sólo… unos minutos…— sujetó con mayor énfasis las caderas de su jefe porque ya era obvio lo que hacían por los sonidos: la voz entrecortada, los gemidos, el golpear de su cadera contra el trasero y su cinturón haciendo ruido metálico con el movimiento.

-Ya vente…—pidió Izaya como ruido a ya no resistir, viendo a los ojos marrones del otro y sin pensarlo darle un beso justo antes de ser mordido en el labio por el orgasmo que recorrió a su guardaespaldas, derramándose dentro con un gruñido de bestia.

-Vamos—indicó el rubio rápidamente, subiéndose los pantalones con la erección apenas descendiendo, vistiéndose y apurando a Orihara que le dolía ponerse la ropa.

-No podré caminar—rezongó de tal manera que lo cargaron y salieron corriendo antes de que el policía volviera—Shizuo-chan.

-¿Qué?—pregunta fastidiado, cargándolo por sentimiento de culpa.

-Te amo.

-¿Qué?—está vez miro sorprendido al pelinegro.

-Te amo, Shizuo-chan. Mi Shizuo-chan. Shizuo-chan.

Abrió los ojos ante Izaya que lo llamaba insistentemente aunque su posición, sentado torcido contra el cristal del vagón, no fuera la más cómoda pero durmió plácidamente.

-Hasta que despiertas. Pudieron asesinarme y tú ni encuentra. Que mal trabajo haces, Shi-zuo-chan.

Heiwajima no se molestó en responder, ni siquiera en enojarse pues se preguntaba por qué soñó eso y sobre todo tan vívidamente.

-¿Shizuo-chan?

-Bajemos—mencionó con neutralidad natural. Descendieron y pronto dieron con que realmente ya no estaban en Ikebukuro, ante ellos se erguía un brillante amanecer con un nuevo y desconocido silencio rural que les abrumó al igual que el verde pastizal que parecía extenderse indefinidamente.

-Una isla calma—mencionó Izaya complacido con el lugar—Vamos.

Preguntaron por un hotel y decidieron que irían caminando a él. Ninguno hablaba en el camino, centrados en el paisaje tan puro y el sonido de ranas y cigarras.

Izaya se sacó el abrigo a medio camino, arrepentido de haber propuesto que caminaran sin saber que tan lejos realmente podía estar bajo ese calor agobiante.

-Descansemos—indicó Shizuo, bajando a la sombra de un árbol. Orihara terminó por aceptar, sentándose en el pasto a unos treinta centímetros del rubio.

-Aquí no habrá ningún problema—comentó Izaya—Así que puedes tomarte el día libre, dudo que alguien me ataque.

-También lo dudo, pero…—prendió un cigarrillo y cerró los ojos tras los lentes oscuros—… empieza no ser molesto tu olor.

Fue el informante quien no pudo contestar, quedándose los insultos y maneras molestas dentro para no arruinar ese lugar que prometía una calma efímera.

Continuaron a lo que más que un hotel era una posada que aceptaron al saber que tenía aguas termales. Se instalaron y cambiaron de ropa pues ya se encontraba cubierta en sudor del lago viaje a unas yukatas color verde para Izaya y azul para Shizuo.

-¿Qué harás?—preguntó el rubio.

-Nada. Simplemente leeré un poco afuera.

-Saldré igual a fumar—ambos se quedaron el pasillo que daba al pequeño jardín de las aguas, con el ocasional murmullo del viento y uno que otro huésped hablando hasta volverse una animada platica de borrachos.

-No estaría mal ¿No crees?—habló Izaya, cerrando su libro y dejándolo en el piso.

-¿Qué cosa?

-Beber un poco, hace demasiado calor.

-Ah…—retrocedió un poco el guardaespaldas y evitó pensarse en estado inconveniente después de aquel sueño—No es…

-No seas marica, Shi-zuo-chan—se mofó el pelinegro.

-Bien—respondió de mala gana, dejando que el otro fuera por lo dicho—Sólo tomaré dos y ya, ni una más…

 

-Y como me hizo molestar tuve que golpearlo con el asiento ¡Jajajaja!

La oscuridad ya había tomado el cielo y ese par apenas empezaba a disfrutar el clima templado junto con las doce botellas vacías botadas por todo el piso y aún algunas llenas en el pequeño refrigerador.

-¿Lo arrancaste del auto?—cuestionó un muy alegre y demasiado mareado Izaya.

-Siendo sincero… no recuerdo si fue del auto o la camioneta—se rieron y dieron un largo trago a la cerveza—¿Otra?

-No, estoy ya demasiado ebrio—alegó, tirándose al piso eructando.

-Beberé otra—informó, abriéndola y sentándose al costado del chico que empezaba a quedarse dormido en el suelo—Acomódate en el futón, pulga.

-No puedo—susurró ya con los ojos cerrados—¿Shizuo-chan?

-¿Qué?

-Ya tampoco me molesta tanto tu idiotez.

Abrió grandes los ojos Heiwajima pero el otro ya dormitaba.

-Pul… Izaya-kun—le nombro, girándose hacia él, teniéndose que acomodar encima para verle al rostro—¿Qué estupidez estoy haciendo?—se dijo, frunciendo el ceño hasta que los brazos del otro lo rodearon y le besaron. Se quedó impresionado pero discretamente se pellizcó para desmentir que era un sueño.

-Querías hacerlo, ¿no?—se rio el pelinegro—Eres un pervertido.

-¡Yo no…!—no continuó porque volvieron a besarlo más esta vez lo alejó—Estás ebrio.

-Tú también.

-Sí, pero tú…

-¿Tendré que obligarte, Shizuo-chan?

-¿Obligarme a qué?—cuestionó un tanto preocupado por la sonrisa tan sádica de su contratista.

Orihara se acercó gateando para no caer y ya que estuvo frente al pecho del rubio, se agachó a subir la yukata y buscar el miembro semierecto.

-Basta…

-Pero si estás excitado, bestia.

-¡No es verdad!—tiró a Izaya al piso, enojado de que el mismo hubiera empezado eso—¡No voy a…!—tragó hondo por el informante levantándose en cuatro sugestivamente, o al menos así le parecía esa pose y por la cercanía del sueño le pareció que podía escucharlo gemir.

-Tú ganas, Shizuo-chan.

Maldijo Heiwajima por su reacción poco decorosa de tirar de la ropa a Izaya para desvestirlo.

-No digas una sola palabra—amenazó, colocándose sobre él.

-Aquí tu jefe soy yo, bestia idiota—habiendo hecho enojar al rubio este le quitó la ropa interior de golpe y le abrió las piernas, simplemente rogó mentalmente que no fuera tan brusco.

El guardaespaldas descendió a la erección de Izaya, la pasó de largo por considerar asqueroso el siquiera lamerla pero si lo hizo con la entrada para lubricarla pues su pene ya lo sentía estallar, lo hacía sin gran interés hasta escuchar el primer gemido del pelinegro que sin vergüenza demostraba su gozo, es le hizo perder el control igual que cuando se enojaba, permitiéndole sobar el miembro de Izaya, meter dedos y subir a chupar sus pezones pues quería más gemidos fuertes e indecorosos de Orihara.

-Pareces una puta—dijo sin realmente quererlo ofender sino que deseaba tratarlo rudamente.

-Pues no lo soy… aún—se burló abrazándolo con las piernas—Shizuo-chan—el nombrado se agachó a escuchar—No soy una puta aun así que… hazme una lentamente—con ello quiso ocultar su miedo a la primera vez, detrás de palabras que le hacían parecer arrogante y engreído. Sin embargo el rubio lo comprendió y por primera vez sintió empatía verdadera con el pelinegro que jamás demostraría dolor o vergüenza, pero le lucia adorable con las manchas carmín en las mejillas  y los ojos castaño-rojizos posados en él.

Le levantó la cintura y guio su miembro lentamente a la húmeda entrada, tan lento como su salvaje naturaleza le permitió hasta llenarlo completamente. Orihara se guardó cualquier grito que no fuera de placer.

-Eres falso incluso en estos momentos—recrimino Shizuo sin darse cuenta de cuanto odio le imprimió a esas palabras.

-…Eres demasiado sensible—sonrió y dejó escapar verdaderas lágrimas de dolor, seguido le sujetó un brazo con mucha fuerza, cosa que el otro interpretó como un “Aún duele”, pasados algunos minutos el agarre se relajó y empezó a embestir lentamente no solo para no herirlo sino porque el estrecho interior no le permitía más.

-Más… más…—por fin habló y esta vez no tenía que concentrarse en decir suciedades, de verdad le estaba gustando lo que esa bestia le hacía y sin decirlo le daba vergüenza que le mirara tan directamente por lo que le empujó la cabeza hacia un costado—Concéntrate… idiota…

-Eso hago… Izaya…

No pudo ocultar estar demasiado apenado con su nombre sin ningún agregado por lo que la única solución que encontró en dicha posición fue besarlo  un poco y volver a disfrutar del mete y saca, le dolía la espalda pero lo ignoraba por sentir que no podía más con ello.

-Ya… Shizuo-chan… ya…

El rubio lo abrazó contra sí, continuando para poder sentir como ese temblaba al venirse en su vientre, como su ano se contraía más y gemía con cálido aliento a su cuello y hombro. Se detuvo para disfrutar de tenerlo vulnerable como nunca había sido posible, el único enemigo a la par de su fuerza y que le hacía rabiar con tanta facilidad ahora se veía reducido a un niño gritón y calenturiento. Volvió a darle de esa manera con Izaya no hablando, solo gimiendo de cansancio hasta venirse dentro.

-Ah… ¿Quién… te has creído?—cuestionó el pelinegro que le miraba con entrecejo fruncido—¿En qué … momento consi… deraste venirte dentro?

-Cállate y duérmete, pulga—esta vez quien se burlaba era Shizuo, haciendo enojar al otro que se arrastró hasta el futón y se metió en el sin decir palabra.

Shizuo abrió su cajetilla, sacó un cigarro y lo puso en sus labios, antes de prenderlo Orihara se había levantado, se lo quitó y lo arrojó fuera.

-¡¿Qué mier…?!

-Acuéstate ya, quiero apagar la luz.

Gruño el guardaespaldas, se acosté el otro futón y el foco se apagó. Cerró los ojos para sentir como se metían a su lado y se recostaban en su pecho. No dijo nada. Ninguno lo hizo. Algo se estaba expresando pero en la oscuridad las palabras no fueron vistas pero sí entendidas.

-Buenas noches—expresó el guardaespaldas.

Silencio.

Esta vez pensó “Que calmada respuesta” en vez de su recriminar el grosero mutismo.

Notas finales:

Gracias por leer.


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