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No violence por sleeping god

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Notas del capitulo:

No encuentro la manera de disculparme, me tardé siglos en actualizar y a parte es un capítulo corto.

Solo puedo desear que me disculpen y les guste.

 

Con los ojos cerrados creaba una imagen de un león de más de 4 metros de largo, que sobrepasaba los 200 kg, con dientes enormes que mostraba en un gruñido parecido a un bostezo enojado, y a él con una silla como defensa y a su retaguardia una pared. La realidad no se alejaba mucho, estaba siendo abrazado con demasiada fuerza por ese monstruo roncando de borracho y que a la menor provocación despertaría, o eso le parecía a Izaya que una vez despierto se sumió en el pánico de cómo se tratarían al día siguiente de haber tenido una relación. Siendo sinceros se encontraba demasiado nervioso a pesar de haber pensado en ello por mucho tiempo, incluso antes de iniciar el contrato había tenido esas fantasías en ocasiones demasiado eróticas. Giro sus ojos al reloj de la pared que marcaba más de las 10 de la mañana y aun el clic del segundero no parecía incomodar al rubio. Se negó a azuzar a la bestia así que espero una hora sin hacer el menor movimiento hasta que ese se movió, abrió los ojos e inmediatamente los clavo en él.

Hubo un largo silencio, roto con unos “Buenos días” con aliento alcohólico. Respondió lo mismo y por fin le soltaron del abrazo de anaconda.

-Ira por agua ¿Quieres algo?—cuestionó el rubio, sintiendo la boca seca y un dolor de cabeza incrementarse.

-Nada.

Afirmó con la cabeza y salió hasta el restaurant del hotel, pidió su agua y en el viaje de regreso se le cayó la botella y unas grandes ganas de vomitar de acumularon en su garganta. Sí, recordaba ahora haber hecho el amor con Izaya, la voz de este y su calor corporal. Se sintió enfermo apenas volvió a detectar ese horrendo olor a putrefacción que despedía desde la habitación ¿Ahora qué haría? Se cuestionó sin querer verlo y negándose a entablar siquiera conversación de lo pasado. No podía ocultarse bajo el hecho de haber estado ebrio, eso era para cobarde y él no era ningún marica… ¿o sí? Acababa de acostarse con un hombre, con Izaya, la pulga, su enemigo.

-¡No, no, no! Tengo que poner mis ideas en orden—recogió l botella y a cada paso fue agregando hipótesis a su teoría.

1- Hace tiempo que no tenía sexo así que estaba necesitado.

2- Estaba tomado.

3- Izaya también estuvo bebiendo.

4- No había nadie más.

Por lo tanto y si sumaba todo eso daría como resultado… tener sexo con…

-¡No, no, no, no! Es más complicado. Otra vez

1-Sí, ambos estaban ebrios.

2-Sí, ambos estaban solos.

3-Es un hotel en una ciudad, hay más gente y aunque sea un pueblo pequeño debe haber prostitutas.

4-No buscó ninguna.

5-El mismo atacó a la pulga.

6-La pulga no se negó.

7-Izaya comenzó con besarlo…

8-Pero quien continúo fue él mismo.

9-Duermieron abrazados en vez de cada quien por su lado.

10-Ya había soñado con eso.

11-Le gustó.

12-Volveria a repetirlo.

13-Izaya le gustab…

¡No puede ser!, se repitió con nerviosismo. Estaban mal sus hipótesis. Estaba mal su teoría. Estaba mal continuar con su trabajo, debía renunciar ese mismo día importando poco que solo quedara ese día y el siguiente.

-¡Izaya!—ingresó decidido a culminar con ello pero sorprendió al otro cambiándose de ropa, estando simplemente en ropa interior e intentando cubrirse con su clásica chaqueta negra. La botella volvió a girar por el piso. Y mientras se recriminaba la mirada lasciva advirtió que olvidó que iba a decir.

-¿Me dejas cambiar?

-Sí—salió a hundirse en su propia miseria.

 

-No hay mucho que hacer por aquí así que iré a caminar. Ya sabes que probablemente no me ocurra nada así que puedes hacer lo que quieras, Shizu-chan—el nombrado no deseaba otra cosa que aceptar el pedido pero terminó negándose.

-Algo podría pasarte así que iré contigo.

-Como quieras.

Salieron del hotel, ambos notaron el cuchicheo de la gente de servicio y se negaron a enojarse o sonrojarse porque seguramente los habían escuchado. Además era sencillo pensando que iban a todos lados juntos.

Ese día había un sol quemante pero el viento frio volvía necesario llevar una chamarra puesta, el camino de tierra estaba rodeado de campos de cultivo y libélulas que los golpeaban cuando pasaban a su costado, había un silencio increíble por lo que ambos se concentraban en caminar y ver a los insectos permanecer estáticos a momentos y después salir despedidos.

Finalmente Izaya se quejó de uno de aquellos animales que le golpeó la cabeza. Shizuo se burló y sin pensarlo acarició la cabellera negra.

-Kasuka una vez me dijo que cuando una libélula te golpea la cabeza es porque algo estás haciendo mal—comentó divertido de la cara del otro avergonzado a que le sobaran.

-¿Crees que sea cierto?

-No, claro que no—quitó su mano y siguieron hasta que un par repitió la acción pero esta vez con el rubio.

Izaya se burló gravemente causando enojo con en el otro que con furia lo encaró, más se sorprendio de lo adorable que lucía riendo, esto calmo su furia para decirse “Yo debo ser el más grande imbécil para ser golpeado dos veces al mismo tiempo”. Su corazón latió con fuerza para seguir el viaje hasta llegar a una zona residencial con un toque de rural.

-Mira, venden ramen. Comamos—indico con alegría infantil Orihara al puesto ambulante. Así lo hicieron hasta que el rubio miró el plato del otro.

-¿No comerás el naruto?

-No me gusta.

-No desperdicies la comida.

-No eres nadie para decirme que…--le introdujeron el alimento a la boca y tuvo que masticarlo de mala gana.

-Lucen muy cercanos, chicos—dijo el hombre del puesto causado que los dos miraran a otro lado.

Una vez pagada la cuenta siguieron caminando por ahí, no había gran cantidad de cosas que ver pero la calma los mantenía de buen humor y cuando se cansaban se sentaban en una sombra a ver el humo del tabaco ser llevado por el aire.

Por la tarde, a pesar de estar cansado, decidieron que volverían a pie. Esta vez había luciérnagas en vez de libélulas iluminado el camino como pequeñas estrellas.

“Esto es demasiado romántico”, pensaron ambos caminando más rápido para no pensar en nada más. En un momento, junto a un campo de arroz, se elevó un gran número de estos insectos brillantes, obligándolos a ver el espectáculo que jamás ocurriría en Ikebukuro.

Lo único que hizo falta para completar eso fue que se miraran un segundo y se dedicaran una sonrisa sincera. No fue necesario nada más. Se quedaron quietos, observando, desarrollándose el sentimiento pero inocentes a avanzar.

 La luz se incrementó pero en el camino de un camión avanzando, ambos estaban en la orilla de la carretera así que no se preocuparon hasta que cerca de ellos el vehículo se giró hacia donde estaban, cegándolos la luz de los faros.

Las luciérnagas se dispararon en el cielo negro, el chapoteo del agua tomó el ambiente y a lo lejos el ronroneo de un vehículo de motor. Estaban a salvo, hundidos en el campo de arroz húmedo y enlodado, con Shizuo sosteniendo a Orihara por haberlo quitado del camino.

-Parece que no estamos seguros aquí.

-No esperaba eso—corroboró el pelinegro sin moverse—Creo que me rompí la pierna.

-¡¿Qué?!—grito el otro, levantándolo en los brazos y saliendo con esfuerzo del barro.

-Es una broma—indicó irónico—Solo me torcí el tobillo pero puedo andar.

Heiwajima estuvo a punto de tirarlo al piso pero continuó cargándolo.

-Bájame.

-Nos retrasarás. Tomaremos el tren de esta noche a Ikebukuro.

-¿Quién ha tomado esa decisión?

-Mi deber es protegerte así que es lo mismo si es aquí o en Marte, pero conozco mejor Ikebukuro, además comienzo a sospechar de algunas personas—no dijo más, todo esto le parecía una conspiración de los cuadros azules, pañuelos amarillos, Celty y Shinra y los Dollars pero hasta el momento había descartado a los primeros menos a su propia banda por lo que hablaría con aquel que los envió a ese lugar.

Dejó a Orihara en una banca en lo que llagaba el tren, mientras tanto fumaba con ímpetu con las ansias de estar ya de vuelta, incluso intentó comunicarse por su teléfono pero no había señal.

-Pareces ansioso—indico el pelinegro.

-Un poco, un poco—dobló el cigarrillo y lo pisó con fuerza. Estaba enojado, demasiado furioso con ese chico común de nombre demasiado increíble: Mikado Ryuugamine.

Llegó el transporte y subió a su contratista. No había nadie más en el vagón y parecía que viajarían solos.

Estuvieron cada quien sentado frente al otro, mirando como dejaban ese pueblo pacífico.

Una luz salió de entre el cabello rubio de Shizuo y se fue a posar en el pecho de Izaya.

-Te trajiste una luciérnaga—indicó y ambos la vieron con gracia—La mataré—dijo Orihara levantándose con dificultad a acabar con ella.

-¿Por qué tienes que hacerlo?

-Simplemente porque sí.

Le detuvo las manos para que no lo hiciera, volvió a sentarlo y Orihara le dio un punta pie por pura molestia. Shizuo ignoró su deber para empezar a pelear en la pequeña habitación, destrozando la paz de ese día con sus gritos y golpes.

La luciérnaga  se posó en el techo como un punto brillante, recuerdo de lo que ocurrió, calmada, pacífica y grandiosa, migraba con ellos.

Notas finales:

Sólo como dato. Lo de las libélula que golpean la cabeza es algo que me decía mi abuelo, así que no sé si alguien más lo use. 

Gracias por leer.


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