Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No violence por sleeping god

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pensaba en explicar todo de una vez, pero mejor alargaré un poco el final. 

Espero les guste el capítulo.

-¡Bestia, te digo que son las 5 am!

Ni los insultos y golpes de pulga de Izaya le harían dejar de caminar velozmente con el informante en brazos.

-¡Mínimo dime a donde vamos!

-Buscamos a Ryuugamine.

-Bien ¿Dónde lo buscarás?

-No lo sé ¿No escuchaste? Dije que lo buscábamos.

Suspiró y decidió soltarse lo suficiente como para tocar el piso. Trastabilló así que el rubio lo sostuvo.

-Estoy cansado, Shizu—indico simplemente así, sin más, sin burla, sólo con sinceridad.

Shizuo apenas pudo creerlo. No se trataba de una orden o una burla. Sí, no dijo su nombre correctamente pero tampoco agregó el “chan”. Extrañó esa terminación.

-Vamos—dijo, volviéndolo a alzar para llevarlo a su departamento. Por lo que fuere, no lo pondría en peligro volviendo a la casa del informante.

Al dejarlo en el piso de su hogar se dio cuenta que también se encontraba cansado, más que físicamente era algo mental, no comprendía muy bien el origen del problema, simplemente que era Izaya y algo relacionado con él.

El chico de pelo negro dejó su chaqueta en el suelo, cogió hasta la cama, se descalzó y se acostó.

Ninguno durmió nada en el trayecto.

Shizuo lo acompañó.

-Te pagaré mañana. Volverás a trabajar para Tomas.

-Sí.

La ciudad era mucho más ruidosa. No eran cigarras eran autos, televisores encendidos con un anciano dormido enfrente, bebés llorando, desconocidos pagando por sexo, electricidad, fuego, gritos pero nada natural. Por un segundo desconocieron la ciudad y luego volvieron a ser parte de ella.

-Nada te garantiza que mañana dejarás de estar fuera de peligro.

-Lo sé. Creí que una semana de tus servicios serían suficientes pero me equivoqué. Está bien, me las arreglaré—el rubio descubrió que no le miraba, le daba la espalda, parecía temblar.

-Izaya-kun.

-¿Qué? ¿Quieres quedarte más tiempo? ¿O quieres tener más sexo?

Se ofendió pero al menos lo miró a los ojos.

Sí, quería más sexo, quería más de él, quería, con esa palabra descubrió algo que le partió el corazón pues, sin ninguna pista, Orihara podía llorar. No lo hacía pero podía. Nunca lo creyó posible.

Lo abrazó aunque se negará, luchó con empeño, le pataleó y golpeó pero no pudo zafarse. Suspiró y así se quedó.

-Bestia pervertida.

-No estoy tocándote indebidamente.

-No tienes por qué abrazarme.

Podía llorar, ser herido, morir… querer, sentir, amar. Estaba tan sorprendido de que Izaya fuera también mortal que le pareció en segundos mil veces más frágil que cualquiera. Un humano que se quiere creer dios se convierte en algo amorfo, 1 millón de veces más inferior que dios pero mil veces más humano, más divino, más fino y destruible.

-Izaya-kun—algo debía decir, explicarse ¿Pero cómo si no lo comprendía?

-Dime.

No hubo insultos. Ya no gritoneaba ni lanzaba golpes. Esperaba su voz.

-Mañana mismo me encargaré de quien te hace esto.

No era lo que debía decir.

Ambos lo supieron,  ahora se acomodó en su pecho pero lo sintió pesado.

-Buenas noches, Shizu.

Sin terminación, dio las buenas noches.

Chan y silencio ¿A dónde se fue eso? Se cuestionó mientras amanecía del último y séptimo día.

 

Pasado el medio día salieron a la calle, permanecían con cinco metros de diferencia, uno fumando y el otro caminando lentamente, trastabillando pero orgulloso.

El rubio terminó por enojarse.

-¡Deja que te cargue de una maldita vez!

-No quiero que me toques.

-¡Solo vas como un imbécil!

-Si quieres manosearme solo dilo—no era eso, era la indiferencia mutua. Eran palabras ya no de burla, de odio divertido, sino que querían lastimarse profundamente.

-No me interesas.

La motociclista negra paso sin notarlos.

-Ya casi llegamos—profirió Izaya.

-¿A dónde?

-Voy por el dinero que te debo y puedes irte.

Entraron a un almacén, era en realidad pequeño, lleno de cajas etiquetadas en inglés y un viejo sillón, de ese metió la mano el informante por una orilla y sacó un fajo de billetes americanos.

-Aquí tienes.

Aceptó el dinero.

Orihara le parecía el mismo. Olía igual. Sonreía igual de molesto que siempre.

Dio la vuelta sin decir nada.

El cielo aún estaba iluminado.

-Dije que terminaría con esa persona.

-Te he pagado, ya no es parte del contrato.

-Sí, pero aún es…

-Vete.

Se sorprendió con eso.

-Ya no quiero verte cerca. Me iré ¿No es lo que siempre quisiste? Dalo por hecho.

-¿Por qué hablas como una novia herida?—se quejó. Esa actitud no era común en el informante.

-No… no estoy actuando como dices… es solo que… jamás lo aceptarás—sonrió esta vez.

Heiwajima no entendió palabra.

-Solo vete—y como no lo hacía se marchó el otro, lento pero seguro.

Se quedó procesando qué era eso que intentó decir Orihara, analizando su misma forma de actuar, esa escena de pelear como novios. No se movió por pensar. Pensar demasiado. Cuando quiso alcanzar a Izaya este había sido subido a una camioneta sin que pudiera detenernos.

Corrió pero los perdió de vista, demasiadas camionetas iguales así que persiguió la más lejana, intentando ver dentro, escuchar a Izaya. No, de esa no venía el olor. Atrás de él. Se regresó y aunque estaba en mitad de la carretera se decidió a seguir tras una que salía a la autopista, tomar un poste y lanzarlo frente a ella.

Nunca se sintió tan fuera de control con su fuerza por lo que arrancó la puerta del piloto, sacó al conductor, ingreso a ella  y vio a ese niño de pelo negro llorando a grandes lágrimas, abrazando a su hermana mayor que aterrada creía que los secuestrarían junto con sus padres.

-¿Izaya?

Su fuerza se desvaneció como ese muchacho. Se equivocó. No lo protegió.

Se salió de la camioneta mientras pensaba que ya no era su asunto.

A cada paso por el cemento pudo recordar un paso en tierra y pasto, una sombra bajo un árbol, el humo del cigarrillo hipnotizando los ojos rojo-castaños del informante, las risas burlonas con comida en la boca, el olor impregnado en sus brazos de la chaqueta que le obligaba a cargar, esa sonrisa burlona dirigida a un cielo azul, finalmente el calor de su cuerpo en una habitación donde solo ellos dos importaron.

-¡IZAYA-KUN!—gritó enfurecido su nombre.

Lo encontraría y diría lo que no dijo: Te quiero proteger.

 

Un amigo de un amigo dice que conoce al motociclista negro.

¿De verdad? D:

Dicen que es mujer.

Mentira

Puede ser ¿Por qué no?

¡Ojala sea una mujer! XD

Hablando de otra cosa: ¿han escuchado el rumor de que se vio a Izaya y Shizuo juntos?

¿Juntos? ¿Cómo novios?

¡Ahhh! 0///0 ¿de verdad?

Tranquila.

Sí, alguien me dijo…

-Ryuugamine—escuchó a sus espaldas una voz furiosa—Dámelo.

-¡Shizuo-san! ¡¿Cómo entraste aquí?!

No respondió, suficiente fue perder un par de horas preguntando por el lugar donde este vivía y ahora contestar que abrió con trucos la puerta por si tenían secuestrado a Izaya y rescatarlo con inteligencia, en lugar de eso fue a encontrar un pequeño lugar, sucio y con un chico sentado frente su computador chateando. Igual juraba que la cabeza de todo era ese, el líder de los Dollars.

-¡Entrégamelo!

El chico retrocedió a gatas.

-¡No sé de qué me hablas!

Se marcó una vena en su frente y otras en el cuello.

-¡De verdad que no lo sé!—gritó el muchacho, intentando huir lo más lejos posible de él.

-Fuiste tú—ya había hecho un análisis.

Pañuelos amarillos (Líder: Kida): Descartado. Les ayudaron a huir y salvaron a Izaya.

Cuadros azules (la banda de Kadota): Igualmente les ayudaron.

Celty y Shinra: Lo curaron.

La mafia: Algo muy pobre como para causarle problemas Izaya. Además amenazó a los suficientes como para ya haber obtenido información.

Algún civil ofendido: por favor, nadie se metería con Izaya o con él.

Los Dollars: Mikado al frente les envió a ese lugar y era el único que lo sabía. Lo tenía. Quería a Orihara de vuelta.

-Diles que me lo den de vuelta—amenazó reduciendo las distancia. Presentía que está vez mataría a alguien.

-¡Te digo que no he sido yo! ¡Si fueron los Dollars puedo ser cualquier sub-grupo!

No le pareció suficiente esa respuesta y lo notó. Mikado, con terror en todo su cuerpo,  no le quedó de otra más que intentar ayudar.

-Te ayudaré. Déjame investigar.

No quería dejarle mover pero si decía la verdad, si nada tenía que ver, quien mejor que ese niño para obtener la información.

Espero por 10 minutos donde ningún cigarrillo llegaba  a la mitad, simplemente lo terminaba aplastando con la planta del zapato.

¿Dónde y qué le hacían a Izaya? Tenía tanto enojo de ambas.

-Shizuo-san, tienen un mensaje para usted—indico un asustado Ryuugamine.

El rubio se acercó a leer los mensajes.

No he visto nada pero estaré atento.

Hay demasiadas camionetas de esas ¿Las matriculas?

Bestia, si quieres a Izaya de vuelta danos el dinero y cuando acabemos de violarlo te lo devolvemos. Detrás del bar T.

Mi vecino tiene…

-Gracias—pronunció, saliendo de esa habitación, directo al almacén, sacando más dinero del que parecía tendría, tirando hojas y libros de una caja para guardarlo ahí. Su mente estaba en shock, incapaz de imaginarse obteniendo al informante destrozado, no por fuera, el mismo lo golpeaba, sino por dentro. Si ser tomado lo hería en la mente, en el orgullo y en corazón jamás podría perdonárselo.

Sus pasos dejaron de ser lentos hasta convertirse en una carrera. No jadeaba porque presentía que si abría la boca le saldría un grito de desesperación y sólo quería pensar claramente para recuperarlo tal cual… tal cual lo tuvo en el viaje a una isla calma. Suyo, sólo suyo.

Entró al bar donde alguna vez trabajo y no encontró a nadie, pasó a la cocina, golpeando con la puerta a un tipo, donde de frente se le colocaron una gran cantidad de hombres. No hubo ruido en la pelea, sus oídos zumbaban, las piernas les temblaban, los ojos los sentía con lágrimas de impotencia cuando no lo vio ahí. Siguió a la parte trasera, abriendo tan fuerte que se llevó la puerta.

Mucha más gente lo rodeaba pero ni rastro del muchacho. Sin verlo su ira se calmaba pero su mente enloquecía.

-¡IZAYA!—gritó en un exceso de terror—¡Entréguenme a Izaya!

Un sujeto demasiado alto, con traje negro y un casco río. Moviendo la cabeza negativamente. Detrás Izaya estaba inconsciente y vestido solo con una camisa.

-Izaya…—suspiró como si su peor miedo se hubiera cumplido y no era así. Cuando aquel enorme hombre puso sus dedos índice y medio juntos y con ellos hizo una línea horizontal sobre su propio cuello, volvió a mirar en cámara lenta el cuerpo inerte del informante. Dormía muy plácidamente.

Buenas noches. Se repitió.

Todos sonreían y estaba a punto de llorar. Se sintió un niño, uno débil, uno normal. Se sintió uno.

El hombre hizo una seña y volvieron con el dinero. Empezaron a marcharse. El rubio no podía moverse sin pensar que se quebraría.

Gritó con todo su cuerpo. Luego dio tres pasos y cedió al piso.

-Que-quería… protegerte—dijo sinceramente, aun sea lo diría, mientras tuviera voz—Te quise ese día… aun te quiero—se arrodilló ante ese muchacho—Te quiero, Izaya.

Te quiero, te amo, te necesito, vuelve a mí, mírame, búrlate, hazme enojarme, ódiame, quiéreme. Tantas palabras sin ojos color fuego. Solo una “Bestia”, le serían suficientes aunque viviera un millón y medio de años.

-Tranquila, bestia—indico el informante, acariciándole el cabello—Tranquilo. Si no fueras tan necio y estúpido no estarías llorando. No quise hacerte llorar. Sabes, muchas bestias no pueden llorar.

Notas finales:

Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).