Navidades.
Definitivamente costaba sacarle galeones al viejo.
Era el último día presente de los alumnos en Hogwarts antes de marcharse a sus casas. Arlette pasó toda la tarde intentando conseguir dinero para regalarle cosas a sus amigos o por lo menos a Remus y Sirius.
Pero no… el viejo le negaba o se desaparecía de su vista.
Ya desesperada fue al Despacho de Filch y saco algunos objetos confiscados de los muebles para poder transmutarlos y conseguir algo medianamente aceptable, un simple engañito ya que no tenía dinero… gracias “al bien mayor…”
Era el ultimo día y vaya que si le complicaría la vida a su queridísimo tío. Hechizo cada pasillo por el cual acababa de pasar, cualquier puerta. Encanto algunas armaduras para que cantasen desafinadamente y engañando a los cuadros les pidió cambiar de lugares por la tarde. Así los alumnos al mirarlos se confundía de pasillos y algunos hasta de pisos.
Envió cartas bromas a cualquier persona, amaba el hechizo que Sirius les puso para que se escuchara música.
Pero no siendo eso suficiente, encanto los techos para que algunos pasillos estuvieran nevados y con un encantamiento ilusorio hizo parecer uno como que estuviera siendo vía de transito de magma de un volcán.
La lava quería estudiar, obvio.
Horas más tarde se dio cuenta que le sobraron algunos objetos confiscados, la mayoría -sospechaba ella- eran de los Merodeadores. Con el encantamiento de tiempo los hechizo y se alejo.
Aun falta algo.
Se dirigió a Hogsmeade y se encargo de volver a poner sobre las vías del tren, nieve y en algunas zonas solo hielo. Se demorarían ya que no podrían derretirlo, desaparecerlo y menos moverlo.
Ocupo el mismo hechizo que a principios de cuarto para molestar a un Ravenclaw que molestaron a su primo.
—¿Qué ocurre?— pregunto un alterado. SI, ALTERADO… Albus Dumbledore.
—No sabemos… las cosas se salieron de control— decía Flitwick corriendo para alcanzar al Director.
—Sera mejor ir a mi…— pero al ver la lava decidieron ir por otro camino.
—¿Quiénes lo hicieron?— hablo Horace —¿no serán?— pero Albus negó.
Sus estudiante serian bromistas pero esto era venganza, claramente.
—¡Albus, por aquí!— le grito Minerva.
Tuvieron que darse la vuelta por los terrenos cuando vieron como un objeto tapa el sol. Una gran sombra apareció de la nada. Todos miraron al cielo y vieron al calamar gigante con el agua de lago negro flotar a su alrededor, era extraño ver eso sobre sus cabezas.
—Creo que no hará ningún movimiento— dijo un alumno mirando la escena, tan absorto que hasta olvido que buscaba su baúl, el cual se alejaba por los terrenos con unos saltos, como si fuera rana o conejo.
—Pobrecito debe estar tan nervioso… chiquitito— escucharon a Hagrid, el semigigante venia a hablar con Albus para informarle del atraso del tren.
Tardaron horas en arreglar un poco el asunto. Algunos profesores se habían ido a Hogsmeade pero solo Flitwick pudo quitar el encantamiento ilusorio, uno bastante realista, estaba muy impresionado por eso.
Silvanus trato de controlar a algunas criaturas junto con Hagrid.
Albus controlo la situación en Hogwarts, aunque igual había cosas que les llevaría tiempo y no porque fuera difícil sino que los Profesores no tenían almas de bromistas y las soluciones eran demasiado simples para personas tan experimentadas y con años encima.
Los Merodeadores iban conversando tranquilamente entre ellos en su compartimiento en el vagón del tren de regreso a casa por vacaciones de navidad.
A todos les pareció extrañadísimo que Sirius estuviera de tan buen humor pero no por recordarle que iba con su familia, causarían que el ambiente alegre se esfumara.
En otra parte de Escocia los Profesores pasaban lista de los alumnos que se quedaban en Hogwarts.
En Londres otra persona buscaba habitación a nombre de Sirius Black.
Y en cabeza de puerco un hombre descansaba sin hacerse ningún problema, su hermano podría estar en problemas pero sí quiso ser Director debe afrontar las consecuencias de la persona -que para él era obvio- causo aquello y no hacer enojar a nadie.
Continuara...