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Buscando... por Cristabelle

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Notas del capitulo:

Alguien aún se acuerda de este fic? XP *se dejan oír los grillos* lo sé... tardé demasiado, lo siento TnT pero aunque tarde mil años en actualizar puedo decir con seguridad que este fic será concluido... y hablando del pasar del tiempo, hace ya tres años que sigo escribiendo esto....qué emoción! pero también quiero disculparme por todos lo errores que pueda tener este fic por ahí -w- en tres años no sé si he mantenido bien el ritmo de narración...

 

En una pequeña habitación de un motel ubicado en algún lugar desconocido del Multiverso se encontraba una misteriosa entidad de precioso plumaje dorado y ojos blancos con el deber de repartir profecías por medio de los sueños, comiendo un tazón de avena y ratones instantáneos, pensando en lo solitaria que podía ser su existencia a veces; sentado en el sillón frente a la televisión cambiando canales, saboreaba lo dulce de la avena mezclado con el gusto salado de los pedacitos de carne que se alternaba en cada cucharada que engullía, meditando acerca de cuán importante podía ser darle a alguien un vistazo de su futuro si este no podía hacer algo al respecto, puesto que el aviso se volvía una profecía inevitable, claro que esto no tenía por qué ser una regla, pero la mayoría de las veces sucedía como era predicho y por un momento se sintió atosigado de implicaciones morales relacionadas al destino y el libre albedrio y finalizo pensando: “Gajes del oficio.” Al fin y al cabo era un trabajo fenomenal, ¿cuántos seres podían decir que tenían la oportunidad de presenciar las maravillas y horrores que yacen en los sueños ajenos?

Y si al final siempre terminaba llegando a las mismas conclusiones ¿por qué aún después de tanto tiempo en aquel trabajo todavía se permitía pensar en esa clase de cuestiones?

“Lo que hace el ocio” reflexiono el ave dando un pesado suspiro.

De pronto un artefacto de cristal detrás de él se ilumino y con un sonido metálico acompañado de un haz de luz, se le notifico mediante un objeto parecido a una moneda dorada, que había un sueño que requería de su presencia.

Dejo el tazón sobre la televisión, cogió la pieza y se dirigió a la pared continua dónde abrió un panel de fondo nebuloso en el cual yacían desparramados pequeños recuadros de distintos colores que correspondían a todos los sueños que sucedían en tiempo real.

Comenzó a buscar con su típica expresión neutra, acercando de rato en rato el redondel a la pantalla en un intento de que algún recuadro reaccionara. Pronto una de esas casillas se iluminó con la cercanía de la moneda y con un ligero toque de esta, el encuadro se convirtió en una reducida ventana al sueño que usualmente permitía dar un pequeño vistazo a lo que sucedía ahí, pero en esta ocasión había alguna clase de barrera enturbiando la visión, pista que le ayudo a intuir quién era el soñador.

–¿Otra vez?– pregunto para sí.

Se apresuró a introducir el amuleto dorado por una aldabilla, gracias al cual la ventana se expandió permitiéndole pasar.

Sintiéndose observado transitó un pasillo lleno de asolador silencio, cubierto en tapiz rojo envejecido que se caía a jirones, dónde sus aleteos hacían eco conjugándose en un sonido que parecía querer desesperarlo; pronto el pasillo comenzó a convertirse en un corredor de paredes empedradas que se iban deteriorando, extendiéndose hacía el aparente protagonista del sueño.

Estaba en una fosa, con el agua hasta el pecho, con los brazos sujetos por hiedras espinosas que le provocaban innumerables heridas de las cuales fluía gran cantidad de sangre que se deslizaba por su piel bronceada para perderse en el agua oscura, que reflejaba sus ojos verdes afligidos por una gran tristeza.

Escucho un aleteo, levanto un poco la vista y aunque su cabello castaño estuviera sobre su rostro reconoció la silueta en medio de la opacidad.

Se miraron e intercambiaron algunas frases hasta que el prisionero notó que la presencia del Búho Cósmico comenzaba a molestar a su captor y pidió al visitante se retirara.

El ave se elevó encima de la escena y como siempre, se quedó a contemplar el final del sueño.

Una pesadilla recurrente, en la cual siempre había alguien a quién no se le veía el rostro, intentando salvar a alguna persona prisionera, dónde el desenlace se repetía debido a que el desconocido nunca llegaba a percatarse de que siempre estuvo siendo vigilado y que su intento era vano pues una cruel presencia se revelaba ascendiendo de entre el agua del pozo, transformándola en llamas verdes que lo atacaban, en tanto el cautivo se agitaba en su lugar llorando por la impotencia que le producía ver cómo la víctima se retorcía de dolor mientras las llamas lo consumían, sin poder hacer más que escuchar gritos de agonía volverse cada vez más hondos.

Sin embargo en esta ocasión hubo algo distinto, las hiedras que sostenían al rehén treparon por el resto de su cuerpo convirtiéndolo en una marioneta de gigantescas garras escamadas con las cuales fue obligado a destazar la cabeza del intruso antes de que diera su último respiro.

Aquella puesta en escena comenzó a difuminarse. La pesadilla acabó dejando a Búho arrepentido de haber comido antes de tomar esa encomienda e intentando pensar en positivo acerca del destino del soñador.

A pesar de que ya le había dicho algo al respecto a Prismo, no podía dar más advertencia a esa persona que su presencia en el sueño gracias a la confidencialidad profesional que debía cumplir. Otro de los gajes del oficio.

***

Dormía a lado del portal, mascullando algunas extrañas palabras mientras se movía incómodo, con Finn a distancia suficiente como para no escuchar esa demostración de somniloquia que acabo en un grito que decía: “¡Cambia de lugar las letras!”

Sintiendo las grietas que recorrían su cuerpo arder más de lo habitual y sus alas pesarle, se levantó tambaleante y luego de percibir un horrible sabor azufre llenar su boca, comenzó a vomitar borbotones de un viscoso líquido.

Luego de un baño forzado, Finn volvió a encontrar la calma, ya vestido y esperando a que Lei despertará se puso a dibujar garabatos en el sílice blanco procurando alejar los pensamientos confusos, pero dejo de hacerlo en cuanto escucho a Lei gritar y quedo estático al ver lo que le sucedía. Saliendo de su asombro corrió en su ayuda, pero el centinela le dio a entender con un movimiento brusco de su brazo que no lo quería cerca en ese momento.

Finn entendía lo testarudo que Lei podía ser, igual que él siempre que se encontraba en mal estado y se ensimismaba pensando que podía arreglárselas solo, sin fijarse en lo riesgosa que podía ser la situación si no recibía ayuda, igual que cuando fue lastimado por los animales enfurecidos, pero la diferencia entre aquello que había sucedido hace unas horas, dónde el centinela insistió en acercarse para curar sus heridas y lo que sucedía en esos instantes en los cuales el aventurero se resignó a guardar distancia, residía en que Finn no contaba con nada útil para para serle de ayuda a Lei, era un simple humano que no contaba con poderes de curación como el susodicho y aunque se esforzará en revisar su mochila verde, sabía que no había traído en esa ocasión ninguna clase de medicina consigo, apenas un teléfono móvil que no contaba con señal alguna, así que lo mejor que podía hacer era no estorbar a Lei que no entendía cómo podía estar pasando algo que suponía sólo le sucedía cuando dejaba de estar en contacto con el zafiro. Por un momento creyó que la joya se había deslizado del bolsillo de su pantalón mientras dormía, pero al palpar al costado de su pierna, comprobó que la joya seguía ahí.

“Lo único que has hecho todo este tiempo al conservar esos fragmentos de la Cadena de zafiro es ampliar tú agonía. ¿Aún no entiendes que su poder te fue conferido de forma incompleta? En dos piezas que no supiste cuidar bien, mismas que jamás fueron capaces de contener la fuerza oscura del fragmento fucsia que yace encajado en tu pecho, como antaño era capaz con otras entidades malignas, retrasando apenas el deterioro que ese cristal provoca en tu cuerpo y mente, a causa de que te niegas a aceptar su oscuro poder.

Tienes tanto poder a tu alcance, abriéndote posibilidades infinitas y lo único que haces es aferrarte a un amor platónico. ¡Patético! pero ya no importa, falta poco para que ya no quede nada de ti.”

Consciente de que el deterioro del cuerpo de Lei estaba un tanto ligado a sus nocivos pensamientos, él sabía bien en qué momentos su intervención podía ser más dolorosa.

Desmoronar poco a poco una mente, no tenía tanto sentido como la destrucción en masa, pero no podía negar que sentía una especial satisfacción en quitarle las ganas de vivir a Lei, que al acabar de vomitar, se dirigió con lentitud al oasis negro donde Finn había estado con anterioridad.

El aventurero espero que el centinela se aseara y bebiera la suficiente cantidad de agua como para quitarse el sabor amargo de la boca antes de intentar saber algo de lo que acababa de suceder.

–¿Me dirás qué paso?

–Cuando fuimos a esa selva vi unas vallas muy apetitosas y aunque mi cuerpo no tiene una necesidad imprescindible de alimento… quise probarlas. Fue mi error.

–¿En serio?

Lei asintió, pero Finn no le creyó.

–¿Y qué hay de eso que gritaste antes de despertar?

–¿Qué?

–Algo respecto a unas letras.

–Seguro fue tu impresión– dijo pasando las manos por su rostro intentando disimular su turbación para después sacar de entre sus ropas alguna clase de aparato de comunicación con intenciones de llamar a Prismo, pero desistió y con un ligero gesto pidió a Finn que lo siguiera hacía el portal, pero antes de que lo traspasara, el chico lo tomó con fuerza de la muñeca consiguiendo que se miraran fijamente.

–¿Estarás bien?

–Sí– afirmo mirándolo triste.

Con esas palabras salieron del desierto blanco en silencio, sin poner la suficiente atención a las siguientes puertas por las que ingresaron o a sus extrañas características.

Ciertas puertas sólo eran un marco vacío y algunas parecían ser un marco vacío, pero se podían atravesar y los transportaban no muy lejos de dónde estuvieron unos segundos antes y gracias a que el número de cada puerta estaba tallado en su plafón, se dieron cuenta que si entraban por la puerta número doce del lado norte, salían por la número cincuenta y seis del lado suroeste, igual que la séptima puerta de la derecha llevaba a la número ciento ocho de la izquierda y que la puerta número setenta y tres te dirigía a una puerta sin número, entre otras.

Más tarde se encontraron con cierto impedimento, la certeza de haber ingresado por determinadas puertas, pero de haber vuelto sin recuerdos.

Y se chocaron con una puerta de concreto, que en vez de abrirse se rompió. El derrumbe los sorprendió y se introdujeron con una ligera diferencia de tiempo.

Por fortuna la caída no le provoco ningún daño, pero se dio cuenta de que no estaba con Lei y lo busco. Corrió frenético llamándolo sin resultado alguno, perdió rápido el aliento, se detuvo y apreció el panorama que le resultaban familiar gracias a las “Cintas malvadas, con malvados secretos” del Rey Helado.

Edificios altos, calles asfaltadas y nieve cayendo.

Volvió a apresurar el paso intentando conservar el poco calor corporal que le quedaba y conforme avanzaba, el entorno iba tomando un tinte más deprimente.

Camino por una calle llena de casas y apartamentos aparentemente abandonados que lo traslado a un sector de construcciones descuidadas con ventanas rotas y puertas entablilladas, para después llegar a una zona llena de escombros y edificios destruidos que exponían vestigios de explosiones y balazos. En el pavimento destrozado yacían casquillos de grueso calibre desparramados junto automóviles calcinados, debajo de los cuales se observaban marcas negruzcas similares a cadenas, resultado del transitar de tanques. Ahí sintió un olor metálico, mezcla de sangre y pólvora.

Por el momento, la batalla había pasado y el putrefacto aroma de la muerte se asomó. La  guerra no suele dejar tiempo para sutilezas como los entierros.

Una gran tristeza le invadió, pudo ver más humanos, pero en la peor situación imaginable.

No quería creerlo, ya no soportaba verlo. Tanta catástrofe y sufrimiento eran imposible de asimilar, de sólo imaginar lo que había ocurrido ahí, sentía ganas de llorar y gritar hasta quedarse sin fuerzas. Sintió que se le revolvía el estómago y un humo oscuro salió de su ombligo, riendo y burlándose de él.

–¡Lo suponía! No eres capaz de confrontar la terrible verdad acerca de los tuyos. Mira a tu alrededor y a tus hermanos de especie, ¿en verdad crees que estas hecho para ser un héroe? ¡Sólo sirves para temer!

–¡Cállate Miedo!

–Acéptalo, temes cometer los mismos errores de tus antepasados, pero es inevitable, está en tu ADN. Si esa selva putrefacta no fue prueba suficiente para ti, deberías echarle otro vistazo a este lugar.

–Es cierto que cometieron errores, pero yo soy yo y no pienso detenerme en el pasado.

–No estás seguro.

–¡Oh! Creo que escucho zumbar a una mosca, bueno, lo ignoraré.

–Yo no soy una mosca.

–Ahora ¿qué camino debería tomar?

Miedo gruño molesto.

–¿Será por aquí?

–¡Préstame atención cuando hablo!

–Préstame atención cuando hablo.

–¿Qué pretendes ahora?

–¿Qué pretendes ahora?

–¡Deja de copiarme!

–Deja de copiarme.

Carraspeo molesto, mientras Finn sonreía ligeramente.

–Soy un estúpido– dijo como último recurso.

–Eres un estúpido– respondió Finn.

–Esto no ha acabado– expreso haciéndole un gesto obsceno mientras nuevamente era obligado a recluirse en el interior del aventurero, hasta una próxima ocasión.

Entonces la expresión de su rostro cambio y las ganas de llorar surgieron acompañadas de cierta inquietud, ¿era su impresión o algo le sucedía a los portales?

De entre las decenas de portales que visitaron, casi cientos, esta era el segundo que lo trasladaba al pasado y a un lugar que le traía dudas acerca de si mismo. Salió de esa pútrida selva sintiendo una honda culpa y estar en esa ciudad asolada por la guerra le hacía temer acerca de la naturaleza humana.

Y mientras se perdía en sus pensamientos alguien paso corriendo a su lado.

Ella detuvo su ida por el extraño aspecto de Finn y la espada que cargaba, pero sobre todo porque era un menor.

–¿Qué haces aquí? ¿Y tus padres?

–Me perdí… – dijo inquieto, fijándose en que la chica era humana igual que él.

A lo lejos un sonido penetrante y pesado se escuchaba, sonaba a maquinaría acompañada de voces marcando el paso, cada vez se escuchaba más cerca.

–Imprudente. Ya debías haber sido evacuado ¿o es que los rumores son ciertos y los caminos están cerrados? No importa… vendrás con nosotros.

–¿Quienes?

Sin titubear lo tomo del brazo y juntos se dirigieron hacía lo que parecía un callejón, pero en realidad era un ruta de escape camuflada, donde había un camión y varias personas cargando algunas cosas. Se les veía muy angustiados, pero habían conseguido permanecer a salvo, lo cual consiguió alegrar un poco a Finn.

–¿Qué está sucediendo aquí?

–Déjate de bromas. Siguen intentando ocupar nuestra ciudad, la resistencia consiguió alejarlos, pero si no llegan más refuerzos… ni siquiera pudimos sepultar a todos nuestros muertos– menciono la muchacha.

–Agradezco su ayuda, pero debo irme.

Intento marcharse, pero ella no lo permitió.

–Apresúrense– exigió el conductor preocupado, moción que fue apoyada por las personas que ya estaban dentro del vehículo y se escondían entre el cargamento.

–Lo que debes hacer es acompañarnos.

–Pero tengo que encontrar a alguien.

Insistió en subirlo al camión y él siguió negándose, entonces la gente comenzó a quejarse y el conductor grito:

–¡Irina, déjate de cursilerías!

–No quiero dejarlo, se le parece tanto– susurró esto último.

 –Haga lo que le dicen, estaré bien– intervino Finn.

–Si no nos vamos ahora, no podremos burlar la seguridad y podríamos acabar en el fuego cruzado– expreso preocupado el conductor.

–Muchos otros siguen aquí, encontrará refugio– dijo uno de los pasajeros

–Debe tener una muy buena razón para desear quedarse– añadió alguien más

–Como si fueras la única que ha perdido a alguien– se atrevió a decir un tercero.

La muchacha lo miro indecisa.

–Váyase– profirió Finn con candidez. 

–Al menos deja que te dé algo de ropa, ¡éstas helado! Anoche hubo tormenta y está comenzando a nevar otra vez.

Busco entre sus cosas y le entrego una camisa beige, un grueso blazer gris, pantalones negros, botines café y una bufanda negra.

–Eran de mi hermano, a él ya no le sirven, pero son perfectas para ti –revelo tiernamente, decidida a liberar una parte de su pasado, regalándole lo único que conservaba de su querido Fredek que había muerto en batalla.

–Gracias.

–Escóndete bien, adiós– le dio un maternal beso en la frente y se subió al camión.

–Adiós…

Miro alejarse el vehículo con el corazón más encogido que antes, ¿Cuánto tiempo podrían sobrevivir esas personas si su destino ya estaba dicho? Era la Guerra de los Champiñones después de todo y así volvió a reflexionar en las paradojas de tiempo y si su conversación con esa chica cambiaría el futuro de alguna forma, pero no ya no tenía caso pensar en eso.

Respiro hondo y fue a esconderse a una calle contigua.

Se desvistió de inmediato; temblando de frio, se puso esas prendas de tela gruesa y áspera, para después guardar en su mochila la ropa sobrante, incluyendo su gorro de oso.

Levanto su espada proponiéndose acomodarla en su mochila y al hacer eso miro su reflejo en la hoja rojiza del arma, notando algo desagradable.

“¿Tanto tiempo paso?” pensó afligido.

La longitud que creció su cabello era la prueba del tiempo que había pasado lejos de su hogar.

Ubico la espada en la base de su nuca, tomó algunos mechones rubios que le llegaban hasta los hombros, deslizo el filo y los cortó. Repitió este proceso hasta que su pelo estuvo tan corto como cuando se fue de Ooo.

Nuevamente sintió un sonido de pasos, intento atisbar algo y consiguió ver a muchas personas uniformadas y con armas al hombro. Se resguardo a lado de un montículo de nieve mientras les escuchaba pasar, sintiendo que se acrecentaba el vacío en su estómago, un vacío remanente a su baúl mental.

Ese baúl metafísico en el que guardaba sus más profundos miedos y tristezas estaba más pesado que de costumbre.

Las tropas parecían alejarse y se dispuso a continuar su camino, pero en ese instante, una mano helada proveniente del montículo de nieve en el cual se había resguardado tomó su tobillo, por reflejo intento escapar pero sólo consiguió caer, dándose cuenta de que había alguien sepultado y comenzó a quitar la nieve lo más rápido que pudo.

Tenía piel cianótica, el cabello levemente gris que devenía en una melena con partidura a la mitad y puntas desordenadas. Vestía un traje café plomizo, camisa crema y corbata de moño roja.

–¿Se encuentra bien?– pregunto Finn atónito.

–Betty… debo encontrar a Betty– susurró con gran dolor.

El hombre se puso a buscar entre la nieve algo de suma importancia. Luego de recobrar su corona intentó ponerse de pie. Quiso dar un par de pasos y estuvo por caer, pero Finn lo sostuvo en el momento correcto.

–¿Dónde podrá estar mí princesa? Debo seguir buscando. La nieve y la ventisca me guiarán– dijo separándose de Finn.

Tenía que seguir buscando a Lei, pero no quería dejar solo a aquel pobre sujeto, aunque supiera que estaba destinado a sobrevivir.

Indeciso retrocedió unos pasos y entonces unas manos lo tomaron de los hombros, Finn y volteó dando un puñetazo que fue detenido con facilidad.

–Buen revés– dijo esbozando una sonrisa.

–Buenos reflejos Lei– respondió Finn.

–Por un momento no te reconocí ¿de dónde sacaste esa ropa? Te queda grande– pregunto Lei palpando delicadamente la solapa del blazer.

–Es una historia que no acabe de entender– alego un poco triste.

–Y tu cabello… ¿no estaba más largo?

–Pensé que se veía mejor así.

Esa respuesta no convenció a Lei que se disponía a seguir interrogando al aventurero que se zafo de la situación apresurándose en asistir al hombre que había vuelto a caer y se encontraba arrastrándose por el suelo.

–¿Quién es?

–Supongo que él podrá decírnoslo en cuanto recobre la consciencia.

–¿Y qué pretendes? ¿Que lo llevemos a un lugar seguro a costa de nuestra seguridad, sin saber siquiera en dónde o cuándo estamos?

–Algo así.

–No tiene caso, el tipo parece moribundo, hay que irnos.

–Te demostraré que no.

Finn se acercó al hombre y lo ayudo a sentarse.

–¡Reacciona!– dijo dándole ligeros golpecitos en ambas mejillas.

Al cabo de unos segundos, el hombre comenzó a entrar en sí, miro hacía todos lados y luego en dirección a sus manos que aún sujetaban una corona dorada engarzada con tres rubís, entonces abrió los ojos desmesuradamente y lanzó el objeto lejos con una expresión de miedo.

–¿Dónde estoy? ¿Y quiénes son ustedes?– inquiero sujetando su cabeza por el dolor que le arremetía, intentando recordar lo sucedido, pero sólo venía a su mente el nombre de su amada desaparecida.

–Yo soy Finn y él es Lei. Un par de viajeros que te encontraron sepultado en la nieve. 

–Agradezco la ayuda, pero no era necesario, en verdad.

Era cierto, ese hombre estaba destinado a sobrevivir y su intervención podría estar cambiando el futuro para mal, pero la curiosidad de conocer al hombre valiente y amable que Marceline les había descrito a él y a su hermano pudo más.

–Es que… – intento alegar el aventurero, pero lo interrumpieron una serie de balazos y bramidos que por alguna razón inquietaron de sobremanera a Lei.

“No consigo recordar cuanto tiempo estuve inconsciente. Los conflictos no pudieron haber empeorado tanto en tan poco tiempo… ¿o si?” Pensó el hombre que comenzó a recordar su ubicación y los alrededores.

–Conozco un lugar seguro, síganme.

–¿Quién dice que vamos a seguirte?– pronunció Lei, intentando ocultar su desosiego con petulancia.

–Les conviene hacerlo si no quieren que esas tropas los encuentren– respondió el hombre con firmeza.

–Yo podría acabar con ellos, ¿verdad Finn? –le murmuro mirándolo con una sonrisa casi sádica, pero cambió de idea– ¡es broma! Sé mejor que nadie lo inadecuado que sería intervenir al otro lado de un portal desconocido, aunque a veces pueda ser inevitable.

Finn guardo silencio recordando lo que Lei le hizo a sus últimos contendientes, ignorando que algo similar había ocurrido mucho antes en el planeta de los Blanditos

–¿Vendrán?– decidió preguntar el hombre por última vez.

Ninguno se negó, dando a entender su disposición y antes de abandonar el lugar, el hombre se dirigió vacilante a la corona y la recogió con disgusto.

Caminaron hasta que empezó a oscurecer, en silencio y con sigilo, conscientes de que no muy lejos de ahí se desarrollaba una terrible conflagración. De rato en rato el hombre se tambaleaba mostrándose muy cansado o confundido con su entorno, Lei por su parte reía en voz baja o suspiraba afligido sin razón aparente y Finn sólo observaba.

Así llegaron a las afueras de la ciudad, a una casa de porte antiguo, pero de ventanas entablilladas, bastante alejada del peligro.

El hombre camino hacía un tapete que estaba cerca a la puerta y decía “Bienvenida” se agacho y levantándolo, saco de ese escondite una copia de su llave que había perdido al desmayarse antes de ser sepultado por la nieve.

–Siempre supe que esto sería útil algún día– menciono con un suspiro al abrir la puerta. Paso el umbral, e invito al par de viajeros a ingresar con un gesto amable.

–Disculpen si está algo oscuro, hace tiempo que esta ciudad ya no cuenta de agua o luz; en seguida iré por un quinqué.

Luego de guardar su corona, encendió un candil que tenía guardado por ahí, permitiendo apreciar el lugar con más detalle.

–¡Algebraico!– exclamó Finn mirando cada cosa con una gran emoción y caminando de un lado a otro.

Nunca antes había entrado a la casa de un humano; colores sobrios por doquier, muebles simples y cierto aroma añejo, pero agradable.

–Ya no se hacen casas como estas, con verdadero calor de hogar– hablo el hombre, intentando mantenerse en pie y mostrar una sonrisa a ese chico que con su entusiasmo, de alguna forma lo hacía sentirse mejor.

Ya habían llegado a la sala, pero Lei en cambio, no avanzó más allá  del vestíbulo.

La palabra “Guerra” lo había tenido inquieto desde que llegaron a ese lugar, pero la manera en la que esa palabra lo angustiaba, no se comparaba a lo que sentía al pensar en la palabra “Hogar”.

–Puede que no deba entrometerme, pero creo que le sucede algo a tu amigo– indico el hombre.

Volteó extrañado y camino hacía Lei que tenía la mirada en el suelo y con su mano derecha tomó su mentón levantándole suavemente el rostro.

–¿Estás bien?

Aunque estar en ese lugar le trajera sensaciones desagradables que contribuían a que su estado empeorase, estaba dispuesto a resistir por Finn y pensando en eso, asintió trasladando la mano del aventurero a sus labios y antes de que pudiera besarla, se escuchó un sonido extraño viniendo de la cocina.

Tan sólo era su anfitrión, que no se encontraba totalmente recuperado y en un descuido por alcanzar un frasco que estaba encima de la alacena, sólo consiguió que cayeran varios platos de la misma.

–¿Qué? Sólo preparó algo de café.

Finn reía mientras Lei intentaba guardar su furia por haber sido interrumpido en un momento importante por una estupidez.

Lei recogió los pedazos de porcelana y Finn llevo el quinqué a la mesa, en tanto el hombre sacaba agua de un bidón que estaba en un estante inferior, la puso en una tetera y activo una garrafa de gas, tomó una caja con cerillos y prendió la hornilla poniendo a hervir el agua, para después sacar unas tazas de la alacena, momento en que señaló a Finn y Lei una mesa circular con cuatro sillas en medio de la cocina.

–No me hagan quedar como un mal anfitrión, siéntense.

–Un buen anfitrión ya nos habría dicho su nombre– mencionó el centinela tajante, procurando sentarse muy cerca de Finn.

–Un nombre puede ser un poderoso recuerdo, capaz de revolver nuestras más profundas emociones, algo que puede impulsarnos a continuar o hundirnos dependiendo del significado que tiene para uno y a quién pertenece. Aún si un nombre es imperativo para ayudarnos a formar nuestra identidad, este no nos define más de lo que nos definen nuestras acciones.

–¿Y tu nombre es…?– pregunto Lei ignorando esas sabias palabras.

–Simon Petrikov.

El centinela se encogió de hombros observando que Finn reaccionaba de una forma muy especial al escuchar el nombre del tal Simon.

Pronto la tetera comenzó a silbar rompiendo el silencio que se había formado hacía poco. El hombre vació una cantidad justa de agua en cada taza y agrego café en polvo junto a unas cucharillas de azúcar.

–Disculpen, sólo tengo café instantáneo– confesó Simon con una sonrisa incómoda al repartir las tazas humeantes.

El aventurero suspiro reconfortado luego de darle el primer sorbo a su café, Lei alternaba su recelosa mirada entre la bebida caliente que reposaba en sus manos y el hombre, que pronto comenzó a sentirse incómodo y quiso iniciar alguna clase de conversación.

–Confieso que soy alguien curioso y ustedes llamaron bastante mi atención. Soy un desconocido y no tengo derecho a hacerles preguntas, sobre todo porque yo mismo no estoy en condiciones de dar muchas respuestas, pero me agradaría saber algo más acerca de quienes me demostraron gentileza, algo inusual en tiempos de guerra.

También le extrañaba que estuvieran viajando en medio de tantos conflictos y no como si escaparan al igual que muchos de los habitantes de su ciudad, sino como buscando algo.

–Lo verdaderamente inusual aquí es que usted no haya escapado despavorido por mi aspecto– espeto Lei.

–¿Cómo podría? Por si no lo ha notado mi piel es azul –miró sus manos– una condición sin precedentes para mí  y una razón más para no abandonar esta ciudad a pesar de las circunstancias, además… –miro a Lei con escrutinio– su aspecto es realmente interesante.

El mencionado estuvo a punto de tomar el comentario a mal, cuando Finn intervino a tiempo.

–Es cierto ¡Lei es genial!– expresó tomándolo del brazo con algarabía consiguiendo que el aludido sonriera.

–Tanto como tu espada.

–¿También te gustan las espadas?– pregunto Finn.

–En realidad… tiene algo que ver con otra de las razones por las cuáles no he decidido irme.

–¿Puedo preguntar qué es?

–¿Por qué contarte cuando puedo mostrarte?

–¿En verdad?

–Sí… pero espero no te moleste que deba llevarte al sótano, no quiero que pienses que soy alguna clase de criminal raro– finalizo con una risa.

–Aún si lo fueras, podría vencerte fácilmente, ya lo he hecho ant…

Simon y Lei lo miraron extrañados, gesto que hizo notar a Finn la sandez que estuvo por decir. 

–Eh… ya he vencido a tipos malos antes…– fundamento rascándose la nuca y riendo, haciendo sonreír a Simon, que pensaba que el chico tenía mucha imaginación.

Algo nervioso Finn terminó su café de un sólo sorbo, Simon imito ese gesto y ambos se levantaron de la mesa casi al mismo tiempo mientras lei los miraba con aprensión.

–¿No vienes?

–Prefiero tomar mí café con calma.

–En ese caso… –Finn comenzó a buscar algo en su mochila verde y luego de unos segundos saco un  walkman de casette junto a unos audífonos– son de Jake, no creo que le moleste si te los presto un rato; así no te aburrirás mientras no estamos.

–Y permite que dejé unas velas para iluminar esta estancia– añadió Simon.

–Gracias– susurro Lei.

–Y… Simon ¿nos darías un momento?

–Claro, mientras tanto podré ordenar un poco y tener el lugar un poco más presentable. Por cierto Lei, siéntete cómo en casa –palabras que le hicieron preguntarse si él mismo algún día volvería a tener un hogar– casi se me olvida, la trampilla que conduce al sótano está escondida debajo de la alfombra de la sala de estar.

En cuanto Simon se retiró, Finn abrió la cubierta del reproductor y sacó una cajita blanca que yacía dentro y que tenía escrito en uno de sus costados: “20 awesome songs!!!” hizo girar uno de los rotores con su meñique para acomodar las cintas y luego volvió a introducir el casette, pero esta vez del lado “A”

Presiono el interruptor de encendido y le entrego el aparato a Lei que quito los audífonos y  jugueteando con los botones de control, seleccionó una canción que cambiaría las cosas para bien o mal.

Comenzó a sonar una melancólica mezcla de guitarra, bajo y batería que Finn reconoció en un parpadeo.

–Es un clásico un poco triste, pero me agrada.

–¿Cómo se llama?

–Creep.

Finn se sentó en la mesa y tal vez a causa de la melancólica luz de la vela que dejó Simon o la forma en que Lei lo miraba con su único ojo visible fue que decidió comenzar a cantar, dedicándole las primeras frases de la canción.

–When you were here before, couldn't look you in the eye –se reclino lo suficiente para apoyar su frente con la de Lei y dirigió su mano al pecho del centinela recordando el cristal fucsia que yacía encajado ahí y las múltiples grietas sangrantes que le cubrían el cuerpo y no sanaban– you're just like an angel. Your skin makes me cry…

La voz de Finn se quebró un poco y no pudo seguir cantando, cuando de forma oportuna se escuchó a alguien decir “¡auch!” desde otra parte de la casa.

–Debe ser Simon, mejor voy a ver, vuelvo luego…

Se sentía bastante estúpido, se había puesto sentimental en tan sólo un instante y sabía que irse de esa forma no era amable, pero aún se sentía triste y molesto por no saber más de Lei, por no entenderlo y cantar esos versos se lo recordó, a pesar de que era consciente de que todo lo que necesitaba saber siempre se le revelaba en el momento justo, quería saber ya, pensando que tal vez en esa información podría residir la causa de sus cambios de ánimo, crueldad y melancolía. Sin mencionar el porqué de esas heridas en su cuerpo y lo enfermo que se había puesto esa jornada. Ese mismo instante fue muy dulce para Lei, sentirlo tan cerca fue como un pedazo de cielo; ansiaba que Finn cantara para él un poco más, pero no pudo decir algo, dejándolo retirarse mientras la canción seguía sonando y le daba el primer trago a su café.

En cuanto la canción acabó, Lei se encargó de revertir la lista de reproducción para volver a escuchar la tonada.

No pudo dejar de oír esa balada, la volvía a reproducir una y otra vez, incluso comenzó a cantar. La  letra lo hacía sentir identificado, transmitiéndole un sentimiento que pesaba en su interior, incitando a que él lo hiriera con reflexiones deprimentes y bastante obvias. Sólo le quedo seguir cantando para intentar ignorarlo.

–I wish I was special. You're so fucking special –tragó saliva y se cubrió el rostro con las manos– But I'm a creep, I'm a weirdo, what the hell am I doing here? I don't belong here.

“¿Verdad que él es especial? No cómo tú, que eres un adefesio que se pudre de a poco, uno que hace muchos siglos debió morir y por ello no pertenece a la nueva realidad en la que despertó.”

Exhalo y quito las manos de su rostro, bajo la mirada y vio su reflejo en la bebida que ya estaba casi fría. Pasó mucho tiempo desde la última vez que se vio a si mismo porque detestaba en lo que se había convertido; de sólo pensar en todas las grietas que se difundían por su cuerpo, esas alas pendencieras que sólo estaban con él por interés o las horribles garras escamadas en las que sus manos podían convertirse, sentía escalofríos. Ni siquiera podía mostrar su rostro completo a causa del ojo garante de Odalis, pero a regañadientes era muy consciente que sin la transición por la cual fue obligado a pasar, no seguiría con vida, pero eso mismo era lo que lo condenaba. Su cuerpo no estaba resistiendo el poder del cristal fucsia, como una vasija con demasiado contenido, agrietándose, pronta a romperse.

“A pesar de ser tan defectuoso encontraste alguien extraordinario y deseas permanecer a su lado, pero no te queda mucho tiempo, por lo que al menos quisieras compartir algo excepcional y único con él… ¿quizá un vistazo a su alma mientras posees su cuerpo entre caricias profanas? ¿U observar su más hermoso rostro de agonía mientras lo descuartizas?”

Lei canto con duda los versos que siguieron, sintiéndose terriblemente culpable por los pensamientos que ocupaban su mente.

–I don't care if it hurts, I want to have control, I want a perfect body, I want a perfect soul. I want you to notice, when I'm not around…

Una lágrima solitaria corrió por su mejilla izquierda.

“El camino que te condujo a cumplir el anhelo de conocerlo fue muy extraño. Tal vez jamás debiste haberte incluido en la vida de Finn. ¿Podrías ser algo perpetuo en la vida de un héroe que vive en un mundo extraordinario y lleno de aventuras, rodeado de personas y recuerdos importantes? Piénsalo, ante eso eres muy poco. Incluso ahora, ¿viste cómo te dejo y se fue con ese extraño? Y tú odias la soledad.”

–You're so fucking special, I wish I was special, but I'm a creep, I'm a weirdo, what the hell am I doing here? I don't belong here.

Entre lágrima y lágrima, concentrándose en el dolor de las llagas en su cuerpo y en los pensamientos dañinos, siguió cantando con suavidad, de tal forma que no se escuchará lo triste y solo que se sentía hasta el sótano, dónde Finn y Simon se encontraban admirando toda clase de objetos interesantes y asombrosos, guardados cuidadosamente en muchísimas cajas que desenvolvían de a poco.

Armaduras de la era Meiji y la Edad Media, máscaras tribales, vasijas de cerámica con antiguos y misteriosos grabados, estatuillas zoomorfas pertenecientes a antiguos rituales paganos, herramientas hechas en hueso del Paleolítico superior, distintos objetos bélicos de la Edad de Hierro y la lista seguía.

–¿Cómo conseguiste todas estas cosas?– menciono mirando con atención una cota de malla que acababa de sacar de un cajón.

–Gran parte de esto antes estaba en exposición… pero cuando comenzó la guerra tuve que esconderlo. Muchos de estas antigüedades las traje del museo antes de que comenzaran los saqueos, otras pertenecen a mis viajes y unos más son objetos de estudio. Son arte, historia, un legado y las generaciones futuras merecen verlo y no podía hacer menos que resguardar esto del pillaje y la destrucción.

–Legado… –desenfundó el arma rojiza pensando en su papá Joshua.

–Veo que esa espada significa mucho para ti

–Fue un regalo de mí padre.

–Entonces no podría darte un mejor ejemplo de lo importante que es un legado –mencionó con una sonrisa y examino el objeto con la mirada– esa espada no se parece a nada que haya visto antes; no consigo reconocer el material que le constituye, tiene tantas mezclas de estilos y épocas en su diseño… y…

–Y no creerás lo ligera qué es– expreso al pasarle la espada mediante un ágil movimiento.

Simon por un momento creyó que se cortaría antes de atrapar correctamente el artefacto, pero pudo tomarlo adecuadamente.

–Eres afortunado –acaricio la hoja– el hecho de que la heredaras, me recuerda viejas tradiciones nórdicas.

Finn no entendía que significaba la palabra, pero supuso que pertenecía a cultura general saberlo, así que para evitar que sospechara de lo poco que sabía esa época procuro hacerse al entendido.

–De los antiguos pueblos nórdicos se cuentan grandes fabulas y leyendas, sus guerreros se caracterizaron por su bravura en batalla y su arte al forjar espadas. Ellos heredaban las espadas de padres a hijos como el más grande honor, permitiendo que la leyenda de su anterior poseedor se extendiera y adquiriera un nuevo cauce a través de las nuevas proezas de quien la adquiriera. Una espada podía tener un valor tan incalculable para una estirpe que incluso podía ocasionar trifulcas entre familiares, ser motivo de épicos duelos, y… –detuvo su discurso al ver que Finn se frotaba los ojos– ¿Sucede algo?

Aquellas palabras le hicieron recordar el asombroso calabozo que construyo su papá Joshua y todas las pruebas que tuvo que pasar para demostrar que era digno de la espada de la familia, conmoviéndolo casi hasta las lágrimas,

–Sólo tengo una basurita en mi ojo –le dio un amistoso codazo– ¡sabes mucho!

–La historia siempre me apasiono y desde muy joven quise ser anticuario, aspirando también a ser un gran arqueólogo y poder trabajar con antigüedades en uno de los mejores museos del mundo, descubriendo los grandes secretos que nos guarda el pasado y que podrían ser la llave para un mejor futuro… pero a este paso no habrá futuro…

–¡Lo hay!– comento Finn con energía poniendo una mano sobre el hombro de Simon  que intento sonreírle al respecto.

–¿Pero qué estoy diciendo? No estoy siendo una buena influencia.

–Sí lo eres, nunca pensé que aprender podría ser tan interesante.

El rostro de Simon pareció iluminarse.

–Me alegra que pienses así, hay tantos hechos curiosos en la historia y pequeños detalles que devinieron en grandes eventos. Por ejemplo… ¿sabías que un sándwich fue la causa de la Primera Guerra Mundial?

–¿En serio? No prepararé otro sándwich en mi vida– delibero Finn alarmado, casi temblando.

–Descuida, es más bien una expresión e incluso muchos historiadores discrepan en si realmente hubo un sándwich involucrado en el asunto, por lo cual se maneja el tema más como una teoría, además ya habían bastantes problemas antes de que aquel suceso ocurriera, pero déjame explicarte.

Busco una caja entre tantas y saco varios libros, tomó uno, lo ojeo rápidamente y mostro a Finn una ilustración de un hombre con un mostacho muy elegante.

–Él fue el archiduque Franz Ferdinand Karl Giuermo Anikò Strezpek Belschwitz Mòric Pinche Bálint Szilveszter Gömpi Maurice Bzoch János Frajkor Ludwig van Haverbeke Josef von Habsburg-Lothringen, heredero al trono austrohúngaro.

–Qué nombre más largo…– menciono Finn con cierto hastío.

–Se paciente –menciono revolviéndole el rubio cabello y continuo– su asesinato entre muchas otras causas provoco varios conflictos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial, la crisis económica de la Post-guerra, que fue una de las causas para el nacimiento del nazismo y fascismo que a su vez provoco La Segunda Guerra Mundial, El Holocausto, la detonación de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, La Guerra Fría y tantos más hechos lamentables… seguro sabes eso, lo enseñan en secundaria, pero lo que no suelen mencionar es que uno de los guerrilleros que tenía por objetivo asesinarlo, tuvo la oportunidad de hacerlo a pesar de que todo su plan principal había fallado, debido a que se detuvo a merendar un sándwich.

–¿Cómo?

–Todo sucedió en el Atentado de Sarajevo, cuando aquella capital fue visitada por el archiduque para asistir a la inauguración de un hospital, dando pie a un complot que estuvo siendo preparado durante bastante tiempo por parte de un grupo conocido como Joven Bosnia, que deseaba la emancipación de Bosnia para su posterior adhesión a Serbia junto con otros territorios, para formas un estado que se llamaría Gran Serbia.

Finn asintió atendiendo al relato con gran curiosidad, sentándose junto a Simon en el suelo polvoso para tener mayor comodidad.

–Conociendo la ruta que tomaría el archiduque en una comitiva formada por cuatro vehículos, siete de los miembros de este grupo tomaron posiciones estratégicas a lo largo de ese trayecto, esperando que al menos uno de ellos cumpliera su cometido.

Tomo otro libro, busco entre las páginas y se lo enseño a Finn marcando con el dedo un camino paralelo a la calle Franz Joseph y al rio Miljacka.

–Aquí el primer instigador de nombre Muhamed Mehmedbašić, no consiguió lanzar la bomba con la que contaba, tampoco su compañero Vaso Čubrilović que también poseía una bomba junto a una pistola, pero el siguiente terrorista, Nedeljko Čabrinović si alcanzo a lanzaruna granada, pero al no calcular correctamente el tiempo que tardaría en explotar, el artefacto estallo debajo del tercer auto que conformaba la comitiva y no en el segundo dónde se encontraba el archiduque, lo cual hirió a muchas personas, causando un disturbio que provoco que los demás autos de la comitiva abandonaran el lugar a una velocidad que no le permitió efectuar ningún ataque al resto de los conspiradores, entre los que se encontraba Gavrilo Princip, que decidieron dispersarse mientras Čabrinović intentabasuicidarse sin éxito y era apresado por las autoridades, luego de ser agredido por una multitud.

–Aunque se lo merecía… me parece triste.

–Y no acaba ahí. La comitiva llego al ayuntamiento de Sarajevo, donde se desenvolvió una bienvenida de forma tensa, luego de la cual el archiduque y su esposa decidieron ir a visitar a los heridos por el atentado, pero decidiendo tomar una ruta alterna que no incluyera pasar por el centro de la ciudad, ¡pero se les olvido decírselo al conductor al que justamente se le ocurrió ir por la avenida principal!

–Bastante tonto.

Simon suspiro dándole la razón al muchacho y continuó la narración.

–Para cuando se dieron cuenta fue bastante tarde y tuvieron que parar unos instantes frente a una cafetería llamada Moritz Schiller`s delicatessen, donde de casualidad se dice que Gavrilo Princip decidió detenerse a comer un sándwich. Era la oportunidad perfecta y aquel joven de apenas diecinueve años la tomo y surge la pregunta ¿cambió drásticamente el curso de muchos eventos o adelantó lo inevitable? Todo eso aún es un misterio.

–¡Wow!– vitoreo aplaudiendo quedamente.

–Tal vez no haya sido un sándwich el verdadero instigador de tanta tragedia, pero seguro entendiste que al punto que quiero llegar es a esa forma tan tragicómica en la cual se ha creado nuestra historia.

Finn le sonrió.

–Cuéntame más.

Y siguió relatándole sobre eventos históricos, biografías de grandes guerreros, tiranos, activistas, luchadores sociales, grandes pensadores, artistas y brillantes científicos, incluyendo a su amada Betty. Información que ayudo a Finn a disipar las dudas que había tenido recientemente acerca de su naturaleza humana que tenía tanta capacidad para el bien como el mal,  sin pensarlo mucho, aquella chica Irina, le resulto un muy buen ejemplo por la gentileza que le demostró.

Habían muchos detalles que no entendía, pero sabía que debía disimular y aprovechar al máximo esas irrepetibles enseñanzas, gracias a las cuales por primera vez podía hacerse una idea más firme de lo que alguna vez fue la raza de la que descendía, lo cual significaba mucho para aquel muchacho que era el último humano en Ooo. Incluso llego a la conclusión de que la Guerra de los Champiñones, era nada más y nada menos que la Tercera Guerra Mundial y que lo peor aún estaba por venir.

Simon le demostró que aprender podía ser divertido, al menos él conseguía que lo fuese, a pesar de que se veía cansado imprimía mucha emoción todo aquello que le contaba, muy al contrario de las lecciones de Dulce Princesa que la mayoría de las veces le provocaban sueño.

Y la conversación tomo un rumbo un tanto emocional.

–Pero mi trabajo no lo es todo, sé lo que es esencial y de ser necesario dejaría todo esto atrás... lo cual se volvió una opción viable desde que ella…

Pensar en ella, aunque fuera por un instante, siempre le hacía mal.

De pronto su semblante amable se desvaneció, junto con todo lo que le quedaba de fuerza y se desmayó sobre Finn que apenas pudo evitar su caída.

Por un momento no supo qué hacer ¿debía dejarlo ahí y traerle unas mantas? ¿Quedarse con él hasta que despertará? ¿Pedirle ayuda a Lei?

Había un largo tramo de escaleras a subir pero no se perturbo y decidió llevarlo a descansar a la sala de estar.

Se la paso un rato ideando la forma más adecuada para llevar a Simon escaleras arriba y se resignó a cargarlo en brazos.

Primero subió el quinqué y lo dejó a lado de la puerta de la trampilla para que iluminará las escaleras. Inhalo hondo, hizo tronar las articulaciones de sus nudillos, cuello e intento precalentar su musculatura, para después levantar a Simon que para su sorpresa no pesaba tanto como imaginaba, incluso podía decirse que estaba demasiado delgado y por un instante le pareció alguien muy frágil y sintió cierta ternura, porque en ese estado de inconsciencia su rostro reflejaba una gran desolación.

Por distraerse casi perdió el equilibrio y se apoyó en unas cajas pesadas que estaban tras de si, luego miro con decisión los escalones y dado que el frío cuerpo de Simon estaba comenzando a entumecer sus brazos, quiso subir todos los escalones de un sólo impulso.

Acabado el tramo, se encargó de acomodarlo en el sillón más amplio de la sala, entonces escucho que Simon comenzaba a decir muchas incoherencias, extraños balbuceos acerca de su amada desaparecida.

–Betty, al fin volviste– pronunció incorporándose un poco.

–Simon, no…

–¿por qué te fuiste? No imaginas lo solo que estuve sin ti… meramente acompañado por esas frías voces en mi cabeza.

Finn no estaba seguro de lo que debía hacer y tan sólo atino a mirarlo con tristeza.

–Te lo ruego, dime que nunca volverás a abandonarme ¡dímelo por favor!– pronunció trémulo, casi al borde de las lágrimas, para después abrazar a Finn con fuerza, de tal forma que cayó en el sillón con él.

–No te abandonaré– respondió para calmarlo, al tiempo que correspondía el abrazo, sabiendo que el pobre Simon alucinaba.

De un momento a otro Simon entro en si, se dio cuenta de que estaba abrazando a Finn y comenzó a llorar, últimamente sólo sentía frialdad y casi había olvidado como se sentía el calor de un abrazo, a causa de eso, a pesar de lo incorrecta que le parecía la situación no pudo soltar a Finn.

–Perdóname… estos últimos meses han sido tan duros… intento mantenerme cuerdo y conservar la esperanza, pero no sé cuánto tiempo más resistiré.

Se separó con cuidado de Simon, enjugo sus lágrimas y lo ayudo a recostarse nuevamente en el sillón.

–Todo saldrá bien, por ahora sólo debes descansar.

Y la calidez de Finn permitió a Simon entregarse a los brazos de Morfeo por primera vez en mucho tiempo.

–Así que por esto no querías irte– dijo Lei de pronto.

–¿Qué? No, ¡espera!

Pero  esas palabras no fueron escuchadas, Lei abandono aquella casa lo más rápido que pudo, sin expresión alguna, ocultando la inmensa rabia que albergaba por lo que acababa de presenciar, aún si aquello no fuera nada por lo cual perder los estribos y algo que se podía solucionar conversando.

“Ni siquiera hay más que una amistad entre nosotros, no tiene sentido molestarme” pretendía reflexionar Lei.

Pero por más que intentará recurrir a la lógica para apaciguar su ira, no encontraba la calma.

En medio de las calles oscuras, nevaba con fuerza y Lei sólo escuchaba el silbar del viento recio, mientras quien lo atormentaba daba rienda suelta a su amargo palabrerío.

“Si ahora sientes una gran distancia entre él y tú, imagina cómo será cuando encuentre el portal que lo llevará a su mundo.”

–Siempre supe que tendría que irse, pero al menos tuve la oportunidad de conocerlo y eso… me basta.

¡Mentira! ¿Por qué intentas fingir nobleza? Sabes lo que debes hacer, de otra forma Finn no podrá ser tuyo”   

–Quiero que sea feliz…

“¿Y tú no mereces ser feliz?”

–Esa no es la manera.

“Parece que no aprendiste nada de aquellas tres experiencias ¿Piensas permitir que se vaya de tu lado igual que Nathan? ¿Resignarte a que no queda mucho tiempo cómo con Esthella? ¿Por qué no tomar el  control de la misma forma que lo hizo Odalis?“

–Nathan no se fue, me lo arrebataron. Llegué tarde a la vida de Esthella y Odalis… me lastimó demasiado.

“Y así se ganó un lugar muy importante en tus recuerdos, sin mencionar que te permitió seguir existiendo.”

Lei sollozaba, sin diferenciar ya entre el dolor de sus heridas y el dolor en su corazón.

“Si duele es porque importa y si no puedes lidiar con el dolor, siempre puedes deshacerte de lo que lo provoca, lo que no implica que no puedas disfrutar un poco en el proceso.”

–Cállate, cállate, cállate…– se repetía procurando ignorar aquello que lo torturaba.

“Hazlo.”

Cayó de rodillas en la nieve y comenzó a sostener su cabeza con fuerza, intentando taparse los oídos y apretando con fuerza los dientes, tanto como para ignorar que Finn estaba a cierta distancia llamándolo por su nombre.

–¡Lei! ¡¿Dónde estás?!– gritaba lo más fuerte que podía, intentando no perderse.

“Te ésta buscando, ¿no es adorable?”

Levanto la mirada y pudo discernir apenas el fulgor del quinqué que el chico llevaba, olvido su angustia por un momento y fue a su encuentro, pero en cuanto estuvo frente a él, toda su frustración afloro, no pudiendo hacer otra cosa que observar en silencio a Finn que como pocas veces no encontraba las palabras correctas para explicarse. La poca iluminación que brindaba el farol, la fría mirada y el viento desordenando su cabello provocaban que el aspecto de Lei fuera siniestro, en ese momento Lei camino unos pasos hacía Finn quitándose sus guanteletes y transformando sus manos en garras escamadas.

–Pelea conmigo.

–¿A dónde quieres llegar con eso?

–Sólo pelea.

Vio con inquietud las garras que poseía Lei y cayendo en cuenta de lo sucedido en la selva cruzo por su mente la idea de negarse, pero eso no era una opción, el jamás negaba una pelea.

Desenfundo su espada con tristeza y en cuanto hizo esto Lei lo ataco con fiereza imprimiendo en cada zarpazo que lanzaba una gran rabia.

Finn bloqueaba los ataques y ocasionalmente hacía movimientos con su espada que bien podrían rasgar o punzar dirigiéndolos al rostro y abdomen de Lei sólo con el objetivo de alejarlo. 

En determinado momento Finn clavo su espada en la nieve y espero paciente el siguiente ataque, lo esquivo y tomando el brazo que intento asestarle un zarpazo, uso el peso de Lei en su contra para hacerlo caer.

–Estas molesto conmigo, no sólo por cómo me comporte con Simon ¿verdad?

Carraspeó mientras se levantaba y volvió a lanzarle un zarpazo, pero Finn retrocedió antes de que el ataque lo alcanzara al tiempo que levanto su espada provocando un corte en el brazo de Lei y no quiso seguir peleando. Lanzo su espada a los pies de Lei y llevándose una mano al pecho dijo:

–No querías quedarte, pero guardaste silencio y decidiste ser paciente por mí, aún si eso significaba faltar a tu labor de centinela… lo cual ha sucedido demasiadas veces en esta búsqueda; no me extraña que estés tan molesto. Fui egoísta, lo siento.

Decidió ser menos estricto desde la discusión que tuvieron luego del encuentro con Cuber y lo sucedido en la selva pensando que eso evitaría más problemas, pero callar, nunca es bueno.

Retrajo sus garras y desvió la mirada respirando agitado, ignorando a la voz en su cabeza que le prohibía decir lo que sentía.

–Me molesta más el hecho de que en cualquier momento podríamos encontrar tu portal… y… ver lo bien que te llevas con Simon, me hizo pensar en… pero te irás y… sólo –no conseguía articular bien sus palabras y aspiro hondo– el egoísta soy yo.  

Dio unas pasos hacía Lei, pero este se alejaba retrocediendo inquieto, tan inquieto que tropezó con el quinqué que yacía sobre la nieve.

 A pesar de que Finn le tendió la mano, no tenía ánimos para levantarse y apenas consiguió sentarse.

Nuevamente Lei le mostraba ese lado tan vulnerable de él, no sabía con exactitud qué lo atormentaba, pero en momentos como esos, más que en cualquier otro, lo único que deseaba era hacerlo sentir querido y seguro.

–Supongo que tampoco me dirás qué sucede esta vez –menciono Finn con un deje de tristeza–pero no me importa, así te quiero.

Se reclino y beso a Lei con suavidad, tan sólo por unos segundos y se alejó sonriendo como un tonto, intentando mantenerse serio, mientras el centinela parpadeaba asombrado.

–Necesitaba hacerlo –su mirada nerviosa se paseaba por todos lados como si quisiera encontrar valor en el paisaje– aunque no me correspondas, sólo quiero demostrarte que estoy aquí para ti.

Lei se mantuvo en silencio y Finn bajo la mirada.

–Creo que me sobrepase…–carraspeo– al menos di que aún quieres seguir siendo mi amigo…

–No –expreso poniéndose de pie– se mi novio.

Al decir esto Lei tomó los labios de Finn, frotándolos contra los suyos en un beso que anhelaba extender el mayor tiempo posible, incitándolo a abrir la boca para permitir que sus lenguas se encontraran, mientras se envolvían en los brazos del otro perdiendo el equilibrio y recostándose sobre la nieve, perdiendo poco a poco el aliento, hasta que no tuvieron otra opción que separarse, pero sólo por unos segundos, la euforia del momento aún los dominaba y necesitaban exteriorizar todo aquello que habían guardado por tanto tiempo en besos asfixiantes.

–¿No vamos demasiado rápido?– susurro Lei jadeante.

El aventurero negó con la cabeza.

–Me agrada así, novio– hizo énfasis en la última palabra, mirándolo con complicidad.

Y se quedaron recostados sobre la nieve unos momentos envueltos de una clase de silencio muy apacible.

No entendía cómo pudo tardar tanto en decirle a Lei lo que sentía, dado que se confesó a la Princesa Flama la misma noche que la conoció, casi le pareció injusto. Le tomo demasiado tiempo encontrar el coraje ¿Así se consideraba un aventurero? pero nunca antes pensó que podría querer a otro hombre de esa forma y la cuestión demandaba ser meditada, junto a todas esas incógnitas que tenía acerca de Lei, que por ahora ya no tenían importancia. Le bastaba con saber que sus sentimientos eran correspondidos.

–En vez de cuidar de ti, he estado causando demasiados problemas– pronuncio suavemente mientras tomaba la mano de Finn.

–¡Nah! Lo que sucede aquí es que a ambos somos buenos metiéndonos en problemas– indicó alegre entrelazando sus dedos con los de Lei que sonrió.

–También lamento no poder decirte todo y respecto a hoy… –tomo una buena bocanada de aire–hoy me puse celoso, porque me cuesta estar en calma sabiendo que pronto te irás.

No eran las únicas razones, pero ya había olvidado el resto. La alegría que ahora le acometía, lo alejaba por ahora de esa combinación tóxica de sentimiento y pensamientos violentos.

–¿Estabas celoso? Pero de… –fue formándose una mueca muy divertida en su rostro– de Simo…

Lei le cubrió la boca.

–No sólo de... bueno, hoy sí– explicó avergonzado.

Entonces Finn se puso a reír provocando cosquillas en las palmas de las manos de Lei consiguiendo que las quitara, pero de un momento a otro dejo de reír

–Debí decirte que estábamos en el pasado y que Simon… es el Rey Helado.

–¡¿Cómo diablos puede ser él?! –perdió la compostura por un momento, provocando que Finn volviera a reír– Digo… ¿es él? No se parece a nada de lo que me contaste.

–Lo será en un futuro muy distante... sólo quise conocerlo antes de que enloqueciera… –suspiro y se acurruco más junto a Lei– lo sé, la curiosidad no es suficiente excusa como para romper la tela espacio-tiempo… además también hable con otros humanos, sobre todo con una chica que me regalo estas ropas, sin mencionar lo que sucedió en esa selva ¿qué haré si al volver a Ooo todo es distinto por mi culpa? ¿Y si Prismo te despide?

–Ya que dejaste a Simon dormido, podríamos volver y ordenar todo de forma que nuestro encuentro parezca un sueño, como si nunca hubiera sucedido, por otro lado tal vez esto al igual que nuestra estancia en esa selva, debía suceder y Prismo no me despediría... pero el Jefe Mayor… –trago saliva– creo que perderé mi empleo…– menciono riendo, convencido de que ese comentario daba bastante gracia, no así para Finn que lo miro preocupado ocurriéndosele la mejor de las ideas.

–Suceda o no, ven conmigo a Ooo.

El centinela sintió arder su rostro de la emoción y abrazo al muchacho con fuerza. Todo le parecía verdaderamente claro en ese momento y más esperanzador de lo que habían sido todos esos últimos años.

–¿Eso es un sí?

Lei asintió llenando de besos el rostro de Finn que reía feliz y después de unas cuantas caricias que ansiaban ser más profundas decidieron volver a la casa de Simon. Tuvieron que entrar por una ventana entablillada debido a que el venturero cerró la puerta por error en la prisa de la persecución.

–Nos congelamos el trasero– menciono Finn mientras su cuerpo se atemperaba.

–Pero valió la pena– respondió Lei abrazándolo para ayudarlo a calentarse y entonces noto queFinn suspiraba con pesadez.

–Sé que te preocupa Simon y que no te gusta la idea de engañarlo haciéndolo creer que fuimos un sueño, pero es lo mejor.

–Si.

–Bien… debemos ir a arreglar todo.

Volvieron a sellar la ventana por la que entraron, fueron a la cocina y lavaron las tazas de café, las dejándolas en la alacena y se deshicieron de los platos rotos para luego dirigirse al sótano dónde se encargaron de volver a guardar todos los objetos y libros que Simon le enseño a Finn en un orden exacto.

El aventurero procuraba sentirse lo menos melancólico posible y siendo tan agradables los momentos que paso con Simon que decidió que una de las primeras cosas que haría al volver a Ooo sería darle un abrazo al Rey Helado.

Al acabar esa tarea cerraron con cuidado la trampilla y la cubrieron con la alfombra.

–Tal vez deberíamos llevarlo a su habitación– susurro Finn mirando dormir a Simon con candidez.

–No me parece adecuado, podríamos despertarlo.

Finn asintió resignado dirigiéndose a la entrada para comprobar si la tormenta había disminuido.

–Es buen momento para irnos– expreso Lei abrazando a Finn por la espalda mientras este se asomaba por la puerta.

–Si tú lo dices… pero…

–Todo estará bien, venimos del futuro y lo sabes– pronunció apartando su chalina, besándole la nuca.

–De todas formas estoy preocupado.

–Mientras más pronto volvamos a Ooo, más pronto podrás disipar esas dudas.

–Tienes razón, hay que irnos, espero recuerdes donde quedo el portal.

–Eso no es ningún problema.

En ese instante Lei se quitó la máscara que le cubría parte del rostro, guardo la pieza, tomó a Finn en brazos y salió de la casa cerrando la puerta con una de sus piernas y dado que el clima le impedía volar, comenzó a correr.

Finn estaba asombrado por la forma tan confiada en que su novio se desplazaba en medio de las calles oscuras y las ventiscas de nieve lo cual intuía se debía a lo que solía ocultar con la máscara de media cara, era su oportunidad para ver el rostro de Lei completo, pero la falta de luz y la posición en la que estaba se lo impedían.

Más pronto de lo que imaginaron llegaron dónde Finn fue dejado por el portal, Lei lo bajo y comenzó a caminar seguido del chico que temblaba de frio y apenas podía discernir los edificios que les rodeaban en medio de la oscuridad; de pronto el centinela se detuvo, toco la nada, el portal se revelo y volvió a ponerse la máscara, haciéndole un gesto caballeroso al aventurero, invitándolo a entrar, pero Finn negó con la cabeza y lo empujo dentro del portal.

–¡Las damas primero!– alego.

Lei entro seguido de Finn que reía por su ocurrencia.

Nuevamente en La Dimensión central, Lei miraba a Finn con seriedad y los brazos cruzados.

–¿Así que soy una dama?

–Eh… no era mi intención… sólo bromeaba– respondió nervioso.

El centinela aún con una expresión severa pregunto:

–¿Pero soy tu dama?

Y ambos comenzaron a reír.

–¡Si!

–¡Oh! ¡Mi héroe!– dijo levantándolo y dando vueltas con él en brazos, olvidando que estaban en un terreno muy reducido, provocando una pequeña caída que les dio un buen susto, para después seguir su camino en medio de cariñosos mimos y juguetonas tretas.

Todo parecía realmente prometedor, ¿pero realmente lo era?

***

Hacía poco que había dejado de nevar en esa ciudad asolada por la guerra. La mañana se presentaba con un inmaculado manto de nieve que parecía purificar por unos instantes todo el dolor y tristeza que inundaba aquel territorio.

Simon despertó con tranquilidad, le dolían un poco el cuello y la espalda por haber dormido en ese incómodo lugar. No recordaba cómo llegó a casa o al sillón de su sala, pero contando lo turbulenta que se había vuelto su vida desde que encontró aquella corona dorada y empezó la guerra, poco importaban detalles como esos.

Casi sin darse cuenta se levantó y camino un poco por su casa, todo seguía igual, pero él sentía que las cosas eran un poco distintas de alguna forma, tal vez todo se debía a que había dormido bien y la remota evocación de algo agradable le llenaba de cierta esperanza, como un sueño, del que apenas remembraba la sensación de los rayos dorados y cálidos del sol, que de alguna forma hacían alusión a los cabellos rubios de un aventurero del que no tenía recuerdos.

Ese sería un buen día para seguir con su video-diario.

 

Notas finales:

Diez caps para que recién se declararan XP y el ligero SimonxFinn... no pude evitarlo u////u en cuanto lo del Jefe de Prismo... me llamo la atención que revelaran ese detalle en el episodio de Crossover, así que decidí incluirlo... sólo me queda decir: gracias por leer!! n,n


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