Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Buscando... por Cristabelle

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Siento la tardanza...

Se encontraba desganado y aburrido, tumbado sobre el sillón de su sala, contrariado porque apenas eran las cuatro de la tarde y ya sentía la necesidad de un trago debido a que había hecho cierto hallazgo que lo lleno de una extraña melancolía, por ello a pesar de lo temprano que era, se decidió por ir a importunar al bar de su buen amigo Cees.

Se cambió sin ponerle verdadera atención a las prendas que escogía, poniéndose una chaqueta de cuero rojo sobre una camiseta blanca, pantalones de mezclilla decolorados y zapatos café oscuro, completando el conjunto con unos guantes negros, después fue al garaje por su motocicleta que reposaba en una esquina del cuarto, cubierta por un manto blanco que evitaba que se empolvara, la destapó, le hizo algunas revisiones rápidas y tomo su casco adornado con llamas azules. Salió con la máquina de la cochera portando una expresión bastante más relajada que la de hace unos momentos, aseguro todo con llave y luego de ponerse el casco, se montó en el motorizado, lo encendió deleitándose al escuchar el rugido del motor y emprendió su marcha.

Podía volar y convertirse en toda clase de criaturas con las cuales podía recorrer grandes distancias a gran velocidad y sin mucho esfuerzo, pero aquella máquina tenía un encanto muy extraño para él, tal vez a causa de que le recordaba las duras épocas que vivió luego de la Guerra de los Champiñones o porque manejarla era un reto para él, ya que requería bastante habilidad y concentración, también adoraba enfrentarse a los terrenos más adversos y como no quedaban muchas motorizados funcionales de hace más de mil años ni personas que las supieran conducir, tener un objeto así le resultaba muy interesante y útil para transportarse de día cuando no podía usar sus poderes; definitivamente no se arrepentía de haberla comprado a un precio tan elevado de ese elfo gruñón que por nada del mundo quiso hacerle una rebaja.

Estando tan bien cubierto, los rayos del sol lo molestaron muy poco en su viaje que se extendió por un bosque, hasta un trio de montañas y dirigiéndose a la de la izquierda encontró fácilmente la entrada a la mina abandonada que daba paso al bar del excéntrico esqueleto.

Ingreso hasta cierta parte del corredor con su moto, luego bajó, la apago, guardo sus llaves en el bolsillo y se quitó el casco.

Observando el pequeño fragmento de zafiro que era la causa de su desazón, se desplazó por el resto del pasadizo de la veta hasta llegar a la puerta tallada con misteriosas inscripciones, que de casualidad estaba entreabierta, así que se permitió entrar.

El bar siempre que estaba en funcionamiento se mantenía a media luz, procurando dar un ambiente sensual a los clientes, pero en esos momentos estaba completamente iluminado.

Todas las sillas estaban sobre la barra o sobre las mesas que yacían arrinconadas a los lados del salón dejando espacio para trapear el suelo, área en el que se encontraban cómodamente tendidos debajo de una hermosa lámpara de araña, Cees y Dlal, lado a lado, sosteniendo vasos de cristal sobre sus frentes.

Dado que ambos estaban muertos y no podían saborear las libaciones que administraban, habían encontrado otra forma de apreciar la belleza de las bebidas, que era mirar como la luz eléctrica pasaba a través del vidrio y el líquido, lo cual además de resultarles muy relajante, era una forma ingeniosa de examinar la calidad del brebaje, basándose en su transparencia, Marshall sabía eso y viendo lo concentrados que se encontraban el fantasma y el esqueleto, por un momento dudo en intervenir, pero de todas formas se aclaró la garganta exageradamente, haciendo notar su presencia.

–¿Interrumpo algo?– dijo burlón

–Para nada mi buen amigo– respondió Cees incorporándose con tranquilidad junto a Dlal que no compartía la calma del esqueleto ya que se encontraba avergonzado por haber sido interrumpido en un momento que consideraba íntimo.

–Que te trae por aquí tan temprano– pregunto el fantasma.

El vampiro se quedó en silencio por bastante tiempo.

–Déjanos adivinar…– propuso el esqueleto mientras habilitaba una silla para el visitante, que se encogió de hombros.

–Perdiste una apuesta– dijo el ente.

El vampiro negó con la cabeza.

–Te levantaste del lado izquierdo de la cama– expuso el esqueleto.

Volvió a negar.

–Viste una película que te puso triste.

–Te jugaron una broma pesada.

Marshall suspiro, aquel par tenía muy mala intuición.

–¡Ya sé! –Cees movió las manos emocionado– tenías una anguila que querías mucho, pero un día te diste cuenta de que sería más feliz si la liberabas, así que decidiste regresarla a su hogar, pero lamentablemente la compraste en una tienda de mascotas que la trajo de una tierra más allá del océano, porque es una anguila de agua dulce, entonces emprendiste una travesía para regresarla a su hogar y cuando al fin encontraron el lugar, se despidieron con lágrimas en los ojos prometiendo que nunca se olvidarían y hoy te llego una postal con una imagen de su creciente familia que decía: “visítanos pronto” al leer eso sentiste deseos de viajar a darle una visita, pero te diste cuenta de que no tienes dinero y quieres que te preste un poco y yo por supuesto lo haré y sin intereses, pues no hay nada más noble que los amigos que se reúnen contra viento y marea– expreso imaginando toda una historia con vivido detalle en su cabeza.

–¿Qué? ¡No!– menciono Marshall estupefacto, incrédulo de que se le hubiera ocurrido algo tan descabellado en tan sólo un instante.

–¿Entonces?– pregunto Dlal.

–Sólo vine por un trago… –aseguro, pero el fantasma y el esqueleto lo miraron muy poco convencidos– ¡está bien! ¿Recuerdan al chico que traje hace un tiempo?– inquirió con melancolía.

–Si… el chico de piel deliciosa… ¡yummy!– dijo el esqueleto con tono ladino, recibiendo una mirada aprehensiva del vampiro.

–¿Lo extrañas?– pregunto Dlal con delicadeza.

–Bueno…

–¡Lo extrañas!– exclamo el esqueleto sorprendido, tomando de pronto al vampiro por los hombros y zarandeándolo de un lado a otro.

–¿Y qué sucedió? ¿Pudiste volver a saber de él?– pregunto Dlal a Marshall que procuraba quitarse de encima al efusivo esqueleto.

–No… pero…

–¿Pero?

–Creerán que enloquecí.

–¡Pero si aquí todos estamos locos!– menciono el esqueleto, sacándose su calaca y haciendo malabares con ella.

–¿Lo conoces? Porque yo no– le susurro Dlal a Marshall, apenado por el comportamiento de Cees que volvió a ponerse el cráneo en su lugar.

El vampiro un poco exasperado saco del bolsillo su hallazgo.

Volando bajo la luna llena vio entre ortigas un extraño brillo azul, no pudiendo ignorarlo, bajo y recogió esa extraña gema.

–Lo encontré hace una semana… al principio la sensación era mínima y la creía una simple impresión, pero esa sensación no ha hecho más que aumentar y por más extraño que les parezca… este zafiro me hace pensar en Finn.

–Entonces si lo extrañas– dijo Dlal suavemente.

–Se fue demasiado pronto…

–Así que andas sentimental.

–No lo sé.

–¿Tú qué dices Cees?– pregunto el fantasma al esqueleto, pero el mencionado se encontraba totalmente quieto.

–Conozco ese brillo, sólo un objeto lo posee… –arrebato el fragmento de las manos ajenas con premura y comenzó a inspeccionarlo– ¿pero en verdad es…? ¿Cómo pudo quedar sólo esto? ¿Qué sucedió con el resto?

Hablaba para si mismo, abstraído, ignorando las preguntas que sembraba en los demás presentes.

Y de un momento a otro devolvió el objeto al vampiro, lanzándolo a sus manos, volteo otra silla y se sentó con un aura cansada.

–¿Qué fue todo eso?– inquirió Dlal.

–Ni yo estoy seguro– afirmo Cees.

–¿Qué tanto sabes?– tercio Marshall intrigado.

En esos momentos el esqueleto emanaba un aura muy seria, distinta a la caballerosidad que mostraba con la clientela y un contraste total a esa faceta traviesa que revelaba con sus más cercanos y pocos allegados. 

–Puedo decirte que mi parte de la historia es muy corta y que no te ayudará a resolver esas incógnitas respecto al muchacho, sólo te traerá más preguntas, incluso yo tengo muchas dudas en este momento… ni siquiera sé por qué me importa, digo… si no hubiera sido por la cadena de zafiro yo no habría sido desterrado, pero tampoco habría conocido a Dlal ni me hubiera autosuperado… y ahora que el destino ha vuelto a juntarme con lo que queda de ese objeto, simplemente debería ignorar todo y acabar de enterrar ese asunto.

–¿Qué rayos dices?– hablo Marshall.

–¿A qué te refieres con “desterrado”?– pregunto Dlal que nunca había deseado presionar a Cees a que le contara toda la historia de su pasado y que veía esta como una gran oportunidad para saber la verdad.

El esqueleto comenzó a jugar con sus falanges algo trémulo y comenzó a relatar:

–No pertenezco a esta dimensión, sino a la misma dimensión alterna de donde proviene ese zafiro… que no siempre fue un simple fragmento –suspiro– todo comenzó hace como cincuenta años…

***

Siempre rodeado de un cómodo silencio, de sus quehaceres y pensamientos, de esa forma pasaba el tiempo plácidamente para Cees en el Inframundo, si es que existía como tal aquella medida en ese lugar.

Primero barría los interminables pasillos y salas del castillo, luego los trapeaba, después limpiaba los cientos de ventanales y las cornisas, se encargaba de cada sala y habitación a excepción de un cuarto al que se le tenía prohibido ingresar y que según sabía, era la razón por la cual el personal del castillo se limitaba a él.

Disfrutaba mucho ser el único sirviente en el inmenso Castillo de Luz de Muerte, para él era un privilegio, igual a las ocasiones en que haciendo un receso en sus labores, Muerte le permitía relajarse con él observando su jardín de arena.

Así era dichoso, pero todo cambio en una visita imprevista de parte de señor de la Nocheósfera, Hundson Abadeer que Muerte atendió de buena manera porque tenían en común una amistad con alguien que se llamaba “Mentita”

Cees estaba tan nervioso por estar ante tan poderosa entidad que sentía que sus nervios le harían una mala pasada mientras les servía el té a su amo e invitado, que hablaba acerca de lo patéticos y divertidos que podían ser los seres llenos de convicción y que por supuesto merecían ser castigados, entre un tono irritado y burlesco, en tanto Muerte le daba la razón a ciertos puntos de vista y añadía experiencias propias a la conversación que devino en una petición. Tan alterado como estaba, Cees no entendió del todo a que se referían y sólo se despabilo cuando Muerte lo llamo por su nombre un poco exasperado por su distracción, haciéndole entrega de una llave y dictándole una orden.

–Tráeme las cadenas de zafiro.

Asintió notando que era la llave que pertenecía al cuarto prohibido y se dispuso a cumplir la orden que le fue dada lo más rápido posible, saliendo muy educadamente de la estancia, para después comenzar a correr con mucho entusiasmo, feliz de que se le confiara algo tan importante.

La habitación estaba escondida en un laberinto de pasillos, lo cual no era un problema para él que conocía el Castillo de Luz a la perfección. Al llegar a la puerta secreta, con los huesos temblorosos, introdujo la llave en la cerradura que desato varios sellos brillantes y marcas arcaicas de gran poder que al desvanecerse le permitieron empujar las pesadas puertas con suma expectación.

El lugar estaba lleno de extrañas maravillas y enseres, por rumores y leyendas que corrían esos lares pudo reconocer ciertas cosas, como algunos de los 538 objetos que jamás debían ser reunidos.

No le fue difícil hallar o reconocer la cadena por lo hermosa que era, además que conocía algo al respecto del enser por las leyendas que había escuchado, como la de su origen. Se decía que se formó con las lágrimas de un bondadoso ser, antiguo como el tiempo, que se enamoró de un mortal al que perdió a causa de que no consiguió salvarlo de una poderosa entidad que lo convirtió en un ser sin alma, por ello, según sabía, estas cadenas eran capaces de debilitar cualquier fuerza maligna e incluso contenerla.

Inmerso en la belleza de las cadenas, no se dio cuenta de que algo o alguien lo empujo.

–¡Auch!

–No fue mi intención lastimarte… sólo que no sabía de qué otra forma llamar tu atención...

–¿Quién eres?– pregunto mirando intrigado una vasija transparente que no había notado antes y que contenía un humo extraño en el que resaltaban un par de luces blancas a modo de ojos.

–Alguien que necesita tu ayuda, por favor ¡sácame de aquí!

–No puedo… debe alguna buena razón por la que estés aquí…

–Sólo escucha mi historia.

–Prefiero no hacerlo.

–Por favor…– rogo comenzando a llorar.

–Lo siento, no hay nada que pueda hacer. 

–Tenía que intentarlo…– expreso gimiendo de dolor.

Tomó la cadena y se dispuso a salir lo más rápido posible para evitar ceder al llanto que emitía el extraño ente.

Antes de que abriera la puerta por la que entro, el prisionero hizo una última petición.

–Espera… al menos… ¿podrías hacerme un favor?

–¿Cuál?– pregunto dubitativo.

–En la esquina de la derecha… encontrarás un saco, ¿podrías levantarlo para que lo vea?

–Bueno… aunque no sé de qué servirá…

Busco y en medio de aquella sala llena de tesoros, encontró lo impensable, un saco viejo y empolvado que levantó a la altura del estante donde estaba la vasija.

–Listo, ahora me voy.

–¡Espera! ¿Lo revisarías por favor?

–Bien…– respondió de mala gana.

Metió la mano dentro del saco y encontró un pedazo de papel que decía: “entra al saco”

Leyó la oración en voz alta, sin notar que sostenía el saco en dirección a la puerta justo en el momento que Muerte entro exasperado debido a que su orden no había sido cumplida con prisa, todo sucedió tan rápido que no pudo hacer nada y Muerte quedo atrapado en el saco.

–¡¿Qué he hecho?!

Era increíble que un saco gastado hubiera podido atrapar a un ser tan poderoso como Muerte, pero ahí estaba, con el saco entre las manos sintiendo al rehén forcejear con inimaginable furor.

–Todo salió a la perfección… hahaha– rio el cautivo en la vasija que se valió de sus poderes para ver el futuro y realizar ese plan, poderes que por cierto, no le fueron de mucha ayuda en el pasado.

–¡Es tu culpa!

–¿Qué? Tú también tienes responsabilidad en esto.

Cees comenzó a temblar de miedo, presa de un pavor que nunca sintió en toda su existencia, sumado a una gran vergüenza.

–Muerte nunca me perdonara y yo que era su sirviente de más confianza… su único sirviente en realidad…

Quiso liberar a Muerte al instante, pero su interlocutor le dio algo en qué pensar.

–¿Realmente quieres hacer eso? Imagina lo qué hará con nosotros en cuanto esté libre, digo… si sólo me hizo “esto” porque cree la fórmula de la vida eterna, imagina lo que nos hará por haberlo encerrado en ese saco.

–¡¿Por qué no pensaste en eso antes de realizar tu plan?!– grito eufórico.

–¡Porque cualquier cosa es mejor que seguir encerrado en esta vasija! Tú no podrías imaginar lo que se sintió creer que hiciste algo beneficioso para el mundo… pero que en vez de eso fuera considerado antinatural y que se te condenara por ello… al menos quería darle un último escarmiento a uno de los que me juzgo… – expreso con tristeza, sabiendo que ya no tenía nada que perder y que le había ido igual de mal que al soldado que atrapo por primera vez a Muerte.

A pesar de la confesión, Cees siguió mirando al ente con una gran rabia e impotencia, dejándolo sólo con sus pensamientos, saliendo a paso lento de la habitación.

–Le fallé…  lo siento… ni siquiera tengo el valor para enfrentar mis acciones…– expreso mirando al saco que se removía y desde el cual Muerte soltaba más de un improperio en pos de ser liberado.

Cobardemente, guardo el saco y fue a entregarle las Cadenas de Zafiro al señor de la Nocheósfera, alegando que su amo, tuvo unos asuntos pendientes que atender y que se disculpaba por haberse ido de improviso, por la prisa que llevaba, Hudson Abadeer creyó el engaño y se fue.

Mentir así, no hizo más que aumentar su desesperación

Entonces miro aproximarse en su dirección a un gigantesco esqueleto rojizo, de alas descuiddaas y poseedor de un cráneo que semejaba al de un ave en el cual se apreciaba una sola cuenca donde yacía un ojo ambarino.

Guardián de la puerta… ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar en tu puesto?– pregunto intentando disimular su gran desesperación.

–Es que lo percibí… volvió a suceder –bajo la voz y le dijo en un susurro– no hay muerte.

–¡Estás loco! ¡Eso es imposible!– expreso Cees con una risa nerviosa.

–Para nada y siendo tú el único sirviente de este castillo, estoy seguro que sabes algo al respecto.

–No… n-no s-sé a qué te re-refieres…– expreso asustado.

–¿No tendrá algo que ver con un saco?

No pudo resistir más la presión y al escuchar la palabra “saco” comenzó a gritar y llorar como si no hubiera un mañana, cayendo de rodillas frente al guardián de la puerta.

–¡Está bien! ¡Fui yo! ¡Yo lo encerré en ese saco!  Pero no fue mi intención, el tipo de la vasija… espera ¿cómo sabes del saco?

–He trabajado aquí más de lo que imaginas –dejo escapar un suspiro– le aconseje a Muerte que no guardara ese saco, pero como sólo soy el portero no me hizo caso… en fin, algún día tenía que volver a suceder…

–Explícate.

–Es una larga historia, pero dime ¿crees en un mundo sin muerte?

–Eso es ridículo, no puedes vencer a la muerte.

–Muy cierto, no se le puede vencer ni escapar de sus irrefrenables designios, pero… ¿y si le pudieras atrapar?

Cees quedo en silencio.

–Así es, ese saco es uno de los objetos más poderoso que tiene Muerte en su poder y tal vez la única cosa en todo el multiverso a la que podría decirse que le guarda temor, pues ese saco tiene la capacidad de encerrar a lo que sea o a quien sea con sólo ordenarle: “entra al saco” y ¿sabes que es lo más interesante de todo esto?

–¿Qué?

–No es la primera vez que lo atrapan ahí y mientras este en ese saco, nadie podrá morir, incluso aquellos que deseen hacerlo, por eso no es necesaria mi presencia en la puerta del inframundo en estos instantes.

–¿Por qué me dices todo esto?

–Vine por curiosidad y como te veías tan turbado pensé que saber eso podría ayudarte a decidir lo que harás y en caso de que elijas no liberarlo… podría tomarme unas vacaciones, mis primeras vacaciones –menciono esto último con una risita risueña, pero luego volvió a ponerse serio– sólo bromeo, sé que eres alguien leal, todo el inframundo lo sabe, harás lo correcto.

Esas palabras le dieron el valor que necesitaba, decidió enfrentarse a su destino, fue por el saco y liberó a Muerte.

De nada sirvieron las explicaciones y no hace falta describir la rabia que demostró Muerte al ser liberado del saco, quien no castigo al instante a los involucrados en el asunto.

Le costó bastante conseguir que su novia Vida accediera, pero con su ayuda, condeno al ser de la vasija a reencarnar en los seres más despreciables que existieran. En cuanto a Cees, Muerte estaba muy decepcionado él, ya que consideraba que había sido su mejor sirviente en siglos y decidió desterrarlo a otra dimensión, sin importarle hacer todo el papeleo que eso significaba, decidiendo no borrarle la memoria con las aguas del Rio del olvido porque no tenía sentido castigarlo si no recordaba nada, entre tanto el esqueleto estuvo prisionero en las mazmorras del castillo, acongojado por todo lo que perdió, consciente de que todo el asunto se mantuvo en secreto y que estaban buscando un reemplazo para su puesto.

El momento de enfrentar su castigo llego mucho antes de lo que el esqueleto esperaba. Estaba resignado a tal punto de que no necesitaron esposarlo o algo por el estilo para que se acercara al portal que lo conduciría a su exilio, en ese instante sólo estuvieron presentes Muerte y un extraño hombrecillo de aspecto siniestro que con delicados movimientos de sus manos dejo intrincadas marcas en los huesos de Cees antes de empujarlo por el portal mientras Muerte desviaba la mirada.

Apareció en un lugar totalmente oscuro. Explorando noto que era un sitio bastante grande pero limitado, de piso y paredes terrosas, donde tropezó más de una vez con misteriosas herramientas y maquinarias olvidadas. Grito muchas veces “¿Hay alguien por ahí?” sin recibir respuesta y tanteando el espacio alrededor de él para apoyarse contra algo y descansar, percibió una puerta, intento abrirla, pero al hacerlo, vio cómo se iluminaron unos grabados en el marco que coincidían con las marcas en sus huesos y fue repelido con gran fuerza, provocando que soltará un sonoro grito, sin saber que aquello despertó a alguien del otro lado de la puerta.

–¡¿Qué fue eso?! ¡T-tengo una pala y s-sé cómo usarla!– exclamo el desconocido.

–¡No deseo pelear! Me llamo Cees y estoy atrapado, ¿sabes cómo abrir esta puerta?

–¿Qué? ¿Cómo llegaste ahí? Y… no recordaba que esta mina tuviera una puerta como esa… tal vez debo usar mis lentes más seguido o dormir menos…– expreso con pesar.

–No sé si pueda responder todas esas preguntas… ¿pero puedes ayudarme?

–Puede ser…

Su interlocutor resulto ser un fantasma, que atravesó la puerta curioso por ver con quién conversaba. El ambiente estaba oscuro, pero su ectoplasma fluorescente les permitió discernir lo suficiente.

–Vaya… eres un esqueleto parlante… nunca había visto uno…

–Pues yo nunca tuve la oportunidad de conocer a un fantasma antes.

Se quedaron unos momentos examinándose.

–Entonces… ¿podrías…?– indago Cees un poco apenado sin entender bien el por qué.

–¡Lo intentaré!

Siendo un fantasma, tenía ciertos poderes y los uso para abrir la puerta lo más que pudo, dejando entrar algo de luz del exterior.

Cees quiso salir, pero había alguna clase de campo de energía que lo impedía aún con la puerta abierta, lo cual se hacía evidente en los tallados de la puerta y sus huesos que se iluminaban por la cercanía, siendo el esqueleto el único que podía ver esto; al menos no había salido volando otra vez.

En aquel momento entendió que además de ser desterrado su castigo incluía ser prisionero de esa mina.

–Creo que me quedaré aquí un largo, largo tiempo.

–Mira el lado bueno… tienes compañía.

–Cierto ¿cuál es tu nombre?

–Dlal –le extendió su mano fantasmal– es un gusto conocerte Cees.

–No, el gusto es mío– respondió intentando estrechar la diestra del fantasma, pero fallando por obvias razones.

Dlal acepto de buena gana la compañía de Cees ya que a pesar de su aspecto fuerte era bastante tímido por lo cual rara vez salía de aquel lugar a interactuar con otros y definitivamente, necesitaba hablar con alguien. Los meses pasaron y ambos se volvieron muy cercanos. Entre sus largas pláticas el fantasma le comento al esqueleto que debía usar unos lentes muy tontos, pero que no le gustaban y también que en esa mina había una jugosa veta de gemas preciosas, pero que la habían abandonado porque se creía que el lugar estaba maldito, debido a la muerte de demasiados trabajadores, incluido él probablemente, lo cual hizo que Cees meditara muy seriamente respecto al lugar en el que se encontraba encerrado. Tenían una gran fortuna a su disposición, ¡debían aprovecharla! Y después de mucho insistir Cees consiguió que Dlal aceptara ser su socio.

Decidieron que conseguirían materia prima, para venderla y después invertir el dinero ganado en algún negocio.

Ellos decidieron encargarse de todo por su cuenta, por temor a que si se corría la noticia de que aquella mina abandonada aún tenía mucho potencial, alguien con más medios a su disposición intentará adueñársela.

A Cees le tomó mucho tiempo aprender a usar las herramientas de las que contaba el lugar, analizar el terreno y hacer los cálculos adecuados para sacar las gemas sin provocar derrumbes, pero sin importar el cuidado que imprimía en su labor, de todas formas provoco más de un accidente que le valió quedar enterrado bajo kilos de rocas muchas veces, echando a perder meses de trabajo y sin embargo no flaqueaba en su objetivo.

La llegada de Cees le dio un nuevo sentido a la existencia de Dlal que con su entusiasmo motivaba al esqueleto a no rendirse, a pesar de que este se sentía culpable de no estar cumpliendo adecuadamente con su castigo, ¿pero qué más podía hacer? El multiverso le había dado una oportunidad disfrazada de tragedia, la oportunidad de cambiar su tranquila, pero monótona subsistencia, siendo una de esas ocasiones que no se repiten dos veces y él no podía quedarse de brazos cruzados.

Les tomó más de tres años reunir una cantidad decente de gemas y otro medio año venderlas sin tener ningún contacto o experiencia empresarial, faena de la que se tuvo que encargar enteramente Dlal quien tuvo que sobreponerse a su timidez. Ya con dinero suficiente en su poder, comenzaron a plantearse en qué ocuparlo; como prácticamente estaban muertos, no lo necesitaban para sustentarse, así que pensaron que podrían brindar alguna clase de servicio, algo con lo cual pudieran interactuar con las personas y pasar un buen momento. Desecharon la idea de un pequeño parque de diversiones o acuático ya que a ninguno de los dos se le daba el trato con los niños. Un café o una pastelería sonaban bien, excepto por el hecho de que ni Dlal o Cees poseían sentido del gusto y no les agradaba del todo la idea de contratar a alguien para que preparara los postres y demás comestibles a pesar de que contratarían a bastante mano de obra para remodelar la mina y convertirla en el establecimiento que requerirían, misma problemática acaecía con el proyecto de un restaurante y sin saber cómo, se les ocurrió inaugurar un bar en el que se servirían bebidas de lo más exóticas y cuyas ganancias se donarían a la caridad.

***

–Y esa es la historia de por qué conozco de dónde viene ese fragmento, de cómo llegué aquí y abrí este bar junto a Dlal, sé que esto último no venía tanto al caso, pero no pude evitar ponerme melancólico– manifiesto haciendo el ademán de enjugar una inexistente lágrima, mientras el fantasma le sonreía con gran candidez, semblantes muy distintos al de Marshall que trago saliva bastante turbado, si bien antes se encontraba fastidiado e inapetente, ahora se encontraba mucho más preocupado de lo que desearía admitir.

–Gran historia, pero como me lo advertiste… hay tanto que no entiendo… comenzando por eso de que en esa dimensión también existe una Nocheósfera que es regida por alguien que apellida igual que mi madre y yo… pero eso no es lo más preocupante… por lo que entendí, ese tal Hudson Abadeer deseaba las Cadenas de Zafiro para atrapar o castigar a alguien y creo que se trata del mismo sujeto que se llevó a Finn... ¡por eso olía a Nocheósfera!

–Y como eso fue hace más de medio siglo… tal vez explicaría porque la cadena de zafiro fue destruida y sólo quedaron ese o más fragmentos…– agrego el fantasma.

A lo que Marshall soltó una especie de gruñido para luego preguntar:

–Finn debió traer ese fragmento consigo y lo perdió, por eso lo encontré en un lugar por el que pasamos mientras estuvo aquí ¿pero por qué lo tenia él? ¿Creen que está en peligro?

Sus amigos lo miraron apesadumbrados.

–Lamentablemente no podemos saberlo…

–¡Pero el muchacho es muy fuerte! Seguro estará bien– delibero el enérgico esqueleto.

–De todas formas no hay mucho que podamos hacer, dado que estamos en dimensiones diferentes…– afirmo Dlal, sin afán de inquietar más al vampiro.

–Eso me recuerda que aún no me explico cómo fue que Finn llego aquí al igual que el tipo alado… debí preguntar cuando tuve oportunidad…– dijo el vampiro pasando una mano por su rostro y acomodando los cabellos que caían a su frente en un gesto cansado.

–Quizás, lo mejor es no entrometernos– aconsejo Dlal.

–Quizás…

–Mientras tanto, déjame servirte algo de vino, si no recuerdo mal, deseabas un trago– arguyo Cees yendo por

una botella, intentando distraer a Marshall que se encontraba muy dubitativo, ya que todo lo que se había revelado en esa tarde, sólo consiguió incrementar el interés que tenía por aquel aventurero en una mezcla entre curiosidad, preocupación e impotencia que tal vez podría instarle a llevar todo ese asunto a otro nivel, pero eso, sólo el tiempo lo diría. 

 

 

 

 

Notas finales:

La historia acerca del saco, la saqué de una de mis series favoritas de toda la vida, "El cuentacuentos" del capítulo "El soldado y la muerte" basado en el cuento homónimo de Aleksandr Nikoláyevich Afanásiev que debo decir fue una de las cosas que inicialmente me inspiraron a escribir este fic; desearía poder dejar un link, pero no sé cómo poner uno en esta plataforma XDD

El Guardían de la puerta a pesar de ser sólo un personaje de relleno, me agrado mucho -w- me parece una pena que sólo apareciera en el episodio de "Muerte en flor"

Lo de los 538 objetos, es una alusión a mi serie de creepypastas favorita "The Holders" 

Marshall esta preocupado por Finn 7u7 pero no sé si volverlo a incluir en lo que sigue de historia XP a pesar de que él junto a Cees y Dlal nos dieron a conocer parte de lo que hay detrás de la historia de Lei... claro que sacaron muchas conjeturas apresuradas que tal vez no son correctas :v

Lo de que Marshall tuviera una motocicleta... no sé de dónde se me ocurrió XDD pero me pareció genial *n*

Y si se preguntan si hay algo entre Dlal y Cees... ni yo lo sé u,u

Muchas gracias por leer n,n 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).