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Buscando... por Cristabelle

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El aire se había llenado de cierta frescura que sólo el mar proporciona, el sol relucía en la dorada arena. Era una hermosa costa, un lugar misterioso que nadie en mucho tiempo había explorado, donde se podían apreciar grandes navíos flotantes de metal de una época pasada, naufragados o hundiéndose, cubiertos de algas, cangrejos y estrellas de mar que junto con la exuberante vegetación formaban un paisaje de ensueño.

Para Finn aquel horizonte hubiera sido realmente gratificante, de no ser por las aguas del océano que bramaban juguetonas en grandes olas que sin razón lo atemorizaban.

Estaba realmente cansado, sin Jake las distancias eran sumamente tortuosas, sin contar que le hubiera gustado compartir esa aventura con él. Entonces se dio un golpecito en la sien para dejar de pensar en ello, debía concentrarse pues ya estaba llegando a su destino.

Pudo divisarla a lo lejos; la cueva de la armadura oxidada hacía verdadera alusión a su nombre, era el yelmo de un gigante que por azar quedo varado en la costa y con el pasar de las décadas se convirtió en un paraje misterioso.

Finn revisó su mochila y sacó un reloj de cuerda, entonces recordó las recomendaciones del Ganso Manso y la previa conversación.

***

–Lamentablemente no tengo nada que se le pueda comparar, pero existe y puedo decirte donde buscar.

–¡Genial! ¿Dónde debo ir?

–En la costa este de Ooo, busca la armadura de un gigante, en su interior encontraras una flor despampanante, no se quema no se marchita, ¡está hecha de diamante!

–¡Es perfecto! Gracias Ganso Manso- se dio la vuelta y de pronto recordó.

–Casi se me olvida el pago.

Doblo sus parpados, infló las mejillas, saco la lengua diciendo: “adoro comer helado”

El Ganso Manso estallo en risas y finalizó:

–He aquí un dato importante, antes de las dos de la tarde a ese lugar tienes que llegar, es el único momento en el que la marea te permitirá entrar.

–Lo tomaré en cuanta, gracias otra vez.

***

En el reloj daba la una menos cuarto y Finn sonrió orgulloso.

–Conseguí llegar y con tiempo de sobra, lo que me recuerda… ¡Lunch Time!– dijo sacando una naranja y un emparedado de su mochila.

Se acomodó en la arena y comió ávidamente, reflexionando en cómo se las arreglaría para pasar la marea; aunque ya controlaba su miedo el mar, todavía sentía un resquemor en la barriga.

Cuando hubo acabado de comer, se dirigió a la boca de la cueva y quedo desconcertado.

–¿Y la marea?

–¿qué marea?

El héroe se sorprendió al encontrar a su lado a una linda sirena de bañador violeta y se sonrojo.

–Me advirtieron que la marea sólo deja entrar a esta cueva a las dos de la tarde y…

–¿Hay algún problema con eso?- le pregunto jugueteando con sus cabellos de agua.

–No tiene sentido….esta cueva no tiene la distancia suficiente para ser cubierta por la marea en estos momentos.

–Pero sí es cierto.

–Y ¿cómo?

–Bueno, mi nombre es Marea.

–¿Entonces puedo entrar?- le pidió haciendo un gesto tierno, sin acabar de entender.

–Claro, pero apresúrate, estoy a punto de tapar la entrada y nadie más podrá entrar o salir hasta mañana.

–En ese caso, ¿cómo haré para salir?

–Ya te darás cuenta cuando estés adentro.

Tenía una última pregunta, pero le daba vergüenza hacerla.

–¿Cómo es posible que tu… y por qué…?

–Es que este es mi lugar favorito para dormir.

La sirena bostezo y transformándose en una gigantesca bestia marina, tapo la entrada porque se durmió en ella, pero un instante antes Finn esquivo ágilmente al monstruo y se apresuró a entrar en la cueva.

–Ahora entiendo.

Respiro hondo y comenzó a caminar a pesar de la densa  oscuridad que le rodeaba, pero entonces resbaló, olvidó que los yelmos son cóncavos por dentro.

Fue una larga bajada que lo hizo caer con fuerza contra el suelo, lo que lesionó sus rodillas.

Al reponerse de la caída, sus ojos tuvieron que acostumbrarse a cierto resplandor. Era la flor de diamante, estaba justo frente a él, tan bella como se la habían descrito e incluso más, delicada y sublime como una telaraña cubierta de rocío, la veía anonadado temeroso de que al levantarla se rompiera. Le costaba creer que algo así de valioso estuviera en el suelo como cualquier estropajo y lentamente acerco sus manos al precioso objeto, lo tocó y la flor estalló en cuatro fragmentos que se extendieron formando un portal que lo atrapo.

Notas finales:

Gracias por leer, me encantaría que comentaran n,n


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