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Mientras no estabas por Marbius

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Notas del capitulo:

Y después de 17 semanas actualizando cada martes, el final~

17.- Epílogo: Mientras estemos los tres juntos…

 

En verano y con el calor en todo su apogeo, Georg y Gustav celebraron en el jardín trasero de su casa el bautizo de Regalito, quien ahora oficialmente sería reconocido como Selik Gavril Schäfer-Listing. Con una ceremonia breve y una lista de invitados acorde, también anunciaron a su familia y amigos que si bien no había planes a corto plazo de boda, sí había ocurrido un intercambio de anillos la noche anterior y por lo tanto estaban comprometidos…

Con orgullo y una sonrisa amplia, Georg alzó la mano derecha, y en efecto, en su dedo anular descansaba una sencilla sortija de oro blanco. Nada de diamantes o piedras similares, sino ya las bandas que lo simbolizaban todo.

—Y fui yo el que se lo propuso, no al revés —clarificó Gustav, enrojeciendo un poco de las orejas pero con igual dosis de satisfacción.

Entre los invitados, Franziska se dejó escuchar: —¿Tú? Pfff, a otro perro con ese hueso. Eso requiere sus dosis de valor, hermanito, y tú no lo tienes. No mientas, Gus.

—No, en serio fue él —corroboró Georg los hechos—. No pudo ser menos romántico, pero… se arrodilló y me lo pidió. Tuve que decir que sí.

Georg intercambió una mirada cómplice con Gustav, y para ellos se quedaron las circunstancias exactas en las que había sucedido. No porque les avergonzara, sino porque la historia excedía los límites de lo íntimo.

Aprovechando que Selik al fin se había quedado dormido en su cuna, Gustav no había perdido el tiempo en saltar sobre Georg y los dos rodar sobre el colchón hasta alcanzar un buen merecido orgasmo que había tardado casi una semana en llegar. Desventajas de ser padres primerizos, pero ninguno de los dos se había atrevido a quejarse. No cuando su pequeño crecía sano día con día y era una bendición en todo el sentido de la palabra y no sólo por su nombre.

La sorpresa había llegado cuando con el latido de su corazón alterado, Georg había sido testigo de la búsqueda frenética de Gustav bajo las almohadas y después entre las sábanas hasta dar con una cajita negra de terciopelo. Lo que siguió después, sacado del más cursi cuento de hadas.

—Uhmmm… ¿Georg? —Había murmurado Gustav, clavando sus ojos en los suyos.

—¿Sí?

—¿Me harías el honor de…? ¿Querrías tú…? ¿Aceptarías darme tu mano en…?

—¿Gus?

—Cásate conmigo —había pedido Gustav sin tantos ambages—. Porque te amo y me amas, tenemos un hijo y ya vivimos juntos, pero por encima de todo lo demás, porque es lo que más quiero en el mundo… y espero que sea igual para ti.

El sí, no se había hecho esperar, y las memorias aún frescas le traían a Georg la grata sensación de llevar el estómago repleto de mariposas, por muy cliché que fuera.

Recibiendo de la concurrencia las felicitaciones y abrazos propios del anuncio que acababan de dar, Georg no tardó en sentir cansado el brazo en el que llevaba a Selik. Pese a sólo tener cumplidos los seis meses, Selik ya era más alto de lo que debería para su edad, y Georg compartía con quienquiera que quisiera escucharlo ese hecho.

Gustav tampoco cabía en sí de la emoción, y a cada miembro de su familia que se acercaba a saludar, le informaba cada minúsculo detalle de su desarrollo hasta la fecha. Ya fuera que su primer diente había aparecido a los dos meses o que su papilla preferida era la de calabazas, Gustav hablaba de Selik con tal alegría, que a Georg le costaba creer que la mayor parte del año pasado se la había pasado temiendo el tener que enfrentar una vida como padre soltero y sin Gustav a su lado…

En sus brazos, Selik gruñó y esbozó un puchero.

—Oh —exclamó Georg, a sabiendas de qué ocurría. Gustav no tardó en ser partícipe de su secreto.

—Lo sé, deja lo hago yo —aceptó de buen grado la labor de cambiar su pañal.

Con un beso con la mejilla y a Selik apretado contra su pecho, Gustav se metió a la casa desde las puertas corredizas de la cocina, y Georg lo vio marcharse con cierto anhelo de ir detrás de sí.

—Pasa el tiempo y tú no pierdes esa mirada —dijo Franziska, materializándose a su lado y sonriendo—. Respira tranquilo, con confianza puedes decir que es todo tuyo.

—¿Qué puedo decir? Lo amo —respondió Georg con naturalidad—. No siempre ha sido igual de perfecto que ahora, pero ha valido la pena, ¿no lo crees?

—Tengo qué. Soy testigo, y soy feliz por ustedes y Selik. Además… quería agradecerte por permitirnos celebrar este bautizo. Entiendo que para ti estos rollos religiosos no tienen gran significado, pero para mis padres es esencial. Ya sabes, parte de su cultura, o más bien, de nuestra cultura como Schäfers.

Georg asintió. —Lo sé. Gustav me lo explicó. Presiento que temía una negativa de mi parte, pero… Entendí que era parte de un todo. Selik es la tercera generación de tu familia que nace en Alemania, y no quiero que se desconecte de sus raíces eslavas. Si eso incluye que su Babushka Erna le enseñe ruso y también le moje la cabeza con agua bendita, que así sea.

—Muchas gracias —repitió Franziska apretándole el brazo con afecto y los ojos húmedos—. Uhm… Hablando de Selik, ¿dónde está? Le he traído un regalo que espero le guste.

—Está adentro con Gustav —señaló Georg la casa—. A pesar de que temprano hizo lo que tenía que hacer, al parecer ese puré de zanahorias hizo su efecto en el peor momento posible y papi Gus se ofreció a cambiarle el pañal sin rechistar.

Franziska abrió grandes los ojos. —¿Por su propia voluntad salió esa decisión?

—Ajá —confirmó Georg con una sonrisa de gusto en los labios—. Creo que todavía se siente culpable por no haber estado conmigo durante el embarazo, y hace lo que puede para compensarlo. No que me vaya a quejar cuando es él quien se levanta a las tres de la mañana para preparar los biberones de Selik —agregó, riendo de buena gana.

Franziska se le unió, y entonces apareció Gustav a su lado y con el festejado en brazos.

—Anda, ¿qué me apuesto a que hablan de mí?

—Siempre tan perspicaz —dijo Franziska, jugando una broma a expensas de su hermano.

—Eso sí que no, que yo-…

—Chicos, hey —interrumpió Fabi su conversación, apareciendo de pronto y con apariencia exaltada—. Ella está aquí.

Georg comprobó con Gustav por medio de una mirada que el momento había llegado…

—Ok, yo iré a recibirla. Tú prepara el resto —le dijo Georg a Gustav, y éste asintió. Con Selik en brazos, pidió a los presentes su atención mientras Georg se dirigía al interior de la casa guiado por Fabi.

En la sala, esperaba Lena vestida para la ocasión y con su maleta a los pies.

—Hola —saludó a Georg en inglés, y éste correspondió el gesto con un abrazo fuerte.

—¿Estás lista? Perdona por no pasarte a recoger en el aeropuerto, pero hemos tenido tantas llegadas imprevistas, y el pastelero que habíamos contratado perdió nuestra orden hasta el último momento… Caray, no pensé que un bautizo fuera así de complicado.

—No pasa nada —le tranquilizó Lena—. Y uhm, Fabi fue por mí… —Murmuró con las mejillas sonrosadas y dedicándole una mirada al aludido.

Georg no estaba seguro si lo que entre los dos iba en serio o no, pero ya en varias ocasiones Fabi había mencionado que él y Lena hablaban seguido por teléfono y se escribían correos; y por si fuera poco, una vez Fabi había revelado que vía skype suplían las ganas de verse a la cara. Si de pronto hablaban de mudarse al país del otro, Georg no se haría el sorprendido.

—¿Ya se han reunido todos? —Preguntó Lena, siguiendo a Georg hacia el jardín trasero donde ocurría la celebración.

—Sí, todos. Salvo mi madre, y los padres y hermana de Gustav, nadie sabe nada. El plan va tal como quedamos.

—Ok —asintió Lena, solemne en el papel que iba a representar ante una docena de invitados.

Para entonces, Gustav ya había pedido su atención, y en el papel que había ensayado para la ocasión, les relató a los presentes la mentira que tenían preparada.

Ya que ir por la vida confesando que Selik había nacido fruto de su vientre por una cesárea y gracias a un ovario rebelde que de pronto un día había decidido ponerse en acción no era de lo más tradicional (y tampoco lo más aceptado socialmente), Georg y Gustav habían optado por una mentira blanca (o no tanto) que les permitiera sobrellevar la noticia de sin más un día presentarse con un bebé en brazos afirmando que era suyo hasta el día de su muerte.

Ante todo aquel que no fuera su familia más cercana, Fabi, los gemelos y Lena, la versión oficial era que Selik había sido producto de la inseminación artificial entre una donadora de ovulo y vientre que se había prestado para hacerles el favor, y la mezcla de esperma que Gustav y Georg habían donado en un tubo de ensaye para tener la misma probabilidad de ser el futuro padre. Así que técnicamente y en cuestiones legales, era Lena la madre que había renunciado a Selik de manera oficial ante el gobierno alemán, y el bebé fruto de su embarazo había pasado a ser de Georg y Gustav, quienes habían firmado la carta de adopción apenas un mes atrás. Para quien quisiera saberlo (o tratara de adivinarlo) por ley sólo uno de los dos podía ser el padre, y las apuestas no tardaban en acalorarse cuando había más de dos individuos en la habitación tratando de adivinar de quién se trataba.

Después de seis meses, a Georg le seguía pareciendo de lo más divertido, ya que Selik tenía tanto de Gustav como de él mismo, por lo que querer asignarle erróneamente un solo progenitor acababa siempre en igual número de probabilidades hacia una u otra posibilidad. Y discusiones, muchas discusiones.

Por asombroso que resultara, había sido Lena quien sugirió la magnífica idea de hacerse pasar por su madre biológica. Con Selik de un mes, había sido un caos legal el registrarlo bajo el nombre de dos padres sin una orden previa de renuncia de la madre, y ante aquella eventualidad, Lena había dado un paso al frente para asumir una responsabilidad que no era suya pero que aceptaba de buena gana por la amistad que entre ella y Georg se estaba formando a pasos agigantados.

El mismo Georg tenía que admitirlo, por una breve fracción de segundo había sentido una mano helada apretándole el pecho cuando en el ayuntamiento Selik había sido registrado como hijo de Lena, y a su cabeza habían acudido imágenes donde ella lo reclamaba como suyo y se los arrebataba con facilidad por su exceso de confianza, pero… Sus miedos habían sido en vano. Ese mismo día habían dado inicio los trámites de adopción, y al cabo de unos meses, se habían vuelto a reunir, esta vez para que Lena firmara la renuncia, y Georg y Gustav los papeles de adopción que los declararían guardianes legales de Selik hasta su mayoría de edad. Frente al gobierno, eran sus padres, y nada ni nadie lo cambiaría de ahí en adelante.

Desde entonces habían planeado esta escena, frente al resto de sus conocidos para dejar bien claro que su ahora familia de tres, había llegado para quedarse.

Gustav finalizó su explicación, y para entonces, varias eran las bocas que colgaban abiertas por lo irreal, y a la vez, lógico del asunto. Luego Lena se presentó con un tímido “hi!” y el tema quedó zanjado sin más.

El resto de la velada transcurrió sin más contratiempos que una leve llovizna cuando los invitados ya se estaban despidiendo.

Georg entró a la casa con Selik adormilado en brazos, y Lena pidió cargarlo un rato, lo que no resultó extraño para las personas que ya se despedían en la puerta y agradecían haber estado en la feliz ocasión.

Para cuando se retiró el último invitado, Georg suspiró cansado, y lo mismo hizo Gustav. Sus padres y la madre de Georg ya se habían ido antes, y lo mismo había hecho Franziska porque al día siguiente tenía que trabajar temprano.

Tom y Bill también se habían despedido ya, porque esa noche la pasarían en casa de sus padres y antes de mediodía tomarían un vuelo de vuelta a LA. Tanto Georg como Gustav habrían querido pasar un rato más con ellos, pero ya sería así más adelante. En unos meses anunciarían el regreso de la banda con su cuarto disco de estudio, y entonces… la noticia del nacimiento de Selik correría por los medios como pólvora.

—Estoy… muerto… —Gruñó Gustav dejándose caer en uno de los sillones de la sala.

—Y que lo digas —respondió Georg en igual tono, ocupando un sitio a su lado y acurrucándose a su costado

Ajeno a su cansancio, Selik gorgoreaba en el regazo de Lena mientras ella le hablaba en ruso

—Pronto veremos si su primera palabra es en alemán, ruso o inglés. A estas alturas, nada me sorprendería… —Comentó Gustav.

—Seh —confirmó Georg a su vez. A él tampoco.

—Uhm, ¿les importaría si paso la noche aquí? —Pidió Fabi.

Sin necesidad de decir más porque señalar lo obvio estaba extra, Georg y Gustav aceptaron.

—Pero mantengan el ruido en lo mínimo —pidió Gustav con sorna—.  La habitación de Lena está al lado de la de Selik y este pequeñajo tiene el sueño ligero como el demonio. Si lo despiertan, ustedes se encargarán de arrullarlo de vuelta.

—Ni un ruidito —prometió Fabi.

Como cierre para la larga jornada, Georg preparó unas tazas de té y al cabo de media hora y charla amena, Gustav declaró que ya era hora de irse a la cama. Con Selik dormido en sus brazos, Lena le besó la cabecita cubierta de abundante pelo rubio idéntico al de Gustav y se lo pasó a Georg, quien lo tomó con el mismo cuidado que la práctica que sólo tener un bebé en casa daba. Selik apenas si notó el cambio.

Mientras Georg se ocupó de acostar a Selik en su cuna, Gustav tomó bajo su mando el encargo de cerrar puertas y ventanas, activar las alarmas y prepararse para dormir. Cuando Georg entró a su habitación, Gustav ya lo esperaba desnudo bajo las mantas.

—Tus intenciones saltan a la vista, no eres nada sutil —le dijo, arqueando una ceja.

—Ya, pero no has dicho que no —le retó Gustav con picardía.

—Cierto —aceptó Georg, quitándose la ropa lo antes posible y saltando en la cama.

Selik dormiría hasta las primeras horas de la madrugada, y mientras tanto… Bien podrían esforzarse en darle un hermanito, lo cual era inútil a falta de la ausencia del ovario que antes había estado dentro del cuerpo de Georg, pero como Gustav le recordaba burlón, daba igual, había que intentarlo, y acompañaba su chanza con una serie de fuertes embestidas…

Pronto Georg se corrió, y Gustav también, y juntos descansaron uno sobre el otro con las piernas entrelazadas y las respiraciones agitadas.

—¿Te das cuenta que en un par de meses el mundo sabrá acerca de… nosotros? —Inquirió Georg en susurros.

Ya lo habían hablado de antemano, y habían estado de acuerdo en compartir la noticia con los medios alemanes. Con la salida del nuevo disco, también darían a conocer la existencia de Selik, su compromiso, y tal vez para entonces, una fecha de boda…

Haber pasado de cero a eso en apenas un año… Georg se tragó la angustia que le subió por la garganta al recordar el miedo que había sentido antes del nacimiento de Selik, su Regalito, y ahora en cambio, la vida no podía ser mejor.

—¿Y qué? Que lo sepan todos. No tengo nada que ocultar, al contrario —declaró Gustav. Él también había pasado por un proceso de redescubrimiento personal, y desde lo vivido en Sudamérica, apreciaba cada día la oportunidad que se le había presentado para resarcir sus errores del pasado y comenzar de nuevo. Tal como su padre le había pedido, Gustav no iba a cagarla de vuelto. Esta vez iba en serio, y como el adulto responsable que quería ser, un padre ejemplar para Selik, hacía lo que podía para que así fuera.

Incluso en los días en que el temor volvía a atacar, Gustav tenía como recordatorio la larga cicatriz que le recorría la pierna izquierda, y la levísima cojera que le había quedado tras retirar la férula. Los médicos eran optimistas en su pronóstico, una vez recuperado del todo y con la terapia adecuada, Gustav volvería a ser el de antes y caminaría como si nada. Hasta entonces… Selik sería su amuleto de la suerte y lo tendría como la prueba viviente de que todo lo ocurrido había sido por una razón.

Sin planearlo, Georg cayó rendido por el cansancio y el sueño, y Gustav no tardó en seguirle.

Ser padres de una criatura de seis meses no era fácil, y no iba a serlo por lo menos en los siguientes dieciocho años, pero no había quejas al respecto. Sólo amor.

Cerrando los ojos y dejándose llevar por el la modorra, Gustav llegó a la conclusión de que ese era su destino, y él lo aceptaba con la misma gracia que se aceptan los rayos del sol en la mañana o la primera brisa de la tarde. Era feliz, inmensamente feliz, y agradecido.

Y pensar que todo había sido producto de su ausencia, mientras él no estaba…

Con una sonrisa en labios y los brazos rodeando a Georg con fuerza contra su pecho, Gustav suspiró, y con una serenidad de la que antes carecía para aceptar los hechos tal como se le presentaban, se prometió una vez más plantarle frente a los problemas y no dar media vuelta y huir. Jamás huir. Ya no.

Con la consciencia tranquila, durmió, y en sueños, Georg y Selik le acompañaron.

 

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Notas finales:

Nas~
*se enjuaga una lágrima imaginaria* Ok, el epílogo. Es más corto que un capítulo normal, pero así debe ser. Sólo quería que tuvieran un vistazo al futuro que les deparaba y que en efecto, Gustav había madurado y no iba a escaparse nunca jamás.
Y hablando del epílogo, ¿se esperaban esa relación entre Lena y Selik? Cuando se me vino a la mente la idea, supe que tenía que incluir ese detalle para darle el tono realista. Moi satisfecha y espero que ustedes también.
Siendo la última vez que escribiré notas de autora para esta historia, quiero agradecer a cada persona que se tomó la molestia de comentar a lo largo del fic, en especial a las tres chicas que en Slasheaven me alegraban la semana con sus palabras de aliento. Ustedes saben quiénes son, y este fic va dedicado para ustedes: Matve, Alexis Swan y Setbyul. Para quien nunca me dijo nada pero llegó hasta el final, me gustaría saber su opinión, ya sea buena o mala con respecto a esta historia. Como último favor, eso pido y sólo después de haber finalizado de escribir.
Motto graxie por este largo camino de 17 martes actualizando de continuo. He sido feliz, y que viva el GxG, carajo xD
Besucos y Bosnoches~!


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