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Suplicando tu amor por Fullbuster

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Itachi Uchiha POV

 

Los primeros días fueron un infierno, no había forma de que el niño durmiera y teníamos que despertarnos cada dos horas a darle de comer… agotador, pero una vez pareció acostumbrarse a su cuna y a la nueva casa, dejó de llorar por las noches durmiendo de un tirón prácticamente, a excepción de cuando le tocaba comer. Al menos podíamos descansar algo. El único gran problema que nos encontramos, es que Deidara no tenía leche materna para darle, así que tuvimos que darle biberón desde el primer momento, pero no podíamos hacer nada con eso.

En parte, era una ventaja, porque a veces, me permitía darle de comer a mí y dejar descansar a Dei, que lo necesitaba bastante más que yo después del parto o mejor dicho… después de la cesárea.

No se lo dije a Dei, pero la verdad, es que me encantaba estar por las noches a solas un rato con mi hijo mientras le veía tomarse todo el biberón. No se lo decía por la sencilla razón de que me haría levantarme siempre a mí y a veces… quería dormir y descansar, pero supongo que Dei lo sabía, porque alguna vez me pilló sentado en el sofá con el niño en brazos mientras se tomaba la leche, incluso una vez, me quedé dormido en el sofá con él en brazos durmiendo también apoyado sobre mi pecho buscando mi calor.

El nombre que habíamos pensado para él, era Minato por honor al padre de Naruto y de Deidara, pero aún estábamos pensando alguno hasta que pudiéramos bautizarle, seguramente acabaríamos poniéndole ese, porque Naruto se empeñó en que se llamase como su padre y yo no quería llevarle la contraria por no iniciar otra guerra familiar ¡ya tenía bastantes discusiones con Naruto! Y tampoco me parecía un mal nombre, más sabiendo que le gustaba a Deidara por ser un nombre de su familia.

Hoy tenía que acompañar a Dei al médico para que revisaran sus heridas, pero había dormido tan poco las últimas noches por el niño, que mi padre decidió que le acompañaría él al médico mientras yo me quedaba durmiendo un rato y cuidando de mi hijo. Le saqué de la cuna para darle la leche y al final, acabamos los dos durmiendo en el sofá.

Me desperté por las caricias de Deidara y al abrir los ojos, le vi frente a mí sonriendo, arrodillando frente al sofá acariciando mi cabello. Me desperecé un poco y miré al niño aún durmiendo como un tronco en el sofá. ¡Creo que íbamos a ser muy parecidos!

- ¿Qué hora es? – le pregunté.

- Las seis – me dijo – prepararé algo de cenar enseguida – me comentó Dei acariciando ahora la mejilla del niño.

- No hace falta, puedo hacerlo yo.

- Créeme, que preferidas que lo prepare yo – me dijo sonriendo cogiendo al niño en brazos y dejándolo en la cuna de detrás.

O yo estaba aún dormido… o no entendía muy bien de qué me estaba hablando, pero lo entendí cuando volvió, se sentó encima de mí a horcajadas y me besó con fuerza. Sólo me dio tiempo a poner mis manos en su trasero antes de que terminara de sentarse en mis piernas y tuviera que cogerle de la cintura.

- ¿Estás seguro de esto? – le pregunté.

- El médico ha dicho que haga vida normal, esto es vida normal ¿No? – me preguntó con una sonrisa pícara.

- ¿Seguro que estás bien? Te han operado hace poco.

- Tranquilo – me dijo – estoy perfectamente, salvo… que estoy un poco necesitado, ha sido un largo embarazo, venga… necesito sexo – me dijo intentando provocarme - ¿O estás muy cansado para tener relaciones conmigo?

- ¿Cansado para el sexo? – le pregunté sonriendo – llevo deseando esto desde hace demasiado como para desaprovechar la oportunidad.

Le besé tras asegurarme mirando hacia atrás de que el niño estaba dormido ¡bastante costaba hacerlo dormir como para despertarlo ahora! Cogí a Dei en brazos levantándome y le llevé hacia la habitación, más que nada, por hacer menos ruido, no me apetecía que para una vez que podía disfrutar de mi pareja, el niño reclamase nuestra atención.

Dejé la puerta entornada por si se despertaba poder escucharle y me dirigí hacia la cama dejando a Dei tumbado en ella mientras yo me tumbaba encima de él con una sonrisa y es que… ¿Cuánto había deseado tener a Dei así? Voluntariamente claro… porque obligarle aquella vez, fue la mayor estupidez que se me pudo ocurrir.

Me quedé hipnotizado mirando sus ojazos azules que a mí me recordaban a los de un niño pequeño, siempre mirándolo todo, curiosos, miré su sonrisa, porque recordaba que la última vez, solo salieron gritos para que le dejase en paz y ahora, estaba sonriendo porque realmente quería hacerlo conmigo. Tanto habíamos pasado para estar aquí hoy, ¡Qué giros da la vida! Yo un heterosexual rico y egoísta, acabé en esta casa en los viñedos, lejos de la ciudad, con una pareja homosexual y un niño precioso que había sacado los ojos de Dei ¡no podía pedirle nada más a la vida!

- ¿Qué te ocurre? – me preguntó al verme tan parado

- Nada, sólo pensaba – le dije.

- ¿En qué? – me sonrió.

- En ti – le contesté con una sonrisa antes de besar su cuello y escuchar su risa por las cosquillas y es que su punto débil, siempre fue el cuello.

Resbalé mis manos por su cintura mientras él enredaba sus dedos en mi cabello soltando la coleta que me había hecho, supongo que a Dei le gustaba que llevase el cabello suelto, a mí también me gustaba cuando se lo soltaba, pero porque era una melena rubia muy sensual.

Acaricié su cabello porque me encantaba lo fino que era, como se escurría entre mis dedos haciendo cosquillas. Le besé sin soltar su cabello, pero presionando mi mano contra su mejilla con suavidad. Jugué con su lengua y él me correspondió jugando con la mía, intentando morderla con suavidad cuando la metía en su boca.

- ¿Estás juguetón hoy o qué? – le pregunté.

- Algo – me dijo sonriendo.

- Ya veo

- Pues entonces esta noche te toca cuidar a ti del enano – le dije sonriendo – eres el que más marcha llevas

- Deidara empezó a reírse justo antes de cogerme de la camisa y empujarme hacia él para poder morder y lamer mi oído antes de susurrarme.

- Admite que te gusta quedarte con el enano.

- La verdad es que sí – le dije

- Vas a ser un gran padre – me dijo de golpe.

- ¿Creía que saldría corriendo o qué?

- Tenía mis dudas – me dijo serio – ahora ya no las tengo, sé que elegí bien, quiero estar contigo, te quiero a ti – me confesó.

- Y yo a ti Dei, eres lo mejor de mi vida… lo segundo mejor, te ha superado el enano – le rectifiqué sonriendo y él empezó a reírse también.

Sentí la pierna de Dei en mi cintura y como hacía fuerza para colocarse sobre mí. Le dejé, para una vez que él tomaba la iniciativa, no pensaba cortarle las alas, así que por hoy, dejaría que él actuase como quisiera. Bajó mi pantalón con lentitud y me gustaban sus suaves manos rozando mis piernas en su recorrido de bajada.

Quitó el pantalón tirándolo al suelo junto a mi ropa interior y subió desde los tobillos hacia mi ombligo besando cada parte de mi piel. Creo que le daba vergüenza, sobre todo cuando pasó por mi miembro besándolo por encima antes de ir hacia mi abdomen. Si pudiera verle la cara ahora mismo, seguramente estaría más rojo que un tomate, pero me encantaba ver que no había renunciado a seguir adelante solo por la vergüenza.

Bajó tras besar mi ombligo hacia mi miembro y lamió la punta despacio, con una gran suavidad haciendo que me diera un placer terrible a la vez… que unas inmensas ganas de que se metiera todo el miembro en su boca. Lamió durante unos segundos antes de metérselo todo y cuando lo hizo, entró con tanta suavidad y tanta lentitud, que me moría del placer.

Subió también de la misma forma que bajó y por dios que me encantaba lo que hacía y cómo lo hacía. Tras un par de bajadas y subidas lentas, hizo un par más rápidas y el contraste, hizo que me diera el doble de placer, porque al combinarlas, nunca sabía qué ritmo iba a coger, ambas formas me gustaban, aunque acabó eligiendo un ritmo más rápido al final para darme más placer.

Tuve que pararle al final antes de que me corriera, porque no quería dejarle luego con las ganas al pobre, así que le pedí que subiera de nuevo y aproveché para besarle con dulzura.

Le di la vuelta colocándome encima y saqué de la mesilla el lubricante. Vi en el cajón los preservativos y no estuve seguro de si utilizarlos o no… porque supuestamente… ya le habían operado para quitarle el útero, por lo que no debería haber problemas… pero después de lo que pasó la última vez, aún me daba un poco de miedo. Deidara me miró diciéndome que no pasaba nada, que no podía quedarse embarazado ya, así que rehusé utilizarlos, aunque seguía teniendo esa ligera duda dentro de mí.

Lubriqué su entrada y metí los dedos tratando de dilatarle todo lo que pude antes de entrar en él, porque no quería hacerle daño y menos después de la operación y el embarazo. Era la primera vez en meses que lo hacíamos, así que quería ser cuidadoso.

Entré con cuidado en él y se quejó un poco al principio, pero enseguida se acostumbró. Me moví muy despacio, tratando de que se acostumbrase a mí aunque me pidió que no la dejase quieta por el dolor, sentía la presión dentro de él, así que le hice caso y me moví notando como las paredes se iban abriendo y adaptándose a mi miembro. A los pocos segundos, Dei intentaba contener los gemidos y sonreí al escucharlo.

- Deja de contenerte – le dije y sonrió – si quieres gemir hazlo.

- Es que… me da vergüenza – me dijo y me reí.

- Me gusta escucharte Dei – le comenté para quitarle la vergüenza – me excita cuando te escucho disfrutar.

- Vale.

Por lo menos me hizo caso, porque dejó de contenerse y en cuanto empezó a gemir, yo también lo hice, porque escucharle me excitaba demasiado. Acaricié su miembro a la vez que entraba y salía de él a un ritmo frenético, por darle más placer aún y acabé corriéndome dentro de él poco antes de que Dei se corriera en mi mano.

Fue acabar y tumbarme al lado de Dei abrazándole, cuando escuché al niño llorar pidiendo la comida ¡ese niño iba a acabar conmigo!

- Ya voy yo – me dijo Dei – descansa – dijo besándome antes de vestirse y salir a ver al niño mientras cerraba la puerta para que no me molestase.

Me quedé dormido al momento pero una cosa tenía muy clara, por muy cansado que estuviera ahora mismo, ambos eran lo mejor de mi vida, no cambiaría esta vida por nada, eran mi familia y me encantaba. En cuanto volviera Dei, dormiría abrazado a él toda la noche.

 


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