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La cocina verde por Naghi Tan

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Resumen Treceavo Drabble: Ahí supo que era dueño de un demonio demasiado joven y que entre más lo mantuviera encerrado, este se podría volver salvaje y no obedecer las órdenes de su protector.

Universo: AU, Donde Kuina le deja un regalo a un Zoro de diez años antes de morir y le dice que tenga mucho cuidado con él, porque apenas es un niño.

Número de palabras: 1334

Comunidades: Reto diario.

Número y Nombre del reto: 007. A Lifeless Ordinary (Need a Little Help)/Sin vida ordinaria (Necesito un poco de ayuda).

Categoría: PG-17

 

 

 

 

 

 

“Dices una palabra,

Y yo soy tu villano.

Veo la pasión emerger,

Y yo soy tu villano.

 

Pero seria,

Tú eres tan seria,

Como un mozo odiando al rico,

¡Pero tomando sus propinas!

—I´m your villain—Franz Ferdinand

 

 

 

 

 

Zoro frunció el ceño ante el panorama en el que se encontraba, con dieciocho años estaba siendo guiado por un niño de trece años, a quien tuvo que cuidar desde los diez, y ahora este lo iba arrastrando para salvarle la vida. El demonio al que cuidaba era un pequeño rubio de aparentes trece años de edad, pero que en realidad tenía más de mil, asunto complejo a su parecer.

—¡Corre más rápido Zoro!—el pequeño le gritó, poniendo cara de desesperación, y al mayor no le gustaba verlo preocupado, supuestamente tenía que cuidar de él, pero Zoro era el que terminaba metiéndose en problemas.

Kuina le había dado un encendedor un par de semanas antes de morir, le había dicho que cuando se sintiese solo simplemente digiera: “Acompáñame en mi soledad”, para Zoro de diez años eso había sido ridículo, pero había aceptado el regalo, Kuina no era de regalarle las cosas, mucho menos ese encendedor que desde antes llevaba todo el tiempo a todas partes.

Dos semanas después, su hermana había muerto y aun así se había negado a decir aquellas palabras, meses después su padre adoptivo había sido asesinado y algunas personas lo mandaron al orfanato, debido que no tenía a nadie más que le cuidase. Sufrió de abusos por parte de los chicos mayores, se defendía, no había duda de eso, pero siempre peleaban en montón y eso hacía que perdiera. No le gustaba justificar sus derrotas, por eso entrenaba en las mañanas.

Conoció a un niño de nombre Luffy, quien se hizo su amigo de inmediato, seguido de una niña pelirroja llamada Nami y de una adolescente que era demasiado seria pero que les trataba muy bien, Robin era su nombre.

Una noche, cuando todos dormían —o eso pensaba—, vio como Luffy salía cuidadosamente de la habitación y corría hacia el patio, Zoro lo siguió, pero se había perdido al salir de la habitación, por alguna razón algo le dijo que siguiera cierto camino y vio que Luffy estaba escondido entre los arbustos.

—¡Quiero sonreír más!—susurró Luffy ante una pulsera con una brújula en medio, Zoro se quedó boquiabierto al ver que un adolescente salía entre una bola de fuego y se agachaba para abrazar al menor. Aquel adolescente tenía pecas y el cabello negro, y le sonreía a Luffy como si fuera la cosa más importante en su vida.

Y conmigo serás feliz—había respondido aquel joven.

—¡Ace!—Luffy le dio un fuerte abrazo.

Zoro observó el encendedor dorado que le había dado Kuina, no creía que esa cosa hiciera lo mismo, lo guardó, pero las voces de Nami y Robin le hicieron detenerse.

—¿Así que ese es Ace?—preguntó la mayor, dándole una sonrisa a Luffy y este había asentido con energía, para tener apenas ocho años, el niño era demasiado imperativo y dirigiéndose al pecoso preguntó—¿Conocerás a Franky y Brook?

—¿Y a Usopp y Chopper?—la pelirroja añadió.

—Claro—Ace las miró con alegría—, ellos hablan mucho de ustedes.

Zoro se dio la vuelta, aun incrédulo ante lo que había visto y de nueva cuenta contempló el encendedor, tan abstraído estaba que no se dio cuenta que Ace lo había visto y le había quitado de un arrebaton aquel encendedor.

—¡Tú eres el dueño de Sanji!—le gritó, aferrándose al objeto y haciendo que los niños saltaran asustados—¿Por qué no le has dejado libre?

El niño no sabía que decir, le intimidaba el fuego que había rodeado a ese joven, y la mirada de enojo que le tiraba.

—Me lo regaló mi hermana antes de morir—dijo en un susurro—, nunca pensé que algo habitara dentro.

Ahí supo que era dueño de un demonio demasiado joven y que entre más lo mantuviera encerrado, este se podría volver salvaje y no obedecer las órdenes de su protector, supo que habían tres clases de demonios: protectores, protegidos y comodines… Sanji y Ace eran comodines.

Tardó varias semanas en dejar salir a su demonio, en esos momentos, cuando era pequeño, pensaba que quizás fuera grande y musculoso igual que Ace, pero ahora de grande, se dio cuenta que la actitud sobreprotectora de Ace para con Sanji, era porque era el más pequeños de los demonios —Chopper no contaba, él tenía dos mil años más que Sanji— y era uno de los más codiciados.

Acompáñame en mi soledad—esperaba que su demonio no lo atacase, y la incertidumbre vino.

Nunca estarás solo—fue la respuesta y entre el fuego y el aire, una pequeña figura había aparecido, era aparentemente un niño de ocho años, de cabellos rubios, piel pálida y ojos enormes de color azul, de un azul intenso, podía decir que quizás ambos ojos eran de ese color, dado que el ojo izquierdo estaba cubierto por un mechón de cabellos.

Zoro se sentía desilusionado, esperaba alguien grande y fuerte, no un niño.

.

 

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—Pudimos escapar—la voz de Sanji, ahora de aparentes diecinueve años se dejó escuchar, bastantes años habían pasado y Zoro tenía veinticuatro y su demonio era menor que él en apariencia, cinco años.

Habían recorrido casi todo el infierno, escondiéndose de los demonios que querían al más joven de ellos, que en este caso venía siendo el rubio, Zoro cuando era más joven había dejado que se lo llevaran, no quería involucrarse en problemas absurdos de seres infernales. Pero Ace, Brook, Franky, Usopp y Chopper le habían amenazado, solo había diez comodines y según fueran tratados, sus poderes se desarrollarían tomando la forma de su dueño. No les había puesto atención y había hecho oídos sordos.

Ahora de grande se lamentaba del carácter voluble que Sanji había adquirido, su antiguo opresor le había hecho cosas que Zoro no quería recordar cuando lo había ido a rescatar. Después una horda de demonios los fueron siguiendo y ellos ya no podían esconderse, así que el rubio había optado por esconderse en el infierno, cuidando siempre del mayor.

Recorrieron ríos de lava, bosques de espinas y un sinnúmero de lugares que eran usados para la condena eterna.

En todo ese viaje, Zoro estaba comenzando a desarrollar afecto hacia el menor, era extraño sentir aquello ante su demonio, pero estar a su lado siempre le relajaba, aunque se la pasasen peleando entre sí

 

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—Tú no eres Kuina—el demonio lo miró atento y mostrándose dolido.

—Ella ha muerto y me dio aquel encendedor—explicó el mayor, desilusionado del demonio, no creía que ese chico fuera a convertirse en algo como Ace, parecía a punto de llorar, pero incrédulo miró como se convertía en un hombre de aparentes veinte años, su versión adulta.

—¡No juegues conmigo mocoso!—la voz era como un rugido, haciendo que a Zoro se le erizaran los vellos de la nuca, sintió que el aire se movía fuertemente y se reunía alrededor del demonio, fuego apareció y de igual manera le rodeó, fue el brillo de las pupilas del hombre que le dijo que el demonio estaba triste y esa era su manera de lamentarse lo perdido.

Zoro estuvo con él hasta que el demonio se cansó y volvió en su forma original, quizás no fuera tan malo, pensó mientras le abrazaba, quizás y él en verdad nunca le dejaría solo.

 

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-

 

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No supo cómo sucedió, pero el demonio había sido capturado y llevado lejos de él, más de diez años huyendo para que el mismo Sanji se ofreciera para que no le lastimaran…

Ahora, decidido, iría tras aquel demonio, porque quería demasiado a Sanji como para dejárselo a alguien más y todos sus amigos le habían dicho que irían con él, costase lo que costase.

Si una vez deseó tener una vida normal, ahora no, le gustaba esa emoción, porque con Sanji nada era normal.   

 

 

 


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