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La cocina verde por Naghi Tan

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Resumen Decimoséptimo Drabble: No podía negar, que de antes, ya se sentía atraído hacia el cocinero.

Universo: One Piece, donde a Sanji lo vuelven un Pixie y la tripulación descubre un secreto de su parte, por su parte Zoro lo cuida por aquel secreto revelado.

Número de palabras: 1587

Comunidades: Reto diario

Número y Nombre del reto: Tabla de Primavera, 006. Atracción

Categoría: PG-17

Notas de Autor: Bueno, a ver si me sale, gracias a Raven Scissor por la imagen para inspirarme a hacer el porno pixie (?), a Harkkonen (Pieromachine en Tumblr) por su dibujo de Sanji Pixie, no puedo dejar de agradecerte, ya me dirás lo de ese fic que tienes en mente.

 

 

 

 

 

 

 

“Ahora la sangre me hierve

Y me hace estar exaltado de nuevo.

Ven aquí, conozco un juego fabuloso.

 

Por tú boca de frutilla estoy tan loco,

(Boca de frutilla)

Que noche salvaje, boca de frutilla.

Tú boca me vuelve loco.”

—Erdbeer Mund—Franz Ferdinand

 

 

 

 

 

 

 

 

Zoro no supo cómo es que había sucedido, quizás fue aquel retortijón en el estómago que últimamente era constante lo que lo empujó a hacer aquello, no sabía bien, el cocinero era una pequeña figura de diez centímetros, diminuto, pero todavía conservaba el atractivo que dé humano tenía, salvo que las orejas en punta, el brillo del polvo de pixie y las tonalidades verdes que su cabello rubio estaba adquiriendo en las puntas, era lo que tenía de más.

No podía negar, que de antes, ya se sentía atraído hacia el cocinero, le gustaba su silueta, fina pero no delicado, la piel pálida que le incitaba a probarlo y dejar marcas en todo su ser, quizás fue eso, el recuerdo de la sonrisa que Sanji tenía cuando cocinaba, las risas frescas que tenía cuando jugaba con los tripulantes más jóvenes, la pasión que desbordaba cuando peleaba contra él y el aroma que tenía a tabaco, especias y sal.

Observó a Sanji, quien estaba en su mano cerca de su nariz mirándolo con duda, su silueta era más estilizada, y sus ropas se ajustaban a la perfección en aquel pequeño cuerpo. No lo pensó mucho y solo acercó sus labios y besó su pequeña cabeza, la sorpresa del cocinero se hizo notar al batir de sus alas, estás se movían lentamente y se habían tensado.

Zoro abrió los ojos y vio al pixie sonrojarse, quiso reírse al ver que las puntas de las alas de Sanji se volvían de un suave color rosa, pero la respuesta del cocinero no se hizo esperar, con la fuerza que le caracterizaba, el cocinero lo acercó y le besó el labio inferior, su boca solo había tocado una diminuta parte, pero se sentía cálido. El desespero de no saber qué hacer fue lo que siguió, tanto Zoro y Sanji eran de diferentes medidas, demasiado, y el espadachín sabía de sobra que ni de puro milagro podría hacer algo con el rubio. Más una idea se le ocurrió:

Robin había dicho que el cocinero debía descubrir los placeres carnales, más nunca dijo perder la virginidad, cosa que no era lo mismo, descubrir los placeres era guiar y seducir al cuerpo, tocarlo, sentirlo, dejar que el cuerpo se adaptase a los toques, explorar y sobre todo, sentir placer. La virginidad se podía perder con penetrar o ser penetrado, más no era símbolo de que una persona fuera menos, siempre se podía perder de cualquier forma o inclusive no tenerla —en el caso de las mujeres, el himen a veces no existía al nacer o por un accidente se podría romper—, quiso explicárselo al cocinero.

—Sé qué hacer para que no tengas que acostarte con una desconocida—le dijo con una sonrisa, la cara de interés del cocinero le dijo que continuara—, pero será un poco difícil debido a mi tamaño.

Vio como el cocinero se tensaba y lo miraba sorprendido, esperaba que no creyese que le haría algo que le dañase, Zoro tenía valores, no era un simple espadachín errante, no, él se regía por sus valores, las cuales la mayoría era nunca dañar a un nakama, siempre protegerlos.

Al parecer Sanji se acordó de que Zoro nunca haría algo que le causase daño —a menos que fuera en sus peleas, pero ni ahí se lesionaban a propósito—, y solo le sonrió, Zoro sabía que eso era el permiso que Sanji le estaba dando, demostrarle si podía confiar en él, si aquello valía la pena.

El espadachín no era un experto en el arte amatorio, más se esmeraría, con Tashigi había sido rápido, sin sentimientos y al grano, no pudo ser rudo, y el encuentro le había dejado frustrado, porque no podía dar todo de sí. Pero no era momento de recordar lo insatisfecho que su ex amante le había dejado, tenía que poner concentración en lo que haría con el cocinero, porque no debía romperlo.

Al contrario que Zoro, el cocinero tenía en mente lo atento que había sido el espadachín para con él en esos meses, claro que habían peleas, pero se pudieron adaptar entre sí, le había llenado de orgullo haber podido lograr que Zoro pudiese logrado un huevo, con eso sabía que no se moriría de hambre.

¿Confiaba en el espadachín? Claro, siempre había rivalidad, pero sabía que podía contar con el musgo si algo le pasaba, y en estos momentos, dejaba su vida —literalmente— en las manos del espadachín, porque se daba a la idea de lo que le haría.

En unos pocos minutos sintió como Zoro lo colocaba en la pequeña caja que le hacía de camilla para él, le costaba juntar las palabras Zoro y delicado, porque nunca había creído que el espadachín fuera así de protector.

Sintió como un par de dedos tiraban de su camisa y suavemente era jalada para comenzar a desnudarlo, se sintió nervioso ante el toque del espadachín, más se tranquilizó, porque confiaba en el marimo, cuando un leve tirón le sacó los pantalones, se sabía ya en las manos del espadachín.

Por su parte, el espadachín contemplaba con dedicación el cuerpo del cocinero, era tal y como se lo había imaginado, con piel blanca que invitaba a ser probada, con el rostro ligeramente sonrojado y bien formado, sabía que esa era la escala del cocinero, pero si se lo imaginaba en gran tamaño sabía que sería lo mismo.

Con el dedo índice de su mano derecha, comenzó a recorrer aquel cuerpo, lenta y suavemente, tenía que hacer aquella experiencia la mejor, porque quería que Sanji regresara a él, que se diera cuenta de sus sentimientos. Un leve temblor por parte del cocinero le hizo detener la caricia que le estaba brindando, al parecer las alas eran delicadas al toque y más la espalda donde estaban conectadas.

Sanji gimió, pero sabía que sus gemidos no serían escuchados, se sentía bien el ser tocado de aquella manera, el dedo del espadachín se había detenido en su espalda y el mismo Sanji se dio la vuelta inconscientemente, la sensación de deleite se intensificó más cuando el dedo le masajeaba circularmente la espalda, quizás esa parte era sensible por las alas que cargaban con su peso y eran conectadas ahí.

El arqueo de su cuerpo sucedió cuando sintió que Zoro lo cargaba con la otra mano y lo acercaba a su rostro, quería sentir más, quería sentirse mejor y más cerca del espadachín, se sentía deseado y quería decirle a Zoro que se había dado cuenta de sus sentimientos, porque solo una persona ciega podría no darse cuenta de ello.

Quería gritarle que le correspondía, que siguiera haciendo aquello con él, porque le había querido desde que se conocieron y que él mismo se había dado cuenta del desliz del espadachín, que le dolió mucho porque pensaba que hasta ahí se acababan sus esperanzas para con Zoro, pero verlo queriéndolo de esa forma, le había hecho feliz.

La lengua de Zoro se hizo notar, y la piel se le erizó al sentirla recorrerlo, y deteniéndose en su miembro, no iba a aguantar mucho si seguía de esa forma, no resistiría aquella explosión de placer, pero fue rápido, unas lamidas más y vio blanco y no supo más.

 

.

 

.

 

.

 

Tres días habían pasado y el cocinero no despertaba, Robin le había dicho que era por el esfuerzo de haber regresado a la normalidad, y que su cuerpo se estaba adaptando nuevamente a su tamaño.

En esos tres días Zoro se había sentido culpable, aunque maravillado al ver que lo que pensó había servido y de mucho, él había sido testigo de cómo Sanji regresaba a su tamaño original, y también tuvo que dar las respuestas a preguntas insistentes por parte de la Navegante.

Zoro era conocido por cuidar a las personas que valoraba y consideraba como sus nakama, pero era muy posesivo con las cosas que reclamaba como suyas, no era que marcara a Sanji, sino simplemente en esos momentos solo aclaraba quien había sido el que lo había devuelto a la normalidad, que Sanji decidiese si le quería o no.

Esa noche Sanji despertó, al principio se sentía despistado y muy pesado, pero después de parpadear un par de veces pudo darse cuenta que estaba de su tamaño original. Vio a Zoro durmiendo en una silla con los brazos cruzados en su pecho.

—Bastardo de mierda—habló en voz alta, haciendo que Zoro abriera rápidamente su ojo sano—, estoy de vuelta.

Y la sonrisa que Zoro le brindó fue una respuesta de que se alegraba de verlo, sabía que Zoro no tocaría el tema, pero él sí.

—Y como digas que no volverá a pasar, te daré una patada en el culo—sí, eso era lo más cercano a una declaración que le haría a un hombre.

—Nunca dije que diría eso, cejas rizadas—Zoro se enderezó—, pero te iba a decir prácticamente lo mismo.

Porque el amor entre hombres es tosco, gris y directo, no había escenas románticas y mal entendidos.

Pero de vez en cuando, una palabra dulce venía bien.

—¿Quieres esto?—Zoro necesitaba saberlo de la boca del cocinero, contrario a lo que Sanji había pensado, el espadachín si se había animado a preguntar.

—Desde luego—y no diría lo contrario.

 

       


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