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La cocina verde por Naghi Tan

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Notas del capitulo:

Resumen Cuadragésimo cuarto drabble: ¿Qué hacia ese hombre ahí? Porque no se veía para nada arrepentido, no tenía el rostro surcado por la preocupación y mucho menos se veía nervioso.

Universo: AU. Donde Zoro es un luchador famoso y Sanji un actor de renombre.

Número de palabras: 1262                   

Comunidades: Reto a la carta.                   

Número y Nombre del reto: Tabla Pecados 006. Envidia

Categoría: R                                        

Notas de autor: Continuación de No creo en las ilusiones. A petición de las chicas de Amor Yaoi y un tanto de Fanfiction

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“No quiero decepcionarte pero estoy en el límite del infierno,

Aunque todo esto es por ti, no quiero esconder la verdad,

No importa lo que hagamos, seguimos estando hechos de codicia,

Esta es la llegada de mi reino,

Esta es la llegada de mi reino.”

—Demons— Imagine Dragons

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Zoro parpadeó incrédulo, ¿Qué hacia Lucci enfrente de su hogar? De pronto una serie de ideas se coló en su mente, quizás fue a pedirle que perdiera la lucha, pero si fuese eso entonces el poco respeto que tenía hacia él se esfumaría, no creía que fuese esa clase de persona, o tal vez fue a pedirle que le derrotase, invadido por el remordimiento o algo así, más una mirada directa hacia Lucci le hizo volver a preguntarse ¿Qué hacia ese hombre ahí? Porque no se veía para nada arrepentido, no tenía el rostro surcado por la preocupación y mucho menos se veía nervioso.

El porte de Lucci era de soberbia, de confianza —a pesar de los rasguños que tenía en el rostro—, vestido en un traje —Armani, supuso— y con la mirada tan sería.

—¿Qué quieres?— fue directo, no le gustaba andarse con rodeos y el mayor sonrió levemente, mirándose las uñas de las manos. —¿No tuviste suficiente con golpear hasta la muerte a ese actor de cuarta?

El empuje le sacó de balance, parecía como si se había enredado con sus propios pies y que la caída fuese de sorpresa, Lucci se miraba furioso, su aura era destructiva sin cabida a vacilaciones y todavía se daba el descaro de seguir en su lugar, como si esperase que alguien tratase de acusarlo de atacar a su rival y así fue, Nami y Usopp salieron rápidamente para ver a Zoro en el suelo, las acusaciones fueron increíblemente rápidas.

—¡Esto no es legal!— Nami se plantó frente al mayor, Zoro sabía que la mujer era fuerte y que confiaba en que si el hombre le llegase a tocar sería demandado por daños a su persona y descalificado inmediatamente.

—¿Qué no es legal?— voz calma, sin vacilación, llena de aparente sorpresa—¿Qué el señor Roronoa haya tropezado al verme no es legal?

Zoro gruñó, eso no era cierto, claramente Lucci le había empujado y seguramente le había dejado moretones por la fuerza que empleó, ¿Quién le creería sus mentiras?

—Sabes muy bien de lo que hablo— Nami entrecerró los ojos, mirándolo llena de  molestia—, si muchas personas te creen las mentiras que dices, eso no significa que yo me las tragaré.

—Nami— Usopp advirtió en voz baja, casi en un susurro—, que ese hombre es cruel.

—Francamente estoy sorprendido ante el descaro con el que se me acusa— Lucci cruzó los brazos—, cuando vine a hablar muy seriamente con el señor Roronoa y este ha insultado a mi pareja.

Punto.

Eso era cierto, pero Zoro creyó que a Lucci no le importaría. Nami le miró sorprendida, preguntándole mudamente si era cierto y asintió, ese tipo tenía un poco de razón, pero no era para que le atacase físicamente.

—¿A qué has venido?— la pelirroja no bajó su tono de voz, entre molesta y con ganas de deshacerse de la escoria que tenía frente, a ella no le gustaban los hombres que se aprovechaban de su fuerza para atormentar a los demás, lo odiaba.

—Ya lo he dicho— Lucci gruñó—, a hablar con el señor Roronoa.

 

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Zeff estaba en las afueras de la habitación donde su hijo adoptivo se encontraba, a su lado estaba Luffy y enfrente de ellos Law, Kureha y Chopper, la noticia que les estaban dando no parecía ser muy buena, dado que Luffy gruñó y dio un golpe hacia la pared del hospital y Zeff trastabilló, su corazón no iba a aguantar.

Siendo las tres de la madrugada con cuarenta minutos, Blackleg Sanji de diecinueve años de edad y con una carrera muy prometedora, falleció al sufrir un paro respiratorio, su cuerpo no resistió las heridas y el dolor hizo que tratase de dejar de sufrir.

Por la mente de Luffy cruzó el plan que Usopp y él estaban haciendo y que no se podría llevar a cabo: Hacer que Sanji y Zoro se encontrasen y llevasen una relación menos tóxica que con la de Lucci, porque claramente, si ambos se encontrasen, Sanji y Zoro serían toscos y uno de los lados cedería, más no con tanta fuerza.

Su cocinero estaba muerto y con ello la venganza en su mente. Lucci tenía que morir.

 

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El boxeador menor miraba fijamente hacía la televisión, mientras la noticia de que Sanji había fallecido era dada.

“Si él muere, yo seguiré con vida, puedo resistir no estar a su lado, pero si yo muero y él vive, él me seguirá”.

Zoro sacó una lata de cerveza, esperando que en la televisión dieran otra noticia tan desbastadora como la primera.

“Pero, si quedo vivo, el amigo de Sanji me matará, no puedo decirte quién es, no soy lo suficientemente fuerte como para seguir a mi pareja si llegase a morir, acortar mi vida por tanto sacrificio que él hacia no es algo que yo quisiese hacer.”

Entendía bien eso, Lucci apreciaba la existencia de Sanji, le apreciaba tanto como para seguir con vida.

“Pero, si muero, estaré totalmente agradecido hacia él, porque seguiré a Sanji al infierno”.

Y no al cielo, Lucci sabía que ambos no se merecían el cielo. Lo que se enteró Zoro al hablar con el mayor fue un broche que hizo que cerrara todas sus dudas hacia aquel par tan estrambótico.

“Íbamos bien, el tratamiento con el siquiatra estaba dando sus frutos, Sanji ya no tenía el complejo de ser necesitado y ambos estábamos listos para terminar nuestra relación, daríamos el paso el siguiente mes, pero apareciste y con ello la bestia que habitaba en él.”

Porque el enfermo no era Lucci, era Sanji y Lucci era el que lo cuidaba desde pequeños para que nadie se aprovechase de él, el mismo Zeff lo sabía y por eso le trató de dar una vida más digna.

“Le amé y lo amo”

Palabras impactantes de un hombre tan serio.

“Y estaba de acuerdo con dejarlo libre y que cada uno siguiese su camino, pero tú apareciste con tu rostro de necesitar ayuda, con los ojos llenos de dolor y él necesitaba ser requerido. Te odio Roronoa, odio que por tú culpa le tuviese que matar, porque le salvé de querer estar contigo y él me lo pidió.”

Zoro comprendió que si ambos se hubieran conocido de buena forma, un futuro de engaños y oscuridad hubiera ocurrido, porque Zoro amaba con total sinceridad y pasión y el mismo actor lo hacía.

“Nadie sabe lo que el futuro deparará, pero yo vi una relación donde dos personas morirían en menos de un año, es mejor que lo hagan dos personas que ya vivían juntos de antaño”.

La televisión parpadeó y en la pantalla se veía a Lucci en una gran mole de metal, Rob Lucci murió en el accidente.

Y Zoro pelearía contra Mihawk.

 

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Pero, la pregunta es ¿Quién de los dos tenía la enfermedad? ¿Cuál de los dos decía la verdad? O ¿Enfermaban también a las personas que les rodeaban?

¿O son ilusiones de un hombre?

No creas en las ilusiones, más en las de un hombre que se sustituye por otro. Roronoa Zoro fue acusado de asesinar a su pareja, sumergido en la enfermedad y en las voces en su interior.

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Fin: No creo en las Ilusiones—

*Completo*      


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