Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dulce Amor por Sabaku_No_Akemi

[Reviews - 40]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Discreción, ¡Méxicano  ardiente!

(osease, semi-lemon :V )

México despertó, los rayos del sol estaban dándole de lleno en la cara.
Intento sentarse, al hacerlo un dolor en la parte baja de la espalda lo detuvo, contrajo los músculos de su entrada por inercia y de nuevo una punzada le hizo quejarse, pues fue aun más dolorosa que la anterior.
Con un esfuerzo enorme logro sentarse al fin. La habitación donde se encontraba era muy elegante, una débil parte de él le decía que había estado ahí alguna vez. Giro la cabeza a su derecha y abrió los ojos exaltado: Una espalda ancha, desnuda y apenas cubierta por las mantas, estaba ahí, a su lado.
México comenzó a transpirar, mirando ese enorme cuerpo con nerviosismo. Solo había una opción, según las características de aquel cuerpo: Se había tirado a Ucrania.
Aunque, ella ¿no era rubia?
Viéndola desde ese punto, hasta extraña se veía. Muy robusta, ¿acaso no tenia ella una cintura delgada? Seguramente era por una faja, pues a duras penas se podía ver. Aunque, en realidad, no le desagradaba.
Repentinamente, Rusia vino a su mente, acompañado de un escalofrió que recorrió su espalda y, al arquearse, le recordó el doloroso estado en el que se encontraba.
Comenzó a pensar; Se había tirado a la hermana del ruso. Si Rusia se enteraba, lo iba a matar. Eso era seguro.
La puerta se abrió bruscamente, mostrando a Bielorrusia entrar, con una expresión de tristeza en el rostro.
—Brat!— Grito, pero al ver al mexicano sentado en aquella cama, sin camisa y con norme bulto a su lado, al parecer en las mismas condiciones, su expresión se enfrió, detonando en ella profundo odio. — ¿Qué haces aquí?

México quería que se lo tragara la tierra. Jamás había pasado por algo parecido ¡Jamás! Los colores se le subieron al rostro, inclusive sentía como si el vello de su nuca se le parara del miedo.

—B-buenos días
—He dicho, ¿Qué haces aquí?
—N-nada— respondió mientras pensaba— “Estoy desnudo y tu hermana igual, ¿Qué crees que hago aquí?”
El ambiente de la habitación se tenso notablemente, incluso sentía que enojo de Bielorrusia podía tocarse.
— Sestra?— Escucho el mexicano a su lado. Así como el sonrojo había aparecido en su rostro, de esa forma se desvaneció. Rusia estaba levantándose, un poco perezoso, de la cama.
Su espalda tenía algunos rasguños en la parte baja, y la parte que él podía ver de su cuello tenía un enorme moretón.
— ¿Qué hace él aquí?— Pregunto la hermana. Rusia puso una expresión de desconcierto, se dio la vuelta y observo a México quien, pasmado y con los ojos muy abiertos, le devolvió la mirada.
—No eres Ucrania…— dijo el mexicano con un tono de voz muy bajo.
— ¿Ucrania?— El ruso miro un momento a Belarus y después s fijo en la situación en la que se encontraba.
Estaba desnudo, México también, los dos sentados en la cama, con extrañas marcas en el cuerpo. Se sonrojo súbitamente.
—México, no fue solo un sueño…— Dijo más para sí mismo que para sus acompañantes.
— ¿Disculpa?—México sentía un extraño revoltijo el estomago. ¿Qué mierda había hecho anoche?
Bielorrusia miro a Rusia y al moreno. Un destello de furia se reflejo en sus ojos, y momentos después se tiro a la cama, dispuesta a atacar a México.
Destapó ambos cuerpos, tirando las sabanas al suelo. El mexicano observo sus muslos, notando extraños moretones.
México recibió una bofetada y respondió ante esto escondiendo su rostro en sus brazos, no podía defenderse aunque quisiera.
La fémina comenzó a golpear su cráneo, mientras Rusia intentaba separarla a toda costa de su amigo. Lituania apareció, oportunamente, por la puerta y observo la escena un segundo. Reacciono y fue con el trío, colocando antes en el suelo una bandeja con el desayuno. Al llegar a la cama, se sonrojo al notar el desnudo de México y Rusia, cerró los ojos y ayudo al ruso a separar a la chica de México, quien miro fijo al ruso cuando sintio sus brazos fuertes apretarlo.
—Suéltame— Le ordeno el moreno mientras empujo un poco al ruso. No podía hacer un gran esfuerzo, le dolía la espalda.
Rusia no lo soltó, siguió aferrado a su cuerpo. México empezó a desesperarse. ¿Quién se creía? Soltó un gruñido y comenzó a empujar con una mayor fuerza, soltando leves quejidos debido a su mal estado de cadera.
Rusia se separo al fin de cuerpo de México, quien observo a Rusia, directo a sus ojos. Había melancolía en ellos.
Lituania había logrado sacar a Bielorusia con él, estaban ambos solos en la habitación.
— ¿México y Rusia se…— Se quedo callado un momento, desviando la mirada a labios del moreno— unieron?
México abrió los ojos exaltado.
— ¿Cómo?— respondió mientras fruncía el ceño con mayor fuerza, los músculos de su entrada se fruncieron por inercia, un dolor no solo invadió su cuerpo, su corazón se sentía… débil.
No hacía falta que el ruso repitiera lo que había dicho, era obvio. Se separo lo del ruso lo que le fue posible, y tampoco se lo impidieron. Tomo una sabana del suelo e intento tapar su cuerpo desnudo.
Rusia capto su acción y tomo su muñeca.
No.
No podía dejarlo.
No.
No después de aquella maravillosa noche.
México bajo la vista, un vago recuerdo de él bebiendo vodka en compañía del ruso se presento en su mente. Intento recordar más, un mareo recibió por respuesta.
— ¿Cómo mierda llegue aquí?—Le dijo a Rusia, levantando la mirada lleno de ira. Esos hermosos ojos chocolate que el poseía, se había tornado oscuros, un brillo de un carmesi que no le pertenecía detonaba furia absoluta.
—Tu iniciaste—México sintió como sus tripas se revolvían— tu fuiste quien me trajo a la cama.
— Lo NORMAL— Empezó a decir, su voz sonaba más grave de lo normal— es que si YO te llevo a la cama, el adolorido serias TÚ ¿No crees?
—Ni siquiera yo sé como termino de esta forma.
México soltó un gruñido. Con movimientos rápidos y agiles se encontro sobre el cuerpo de Rusia, con su mano derecha en el cuerpo del mas grande.
Rusia, aun consciente de que podía liberarse, entro en shock. ¿Qué le pasaba a México? Él, siempre tan sonriente y tranquilo… en lo que cabe. ¿Qué clase de demonio había dentro del moreno?
—Ni una sola palabra de esto a nadie, ¿entiendes? —Dijo en un susurro. Aquel destello en sus ojos aumento—Si te atreves a hablar de esto con alguien, te lo juro, ese día veras como tu mundo se derrumba. Lenta y dolorosamente.
Rusia se sonrojo. Aquella pasión que la noche anterior el mexicano había brindado, y ahora, esa ira que le causaba escalofríos. México se enterraba en su corazón de una forma insoportable y esplendorosa.
México se levanto a pesar de sus dolorosos espasmos en la parte baja. Consiguió colocarse sabana en forma de toga y salió de aquella habitación. Camino mucho hasta encontrar una puerta que gustara” y entro en esa habitación. Al parecer, su subconsciente lo había llevado a la habitación en la que se había quedado la otra vez.
Se asomo por una ventana que estaba al fondo de la habitación, empezaba a nevar un poco. Sus ojos viajaron hasta el suelo de la calle, donde una ligera capa de nieve estaba formándose. Miro al cielo, había negras y espesas nubes, cargadas de lo que ponto caería al suelo.
México vio tras de sí, en una silla estaba su mochila. México sentia un horrible sabor de boca. Comenzó a hurgar en aquella mochila, sacando el móvil.
Quería llamar a alguien, contarle acerca del acontecimiento nuevo. Preguntarle qué hacer, si su lindo trasero estaba partido dos.

—“¿Chile?”— Eso ni se preguntaba. Absoluto no. Si se atrevía a contarle seguro podía estar de que no lo dejaría en paz el resto de su vida. —“¿Itzel?”— Se pregunto mientras veía el número en su teléfono. Decidió confiar en su hermana. Su primo podía esperar.
Se quito la “toga” y se acostó delicadamente en la cama, mientras esperaba a que Itzel respondiera la llamada.

— ¿Bueno?—Se escucho en la línea.
—Malo— Quería sonar gracioso, pero el tono de su voz había traicionado, sonando débil y quebrada. No estaba llorando, pero se sentía nervioso de pensar en cómo lo tomaría su hermana. Una presión extraña en su pecho le molestaba.
— ¿Alex? Alejandrito, ¿estás bien?— Itzel sonaba preocupada.
—Bueno… tu eres mujer, supongo que sabes que hacer…— Era la hora, pero, ¿Cómo formular la pregunta? No podía decir “¿Qué haces después de que te cojen?” Aunque, no era tan mala idea…
—Ya suéltala cabrón, me estas asustando. — Le dijo su hermana con aquella dulzura que ella poseía.
—Estoy con Rusia. — Alex hablo lento, como si cada palabra viniese con un bocado de vomito. — Y parece ser que… hicimos porquerías. — dijo sin querer utilizar otra palabra para describir el fantástico (aunque él no lo recordaba) sexo que había tenido anoche.
Un silencio sepulcral invadió la línea, silencio que no duro demasiado.
— ¿Tú querías?— Dijo Itzel al fin.
—No lo sé—Se atrevió a contestar la zona central.
— ¡No mames Alejandro! —La chica estaba igual más frustrada que su hermano— Mira, niñito, ya te mojaste en los pantalones muchísimo rato ¿No te parece?— Alejandro asintió, aunque sabía que su hermana no podía verlo— Ya lo suficientemente grandecito como para saber lo que quieres, no me salgas con un “No lo sé” ¡Si o no, chingadamadre!
— ¡Pues no lo sé, maldita sea, no lo sé!— dijo pasando una mano por su cabello, peinándolo hacia atrás. —Rusia dice que yo empecé, aunque no le…
—Ahí está. ¿No podías decir solo “si”?
— ¿Y tu porque tan confianzuda de lo que él dice?— Le dijo frunciendo el ceño.
—Mira, estúpido, soy mujer ¿no? Ni creas que yo me creí el cuentito de “Vendo gas” que te dio el otro día— Le dijo la Zona Sur, con cierta violencia propia de ella— Yo vi como los dos se mandaban miraditas de borrego a medio morir ¿eh?
Alejandro se sonrojo al escuchar. Porque… eso no era verdad, ¿ó si?
— ¡Pero!— Intento negarse, pero al ver que era imposible, deicidio seguir con el tema inicial. —Bueno, yendo al punto. —suspiro. — ¿Qué haces después del sexo… siendo mujer?
—NO ME DIGAS QUE ÉL TE LA METIO A TI— Porque si, Itzel era muy disimulada.
— ¡Sí!— Le dijo el mexicano sin más, con los ojos tapados con la mano que tenia desocupada y con el rostro tan rojo como el de un jitomate.
—Pues… yo que tú me meto a bañar.
Alex abrió las piernas un poco, sin darse cuenta casi.
— ¿Y luego?
—Dormir, supongo. Según yo tu amiguito el ruso está muy… grandote. — La charla dejo de verse tan amargada de repente, ahora todo se tomaba al doble sentido y, bueno, Alejandro podía presumir de sentirme mejor con la situación.
Termino la llamada tras despedirse y agradecerle a su hermana. No había sido tan mala idea, después de todo.
Se levanto de la cama y busco ropa en su mochila, abrió las puertas de la habitación y encontró un baño.
Entro y observo la tina, se acerco a ella y abrió una de las llaves del grifo. Cerró la puerta, esperando a que la tina se llenara. Se alejo en la tina y se recargo en el lavabo, justo frente aquel enorme espejo empañado. Paso su mano por todo el sitio hasta que podía verse por completo, por lo menos hasta la cintura. Se miro del pecho hacia arriba, notando varias marcas, observo una especialmente grande y roja. Se encontraba en la clavícula derecha.
La acaricio levemente, una punzada en su bajo vientre. Una viva sensación de alguien succionando su piel ocasiono un ligero jadeo de su parte. Su mente estaba jugando suciamente con su cuerpo. Cerró los ojos y acaricio de nuevo aquella marca.
Recordó algo: Él, con las piernas abiertas, siendo mordisqueadas por Rusia. Su ágil lengua en sus muslos, yendo levemente hasta el lugar más sensible que el cuerpo del mexicano tenía.
México abrió los ojos exaltado, mirando de nuevo espejo, nuevamente empañado, mirando la silueta de su reflejo. Estaba asustado, había que admitirlo.
Bajo la mirada y observo su miembro, sintió como empezaba a endurecerse, a pesar de que no se levantaba. Tragó saliva ruidosamente, acaricio un poco el mármol del lavabo. Su cara ardía, tan roja que incluso parecía brillar.
Un siseo extraño le saco de su letargo, giro la vista hacia la tina y observo el agua escurrir de ella. Corrió y cerro la llave del agua, decidió entrar.
Al hacerlo, el agua comenzó a salir abundantemente. Él hecho la cabeza hacia atrás, sintiendo el agua caliente relajar sus músculos. Acaricio su cabello levemente, mojándolo un poco. Cerró ojos nuevamente, observando de nuevo a Rusia en sus pensamientos.
Un jadeo salió de su boca, junto a una placentera punzada en su bajo vientre.
Eran sensaciones nuevas para él, jamás se había sentido tan aturdido pensando en alguien.
Sin saber cómo o cuando, su mano ya estaba acariciando la punta de su miembro con lentitud. Imagino las grandes y blancas manos de Rusia, su hermosa y cálida susurrándole cosas al oído. Un gruñido se escapo por sus labios cuando decidió tomar por completo el miembro. Un vaivén apacible seguía su juego.
Abrió la boca para intentar respirar, tomar aire, estaba asfixiándose. El cuarto de baño estaba repleto de humo y, además, su cuerpo estaba acelerado. No era una buena combinación.
Acaricio sus testículos mientras aumentaba la intensidad con la que movía su mano. Por un momento, creyó morir de placer.
Su mano derecha atendía su miembro con furia, mientras que la izquierda descendía de los testículos. Bajando, lentamente. Acaricio el esfínter y después, como algo maravilloso y perturbador, alcanzo su entrada. Comenzó a hacer circulos en ella, sintiendo algo extraño que, increíblemente, le causaba placer.
Una punzada en su bajo vientre y un escalofrío en su espalda le hicieron saber que estaba próximo al orgasmo.
—R-rusi…— Alcanzo a gemir un momento, para después sentir como su miembro explotaba, eyaculando de forma abundante en el agua.
Comenzó a jadear ruidosamente, cuando se dio cuenta de lo que había hecho le quito el tapón a la tina y dejo que el agua se llevara su pecado.
Sus manos taparon sus ojos de nueva cuenta, mientras escuchaba el reconfortante sonido del agua salir por la coladera.
Una vez vacía la tina, abrió la regadera y se dio un buen y merecido baño. Tras vestirse se miro en el espejo.
Algo faltaba…
—Mi paliacate. — Dijo viendo su cuello.
Salió de la habitación hecho una fiera, caminando por los pasillos realmente sin saber a dónde se dirigía. Llego a la cocina, donde los bálticos bebían té.
—Buenas tardes. — Dijeron los tres al unísono al percatarse de la presencia del mexicano.
—Buenas. —Su ceño fruncido no daba apuro de que estaba más que molesto. — ¿Alguno de ustedes me haría un favor?
—Claro que si— Dijeron, nuevamente, los tres, aunque quien se levanto fue Lituania.
México suspiro y dijo. — Quiero mi paliacate, ¿sabes dónde está?
Lituania lo miro con una mano sujetando su mentón, pensando en ello.
—Posiblemente. —Sonrió— Anoche llegaron y se distrajeron bastante en la sala de estar. Sígame. —México sintió su corazón latir rápidamente, mientras seguía al lituano.
Al pasar por una puerta pudo escuchar claramente a Rusia gritar. No era una voz muy feliz.
Noto que Lituania empezaba a temblar al pasar por aquella puerta. Otra voz que gritaba, esta vez perteneciente a Bielorusia. México quería entrar e intervenir, pero se contuvo. Entonces miro al frente y se dio cuenta de que Lituania ya había avanzado un gran tramo.
Corrió tras él y al llegar a la sala buscaron intensamente prenda del moreno. Tras un rato, ambos estaban sentados en el sillón. México giro la cara hasta ver el rostro de Lituania.
—Oye—Le dijo intentando llamar su atención— ¿Qué es lo que hice anoche?
—Bueno, llegaron y charlaron un poco en esta sala. Después bebieron y, el señor Rusia nos pidió que nos fuéramos.
México sintió una punzada.
¿Quién había iniciado entonces?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).