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La pocion por RedGlassesGirl

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Notas del capitulo:

Nota de la autora:

¡Recordemos algunos personajes de la novela poco populares, o para nada conocidos, que voy a nombrar en el fic!

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Beatrice: hija de Hyscliff de Misshinai, príncipe heredero al trono de Cavalcade, el tipo que cuando se saca el sombrero no tiene pelo. Yuuri los conoce por primera vez durante el crucero que atacan los piratas, y salva a Beatrice de morir ahogada. Más adelante, Hyscliff insiste en que Greta tenga una educación tanto humana como mazoku, y la lleva como estudiante de intercambio a Cavalcade para que aprenda a ser una princesa junto con su hija. Nunca se sabe más de Beatrice y su relación con Greta, pero obviamente han de ser muy buenas amigas.

Pachiri: este es un niño que aparece en la novela Gaiden 4. En esta historia especial Yuuri y Wolfram actúan junto a Greta para una muestra del colegio, la obra es irrisoria, es Alien (Yuuri) vs. Predator (Wolf) con Greta como Ellen Ripley, y es un musical para colmo. Al final de esta obra, que resulto sumamente exitosa, un niño va a visitarlos al camerino y a decirles cuanto le gustó el acto y las canciones. No es un noble, sino un huérfano que trabaja llevando el carro de las verduras secas, y Conrart lo lleva a visitar a Greta porque lo vio muy ilusionado. Él le regala una flor a la princesa, y Yuuri y Wolf se lo quieren comer crudo por celos. No pasa más que eso entre Greta y el nene, pero es tan tierna la escena que siempre la recuerdo.

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Ahora sí, podeos pasar al jodido capítulo más largo que he escrito hasta ahora con 20,300 palabras xD No se dan una idea de lo eterno que fue corregir esto, pero creo que vale la pena ya que nos vamos acercando al final, faltando solo dos capítulos más, y las cosas cambian drásticamente. Gracias a todos los que me escriben y me dan ánimos con este fic siempre.

La poción – Capítulo 5

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Greta suspiró mientras apoyaba su rostro en sus manos, miraba por la ventana y se aburría como un hongo. Ya se había cansado de estar con los demás, por más bien que se llevara con todos extrañaba la gente de su edad. A Beatrice, a las chicas del instituto, y por qué no, también al niño de las verduras y la carne seca. Después de todo Pachiri tenía su lado interesante, aunque odiara que tuviera que ser el que transportaba de aquí para allá a sus peores enemigos, los vegetales y la carne salada deshidratados. Pero mejor se guardaba sus opiniones de cuan interesante podría ser el chico, porque si se enteraban sus dos padres… estaba muerta. Tener dos padres era más complicado de lo que muchos piensan.

Tenía que agradecer que ayer la hubieran dejado tomar sidra, cosa que en realidad ella hubiese hecho aunque le hubieran dicho que no, porque tenía todo el derecho de opinión sobre algo que todos consideraban una estupidez exagerada. Pero que la dejaran hacía las cosas más fáciles. Si, ayer había sido divertido. Pero hoy estaba en el punto culmine de no saber qué hacer, sin poder decidir si desenchufar su cerebro y dormir, o seguir revolviéndose en su propio aburrimiento y cansancio de no hacer nada.

El clima no ayudaba, tanta agua, tanto barro. La lluvia fue divertida las primeras dos horas, había refrescado y como a la mañana fue soleada y estaba algo caluroso más de uno lo tomo como una bendición, pero después de todo el día lo mismo se había vuelto tedioso. Mañana regresarían al castillo, tal vez todavía estaba a tiempo de pedirle a Anissina visitar las tierras Karbelnikoff, extrañaba la playa y a Denshame, era divertido ver como peleaban por quien era mejor para casarse con su hermana. Aunque ella entendía que Lady Anissina era genial como era y que estaba feliz sola, no podía esperar a verle la cara a Denshame cuando le contara acerca de Gwendal. Seguramente él se pondría feliz, después de todo lo único que quería el muchacho de cabellos rojo fuego era la felicidad de su hermana.

Greta sonrió comenzando a imaginar mil y un situaciones divertidas. La lluvia no dejo de caer, y el ruido continuaba haciendo eco eternamente, pero ella ya se encontraba mucho más animada.


El carruaje dio un tumbo, se sintió el chirrido extraño de la madera y los caballos relincharon de forma preocupante; el ruido de sus cascos alborotados se detuvo tras unos minutos y se escuchó el murmullo de la voz del chofer.

—¡¿Qué paso?! —se escuchó la voz Gwendal desde el carro que venía detrás.

—¡Estamos atascados! ¡La rueda se ha hundido casi entera en el barro!

Eso explicaba porque había terminado Wolfram encima de él tan de repente, y porque estaba aplastado contra la puerta, y también la inclinación anormal del vehículo.

Sin remedio, se vieron obligados a bajar todos. Gracias a que Conrart lo atajó apenas se abrió la puerta no cayó de boca en un charco de barro, Wolfram había logrado mantenerse estable para no seguir la misma ruta que él, pero no había sido fácil bajar para ninguno. Apenas se encontró sobre el camino, este parecía más bien estar formado por baches y pequeñas lagunas de agua, no lo recordaba tan irregular cuando habían venido pese a que era de tierra. Un viaje por un camino como ese era como meter tú estomago en una licuadora si no estabas acostumbrado, con tantos vaivenes y las vibraciones de los saltitos consecutivos.

La lluvia realmente causaba estragos. Cuando vio la rueda, esta por poco se perdía en el fondo de un charco en el piso, era feo pensar que podría haber venido caminando confianzudo y meter su pierna entera en esa especie de vórtice dimensional. Ahora entendía mejor el consejo de su padre, el cual en aquel momento no había venido a cuento como muchas de las cosas que le decía cuando estaba borracho, de que si la calle se inunda lo pienses dos veces antes de cruzar por una zona cubierta de agua porque nunca sabias que podía haber debajo del turbio color de un charco.

Realmente se sintió en un viaje familiar típico. Greta intentando no aburrirse paseando. Cheri quejándose del clima, la humedad, el calor y su cabello junto con Günter. Conrart sin chaqueta y con la camisa arremangada metido en el barro junto con Josak y el cochero en una típica escena que alegraría a cualquier soltera que tenga problemas con su auto en la ruta. Y él junto a Murata, Wolfram y Anissina mirando.

En cierto punto se sentía inútil por no ir a ayudar, pero sabía que no podría hacer nada más que estorbar. Hasta Wolfram, que era miles de veces más capaz de hacerse cargo en una situación como esa, se tenía que mantener al margen con el mismo sentimiento, después de todo, demasiados hombres para una sola rueda serían más molestos que de ayuda.

Hacía calor y había humedad, pero corría un viento frio. No sabía si tenía sed, o hambre, o solo ansiedad y en el fondo no quería nada. La ropa le picaba, odiaba haber transpirado, que se secara, y ahora seguir haciéndolo. Se preguntaba cuando inventarían el desodorante en barra en Shin Makoku, y hasta el más mínimo roce de la tela lo irritaba.

—Qué día de mierda…

Había sido a coro y todo, por más que lo murmuraron bajito y para sí mismos.

Buscó con la mirada los ojos verdes y encontró que estos hicieron lo mismo, ambos resoplaron una risa y volvieron a mirar a la nada. Era simple y llanamente gracioso, de él era de esperarse ese lenguaje y el tipo de comentario, pero Wolfram solía guardárselos para sí mismo, él si tenía décadas de educación estricta a la que hacer mérito. Después de volver a mirarlo comprendió que la educación no te da paciencia cuando estas pálido y pareciera que la presión te bajo más de la cuenta. Lo mejor sería comer algo, tendrían tiempo de digerirlo tranquilos antes de volver a subir en a la licuadora, porque esa rueda gritaba que no se dejaría arreglar tan fácilmente.

A Wolfram no le sentaban bien los barcos, pero los días como este no le sentaban bien a nadie.

El tiempo paso y mal que bien el carro salió de la zanja en el camino, aunque esa rueda parecía que terminaría su ciclo al llegar al puerto, estaba demasiado maltratada como para esperar de ella más vida útil. Todos compartían el sentimiento de inseguridad de volver a caer en otro pozo y quedar estancados otra hora y media. Gracias a eso iban mucho más lento y zigzagueando, porque el cochero intentaba tomar las mejores partes y más firmes.

El cruce entre Torimia a Gresia incluía un puente sobre un río no tan vasto pero tampoco despreciable. Yuuri ya conocía el camino por la ida, y ahora lo contemplaba atento a la vuelta solo por la ilusión de que verlo al revés era diferente. La única diferencia que encontró fueron los soldados estacionados en grupo a medio camino de uno de los pueblos principales de ese lugar.

—Sooo…— la voz del cochero apaciguó a los animales mientras reducían la velocidad hasta detenerse, tal cual había indicado aquel grupo de hombres.

Con total respeto uno de ellos se aproximó a la ventana y se dirigió a Yuuri con una reverencia.

—Lamento interrumpirlos en su viaje pero hemos tenido algunos contratiempos y no va a ser posible que continúen por el camino a través del pueblo. Hemos puesto en condiciones aquel camino secundario hacia el este, les tomara más tiempo pero podrán rodear y volver a retomar esta misma ruta hacia el puerto.

En el fondo el soldado no supo cómo dirigirse al joven, ya desde lejos sabían que se aproximaba alguien importante, ambas diligencias tenían todas las pintas de la alta alcurnia. El cabello negro era inconfundible, pero la juventud del muchacho lo había desconcertado pese a que por rumores era más que por sabido que el Maou era un jovencito apuesto y bastante único. Solo esperaba haber mantenido bien el protocolo neutral, y que no fuese un insulto obviar los títulos correspondientes.

El hombre trago duro y carraspeo nervioso para sí mismo al no obtener respuesta, y ver que discutían en el interior. Si el joven amable de recién era impactante, las otras personas dentro no dejaban nada que desear. Otro soukoku que llamaba mucho la atención y un mazoku de sangre pura. Echó un vistazo al carruaje trasero y palideció al observar a otro noble mazoku de cabellos oscuros observarlo con gesto severo.

—Está bien. Señor cochero, ¿ya ha escuchado?

—Por supuesto su majestad.

—Pero dígame, ¿qué es lo que ha pasado? No entiendo que puede haber cortado el camino en todo el pueblo.

—Vera señor… Su Majestad… —el hombre se sintió relajado cuando el jovencito sonrió amable ante su preocupación por los títulos—. No es la entrada del camino lo que ha sido obstruido, es todo el pueblo. Las lluvias han provocado un alud en zonas altas que tapo la ciudad completa. Los desastres naturales de este tipo no suelen pasar a menudo, lamentamos que justo se haya topado con este inconveniente durante su viaje.

El joven guardo silencio obnubilado por unos momentos. —¿Tapado por completo? ¿Y la gente, están bien?

—Para la magnitud del desprendimiento el porcentaje de sobrevivientes es bastante positivo.

De un momento a otro el rey se volvió más sombrío, ¿por qué estaba tan dolido ese muchacho? Podía ver en sus ojos genuina tristeza, pero no tenía idea que pensar, no cuando nunca se topó con una situación como esta antes.

—Gracias. —Fue lo último que le dijo en un tono muy apagado y desapareció dentro del carruaje. El cochero emprendió camino, y ese soldado, así como todos los otros, seguiría sin comprender nada hasta mucho tiempo después.

Luego de un rato de estar pegado a la ventana en silencio, lo cual todos los demás en el carro le respetaron pero con cara de inconformidad, se acercaron al pueblo al rodearlo aunque no podía observar con mucho detalle. No sabía que sentir cuando comenzó a distinguir las masas de tierra y barro entremezcladas con los cimientos destruidos de las casas y las cosas de la vida cotidianas desparramadas por aquí y por allá. Aunque estando a esa distancia solo podía distinguir cosas de gran tamaño como mesas, muebles o camas. En sí, en el fondo se alegraba de no estar parado en ese lugar, porque si viera algo como un oso de peluche o una muñeca enterrado en ese desastre, se le partiría el alma.

No veía personas, ni cadáveres, ni nada por el estilo en esa maraña que era el desastre de la ira de la naturaleza. Pensó que eso era algo bueno, y por otro lado también malo, ya que lo único que le generaba eso era una sensación de distanciamiento, o tal vez era que sentía tanto junto que no sentía nada a la vez. De lo que estaba seguro era que hacía mucho tiempo que no tenía un nudo en la garganta tan grande como ahora.

Desde que llegó a ese mundo se vio estampado contra la pared de la realidad y la crueldad humana en todo su esplendor; lo cual era bastante literal, teniendo en cuenta que apenas había llegado lo apedrearon, le pusieron una espada al cuello, lo secuestraron y una larga lista de etcéteras. Sin contar todas las cosas horribles que él vivió en carne propia, para su desgracia también tuvo que ver como a otras personas sufrían cosas impensables. Desde gente quemada viva, hasta mujeres a las que expropiaban sus bebes para enterrarlos vivos después de que recibieran salvajes golpizas, sin contar la gran cantidad de niños o personas que vio morir en sus brazos o en campos de batalla.

Yuuri llevaba dos años y medio en ese mundo. Dos largos años para acostumbrarse a ver las cosas de otra manera gracias a la experiencia ganada, además del apoyo y los consejos de sus allegados. Había tenido que tomar decisiones difíciles, y también tenido que comprender que este tipo de crueldades, ya sean infundidas por las personas o por fuerzas mayores, pasaban inevitablemente. Y no había nada que pudiera hacer, porque iban más allá de sus límites. Había que luchar con otra estrategia, tomar las cosas desde un ángulo diferente. Ya no podía ser el chico que se tira al campo de batalla y se para entre las dos espadas de los bandos enemigos esperando que hablar de paz y amor, o ideologías terrestres, los haga cambiar de opinión tomándose de las manos y que firmaran un tratado de paz aceptando que se equivocaron y deberían ser más tolerantes.

Eso era iluso, y lo había comprendido de la mala manera, pero lo había comprendido.

Las decisiones como monarca se tenían que pensar a futuro, hacer tripa corazón y aguantar el presente intentando cambiarlo de la mejor manera posible sin esperar soluciones mágicas. Por más maryoku que poseyera, y por más que había intentado varias veces hacer uso de eso para mejorar las cosas en modo Maou, eso no servía. No es que Gwendal, Günter, Wolfram, o Conrart —aunque este último sea más cuestionable— fueran insensibles, sino que se apegaban a la realidad de que a veces las cosas simplemente suceden y no podemos hacer nada. El problema era que tantos siglos de nada había desviado un poco el camino de la gente de este mundo, tanto mazokus como humanos u otras razas. Y un poco de visión terrestre no venía mal, por algo él era rey que rompió la cadena de títulos como: el destripador, la decapitadora, el torturador, la sangrienta, etc.

Lo bueno es que pese a que su cuerpo comenzó a envejecer como mazoku, su mente parecía madurar a una velocidad estándar bastante buena. Comenzando a comprender porque la experiencia de vida, por ejemplo con respecto a Wolfram, era lo que hacía a los mazokus más maduros y capacitados que él. Sin contar que le esperaba una adolescencia que duraría al menos por los próximos cincuenta años, se sentía que el cambio había sido positivo. E intentaría continuar por esa senda recapacitando más en el '¿Qué es mejor?' o"¿Qué pensaría Gwendal en mi lugar?", porque si tenía un buen ejemplo a seguir, ese era el General. Poniéndose sentimental podría asegurar que había encontrado otro padre, o un hermano mayor, o hasta una especie de héroe más realista que un ninja, un bateador de béisbol o Superman. Y después de verlo pelear un par de veces, podría replantearse bastante lo de los super poderes, sin contar la magia, ya que solo con eso tenía la entrada asegurada a la academia de Charles Javier con honores.

La pregunta a la cual volvía una y otra vez durante todo su viaje fue: "¿Realmente no se puede hacer nada?".

Si esto hubiera pasado tiempo atrás, lo primero que hubiese echo era saltar a los escombros y desenterrar a mano limpia alguna mesa, o silla pensando que era una buena idea, o simplemente para desahogar su impotencia. Luego, cuando Gwendal lo levantara de las solapas para llevarlo a rastras a un lugar seguro, hubiera rogado al mazoku de tierra que hiciera uso de sus poderes para ayudar. Lo cual después de más de dos clases de "Como canalizar bien la energía de tu elemento" era obviamente estúpido, porque tenías 75% de probabilidades de crear un segundo alud que añadiera dos metros más de lodo sobre las casas.

Recapacitando en todos sus posibles errores, imaginando las quinientas posibles peleas que podría haber tenido con Wolfram, y sentirse orgulloso por ser capaz de auto reflexionar sobre todos sus errores del pasado, una pequeña idea comenzó a germinar dentro de su cabeza. Una que necesitaría muchas horas más de revisión, enfriarse unos días, y ser retomada para pulir detalles. Pero al ver más adelante el campamento de refugiados y sus condiciones, sabía que eso, lo único que él podía hacer, necesitaría más ayuda externa de la que nadie imaginaba.

Y ese era el lado complicado de todo este asunto.


Yuuri había estado en "esos días", donde el autismo era considerado un síntoma normal, y el único que parecía ciegamente contento de su tranquilidad era el secretario del castillo y tutor del chico.

Günter había explicado, sin que nadie se lo preguntase, que la faceta seria y preocupada del rey era una de las que más le gustaba en su lista —no tan secreta— de cualidades del joven Maou. Wolfram había encontrado una vez esa lista en un diario… y prefería olvidar que es lo que había leído ahí. Porque había cosas explicadas en detalle que ni él jamás se hubiera fijado si no es que lo leyera, y eso que Yuuri era la persona que más le interesaba, pero no había llegado al límite de notar cómo le crecían las uñas entre una semana y otra antes de que se las cortara de nuevo.

Sin contar al consejero, la sensación general acerca del comportamiento del rey no era tan buena que digamos. En el fondo todos sabían a ciencia cierta que Yuuri pensando demasiado significaba algún tipo de problema en puerta, algunos se preocupaban más y otros menos, dependiendo de como terminaría esto influyendo en sus vidas. La mayoría siempre trataba de imaginar las opciones de que nueva idea alocada saldría de esa cabeza, pero era demasiado complicado siquiera acercarse a la realidad al no conocer casi nada de la Tierra, porque la influencia de ese mundo era la que hacia rodar los engranajes de aquel retorcido cerebro.

Gwendal sabía que sea lo que sea que pensara, él tendría que fruncir su ceño y le saldría como mínimo una arruga más en su frente, y también tendría que coser al menos cinco amigurumis nuevos. Como siempre, había pensado en dar un no rotundo a todo lo que dijera, aunque eso nunca funcionaba, así que también había tratado de prever la situación y ver que opciones secundarias tenia para convencer al rey de que lo que quería hacer no era posible y conformarlo con alguna otra cosa.

Esta vez, nada de eso había funcionado. Y ahora estaban inmersos en esta situación incómoda.

El hijo mayor estaba parado inquieto junto a sus dos hermanos haciéndole compañía a Yuuri frente a la multitud de nobles en la sala de consejo. En cuanto el chico abriera la boca sería un desastre, además no sabía que sería peor soportar luego: si la mala impresión con la que se irían a sus casas todas estas personas importantes y con demasiada influencia, o la desilusión pintada en la cara del ingenuo jovencito. Él no podía protegerlo de todo, por supuesto que lo sabía, pero el mundo de la política era más amplio, complicado y peligroso que cualquier campo de batalla.

Yuuri se aclaró la garganta y se dirigió a todos. — Buenas tardes —comenzó con el debido protocolo pero con un tinte de simplicidad que nadie podría igualar.

Los presentes eran todos mazokus respetados de los círculos que solían asistir siempre al vals u otras fiestas ofrecidas en el castillo, la mayoría pertenecían a la región central de Shin Makoku y aunque había enviado la invitación abierta a todo el reino ninguna cabeza de las diez familias estaba disponible. En el fondo, Yuuri no quería incomodar demasiado a nadie, porque él sabía que lo que tenía que discutir sería complicado de hacérselos entender, y más de convencerlos de que se prestaran a la idea. La gente que había venido, en su mayoría, eran los mismos que buscaban siempre la gracia del rey durante todas las reuniones. Yuuri no renegaba de eso, sino que lo tenía en cuenta como su principal punto a favor, algún día tenía que sacar provecho de todas esas personas.

—Muchas gracias por haber venido, entiendo que mi invitación puede haber sido algo repentina y no muchos podrían tener el tiempo de asistir, por eso a los que sí han podido tengo que darles las gracias sinceramente.

Yuuri hizo la correspondiente pausa antes de entrar en tema, la gente de la sala se encontraba alegre, demostrándolo unos más que otros. Algunos de los hombres sonreían complacidos abiertamente por la atención del rey, otros se mantenían serios pero podía leerse en sus ojos que compartían el sentimiento. Wolfram tenía cara de póker, Gwendal se encontraba serio como siempre, así que no levantaba sospechas, y Conrart tenía una maestría en poner cara de nada, totalmente indescifrable.

Entonces Yuuri comenzó su discurso, el cual abriría un debate bastante polémico, y muchas otras discusiones acaloradas que harían que esa reunión durara varias horas.


—Malditos ricos avariciosos y estirados… —masculló en voz baja el Maou mientras hacía burbujas en el agua. Acurrucado en la enorme pileta de agua caliente, la figura de una vaca inerte tallada en piedra vertía agua sobre su espalda, mientras él mantenía su ceño fruncido con la cara hundida hasta la nariz.

—Te dije que no era una buena idea —comentó su acompañante, más que reprochándole sintiéndose divertido al escuchar algunas quejas e insultos del pelinegro acerca de la gente en la reunión.

Si, había discutido con Wolfram al respecto la noche anterior antes de decidir lo que haría, y el rubio no había opinado muy positivamente al respecto. Pero había decidido seguir con su idea de todos modos, esperando que con suerte al menos convencer a algunas pocas personas, pero su prometido tenía razón y al final fue completamente ignorado.

—Solo estaba pidiendo un poco de cooperación, ¡tampoco era para tanto! Solo eran algunas donaciones…

—A nadie le gustaría la idea de regalar sus cosas porque sí a un desconocido. —El tono de Wolfram le dio a entender sutilmente a Yuuri que él pensaba lo mismo. Después de todo, el ex príncipe era parte de esta sociedad medieval y también le costaba entender este tipo de cosas.

—No estaba pidiendo que regalen sus casas, o las cosas que usan, o a las que les tienen cariño. A mí tampoco me gustaría que me obligaran a regalar mis cosas, pero si tengo algo que no uso, ¿para qué lo quiero? ¿Qué sentido tiene guardar trastos viejos que te olvidas que tenías durante años en alguna caja y no las tiras solo porque si? Estaba pidiendo ese tipo de cosas, no las importantes.

—Las posesiones de la gente siguen siendo sus posesiones. Por más que las tengamos guardadas durante años siguen siendo nuestras, no es tan simple.

—¿Por qué los nobles se ven tan apegados a las antigüedades? Como toda esa porquería que guarda Günter receloso en el sótano…

—Yuuri… esos son los tesoros nacionales…

—…Cierto, mal ejemplo. Pero el punto es el mismo, solo son cosas inútiles que pueden ayudar a otra persona que no tiene nada. Como dicen en la Tierra: ¡la basura de unos es el tesoro de otros!

—Puede que tengas razón, pero no es tan simple.

Yuuri observo a Wolfram de reojo y este lo miro serio, cerró sus ojos y con cara de encaprichado siguió haciendo algunas burbujas en el agua caliente.

"Impensables costumbres extrañas" habían dicho los nobles entre otras tantas cosas que discutieron. La reunión se había vuelto una maraña de voces indignadas que discutían entre ellas, pero no por estar en desacuerdo, sino por demostrar quién era el más conservador y el mejor defensor del punto de vista noble mazoku. Aunque no era un problema de ser mazoku o no, a Yuuri le sonaba más a un problema de ser rico y poderoso, tener muchos bienes materiales y no querer separase de ellos.

Lo que había decidido luego de pensar acerca de aquel pueblo derruido en Gresia era algo que había visto varias veces en las noticias, y algo en lo que su madre más de una vez le había hecho participar, aunque él no había entendido del todo su significado en esa época. Elegir algunos juguetes viejos para regalar le había costado cuando era pequeño, también fue tacaño y no quiso hacerlo, pero después de una lección por parte de sus padres y viendo que no tenía otra alternativa se acostumbró a la idea. La ropa vieja y otras cosas tenían el mismo destino, era mejor donarlas antes que sacarlas a la calle en el día que pasa el camión que se lleva la basura pesada o quemarlas a fin de año. ¿Para que tirar una silla vieja si la vas a cambiar, cuando a una víctima de un terremoto le puede servir mas? Aunque no toda la gente hacia esas cosas, o no fuera común, él había tenido la suerte de que en su familia le hubieran enseñado la importancia de la solidaridad y el reciclado.

Tiempo después, siendo ya más grande, había visto por sí mismo con más detenimiento las noticias sobre esos terremotos u otros desastres como tsunamis, y como la gente que hoy tenía algo al día siguiente se quedaba sin nada. Imaginándose estar en los zapatos de esa gente comprendió que recibir aunque sea lo más mínimo sería una buena ayuda para comenzar de nuevo. El mismo gobierno enviaba agua y subvencionaba planes para crear nuevas viviendas, pero la mayor ayuda venia de parte de la gente.

Pero ese era un concepto que funcionaba en una sociedad avanzada, no para una como la que se encontraba en Shin Makoku. Sabía que sería más que complicado lograr que comprendieran la idea, pero por una vez había confiado en el poder de la monarquía y que su palabra como rey podría hacer que la gente cooperara. Pero Gwendal tenía razón, la política era más complicada de cómo él la tomaba siempre… tan a la ligera.

—¿Tampoco es una idea tan radical, o sí? Ya habíamos hablado de estas cosas, y se contenerme más con las ideas revolucionarias, pero son solo cosas viejas, no era como para un debate sociopolítico tan grande… Esperaba que al menos uno se sintiera curioso por donar algo y que otros pensaran que no sería tan mala idea, o que no perderían nada con darme el gusto. Esos tipos siempre quieren quedar bien conmigo, no está mal sacarle provecho. Es decir, si es loco todo esto para este mundo y todo, pero tampoco tan descabellado.

Wolfram se hacia el desentendido mientras Yuuri parecía hablarle más al aire que a él. Por suerte. Porque no tenía ganas de explicar lo que pensaba, o explicar la conducta de todos los nobles que pusieron el grito en el cielo. Lo que para Yuuri significaba ser moderado con sus ideas geniales venidas de otro mundo y reformas extraordinarias que sacarían a flote al país, eran demasiado extremas para el corazón y la mente de más de uno. A Günter casi le había dado un paro cardiaco mientras debatía entre el amor a sus ideologías y el amor hacia su rey cuando Yuuri le pidió cosas para comenzar a armar paquetes de bienes para enviar a Gresia. Aunque luego había terminado aceptándolo y adaptándose, así como también tomándole el gusto a la idea y halagando la muestra de benevolencia en todo el asunto, el primer choque había sido fatídico.

Si para el secretario había sido complicado, ni imaginar lo que pasaría por las mentes de los demás nobles. Todos amaban al rey, con razones más sentimentales o políticas unos que otros, pero estas cosas eran las que hacían cuestionar a más de uno la capacidad del japonés como regente de ese país. La preocupación de Wolfram o Gwendal iba más allá de la simpleza del chico y sus ideas extraordinarias, llegando más bien a prever conspiraciones, levantamientos, manifestaciones y otras cosas que podrían darse a espaldas del regente actual. Cosa que no era moneda corriente en la historia de Shin Makoku, pero después de lo sucedido con su propio tío Stoffel había que tomar las cosas con pinzas.

La cara seria del rubio no se debía solo a que le costaba hacerse a la idea de regalar su ropa vieja o algún juguete antiguo de hace décadas atrás, sino a esas otras cuestiones. Aunque parecía estar preocupándose demasiado, no estaba de más darles una repasada mental y tener algún plan bajo la manga.

Aunque —muy en el fondo— también terminaba pensando un poco en canto apego sentía por ese aro de metal, el soldado de madera, o la pelota de cuero de cuando tenía 20, y si dársela a o no Yuuri para su causa. Además de cómo pedirle a su tío que se desapegue de esas cosas. Después de todo vivían en paz, para lo que en un país se puede llamar paz con cierta cantidad de conflictos y delincuencia, y no era tan necesario ser extremista como antes. Wolfram si era caprichoso como un niño y receloso con sus cosas, podía aceptarlo. Y no quería ni imaginar qué pensarían de todo eso las cabezas nobles de las diez familias, se podía hacer una idea de la indignación de Waltorana, que seguramente daría el no rotundo a tirar así como así las cosas de su infancia.


A pesar de todo el revuelo, en los días venideros a ese mal trago de la reunión, Yuuri estaba consiguiendo algo de cooperación. Pero los nobles que le dieron la mano eran los mismos de siempre.

Cheri se mostró bastante emocionada, cosa que sorprendió a todos. La mujer disfruto eligiendo millones de vestidos viejos que por una razón u otra no usaba más, y que de vez en cuando regalaba a alguna sirvienta de confianza alguno de ellos. Al parecer la ex reina solía tener algún momento de generosidad donde le donaba a alguna chica simpática de la servidumbre una pieza de maquillaje, o vestido en secreto.

El Maou observó curioso que había en las cajas de parte de la ex reina. Había ropa que tenía tela como para al romperla y hacer tres o cuatro vestimentas diferentes, además de que seguramente esa gente del pueblo no necesitaba un vestido de gala para ningún vals. Pero más allá de eso, la reina lo había hecho sentir bien.

La consigna que Yuuri impuso había sido regalar lo que uno quisiera, no había límite para que fuera, cualquier cosa servía, y no importaba la cantidad. Si alguien daba más de cincuenta vestidos, o solo un par de pantalones militares viejos, no importaba. Pero nunca espero que esa regla convirtiera estas cajas de donaciones en las más peculiares de la historia.

Los vestidos de la reina eran poca cosa comparados con las cajas de Anissina llenas de artefactos de formas raras, piezas de metal y pociones que mejor no saber que hacían. Ya que ella consideraba que cosas como el karvodailnirol y la detrimindexta eran útiles para todo el mundo. Para todos pareció raro que la inventora entregara inventos, pero además de cosas que ella realmente consideraba basura, había artefactos útiles que eran parte de la producción en masa, y esos realmente eran una donación verdadera, ya que serían descontados de los fondos de la inventora. Yuuri le habló acerca de eso, pero la ella lo había ignorado, si ya había decidido regalar las cosas nadie le iba a decir que no. Era mejor así, después de todo Anissina siempre tenía la última palabra.

Gracias a dios, en las cajas de Gwendal no había animalitos vivos, ya que las mascotas le sobraban al general entre los gatitos y otros pequeños animales que salvaba del abandono. Pero rebosaban de animales tejidos, al parecer al mazoku la idea le vino bien para aminorar la cantidad que tenía, porque regalándolos a los soldados y el personal del castillo no bastaba para deshacerse de todo lo acumulado en tantos años.

La caja de Günter tenía mucha ropa al igual que la de Cheri. Pero en su caso la mayoría eran los intentos fallidos de hacer copias del mundo Terrestre que usaba Yuuri, y al parecer el secretario había mandado a hacer muchas de esas en este tiempo, de las cuales nunca se enteró. Además de eso habían volúmenes de libros que le intrigaron, cuando Conrart le murmuro al oído que al parecer eran copias de su diario donde tenía la "Biografía no autorizada del 27avo Maou de Shin Makoku, Su Excelentísima Majestad Shibuya Yuuri Harajuku Fuuri" el chico no quiso saber más nada sobre eso. Si Günter pensaba ganar adeptos para su culto adorador hacia él en otros pagos, no quería ni enterarse.

La caja de Conrart era la más modesta de todas, por no decir la más chica. El segundo hijo no era de tener muchas posesiones, su vida de exilios constantes lo avalaba. Yuuri tuvo que abstenerse de querer prohibir las armas como donación, pero teniendo tantas cosas raras y pensando que los inventos de Anissina fueran más peligrosos, no pudo decir mucho al respecto. Por alguna razón Conrart tenía demasiadas, y había encontrado en esta idea una manera de deshacerse de ellas.

En la caja de Josak había muchos volados, ropa de mujer de talla XXXL para personas con súper bíceps y otros trajes varios, con pelucas incluidas y sets de maquillajes. También había armas, polvos y líquidos que mejor no preguntar, porque siendo el mejor espía también había que reconocer que tenía un poquito de ninja y de asesino. Yuuri quería revolver en esa caja con todas sus ansias, ¡con suerte encontraría la navaja de MacGyber! Pero tendría que ser un buen rey y luchar ante la tentación.

A pesar de la buena voluntad de todos sus amigos, las demás cajas eran compartidas entre soldados y sirvientas que se prestaran a cooperar, pero habían sido pocos. Yuuri tenía que aceptar el ambiente cerrado hacia la idea, aunque le decepcionara. Wolfram se hacia el tonto y no comentaba nada, pero era uno de los que aún no había agregado nada de nada a las listas. Aunque la donación fuera anónima, con tan pocas personas Yuuri tenía un control mental de quien había dado algo a grandes rasgos).

Otro problema para él había sido Greta. La niña era testaruda desde que llego al castillo, y con una personalidad muy fuerte que le permitía poder entablar discusiones con cualquier adulto sin problemas. Su hija se había negado a cooperar hasta entender del todo la idea, ni siquiera pudo sacarle algo rogándole que lo hiciera por su papi y decidió que tampoco estaba bien insistir tanto con eso. Greta solo quería comprender, y en el fondo fue la decisión más sabia de todas, no quería dejarse llevar sin saber bien las razones de por qué lo hacía. Las explicaciones de su padre no bastaban, necesitaba descubrir algunas cosas por su cuenta observando primero.

La cantidad de cosas que tenían ahora era bastante al ser mirada por los ojos de una persona, pero observándolo desde otro punto de vista más realista era demasiado poco para tantos desamparados. Y la mitad más uno de todas las cosas eran realmente inútiles, ya que las personas no podrían usarlas.

—Tal vez sería mejor vender algunas de estas cosas, el dinero podría ser más útil —comentó Yuuri sosteniendo un aparato extraño en sus manos que parecía un elefante con la trompa en forma de rociador de jardín.

—Ya podremos pensar luego en eso, lo bueno es que ha habido un progreso, ¿verdad? —sonrió Conrart a su lado.

—Sí. —El Maou no estaba muy convencido de eso aún, pero su padrino continuo sonriendo comprensivo pese a que Yuuri mantenía su cara seria.


Yuuri no era una persona que se rindiera fácilmente, por lo que continuaría con su idea hasta el final.

Ya hacía tiempo que le había tomado la mano a crear planes que pudiera llevar a cabo por sí mismo sin tener que relegar las decisiones o la puesta en escena a sus subordinados. Si tenía que dar la cara lo haría por su cuenta. Haciendo honor a eso, en este momento contemplaba el podio que habían preparado para él en un lugar del pueblo. Le había costado horrores conseguir que Gwendal aceptara dejarlo presentarse públicamente, fueron tres días y solo aceptó con media centena de soldados patrullando la zona. Las precauciones eran de esperarse.

La gente emocionada se amontonaba riendo, charlando, sosteniendo flores y tomando de la mano a los niños. No es como si fuera un partido de baseball, pero tenía los nervios en la garganta, se iba a enfrentar a su peor enemigo y por cuenta propia.

El público.

Tragó duro y dio un repaso mental acerca de cómo había llegado el solo, sin ninguna influencia, a pensar siquiera en que podía pararse en medio de la plaza frente a todo Shin Makoku a dar una conferencia. Shouri era el que tenía madera de político y al que no le importaba pararse frente a cámaras de televisión y hablar en público, pero a Yuuri de solo pensarlo se le caían las medias.

Luchando por no vomitar o seguir temblando, cerró la cortina de la carpa donde se encontraba, ver el público no había ayudado para nada. Sentía que la sangre se le había drenado del cuerpo hacia los pies en un instante.

—Replanteándote la idea, ¿he? —se burló Murata.

—¡Cállate! Solo me pones más nervioso. ¿D-donde está Wolfram?

—No lo sé, aun en el castillo me parece, no lo he visto desde esta mañana. ¿Necesitas apoyo psicológico de tu novio?

—¡No es mi novio!

—¿Entonces qué es?

—Es… mi prometido.

—Sabes, eso no hace mucho la diferencia en realidad.

El moreno decidió terminar ahí el tema, no era el momento de preocuparse por su relación con Wolfram, ni en cómo se suponía que se llamaba. Aunque no estaría mal que el rubio estuviera ahí en ese momento, por razones más que obvias relacionadas con la cantidad de cosas vividas juntos, se sentía más seguro con su compañía.

—Bien, ya no puedes echarte atrás —comentó Murata mientras observaba el panorama como él lo hizo minutos antes a través de la cortina—. Ya es hora. No es bueno hacer esperar a las multitudes, ya sabes cómo se pone el público. Y no te ayudaría para nada que estén impacientes, por más que la gente adore a alguien, basta poco y nada para que se pongan violentos. Y con la bomba que vas a tirar…

—Deja de hablar como si esto fuera el holocausto. De verdad no me está ayudando…

—Pensé que algo de humor te haría pasar los nervios. ¿Por qué no imaginas a todos desnudos? Eso siempre ayuda. Aunque si te equivocas y te imaginas a ti desnudo, sería como esa clásica pesadilla de la conferencia en el colegio y que todos se te ríen.

—De verdad, de verdad, no me está ayudando lo que dices.

—Si quieres puedo salir contigo. Después de todo soy el Gran Sabio y consejero del Maou —dijo con una sonrisa amigable.

—¿D-de verdad? ¿Puedes?

—Pero claro, nadie me diría que no puedo. Y si quieres también puedo darte la mano en lugar de Lord von Bielefeld, ya sabes, como ahora andamos muy de amigos podría hacerle el favor de hacerlo en su lugar.

—¡Cállate y solo sal conmigo!

A pesar de que se enojó por el sentido del humor de su amigo, Murata había logrado relajarlo un poco. Günter parecía que en cualquier segundo lo iba a presentar y el momento de salir al escenario había llegado. Los nervios no se habían ido, pero a pesar de todo estaba decidido a hacerlo. Luego de la pomposa introducción y los alaridos del pueblo, salió.

En realidad, esta era la primera vez que —consciente de su posición— daba la cara en público. El día que el llego a Shin Makoku había desfilado a caballo por casi toda la ciudad, y aunque le había durado poco porque Ao se puso loco y parecía un auto de carreras, no había sido muy consciente de lo que eso significaba. Que te reciban con flores, aplausos, gritos y reverencias era más de lo que parecía. Ahora entendía un poco más porque todos en las películas medievales ansiaban el poder, ser la persona importante, y ser venerados. Lo único que esperaba es no quedar como un idiota sumamente avergonzado ante todo el aspaviento dedicado a él.

Saludo con su mano lo más alegre que pudo. Murata lo imitaba y parecía disfrutarlo como si fuera una estrella del deporte en el campo de fútbol, también saludando hacia todos lados con una sonrisa en su cara. El podio era pequeño, pero no por eso mal decorado. Su tutor, el hombre culpable de esa ornamentación, estaba parado a un lado aplaudiendo y lagrimeando emocionado, su padrino y protector había tomado lugar detrás de Murata y él junto a su hermano mayor. Ni Gwendal, ni Conrart, ni Günter lo hubieran dejado pararse en el medio de un lugar al aire libre siendo un blanco fácil sin tenerlo al menos a dos metros de distancia. Entre el público y el podio había una valla pequeña y un sequito de soldados de uniforme color verde en hilera, otros portando color caqui y azul rondaban el área, mientras que los soldados de incognito se mantenían entre la gente.

A pesar de todo este despliegue, una presentación nacida de la noche a la mañana no le daba tiempo a nadie a planear nada. Los disturbios que preveían que podrían desatarse eran menores, pero un atentado a gran escala o cualquier tipo de ataque más organizado tenía muy bajas posibilidades. Dejando a un lado eso, el pueblo parecía contento y emocionado por el evento, el panorama daba una sensación de estabilidad y tranquilidad.

—Buenas tardes…

El micrófono de pie preparado para él estaba ajustado a la altura perfecta, aunque era de esperarse de Günter el saber exactamente como tenía que haberlo acomodado para su rey. También era el maryoku del consejero el que lo hacía funcionar, y este estaba más que feliz por hacerse cargo de eso.

—Les agradezco a todas las personas que hay aquí, que hayan venido a escuchar mis palabras. Lamento que tal vez para más de uno esto no sea lo que esperaba, pero yo no soy un hombre de discursos preparados. Por más que he pasado toda la noche pensando en uno, no he podido encontrar las palabras adecuadas, así que todo lo que puedo ofrecer es hablar desde mi corazón.

El silencio con el que comenzaron a escucharle se rompió durante su pausa, con el grito aislado de un par de personas animándolo en respuesta. Yuuri sonrió, ser una persona común y corriente tal vez no infundiera tanto respeto y admiración como un noble, pero en cierta manera confiaba en que eso lo acercaba al pueblo.

—La Fiesta de la Sidra se ha festejado hace poco en uno de los países del sur, con el que ahora tengo el placer de decir que hemos formado una alianza, Torimia. Como muchos de ustedes, mi familia, mis amigos y yo también hemos asistido. Me ha alegrado enormemente ver que muchos de los habitantes de mi pueblo, Shin Makoku, se han animado a ir también. Y también me hace enormemente feliz ver que no haya más necesidad de odio o rencores, que hiciera que los mazokus se alejaran de los humanos. Es un orgullo para mí ver a la gente de mi país siendo tan tolerante y de mente abierta como para aceptar un nuevo futuro para ambas razas.

Sin que lo esperara, el público decidió interrumpir para aplaudir y alabar sus palabras. Yuuri pensó que seguramente deberían haberse emocionado, los términos que tanto le habían recalcado Wolfram y Günter que usara para referirse acerca de Shin Makoku habían servido para algo. No había duda de que llegara el día en que tendría que acostumbrarse a decir'mi pueblo', 'mi gente', 'mi país', 'mi reino'. Además, siendo que su plan era ganarse el favor de su público, tenía que decir cosas que les agradaran. Su primer discurso no le estaba yendo para nada mal y eso le daba más confianza.

—Lamentablemente no para todos aquellos días de fiesta han sido felices. Creo que todo el que haya asistido recordara la lluvia que duro por dos días seguidos, y si no han asistido, deben de haberla sufrido aquí también. Shin Makoku es un país basto y próspero, tenemos tierras fértiles, hermosos bosques, una hermosa ciudad. La lluvia es una bendición para las cosechas, especialmente para nuestra nueva incursión económica que está yendo cada vez mejor, las plantaciones de arroz.

Otra pequeña interrupción de aplausos alabó y le dio su apoyo, al haber sido nombrado uno de sus últimos proyectos.

—Pero como he dicho antes, lamentablemente no para todos este diluvio ha sido beneficioso. Las tierras centrales de Gresia, nuestro país limítrofe, han sido devastadas por un alud. Yo personalmente he podido apreciar lo que la desgracia causo con mis propios ojos, y no hay nada más triste que esto. Mi país es prospero, veo esta hermosa ciudad o cualquiera de las otras y siento que somos afortunados, pero también todos sabemos muy bien lo que se siente ser devastados. Hemos sufrido ataques, aquí, en las fronteras, en ciudades de territorios aledaños. Pero no importa lo que el hombre o los mazokus puedan causar a través de la guerra, la naturaleza también puede ser igual o más cruel que las personas. Es por eso que al ver a la gente sufrir no puedo quedarme tranquilo. Y también es por eso que hoy estoy aquí, porque necesito su ayuda.

Esta vez fue él quien hizo una pausa por su propia cuenta, pero la gente continuó en silencio expectante. Murata lo observó y le dio ánimos con su mirada, Yuuri sabía que de ahora en más era la parte difícil. Observo de reojo hacia atrás, Gwendal cerró sus ojos y Conrart y Günter le dedicaron una genuina sonrisa amable. Al menos no estaba solo.

—Necesito de su ayuda para poder ayudar. Esto es algo que no puedo hacer solo. Esto no es algo que solo una persona hace por otras, es algo que muchas personas tienen que hacer por otras personas. Por eso me gustaría saber si puedo contar con ustedes. Las victimas se han quedado sin nada, necesitan alimento, bebida, ropa, o cualquier cosa que puedan ofrecer. No es necesario el dinero, si alguien quiere ofrecerlo no diré que no sirve, pero en realidad cualquier cosa sería útil. No necesitan entregar sus pertenencias, no estoy pidiendo que regalen sus objetos personales. Si no en su lugar eso que no usan, las cosas viejas, lo que tienen guardado. Por más que estén rotas, o que lleven años de uso, a estas personas cualquier cosa en este momento les vendría bien. ¡Si hay algo que pudieran ofrecer…!

— ¡¿Por qué? —se escuchó un grito, la voz de un hombre bastante ruda desde el público.

La pregunta dejo estupefacto al moreno, a su lado su amigo hizo un sonido reprobatorio, un leve silbido, como si estuviera esperando por esta reacción pero hubiera sido más rápido de lo que esperaba.

—¿Por qué? —repitió el Maou sin comprender.

¡¿Por qué habíamos de darles algo?! —repitió la misma voz mientras los demás espectadores permanecían callados. El sentimiento general de expectativa no parecía estar del lado del rey, Yuuri se sintió que era la multitud contra él.

—Porque no tienen nada, porque lo han perdido todo. No tiene casas, no tienen comida, ni agua.

¡¿Acaso no tienen su propio gobierno también, no tienen su Rey? —gritó alguien desde el fondo. Hubo un leve asentimiento general ante eso, un murmullo llenó el lugar entre los comentarios que hacia la gente.

¡Es su gobierno el que debería darles algo!

¡Eso! ¡¿Por qué Su Majestad el Maou tiene que darles algo?!

¡Nuestro Maou no está obligado a darles nada!

—Nonononono, ¡un momento! ¡Nadie me está obligando a nada! Yo no tengo que darles algo, yo quiero darles algo.

¡¿Por qué?!

¡Sí! ¡¿Por qué?!

¡Su Majestad! ¡¿Por qué?!

El público se estaba sublevando, como uno ya había hablado y estaban en grupo, se sentían más confiados. Pero a pesar de eso, no era una sublevación que pareciera ir a terminar en tomatazos o huevos podridos contra su cara, esta gente realmente no comprendía la idea.

—Esto es una donación. Cuando la gente sufre una desgracia, las personas intentan ayudar, hay que darse la mano los unos a los otros. Si fueran ustedes los que hubieran sufrido esto, ¿no sería genial si alguien los ayudara?, ¿no estarían felices si les enviaran ropa y comida? En mi mundo, el mundo donde nací, la gente dona lo que puede ante una catástrofe. Donamos ropa vieja, juguetes, cosas que para nosotros son inútiles, pero que a los demás los hacen felices.

¡Pero son nuestras cosas!

¡Si quieren ayuda que sea de su propio pueblo!

—¡Escuchen! —Yuuri intentó hablar en vano entre los gritos.

¡¿Quién dice que nos ayudarían a nosotros?

¡Nunca nadie ha hecho eso por nosotros! ¡¿Por qué hacerlo por ellos?!

¡Los humanos no ayudan a los mazokus, pero los mazokus siempre ayudan a los humanos! ¡No es justo!

—¡Silencio!

Hasta Murata a su lado dio un respingo, e interiormente quiso reír un poco de que el despliegue de personalidad de su amigo lo haya asustado tanto. El rey se aclaró la garganta en medio del incomodo silencio que se había formado, nadie movía un musculo. Se sentía un poquito halagado de ser tan respetado.

—Mis disculpas por haber gritado, no es mi intención imponerme, estoy aquí para pedir su ayuda humildemente. Pero esto no es una obligación.

Esa sentencia desato un murmullo general. La gente hablaba impresionado sobre que esto no era una política, o un plan, o algún movimiento impuesto por el gobierno. En pocas palabras, la gente no entendía nada. El pueblo estaba acostumbrado a que les impongan, no a que les propongan.

—Tenemos cajas preparadas listas para ser enviadas. La gente del Castillo Pacto de Sangre ha colaborado durante la última semana y al día de hoy hemos logrado esto. Creo que sería bueno que supieran que hoy estoy aquí, frente a ustedes, pidiéndoles de la misma manera su ayuda como se la he pedido a los nobles anteriormente. Como dije, no estoy exigiendo, estoy pidiendo su colaboración. Las personas que quieran colaborar pueden ver hacia allí, hay un pilón de cajas listas y un grupo de soldados que aceptaran lo que deseen entregar. Tienen la orden de esperar hasta mañana en ese puesto, luego enviaremos lo que sea que haya sido recolectado a la ciudad de Stapo, en Gresia.

Las palabras de Yuuri se habían vuelto algo duras pese a que intentaba mantener la calma, Murata le interrumpió y le dijo: —Shibuya, ¿me permites? —y como si el rey comprendiera que ahí acababa su parte le dejó el resto de la situación mientras se hacía a un lado.

—¡Buenos días! Muy bien, ya creo que todos me conocerán, pero soy el Gran Sabio, un placer estar frente a ustedes. Esta es mi primera aparición pública y al igual que mi compañero el Maou no tengo absolutamente nada planeado como un discurso o algo parecido. Sepan disculpar también la falta de cortesía política de nuestra parte, como verán las diferencias entre el mundo donde nacimos y este no solo se basan en nuestra apariencia. Sinceramente no quiero repetir las palabras ya dichas, así que solamente quiero agregar algunas cosas para terminar. Nuestro mundo y este tienen demasiadas diferencias, la cultura es una de ellas y es lo que más nos aleja. Nuestra forma de pensar esta dictaminada por nuestra educación, el medio y el entorno en el que vivimos; y aunque no seamos conscientes de todas estas cosas, son las que nos hacen lo que somos. Como pueden ver, siendo nuestro Maou alguien venido de un mundo completamente diferente y que se rige bajo otras reglas, su manera de pensar es extraña, y hasta algunas de sus propuestas pueden parecer una locura.

»Él sabe que para todos ustedes esto es difícil de comprender, y a pesar de todo hoy se ha parado aquí igualmente, y los días anteriores ha tenido reuniones y charlas al respecto con la nobleza. Por más que nadie comprendiera sus ideales, continuó intentando e intentando frente a las personas que no podían aceptar lo que decía. Seguramente más de uno en este momento esté pensando o cuestionando la cordura de este chico, o muchas otras cosas, lo cual es totalmente normal. Pero yo les pregunto, ¿no es esta también la persona que los ha llevado a dónde están? ¿No es el hombre que ha acabado con la guerra con muchos países humanos y así asegurado las fronteras? ¿No es él quien con sus locuras liberó gente, les dio educación, trabajo y condiciones dignas para vivir? En el fondo todo es lo mismo. Todo ha surgido de esta misma manera. Al igual que hoy se presente aquí, con el apoyo de unos pocos, y plantea una idea que suena absurda e inentendible, antes ha presentado todas y cada una de las demás ideas que han logrado las cosas que antes he mencionado de la misma forma. Simplemente me gustaría que reflexionen acerca de esto. En cuanto a pensar en por qué ayudar a otros si nunca nos han ayudado a nosotros, solo les dejare una frase: Si uno no da la mano primero, ¿por qué habría el otro de extenderla hacia nosotros? ¡Muchas gracias!

Yuuri estaba triste, el pueblo podía verlo claramente. El Maou no había hecho mucho caso y casi antes de que Murata terminara su discurso y despilfarre de simpleza, ya se estaba retirando del podio tras un Conrart que parecía no tener palabras para animarlo. El hombre ya sabía que no las había, porque Yuuri ya había aceptado la realidad.

—Shibuya, no estés triste.

—No estoy triste, solo algo decaído. Y gracias por lo que dijiste.

—Bueno en realidad no me molesta tanto hablar en público, y verte a ti lograr hacerlo ante tantas personas… No podía dejarte solo, no es de un buen amigo hacer eso. Aunque creo que hemos dejado mucho que desear, ninguno de los dos sabe hablar como político. ¿Tal vez si le pedimos unas clases a tu hermano?

Yuuri sonrió. No tenía que tomarse las cosas tan a pecho. Ya tenía cajas con donaciones preparadas y listas para viajar, a sus amigos que lo apoyaban, y lo más importante de todo, se había desahogado por completo. Había dado todo lo que tenía y se esforzó al máximo siguiendo su espíritu deportista, eso era lo que importaba más allá del resultado. No por esto dejaba de estar reflexivo, y aunque el peso en su corazón y su mente había aminorado, para los demás continuaba viéndose muy decaído.

Günter había tomado el micrófono y le daba una charla al público acerca de dignidad, humildad, benevolencia y muchas características más de su adorado rey, mientras que reclamaba a todos por no saber cómo dirigirse dignamente a su soberano. Igualmente, la gente no lo escuchaba, como mucho estaban embobados alabando su belleza pero sin importar ni una sola palabra de lo que decía. Al final, el hombre parecía una actor en medio de una obra de Shakespeare, recitando cosas incomprensibles en frente de un público que aunque lo que dijera tuviera sentido, no comprendían su vocabulario tan noble y cortés.

De entre las demás personas que abandonaron la multitud y se dispersaron, una pequeña niña se escabullo entre los soldados y las bardas. Para cuando uno gritó, ella estaba a pocos metros de Yuuri.

—¡Hey! ¡Tú, niña! ¡Que es lo que haces, no puedes pasar ahí!

—Está bien, déjenla. —ordenó el Maou y el soldado que la perseguía tuvo que asentir y volver a su puesto, las dudas se las termino de despejar Conrart al asentir con su cabeza.

La niñita aparentaba como mucho dos años humanos, pero tenía una mirada vivida y despierta como la mayoría de los niños mazokus a esta edad, que era el quíntuple de lo calculado. Observó a Yuuri en silencio durante unos momentos y luego preguntó:

—¿Por qué estás tan triste?

A Yuuri le sorprendió la pregunta, se agachó y pensó en cómo debería contestarle teniendo en cuenta que seguramente la niña era más inteligente de lo que él pensaba.

—Porque quiero ayudar a la gente, pero nadie parece querer escucharme.

—Yo te escuche, pediste que regaláramos nuestras cosas. Papá dice que eso es una locura, que si no nos obliga el gobierno no hay porque hacerlo. Nosotros no somos ricos, nuestra comida es para que comamos nosotros. Mamá, yo y mis hermanos.

Yuuri sonrió dulce y puso su mano en su cabeza.

—Tienes hermanos, ¿he?

—Sí, mis dos hermanos.

—¿Y tu papá es el que trabaja para todos? ¿Qué es lo que hace?

—Tenemos una panadería.

—Eso suena bien. Pero tu papá está equivocado, me ha entendido mal como todos los demás. Yo no quiero que regalen sus cosas, yo quiero que den lo que puedan dar. Yo también tengo cosas que aprecio mucho, los regalos de la gente importante para mí, mi bate de baseball, mi guante de cuero y muchas otras cosas más. Pero también hay algunas que ya no uso o no me sirven. Ese tipo de cosas que uno tira a la basura, pero esa basura no es inútil, sirve para ayudar a gente como esta que las necesita.

La niña lo miró durante un momento y no dijo nada. Él se levantó y dio su charla por terminada, justo cuando pensaba voltear e ir dentro de la carpa a descansar un poco, sintió como tiraban del extremo de su chaqueta.

La niña extendía la palma abierta con una moneda dorada en ella, lo más alto que podía.

—No voy a tomar tu dinero, pero gracias. Lo que importa es la intención.

Cuando intentó darse vuelta de nuevo, otra vez sintió el tirón. Esta vez ella extendía el muñeco que había estado sosteniendo todo ese tiempo.

—Hey… ¿pero ese no es tu amigo?

—Si.

—¿Entonces?

—No importa. Es para que no estés triste.

—No estoy triste. Y no voy a aceptar a tu amigo.

Antes de que pudiera decir que no otra vez, la chica se lo clavo en el estómago de golpe y empujo hasta que Yuuri lo sostuvo. Salió corriendo de repente, y al estar lo suficientemente lejos para que no se lo devolviera gritó:

—¡No estés triste! ¡Mejor dáselo a otro niño que no tenga una amigo, Pochiri estará feliz!

—Pochi, ¿hu? Eso me trae recuerdos. —Yuuri sonrió observando el muñeco de tela en su mano. La niña tenía razón, ya no estaría triste. Sus palabras de hoy al menos habían llegado a una persona.

—¿Quién es Pochiri? —preguntó Murata curioso mientras tomaba el muñeco para jugar.

—¿Eh? Ah, es algo que paso antes de que llegaras por primera vez, veras…

El ruido de una marcha de soldados y un carro lo interrumpió. Por la calle del costado venia al frente del grupo a caballo alguien que conocía muy bien, y sentada sobre una caja tapada con una manta en un vehículo bastante peculiar estaba Greta.

—Siento haberme perdido tu discurso, enclenque. ¿Murata te agarro de la mano por mí?

—¡¿De verdad se lo habías pedido?!

—Claro, aunque mi hermano mayor quisiera hacerlo él no te la hubiera dado por más que se lo pida. Y siendo tan enclenque seguro necesitabas apoyo moral, después de todo no se te da bien ser un rey digno en frente del público. Igualmente, de verdad lamento no haber estado contigo. Pensé que llegaría a tiempo, pero algunas cosas se complicaron.

Yuuri observo la caja que llegaba escoltada por los soldados y un par de caballos. Apenas el vehículo extraño paró Greta dio un salto y corrió hacia sus brazos.

—¡Yuuri!

El moreno atrapo a la chica a medio vuelo, y aprovechando la inercia la hizo dar una vuelta antes de que toque el piso. A esta altura se había olvidado completamente de cómo se sentía por lo del discurso.

—Papá, ya entendí de que era de lo que estabas hablando —fue lo primero que la niña tuvo necesidad de decirle emocionada—. Y si es lo que tú quieres, y además es parte la educación que me da mi padre para que sea una mejor persona, ¡entonces también voy a ayudar!

Yuuri le dedico una mirada a Wolfram, ¿qué era eso de la educación que le dan sus padres? Greta no solía hablar así a menos que alguien le haya dicho algo, era una niña con palabras de adulto en su boca. Se sintió agradecido por el gesto y sonrió, el rubio parecía algo incómodo por haber sido descubierto.

—Hija… Gracias —fue lo único que le dijo cuándo se agacho y la abrazó—. ¿Y qué es eso que trajeron?

—¡Hey, tú! ¡Bajen la mercancía y ubíquenla por ese lado junto a las demás provisiones! — ordenó el ex príncipe a uno de los soldados, enseguida varios más se unieron y comenzaron a hacer lo que pedía.

Yuuri se acercó y observó la primera caja de madera que bajaron, era bastante grande y estaba cerrada con un gran pasador de metal. Sin pedir permiso la abrió para curiosear su contenido. Empaquetados correctamente uno tras otro había una seguidilla de enormes bastidores, tomó uno previendo lo que eran y lo sacó. Efectivamente, una pintura de Wolfram.

—Wolf… ¿Qué…?

—Esta es una de las primeras que hice, la recuerdo bien —le interrumpió el noble mientras la tomaba en sus manos—. La verdad no me parece nada interesante la naturaleza muerta, pero tengo lindos recuerdos de esta época. Apenas comenzaba mi carrera artística.

—Son tus pinturas, y tus recuerdos… No puedes deshacerte de ellas.

—¿No eras tú el que se quejaba de que no hay que guardar porquerías en el cajón de los recuerdos del sótano, o acumular cosas innecesarias? ¿Tan rápido te has arrepentido? No me decepciones.

—¿Porquerías? ¡Pero si son geniales! ¡No puedo aceptar que entregues tus pinturas!

—Yuuri. Los recuerdos son recuerdos, pero para mí estas no son nada en realidad. Ya tengo mis propias favoritas de distintas épocas, y esas sí que jamás las entregaría a nadie, porque son mías.

La manera que Wolfram recalcaba que algo era suyo no dejaba lugar a objeciones. Si calificaba algo como de él, era suyo y punto. Por algo lo había perseguido por mar y tierra cuando se conocieron, porque había sido etiquetado como 'mi prometido'. Y seguramente era mejor no meterse con sus cosas, ya que por como sonaba no reaccionaria muy bien.

—Estuve pensando mucho que podría ofrecer, pero la mayoría de las cosas eran complicadas, ya que casi todo lo que tengo son regalos de mi familia. Las cosas de mi infancia las tiene mi tío, y de la ropa se ha encargado mi madre. Pero las pinturas, eso sí me pertenece solo a mí y a nadie más, y por más que mi tío pusiera el grito en el cielo yo puedo hacer con ellas lo que quiera. Aunque eso me trajo algunos problemas, y por eso el pedido se atrasó algunos días. Lograr que me lo enviaran de Bielefeld fue algo complicado, pero por suerte ha llegado a tiempo.

—¿Te pelaste con Waltorana?

—No, solo discutimos. Pero al final nunca se enoja conmigo, así que está bien. Hemos tenido mucho peores.

—Pero igual Wolf… Yo… no sé. Esto me hace feliz pero, no tienes por qué. Y las pinturas no le servirían a la gente…

—Lo sé, enclenque. Por eso organice una subasta para esto, y para todo lo demás que no sirve. Con el dinero podrás comprar todas las provisiones que quieras para enviar. Además, toma.

Wolfram le entregó un manojo de papeles bien ordenados atados con un hilo, el típico papeleo político con el que solía trabajar. Antes de que Yuuri pudiera ojear demasiado, el mazoku agregó:

—Eso es de parte de mi hermano mayor. —Gwendal gruño de fondo, volteo y se hizo el desentendido a pesar de que había estado mirando—. Todos los detalles ya han sido arreglados. Günter ha seleccionado estrictamente los nobles que asistirán, y hecho las listas de invitados. La mayoría de la gente que asistió a tu reunión previa ha aceptado con gusto la idea de una subasta. También ha aparecido algún que otro coleccionista extraño mandando una y otra vez cartas pidiendo que incluyan ciertos prototipos de los inventos de Anissina. Al parecer las sumas de dinero de las que estaban hablando son bastante jugosas, y la gente se vuelve loca por algo de la Lady Veneno de los cuentos infantiles.

Cuando Yuuri volteó a ver a su alrededor, Conrart ya estaba dando órdenes a los soldados y acomodando las cajas con tal de que la gente las viera fácilmente y así atraer la atención. Todo estaba organizado, como siempre habían discutido y planeado algo a sus espaldas. Pero eso era lo que más lo hacía sentir emocionado. La comisura de los labios del moreno se curvó sutilmente, aunque sus cejas dijeran lo contrario y siguieran apenadas.

—Lo ves Shibuya, no estás tan solo como pensabas —comentó su amigo mientras tomaba el informe para observarlo—. ¡Lord von Voltaire ha sido muy tierno al preparar este proyecto con tanto detalle solo para el lindo Maou! —comentó en voz alta colocando su mano contra su boca irónicamente como si contara un secreto y volteando a ver al hombre.

—¡Yo no soy tierno!

Fue lo único que se escuchó antes de las pisadas de las botas militares. Todos rieron, y pronto Gwendal tenía colgada a Greta de su traje intentando abrazarlo a toda costa aunque el mazoku se viera totalmente avergonzado y quisiera escapar.

Yuuri estaba feliz, tenía su familia, tenía a sus amigos, no necesitaba nada más. Que estas personas lo hubieran apoyado tan sinceramente lo había hecho sentir lleno. Hoy había sido un gran día después de todo.


El resto de la tarde había pasado normalmente, con sus ánimos renovados, el Maou había disfrutado mucho lo que quedaba del día. En el ambiente se percibía un sentimiento de cercanía y felicidad que hacia las cosas mejores que de costumbre.

Montaron un rato por la tarde. Fueron de picnic. Y también pasaron tiempo con Gwendal y sus amigurumis, el cual se veía extremadamente feliz porque todos compartan un rato el gusto por su hobbie, y a más de uno le impresionó la paciencia y delicadeza que tenía para explicar cómo tejer. Anissina por una vez no había intentado convertir a nadie en rata de laboratorio, y demostró porque tenía el título de maestra del general uniéndose al grupo durante esas horas, y más estrictamente pero no menos divertida explicó cómo hacer un Koala del Infierno bastante lindo.

Yuuri, además de contento, se sentía profundamente vulnerable. Todos habían salido con un gran ataque conjunto de acciones amables y consideradas hacia él que le pegó tan duro como un cañonazo, y ese golpe todavía repercutía en su pecho.

En aquel momento sobre el escenario, justo cuando todas las personas comenzaron a replicar, le habían dado ganas de llorar. Era fácil para él perder el control de sus emociones bajo presión, y se le complicaba aún más si no era que tenía que lidiar solo con enojo o exceso de adrenalina. Tenía que recordarse que para la mayoría de las personas eso era normal, había visto más de una vez a compañeras del instituto quebrar ante la presión de un profesor, o hasta otros alumnos hacer llorar a chicos de otras clases de la misma manera. Haberse enfrentado a esa multitud había sido un logro personal bastante importante, era la primera vez que se paraba ante tanta gente por decisión propia y se mantenía así de calmado. De veces anteriores recordaba haber tenido sus momentos de discusión contra varias turbas iracundas, pero había estado tan enojado que en la mayoría de los casos había terminado más como Maou que como Shibuya Yuuri.

Un tema aparte había sido Wolfram. En el momento en que estaba en el podio lo odio por unos instantes al no estar a su lado, extrañando la compañía incondicional que siempre le brindaba. Todas sus personas cercanas estaban cerca de él donde tenían que estar, menos Wolfram. Pero mejor no hablar de cómo se revolvió interiormente cuando llegó y mostró todo lo que había hecho por él, además de contarle como lo había planeado junto con todos los demás.

Wolfram seguía siendo… Wolfram. Era tan él que Yuuri ya no se asombraba.

Después de la cena habían hablado largo y tendido sobre el tema, y pese a que el rubio no quería contarle demasiado, terminó admitiendo que había sido él quien se reunió con los demás para planear mejor las cosas. Se había esforzado en recalcar varias veces que no lo planeó solo y que no se le ocurrieron todas las ideas sino que todos participaron, porque aunque no lo pareciera el ex príncipe solía tener bastante modestia y avergonzarse por este tipo de cosas. Como Yuuri ya lo sabía, le dio las gracias sinceramente sin darle vueltas al asunto y Wolfram tuvo que callarse y aceptarlo sin rechistar. Era divertido verlo nervioso.

En estos momentos caminaba junto a él a lo largo del pasillo teniendo una conversación más relajada y normal sobre cosas relacionadas a ese día, riendo y bromeando con la soltura normal que últimamente se daba entre ellos.

—Y esa vez recuerdo que realmente se había enojado conmigo. Deberías haberlo visto gritando por las escaleras "¡¿Wolfram von Bielefeld, que hiciste? ¡Ese no es el comportamiento adecuado para un noble! ¡¿Acaso yo te he educado así?!". Estaba rojo y el pastel encima de él todavía tenía algunas de esas rosas de mazapán bien adornadas, todas pegadas por su cara y su pelo. Creo que nunca lo había hecho enojar tanto, pero aunque tuve que tragarme flor de castigo no me arrepiento, hasta el día de hoy que recuerdo como se veía su cara. Después de eso, no creo recordar otra vez en la que se enojara tanto conmigo, y esto que te cuento creo que fue hace más de treinta años…

Mientras Wolfram contaba su anécdota hacia la imitación de su tío gritándole mientras sacudía su dedo acusadoramente en el aire, Yuuri reía a más no poder imaginándose a Waltorana.

—¿Y qué fue lo que te hizo? No creo que los castigos de aquí sean como los de la Tierra. A mí me dejaban sin televisión y era como si me cortaran los brazos. Una semana sin TV era para morirse, no te imaginas el aburrimiento, y mejor ni hablar si estaba en temporada y me perdía algún partido. Sino mi hermano solía usar un correctivo en el momento, hasta el día de hoy que le gusta pegarme un cachetazo en la nuca cuando hago algo que no le parece bien.

—Quedé vetado de las fiestas nobles por un tiempo, cosa que él decía que era una calamidad y una deshonra. Y así era en realidad. Pero en el fondo la verdad esa parte del castigo se la agradecía, las fiestas cuando era niño no podía tragarlas, me tomo mucho tiempo aprender a no aburrirme y tratar con la gente sin querer incendiar algo en el proceso. Lo peor fue limpiar los baños de los cadetes en el pabellón militar. Cuando mi tío se enoja, no escatima en la asquerosidad de sus castigos…

—Ughh, hombre, ¿no tiene piedad acaso? Pensé que eras algo así como el niño mimado de la casa, su sobrino favorito. Si el tipo te adora.

—Ah, pero cuando se enoja no hay amor que valga. Él es así.

Wolfram enmarcó su frase con una sonrisa que daba a entender que por más que fuera como fuera él amaba y respetaba a su tío. Yuuri abrió la puerta y cuando Wolfram estaba por saludarlo como de costumbre e irse dando por terminada tanto la charla como el paseo, el Maou le dijo:

—¿Quieres pasar?


Ante tal pregunta, Wolfram se sintió medio perdido. Yuuri le devolvía una mirada seria que no supo leer muy bien. "¿Pasar? ¿A la habitación de Yuuri?".

Ya no recordaba cuanto tiempo tuvo prohibida la entrada a ese lugar, tanto que la costumbre de considerarlo como un área prohibida ya se le había arraigado. Luego de aquel incidente, donde su prometido puso el grito en el cielo y lo echó sin muchas excusas del lugar que compartían, él se había pasado algunas temporadas indignado negándose siquiera a visitar la habitación como cualquier otra persona normalmente haría. No iba con Günter a despertarlo, no iba con Conrart a buscarlo para jugar al baseball, no entraba con Gwendal a hablarle de tratados y documentos fuera del horario de trabajo por la noche. Simplemente esa puerta era la línea final de un lugar que se negaba volver a pisar, y Yuuri no parecía descontento con su decisión.

Luego de mucho tiempo, cuando la actitud poco amigable de ambos ya se había disipado, por alguna razón no muy clara tampoco volvió a ese lugar. Pensándolo en este momento con rapidez, no tenía ninguna excusa para no haber vuelto a entrar. Su relación con Yuuri estaba bien, él ya no estaba enojado y los problemas del pasado eran agua bajo el puente, pero él no volvió a entrar a la habitación del Maou. Tal vez había sido una huelga silenciosa, o una manera de hacer una pataleta sin avergonzarse a sí mismo, o una forma de mostrar que en el fondo estaba resentido por haber sido desplazado. No lo sabía.

Pero ahora, la puerta de ese lugar prohibido al que nunca había considerado siquiera la idea de volver a entrar estaba otra vez abierta para él. Yuuri lo estaba invitando. El joven japonés no dijo más nada al entrar y solamente dejó la puerta abierta. Wolfram dio un paso y dudó, luego entró muy lentamente sin cerrar y observó.

Todo seguía igual, y a la vez no. Muchas de las cosas eran familiares y otras eran nuevas, pero el ambiente general era el de un lugar extraño, desconocido. Este ya no era más su hogar, ahora tenía su propia habitación. La manera en como Yuuri se desenvolvía normalmente le daba algo de curiosidad, algo tan banal como eso le hizo comprender que en el fondo aquel incidente había sido más serio de lo que consideraron. Si todo lo que hasta el día de hoy había pasado no hubiese sucedido, ¿dónde abrían terminado yendo a parar Yuuri y él?

Tan solo en un par de años se había desentendido del espacio que fue tan suyo fácilmente. Recién en este momento recordaba mejor el tiempo que había compartido con Yuuri mientras vivían juntos. Las discusiones sobre dónde y cómo poner las medias en la cajonera, por qué sus botas no estaban donde las había dejado, pedirle al otro que apagara la vela antes de dormir. ¿Dónde habían estado todos esos recuerdos durante el último año? ¿Tan fácil sería simplemente olvidar?

Mientras él se encontraba en su momento privado de reflexión consigo mismo, el Maou no lo había interrumpido, pero ahora luego de un rato se dejó escuchar.

—Cierra la puerta, por favor. Te la vas a olvidar abierta.

—¿Eh?... Ah, sí.

Hizo caso, y una vez cerrada se quedó clavado en el lugar sin soltar la manija. Estaba en blanco. No tenía idea de que pensar, y en realidad no había procesado del todo lo que venía pensando. ¿Y ahora? ¿Qué podía hacer? ¿Qué no podía hacer? ¿Cómo se supone que se iba a comportar normal? No quería verse tan perturbado, pero ya era demasiado tarde y además no reaccionaba del todo para intentar actuar de otra manera.

—Wolf… ¿quieres algo de beber? ¿O de comer? Veo que han dejado bocadillos y algo de jugo por aquí.

Se dio la vuelta y observó la mesita del fondo donde estaba parado Yuuri, vio como durante un momento él le observaba serio y luego sonreía para llamarlo alegre otra vez.

—Vamos, ven. Podemos compartirlo, siempre dejan demasiado.

Asintió decidido y camino algunos pasos hasta quedar en el centro del lugar, ahí volvió a quedarse atornillado al piso sin saber bien por qué. Se estaba poniendo más y más nervioso, sentía que estar ahí estaba mal, ya ni siquiera pensaba en esconder su desconcierto. Es más, en ese mismo momento preferiría disculparse e irse rápido con tal de salir de ese lugar aunque eso dejara en total evidencia su incomodidad. No sabía si llamarlo cobardía, pero no se sentía cómodo ni siquiera como para intentar darle el gusto.

Se demoró demasiado en dejar salir las palabras, él solo lo observaba en silencio mientras estaba parado ahí petrificado.


Yuuri había intentado crear un ambiente mejor, pero no estaba funcionando. Le daba pena pensar como en algún punto su relación con Wolfram tuvo un quiebre tan grande como para estar viviendo ahora este momento. Se acercó en silencio viendo que el rubio no se movería más allá de ese lugar y le abrazó.

—Quería darte las gracias por lo de hoy. Pero no me gustaba tener que hacerlo mientras otros estén mirando, prefería que estemos solos. Gracias Wolfram, sé que siempre puedo contar contigo.


En ese momento Wolfram reaccionó. No podía estar perdido en la nebulosa para siempre y que fuera el enclenque el que lo tuviera que venir a consolar. Como si se hubieran roto las cadenas que lo tenían aprisionado se sintió libre. Devolvió el abrazo y sonrió mientras se apretaba contra su cuerpo.

—De nada, después de todo soy tu prometido. Tengo que ayudarte, sino se vería mal. —Tas el chiste, con el cual Yuuri había resoplado una risilla, se separó un poco y lo miró a los ojos—. Por supuesto que siempre voy a estar ahí para ti.

Yuuri sonrió más ampliamente y se miraron durante un momento. Era el instante perfecto para un beso…

—¿Quieres comer tarta de manzanas?

Bueno, tal vez no lo era.

—Está bien... Vamos a comer tarta de manzanas —respondió con un resoplido de clara decepción, pero se sentía contento.

Yuuri también parecía feliz, así que no le importó por demasiado tiempo. Cerró sus ojos y renovó sus ánimos antes de ir hasta la mesa con una sonrisa, pensando que no le importaría hablar de cualquier cosa mientras comían algo.

La habitación ya no tenía ninguna influencia sobre él, pero Yuuri sí. Podía hablar y podía reír con soltura, pero no podía dejar de mirarlo y pensar que le gustaría algo más. Su vista se clavaba una y otra vez sobre sus labios, realmente quería ese beso.


Yuuri sabía. Luego de su pequeño destape emotivo había leído sus intenciones en sus ojos e interrumpió casi sin darse cuenta, sus palabras salieron solas, como si escapar de eso fuera una necesidad del momento. Por eso la estúpida pregunta para cambiar de tema sonó a excusa barata, se alegraba que Wolfram no le reprochara, su gesto de seguirle la corriente le había parecido dulce.

Eso solo era una gota más para llenar el vaso, hoy ese chico le estaba calando demasiado hondo de una sola vez. Tal como sucedió antes, podía notar en la expresión de su rostro las claras intenciones que tenía, y adivinar en que estaba pensando tan solo viéndolo a los ojos. Hoy era un día especial. Si Wolfram quería algo entonces él se lo daría sin rechistar, sería el pago todos los gestos amables anteriores, Yuuri realmente se sentía con ganas de complacerlo.

—¿Quieres comer más torta? Sé que te gusta mucho —le ofreció alegre mientras tomaba la pala e intentaba cortar otra porción. Sintió como agarraba su muñeca y sus dedos se clavaron en sus cachetes, pudo imaginar lo que seguía.

—Me gustas tú.

Wolfram lo besó.

Fue iluso pensar que esperaría más tiempo, pero extrañamente lo notaba nervioso y atolondrado. Su compañero solía ser muy seguro de sí mismo la mayoría del tiempo, especialmente para demostrar sus sentimientos hacia él, y más luego de que las cosas se tornaran serias entre ambos. Antes eran más las indirectas y los comentarios retorcidos, ahora directamente se lanzaba a usar palabras como amar muy a la ligera. Pero por fin recordó. Esta era su habitación.

Había dejado entrar… no, había invitado a entrar a Wolfram a su propia habitación. Y ahora le dejaría hacer lo que quisiera, lo cual obviamente iba a disfrutar.

"Estamos cambiando. No. Yo estoy cambiando."

No es como si estuviera descontento con eso, había aprendido a aceptar que poco a poco sus sentimientos fueron evolucionando, solo que aún le quedaban un par de dudas de por medio, y otras cosas a las que no se acostumbraba del todo. Besarse cariñosamente no era una de ellas, eso lo disfrutaba tanto como cualquiera, y que Wolfram aun tuviera sabor a la tarta lo hacía aún mejor. Sus besos en este momento sabían a manzana y dulce, lo cual creyó que sentaba bastante bien con su apariencia y personalidad.

La mano en su rostro pasó a acariciar su nuca y sus cabellos. Perdiéndose en la sensación placentera del masaje le rodeó con sus brazos el cuello y acaricio sus hombros, los movimientos de sus labios eran lentos. Pensaba en que seguramente estar tan cariñoso sorprendería a Wolfram, pero no podía notar ningún indicio de ello todavía. En el fondo estaba expectante por ver qué reacciones tendría hoy acerca de su comportamiento.

Se besaron largo y tendido, jugando con sus labios y lenguas, mirándose de vez en cuando. Pasó un tiempo hasta que sintió las manos del mazoku recorrer la parte baja de su cintura, hoy estaba algo más sensible que de costumbre porque la suave caricia se sentía diferente.

Enroscó sus dedos entre los cabellos rizados y tiro un poco de ellos mientras acariciaba su cabeza, en respuesta obtuvo un pequeño suspiro, lo que le hacía sentir cada vez más confiado. Era consciente que pese a lo dominante del príncipe, él podía ejercer poder sobre este chico. Aunque no se consideraba un maestro del sex appeal pero ya tenía una experiencia previa que usar a su favor.

Comenzaba a estar incomodo de nuevo y suponía que él también, las sillas una al lado de la otra y ellos sentados de costado no les ofrecían el mejor espacio para acercar sus cuerpos. Se levantó, y antes de que Wolfram dijera nada ya estaba sentado a horcajadas encima de él. Por un momento aprecio el rostro de sorpresa que estaba esperando por ver, y luego simplemente volvió a besarlo para retomar donde estaban antes.

Ahora si estaba mejor, y aunque apenas se habían puesto en esa posición, el ex príncipe ya se mostraba más emocionado que de costumbre, aunque obviamente era más por su actitud que por la presión entre sus zonas bajas. Era increíble cómo obtener esta reacción de su pareja a Yuuri le levantaba los ánimos, dándole una sensación de autosatisfacción increíble. Para alguien con su autoestima, tendiente a mantener un perfil bajo, esto era un terreno poco conocido listo para explorar. Se preguntó si después de Wolfram tuviera otra relación, ¿cómo se comportaría con esa persona?, ¿estaría acaso muy cambiado en el futuro? Pero dejo inmediatamente ir esos pensamientos, no era el momento ni el lugar, ni tampoco tenía muchas ganas de contemplar esa idea vaga que había cruzado su mente. Mejor vivir el presente, y dejar el futuro para el futuro.

Sus piernas comenzaban a adormecerse un poco. Se podía sostener bien porque llegaba cómodamente al piso, pero seguía siendo algo molesto. Se intentó acomodar, y aunque sus retorcijones podrían haber parecido algo sensuales, ese no era el caso. —Estoy incómodo.

—¿Quieres cambiar de lugar? —preguntó el rubio.

Yuuri asintió, sabiendo que otro lugar significaba únicamente su cama. Cuando se paró no se arrepentía de la decisión, tenía las piernas entumecidas y le dolía bastante la cadera, la posición anterior no era buena para estar demasiado tiempo. A medio camino le dio un vistazo a la puerta, no podía ver bien si estaba o no cerrada correctamente, pero antes de que fuera a fijarse Wolfram aclaró sus dudas.

—Le puse el cerrojo cuando entré.

"Así que había pasado el cerrojo por las dudas… No pierde tiempo" pensó Yuuri resoplando una risilla por la nariz, él estando en su lugar hubiera hecho lo mismo. Le agradecía que fuera cuidadoso, no le gustaba para nada cuando la gente se metía en su habitación sin avisar, y por más que no hubiesen estado más que conversando, le hubiera molestado que alguien entrara y los viera juntos. No solo por vergüenza, o por mantenerlo privado, sino por la interrupción. La verdad prefería que se topasen con la puerta cerrada y pensaran lo que quisieran a que entraran a molestarle.


Se sentaron en el borde de la cama y en silencio comenzaron a quitarse las botas. Wolfram observo a Yuuri, el moreno estaba serio pero no parecía demostrar nada más, en sí, no tenía idea de que pasaba por la cabeza de su prometido, y menos después de esa actitud de antes. Justamente eso era lo que lo había desconcertado y ahora le mantenía pendiente de lo que hacía intentando adivinar en qué pensaba. Porque el hecho de que Yuuri comenzara a tomar cada vez más la iniciativa y fuera tan abierto le daba muchas esperanzas en cuanto a su relación.

Cuando terminó de quitarse sus botas el Maou lo miró con una leve mueca de preocupación y luego sonrió simpáticamente. Se dio cuenta de que se había quedado a medio camino al sacarse las suyas, sorprendido por haber sido descubierto en las nubes se recompuso para terminar de sacárselas algo apurado. Vio por el rabillo del ojo como Yuuri comenzó a quitarse la chaqueta negra. "Parece que hoy tiene muchas ganas". No era para nada raro ver que Yuuri tomara la iniciativa, sabía que le gustaba el sexo y no tenía tapujos en jugar y provocarlo con insinuaciones, a veces portando alguna de sus sonrisas picaras que tanto le gustaban. Lo empujó a la cama y se recostó encima, pero no encontró un recibimiento como el esperado. Las manos del rey le acariciaron el rostro y los cabellos, le besó con dulzura, el tipo de necesidad que le transmitía eso nada tenía que ver con la lujuria ni ansias de sexo.

Yuuri solo lo observaba desde abajo con esa cara seria pero tranquila que tanto le estaba costando leer. Que él recordara, nunca lo había visto mirarle de esa manera, pero se lo notaba tan tranquilo que no había nada malo al respecto, solo que no le parecía del todo normal. ¿Tal vez empezaba a ver la parte de este chico que no conocía, la parte que nadie había conocido nunca? Decidió que seguramente era eso, un Yuuri diferente en la intimidad.

Siempre le gustaron sus ojos negros, pero verlos ahora era diferente, lucían más brillantes y profundos que nunca. "¿Que está pasando aquí? Claramente me estoy perdiendo de algo".


Para Yuuri no era extraño que Wolfram se lo haya quedado mirando, era fácil saber que su nueva actitud lo tenía cautivado de la misma manera que un gato se queda mirando fijo cuando zamarreas un cordón de zapatilla en el aire. Sus ojos verdes estaban grandes, brillantes y expectantes, cosa que le daba un toque tierno a su cara de chico lindo. Tuvo la necesidad de reír y torció la comisura de los labios, pero se aguantó, seria arruinar el momento.

"Wolf ha cambiado bastante físicamente en estos años, pero a veces se ve tierno como cuando era más chico". Yuuri lo abrazo por el cuello y lo acercó hundiéndose en la almohada bajo su peso, le dio un beso corto sobre los labios de forma suave y sonrió cómodo con los sentimientos que eso le producía.


Mientras, Wolfram seguía obnubilado con su actitud cariñosa, pero Yuuri seguía siendo Yuuri y de un momento a otro el chico alegre y tonto de siempre apareció de nuevo.

—Hey, ¿quieres que te haga masajes? —preguntó bastante emocionado. Tomó su brazo y rodó en la cama para cambiar posiciones.

—¿Masajes?

—Sí, ¿no estás cansado por el viaje? Volviste hoy y supongo que estuviste montando todo el día.

—Bueno, sí, pero no es como si estuviera tan cansado.

Aunque no hubiera aceptado directamente, Yuuri ya había decidido el itinerario por él.

—Ya no tenemos nada que hacer hoy, así que hay tiempo libre de sobra. Solo relájate y descansa un rato. Sería mejor que te quites la parte de arriba.

Haciéndole caso se desabrochó las hebillas de su chaleco mientras él le aflojaba el pañuelo del cuello, solo con eso no fue suficiente porque también le hizo sacarse la camisa quedando con el torso desnudo. Wolfram se acomodó boca abajo con los brazos cruzados y apoyo su barbilla sobre ellos, extendió las piernas y Yuuri se sentó a horcajadas sobre la parte trasera de sus muslos.

Las palmas de Yuuri estaban calientes y algo rugosas por las callosidades, "más por culpa del bat de béisbol que de la espada" se recordó. Sus dedos se clavaron con firmeza en los músculos junto a su columna y comenzó a pensar que esto era una muy buena idea.

—Sabes, quería darte alguna clase de pago por lo que hiciste por mi hoy.

"Así que era eso" pensó y sonrió. No era raro que Yuuri se comportara tan amable y quisiera complacerlo, y Wolfram adoraba esta nueva faceta tan dulce de él. Se sentía un poquito más tranquilo y con ganas de relajarse ahora que sabía que Yuuri era más parecido al de siempre. Por un momento pensó que había hecho alguna gran estupidez y esto era una forma de disculparse por algo que aún no se había enterado, algo tan malo que cuando lo supiera querría matarlo.

Era bueno no tener que pensar en nada, y poder disfrutar de los toques fuertes y habilidosos de sus manos sobre sus músculos tensos.


Como Yuuri había estado recordando sobre el pasado, fue más consciente de que la espalda expuesta en la cama era notablemente distinta a la del Wolfram más joven. "Tsk, parece que los mazokus también sufren estirones adolescentes, mejor que no tenga otro o me va a dejar atrás del todo".

Estaba concentrado en su trabajo, intentando aflojar la tensión a los lados de los omóplatos, mientras notaba pequeños detalles en su cuerpo. Su piel era pálida pero no lechosa, solo tersa y perfecta de un color dos o tres tonos más claro que el suyo en las zonas bronceadas, con un aspecto fuerte y saludable. Wolfram tenía un lunar en el medio de la espalda a un lado de la columna vertebral, era pequeño y bien definido, al pasar el dedo por encima no tenía relieve. Le gustaba porque parecía un puntito de tinta abandonado sobre una hoja en blanco, le llamaba mucho la atención.

"Su cuello es lindo", hizo a un lado suavemente con los dedos los mechones que lo cubrían y continuó los masajes en ese lugar. "Debería decirle que haga estiramientos, está muy tenso aquí también".

A pesar de que se interesaba en concentrarse en los masajes, poco a poco empezó a sentir inquieto. Wolfram le gustaba desde hace mucho de forma sexual, no solo era innegablemente atractivo, sino que sus actitudes naturales a veces le parecían bastante sexys. Le había costado un poco aceptar hace años que le gustaba un tipo, era raro sentirse atraído de esa forma por todos sus aspectos masculinos, y encima justo tenía que ser él. Pero jamás había hecho nada porque Wolfram y él estaban inmersos en una situación especial, no era un hombre cualquiera con quien entrar en ninguna clase de experimentación sexual libremente.

"Aunque ahora que lo pienso, nunca me intereso de ese modo ningún otro hombre que no fuera él". Suspiró disimuladamente por la nariz e hizo una mueca aprovechando que Wolf no podía verlo dándole la espalda. "Soy tan estúpido".

Günter le parecía un hombre hermoso, Gwendal tenía lo suyo aunque su actitud daba miedo, Murata era encantador con su actitud simpática y amable, y Conrart simplemente lucia perfecto aunque no tuviera una belleza avasalladora como el resto de los mazokus al ser mestizo. Incluso Josak le parecía un hombre atractivo cuando no andaba travistiéndose. Pero no había forma de que jamás pensara en hacerlo con ninguno de ellos, simplemente era imposible. Pero Wolfram, Wolfram era especial, en algún momento algo cambio y comenzó a gustarle enserio. Nunca más volvieron a hablar del tema entre ellos, pero Yuuri ya se lo había admitido aquella mañana luego de hacerlo por primera vez. Si había alguien en ese lugar con quien pasaría una noche, hubiera sido solo Wolfram.

Y ahora sentía que no solo le gustaba este cuerpo, también le gustaba como era. Siempre supo que le importaba muchísimo como persona, pero estaba convencido que se debía a la profunda amistad que tenían, no a un sentimiento de cercanía como pareja. Pero eso no tenía sentido, por más que lo mantuvieran alejado de la vista pública, mantenían una relación de pareja. Y aunque estuviera más basada en sexo que palabras de amor, seguía siendo una relación seria. Todo se veía más claro ahora. Incluso ese tiempo en el que pelearon y no eran tan cercanos los había conducido a esto. Tal vez ese distanciamiento era lo que permitió que sus sentimientos pudieran acomodarse y darse cuenta de que no podía seguir llamando amistad a nada de lo que pasaba entre ellos.

"Necesito cambiar unas cuantas cosas a partir de ahora". Incluso podía ser divertido, porque la reacción anterior de Wolfram había sido bastante interesante. Estaba seguro de que se sentiría desconcertado con su cariño, pero ya no iba a esconder más nada.

Su toque cambio, deslizo los dedos con suavidad sobre su piel y contorneó la silueta triangular hasta sus caderas. Se inclinó sobre él y le besó una vez, lo más cerca que podía de su boca apretando los labios contra su mandíbula suavemente, más como una caricia que como un beso. Continuó por el borde del cuello y el hombro, acariciando con sus manos la parte baja de su espalda y apretando la entrepierna contra el comienzo de sus nalgas. Se relamió los labios y mordisqueo suavemente la piel humedecida por su lengua, se estaba excitando bastante rápido. Hundió la nariz contra su nuca y sintió la fragancia del perfume envolverlo, recordó que al llegar al castillo se había dado un baño. "Así que por eso estaba tan suavecito y fresco".

Justo cuando se estaba comportando bien a lo japonés, como el mismo llamaba a esta obsesión que tenía por olisquearlo y sentirse contento con su fetiche, Wolfram forzosamente volteo boca arriba. La fricción en sus pantalones fue tanto dolorosa como tentadora, y la mano osada que agarro el bulto bajo la tela negra le hizo fruncir el ceño.

—Estás bastante feliz por lo que veo.

Y lo estaba más al ver esa sonrisa gatuna en los labios del apuesto mazoku rubio. Se sacudió las ideas, alejando las fantasías de sabanas revueltas y dos cuerpos desnudos transpirados, hoy no quería algo tan descontrolado como eso. Tomó la mano entrometida con naturalidad y la alejó sin que Wolfram se diera cuenta, entreteniéndolo con un corto beso húmedo y lento sobre los labios.

—Me gustas tú —le dijo mirándolo con los parpados entre abiertos y sin alejarse de su boca. La mano que sostenía apretó un poco los dedos en un espasmo de sorpresa, estaba seguro de que esa iba a ser la reacción de Wolfram ante una declaración como esa.

Ya le había dicho que le gustaba antes, incluso que le quería, pero aunque había sido de lo más sincero jamás fue tan romántico, los momentos de ternura entre ellos eran contados con los dedos de una mano. En realidad, no tenía idea de cómo ser romántico, incluso pensaba que podía llegar a ser ridículo si hacia algo extremo, así que intentaría ser cariñoso de la forma que le saliera natural y conformarse con eso. Nada de rosas, chocolates, anillos o cualquier otra pavada que se le cruzara por la mente, no se sentía cómodo con la idea y seguramente Wolfram tampoco. Ya tendrían tiempo para aprender sobre los regalos y las cursilerías que le gustaran a cada uno luego.

Acaricio su mano, su muñeca y el contorno de su brazo hasta llegar a su rostro, lo acunó con ambas manos y continuo con el cálido beso. A Wolfram se le notaba nervioso, sus manos no encontraban lugar en su cuerpo y se sintió como si quisiera reír suavemente ante su desconcierto. Tuvo que frenarle cuando intento tomarlo por la camisa y profundizar el beso de una forma algo atolondrada, no le dejaría avanzar saltando etapas, o tomar el control y arruinar sus planes.

—Hoy no quiero que hagas nada —le aclaró—, déjame complacerte.

Si antes le notó desconcertado ahora podía verlo en sus ojos y esa expresión de sorpresa. Esto no sería como la vez que lo redujo con una actitud seria fingida para tomar el control de la situación, esta vez sería diferente.

—¿Puedo hacerlo? —preguntó educadamente. Wolfram asintió suavemente e hizo un sonido afirmativo que sonó como "nh", pero nada más, ahora solo esperaba expectante recostado en la cama por lo que sea que haría.

Estaba contento de obtener lo que quería, si no lo dejaba claro Wolfram intentaría ganar el control y jugar a lo seguro comportándose de forma ruda. Yuuri no se sentía confiado sobre ser tan dulce como la gente decía que era, pero estaba seguro que su naturaleza cariñosa era superior a la de su compañero.

Esto se notaba mucho con el trato que tenían con Greta, el papá cariñoso era él, y el papá confiable era Wolfram. Si Yuuri tenía que describirlo de alguna manera, Wolfram apestaba en materia de sentimentalismo. Era osco y rudo la mayoría del tiempo, le costaba demostrar sinceramente sus sentimientos, e incluso a veces era complicado saber si estaba feliz o enojado por como enmascaraba sus reacciones. Y si tenía que admitir abiertamente sus sentimientos se le ruborizaban las orejas y se ponía demasiado nervioso. Su falta de tacto y su actitud caprichosa eran los causantes de que fuera impopular con las mujeres, o con la mayoría de la gente, románticamente.

Pero a Yuuri le gustaba bastante esa parte de él, podía llegar a resultar muy tierno al ser de esa manera. Como un perrito que te ladra enojado para que le prestes atención y no tienes otra opción que acariciarlo. Ya había escuchado esa descripción antes, Cheri decía que era igual a su padre, y podía verlo claramente. Tal vez si se esforzaba un poco hoy podría hacerlo sincerarse, lo ablandaría a fuerza de cariño y palabras bonitas de ser necesario.

Comenzó con un último beso en los labios y se dedicó a explorar su torso desnudo. Acomodándose arrodillado sobre sus piernas le observó. Su estómago era muy atractivo, se podían ver los musculo marcados levemente bajo la piel y el vello rubio era suave, casi transparente. Le acaricio y pasó un dedo por dentro de su ombligo, Wolfram lo miró mal, odiaba eso y él lo sabía, rio un poco y decidió que ya no lo molestaría más tocando en ese lugar. Al menos había logrado hacer que su tensión desapareciera un poco.

Besó sus pectorales, la clavícula y su cuello, tomándose el tiempo para tentarlo con suaves movimientos de sus labios y su lengua. Con ambas manos a los lados de su cintura acaricio con sus palmas el contorno de su cuerpo y lamio una de sus tetillas, sabía que no era tan sensible como él en esa zona pero que lo disfrutaría un poco. Quería hacer algo que le realmente le gustara mucho, así que desabrocho el botón de su pantalón y continuo con un camino de caricias y leves mordidas con sus labios húmedos hasta abajo, jugó tentativamente sobre el borde de la tela con su lengua y luego desnudó su miembro. Solo para no hacerlo desear demasiado lamió y uso su boca sobre su pene un momento, y luego se alejó para quitarle los pantalones y dejarle desnudo. Antes de seguir, Yuuri se quitó la parte de arriba de su ropa quedando con el torso desnudo, quería que sienta su piel contra la suya.

Acarició sus testículos y llevo sus dedos a la zona del perineo mientras lo sostenía con su otra mano, utilizando la boca despacio, lamiendo y moviendo los labios suavemente. Cambio de movimiento varias veces, siempre manteniendo un ritmo constante, placentero y relajante. Esto solo era un juego previo. Observó el rostro de Wolfram un momento, estaba relajado y disfrutaba de la vista, al encontrar su mirada él bajo una mano y acaricio su rostro a lo cual Yuuri respondió besando su palma y haciéndola a un lado para continuar un rato más. Dejaría que lo disfrute todo lo que pueda hasta que decidiera su siguiente movimiento.

Estaba tentado de hacer algo drástico, siempre solía darle sexo oral de forma más ruda, metiéndolo en su boca con fuerza y tentándolo hasta que sintiera que no podría aguantar mucho más. Pero también estaba disfrutando esta forma de hacerlo, relamiendo su piel para que al humedad solo fuera suficiente para sentir una suave caricia, con un vaivén rítmico de arriba y abajo, delineando el glande con la lengua y presionando un poco. Llevó sus dedos más abajo y acaricio sobre la piel suave de su ano, las caderas de Wolfram temblaron un poco y abrió más las piernas para permitirle acceso.

Hoy Yuuri quería hacérselo a él, lo tenía en claro desde antes de comenzar, y sabía que ninguno de los dos oponía resistencia a los deseos del otro, pero tenía que avisar de algún modo antes. Usó un poco de saliva para comenzar a penetrar, pero necesita otra cosa para continuar provocándolo de la forma en que él quería.

—Abre las sábanas, está cubrecama es muy áspera y hoy está algo caluroso. —Aprovechando la excusa para salir de la cama, dejó que Wolfram hiciera lo que le pidió mientras buscaba en el cajón de noche el lubricante que tenía guardado por las dudas. Había sido buena idea comprar un tubo en la Tierra.

—¿Qué es eso? —preguntó Wolfram al ver el empaque, Yuuri se lo extendió para que pudiera examinarlo sabiendo que no le sería posible leer nada de lo que decía.

—Lubricante, es similar al aceite que tú tenías.

Wolfram le dedico un "hump" y una mirada que hacía tiempo que no veía al devolvérselo. Se vio transportado a viejos tiempos cuando le celaba por cualquier cosa de índole sexual que descubriera, con sospechas de que estuvieran destinadas a alguna persona que no fuera él.

—Lo compre la última vez que fui a casa2, para nosotros —aclaró algo divertido por su actitud. El uso de la palabra nosotros suavizó la expresión de Wolfram, pero lo miró con el ceño fruncido claramente escondiendo su alegría.

—Está bien, confiaré en lo que compraste, pero si escoce o algo parecido no volveremos a usarlo.

Esta vez no permitiría que se salga con la suya con sus actitudes a medias.

—Estabas preocupado de que lo haya comprado hace mucho para estar con otro.

Como Wolfram era terco pero incapaz de mentir, simplemente evadió la afirmación haciendo a un lado la vista. Yuuri se acercó y se sentó encima de él enfrentándole, lo suficientemente pegado a su cuerpo para que no pueda evitarle de ninguna manera.

—Solo para que sepas, porque sé que no vas a preguntármelo, no solo no he estado con nadie sino que no he tenido sentimientos de ninguna clase por nadie tampoco. Eso no pasó, ni tampoco me hubiera despreocupado y seguido delante de haber sucedido, siempre fui consciente de que pasara lo que pasara teníamos un lazo que respetar entre nosotros. —Para distraerlo, y no dejarle reaccionar de inmediato ante lo que acababa de decirle, le besó un poco—. Y luego me quedé contigo, así que el resto es historia.

Wolfram hizo la vista a un lado sin responder nada, pero sabiendo que le había escuchado bien y estaba todo claro podía continuar donde se habían quedado. Aprovechó la posición para girar su cabeza y besar su cuello. Estaba cerca de su oreja así que sintió que podría hacer una pequeña declaración más íntima en ese momento. —Y además, eres el único para mí.

Las manos de Wolfram se apretaron sobre sus piernas donde estaban apoyadas, sus músculos estaban algo tensos de nuevo. Yuuri suspiro suavemente al sentirlo dudar y rodó los ojos apoyando la barbilla en su hombro. "Ablandar a este hombre podría llegar a ser más difícil de lo que pensé". Incluso cuando Wolfram de vez en cuando le decía que le amaba, parecía encontrar difícil sincerarse cuando era un viaje de ida y vuelta. Tomó sus manos y las llevó hacia su espalda, luego le abrazo con fuerza esperando que le imitara.

—Bésame Wolfram —ordenó, sabiendo que esa era la única manera de tratar con él a veces.

Fue un beso lleno de necesidad, pero se mantuvo suave y cariñoso como antes. Le tomó el rostro y lo miró, en sus ojos verdes y el ceño fruncido se reflejaba que no estaba muy contento de sentirse vulnerable. Si indagaba más en el motivo de esa triste mirada seria incómodo para ambos, así que pasarían de las palabras a las acciones por un rato.

"Puedo ser muy obstinado Wolf, más cuando se lo que quiero". Si no creía en sus palabras se lo haría entender con acciones, y si no le creía con acciones, entonces se lo haría creer con el tiempo. Lo echó a la cama de nuevo y pintó una sonrisa agradable en su rostro, cálida y afectiva, como para que se sintiera contagiado de ella.

Comenzó yendo directo al grano al tomar de nuevo el tubo de lubricante que quedó sobre las sabanas. Primero lo uso sobre su pene, que ya no estaba tan erecto como antes, acariciándolo durante un rato para relajarle. Echó otro poco del lubricante en su mano y froto las palmas apoyándolas sobre sus piernas. La etiqueta promocional que solo él podía leer indicaba que ese producto servía para todo el cuerpo, y como los masajes habían ido bastante bien podría darle buen uso a eso. Frotó sus caderas aplicando fuerza con los pulgares en el pliegue de la ingle, una zona bastante sensible de su pareja.

Empujó con la rodilla haciendo que abra más las piernas y se inclinó hasta besar su estómago mientras su mano descendía, acariciando sus testículos y pasando por la zona del perineo con la punta de los dedos hasta llegar de nuevo a su entrada. Se concentró en relajarlo con toques suaves hasta poder penetrar sin resistencia con los dedos. La reacción de Wolfram fue rápida, aunque hubiera perdido un poco su excitación antes comenzaba a excitarse de nuevo. Masajeó con dos dedos de forma suave trazando pequeños círculos en su interior, justo sobre el punto más placentero que se sentía un poco más rígido que el resto. Wolfram se echó hacia atrás y suspiró con una mueca de placer en el rostro cuando Yuuri comenzó a masturbarlo al mismo tiempo. Hacerlo todo con el lubricante tenia ser aún más suave y placentero que antes, era justo lo que había estado planeando.

Wolfram movía las caderas con suavidad hacia arriba siempre que el deslizara sus dedos hacia abajo, su respiración agitada y la forma en que temblaban los músculos de sus piernas le hacían pensar en el placer que estaba sintiendo. La exitico de Yuuri creció al igual que su pene dentro sus pantalones, verlo de ese modo era demasiado tentador, mejor que cualquier fantasía que pudiese idear su mente. Se relamió los labios, intentando llamar a la paciencia mientras continuaba con la combinación de caricias, tenía que aguantar como espectador un poco más. Decidió desnudarse, al menos se sentiría más ligero si su erección estaba libre del aprisionamiento.

Aun no pensaba penetrarlo, pero eso no significaba que no podía tocarse un poco para apaciguar las ansias. Tomó el lubricante y arrodillado frente a él se acarició sin pudor cerrando los ojos, suspiró y ladeó el rostro, estaba bastante duro, realmente necesitaba esto. Al abrir los ojos de nuevo Wolfram lo observaba penetrantemente, eso hizo que se le subieran los colores a las mejillas y se pusiera un poquito nervioso.

—Ah… Bueno, estoy… —no sabía que estaba balbuceando—. Estoy caliente, eso, estoy caliente.

Wolfram torció una sonrisa y le restó importancia con la mano teátricamente. —Me gusta mirar.

—Pervertido —se quejó Yuuri, aunque él había estado regocijándose con la imagen de él mientras lo tocaba hace un rato.

—¿Yo? Tú estás raro.

No tenía nada que retrucar ante eso, era pervertido y estaba raro, ambas cosas eran ciertas. —Puede ser.

Admitiéndolo a medias dejó a Wolfram otra vez sin saber bien que estaba pasando, no tenía ganas de aclararlo con palabras, pero se alegraba de saber con seguridad de que él notaba el cambio.

Con una mano sobre su pene y la otra sobre el de Wolfram, acaricio ambos. No era complicado mientras mantuviera el mismo ritmo, y así podía aliviarse un poco para aguantar una segunda ronda de caricias para su pareja. Aun quería provocarlo un poco más, así que volvió a usar su boca a la vez que metía sus dedos para buscar de nuevo su próstata, siendo delicado con su toque para no llevarlo al orgasmo. Wolfram claramente tenía otra idea, demostrando muchas ansias de concretar algo al mover sus caderas tanto para hundirse en su boca como penetrarse con sus dedos con más fuerza. No lo dejaría hacer eso, Yuuri sabia como controlarlo, él siempre se ponía más nervioso cuando era él quien dominaba. Era consciente de como afectaba a este chico debido a lo que sentía por él.

Usando más aceite que de costumbre sobre su erección se recostó sobre su cuerpo agitado, los ojos verdes centellaban con deseo, tal vez había estado tentándolo demasiado. Apoyó la punta de su pene sobre el borde de su ano y le acarició, era tan tentador para él como para Wolfram. Le beso con extremada lentitud, pasando la lengua por el borde de sus labios y el interior de su boca al profundizar el beso. La paciencia de Wolfram parecía encontrarse al límite, así que penetro apenas un poco para ver su reacción. Su aliento se entrecortó expectante, esta dulce tortura que le estaba propiciando era sumamente divertida, tanto que le hacía olvidar un poco de cuantas ganas tenia. Wolfram se aferró a su cuello y comenzó a besarle con más ganas mientras él se ayudaba con la mano para meter y sacar la punta, realizo algunos movimientos circulares sobre la entrada y escucho una queja.

No pudo evitar sonreír sobre sus labios mientras continuaba con eso y él se quejó de nuevo con un sonido gutural de descontento, se aferró con las piernas a sus caderas e intentó empujar con fuerza. Como no funcionó, Wolfram lo tomó con las manos por las caderas con desesperación y tiró de su cuerpo, Yuuri se tensó para mantenerse en el lugar y no hacerlo.

—Por favor —jadeo alzándose para besarle con necesidad.

Wolfram era de las personas más orgullosas que conocía, su súplica ahogada le transmitió una corriente eléctrica por toda la espina. Era dolorosamente complicado no darle lo que quería, más cuando él jamás le había rogado esa manera por nada en la cama. Se sentía más deseado que nunca.

—No estoy tratando de torturarte —se excusó Yuuri con voz suave, sin ningún dejo de alguna burla.

Su propia respiración era agitada, su excitación era comparable a la suya pero estaba mejor enmascarada. Empujó muy lentamente dentro de su cuerpo con los ojos clavados en la expresión de su rostro, sus narices rozándose la una con la otra, y se regocijo con la mueca tan sensual de placer mezclado con alivio que él ponía. Todo valía la pena. Se contrajo por un escalofrió y tomó un respiro, comenzó un vaivén tan suave que la longitud del movimiento parecía eterna, se sentía maravilloso. Estaba muy muy duro, no recordaba haber estado tan excitado en mucho tiempo. Todo el tramo de ida y todo el tamo de vuelta era una dulce sensación de placer, mucho más sensible que ninguna de las otras veces que hubiera tomado este cuerpo. Apretó su rostro contra su hombro y continúo, podía aguantar haciéndolo así aunque se sintiera tan bien.

—¿Te gusta de este modo? —pregunto con la voz agitada y temblorosa, no de cansancio físico, sino del estremecimiento de las sensaciones placenteras.

—Se siente mucho —respondió Wolfram poniendo en palabras sus mismas sensaciones—. Estás muy duro —agregó cómicamente con una risa ahogada.

—Es tu culpa —le susurró Yuuri al oído—. Esta noche quiero que dure.

Pensaba llegar al final de este modo, aunque la tentación de hacerlo con fuerza estaba aún latente.

Levantó una de sus piernas sobre su hombro y se irguió un poco, de este modo podía ver perfectamente como sucedía la penetración, lo cual revolucionaba su mente por completo. Wolfram no parecía tan cómodo con su idea, esta posición no le permitía hacer absolutamente nada así como lo mantenía completamente expuesto. Yuuri sabía que tendría que prepararse porque algún día se lo iba a cobrar, pero mientras él disfrutaba ahora le haría sentir bien. Acaricio su pene subiendo, bajando y torciendo la piel mientras mecía las caderas, manteniendo su mente en esa tarea y no en el nudo que se arremolinaba en su estómago. Acaricio su cuerpo con suavidad, luego su rostro, y se agacho para besar su pecho y su cuello antes de llegar a su boca. Al parecer Wolfram disfrutaba más de este modo, al besarle no tenía que mirarlo y se mantenía entretenido.

Estaba bien, no se ofendería porque se incomodara un poco de verlo a los ojos, él también se sentía un poquito raro. Significaba que estaba logrando lo que quería, sexo con afecto, compartir no solo sus cuerpos sino sus sentimientos.

Yuuri salió y le hizo dar la vuelta, tenerlo a gatas sobre la cama era por excelencia su posición favorita. Tenía la vista más sensual posible de este modo, penetrando suavemente de la misma manera que antes apretó los dientes. Wolfram era jodidamente sexy echado contra las sábanas, podía ver su mano apretar la almohada con fuerza y enterrar la cara contra ella con sus cabellos dorados desparramados. Su respiración era irregular y su cuerpo tenso acompañaba sus movimientos lentos haciendo que increíblemente se pusiera más duro. Cada detalle le volvía loco, apretó una de sus nalgas y observo en detalle cómo se hundía en él retorciéndose en un espasmo.

Ambos estaban demasiado agitados y ansiosos como para continuar pensando en ese momento, lo único que podía hacer Yuuri era sentir el placer y saber que ansiaba el último momento. Volvió a darle la vuelta, quería tenerlo de frente, abrazarlo y apretarlo con fuerza contra su cuerpo, besar esa boca que sierpe lo recibía con ansias y amor. Quería recibir el amor de Wolfram con los brazos abiertos, ese había sido el propósito principal desde un primer momento.

Su cuerpo era suave, cálido y firme. Yuuri metió las manos entre la cama y su cuerpo hasta tomar sus nalgas con fuerza, la fricción entre sus pieles era desesperante y placentera. Wolfram jadeo y gimió suavemente contra su oído, no era la primera vez que lo escuchaba pero estaba deseoso de oír más de los sonidos que solo él podía lograr que hiciera. La forma en que meneaba su cuerpo debajo del suyo comenzó a llevarlo al límite, sus piernas se enroscaron en sus caderas y comenzó a moverse con más rapidez y fuerza. Jadearon, transpirando y encajando sus cuerpos de forma perfecta, con los sonidos de los gemidos llenando la habitación. Yuuri jamás lo había escuchado tan ruidoso, ni tampoco tan desecho de placer moviéndose frenéticamente contra su cuerpo, frotando su erección contra su estómago con fuerza y buscando penetrarse con firmeza. Desenado su cuerpo con tantas ansias.

—Yuuri —escuchó su nombre deshaciéndose en su garganta mientras sus dedos se clavaban en la piel de sus caderas. Le notaba emocionado porque no se detenga, así como por los sentimientos completamente desbordados que le demostraba en ese momento.

Wolfram balbuceó contra su cuello y buscó con desesperación sus labios. El momento antes de llegar se le hacía eterno, tan placentero como frustrante, podía sentirlo casi ahí en cualquier momento. Embistió con más fuerza deseando que repitiera su nombre, y así lo hizo, un jadeo suave y emocionado, casi suplicante, mezclado con palabras de amor. —¡Yuuri, te amo, Y-yuuri, te amo, te amo…!

—Wolf, Wolfram, te quiero… —gimió en respuesta. No le importaba si era ruidoso, o si decía cosas vergonzosas, no le importaba nada. Besó detrás de su oreja entre jadeos y apretó su mejilla con fuerza contra la suya. —Te quiero, me gustas, me gustas mucho.

El cuerpo de Wolfram se contrajo y apretó con fuerza sus piernas mientras el último gemido moría contra su boca a la mitad de un beso. Los músculos se cerraron sobre su pene y esa última sensación envolvente lo llevo al punto culmine con un gruñido, apretando los ojos con fuerza y abriendo la boca sin poder entrar aire a sus pulmones.

Era demasiado, sus músculos se dieron completamente por vencidos y su cuerpo ardía, se sentía como si hubiese corrido una maratón y se incendiara por dentro. Al relajarse, su respiración continuaba muy agitada y algunos de los tendones que había forzado dolían. Había sido difícil llegar al orgasmo y eso lo había vuelto loco por completo, al parecer Wolfram había sentido lo mismo comportándose ahora de la misma manera. Pero no había nada de malo en esto, había sido uno de los mejores orgasmos que vivieron juntos hasta la fecha, no podía quejarse de que el sexo no fuera bueno.

Wolfram no parecía estar bien del todo. Se aferró con fuerza al cuerpo debajo suyo como si soltarlo fuera equivalente a perderlo para siempre, no lo dejaría ir por nada del mundo. No lo dejaría ir para que le quede claro que aceptaba absolutamente todo lo que le había ofrecido. La sensación de estar uno junto al otro le tranquilizaba completamente y quería que él se sintiera de la misma manera, pero le parecía que podría comenzar a pensar alguna estupidez luego de su destape emocional.

Se dejó caer de lado sobre el colchón con el corazón agitado, podía sentir claramente el de Wolfram latiendo a mil por hora dentro de su pecho. Lo cómodo abrazándolo bien cerca y le beso sobre los labios y sobre el cuello para hablarle de nuevo de esa forma tan íntima al oído, una voz suave y cariñosa. —Te quiero.

Apoyó la cabeza en la almohada y lo miró, Wolfram se veía tan vulnerable que le dolió el pecho.

—No me voy a ir a ningún lado —sintió la necesidad de decirle—, estoy aquí. No estás solo, estoy aquí contigo.

Enroscó las piernas con las suyas y lo apretó con fuerza de nuevo, esta vez él respondió su abrazo de la misma manera. Lo besó y le acaricio la cabeza sosteniéndola con la mano."No hay forma de que pueda lastimarlo después de ver esto". Yuuri se dio cuenta de realmente cuando poder ejercía sobre Wolfram, era normal que sintiera miedo a ser lastimado."El amor puede ser algo triste también". Ahora comprendía realmente cuan profundos eran sus sentimientos, había podido verlo, escucharlo y sentirlo piel a piel. Luego de obligarle a abrirse y confesarse de esta manera tan sincera no había forma de que le rechazara, esas jamás serían sus intenciones, no estaba jugando con su corazón.

Lo mantuvo cerca para dormir, acunándolo contra su pecho con cariño y suaves caricias. Yuuri sabía que quería mantenerlo cerca de este mismo modo para siempre.

"Me parece que estoy tan jodido como tú Wolf". Pensar eso le resultó algo gracioso, no estaba triste por nada, estaba feliz de sentir que podía corresponderlo aunque ese sentimiento en su pecho apenas estaba floreciendo. El amor verdadero no es algo que todas las personas pueden experimentar. Para Yuuri, que nunca había sentido nada parecido por nadie, era una sorpresa por la cual sentirse dichoso.

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Continuará…

 


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