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¿Amante? por Maye0908

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¿Amante?

por Maye Malfter

 

 

Now look at me,

instead of moving on I refuse to see

that I keep coming back

and I'm stuck in a moment

that wasn't meant to last.

I still - Backstreet Boys

 

10

Y NO REGRESAS

 

El traslador aterrizó en Londres cerca de las siete de la noche y cuando Harry salió a la zona de desembarque Ron y Ginny ya lo estaban esperando.

Sonrió ampliamente al verlos y la bruja corrió a abrazarle, con su hermano siguiéndola de cerca. Ron también abrazó a Harry muy fuerte, revolviéndole el cabello y burlándose de su “nuevo bronceado”.

— ¿Y Hermione? —Preguntó el auror tan pronto emprendieron la marcha hacia la zona de chimeneas y apariciones.

—Está en la madriguera, con todos los demás —respondió Ron, que aún tenía un brazo puesto sobre los hombros de Harry—. Quería venir, pero mamá se negó en redondo. Dijo que era un viaje muy largo por flu y que no era bueno para el bebé.

—Mamá no quiere que el retoño salga con el cerebro revuelto como su padre —agregó Ginny, con una sonrisa burlona. Ron soltó a Harry para enviarle un manotazo a la cabeza de su hermana y esta lo esquivó, sacándole la lengua.

Harry sonrió, sintiendo como si el tiempo jamás hubiera pasado, como si sus amigos aún fueran los mismos chiquillos de antes y no dos adultos que habían venido a recibirle a la terminal de trasladores.

—Y hablando de retoños —comenzó Harry, desviando el tema para evitar que sus amigos se siguieran peleando como niños pequeños— ¿Cómo está mi sobrina?

—Juno está bien —le aseguró Ginny, sonriendo cálidamente y olvidándose por completo de Ron—. Theo y ella ya deben estar también en la madriguera.

Ron aprovechó la momentánea tregua para ir a comprar los boletos por chimenea hasta Devon y Harry y Ginny se quedaron a un lado de la amplia sala de espera.

— ¿La nueva casa? —Preguntó el auror.

—Preciosa. Tiene vista al mar y queda muy cerca de Shell Cotage, así que visitamos a los chicos todo el tiempo. Juno y Louis se la llevan muy bien.

— ¿Y cómo va el trabajo?

—Mi escritura va bien, a pesar de la mudanza —respondió la bruja, rascándose la nuca en un gesto que a Harry se le hizo bastante familiar—. Ya conseguí editor para mi libro de historia del quidditch femenil y sólo falta ultimar detalles. El que casi no tiene tiempo de nada es el pobre Theo, con todo el ajetreo de su nuevo puesto... Pero sin duda prefiero estar aquí que en Alemania.

La mirada de su amiga se ensombreció un poco y Harry la empujó ligeramente con el hombro para animarla.

—Vamos, Gin —bromeó—. Apuesto que Heidelberg no era tan malo.

—No, no lo era —convino Ginny, volviendo a sonreír—. Pero no hay nada como estar cerca de casa.

A Harry el comentario lo tomó por sorpresa, recordándole lo mucho que había extrañado Londres, a sus amigos… y a alguien más. Le dedicó una nueva sonrisa a la pelirroja frente a él y Ginny volvió a abrazarle.

Desde algún lugar a su derecha un fuerte silbido les sacó de su pequeño ensimismamiento. Giraron el rostro y vieron a Ron hacerles señas con las manos desde la fila de espera para entrar a una de las altas chimeneas. Harry negó con la cabeza poniéndose en marcha, y ambos caminaron en dirección a Ron.

Ginny tenía toda la razón, no había nada mejor que estar en casa.

 

***

 

La cena en la madriguera transcurrió de maravilla, entre abrazos, preguntas, sonrisas y más abrazos.

Todos los Weasley y sus respectivas familias estaban reunidos para recibirle, con la adición de Andrómeda y Teddy, que ya prácticamente eran también de la familia. Incluso Charlie había decidido venir desde Rumania, aprovechando la ocasión tanto para recibir a Harry como para conocer a sus sobrinos más pequeños.

Hermione le abrazó tan fuerte que Harry temió por el bienestar de su sobrino no-nato y tanto George cómo Charlie aprovecharon la oportunidad para meterse con él por haber llegado “bronceado como una castaña”. Ginny lo defendió alegando que su color de piel acentuaba el verde de sus ojos y Ron casi se atraganta cuando George realizó una perfecta imitación de una muy joven y enamorada Ginny describiendo lo perfectos que eran los ojos del niño-que-vivió.

—Eso fue hace mucho tiempo —se defendió Ginny mirando hacia Theo, quien se encontraba bastante divertido con toda la situación.

— ¡Y gracias a Merlín! —Exclamó George, con un gesto exagerado— No te ofendas, hermanita, pero no creo que tengas las partes correctas para gustarle a nuestro apuesto salvador del mundo mágico.

— ¡George Weasley! —le reprendieron su madre y su esposa al unísono, y George se limitó a soltar una gran carcajada a la que todos los demás se unieron.

La comida fue abundante, y la señora Weasley intentó hacerle comer tres raciones de pastel de riñones porque según ella Harry había llegado muy delgado. Luego de la cena disfrutaron de un sabroso pastel de calabaza, y tras pasarse un buen rato intercambiando opiniones acerca del Ministerio Portugués con Percy y el señor Weasley, tanto Harry como todos los demás se fueron al salón.

Siguieron conversando hasta casi la media noche, cuando la mayoría de los asistentes con niños decidieron que era hora de llevarse a las nuevas generaciones a la cama. Se despidió de Ginny y de Theo, y besó la frente de la pequeña Juno. Abrazó a Andrómeda y a un bastante adormilado Teddy, y sonrió hacia todos los demás, que también estaban saliendo por la puerta. Unos minutos después Charlie anunció que se iba a la cama, y fue seguido por los señores Weasley, dejándole solo con Ron y Hermione.

El silencio cayó sobre ellos tan pronto los pasos de los demás habitantes de la casa dejaron de escucharse, apenas interrumpido por el suave crepitar de la chimenea. Harry tenía tantas cosas que preguntarles, y tal parecía que sus dos amigos sabían exactamente lo que estaba pensando.

Antes de que el auror dijera nada más Hermione se movió más cerca de él y colocó una mano sobre su hombro. Ron se levantó y sirvió dos vasos de whisky de fuego, uno para él y uno para Harry.

—Hermione-

Comenzó a decir Harry, pero calló. Estaba inseguro de cómo continuar, sabiendo que quizás la respuesta no fuera la que él esperaba.

Durante el año que había pasado en Lisboa, Harry había tenido mucho tiempo para meditar acerca de muchas cosas.

Pensó en Seamus y en su relación con él, en como dejó que el mago lo utilizara, en cómo se acostumbró a ser utilizado y en como ya jamás permitiría algo semejante. Pensó en la vida que estaba llevando en Londres, en su trabajo, en sus amigos y en cuánto los extrañaba ahora que estaban lejos. Pensó en lo rápido que había aceptado alejarse de todo y de todos sólo por querer huir de su pasado, y en como perdió todo contacto con Londres tan pronto el trabajo lo absorbió, pues apenas un par de meses antes de regresar a Inglaterra fue que pudo comunicarse de nuevo con sus amigos. Pensó en las cosas que quería cambiar en su vida y en las que quería eliminar. Pero sobre todo pensó en Draco, en su relación con el medimago y en lo injusto para ambos que había sido su final.

Harry había sido descuidado al iniciar una relación como tabla de salvación, y egoísta al no terminarla en el mismo instante en el que se dio cuenta de que no funcionaba. Draco no había sido justo al irse sin más, pero Harry había empeorado todo al irse del país. Y lo peor de todo era que en ese año lejos de casa, Harry se había dado cuenta de que en verdad lo extrañaba.

Extrañaba los besos y las caricias, por supuesto, pero más allá de eso lo que en verdad extrañaba de su relación con el rubio eran las conversaciones sin fin, la callada y placentera compañía, lo fácil que era abrirse con él y lo mucho que se compenetraban. Extrañaba a Draco más de lo que alguna vez pensó posible extrañar a nadie en el mundo, y se daba de cabezazos dentro de su mente por haber sido tan tonto como para haberlo tenido todo y haberlo perdido.

Y ahora, un año después y tras haber regresado de su largo viaje, lo único en lo que Harry podía pensar era en recuperarle. O al menos intentarlo.

— ¿Has sabido…? ¿Acaso-?

—Nada Harry —le interrumpió Hermione, con gesto apenado—. Desde que te fuiste nadie que conozcamos ha sabido de él.

—Ni siquiera Theo —agregó Ron—. Ginny lo hizo indagar, pero nadie parece saber nada. O si lo saben, nadie quiere que sepamos.

—Querrás decir que nadie quiere que yo lo sepa —corrigió Harry, bebiendo de su whisky y sintiendo cómo sus esperanzas se iban desvaneciendo.

—Lo sentimos mucho, Harry, de verdad —se disculpó la bruja. Harry le dedicó una sonrisa triste.

—No es culpa tuya —respondió el auror, encogiéndose de hombros y bebiendo más whisky—. Fui yo el que lo echó todo a perder.

—Pero debe haber una manera —aseguró Ron, de quién Harry jamás habría esperado tal apoyo, pero el cual agradecía inmensamente—. Nadie puede desaparecer sin dejar rastro.

—Si Draco no quiere ser encontrado no será encontrado —explicó Harry simplemente, ignorando el pequeño vacío en el pecho que había sentido al decir esas palabras—. Recuerden cuantos años tardamos en toparnos de nuevo con él luego de la guerra. Tal vez… tal vez esto sea lo mejor para todos.

Sus amigos le dirigieron miradas idénticas de preocupación, que el mago ignoró mientras apuraba el whisky restante en su vaso. Sin embargo nadie dijo nada más, y al cabo de un rato todos se fueron a dormir.

 

***

 

A la mañana siguiente Harry bajó a desayunar con la firme convicción de que necesitaba hacer cambios en su vida, y de que esos cambios tenían que ocurrir lo más rápido posible.

Comió tostadas y café que la señora Weasley le hizo ingerir en proporciones industriales, se duchó, sacó ropa limpia de sus maletas encogidas, se despidió de todos y salió a los terrenos, desapareciéndose tan pronto le fue posible.

Su primera parada fue el Cuartel de Aurores, dónde sólo se detuvo a saludar y a confirmar que comenzaba a trabajar el lunes por la mañana. Luego de allí, la oficina del Ministro, llevándole mensajes del Ministerio Portugués y algunas otras cosas oficiales. Y después la Oficina de Ubicación de Magos, de dónde salió con una lista de todos los edificios residenciales mágicos del centro de Londres.

Para el final de la tarde, y después de mucho caminar y de una llamada a Hermione, Harry era el orgulloso nuevo inquilino de un pequeño departamento ubicado en el segundo piso de uno de los edificios mágicos cerca de Charing Cross Road, con vista a la calle y a pocos minutos del Caldero Chorreante.

Esa noche Harry regresó a Grimmauld Place dispuesto a meter en cajas lo estrictamente indispensable para no comenzar desde cero, y a la mañana siguiente Biny y él se mudaron permanentemente al 275d del Sorcerer’s Den.

 

***

 

La nieve caía suavemente esa tarde, cubriéndolo todo de blanco y empapándole el cabello, la bufanda y el abrigo. Harry caminaba entre la gente sin ver realmente hacia dónde iba, con las enguantadas manos repletas de bolsas y paquetes, y equilibrando su teléfono móvil entre el hombro y la oreja derecha.

—Sí, ya compré todo lo de la lista… No, no tenían del verde, pero el azul servirá… Acabo de salir de Dervish y Banges. Dicen que lo tendrán reparado en un par de días… ¡Por supuesto que sé que en tres días en navidad, Mione, no soy tarado!

Se había pasado todo el día haciendo las compras de navidad, tanto las propias como de las de Hermione. Ron estaba bastante atareado en la tienda de bromas y Hermione había tenido que quedarse con la pequeña Rose cuidando de una de sus fiebres de dentición, por lo que el tío Harry había salido al rescate, ofreciéndose a hacer las comprar y jugándose la cordura en el proceso.

El auror se encontraba en Hogsmeade, la última parada de su lista, con suficientes bolsas en las manos como para llenar un armario de escobas y confiando en sus reflejos para no chocar contra ninguno de los muchos magos y brujas que ocupaban las calles del pueblo.

Su amiga le hablaba en un tono que daba a entender que no confiaba para nada en su juicio al hacer las compras, y Harry simplemente escuchaba sin prestar verdadera atención, más preocupado en mantener su pesada carga en equilibrio. Giró en una esquina algo cerrada y alguien tropezó con él, haciendo que se tambaleara y que por poco tirara el teléfono al piso.

—Lo siento… —masculló, pero fue sólo cuando el otro mago dijo su nombre que Harry levantó la mirada del suelo. De pié frente a él estaba Seamus— Te llamo luego, Hermione —dijo en dirección al teléfono, y en un despliegue de agilidad tomó el teléfono con la mano que menos bolsas sostenía y se lo guardó en el bolsillo.

— ¿Cómo estás? —Preguntó el castaño sin dejar de mirarle, y Harry maldijo mentalmente su falta de buena suerte.

—Muy ocupado —respondió por fin, en forma tajante, mirando al otro hombre con los ojos entornados y deseando tener más libertad en las manos para poder alcanzar su varita.

Seamus alzó las manos en señal de paz, entiendo la indirecta.

—Soy persona non grata, ya entendí —bromeó, y Harry sintió deseos de borrarle la sonrisa de la cara. A puñetazos. Pero de nuevo las compras navideñas se lo impedían—. Igual y mi instinto de auto preservación nunca fue muy bueno, y tal vez me arrepienta de lo que estoy a punto de decir, pero… ¿Te apetece una cerveza en Las Tres Escobas? ¿Por los viejos tiempos?

Harry no se podía creer lo que estaba escuchando. Jamás habría creído que pudiese existir alguien tan caradura, pero aparentemente Seamus vivía para romper sus expectativas.

— ¿Estás loco, Finnigan? —Soltó— Después de todo lo que pasó la última vez ¿pretendes que me siente a beber cerveza contigo en un pub? ¿Cómo si nada?

Seamus cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, visiblemente incómodo, y Harry esperó unos razonables cinco segundos antes de volver a hablar.

—Bien, esto ha sido muy educativo, pero tengo mejores cosas que hacer. Adiós, Seamus.

El auror comenzó a girarse, pero Seamus le tomó por una de las muñecas. No muy fuerte, solo lo necesario para hacerle detenerse. En otros tiempos el mago hubiera podido hacerle soltar las bolsas en medio de la calle solo para que lo escuchase un poco más, y Harry no pudo evitar darse cuenta del cambio. Se detuvo.

—Espera, Harry… Yo… —dijo Seamus, inseguro, y Harry rodó los ojos con impaciencia.

— ¿Tú qué? ¿No tienes nada mejor que hacer? Como estar con tu familia, por ejemplo.

—Tienes razón, debería estar con ellos —respondió el otro, y Harry no pudo evitar sorprenderse ante eso—. Pero ya que te encontré aquí, quisiera conversar un momento contigo… Si me lo permites.

Harry volvió a entornar los ojos, mirando a Seamus de arriba a abajo en forma inquisidora. Había algo diferente en su actitud, pero Harry no podía dar con lo que era.

— ¿Cuál es el truco? —Preguntó, combatiendo las ganas de aceptar la oferta sólo para saciar su curiosidad. Por obvias razones la presencia de Seamus ya no le alteraba como antes, pero su vena curiosa siempre sacaba lo peor de él.

—No hay truco. Sólo dos viejos… conocidos conversando con una cerveza al frente —Harry alzó una ceja desconfiada y Seamus pareció leerle el pensamiento—. Cerveza de mantequilla, si eso te hace sentir más tranquilo.

Contra todo pronóstico Harry asintió una vez, y ambos magos caminaron rumbo a Las Tres Escobas, esquivando la pequeña marea de gente que pululaba por las calles del pueblo y sin apenas mirarse el uno al otro.

Entraron al atestado pub con dificultad y un viento cálido los envolvió. Adentro el ambiente era bastante acogedor y todavía quedaban mesas disponibles - con la mayoría de los magos y brujas simplemente de pie cerca de la barra tomando algo para calentar el cuerpo - así que Harry se dirigió directamente a la mesa más alejada que pudo encontrar. Seamus llegó un rato después, con dos cervezas de mantequilla en las manos, y tomó la silla frente a él.

—Estoy esperando, Finnigan —dijo, tras un rato de tenso silencio en el que Seamus apenas y había mirado en su dirección.

—Lo sé, lo sé. Sólo estaba buscando las palabras adecuadas… En fin, creo que no hay manera fácil de decir esto, así que lo diré como salga: Lo siento mucho, Harry.

Harry le miró arqueando una ceja, bebiendo de su cerveza y sintiendo el frío dejar su cuerpo lentamente— ¿Te importaría ser más específico? —Insistió, sin un ápice de simpatía.

—Siento mucho todo lo que pasó entre nosotros, lo que yo… Todo lo que te hice —continuó el mago, apretando su botella de cerveza entre las manos como si quisiera exprimirla—. Fui un inmaduro, un infeliz y un egoísta, jugué con tus sentimientos y te hice mucho daño. Y yo… lo siento. En verdad lo siento.

Harry no dijo nada, pues las palabras le fallaban. Seamus se había disculpado muchas veces en el pasado, pero esta era diferente, sonaba diferente y hasta se sentía diferente. Era como si algo por fin hubiera crecido en Seamus, algo más que su gran ego, algo como ¿su razón?

—Ya sé que no tengo derecho de decir cosas como está, mucho menos ahora, pero tú fuiste y siempre serás muy importante para mí, Harry. Fuiste mi primer amor de verdad, y aunque nunca supe lo que tenía hasta que lo perdí ahora sé que hice muchas cosas que te hirieron, cuando todo lo que tú hiciste fue querer ayudarme. No estoy orgulloso de lo que te hice, pero no me arrepiento ni un instante de esa primera vez en la que te confesé lo que sentía por ti. Te quise mucho, aún lo hago en cierta forma, y en verdad espero que algún día me puedas perdonar.

Las palabras llegaban a los oídos de Harry como sonidos lejanos, de palabras que hace mucho tiempo hubiera dado lo que fuera por escuchar. Tomó otro trago de su botella.

— ¿Por qué ahora, Seamus? —Preguntó, sin saber que más decir— ¿Qué pasó?

—Dean pasó —fue la respuesta del otro—. Mi hijo ha sido mi mayor bendición, y ahora que lo tengo me doy cuenta de todo lo que fui en el pasado, del… monstruo en el que estuve a punto de convertirme y yo… Quiero ser mejor por él. Para él. Y para ser mejor debo empezar por reconocer mis fallas y tratar de enmendarlas.

Seamus le sonrió y, para su propia sorpresa, Harry le sonrió de vuelta. El mago apuró lo restante de su cerveza y se levantó de la mesa.

—Bueno, será mejor que me vaya. Daphne y Dean me esperan para cenar. Fue bueno verte, Harry. Espero que Draco y tú sean felices.

—Draco y yo no estamos juntos —dijo Harry en automático; la respuesta genérica para todo el que le había preguntado por su ex novio desde que regresó a Londres en febrero.

—Oh… lo-lo lamento... Yo… pensé que lo estaban —balbuceó Seamus, bajo la extrañada mirada de Harry—. Hace poco me topé con él y también aproveché para disculparme por mi comportamiento. Le pregunté por ti, y me dijo que estabas muy bien. Pensé que si sabía cómo estabas era porque aún estaban juntos...

Y ahora sí Harry pensó que todo esto de la disculpa había sido un loco sueño. No era posible que Seamus hubiera cambiado tanto, y por supuesto que no era posible que le estuviera diciendo lo que le estaba diciendo. Que le había visto a él. A Draco. A su Draco.

—Tú... ¿Tú lo viste?

—Sí. Lo vi hace un par de días en el Caldero Chorreante. Me dijo que se hospedaba allí mientras solucionaba algunos problemas con su casa. Supuse que tú estabas allí también o que al menos estabas al tanto.

El cerebro de Harry funcionaba a mil por hora, sus latidos acelerados, todo su cuerpo entumecido por la sorpresa. Draco estaba en Londres. Draco estaba hospedado cerca de su departamento.

—En fin… —terminó el castaño, con una sonrisa sincera— En verdad siento que no funcionara con Draco, pero ya encontrarás a alguien ¿no? Eres una estupenda persona y mereces ser muy feliz. Adiós, Harry.

Seamus caminó hasta la salida del pub y se internó hacia la fría tarde nevada, dejando a Harry solo en su mesa, con una cerveza de mantequilla a medio beber y con la sensación de que todo lo que acababa de suceder no era más que producto de su imaginación.

Notas finales:

Meta Notas:

*En mi canon mental, en cada urbe mágica del mundo hay una Terminal de Trasladores, desde donde se sale con trasladores locales e internacionales, con boletería, sala de espera, zona de embarque y desembarque, zona de apariciones y zona de chimeneas conectadas a la red flu. La oficina de trasladores de cada Ministerio se encarga de manejar cada terminal, y también de dar permisos para trasladores privados que aterrizan en su jurisdicción. Sip, mi mundo mágico es amplio y alcanza para todo c:

*Juno Cedrella Nott Weasley es la hija de Ginny y Theo, nacida en junio del 2005. Juno era la reina de los dioses romanos y Cedrella Black fue lo suficientemente valiente como para casarse con un Weasley (por lo cual fue desterrada y borrada del tapiz familiar).

*El Sorcerer’s Den es una de las muchas edificaciones residenciales para magos ubicadas en el centro de Londres. Es pequeño, acogedor, y apenas tiene cuatro departamentos. Se encuentra en el 275 de Charing Cross Road, y no necesita camuflaje para muggles porque el edificio luce exactamente igual de ordinario que las edificaciones cercanas.

 

Notas finales: Y ya casi estamos llegando al final de nuestro viaje (y honestamente no sé a dónde se me fueron estos dos meses).

En una semana publicaré el último capítulo, haré algunos anuncios y daré agradecimientos llorosos de esos que me encanta dar siempre, ¡así que no se pierdan!

Estaré esperando pacientemente todas sus teorías y comentarios. Nos leemos el otro lunes.

Maye.


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