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¿Amante? por Maye0908

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Notas del capitulo:

¡Lunes de dos por uno!

¿Amante?

por Maye Malfter

 

 

But there's a side to you that I never knew,

all the things you'd say, they were never true,

and the games you'd play, you would always win.

Set fire to the rain - Adele

 

3

LO QUE NO SIRVE HOY NO SERVIRÁ MAÑANA

 

A las siete y media de la tarde, Harry se encontraba de pie en su habitación, frente al gran espejo del antiguo armario.

Llevaba una camisa de vestir color azul celeste y un traje casual de pantalones chinos y chaqueta sin botones, en color gris plomo. Nunca se le había dado bien eso de vestirse elegante - Charlie solía meterse con él, llamándolo “el menos gay de todos los gais”- pero esa combinación la había utilizado ya para la fiesta de compromiso de Ginny con Theodore Nott, hacía un par de meses, por lo que imaginaba que serviría también para ir a un museo.

El cabello era otra historia. El auror había desistido muchos años atrás de darle forma o tan siquiera arreglarlo, así que se limitó a secarlo con magia y dejarlo a su libre albedrío.

¿Qué se supone que estoy haciendo? Luego de tanto evitarle, ahora resulta que me invita a salir y yo voy sin resistencia. Quizás estoy perdiendo la cordura, pensó mientras le daba los últimos toques a su vestimenta.

Un ruido lo sacó de sus cavilaciones, he hizo que su estómago diera un vuelco. Seamus Finnigan se encontraba de pie en el umbral de su habitación, vestido impecablemente con un pantalón de algodón en color gris azulado, una camisa de algodón color gris claro, una gabardina color gris plomo y una bufanda de lana también en tonos grises. Harry tuvo que hacer gala de todo su autocontrol para no quedar boquiabierto ante lo bien parecido que se veía el otro mago. En vez de eso, se puso a la defensiva.

—Te ves bien, Harry. Tu sentido de la moda ha mejorado estos meses —dijo Seamus, sonriendo ampliamente y apoyándose en un lado del umbral.

—No recuerdo haberte dado permiso para irrumpir en mi habitación. No te tomes atribuciones que no te corresponden —espetó Harry, mientras se acomodaba la chaqueta y buscaba su billetera y su varita, para salir lo más rápido posible de esa habitación que tiempo atrás ambos habían compartido.

—Lo lamento, lo lamento —se defendió Seamus, con las palmas levantadas—. Llegué por red flu hace un rato. Biny me dijo que estabas arriba y que si quería podía pasar-

—Tendré que recordarle a Biny que ya no eres más que una simple visita.

—Ouch, justo en el ego —bromeó Seamus, agarrándose las costillas como si hubiera recibido un golpe— ¿Está listo, señor Potter? Si nos aparecemos ahora, seremos los primeros en entrar al museo.

—Bajo en un momento. Dile a Biny que cierre la red flu, por favor.

— ¡Enseguida, señor! —respondió Seamus, haciendo un saludo militar, para luego girar sobre sus talones y bajar las escaleras.

Harry buscó en la mesita de noche las dos entradas que Seamus le había regalado, y las guardó en el bolsillo interno de la chaqueta. Caminó hasta la puerta pasando los dedos distraídamente sobre el suave edredón de seda que cubría su cama, con dudas de último momento agolpándose en su pecho. Pensando en si lo que estaba a punto de hacer era una buena idea.

Al llegar al umbral, apagó la luz de la habitación y bajó las escaleras.

—Biny, no me esperes despierto. Nos vemos en la mañana.

—Por supuesto, amo Harry. Que usted y el amo Seamus tengan una excelente velada —respondió el elfo, con voz chillona, haciendo una marcada reverencia hacia ambos y retirándose en dirección a la cocina.

—Sí, sí… Excelente. Hasta mañana.

Luego de ese incómodo momento, y de soportar la risita burlona del otro mago por escuchar la frase “amo Seamus”, ambos chicos salieron a la oscura y fría calle frente al número doce de Grimmauld Place.

Caminaron un poco hasta conseguir un lugar apartado en donde desaparecerse sin ser vistos por muggles, y en un pestañeo llegaron al sitio de la apertura.

 

***

 

La inauguración fue una experiencia maravillosa.

Harry estaba encantado de encontrar información interesante acerca de su deporte favorito, tanto, que de un momento a otro se olvidó del muro imaginario que había decidido colocar entre su ex pareja y él. Con las defensas caídas, y con un gran sentimiento de gratitud hacia Seamus, Harry no tardó en comenzar a reír de sus bromas y a disfrutar su compañía. Anécdotas, recuerdos, risas y más risas, en eso se había convertido la velada.

Luego del museo, Seamus insistió en invitar al auror a cenar, alegando que después de esa enfermedad que había padecido, necesitaba estar fuerte e ingerir sus tres comidas. Con lo feliz que estaba, Harry no opuso mucha resistencia, y aceptó. Decidieron comer en un pequeño pub/restaurant muggle llamado The Boathouse, en el embarcadero de Putney, pues Seamus aseguraba que la vista del Támesis desde su terraza y la comida casera eran de lo mejor que el Londres muggle tenía para ofrecer.

Ordenaron una cena ligera acompañada de vino tinto. Harry no estaba muy seguro de si ingerir licor estando con su antiguo novio era lo más apropiado, pero luego de probar el exquisito Merlot que les habían traído a la mesa, sus dudas se disiparon.

Comieron y bebieron riendo como locos, entre historias y chistes, anécdotas y pequeños roces casuales. Harry tenía que admitir que estaba bastante más animado de lo que lo hubiera estado en mucho tiempo, y que toda la velada se sentía tan natural, tan como antes.

Después de la cena, y de la segunda botella de Merlot, los chicos decidieron pasar al ambiente pub del local, ordenando rondas y rondas de Guinness que Harry ingería a una velocidad vertiginosa, pero que en Seamus no parecían tener el más mínimo efecto.

Cerca de la media noche, Harry decidió que, a pesar de haber sido una estupenda velada, ya era hora de irse a su casa. Sentía la cabeza un poco cargada, y un cosquilleo en su lengua le hacía hablar raro de vez en cuando. Intentó levantarse, pero tuvo que sentarse de nuevo. Sin duda la mezcla de Merlot y Guinness estaba pasando factura.

Tras pagar la cuenta, Seamus insistió en llevar a Harry hasta su casa, pues el auror no era capaz de mantenerse en pie sin perder el equilibrio. Ignorando las incoherentes amenazas y pataletas de Harry, Seamus se encargó de llevarle hasta Grimmauld Place, quitándole la llave y ayudándole a abrir la puerta.

Ffinnigann, te diggje que estoy muy bien… No esss necesario que me trates como a un bebé, yo puedo encontrar mi camino a casssa —decía Harry torpemente, con un brazo apoyado en los hombros de Seamus y con las mejillas coloradas debido al alcohol.

—Por supuesto, Harry. Estás en perfecta forma. Es solo que yo te saqué de tu casa y quiero ver que llegues bien a ella —respondió Seamus debajo de él, mientras intentaba abrir la puerta de la entrada con Harry casi subido a su espalda.

—Pero sssi ya estoy en mi casssa… Además, no quiero que innntentes nada extraño… No ssse lo digas a nadie, pero estoy un poquitín passsado de tragos je je… Temo hacer cosssas que puedas malinnnterpretarr

—No voy a malinterpretar nada —decía Seamus, aun luchando por abrir la puerta— ¡Ajá! Por fin una llave que funciona.

—Ten cuidado, Finnigan, la puerta a vessces se atasca, y hay que empuggjarla un poco.

—Ya lo noté —comentó Seamus, empujado la puerta—. Está… atorada…

—A ver… Deggjame ayudarte…

—No es necesario, ya lo conseguí. Ven, pasa con cuidado.

—Yo ssiemmmpre tengo cuidado, Seamus —aseguró Harry, mientras ambos cruzaban el umbral—. Excepppto en mis relaciones. En esas ssiemmmpre me voy de bruuuu-

Un traspié por parte de Harry hizo que ambos hombres cayeran estrepitosamente al suelo del vestíbulo. Seamus aterrizó encima del auror, quien quedó aprisionado entre el mago y la mullida alfombra del recibidor. Sus rostros casi al mismo nivel, y sus respiraciones completamente agitadas por el esfuerzo. La borrachera de Harry fue reemplazada inmediatamente por un estado de alerta, y de ella quedó solamente el color sonrosado en sus mejillas.

Por un instante, Harry sintió la imperiosa necesidad de besar aquellos labios que por tanto tiempo había anhelado, y que tanto había tratado de olvidar. Seamus apartó con delicadeza unos cuantos mechones húmedos que cubrían los ojos de Harry, y luego acarició una de sus mejillas.

Y sin darle tiempo de reaccionar, Seamus le besó.

Su aliento cálido recorrió todo el cuerpo de Harry como un escalofrío, mandando señales de energía a cada rincón. Sin pensarlo, y probablemente impulsado por las copas de más, Harry correspondió aquel beso con infinita necesidad, desordenado el cabello de su aún amado Seamus, y dejándole saber con caricias que a partir de allí le entregaba las riendas de la noche.

 

***

 

Esa mañana, Harry despertó aturdido, sin saber dónde estaba y con un fortísimo dolor de cabeza. Abrió los ojos lentamente, percibiendo los tenues rayos de luz que se colaban por su ventana e iluminaban apenas la habitación.

¿Qué pasó anoche?, fue su primer pensamiento. Intentó incorporarse, pero la sensación de las sábanas de seda sobre su cuerpo desnudo lo hizo regresar a la realidad de un tirón.

¿Desnudo?

De inmediato, imágenes difusas de la noche anterior se agolparon en su memoria: El museo, la cena; las risas, los recuerdos; el vino, la cerveza; un traspié...

Un beso.

Instintivamente se tocó los labios, y nuevas imágenes sustituyeron a las anteriores: Ropa regada por vestíbulo, subir las escaleras llevando a alguien de la mano, su habitación oscura… Gemidos…

Harry se incorporó en la cama, mientras la suave seda se deslizaba por su cuerpo hasta dejarle con el torso descubierto. Puso su cabeza entre sus manos y respiró superficialmente, varias veces ¿Qué hice?, se repetía, mientras el pánico se apoderaba de él.

Un ruido en el umbral lo sacó de su ensimismamiento, y una figura borrosa se acercó a él vistiendo únicamente un pantalón de pijama que Harry reconocía como suyo. Buscó a tientas sus anteojos, y se los puso.

Seamus caminaba hacia él levitando una charola de madera llena de lo que parecía ser el desayuno. Como reflejo, Harry se subió la sabana hasta el cuello, en un inútil intento por cubrir su desnudez.

—Buen día, dormilón ¿Cómo va esa resaca? —Preguntó, con una gran sonrisa— Imagino que el mundo aún debe darte vueltas, así que te preparé el desayuno —y acto seguido, colocó la charola sobre la mesita de noche. Tostadas con mermelada y una taza de café. Su desayuno favorito para pasar las resacas.

— ¿Qué haces aquí? —Inquirió el auror, olvidando sus modales y deseoso de saber si todo lo que recordaba era lo que realmente había pasado.

—Pero que mal agradecido te has vuelto. Y que olvidadizo —comentó Seamus mientras se acercaba para retirar unos cuantos mechones azabache que caían rebeldes sobre los ojos de Harry—. Estoy aquí porque me pediste que me quedara contigo ¿Lo olvidas?

Al escuchar a Seamus, su propia voz resonó en sus oídos.

Quédate conmigo esta noche, Seamus, por favor.

Al instante, todo el peso de la noche anterior cayó sobre él. Bajó la mirada, con una sensación desagradable extendiéndose desde la boca del estómago hasta su garganta. Unas cuantas copas y me le entregué… ¿Qué diablos pasa conmigo?, se pateó mentalmente, mientras los pliegues de la sábana de repente se volvían demasiado interesantes como para apartar su vista de ellos.

Un momento después, Harry sintió como su mentón era levantado con firmeza, y se encontró de nuevo con esos labios que tanto había anhelado. Cerró los ojos y se dejó llevar por el beso de Seamus, pues aunque su mente le dijera que parase, su corazón le instaba a seguir. Al cabo de unos segundos, Seamus se apartó.

—No seas tonto, cariño. No tienes nada de qué avergonzarte. Somos adultos y las cosas simplemente pasaron. No podemos pretender que nuestros cuerpos no reaccionen en la presencia del otro. Estuvimos juntos demasiado tiempo, y esas cosas a veces son inevitables. No es como si estuviéramos haciendo algo malo.

—Es que, tú y yo, esto… Sabes que no podemos estar juntos sin hacernos daño. Y nosotros… Esto ya no puede ser.

—Lo sé, Harry —respondió Seamus, tomándolo de las manos—. Sé que solo funcionamos en la cama, pero no fuera de ella. Sé que no fui el mejor para ti, y que sigo sin serlo, pero lo que pasó ayer ya no lo podemos remediar. Está hecho.

— ¡Pero esto no puede pasar más! Tú y yo ya no podemos seguir así. No voy a permitir que me hagas más daño —declaró Harry, con un hilo de voz. Desvió la mirada.

—Lo siento —murmuró Seamus, tomándolo de nuevo por el mentón y haciéndole girar el rostro—. Siento haberte herido. Siento haber sido tu calamidad. Pero ambos somos adultos ¿Sería tan malo tomar esto como una simple despedida? O mejor, tomarlo como algo entre dos personas conscientes de sus actos y que no le darán más importancia de la que merece.

—No sé si pueda hacerlo…

— ¿Y qué tal si lo intentamos una vez más? —Preguntó Seamus, acercándose peligrosamente a Harry. Todas las alarmas que debieron haber resonado dentro de la cabeza del auror parecían haber sido desactivadas por la simple presencia del otro mago— Tal vez si lo hacemos de nuevo, sin alcohol en nuestras venas y con la plena consciencia de que solo será sexo, por fin logremos superar aquello que nos sigue atando el uno al otro.

Sin aviso, Seamus besó a Harry con fiereza, despojándole de la sábana que lo cubría. Harry trató de resistirse pero le fue prácticamente imposible. Su cuerpo respondía al de su ex novio, incluso sin su completo consentimiento.

Tal vez esto sea lo que necesitamos ¿Qué tan malo puede ser?, pensó Harry, al tiempo que correspondía al beso con una necesidad que no sabía que tenía, mientras cada centímetro de piel que entraba en contacto con la piel del otro parecía quemarle desde adentro.

Ambos se metieron bajo las sábanas de seda, Seamus deshaciéndose de su única prenda de ropa y Harry demandando su atención. Suaves quejidos resonando en el lúgubre ambiente de la Noble y Ancestral Casa Black. El desayuno anti-resaca completamente olvidado sobre la mesita.

 

***

 

Luego de ducharse, desayunar, y acompañar a Seamus hasta la chimenea, Harry se dirigió al Ministerio con una inexplicable sensación de ligereza en el pecho. Llegó a su oficina y revisó el correo, encontrando una carta con el sello de San Mungo, la cual abrió de inmediato.

Potter,

Gracias por aceptar, no esperaba menos de ti. Nuestra primera cita será mañana a las 4:30 de la tarde. Necesitaré que confirmes tu asistencia vía lechuza. Mi consultorio privado se encuentra en el edificio mágico de Chelsea, en el ala este del 2do piso. Recuerda tomarte los viales que te envié, uno cada día y de preferencia a la misma hora. Cualquier duda, no dudes en contactarme.

Hasta mañana,

Draco Malfoy.

— ¿Mañana en la tarde? No puedo esperar… —se mofó Harry por lo bajo. Garabateó las palabras “Confirmado. Harry Potter.” en un pedazo de pergamino y se lo dio a Myrthle para que lo enviara.

El auror bebió otro de los viales mientras repasaba en su mente todos los extraños acontecimientos de las últimas horas. Decidió que no le daría demasiada importancia, pues al fin y al cabo había sido sólo sexo casual entre dos adultos solteros y responsables. Pensando eso, se dispuso a pasar la mañana ordenando el papeleo de sus compañeros de oficina.

 

***

 

Al llegar a Grimmauld Place, Harry subió a su habitación y se echó sobre la cama. Boca abajo sobre las sábanas podía percibir con claridad en olor del perfume de Seamus, aún presente entre las fibras de seda. Inspiró profundo y tomó todas las almohadas entre sus brazos, apretándolas contra el pecho mientras recordaba cada caricia dada, cada beso, cada detalle.

Unos minutos después, su teléfono móvil vibró en el bolsillo de su pantalón, haciéndole sobresaltarse. Lo sacó y observó el remitente: Seamus.

“Harry, ¿cómo estás? ¿Estás ocupado?”

Un escalofrío le recorrió la espalda. Se incorporó sobre la cama y se dispuso a responder.

“Estoy muy bien, gracias. Acabo de llegar a mi casa ¿Necesitas algo?”

“Voy para allá. Necesito decirte algo.”

“Abre la red flu, por favor.”

Un segundo más, y el escalofrió cobró más fuerza. Un mal presentimiento.

“Dame 5 minutos.”

Harry se levantó de la cama y bajó en dirección a la chimenea. Le indicó a Biny que se retirara por hoy y abrió la red, para luego sentarse en una butaca a esperar. Al par de minutos, Seamus apareció en su sala, en medio de una llamarada de color verde.

—Buenas noches, Harry. Lamento venir así —dijo, tendiéndole una mano mientras con la otra se sacudía un poco de hollín de la ropa.

—No hay problema —respondió este, levantándose para estrechar la mano ofrecida y extrañándose por la repentina formalidad— ¿Quieres algo de beber?

—No, gracias. Prefiero ir directo al grano, si no te molesta.

Harry lo miró inquisitivamente, pero no dijo nada. En vez de eso le invitó a sentarse junto a él en uno de los sofás.

— ¿Es grave? —Preguntó el auror una vez sentados— No me digas que estás sintiendo remordimientos por lo de ayer. No es como si hubiéramos hecho algo malo —bromeó, pero el gesto preocupado de Seamus hizo que su estómago diera un tirón nada agradable.

—Harry, yo… Yo estoy muy apenado contigo, de verdad —comenzó Seamus hacia un ya alarmado Harry. El ligero temblor en su voz y su aparente incapacidad de mirar a Harry a los ojos no ayudaban en nada.

—Por amor a Merlín, Finnigan, ¡ya suéltalo! —instó, entre enojado y asustado. Cualquier cosa que Seamus hubiera venido a decirle no podía ser nada bueno para él.

—Es que ayer nosotros… Tú estabas muy borracho y yo… Yo te extrañaba tanto, Harry. No pude evitar que pasara, y en verdad lo lamento —Seamus hablaba con la mirada fija en su propio regazo, haciendo que Harry se sintiera aún más desconcertado—. Pero vine a decirte… Vine  a decirte que eso ya no debe pasar más. Fue un error, y ya no debe repetirse.

Harry estaba confundido. Sentía rabia por lo que estaba escuchando, rabia de que fuera justamente Seamus quien le estuviera diciendo que “eso” no podía repetirse ¿Acaso no fue él quien me besó? ¿No fue él quien dijo que estaba bien?

— ¿Y se puede saber a qué viene todo esto? —Espetó— Esta mañana no parecías muy apenado que digamos.

—Lo sé, Harry, y es por eso que lo lamento. Contigo, mi cuerpo reacciona. Pero no debemos hacerlo más. Pensé que podría tomarlo como nuestro final, nuestro último encuentro. Pero no puedo, Harry, no puedo hacerlo…

— ¡Entonces habla de una vez! —Exigió Harry, cada vez más furioso— Si estás tan apenado, si te sientes tan mal, sólo dime las malditas razones y termina de una vez con esta conversación que para mí no tiene ningún sentido.

—Está bien —aceptó el otro, mirándole al fin—. Lo que vine a decirte, la razón por la cual esto no debe suceder más, por la cual nunca debió pasar, es que yo… Es que yo tengo una pareja, Harry.

La mente de Harry se quedó en blanco. No sentía dolor, ni rabia, ni siquiera tristeza.

No era como si no se esperara eso de Seamus, es más, no era tan tonto como para no imaginarse que Seamus podía estar saliendo actualmente con otra persona sin haberle dicho nada a él. La única razón por la cual Harry no le había dado importancia al tema era pensar que si Finnigan estaba con otra persona, y aun así no era capaz de serle fiel, ese ya no era más su problema.

— ¿Era eso lo que querías decirme? ¿Por eso tanto escándalo?

—Harry, yo-

— ¿No me digas que me crees tan tonto como para no habérmelo imaginado? Si ya estás con alguien más, eso no es mi problema, sino el tuyo. No creo que acostarte conmigo sea la mejor manera de comenzar tu nueva relación, pero de allí a armar tanto drama… ¿O es que acaso hay más?

—Hay más —continuó Seamus—. Yo… estoy viviendo con ella, Harry. Vivimos juntos y… y vamos a tener un bebé. Nos vamos a casar.

A Harry se le vino el mundo encima, mientras un torrente de pensamientos inundaba su mente, incontenibles, llenándolo de sentimientos que no sabía muy bien cómo describir.

¿Ella? ¿Bebé? ¿Boda? ¿Acaso Seamus no es gay? ¿Me utilizó para descargarse? ¿Me convirtió en… su amante?

— ¿Te vas… te vas a casar? —Balbuceó, incrédulo— ¿¡Cómo demonios se te ocurrió meterte conmigo entonces!? —Bramó, incorporándose de un salto, seguido por Seamus.

—Sé que es difícil de entender, y que hice mal en buscarte de nuevo. Pero todo esto no es lo que parece, yo… te lo puedo explicar-

— ¿Explicar? ¿¡Explicar!? No necesito una explicación, bastardo mentiroso, necesito respuestas.

—Harry, escúchame, por favor —decía Seamus, intentando calmar al otro—. Yo… esto… pasó sin proponérmelo. Conocí a Daphne hace un par de meses y le expliqué mi situación, que acababa de salir de una relación larga y complicada, y que necesitaba estar solo. No lo entendió. Insistió. Y yo… cedí. Antes de darme cuenta estábamos viviendo juntos y-

—Y sin pensarlo dos veces decidiste engañarla con tu ex, que además es un hombre, ¿no? —Gritó Harry en dirección a Seamus, con los puños tan fuertemente apretados que sus nudillos estaban adoptando un color pálido— ¡Maldita sea, Seamus! Vas a tener un hijo y aun así tuviste sexo conmigo. Me convertiste en tu amante ¿Era eso lo que querías? ¿Arruinarme la vida otra vez?

—No, Harry, por supuesto que no. Yo-yo no supe del bebé hasta hoy. Daphne regresó hoy de visitar a sus padres y me trajo la noticia. Me sorprendió, y tuve que pedirle matrimonio. Tuve que hacerlo.

—Ah, por supuesto. Seamus, el caballero andante. Tu flamante futura esposa no estaba en la ciudad así que decidiste descargarte con el incauto de tu ex novio ¿no? Estoy seguro de que eso se verá excelente en tu currículo de auror —soltó Harry, sintiendo como la ira lo consumía—. Dame una buena razón para no golpearte en este instante. Sólo una.

—Yo… no quiero perderte —dijo Seamus de repente—. Aún podemos estar juntos, si tú así lo quieres. Pero no públicamente… Yo aún te amo, Harry.

Eso fue más de lo que Harry pudo soportar. Cargó en dirección a Seamus y lo estampó contra una pared cercana, alzándolo con una mano mientras con la otra apuntaba su varita en dirección al rostro del otro hombre. Quiso golpearle. Quiso hechizarle. Quiso cruciarle hasta hacerle perder la razón. Pero el recuerdo de la palabra “bebé”lo detuvo antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.

—Eres un malnacido, Seamus Finnigan. Acostarte conmigo, y después venir a mi casa a informarme que te casarás y que serás padre —escupió, mirando a los ojos del otro mientras seguía apuntándole con la varita—. Y por si fuera poco, decirme que aún me amas ¡Ja! No me hagas reír.

—Harry-

—Y pedirme a mí, justamente a mí, que sea tu amante… Jamás pensé que caerías tan bajo. Me das asco. Y la única razón por la que no te crucio hasta la insania en este instante es por ese bebé que tendrás y que necesitará de su padre. Lárgate de mi vista —terminó Harry, soltándole y empujándole hacia la chimenea—. Vete con tu mujer y olvídate de mí. Fuera de mi casa, maldita sea ¡Fuera!

Y con una última mirada hacia Harry, Seamus tomó polvos flu y desapareció tras las llamas.

Harry cerró la red flu con un hechizo, subió las escaleras y entró en su habitación, cerrando la puerta tras de sí. Una oleada de incontenible dolor se apoderó de él en ese instante, tan fuerte, que le hizo caer de rodillas sobre el suelo.

 

Notas finales:

Meta Notas:

*The Boathouse es un sitio real, ubicado en el embarcadero de Putney, en Londres, Inglaterra. Es muy famoso por mezclar en un solo lugar el ambiente de pub londinense con el de restaurantes de alta categoría, y está dividido en niveles, para mayor comodidad a la hora de elegir en qué ambiente deseas pasar la velada. Su atractivo principal es la espectacular vista del Támesis desde sus instalaciones, y su menú ofrece una amplia gama de platos gourmet en los que destacan especiales de pescado y otros derivados marinos. (No, nadie me pagó por la publicidad. Sí, el review del local lo escribí yo solita. Es sólo que el concepto del sitio me encanta, y quiero visitarlo algún día).

 

Notas finales: Cómo verán, hoy he subido dos capítulos ¿La razón? Que estoy loca y me gustan los números pares. Haciendo esto la publicación total tomará 10 semanas, y prefiero el 10 al 11. Lo sé, me falta un tornillo.

La razón de hacerlo en esta parte de la historia (y no más adelante) es mucho más lógica: Quería deshacerme de Seamus. Digamos que quiero que todos estemos en la misma página lo más rápido que se pueda, y que yo también espero con ansias la parte Drarry del fic. Y para los que prestaron atención, sí, la introducción está cronológicamente ubicada entre este capítulo y el que sigue.

Y hasta aquí las divagaciones de hoy. Muchas gracias a todos los que han leído y comentado el fic, y a los que lo harán a partir de ahora. Me hace feliz saber que algo que yo hago gusta y hace sentir cosas (ya sean buenas o malas) así que no dejen de comentarme lo que les pase por la cabeza, ¿eh?

Abrazos. Hasta el siguiente lunes.

Maye.


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