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¿Amante? por Maye0908

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¿Amante?

por Maye Malfter

 

 

Where there is desire

there is gonna be a flame.

Where there is a flame

someone's bound to get burned.

But just because it burns

doesn't mean you're gonna die.

You've gotta get up and try.

Try - P!nk

 

4

SESIONES

 

Harry despertó temprano al día siguiente, con los parpados pesados de tanto llorar, pero incapaz de seguir durmiendo. Tuvo pesadillas en las que Seamus le presentaba a su familia, en las que Seamus le pedía que fuera su amante, en las que Seamus le obligaba a volver con él.

Tan pronto despertó, los sueños fueron olvidados y reemplazados por una incontenible oleada de tristeza. La noche anterior había sido una de las peores que el muchacho podía recordar, y eso contando la muerte de su padrino, la muerte de Dumbledore, y la de Dobby. Un solo pensamiento inundaba su mente: Me convirtió en su amante.

Harry había llegado a la conclusión de que si él hubiera sabido toda la situación en la que se encontraba Seamus, ni siquiera hubiera aceptado salir con él. Es más, hubiese preferido mil veces pedirle al estirado de Draco Malfoy que le acompañara al museo que volver a salir con su ex, el cual ya estaba viviendo con una mujer.

Merlín ¡Su ex se había vuelto heterosexual! O mínimo era un bisexual al que nunca se le había ocurrido mencionárselo al hombre que fuera su pareja durante cinco años. Pensándolo bien, ahora sí que le vendrían bien esas terapias con el sanador Malfoy.

—Malfoy… hoy tengo que ver a Malfoy —masculló, mientras intentaba reunir fuerzas para levantarse de la cama.

Debía moverse, o el dolor y la depresión lo consumirían, así que decidió comenzar su día muy temprano. Lavó su rostro con agua helada y se dio una ducha rápida, sin darle oportunidad a su cerebro de pensar demasiado en lo que le atormentaba.

Vistió sus ropas de auror y bajó a desayunar. Algo ligero: Tostadas y un café espresso, evitando por todos los medios utilizar la mermelada de fresa, que resultaba ser la favorita de Seamus.

Un momento más y ya estaba listo para irse al trabajo. Conectó su chimenea con la red flu del Ministerio mediante un hechizo, y se internó en las llamas verdes rumbo al Cuartel.

 

***

 

Al llegar al Atrio, este se encontraba casi vacío. Sólo un anciano vigilante se divisaba a lo lejos, dormitando recostado en una de las numerosas chimeneas del lugar. Vestido con túnica color azul cielo y con una gorra semejante a las de los vigilantes muggles, el anciano de rostro bonachón se sobresaltó al escuchar los pasos de Harry, quien le saludó mientras caminaba en dirección al ascensor.

Los pasos de Harry resonaban en el pasillo mientras a lo lejos se escuchaba el inconfundible murmullo del agua al correr, proveniente de la fuente encantada que decoraba la estancia. Harry nunca supo - aunque a veces se lo preguntaba - cuándo exactamente habían reparado la Fuente de los Hermanos Mágicos, la cual fuera destrozada durante el enfrentamiento entre Dumbledore y Voldemort ocurrido en ese lugar hacía ya más de un lustro.

Al llegar a su piso, Harry caminó despacio hasta su sitio de trabajo, tratando de evitar pensamientos que involucraran a su traicionero ex amor, sin mucho éxito. Myrthle aún no había llegado.

Se metió en su oficina, dispuesto a comenzar con el papeleo de costumbre, cuando un elegante sobre dorado colocado sobre su escritorio llamó su atención. Se sentó y lo tomó entre las manos, observándolo y dándole vueltas. Las iniciales “T” y “G estaban grabadas en un color verde botella que extrañamente combinaba a la perfección con el dorado de fondo. Intuyendo de qué se trataba, Harry extrajo el contenido y leyó.

Las familias Nott y Weasley tenemos el inmenso placer de invitarle a la boda de nuestros hijos

Theodore Nott y Ginevra Weasley

Celebración a efectuarse el día 31 de julio del presente año en los terrenos de la Residencia Weasley. Esperamos poder contar con su presencia para tan grato evento, el cual nos llena del más inmenso gozo y satisfacción. Encontrar el amor no es tarea fácil, y nuestros chicos lo han logrado ¡Acompañémoslos en el comienzo de su nueva gran aventura!

“Válido para dos personas”

Harry miró con cariño la invitación - hecha en pergamino grueso y con una hermosa caligrafía en letras verde esmeralda - y no pudo evitar sonreír ante la ironía de toda la situación. Volvió a leer la fecha: 31 de julio, su cumpleaños. En unas seis semanas.

Ginny se había disculpado de todas las maneras posibles al anunciarle la fecha de su boda, un par de meses atrás, pues a Theo le ofrecieron un importante cargo en Alemania como obliviateador del ministerio alemán, y la fecha de partida era exactamente una semana después del cumpleaños de Harry. Por lo tanto, Ginny y Theo se vieron en la necesidad de programar su boda para el 31 de julio, día sábado, para así poder disfrutar del festejo y tener tiempo para empacarlo todo y mudarse a su nueva vida.

Harry había estado de acuerdo con la fecha desde el inicio. Desde la partida de Seamus, su cumpleaños no era algo en lo que realmente quisiera pensar - ya que a pesar de todos los conflictos, en esa fecha siempre estaban juntos - y pasarlo por su cuenta en Grimmauld Place no sonaba para nada tentador comparado con celebrando junto a una de sus mejores amigas en el día de su boda.

Junto con la invitación había un pedazo más pequeño de pergamino, con la floreada letra de Ginny.

Querido Harry,

De nuevo perdóname por arruinar tu cumpleaños casándome con Theo. Ya sabes que de haber podido hacerlo luego, lo habríamos hecho, y te agradezco mucho que te tomes la molestia de mentirme y decir que no es problema.

Tu invitación es para dos personas, así que puedes traer a quién tú quieras. Recuerda que aún tenemos que elegir tu traje, porque eres mi padrino y nada de lo que digas te salvará. Theo aún no decide cuál de sus amigos será el suyo, pero entre tú y yo, me parece que elegirá a Zabini.

Un gran beso,

Ginny.

Harry dobló la nota de Ginny y la guardó en el bolsillo interno de su chaqueta, junto con la invitación de boda. Valido para dos personas, pensó, suspirando profundamente y enjugándose los ojos para dedicarse a rellenar formularios toda la mañana.

 

***

 

A las cuatro y veinte de la tarde, Harry se encontraba caminando por una adoquinada calle rumbo a lo que parecía ser una tienda de antigüedades defectuosas, en la planta baja de un alto y nada atractivo edificio, justo en una esquina de Chelsea.

Sus pasos resonaban en el abandonado rincón de tan concurrido distrito, el cual había sido encantado para alejar a los muggles curiosos de ese nuevo y moderno complejo mágico, lleno de oficinas, consultorios y demás sitios de entretenimiento exclusivo y cosmopolita para magos y brujas.

Harry consultó su reloj y apretó el paso. Nunca había estado en ese lugar, por lo cual se le hizo un poco complicado dar con el edificio adecuado. La soledad de los alrededores y la aparente decadencia eran las características que lo delataban. Para el ojo experto, al menos.

Unos cuantos pasos más y estuvo frente a la puerta del recinto. Sabía que no le dejaría entrar a menos que comprobara su origen mágico, así que tomó su varita y tocó con ella el pomo de las desvencijadas puertas dobles. De inmediato, la fachada del lugar cambió completamente, convirtiéndose ante sus ojos en una modernísima puerta batiente de cristal. El auror se abstuvo de proferir un gemido de admiración y entró de inmediato, pues no quería llegar tarde a la cita con Malfoy. Ya después observaría con detenimiento la ostentosa entrada del edificio mágico con las rentas más caras de todo Londres.

El aire acaudalado del lugar podía sentirse apenas entrar, pues las decoraciones minimalistas y los colores neutros pero clásicos hacían de él la perfecta imitación de uno de esos importantes edificios empresariales muggles.

Una hermosísima muchacha rubia vestida con una túnica vaporosa de color azul grisáceo se encontraba en el medio del vestíbulo, atendiendo lo que parecía ser el centro de información del edificio. A Harry le recordó a una de esas chicas Beauxbaton que conoció durante su cuarto curso en Hogwarts.

—Buenas tardes —dijo Harry dirigiéndose a la chica, quién aparentemente estaba bastante ocupada con algunos paquetes.

La chica alzó la mirada y observó a Harry de pies a cabeza, deteniéndose brevemente en su traje de auror y luego en la insignia de su pecho. Acto seguido, la rubia adoptó una postura coqueta, sacando el pecho y moviendo mucho las pestañas.

—Dígame, auror, ¿en qué le puedo ayudar?

—Ejem... —Harry se aclaró la garganta— Quisiera saber dónde está el consultorio privado del sanador Draco Malfoy, si no es molestia.

—Oh, Merlín, claro que no —dijo la chica, sonriéndole abiertamente—. El consultorio del sanador Malfoy se encuentra en el segundo piso, en el ala este. Necesita un pase de visitante para acceder al ala este ¿Me permite su varita, por favor?

Un tanto intrigado, Harry le tendió la varita a la recepcionista, quien la tomó por el mango y tocó con ella un pedazo de pergamino que yacía sobre su escritorio, sujeto a una carpeta por dos ganchos en forma de garra. Al instante las palabras “Harry Potter. Visitante. Autorización nivel 3. Ala Este” aparecieron en tinta negra.

La chica le devolvió la varita y extrajo de un pequeño cofre de plata un gafete de plástico muggle con las palabras “Visitante Nivel 3” grabadas en letras negras. Se lo tendió a Harry con una nueva sonrisa y añadió:

—He confirmado su cita con el sanador Malfoy, señor Potter, así que ya puede pasar. Póngase el gafete, por favor, y suba por ese ascensor hasta el segundo piso —dijo, señalando hacia el ascensor ubicado justo detrás de su escritorio—. Bienvenido —y con una última sonrisa hacia Harry, bajó la vista y siguió trabajando.

Harry obedeció las instrucciones, colocó el gafete en un lugar visible de su chaqueta y se dirigió al ascensor.

Era un ascensor muy parecido al del Atrio, salvo por el hecho de que pedía al visitante tocar con la punta de la varita el botón del piso deseado, para dejarle acceder. Los ricos y sus medidas de seguridad, pensó Harry, divertido ante el hecho de que él mismo poseía una pequeña fortuna en su cámara de Gringotts, pero no por eso iba por allí pidiéndole autorizaciones a la gente para poder visitarle en el ministerio.

Llegó al rellano del segundo piso y se dirigió al ala este, donde un vigilante alto y fornido, y con cara de pocos amigos, le observó de pies a cabeza antes de pedirle su varita ¿Cuántas veces más tendré que entregar mi varita?, pensó, mientras se la alargaba con desgana al mago de aspecto tosco.

El vigilante repitió el procedimiento que momentos antes había realizado la recepcionista, anotando el nombre de Harry y su autorización en un pedazo de pergamino. Luego le devolvió la varita e hizo varias florituras hacia el pasillo custodiado.

—Bienvenido, señor Potter.

Harry despidió al corpulento hombre con un gesto de la cabeza y se dirigió hacia la única puerta del pasillo: Blanca, de madera, y con grabados celtas; con detalles en colores verde esmeralda y plateado, y cierto aire pompadour.

—Muy Malfoy —dijo Harry por lo bajo, mientras llamaba a la puerta.

—Adelante —se escuchó decir desde dentro, en un tono aterciopelado y distante que el auror conocía perfectamente.

Harry respiró profundo antes de abrir la puerta, repitiéndose por enésima vez que estaba allí porque en verdad le irían bien unas cuantas terapias psicomágicas. Malfoy le esperaba del otro lado, sentado en lo que parecía ser el sofá más chic que Harry hubiera visto en su vida.

El consultorio de Malfoy era pequeño e iluminado, sin el ostento y los lujos que el auror se había esperado.

Paredes color crema y un enorme ventanal en la pared opuesta a la puerta. El sofá de cuero blanco, de dos plazas, estaba pegado a la pared de la derecha, bajo lo que parecía ser un Picasso ¡Vaya! Arte muggle, pensó Harry, pero decidió que lo mejor era no mencionarlo de momento. Frente al sofá, una mesa de café hecha de madera clara y vidrio. Al fondo un sencillo escritorio de caoba con exquisitos acabados, una silla ejecutiva detrás, y dos butacas color plomo al frente. Y del lado izquierdo, un diván de cuero negro.

—Buenas tardes, Malfoy —saludó Harry, cerrando la puerta tras de sí y extendiendo una mano, que Malfoy estrechó luego de levantarse.

—Potter.

El apretón de manos de Malfoy fue firme, y Harry se sorprendió mucho al descubrir que el medimago le sostuvo la mirada durante varios segundos antes de soltar.

—Espero haber llegado a tiempo —comentó dirigiéndose a una de las butacas, seguido por Malfoy—. Llegué temprano, pero las medidas de seguridad extremas me retuvieron.

—Lo siento —se disculpó el psicomago, sentándose detrás del escritorio—. Imagino que es duro para ti cuando no reconocen tu celebridad, pero este edificio es exclusivo, y mi consultorio lo es más, así que las medidas son un requisito. Sin embargo, a partir de ahora y mientras duren nuestras sesiones, te daré un pase especial con el que podrás acceder siempre que lo necesites.

Harry asintió. En otro momento el comentario de Malfoy acerca de “su celebridad” hubiera dado pie a un intenso intercambio de insultos. Pero hoy Harry no deseaba peleas, ni siquiera con Malfoy, quién quizás siendo psicomago era el único que podría medianamente comprender por lo que él estaba pasando.

Observó como Malfoy extraía de uno de los cajones una carpeta color marrón con varios pergaminos dentro y la examinaba con detenimiento, aparente cerciorándose de que no faltaba ninguno. Parecían ser planillas, semejantes a las planillas de hospital que alguna vez había visto llenar a los sanadores de San Mungo.

—Potter, ya sé que soy muy atractivo, pero no necesitas mirarme todo el rato —comentó Malfoy, con la mirada aún en los pergaminos y con una sonrisa ladeada.

Harry apartó la mirada de inmediato, obligándose a ver a través del ventanal. Podía distinguir el London Eye, imponente y lejano. Seamus lo había invitado a dar una vuelta en él durante su anterior cumpleaños. Seamus

—Está bien, Potter. Ya podemos comenzar —indicó Malfoy, alzando la cabeza y portando una expresión bonachona que Harry nunca le había visto hacer—. Primero debes saber que todo cuanto hablemos y hagamos en este consultorio será estrictamente confidencial. Es mi deber ético no andar por allí contando la intimidad de mis pacientes, así que puedes estar tranquilo. Sin embargo, y para que quede completamente claro esto, haremos un juramento inquebrantable los dos. Sé que no te doy buena espina, y necesito que me tengas confianza, así que extiende tu brazo derecho.

Asintiendo, Harry extendió el brazo, mientras Malfoy hacia lo mismo y le sujetaba por la muñeca. El medimago sacó su varita y la apuntó hacia las manos de ambos, mientras un suave hilo dorado las entrelazaba grácilmente.

—Juro no revelar absolutamente nada de lo que Harry Potter haga o diga durante las sesiones psicomágicas en las cuales seré su terapeuta. Juro respetar mi voto ético como Sanador, a menos que mis conocimientos sean necesarios para salvar la vida de otra persona, evitar un delito o denunciar un delito. Juro hacer todo lo que esté a mi alcance para propiciar el correcto tratamiento psicomágico de Harry Potter a partir de hoy, y hasta que acaben nuestras sesiones. Lo Juro.

Inmediatamente, el hilo dorado desapareció y el rubio soltó la muñeca de Harry, para luego acomodar el puño de su bata.

—Ahora que ya sabes que no relataré en El Profeta mis aventuras junto al niño-que-vivió, espero que seas sincero conmigo, Potter. A partir de ahora soy tu psicomago ¿Entendido?

De nuevo, Harry se limitó a asentir, preguntándose qué tanto querría indagar el psicomago acerca de su vida personal como para verse obligado a hacer un juramento inquebrantable.

Malfoy había vuelto a la carpeta con pergaminos, pero esta vez tomó una pluma del tintero y comenzó a escribir.

—Ahora voy a hacerte algunas preguntas. Esto es tu historial medimágico, y lo conservaré en mis archivos porque eso es lo que hago con todos mis pacientes ¿Nombre completo?

—Harry James Potter Evans.

— ¿Fecha de nacimiento?

—31 de julio de 1980.

— ¿Edad?

—23 años.

— ¿Dirección?

—Número 12 de Grimmauld Place.

— ¿Soltero, casado, divorciado, pareja estable, pareja inestable?

—Soltero —respondió Harry, tras un breve momento.

— ¿En serio? —Preguntó el psicomago, con un tono que sonó entre extrañado y curioso. Harry lo miró con sorna antes de volver a hablar.

—Por supuesto que es en serio ¿Te parece raro acaso, Malfoy? —Malfoy se encogió de hombros y volvió la vista de nuevo al pergamino.

—Pensé que… Lo siento, no importa. Soltero ¿Alguna enfermedad crónica?

—Delirios de grandeza y complejo de héroe —respondió Harry, con una gran sonrisa. Se había equivocado, fastidiar a Malfoy sí que le alegraba un poco el día.

—Sí, eso ya lo sabía ¿Alguna otra cosa?

—No que yo sepa.

— ¿Fumas?

—No.

— ¿Bebes alcohol?

—Muy poco, sólo en reuniones con amigos y uno que otro vaso de whisky de fuego cuando estoy alterado —respondió Harry, obligándose a apartar de su mente el episodio borroso de un par de noches atrás.

— ¿Te has bebido los viales que te envié?

—Sip, uno cada día. Por cierto ¿qué son?

—Son vitaminas. Para asegurarme de que mis descubrimientos no se deben a simple malnutrición ¿Ejercicio físico?

—Dos horas de entrenamiento, tres veces a la semana. Y también troto en las tardes, a veces. Últimamente no he hecho nada de eso porque estuve enfermo —Malfoy le miró de arriba abajo luego de ese comentario, pero no agregó nada. Siguió interrogándole.

— ¿Terrores nocturnos?

—No desde la guerra.

— ¿Tics, manías, obsesiones?

—Ehm… Me gusta saltarme las reglas —declaró, un poco divertido.

—Interesante… ¿Inclinación sexual?

Y con esa pregunta, la sonrisa de Harry escapó de su rostro. Estaba perfectamente claro con su inclinación sexual. Lo que se le antojaba extraño era que Draco Malfoy se lo estuviera preguntando tan abiertamente. No supo cómo contestar.

—Vamos, Potter. He hecho un juramento. Además, no es que seas el más discreto a la hora de esconder tus cosas de la prensa sensacionalista. Es mera formalidad, la verdad ¿Homosexual? ¿Bisexual?

—Homosexual —respondió con cautela—. Aunque en mi juventud me enamoré de una chica…

— ¿La chica Weasley? —Preguntó Malfoy, levantando la vista ligeramente— Una gran parte de los homosexuales pasamos por un periodo de experimentación antes de descubrir nuestras verdaderas inclinaciones, Potter. Aparte de eso, nuestro conocimiento del espectro de la sexualidad es bastante más amplio ahora de cómo lo era hace veinte años. No obstante, como tu psicomago puedo asegurarte que lo que sentiste por ella seguramente fue amor, aunque luego surgiera alguna clase de “incompatibilidad”. Por si te lo preguntaste alguna vez…

Espera un momento ¿dijo “pasamos”?, pensó Harry sin poderse contener. Sin embargo, Malfoy continuó hablando, por lo que su tren de pensamiento tuvo que parar.

—Muy bien, ya basta de formalidades, pasemos a lo interesante —declaró, apartando la carpeta y dirigiendo su mirada hacia Harry—. Verás, cuatro ojos, como ya te expliqué, necesitaré de tu ayuda para mi tesis. Pareces ser una persona muy sana, y aún así fuiste víctima de una baja en tus defensas biológicas debida a factores desconocidos, así que mi objetivo será analizar tu psique más a fondo.

—Está bien —aceptó Harry— ¿Y yo qué tengo que hacer?

—Uhmm, no mucho… Tan solo venir aquí, dos veces por semana, y contarme tus penas —y dicho eso, el psicomago no pudo evitar sonreír.

—Oh —profirió Harry, un tanto aturdido.

—Quiero descubrir qué situación causó tu estado de salud deteriorado. Imagino que tú debes tener una idea, pero necesito que lo compartas conmigo ¿Estás de acuerdo en comenzar ahora?

Harry asintió, tras lo cual Malfoy sacó de un cajón un pequeño grabador muggle.

—Un artefacto muy útil, pero muy susceptible a la magia ¡Tuve que lanzarle alrededor de diez encantamientos para protegerlo del entorno! —Comentó casual, mientras lo colocaba a un lado, encendido—. Está bien, Potter. Dime, en los últimos meses ¿Ha pasado algo en vida que pudiera haber alterado tu tranquilidad?

—Define “últimos” —pidió Harry, entornando los ojos.

—Pues, no lo sé... Si hay cosas que te han estado alterando desde hace dos días, me las dices. Si hacen dos meses, me las dices. Si hacen dos décadas, me las dices. Lo que quieras —explicó Malfoy, cruzando las manos por encima de su escritorio y sonriendo ligeramente—. Es eso, o puedo empezar yo, pero es preferible que tú comiences y luego yo te sigo.

Harry supo de inmediato lo que debía contar. Aquello que le corroía por dentro, la posible causa de su reciente enfermedad y la causa segura de su estado de ánimo decaído: La “situación” con Seamus.

Respiró profundo y miró directamente a los ojos de Malfoy. Decidió comenzar.

—He estado alterado desde que terminé definitivamente con Seamus Finnigan. Mi… ex pareja.

—Continúa —dijo Malfoy, impasible.

—Él… Nosotros terminamos definitivamente hace unos cuatro meses.

— ¿Definitivamente? ¿Acaso habían terminado antes?

—Ehm… Sí. Terminábamos y volvíamos prácticamente cada par de meses.

—Ya veo… ¿Cuánto tiempo llevaban juntos?

—Más de cinco años. Desde Hogwarts.

— ¿Y vivían juntos?

—Sí. Aproximadamente tres años viviendo juntos.

— ¿Su casa, la tuya, o una de ambos?

—Mi casa.

— ¿Vives allí todavía?

—Sí.

— ¿Quién terminaba la relación?

—Generalmente era él. Y luego se mudaba. Eventualmente volvíamos y regresaba.

— ¿Ah, sí? ¿Y a donde iba?

—A la casa de su madre, en Fullham.

— ¿Tienes idea de por qué ésta vez fue diferente a las anteriores?

Harry se quedó en silencio. Sabía perfectamente la respuesta, pero el escozor en sus ojos le advertía que no continuara, a menos que pretendiera hacerla de Myrtle la llorona en medio del consultorio de Malfoy.

—Potter… Harry ¿Lo sabes?

—Yo… descubrí que estaba teniendo una nueva aventura —Harry retorció sus manos sobre el escritorio, incapaz de contener las pequeñas lágrimas que empañaban su visión. Cuando una gota solitaria surcó su mejilla, el auror la limpió toscamente con el dorso de su mano.

— ¿Te engañaba?

—A veces... Aunque la última vez fue tan obvio que lo descubrí, lo confronté, y se ofendió porque invadí su privacidad. Decidí no buscarle más, para conservar un poco de mi dignidad —explicó Harry con la mirada perdida y lágrimas rebeldes asomando en las comisuras de sus ojos.

— ¿Aún le quieres?

Harry volvió la mirada hacia el psicomago, toda la situación completamente surreal.

—Por supuesto —aseguró.

— ¿Has vuelto a verle?

El auror calló de nuevo. Pensar en los recientes acontecimientos hacía que su corazón doliera demasiado, como si un puño de hierro lo apretara sin piedad. Decidido a contar toda la historia, respiró profundo y comenzó a explicar.

—Ese es el problema —dijo con voz monótona, obligándose a mirar por la ventana—. Primero le ignoraba, y hacía como que no existía. Eso estaba funcionando. Pero hace algunas semanas, justo antes de mi anemia, me enteré de que Seamus ya estaba con alguien más... Eso me perturbó, no podía dejar de pensar en ello, y cuando me sentí mejor tuve la genial idea de salir de dudas. Le escribí al móvil y él me confirmó que había estado con otra persona. Después me aseguró que no quería perder mi amistad y yo le creí, y hace un par de días me envió boletos para la apertura del nuevo museo del Quidditch. Fuimos juntos, yo bebí de más y…

—Te acostaste con él —no era una pregunta.

—No sabía lo que hacía —continuó Harry, encogiéndose de hombros, aún con la mirada perdida—. Y pensé… pensé que él estaba solo, que no estábamos haciendo ningún mal…

— ¿Está con alguien?

—Sí.

— ¿Cómo lo supiste?

—El cretino fue ayer a mi casa y me lo dijo ¡Se casará con una mujer, por Morgana y Merlín! Después trató de hacerme creer que sólo se casará porque ella está esperando un bebé… Y luego me propuso ser su amante.

— ¿Y tú qué hiciste?

—Lo estampé contra la pared y le grité que se fuera ¿Qué más podía hacer? —Preguntó Harry de manera retórica, comenzando a perder poco a poco la compostura que tanto le había costado fingir—. Yo… Si yo hubiera sabido toda la historia no habría salido con él en primer lugar —un par de lágrimas gruesas cayeron directamente sobre el escritorio de roble. Ya no había caso en contenerlas—. A veces me pregunto si nunca me quiso. Y ahora, encima de todo, tendrá un bebé. Una esposa... Tal vez, si yo no hubiera sido tan ingenuo-

—Escucha, Harry —le interrumpió Malfoy, posando las manos sobre las suyas, haciendo que Harry volteara a verle directamente a los ojos—. Nada de lo que tú hayas hecho justifica lo que ese… hombre te hizo ¿está bien? Sus decisiones fueron suyas, siguen siéndolo, y no hay nada en el mundo que justifique el daño que te hizo. Comenzaremos por tratarte con terapias tradicionales para el manejo de las emociones, pues veo que tienes mucha rabia, y con mucha razón. Sé que rayaré en lo no-profesional por decirte esto, pero si fueras mi amigo, y no mi paciente, yo mismo buscaría al degenerado de Finnigan y lo molería a palos —afirmó el psicomago, con una sonrisa tranquilizadora.

Harry asintió. El toque de Malfoy se sentía cálido, y su mirada era compasiva y bondadosa, nada que ver con el frío y esquivo chico de diecinueve años que Harry recordaba de su último viaje en el expreso de Hogwarts.

 Eventualmente, Malfoy soltó sus manos y buscó dentro de uno de los cajones un pergamino con las iniciales “D.M.” grabadas en una hermosa caligrafía verde esmeralda.

—Te recetaré pociones para dormir, tomarás una cada noche antes de acostarte. No dejes los viales, contienen un concentrado de vitamina B que hará bien a tu estado anímico decaído. También te recetaré una poción para dormir sin sueños, que utilizarás hoy a ver cómo te va con ella. Si te va bien, mañana necesitarás otra, pero son de venta restringida así que envíame una lechuza para pedirme la receta. Necesito que descanses, Harry Potter, porque estoy seguro de que no lo estás haciendo ni aunque quisieras, así que por ahora sólo pociones para dormir. A partir de este momento eres mío, y no descansaré hasta verte recuperado.

—Gracias, Malfoy —dijo Harry luego de un momento, ya un poco más calmado. Malfoy volteó a verle, y asintió una vez.

El sanador conjuró un vaso con agua y se lo tendió para que bebiera. Después sacó de uno de los bolsillos de su bata una pequeña identificación hecha de plástico muggle, sin nada escrito en ella, la tocó con su varita, y al instante las palabras “Pase de Visitante Permanente. Harry J. Potter. Autorización Nivel 4” aparecieron grabadas en letras negras. Acto seguido, tomó un pedazo suelto de pergamino y comenzó a escribir

—Éste es mi número de móvil personal. Cualquier duda, o recaída, o incluso si necesitas insultar a alguien, llámame. Para eso soy tu psicomago —explicó, tendiéndoselo a Harry junto con todo lo que debía llevarse—. Nos veremos dentro de dos días para comenzar con la terapia tradicional, ¿está bien? Saldrás de esta, cuatro ojos. Tienes mi palabra.

Harry asintió, tomando los pergaminos y el pase de plástico entre las manos. Se levantó de su asiento y Malfoy hizo lo mismo. El sanador le guió hasta la puerta, le sonrió una vez más y lo despidió del consultorio.

 

Notas finales:

Meta Notas:

*Padrinos de boda: Cuando se trata de bodas en el mundo mágico, yo siempre me invento algo nuevo. En esta versión, hay dos padrinos y dos madrinas, y cada novio elije uno de cada uno. Sin ninguna razón en particular, simplemente que me gusta la idea de la equitatividad entre los novios XD

 

Notas finales: Y por fin ¡Draco a la vista! Ya sé que la mayoría del capítulo es básicamente un re-telling de lo ocurrido antes, pero créanme cuando les digo, psicomago Malfoy necesitaba escuchar la versión de Harry, y Harry necesitaba desahogarse con alguien. Además, por algo tenían que empezar, ¿no?

Si son lo bastante agudos (y sé que lo son, porque mis lectores son los más inteligentes lectores del mundo del fanfiction *wink*) notarán las verdaderas razones detrás de esta primera sesión. Y si no notan naranjas, no pasa nada ¡Que aún quedan 7 capítulos por recorrer!

Aprovecho para agradecer a todas esas lindas personitas que se han tomado el tiempo de leer y comentar el fic. Sé que a veces soy medio (cof muy cof) drama queen con eso de los reviews escasos, pero todo el apoyo que he tenido por parte de ustedes me anima a seguir en esto. Y hablando de eso ¡Nuestro fic tiene portada! Mi linda t'hy'la Lena la diseñó para mí, y la pueden ver en Ao3 (links en mi perfil).

Y ya, le voy poniendo fecha de entrega a esta conversación unilateral. Un beso grande, y nos leemos la otra semana c:

Maye.


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