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¿Amante? por Maye0908

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¿Amante?

por Maye Malfter

 

 

All alone in the mirror,

all alone on the shelf,

I'm trying to hold on

to a little piece of myself.

Doesn't anybody realize

even I don't buy my own disguise?

Who am I fooling - Alexz Johnson

 

6

DE BODAS Y MOMENTOS INCÓMODOS

 

Harry daba vueltas alrededor de la casa, buscando los gemelos de plata que Ginny le había regalado para usarlos en la ceremonia. Tenían forma de serpiente, en honor a la casa de Hogwarts de Theo, y según sabía, Theo le había dado a Zabini unos gemelos de oro con forma de León.

Recordaba haberlos dejado sobre la mesa de su habitación, pero ahora no los encontraba. Consultó su reloj de bolsillo ¡Merlín, llegaba tarde! ¿Por qué se había quedado despierto hasta la madrugada? La respuesta, sin embargo, era más simple de lo que parecía: Se había desvelado porque era un tonto.

Se había pasado horas recostado en su cama, pensando en cómo tendría que fingir estar bien durante toda la ceremonia y posterior recepción, con su ex sentado en una mesa como si nada, tan tranquilo como quién no ha hecho nada malo. Se le hacía bastante surreal todo el asunto, tener que aparentar neutralidad luego de todo lo que Seamus le había hecho, y de paso tener que hacerlo bajo la atenta mirada de todos sus amigos y conocidos.

¿Cómo rayos había terminado en una situación tan bizarra? Se preguntaba una y otra vez, dando vueltas sobre la cama, agradeciendo internamente a su elfo doméstico por reemplazar las sábanas de seda sobre las que el auror durmiera con Seamus aquella noche, y por tener el detalle de no colocarlas otra vez.

Cuando se quiso dar cuenta ya pasaban de las tres de la madrugada, y la boda de Ginny comenzaba a las ocho de la mañana. Tenía que dormir, debía dormir, así que cerró los ojos con todas sus fuerzas para obligarse a conciliar el sueño.

La mala noticia era que, luego de haberse dormido, se le hizo virtualmente imposible despertarse temprano.

— ¡Biny! —Llamó, mientras se agachaba para tantear el piso debajo de la cama por enésima vez. Un sonido de aparición se escuchó detrás de él, seguido de pequeños pasos de elfo.

—Sí, amo Harry.

— ¿Has visto los gemelos de plata que estaban en mi mesa de noche? —Preguntó, girándose.

—Sí, amo Harry.

— ¿Y bien? —Cuestionó un poco exasperado, sabía que el elfo no estaba acostumbrado a responder más allá de lo que le preguntaban, así que no podía culparle por no ofrecerle más información. Debía hacerle preguntas concretas y no quería pagar su frustración con la pequeña criatura— ¿Sabes dónde están?

—Sí, amo Harry.

Harry respiró profundamente, buscando en su cabeza las palabras adecuadas para obtener la información sin maltratar a su elfo doméstico.

—Biny, serías tan amable de decirme dónde están los gemelos de plata.

—Oh, por supuesto, amo Harry. Biny los ha tenido todo el tiempo. Biny los vio sobre la mesa y pensó que ese no era un lugar seguro para ellos, así que Biny los ha cargado desde entonces.

— ¿Me los das, por favor?

—Aquí están —dijo el elfo, extendiendo una mano pequeña y huesuda, y haciendo aparecer un paquetito negro.

Harry tomó el paquete y lo abrió de forma descuidada, colocó los gemelos en los puños del traje y salió apresuradamente de la habitación, gritando un “Gracias, Biny” sobre su cabeza, mientras se dirigía hacia la calle.

 

***

 

— ¡Al fin llegas! —Exclamó Ron, al verlo aparecer en su habitación— Estaba a punto de ir a buscarte. La ceremonia casi comienza y Ginny está hecha una fiera. Hermione está con ella para tratar de calmarla. A veces pienso que esa chica tiene algo de veela…

—Lo siento —dijo Harry, apenado. Conocía el temperamento de Ginny y sentía pena por Hermione, quién aparentemente había tenido que asumir el papel de mediadora—. Los gemelos de plata estaban extraviados. Preferí buscarlos que llegar sin ellos. Si tu hermana no me los veía puestos de seguro me lanza una imperdonable.

Ron hizo una mueca de dolor ante el solo pensamiento, y asintió con la cabeza, señalando la puerta. Cruzaron el umbral y bajaron las escaleras, mientras seguían con su conversación. Harry estuvo casi seguro de haber escuchado una pequeña explosión cuando pasaron frente a la antigua habitación de la novia.

—Te entiendo, compadre. Y gracias a Merlín que los encontraste. Han ocurrido ciertos percances a lo largo de la mañana y temo que mi pequeña hermana pueda terminar transfigurándose en una mantícora si es que algo más se desvía de su “perfecta boda soñada”.

— ¿Percances? ¿Cuáles percances?

La casa estaba vacía, señal de que todos estaban ya reunidos en los terrenos esperando la ceremonia. Los chicos caminaban muy rápido dirigiéndose al jardín, que estaba hermosamente decorado.

El césped estaba salpicado por una imperceptible capa de rocío, y algunas margaritas en flor se dejaban ver en lugares estratégicos. Un pequeño seto enmarcaba el sitio de la ceremonia, comenzando en las inmediaciones de La Madriguera y finalizando más allá del arco de boda.

Había bancos blancos a cada lado del pasillo por el cual caminaría la novia, y ahora se encontraban ocupados por los invitados. Para culminar la decoración, pétalos de flores silvestres habían sido esparcidos a lo largo de todo el pasillo, desde el inicio de los bancos hasta el arco mismo, que estaba decorado a juego.

Harry y Ron seguían caminando apresuradamente, cubriendo a grandes zancadas la distancia entre la casa y el lugar de la ceremonia.

—El espíritu del ático decidió salir en la noche y casi arruina el vestido de Ginny. Madame Tudipié confundió el pedido y envió el pastel de bodas de los chicos a una pareja en Cambridge. Tuvimos que desgnomizar el jardín de emergencia, al parecer a los gnomos de jardín les gustan demasiado las margaritas que Ginny mandó a colocar en el césped. Celestina Warbeck canceló a último minuto, y tuvimos que utilizar todas las influencias de los Nott para hacerla volver. Y, por si fuera poco, está lo del padrino…

— ¿Lo del padrino? —Repitió Harry. Comenzaba a comprender el mal humor de la novia.

—Zabini no pudo venir —soltó Ron, cuando estaban a unos cuantos metros del sitio—. El muy imbécil pescó fiebre de dragón mientras paseaba por Rumanía, y los síntomas aparecieron apenas ayer. Ginny casi se muere cuando se enteró esta mañana, y Theo tuvo que improvisar un nuevo padrino. Menos mal que consiguió a alguien con la misma talla de traje que el otro.

— ¿Ah, sí? ¿Y a quién-? —Harry levantó la vista, y todo lo que iba a decir se le olvidó por completo.

De pie frente al altar, a la derecha del novio, estaba el Draco Malfoy.

Estaba vestido impecablemente, con un traje negro de chaleco y corbata, camisa blanca inmaculada y un pañuelo de seda en el bolsillo de la chaqueta. Harry había protestado la insistencia de Ginny en que los trajes del novio y los padrinos fuesen muggles, pero con lo bien parecido que se veía Malfoy, esa protesta quedó olvidada.

El color acero de sus ojos resaltaba con el color del traje, y su cabello caía grácilmente a los lados de su rostro, en una suave cascada. En los puños de su chaqueta se notaban un par de pequeños botones dorados en forma de león, dando a entender que era él el sustituto de Zabini.

Los ojos de ambos se encontraron un instante, mientras Harry seguía caminando hacia su lugar. El mago le dedicó una espléndida sonrisa que lo hizo ver incluso más atractivo, y Harry no supo cómo reaccionar más que devolviendo el gesto. Un momento más y estaban frente a frente, separados sólo por Theodore y Ron, que ni remotamente sabían todo lo que estaba aconteciendo ante sus narices.

—Eh, Theo, al fin llegó el padrino de la novia —anunció Ron hacía su cuñado, con una sonrisa burlona—. A ver si así evitamos que tu prometida metamorfosee en una furia.

Theodore asintió vacilante, mientras Malfoy le ponía una mano en el hombro y miraba hacia Ron con gesto severo.

—Vamos, Weasley, no asustes más al pobre hombre. Seguramente Ginevra no es tan mala en situaciones normales.

—No, no lo es —admitió Ron—, pero dicen que las situaciones de estrés son las que sacan a relucir el verdadero yo de las personas, y es bueno que Theo sepa de una vez a quién eligió para ser su esposa… Y hablando de esposas, iré a rescatar a la mía. Ya es hora de comenzar —y acto seguido, Ron salió corriendo en dirección a la casa.

Harry estaba de pié junto a Malfoy, petrificado y sin saber qué hacer. El reflejo de respirar automáticamente parecía haberlo abandonado, haciendo que sus pulmones se llenaran y vaciaran de una manera un tanto irregular. No esperaba conseguírselo en la boda, pues hasta donde él sabía el psicomago tenía planificado un viaje académico y no podría asistir, así que verlo allí le tomó por sorpresa.

Por otro lado, Malfoy lo había mirado y le había sonreído, nada que ver con las distintas reacciones que Harry había imaginado aquel día, camino a casa luego del beso infame. Sin embargo, eso también podía significar que el mago era muy buen actor y que ese no era ni el lugar ni el momento de hacer malas caras a razón de besos robados en consultas privadas, pero Harry prefería pensar que quizás era porque el asunto que tanto lo atormentaba no era tan enorme como a él le parecía.

Al fin llegó el momento esperado, la marcha nupcial dio inicio y los invitados se pusieron de pie. Del lado del novio, Harry pudo vislumbrar una inconfundible silueta enfundada en una túnica verde botella, del brazo de una rubia a la que Harry reconoció de sus tiempos en Hogwarts.

Seamus miraba hacia él, mientras su ahora esposa miraba hacia el pasillo, donde Ginny había aparecido junto con su cortejo. Harry cruzó miradas con él y le dedicó una breve sonrisa, para luego girar el rostro y contemplar la entrada de la novia. Sorprendentemente, ver a su ex junto a su nueva esposa no había sido tan traumático después de todo.

Victoire entró al pasillo, caminando grácilmente de la forma en que sólo una semi veela podría hacerlo. Llevaba una cesta de margaritas y las esparcía por el piso mientras caminaba hacia ellos. Detrás de ella, el pequeño Teddy portaba la almohadilla con las alianzas de oro y plata, las cuales entregó a Draco justo al llegar al arco nupcial, para luego ir a sentarse con su abuela. Hermione y una bruja a la que Harry no conocía siguieron al niño, ataviadas en vestidos color verde primavera, y se ubicaron a la izquierda. Y detrás de ellas, estaba Ginny.

La pelirroja estaba preciosa, el vestido ceñido al cuerpo y el cabello ondulado y entretejido con flores la hacían ver aún más bella. Estaba radiante, y sonreía abiertamente hacia ellos mientras caminaba al compás de la marcha, llevada del brazo por su padre. Harry volteó a ver a Theo, cuyo rostro sólo denotaba admiración y dicha, y el auror se sintió completamente feliz porque su amiga había encontrado a alguien que la amara tanto como ella lo merecía.

La ceremonia transcurrió tal cómo había sido planeada, y Harry casi habría olvidado al segundo padrino de no haber sido él quién les entregara las alianzas a los chicos. Al momento del beso, una bandada de palomas blancas salió desde detrás del arco, dándole al acto un aire romántico e incomparable.

 

***

 

La ceremonia concluyó, dando paso a la recepción.

Una enorme carpa encantada había aparecido sobre ellos luego de la boda, mientras que los bancos habían sido mágicamente reemplazados por sillas y mesas decoradas para la ocasión. El arco nupcial había sido movido hacia un lado, para servir de decoración y de fondo para fotos mágicas de los novios e invitados.

Una plataforma se alzaba al fondo, sirviendo de escenario para que Celestina Warbeck diera su presentación. La cantante comenzó con la balada “Corazón lleno de magia”, siendo éste el primer baile de los novios como marido y mujer, y el cual arrancó unas cuantas lágrimas por parte de los presentes. Harry pudo ver como la nueva esposa de Seamus se secaba la comisura de los ojos con un pañuelo, al igual que Hermione, Luna, Angelina, Fleur y la señora Weasley.

Luego del baile inicial, las canciones se tornaron más movidas, así como la celebración. Los novios posaron junto al arco mientras un corrillo de personas les rodeaba, todos queriendo una foto con la feliz pareja. Harry no era muy adepto a las fotografías, pero por ser esa la boda de sus amigos decidió hacer una excepción y unirse a la fila que ya se había formado.

Los novios hacían muecas junto a los niños y posaban felices con familiares y amigos, y a medida que Harry se iba acercando su sonrisa se hacía cada vez más amplia. Estaba tan embobado admirando la escena que dio un respingo cuando alguien tocó su hombro.

— ¡Hey, Potter! ¿Puedo formarme contigo? La fila es realmente larga, y ya que ambos somos padrinos…

El mago se había deshecho de su chaqueta, quedándose en camisa y chaleco, lo que le daba un aspecto más casual y despreocupado. Harry estaba un poco desconcertado con su actitud, pero decidió dejar sus dudas y cavilaciones para otro momento.

—Ehm… sí. Por supuesto.

Permanecieron de pie uno al lado del otro mientras la fila avanzaba, y un silencio algo pesado se instaló entre ellos. Harry tamborileaba los dedos contra su pierna, y Malfoy se balanceaba ligeramente hacia atrás y hacia adelante con la punta y el talón de los pies. Ambos estaban claramente incómodos con la situación, y cualquiera que los viera diría que era por el simple hecho de ser quienes eran.

Unos minutos más tarde, cuando casi habían llegado al principio de la fila, Harry escuchó claramente como Malfoy se aclaraba la garganta, evidentemente dispuesto a decir algo. El auror deseó con todas sus fuerzas que sólo se dispusiera a preguntarle la hora.

—Eh, Potter… Hace rato que quiero decirte algo, pero no estaba seguro de cómo hacerlo-

Harry no quería escucharle, no quería hablar de ese beso, no quería recordar ese día. Como fue tan tonto como para bajar la guardia mientras le contaba a Malfoy sus penas, como cedió ante sus impulsos y arruinó unas perfectamente buenas sesiones de terapia.

Volvió su rostro hacia el otro mago, y habló en tono cortante.

—No creo que este sea el mejor momento para hablar de eso, Malfoy. Ya casi es nuestro turno, y los chicos no tienen por qué enterarse de nada.

Malfoy le miró sorprendido, y sólo se limitó a sonreír. Ahora era el auror quién se sentía perdido.

—Harry, creo que estás confundido. No era eso de lo que quería-

— ¡He dicho siguiente! —Se escuchó decir al fotógrafo, y varios pares de manos los empujaron hacía el arco de bodas, donde Ginny y Theo sonreían para todos. Ambos padrinos caminaron hacia los novios, saludándolos con un abrazo.

— ¡Oh, Harry! Muchas gracias por todo —dijo Ginny, mientras le abrazaba fuertemente—. Espero que la estés pasando bien a pesar de los inconvenientes.

—No te preocupes por mí, Gin. Estás feliz y eso es lo que importa. Ahora tomémonos algunas fotos.

Malfoy sonreía hablando con Theo mientras los cuatro se acomodaban para dar inicio a la sesión fotográfica, y Harry no pudo evitar notar que el segundo padrino lo miraba de reojo cada vez que podía.

Después de lo que a Harry le pareció una eternidad, el fotógrafo decidió que ya eran suficientes fotos con los padrinos, y el muchacho agradeció a Godric, Merlín y a todas las deidades por permitirle apartarse al fin del flash de la antigua cámara, que lo tenía realmente mareado. Comenzó a caminar hacia afuera del círculo cuando la mano de Ginny lo retuvo.

—Harry, cariño, quisiera un par de fotos de ustedes dos juntos, como los dos padrinos de mi boda. Luego tomaré también una de las chicas, para el álbum familiar. No te importa ¿verdad?

Harry se obligó a sonreírle a su amiga y asintió, regresando al lado de Malfoy en medio del arco nupcial. Evitó mirarle directamente mientras se dirigía a su sitio, y se colocó a su derecha. Theo y Ginny se apartaron, dejándoles solos.

—Es extraño esto de posar frente a un arco nupcial con tu peor enemigo, ¿no? —comentó Malfoy hacía Harry, en un susurro casi imperceptible.

Harry sonrió en respuesta, y fingió acomodarse el pañuelo de la chaqueta para responder de forma apenas audible— No tanto como posar junto a tu psicomago de cabecera.

—Está bien, ahora vean a la cámara.

—Recuerda que hoy no soy tu psicomago, Potter —contradijo el otro, apenas la foto fue tomada—. Hoy sólo soy el padrino de bodas de Theodore, y tu antiguo compañero de clases.

—Claro, un compañero —repitió Harry, al tiempo que el fotógrafo se acercaba a ellos para dar más indicaciones.

—Ahora quiero que posen uno frente al otro —ambos abrieron mucho los ojos, pero si el fotógrafo lo notó, no les hizo caso—. Tienen buena química, y se verá bien en las fotos —explicó, obligándoles a colocarse como les indicaba.

Malfoy era apenas un poco más alto que Harry, pero lo suficiente como para hacer que el auror tuviera que alzar la mirada. El rubio le sonrió, desafiante, y Harry quiso borrarle la petulancia a manotazos. Igual que en Hogwarts, pensó para sus adentros.

—Quiero que se vean el uno al otro como si quisieran pelearse. Fueron elegidos por solo uno de los novios, y cada uno quiere ser el mejor padrino de la boda ¿lo captan? Esta será una toma excelente —aseguró, regresando a la cámara.

Harry se obligó a mirar a Malfoy directamente a los ojos, intentando demostrar una pose retadora. Escuchó a Ginny aprobar la toma y al fotógrafo reacomodar por enésima vez la desvencijada cámara mágica. Cuando al fin parecía que la foto sería tomada, Malfoy compuso una media sonrisa.

—Por cierto, Potter, feliz cumpleaños. Era eso lo que quería decirte.

Harry se sintió tan apenado ante su evidente error que por poco arruina la toma, y rogó a Merlín que nadie se hubiera dado cuenta del repentino tono de rojo que seguramente habían adoptado sus orejas. Abandonó el lugar lo más rápido que pudo, sonriéndole a la novia y dejando a Malfoy solo en medio del arco.

Caminó con paso firme hasta la mesa de ponche, donde George y Ron hacían apuestas acerca de cuánto tiempo pasaría hasta que su pequeña hermana volviera a convertirse en la encarnación del mal, y Harry tuvo que contener una carcajada cuando sus respectivas esposas llegaron para reprenderles.

Después de un buen rato, cuando los chicos se dirigieron a su mesa, Harry se percató de que él no sabía cuál era la suya. Sacó la invitación del bolsillo interno de la chaqueta y leyó “Mesa 5”. Un pequeño número brillante flotaba por encima de las mesas para marcarlas, y al reparar en los demás ocupantes de la que le correspondía, Harry decidió que en definitiva ese no era su día: sentado a la mesa, con una copa de vino en una mano y observándole con una sonrisa divertida, estaba Malfoy.

El auror resolvió darse una vuelta por el lugar y ver en que podía ser de utilidad; caminar, moverse, y tal vez llevar su chaqueta al armario de abrigos de la Madriguera antes de irse a sentar. O quizás al armario de abrigos de su casa en Grimmauld Place.

 

***

 

Pasaron unas cuantas horas, durante las cuales Harry no se había sentado en lo absoluto.

Se paseó por todas las mesas lejanas a la suya, saludando antiguos compañeros de Hogwarts y conocidos del Ministerio. Ayudó a la señora Weasley en la cocina, jugó con Teddy y Victoire hasta que los niños se cansaron, conversó con Hagrid, el profesor Slughorn y la profesora Mcgonagall, y bebió varias copas de vino, champagne y hasta un vaso de whisky de fuego ofrecidos por cuanto elfo doméstico pasaba frente a él. Y aun así, Malfoy seguía sentado en su mesa, inmutable, y esperándole, seguramente dispuesto a tener esa conversación que Harry tanto quería evitar.

Para ser un psicomago, el hombre sí que sabía cómo volver locas a las personas.

—Harry, cariño, ¿podrías ayudarme a traer algunas bandejas con bocadillos de la cocina? La mesa de quesos está casi vacía —le preguntó la señora Weasley. Harry asintió rápidamente y se dirigió al exterior de la carpa.

La noche era cálida, una típica noche de verano, y Harry decidió caminar lentamente hacia la casa, ya que no había prisa por llegar a ningún lado. Viró por un costado de la estructura, pensando en rodearla para llegar más rápido a la cocina, cuando una silueta borrosa se plantó frente a él.

Por instinto tomó su varita, mientras la figura sospechosamente conocida se acercaba más hacia la parte iluminada.

—Harry, he estado buscándote.

Harry dio un bufido y guardó su varita, casi sorprendido por la poca vergüenza de su ex. Sentía la cabeza un poco cargada por todo el licor que había ingerido, pero tenía una idea de lo que el mago frente a él podría querer decirle, y eso no hacía más que enfurecerle e instarle a quedarse para poder mandarlo a freír mandrágoras con propiedad.

— ¿Qué quieres ahora, Seamus? ¿No deberías estar con tu esposa? —Increpó, inyectando veneno en cada palabra.

—Daphne se fue, estaba cansada.

—Y entonces creíste que era la oportunidad perfecta para buscarme a mí ¿No es así?

—Harry-

— ¿Qué quieres decirme ahora? ¿Vienes a proponerme otra vez que sea tu folle clandestino?

Seamus tomó a Harry del brazo y lo llevó a un apartado rincón fuera de la vista. Harry se dejó llevar sólo para averiguar qué demonios se traía el otro. Por eso y porque aún no le apetecía regresar a la fiesta.

—Harry, escucha. Yo… lo he pensado mucho, ¿sí? Y sé que la última vez no me comporté de la mejor manera contigo, pero en verdad estoy muy arrepentido de lo que pasó y-

—El arrepentimiento no devuelve el tiempo, Finnigan.

—Lo sé. Y lo siento. No sabes lo que han sido para mí estas semanas. No dejo de pensar en ti, en lo que pasó, en lo que te hice.

Harry resopló, negando con la cabeza. Era increíble lo egoísta que podía llegar a ser Seamus.

— ¿Lo que ha sido para ti? Perdóname si no me pongo a llorar por tu desgracia, pero la hipocresía no se me da bien últimamente ¿Por qué mejor no comienzas a pensar en tu esposa y en tu hijo en vez de estar pensando en mí?

—Es que yo… Yo no logro olvidarte, Harry. Te amo, y haría lo que fuera por recuperarte.

Harry soltó una risotada amarga que resonó en la noche. No creía que fuera posible, pero cada vez que se encontraban Seamus le demostraba lo perfectamente capaz que era de caer más bajo.

— ¿Y eso es mi problema porque…?

—Sé que no soy tu persona favorita. Pero al menos podrías intentar escucharme.

—Te escucho perfectamente. Y no, no eres mi persona favorita, eres un completo infeliz que aún estando casado y a punto de tener un hijo es capaz de venir aquí a insinuarme lo que me estás insinuando. No tienes ni idea del daño que me hiciste, no tienes idea de nada porque eres un completo egoísta ¿En verdad quieres que crea que aún me amas? No, Finnigan. Cuando se ama no se hiere. Cuando se ama no se traiciona.

— ¡Pero yo no soy feliz, Harry! No como lo era contigo. Daphne es sólo alguien que está en mi vida de paso.

— ¿Cómo puedes decir eso? —Chilló Harry, horrorizado— Es tu esposa de la que estás hablando, la mujer que te dará un hijo, ¡por amor a Merlín! ¿Estás aquí proponiéndome que sea tu amante porque no sabes ser feliz con tu esposa?

— ¡Te juro que ella no será mi esposa por mucho tiempo! Tan pronto nazca el niño tú y yo podremos estar juntos. Daphne no es importante.

— ¡Cállate! —Cortó Harry, cada vez más alterado— No te atrevas a decir eso ¡Es la madre de tu hijo!

—Sé que tal vez tienes dudas porque aún estoy casado, pero yo te prometo que puedo cambiar, que puedo ser mejor. Sólo… sólo te pido tiempo, ¿sí? Pero en verdad quiero que regreses conmigo. Y así podremos ser felices como antes.

Las palabras de Seamus dolían, y no sólo porque en Harry aún quedaran sentimientos hacia él, sino por el descaro de ese hombre al que alguna vez consideró su todo. A él no le importaba cuánto daño pudiera estar haciéndole a Harry, ni cuanto más daño pudiera hacerle si es que a Harry se le ocurría aceptar su descabellada proposición. Tan solo le importaban sus propios intereses, su supuesto amor por el auror, y sus deseos de escapar de su nueva vida.

Harry suspiró pesadamente, y le miró con lástima, viéndole por primera vez como realmente era: desesperado, egoísta, y patético.

—Ese es el problema, Seamus —dijo con calma—. Antes no éramos felices.

El muchacho se volvió, dispuesto a entrar a la casa, tomar los bocadillos y regresar a la fiesta. No quería seguir escuchándole, no podía creer que aquel que alguna vez fuera la persona más importante para él ahora pudiera decir y hacer cosas tan viles.

Tan pronto Harry comenzó a alejarse, Seamus lo tomó del brazo fuertemente, reteniéndole. Lo estampó contra la pared y le inmovilizó por los hombros, impidiéndole irse.

—No, no puedes irte. Estoy hablándote. Necesito que me escuches —decía, apretando a Harry cada vez más fuerte.

—Suéltame, Finnigan, tú y yo no tenemos nada más de que hablar —masculló Harry mientras intentaba zafarse. Definitivamente no había sido buena idea haber bebido tanto esa noche, sus reflejos no eran los de siempre.

—Tienes que entender que nadie va a amarte como yo lo hago, y necesito que me digas que regresarás conmigo y que me esperarás.

—Suéltame de una puta vez ¿Que no entiendes que no quiero regresar contigo?

—Dame otra oportunidad de demostrarte que te quiero, por favor.

Seamus acercó su rostro al de Harry lentamente, mientras el auror aún forcejeaba para soltarse. Harry advirtió las intenciones de su ex e intentó zafarse del agarre con más insistencia, pero Seamus sabía cómo inmovilizarle, y sus reflejos estaban evidentemente más despiertos.

En épocas pasadas, un beso a la fuerza hubiera bajado las defensas de Harry, haciéndole vulnerable y generalmente terminando las discusiones, pero este no era el caso, ni ésta era una simple discusión. Y definitivamente él ya no era el mismo Harry.

—Ya suéltame, estas mal de la cabeza —protestó, aun forcejeando— ¡Suéltame!

—Me parece que Harry te ha dicho que lo sueltes.

La voz resonó desde una de las esquinas de la casa e inmediatamente apareció el portador. Malfoy miraba de forma fiera hacia Seamus, quien soltó a Harry casi de inmediato. Harry se alejó de él en un pestañeo, ubicándose al lado de Malfoy.

—No sabía que ahora te dedicabas a espiar las conversaciones ajenas, Malfoy.

—Y yo no sabía que tú te dedicabas a acosar a tu ex novio cuando la pobre de Daphne no  está mirando.

—Lo que yo haga con Harry no es de tu incumbencia, imbécil —escupió Seamus, con resentimiento—. Puede que todos en la Facultad se hayan creído el cuento del ex mortífago becado y regenerado, pero yo no. Para mí sigues siendo un cobarde y un traidor.

Malfoy profirió una risotada, dándole a su rostro una apariencia amenazante.

—Pues este cobarde traidor se graduó de medimago, cosa que tú no pudiste hacer —señaló, algo divertido—. Y ahora estudias para auror sólo porque el salvador del mundo mágico te recomendó en la Academia ¿O estoy equivocado? Además, todo lo que pase con Harry es de mi total incumbencia, y que te quede claro, Finnigan.

— ¿A sí? —Seamus sonrió de manera altanera, mirando alternativamente a los dos magos frente a él— ¿Es que acaso estás buscando aprovecharte de su fama? Harry no tiene tan malos gustos.

—Harry-

—Harry está aquí, y se puede defender solo —le interrumpió el auror, bastante irritado con toda la situación—. Y corrígeme si me equivoco, pero lo que yo haga o deje de hacer con Draco no es tu problema.

— ¿Draco? —Preguntó Seamus, en tono burlón— ¿Ahora le dices Draco?

— ¿Y cómo pretendes que me diga? —Respondió Draco a su vez— Somos pareja, ¿qué esperabas?

Harry se quedó petrificado ante la declaración del medimago, pero trató de disimular su sorpresa al máximo. Pensándolo bien, esa era la oportunidad perfecta de librarse de Seamus de una vez, hacerle creer que ya le había superado, y por supuesto, evitarse más malos ratos por culpa de su insistencia en quererle de amante.

Draco pareció leerle el pensamiento, y se apresuró a rodear su cintura con un brazo, atrayéndole hacia su cuerpo. Harry se dejó hacer, consciente de que todo era una pantomima para darle credibilidad a las palabras del psicomago.

—Tú, y Harry… Harry, dime que no es cierto —balbuceó Seamus, al ver lo que pasaba frente a él.

—Es cierto —afirmó Draco—. Harry está conmigo ahora, así que mejor lárgate antes de que se me antoje practicar mis técnicas de “ex mortífago” contigo.

—No, no puedo creer esto. Harry, por favor, regresa conmigo. Recapacita. Malfoy no te conviene.

— ¿Y quién eres tú para saber lo que me conviene? —Rugió Harry, sin darle tiempo a Malfoy de responder por él otra vez— No quiero saber nada más de ti. Estoy con Draco ahora, así que ya es hora de que te ocupes de tu nueva familia y de que me dejes a mí en paz.

—Pero-

— ¿Qué no hablas inglés, Finnigan? —Interrumpió el medimago, con la voz cargada de desprecio— Harry ya no quiere estar contigo porque me tiene a mí ¿Lo captas? Vete con tu esposa y ya deja de fastidiarnos la vida.

Seamus les miraba con gesto de no creer lo que veía, con los prejuicios hacia Malfoy dibujados claramente en su rostro.

—Así que es verdad —murmuró.

—Sí, es verdad —confirmó Harry, entornando los ojos.

— ¿Acaso no te ha quedado claro? —Cuestionó Draco, alzando una ceja.

—Oh, está claro. Muy claro.

Seamus se acercó un poco a ellos y Draco apretó a Harry más hacia él. Sin embargo, el mago sólo se quedó de pie, mirándoles a ambos unos segundos antes de hablar directamente hacia Harry.

— ¿Sabes qué, Harry Potter? Me decepcionas. Prefiriendo a este… traidor por encima de mí. Él no te amará como lo hice yo. Como aún lo hago.

—Lo tuyo no es amor, Seamus. Nunca lo fue —siseó Harry, sin poder contenerse.

— ¿Y crees que lo suyo lo es? —Se burló Seamus, señalando hacia Draco con un gesto de su mano— Malfoy se aprovecha de ti, Harry, y lo estás dejando. Estás… revolcándote con un ex mortífago ¡Por amor a Merlín! Jamás pensé que pudieras caer tan bajo.

—Me imagino que Daphne tampoco lo pensaba de ti, y aún así aquí estabas, planeando abandonarla, así que… —replicó Draco, evidentemente tratando de evitar que Seamus pudiera inyectar más veneno— ¿No te ibas?

Seamus les dedicó una mirada cargada de resentimiento antes de caminar rumbo a la carpa y desaparecerse un par de pasos antes de llegar.

Draco soltó la cintura de Harry, quién seguía petrificado en su sitio, procesando todo lo que acababa de pasar. El beso de Malfoy ahora parecía un simple juego de niños en comparación con la sarta de cosas que habían salido de la boca de quién alguna vez creyó conocer, de quién alguna vez creyó que era el amor de su vida. La voz del mago lo regresó a la realidad, sacándolo de su ensimismamiento.

—La señora Weasley me envió a buscarte, así que técnicamente no te estaba espiando. Voy a llevarle los bocadillos que necesita y volveré por ti, ¿está bien? Sé que no es fácil, pero tienes a tu psicomago de cabecera rondando el lugar y eso es una ventaja. No te vayas.

Malfoy partió rumbo a las cocinas, dejando a Harry solo y en silencio, sumido en sus pensamientos pero sin pensar en nada concreto. Escuchaba el susurrar del viento a su alrededor y el lejano ruido proveniente de la recepción, pero por más que lo intentaba, no conseguía dar sentido a nada de lo que estaba pasando, ni de lo que estaba sintiendo.

Unos minutos más tarde, Draco regresó con los abrigos de ambos colgados de un brazo.

— ¿Quieres que te lleve a algún sitio? ¿Quieres salir de aquí?

Harry no respondió.

—Te llevaré a tu casa. Grimmauld Place ¿no? Sujétate de mi brazo e iremos a-

— ¡No! —Bramó Harry. Lo que menos quería era regresar a ese lugar que tantos recuerdos guardaba de su antigua relación. De su estupidez.

—Está bien, está bien. No iremos a Grimmauld Place… ¿A dónde quieres que te lleve?

Harry se lo pensó un momento, y se dio cuenta de que no había ningún lugar donde quisiera estar. Dijo lo primero que se le ocurrió.

— ¿Podemos ir a tu casa?

— ¿A mi casa? ¿Estás seguro? —El auror no respondió, así que Draco volvió a hablar— Está bien, a mi casa entonces. Toma mi brazo.

Harry obedeció, y ambos desaparecieron al instante.

 

Notas finales:

Meta notas:

*Furia: En la mitología griega, eran personificaciones femeninas de la venganza que perseguían a los culpables de ciertos crímenes. Deidades de figura femenina, con serpientes enroscadas en sus cabellos, portando látigos y antorchas, y con sangre manando de sus ojos en lugar de lágrimas. También se decía que tenían grandes alas de murciélago o de pájaro, o incluso el cuerpo de un perro. Moraban en el Tártaro, del que sólo volvían a la Tierra para castigar a los criminales vivos; durante su estancia en el inframundo, sometían a los eternamente condenados a torturas sin fin. (Sip, a TODO eso se refería Ron cuando hablaba de su hermanita hehehe).

Notas finales: ¡Sorpresa! Para conmemorar que hace exactamente dos años terminé de escribir el primer capítulo (el primer borrador, al menos) de esta historia, y cómo mi cerebro fue tan amable de recordármelo pues… ¡Nuevo capítulo antes de tiempo! ¡Yeiii!

Honestamente no sé por qué me molesto en imponerme itinerarios de publicación, si luego yo misma muero por romperlos, pero bueno, no creo que nadie se queje, ¿o sí?

Cómo pueden ver, ya vamos a mitad de historia, y como lo había prometido, la boda de Ginny fue de todo menos aburrida. Ya sé que muchos están aún en la fila para cruciar a Seamus (y no saben lo feliz que me hacen), pero bueno, a veces las cosas tienen que pasar para que la gente reaccione de una vez. Así es la vida.

En fin, que ya me voy despidiendo por hoy. Ahora sí, nos leemos el lunes.

Maye.


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