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¿Amante? por Maye0908

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¿Amante?

por Maye Malfter

 

 

Like a diamond from black dust

it's hard to know what can become if you give up.

So don't give up on me.

Please remind me who I really am.

Dark side - Kelly Clarkson

 

7

LO INESPERADO

 

Aparecieron en un callejón oscuro, bastante parecido a la solitaria callejuela cerca de Grimmauld Place desde donde Harry solía desaparecerse. O al menos Harry lo encontró parecido, aunque en realidad no estaba prestándole demasiada atención a lo que había a su alrededor ni a lo que sucedía fuera de cabeza. Ni a lo que Draco trataba de decirle.

Sólo una cosa existía para Harry en ese momento, y no estaba precisamente fuera de su cuerpo. Estaba dentro de él, muy dentro, como un hoyo negro del tamaño de una quaffle que se extendía desde el centro de su pecho hacia sus extremidades, succionando todo el aire y haciéndole sentirse ahogado. Las palabras de Seamus resonando en su cabeza, las acciones de Seamus estrujándole el corazón. Desprecio, tristeza, desolación… Seamus.

Sintió como era casi arrastrado por Draco, una cuadra, o quizás dos. Llegaron a una esquina de aspecto amenazante, y se detuvieron en lo que parecía ser gran almacén abandonado. Ya en la puerta principal, Draco tocó siete veces en un ritmo característico y de inmediato la puerta se desvaneció para darles paso. Ambos hombres la atravesaron deprisa, para encontrarse luego dentro de un amplio vestíbulo decorado en tonos ocres y verde bosque.

La luz del lugar provenía de lámparas flotantes ubicadas en sitios estratégicos del techo y las paredes, y había varios sillones pequeños y una recepción vacía. Sin duda se encontraban en un edificio mágico, pero Harry estaba demasiado abstraído como para preguntar.

Atravesaron el vestíbulo en silencio - Draco tirando de Harry por el brazo - y subieron por el elevador hasta el cuarto piso. Llegaron a un pasillo ancho y extenso, y Draco le guió hasta la tercera puerta a la izquierda al tiempo que sacaba sus llaves y la abría para dejarlos pasar.

El apartamento de Malfoy era parecido a su dueño en muchos aspectos, y si Harry hubiera tenido que describirlo en ese momento, la palabra “chic” habría sido la única en cruzar su mente. Era un poco más pequeño que La Gruta, y se notaba que el mago vivía solo, sin servidumbre ni compañeros de piso.

Lo primero que había a la izquierda era una escalera, que a juzgar por la falta de puertas en el lugar debía de conducir a la habitación. A la derecha había una pequeña cocina, separada del resto de la estancia por una desayunador de mármol negro. Al fondo se divisaba una sala de estar decorada en combinaciones inusualmente acogedoras de blanco y negro, con una chimenea a la izquierda, y frente a ella un par de butacas blancas y un sillón negro en semicuero. En la esquina más alejada había un gran librero repleto de gruesos tomos y cerca de ella, al fondo, una ventana que daba a la calle.

Draco cerró la puerta detrás de ellos y le guió hasta la sala de estar, lo sentó en el sillón, y encendió la chimenea con un movimiento de varita.

—Vuelvo en seguida —dijo muy cerca de Harry, y el auror asintió hacia él con gesto ausente. O al menos Harry creyó haber asentido.

Draco se alejó de él con rumbo a las escaleras, y al cabo de un momento bajó ya sin el traje de padrino, usando un par de jeans y una camiseta color gris, con el logo de su facultad impreso en la espalda. Caminó hacia la cocina, y luego de nuevo hacia Harry, trayendo consigo un par de vasos de whisky de fuego sin hielo.

El sanador le tendió uno de los vasos a Harry, y éste lo cogió y lo observó durante un par de segundos antes de tomárselo de un tirón. Draco no dijo nada, pero levitó la botella desde la encimera hacia ellos y le sirvió a Harry otro vaso.

— ¿Mejor? —Preguntó Draco, tomando un trago de su propio vaso, y girando una de las butacas para sentarse frente a Harry.

—No estoy peor —fue la respuesta del otro. Draco suspiró pesadamente y se acercó más a él, sentándose lo más cercano al borde de lo que fue capaz.

— ¿Quieres hablar de ello? —insistió, con delicadeza. Modo psicomago activado, pensó Harry.

—Seamus en un bastardo y yo fui un ingenuo durante muchos años ¿Qué más hay que hablar?

—No fuiste un ingenuo. Eras joven, aún lo eres, pero lo eras más. Y no tenías manera de saber todo lo que iba a pasar, no eres vidente —le aseguró Draco, mirándole.

Harry, sin embargo, no era capaz de sostenerle la mirada. Los ojos le escocían y ya bastante espectáculo había dado durante el camino como para ponerse a llorar frente a él. En vez de eso, el auror se concentró en el vaso en su mano.

—No negaste lo de que mi ex es un bastardo —señaló, aún sin verle.

— ¿Para qué negar lo obvio? —Comentó Draco, encogiéndose de hombros, y Harry tuvo que reír ante eso.

El hoyo en su pecho aún quemaba, pero al menos la compañía del medimago no era del todo desagradable. Por no decir para nada.

Después de un rato de estar en silencio, y de que los ojos de Harry al fin dejaran de escocer, Draco intentó de nuevo.

—No quisiste ir a tu casa y creo saber por qué. Pero me pediste que te trajera aquí y ya sabes que yo no puedo simplemente ver como uno de mis pacientes necesita de mi ayuda y no hacer nada. Hice un juramento y debo cumplirlo. Así que, ¿quieres decirme cómo te sientes con todo esto?

Harry levantó la mirada y vio en Draco exactamente lo mismo que había visto todas esas últimas semanas de terapias y conversaciones: alguien de quién fiarse, que estaba dispuesto a ayudarle, que quería ayudarle.

Draco era ahora, en muchos aspectos, la persona en la que Harry había depositado su confianza, a la que le había abierto el corazón y el alma como jamás pensó hacerlo con nadie, el único que conocía sus recientes desventuras, y el único lo suficientemente loco como para hacerse pasar por su pareja con el simple propósito de espantar a su ex amante.

Definitivamente, si había alguien a quién podía confiarle lo que estaba sintiendo, ese era Draco Malfoy.

—Me siento… decepcionado —comenzó Harry, desviando nuevamente la mirada.

—Continúa.

—Pero no de Seamus, ¿sabes? Sino de mí. Seamus siempre fue así, desde que comenzamos a salir —explicó Harry, recordando las primeras peleas, tan lejanas y a la vez tan vívidas en su cabeza—. Siempre egocéntrico, siempre poniendo sus prioridades sobre las mías. Siempre obteniendo de mi lo que quería y cuando lo quería. Y al principio eso para mí estaba bien, porque yo sentía que era mi deber salvarle de ser así, de terminar amargado como su madre, de terminar solo como su padre, de terminar siendo algo que, pensaba yo, él no estaba destinado a ser. Me creía su salvador y me tomé todas nuestras disfuncionalidades como pruebas que superar hasta conseguir que Seamus fuera lo que yo creía que podía ser, en vez de darme cuenta de que en realidad él era así y que si no cambió no fue porque yo no supe hacerlo cambiar, sino porque él no quiso cambiar.

—Estabas enamorado, Harry. El instinto de auto preservación suele apagarse cuando hay amor de por medio.

—Esa es la cuestión, Malfoy. Cuando comenzamos a salir no estaba enamorado. Tenía mis dudas. Pero cuando supe toda su historia, cuando supe todo lo que pasaba en su casa ¡Merlín! Cuando me confesó que yo le gustaba, yo decidí que quizás esta era la oportunidad que estaba esperando. Tontamente pensé que este podía ser el nuevo comienzo que tanto deseaba. Luego de la guerra yo estaba tan perdido, tan necesitado de algo que me hiciera saber que no sólo había venido a este mundo para vencer magos oscuros. Y Seamus fue la cruzada perfecta para mi complejo de héroe.

—Pero te enamoraste…

—Lo hice. Cuando quise darme cuenta estaba más colado por él de lo que lo estuve nunca por nadie. Y eso fue lo peor que pudo haberme pasado-

—Cómo yo lo veo —le interrumpió Draco, tomando de nuevo de su vaso de whisky—, todo lo que pasó fue algo que por una razón u otra debía pasar. Necesitabas algo que te hiciera sentir, y Seamus fue ese algo. En algún punto te enamoraste, y si bien no todo fue un jardín de rosas no tenías manera de saber cómo acabarían las cosas. No entiendo por qué habrías de sentirte decepcionado de ti. No fue tu culpa, nada lo fue.

— ¡Claro que sí lo fue! —Exclamó Harry, mucho más alto de lo que le hubiera gustado— Debí alejarme mucho antes, debí hacerle caso a Hermione. Debí hacerle caso a esa vocecita que me decía que estaba perdiendo mi tiempo, que me rindiera, que no valía la pena. Pero seguí insistiendo, seguí permitiendo cosas, haciéndome la vista gorda con otras, dejándole hacer lo que quisiera conmigo porque “algún día se daría cuenta, y cambiaría” ¡Godric! Le dejé engañarme tantas veces que ahora se cree con el derecho de venir a pedirme que sea su amante, mientras su esposa está esperando un hijo suyo. Engañemos al tonto de Harry, hagámosle creer en promesas vacías porque al fin y al cabo eso es lo que ha hecho todos estos años ¡Maldita sea!

—Harry-

Harry sintió un par de manos tomar las suyas y sólo allí se dio cuenta de que estaba temblando. La rabia apoderándose de él con cada recuerdo, exteriorizándose sin que él lo notara. Subió la vista y Draco estaba mirándole de nuevo, con esa expresión de serenidad que, Harry no sabía cómo, siempre lograba calmarlo.

—Lo… Lo lamento mucho —se disculpó el auror, apenado por su comportamiento, por su pequeño ataque de ira. Draco ladeó la cabeza, extrañado.

— ¿Qué lamentas? —Preguntó, sin soltarle.

—Esto. Haberte involucrado en mi drama, haber hecho que me trajeras a tu casa, haberme pasado toda la noche evitándote como un adolescente por causa de una tontería, haberme dejado llevar por la ira en frente de ti cuando todo lo que has hecho desde que nos volvimos a encontrar ha sido intentar ayudarme. Yo no soy as. Yo… Esto no es correcto. Soy un idiota, lo siento. Será mejor que me vaya.

Y dicho esto, Harry se soltó del agarre de Draco en intentó levantarse, a lo cual Draco respondió tomándole por los hombros y sentándole de nuevo.

—Ah, no. No vas a ningún lado, Potter. No voy a permitir que te vayas así sólo porque crees que me estás causando problemas.

—Pero-

—Pero nada, cuatro ojos. Sabía lo que hacía cuando te traje aquí y entiendo perfectamente cómo te sientes, así que no hay nada de qué avergonzarse. Por lo tanto, hoy te quedas aquí conmigo, bebiendo cantidades irresponsables de whisky e insultando a Finnigan hasta que se te acaben los adjetivos. Luego nos pintaremos las uñas, nos trenzaremos el cabello, y decidiremos cuál de los dos tiene el peor gusto en hombres. Dormirás en mi cama, y yo tomaré el sofá aun cuando tu complejo de niño bueno te haga querer convencerme de lo contrario. Si quieres puedes quedarte mañana también, o puedes regresar a tu casa a dormir, tú decides. El lunes nos vamos cada quién a su trabajo, y en la tarde te pasas por mi consultorio y seguimos con las terapias. No me importa que en este momento quieras irte a encerrar en tu casa por el siguiente quinquenio, esto es lo que vamos a hacer y no puedes hacer nada para evitarlo.

Harry le miró por un par de segundos antes de soltar una inevitable carcajada, seguido por Draco. Rieron hasta que a Harry le dolieron las costillas, sus ojos esmeralda húmedos con lágrimas que para variar no tenían nada que ver con cierto castaño.

Quedaron en silencio por bastante tiempo, bebiendo de sus vasos de whisky y escuchando el crepitar de la chimenea mientras disfrutaban de la callada compañía del otro.

—Vaya manera de pasar un cumpleaños —dijo Harry al cabo de un rato, apurando lo restante en su vaso y decidiendo que sería el último de la noche. En su experiencia, licor y despecho no eran buena dupla.

—Aún hay tiempo de mejorarlo —respondió Draco a su vez, sacando su varita y haciendo una complicada floritura. De la nada, una magdalena con cobertura de chocolate apareció frente a ellos flotando en el aire, con una vela encendida en el medio. Draco la tomó y se la ofreció al auror—. Feliz cumpleaños, Harry.

Harry no supo que decir ante eso, sobrecogido por el gesto. Draco era, en definitiva, una gran caja de sorpresas. Y el auror estaba comenzando a sospechar que esa no sería la última vez que terminara sin palabras frente a él.

—Gracias —decidió decir al final, tomando la magdalena ofrecida.

—No es para que la veas, Potter. Se supone que debes comerla —señaló Draco, levantándose de su butaca para ir a sentarse al lado del auror—. Y si no quieres comer cera de vela derretida, te sugiero que te apresures. Vamos, pide un deseo.

Harry asintió, y apretó los ojos con fuerza, deseando que todo el dolor se fuera para siempre, deseando que este nuevo año fuese mejor que el anterior, deseando que su vida por fin cambiara para bien. Deseando poder al fin deshacerse de su pasado, comenzar de nuevo, encontrar la felicidad.

Abrió los ojos, sonrió para sí mismo, y apagó su vela de cumpleaños.

 

***

 

Un par de semanas luego de la boda, las terapias entre el psicomago Malfoy y el auror Potter llegaron a su fin, siendo inmediatamente reemplazadas por las salidas casuales de los nuevos amigos Draco y Harry.

Indiscutiblemente, aquella noche en el departamento de Draco fue el inicio del cambio de dirección en su relación, y si bien al siguiente día ambos sabían que algo importante había cambiado entre ellos, ninguno de los dos pareció demasiado preocupado.

La relación post-terapias comenzó un viernes por la tarde, cerca de semana y media después de la última visita del auror al consultorio en Chelsea. Harry tenía pases de cortesía para un amistoso entre los Chudley Cannons y los Wigtown Wanderers, y en vista de que Ron y Hermione estaban visitando a Ginny y a Theo en Alemania, Harry decidió que bien valía la pena intentar convencer a Draco, pues era eso o sentarse en las gradas por su cuenta y ver como el equipo naranja era amistosamente masacrado. Quedarse en Grimmauld no era una opción.

Resultó que Draco estaba libre esa noche, y luego de presenciar un juego bastante deprimente, ambos magos terminaron en un pub mágico cerca del Soho, hablando de quidditch y riendo a carcajada limpia de cuanta tontería se les ocurría.

Cuando llegó la hora de despedirse, Draco le aseguró que jamás habría pensado que podía pasársela tan bien habiendo asistido a un juego de lo peor de la liga británica. Harry le agradeció por aceptar la invitación, prometiendo repetir si es que Draco estaba dispuesto a volver a dejarse ver junto al niño-que-vivió, y el medimago asintió, evidentemente dando su consentimiento de que lo que fuera que hubiera empezado entre ellos siguiera su curso natural.

Después de eso, sus salidas se convirtieron en algo cotidiano, haciendo que incluso Ron se acostumbrara al hecho de que Harry ahora era “amigo de Malfoy”. Algunas veces se veían para tomar un café o almorzar, y algunas otras en pubs mágicos y muggles, conversando de todo y de nada, creando lazos que ninguno de los dos hubiera creído posible crear algunos meses atrás.

Un sábado particularmente frío, y luego de recorrer un par de pubs sin que el ambiente resultara demasiado estimulante, Draco sugirió que siguieran la reunión en su muy bien abastecido departamento, y como era de esperarse, Harry terminó durmiendo esa noche en el sofá de la sala, demasiado atolondrado con vino de ogden y buena plática de quidditch como para regresar a su lóbrega morada.

Con el pasar de las semanas, que Harry se quedara a dormir en el sofá de Draco se volvió cotidiano, llegando al punto en el que a veces ni siquiera se reunían fuera del departamento. A Harry le apenaba un poco lo que, él sentía, era un ligero abuso de su parte, pero Draco le restaba importancia con un gesto de la mano, alegando que si alguna vez la presencia del auror llegaba a incomodarle, el primero en saberlo sería él.

Así pasó el tiempo, y así fue creciendo lo que tenían, haciéndose más fuerte, más incomprensible, y sin duda más evidente.

Harry nunca había sido bueno con eso de percatarse de que alguna chica estaba interesada en él, y ni qué decir del género masculino. Ginny solía decir que su percepción para esas cosas era tan mala como su habilidad para el baile, secundada por el hecho de que en el par de relaciones estables que Harry había tenido en toda su vida, el auror nunca fue el responsable de dar el primer paso. Pero, incluso con su atolondrado radar y más aún adormilada habilidad deductiva, Harry estaba casi seguro de que Draco estaba interesado en algo más que su encantadora amistad.

Miradas furtivas, roces, sonrisas más duraderas de lo normal e incluso cierta torpeza impropia del abolengo Malfoy. Por supuesto, ninguna de esas señales parecía ser intencional, y Harry estaba casi seguro de que Draco apenas y se daba cuenta de lo transparente que era.

La mayor parte del tiempo Harry ignoraba todas las señas, pues la compañía y amistad de Draco era algo que a su vida le estaba haciendo bien, y también era consciente del esfuerzo puesto por el psicomago en cuanto a no hacer ni la más mínima insinuación de llevar las cosas entre ellos por un camino diferente, algo que el auror le agradecía inmensamente.

Sin embargo, y de un día para otro, Harry se encontró pensando qué pasaría si en vez de intentar ocultar el sol con un dedo decidía dar el primer paso.

Perder la amistad de Draco era lo que más le preocupaba, pues siendo honestos la amistad del rubio había llegado a ser como un bálsamo para su quebrada existencia. Pero algunas veces - sobre todo en las noches en las que apenas los separaban unos cuantos escalones - la idea de que Draco pudiera ser exactamente lo que él necesitaba para ser feliz le robaba más de un par de horas de sueño.

¿Qué pasaría si Harry se levantaba del sofá, subía las escaleras, tocaba la puerta, y le besaba en medio de la oscuridad? ¿Acaso Draco le rechazaría? ¿Dejaría de hablarle? ¿Le perdería? Hacer eso era una apuesta demasiado arriesgada, y si bien algunas noches Harry encontraba el valor suficiente para pensar en llevarla a cabo, cada mañana el valor reunido se iba al garete, junto con la tonta idea de que las atenciones de Draco ocultaban algo más.

Eso hasta que Ginny y Theo regresaron de Alemania para anunciar que esperaban un bebé.

Los Nott hicieron una reunión en su gran mansión cerca de Surrey, anunciando por todo lo alto que al árbol familiar le crecería otra rama. Tanto los hermanos de Ginny como sus respectivas familias estuvieron invitados al elegante evento, así como Harry y algunos amigos de Theodore, entre los que estaban Blaise Zabini y, por supuesto, Draco.

La reunión fue bastante formal, pero aun así agradable, más aún cuando Harry pudo sentarse todo el rato junto a Draco a discutir el último partido de la selección nacional.

Bien entrada la velada, y mientras Theo y Draco se enfrascaban en una densa discusión con respecto al efecto de las pociones desmemorizantes, Ginny llegó para salvarle del aburrimiento, y le apartó hacia una esquina convenientemente libre de invitados.

—Ejem… —carraspeó la bruja en un intento por captar la atención de Harry. Atención que se había quedado semi posada sobre cierto rubio ataviado en un elegante traje azul— ¿Algo que quieras contarme, Harry?

Harry volvió la vista hacia Ginny, sonriendo sin poder contenerse. Había solo dos personas en ese gran salón capaces de darse cuenta de lo que en realidad pasaba entre él y Draco, y a juzgar por el hecho de que una de esas personas se encontraba sospechosamente fuera del rango visual del auror, lo más probable era que Ginny ya tuviera en su poder toda la información necesaria para hacer sus propias conjeturas.

— ¿Es necesario que te lo diga? —Preguntó el mago de vuelta. La chica sonrió ampliamente, y en ese instante Harry supo que estaba perdido.

—Estás saliendo con Malfoy —afirmó, sin el mínimo vestigio de inflexión en su voz. Obviamente no era una pregunta.

—Como amigos —aclaró Harry, sabiéndose demasiado expuesto.

—Le gustas —volvió a afirmar Ginny, lanzando una breve mirada en dirección a Draco.

—Sí —admitió el auror, encogiéndose de hombros.

—Pero él no sabe que tú sabes.

—No. No creo. Quizás ni siquiera él lo sepa. Ha sido todo muy raro y-

—Te gusta… —dijo la pelirroja casi en un susurro, abriendo los ojos ante la revelación. Harry tuvo que contener una risotada.

—Sí. Gracias por la deducción, Sherlock.

— ¿Quién?

—Cosa de muggles. No importa.

—Tienes que decirle.

—Oh, Merlín. No empieces con eso…

— ¿Té gusta o no te gusta, Potter?

Harry se lo pensó un momento, y se volvió a encoger de hombros— Es atractivo. Y sabe de quidditch.

Ginny no dijo nada por unos segundos, mirando a Harry como si de pronto le hubiera crecido un cuerno de unicornio en la frente.

—Tienes que decirle —repitió, y Harry resopló, un tanto exasperado.

—No es tan fácil, Ginevra.

— ¡Claro que lo es! Te gusta, es atractivo, exitoso, y tú le gustas a él ¿Qué puede salir mal?

—Ah, no lo sé ¿Todo, tal vez?

—Ay, cariño… — soltó Ginny en ese tono tan Molly Weasley. Se acercó más a Harry y colocó la mano sobre su mejilla— Las cosas no siempre van a salir mal, ¿sabes? No todos son como… él. Hermione dice que estar con Draco estos meses te ha sentado bien. Incluso el cabezota de Ron admitió que se te ve más feliz, y eso ya es decir mucho.

— ¿Ron dijo eso? —Preguntó Harry, divertido ante la sola perspectiva de su mejor amigo diciendo semejante cosa.

—No exactamente así, ya sabes. Pero Mione y yo tenemos poderes telepáticos —Ginny le guiñó un ojo y a Harry no le quedó más remedio que sonreírle—. El punto es que la presencia de Draco te ha ayudado, y si el chico está colado por ti, bien vale la pena intentar, ¿no crees?

Harry volvió la vista hacia donde estaba Draco justo cuando el otro hombre alzaba la mirada. Draco le dedicó una sonrisa y Harry le sonrió de vuelta, observando cómo ambos ex-Slytherin se enzarzaban de nuevo en su conversación.

Ginny tenía razón, y Harry lo sabía. Draco era, por mucho, la mejor opción que hubiese tenido nunca, y si lo que había entre ellos era tan evidente incluso para Ron, pues tal vez valía la pena intentarlo.

Notas finales:

¿Lo ven? Que no todo es angst en este fic, ¡caray! Al fin algo de Drarry a la vista, y si bien van lento, pues ya saben que es mejor lento pero seguro tehehe.

Conocimos el departamento de Draco (del cual hablo un poco más en las meta notas del siguiente capítulo, creo), y apuesto a que todos lo quieren contratar en este instante para que les decore la casa. Sip, nuestro chico tiene estilo.

En mi LiveJournal pueden encontrar un pequeño bosquejo (muy muy rudimentario) de la distribución de la casa de Draco, por si a alguien le pica la curiosidad. Yo y mis bosquejos XD

Y en fin, que ya me despido. Muchas gracias a todos los que leen y a los que comentan. Hablarles del fic y aclararles dudas es uno de mis pasatiempos favoritos en todo el universo. No tienen ni idea de lo mucho que me alegran los días.

Ahora sí (y de verdad verdad) ¡Hasta la otra semana!

Maye.


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