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Susurros En El Silencio por Darko Princess

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Notas del capitulo:

Hola a todos, la verdad es que estoy algo decepcionada, me siento un tanto triste y no sé, frustrada, porque aparte de las personitas que me han seguido desde el inicio de la serie, nadie más dejó reviews, así que me siento un tanto deprimida y mi inspiración esta pasando por un bajón del cual no veo como salir, así que por favor, realmente necesito leer sus opiniones, los capítulos que ya llevaba adeltados se han acabado así que necesito toda la motivación, apoyo y opiniones que puedan darme para que yo pueda seguir u.u

 

Recuerden, mínimo 6 reviews diferentes, sin contar los de mis usuales lectores, para motivarme mucho, mucho, estaré esperando muy ansiosamente por sus comentarios >w<

VI

Miradas Unidas

 

Los días parecían pasar cada vez más lentos, en alguna parte de sí mismo sabía que simplemente lo mejor sería dejarlo en el hospital y seguir cumpliendo con su misión, porque aún quedaban muchas personas a las cuales liberar, y también, porque por más que él estuviera ahí, las probabilidades de tener una mejora se veían bastante escasas.

Los primeros días se habían sucedido iguales a la primera vez que lo había visto despierto, entre gritos, lágrimas y temblores, de tal forma que en los días posteriores, y sin consultarle o darle razón alguna para ello, los médicos habían comenzado a sedar al chico, dejándolo la mayor parte del tiempo en un estado de seminconsciencia que le permitía mantenerse despierto pero sin poder moverse en lo absoluto, lo peor del caso no era eso, sino el hecho de que aquello lo habían conseguido con una terrible facilidad.

El chico nunca hacia un verdadero esfuerzo por comer o beber algo de lo que el personal del hospital tan atentamente le llevaba, retrasando no solo su recuperación sino también consiguiendo que tuvieran que cambiar su tratamiento lo mejor posible con tal de ayudarlo.

Yoru no quería apartarse de su lado, no sin por lo menos ver la más mínima mejoría, y simplemente esta no sucedía, trataba de mantener su distancia con tal de no asustarlo pero aquello parecía no causar diferencia alguna, y precisamente por eso, había tomado la decisión de cambiar de estrategia, tan solo esperando por fin algún resultado, aunque fuera el más mínimo.

Además había tenido que hablar con los demás Consejeros, informándoles no solo sobre su ausencia sino también sobre su deseo de volver a su misión lo más pronto posible; cosa que desde luego aún se veía bastante lejana.

Suspirando hondamente, miró una vez más la puerta frente a él, aferrando con un poco de fuerza los expedientes que llevara bajo el brazo, deseando que al entrar notara por fin un cambio, y entonces solo sucedió, avanzó un par de pasos, decidido por primera vez a no mirar hacia el chico, pero justo cuando pretendía seguir de largo hasta llegar al sofá, se sintió observado.

Lentamente dirigió su mirada en aquella dirección, topándose con un par de enormes orbes azules que lo miraban asustados, solo fueron unos instantes y Yoru deseó no haber apartado la mirada, pero ya era tarde, tan solo apresuró sus pasos hasta el sofá, dejándose caer pesadamente antes de tomar una carpeta y abrirla, colocándola frente a su rostro, y justo sobre ella, volvió a sentir esa mirada, levantando apenas la propia.

Lo estaba observando, miraba todos y cada uno de sus movimientos igual que si esperase que algo sucediera en cualquier momento, no, no era eso, en realidad era bastante más simple que eso, lo observaba porque estaba aguardando al momento en que él le haría daño, igual que los Centinelas lo habían hecho, un daño que él nunca podría hacerle, si tan solo pudiese conseguir que el chico entendiese eso, pero tal vez, el que lo mirara después de varios días de repetir una rutina, significaba una mejoría, la que tanto había estado esperando.

Por fin lo estaba mirando, y eso le daba esperanzas, las suficientes como para pensar que solo debía aguardar unos días más bajo su mirada como para que entendiera que no iba a dañarlo, más no sabía cuantos días más faltaban para eso, solo le quedaba esperar, nada más, esperar y ya, por lo que fuese a pasar, por cualquier cosa, solo esperar.

-

-

No lo entendía, simplemente no podía comprender la razón por la cual el hombre, el Centinela, aun no le había hecho nada, solo mirarlo, como si aquello fuese lo más interesante en el mundo, y no lo era, no al menos para los que habían estado antes. Ellos siempre hallaban mayor diversión en lastimarlo, en torturarlo o… cerró los ojos unos momentos, respirando hondamente con tal de apartar las imágenes que inevitablemente acudieron a su mente.

Las lágrimas ardieron entre sus párpados y deseo no ser tan débil para conseguir por lo menos esta vez, no llorar, quería simplemente desaparecer, poder irse lejos, muy lejos, o regresar a su calabozo, ahí donde todo era oscuridad y costumbre.

Pero no tenía fuerzas para nada, apenas conseguía mantenerse despierto, a veces una parte de sí mismo lo invitaba simplemente a dormir, quedarse dormido e intentar no despertar más, y luego estaba esa otra parte, la que le pedía a gritos seguir despierto, atento, alerta ante cualquier mínimo movimiento o cambio en su entorno, más nada sucedía, solo el silencio, la quietud y la calma. El hombre ni siquiera lo miraba, se mantenía ocupado en fuera lo que fuera que estuviera haciendo, ignorándolo, como si no existiera, igual que sino importase en lo absoluto.

Y era tan diferente, tan inusual, tan extraño y raro, que por más que tratase de comprenderlo, no lo conseguía, al igual que tampoco conseguía mantenerse consciente por más tiempo, de nuevo los párpados le pesaban y el sueño lo arrastraba de vuelta a la oscuridad, de regreso a su mundo de pesadillas, y al menos por esta vez, no quería, porque el hombre, aun cuando fuera raro y extraño, le brindaba una extraña sensación de calma que sólo recordaba haber sentido una vez antes, en el momento en que decidió permitir que la muerte lo llevara en sus cálidos brazos pero… ¿Había sido la muerte o acaso, esa calidez le pertenecía a ese hombre? Por más que lo intentaba, no lograba recordarlo, y en esos momentos, cuando una vez más se veía arrastrado hacia la oscuridad, una pequeña parte de sí, rogó porque aquella calidez volviera a rodearlo aunque fuese una sola vez más, solo una, no pedía más que eso, no deseaba más que eso, solo una vez más y ya.

-

-

Tres días, tres largos días habían pasado desde la primera vez que el chico se atreviera a mirarlo en silencio, y aquello se había vuelto su nueva rutina, trabajar bajo su atenta y alerta mirada hasta que finalmente el chico se rindiera al sueño, despertando a ratos solo para seguir observándolo, sin importar lo que estuviese haciendo.

Pero estaba bien, era cansado pero estaba bien, resultaba mejor que el efecto causado por su presencia los primeros días, ya no había gritos ni temblores, solo su callada mirada vigilándolo, un paso más había sido dado, y aunque no quería presionarlo, deseaba con todas sus fuerzas que diera otro paso, aunque fuese uno pequeño, una palabra, un movimiento normal o por lo menos que probara tan siquiera un bocado, más parecía que aún era demasiado pronto para pedirle aquello.

Suspirando, Yoru fingió estar de lo más concentrado en realizar los reportes de los casos ya resueltos, y pensó, por unos instantes, que si no fuese por ese chico, la sensación de estar haciendo algo bien, finalmente le llegaría, pero ahí estaba él, de nuevo observándolo en silencio, minando con ese solo gesto, la poca paz que conseguía luego de saber de nuevo reunidas a cientos de familias. Si tan solo le hablara o le mostrara el más mínimo signo de comprensión…

-“Los otros Concejeros están aquí, te buscan”- la voz del Príncipe Elliot logró sacarlo de su momentánea divagación, alzando la mirada primero hacia él y luego hacia el chico.

No había grito alguno, ni temblor o muestra alguna de miedo hacia la presencia de Elliot, solo una extraña curiosidad, casi infantil, reflejándose apenas en aquellos vacíos orbes tan impresionantemente azules.

-“Esta bien, volveré en unos minutos entonces”- asintiendo apenas, se levantó lo más lento y medido que pudo, con tal de no asustar o distraer al chico que aun miraba hacia el Príncipe.

Elliot también lo miraba, analizándolo al completo antes de volver su mirada hacia Yoru para luego pasar por su lado, ocupando el lugar en el sofá que minutos atrás él ocupara, dejándose caer sobre la blanda superficie con un gesto de total confianza, y de nuevo solo hubo silencio. ¿Por qué no gritaba ni temblaba o hacia algo como lo que hacía con él, al ver a Elliot? Frunciendo el ceño aceleró sus pasos con tal de alejarse de la habitación, encaminándose apresurado hacia la sala de espera donde seguramente los otros aguardaban por él.

Aún faltaban un par de metros para llegar a donde los otros se encontraban cuando Lucian Von Schein se volvió hacia él, levantando apenas la mano a manera de saludo, los demás parecieron darse cuenta de su presencia porque igualmente lo miraron, suspirando hondamente, luciendo tan o más agotados que el propio Yoru.

-“¿Pasa algo?”- evitando la mirada de Lucian se atrevió a preguntar, obteniendo a modo de respuesta un muy hondo suspiro.

-“No en realidad, más bien tiene que ver con tu madre”- apenas pronunciar la última palabra ambos volvieron a mirarse, Yoru con miedo mientras Lucian solo lo observaba con cierto cansancio –“Nos ha estado localizando a todos, dice que hace demasiado que no sabe de ti, que no le has llamado ni contestas sus llamadas y que está preocupada, que pronto será navidad, y esas cosas”- otra vez los dos suspiraron, Yoru ante su torpeza de olvidar por completo comunicarse con su familia, y Lucian, Lucian sintiéndose ajeno ante el sentimiento de verdadera preocupación de una madre, después de todo, a Rosalind, su madre, parecía únicamente interesarle todo aquello que beneficiara a su familia y no la seguridad y bienestar de Lucian.

-“Yo… siento si les he causado problemas, trataré de comunicarme con mi familia, pero en caso de que vuelva a llamarlos, por favor, díganle que estoy bien y que la veré en cuanto pueda”- apenas contestar, vio la forma en que la mirada de Lucian parecía cambiar y mostrar cierto rencor, incluso un tanto de envidia, y no lo comprendió, no hasta el momento en que recordó la situación familiar de su compañero.

-“Deberías llamarla”- ahí estaba el tono de reproche incluido, ese mismo tono que lo hizo sentirse el peor hijo de todos.

-“Quiero hacerlo, pero temo que mi teléfono vaya a asustar al chico”- y bastaron solo esas sencillas palabras como para que el semblante molesto de Lucian cambiara, volviéndose tranquilo una vez más, antes de que volviera a suspirar, comprendiendo todo lo que en realidad pasaba.

-“¿Esta realmente mal?”- Alain preguntó, acercándose hacia donde ellos estaban, haciendo que los demás también volvieran la mirada hacia ellos, aguardando por una respuesta, una que calmara un poco su cansancio, o al menos que lo hiciera parecer que valía la pena estar cubriendo a su Líder en el campo.

-“Lo está”- Yoru se mordió los labios, intentando expresar de una mejor manera la situación en la que estaba inmerso –“No solo físicamente hablando, sino también en el sentido mental y emocional, es como si le temiera a absolutamente todo, incluso a él mismo”- fue la mejor forma de explicarlo que pudo encontrar, aunque analizando una vez más lo dicho, aquello se tornaba como la única realidad existente.

Los otros igual suspiraron, comprendiendo, o al menos intentándolo, después de todo ninguno de ellos se había topado hasta el momento con nada similar y hasta empezaban a dudar de siquiera querer tomar por unos minutos, el lugar de su Líder. ¿Cómo sería compartir sus días con alguien así de traumatizado? ¿Cómo sería mirarlo aterrorizado y sin poder hacer nada? La idea no solo era perturbadora sino también demasiado triste, cruel y desoladora, y aun así, Yoru seguía de pie, cansado pero de pie, resistiendo.

-“Aun así, deberías volver a casa, aunque sea solo por la Navidad, despejar tu mente unas horas o hasta un par de días, te hará bien”- después de unos minutos de silencio, Ryan Crane se atrevió por fin a hablar, en un tono tranquilo y medido, calmo, tan calmo como el mismo Ryan había mostrado ser hasta ese momento.

-“Supongo… aún me da algo de  pánico dejarlo aquí solo, pero tal vez sea lo mejor, tal vez necesite de un par de días para pensar en otro método o no sé, solo estar en casa”- accedió al fin, cerrando los ojos unos momentos y permitiéndose pensar en estar de nuevo con su madre, con su familia, solo un par de días, los suficientes como para por unos momentos dejar de sentirse asfixiado e impotente –“Gracias, y disculpen los problemas que les he causado”- aun así no pudo evitar el pedir disculpas, y también el agradecer, porque ellos, al igual que él, estaban pasando por sus propias batallas, allá afuera, esforzándose por devolver a casa a la mayor cantidad posible de inocentes antes de volver también con sus propias familias.

Y con solo mirarlos así frente a él, comprendió una cosa más, que ella, la Emperatriz, tenía razón, no solo en lo de que ellos eran diferentes, sino también en el hecho de creer que eran los únicos capaces de corregir todo lo malo en su Sociedad, porque al estar así, Yoru también lo creyó.

-

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El hombre, no, el Centinela, seguía sin volver, y Ossiris se estaba permitiendo bajar la guardia por primera vez desde que despertara en ese lugar, no solo porque el Centinela no estuviera sino porque también estaba ahí ese otro ser, tan diferente, tan irreal, como si hubiese sido sacado de alguna inalcanzable fantasía que hasta ese momento creía imposible.

Pero estaba ahí, no muy lejos de donde él estaba, luciendo tan tranquilo, tan calmo y tan en paz, tan irreal, que deseó casi desesperadamente poder tocarlo, solo para comprobar si de verdad estaba ahí.

Lo miró una vez más, tenía los ojos cerrados y respiraba lenta y acompasadamente, como si estuviese dormido, y su presencia se sentía tan cálida, tan reconfortante. Con cuidado de no hacer ruido, y muy lentamente, obligó a su cuerpo a moverse, apartando primero la cosa que le pusieran en el rostro, después aquello que llevaba en su brazo, lo último había dolido un poco pero se mordió los labios evitando emitir cualquier sonido, entonces despacio bajo sus pies al piso frío, temblando un poco por la heladez y otro poco por el miedo.

Apoyando sus manos sobre la superficie en la que pasaba confinado todo el tiempo, tomó el impulso suficiente como para poder ponerse finalmente en pie. Las piernas volvieron a temblarle e incluso casi pierde el poco equilibrio que conseguía tener, pero se esforzó en que sus pocas fuerzas lo mantuvieran aun de pie, dando pasos pequeños y temblantes hacia donde aquel ser tan irreal, se encontraba reposando.

Titubeó un momento, acercando una de sus manos y cerrándola un poco, al volver a dudar, después negó suavemente, necesitaba tocarlo, sentirlo, saber que existía algo diferente a aquello a lo que siempre había estado obligado a soportar, entonces sus dedos rozaron lentamente el cabello de aquel ser, se sentía tan suave y tan sedoso, tan diferente y aun tan irreal…

Necesitaba tocar más, sus dedos se deslizaron lentamente hacia abajo, sintiendo la piel igualmente suave, pero también cálida, la mirada se le aguó, ¿Por qué en lugar de haber sufrido tanto, no pudo estar con esa criatura? Porque había hecho algo malo, o al menos eso era lo que los otros Centinelas le dijeron tiempo atrás, porque había hecho algo realmente malo y no merecía ser premiado, no como en esos instantes. Esta vez apartó su mano, llevándosela hacia el pecho, abrazándola contra él ¿Qué pasaría si al haberlo tocado, le pasaba la suciedad y lo malo que había en él, a esa criatura de fantasía?

No tuvo tiempo de averiguarlo porque en ese momento la puerta se abrió y de nuevo se vio justo cara a cara con el Centinela que había estado vigilándolo antes, quiso retroceder pero las piernas otra vez le temblaban por el miedo, pensando ya en el castigo que seguramente recibiría, cayó al piso, aun con la mirada fija en la del Centinela, comenzando a arrastrarse en reversa, tratando de hacer distancia solo para retrasar en lo posible el castigo.

Su respiración se tornó agitada y la mirada aún más borrosa por las lágrimas, de nuevo estaba luchando por no llorar pero tenía tanto miedo, se arrastró todo cuanto pudo, hasta topar con algo tras él, hasta quedar sin escapatoria alguna, entonces cerró los ojos con fuerza y de nuevo ocultó el rostro contra sus rodillas, volviéndose una vez más un sumiso y tembloroso ovillo, ya sin poder contener más las lágrimas, no importaba, porque sabía que lo que le esperaba igual lo haría llorar, así que empezar antes no significaría cambio alguno, solo estaba deseando que fuese rápido y también, que la fascinante criatura no fuera testigo de su castigo, de su vergüenza, solo eso.

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Simplemente no lo podía creer, Yoru parpadeo un par de veces antes de darse cuenta que en realidad aquello estaba sucediendo, porque al volver de su charla con los otros consejeros, jamás esperó que al abrir aquella puerta se topara con el pequeño chico no solo despierto, sino de pie, con su mano aferrada justo contra su corazón y la mirada acuosa fija en la figura del Príncipe Elliot, antes de posarla en él, entonces sus orbes azules que antes reflejaran entre todo ese vacío, pequeñas chispas de curiosidad y culpabilidad, cambiaron, mostrando solo miedo en ellos, no, más que miedo, un genuino terror.

Lo demás había pasado tan extrañamente rápido, el temblor, la caída e incluso la forma en que se arrinconó contra la cama y el pequeño velador junto a esta, antes de ser una vez más un muy aterrorizado ovillo.

Volviéndose hacia Elliot, lo encontró igual que él, tan sorprendido y perturbado por lo que recién había sucedido. Por unos instantes no hicieron más que eso, mirarse confundidos ante semejante situación. Luego Elliot negó lentamente con la cabeza, poniéndose de pie y haciéndole una seña para que se mantuviera apartado, caminando con pasos pausados y medidos hasta donde el pequeño chico se encontraba, sentándose en el piso, justo frente a él, suspirando hondo antes de mirarlo una vez más, pensando probablemente sobre cómo proceder.

-“Hey… no tienes que estar asustado, nadie va a lastimarte”- sin que pudiera evitarlo Yoru se sonrío con cierta desgana e ironía, recordándose así mismo diciéndole justamente las mismas palabras, días atrás.

Pero por eso jamás esperó que esta vez el chico si reaccionara, levantando apenas la mirada, dejándola fija en Elliot, las lágrimas seguían escapando lentamente de sus azules orbes, empapando sus pálidas mejillas pero aun así estaba mirando al Príncipe, sin importar cuanto miedo pudiera estar sintiendo en esos momentos.

-“No tengas miedo, solo quiero que veas algo”- el tono que el Príncipe usaba era demasiado suave y calmo, casi hipnotizante, con la mirada en todo momento enlazada a la del menor, eso antes de bajarla hacia sus manos, haciendo que los azules orbes del chico siguieran el movimiento.

Juntando sus manos unos momentos, Elliot concentró su magia para realizar un hechizo sencillo, algo que despertara de nuevo la curiosidad en ese niño, como cuando pese a su miedo se había levantado de la cama para tocarlo. Separando sus manos le enseñó una pequeña esfera de luz blanca, aguardando por un cambio.

Y entonces sucedió, otra vez entre todo ese vacío y profundo mar azul, apareció el leve tinte de la infantil curiosidad, tanto que sin esperarlo, el niño extendió una de sus temblorosas manos hacia él, tocando apenas con un dedo la pequeña esfera blanca que ante su tacto reventó igual que una burbuja, transformándose en pequeños destellos que en su mano formaron los colores del arco iris.

El niño lejos de asustarse, parpadeo un par de veces, abriendo y cerrando su pequeña y pálida boca de labios carnosos y tiernos, después volvió a mirarlo, como pesando unos instantes antes de comenzar a soplar suavecito, como si intentase no convertir aquel pequeño gesto en un silbido, y justo en ese momento, ante ellos, la habitación entera se llenó de cientos si es que no miles de burbujas multicolor.

Esta vez el sorprendido era él, jamás había visto que una criatura en semejantes condiciones fuera capaz de realizar un hechizo tan hermoso como ese, las pequeñas burbujas flotaban en su entorno, reventando algunas mientras otras tantas más aparecían, reflejando también los colores del arco iris, igual que pompas de jabón.

Y era tan maravilloso, como nunca antes había visto, como solo recordara haber leído en los libros de historia que su familia guardara y que hablaban sobre todo tipo de extraordinarias criaturas, justo como el niño pequeño y frágil que tenía frente a él.

-“Es precioso”- logró murmurar, sonriendo apenas, deseando acariciar y revolver con suavidad los rizos de ébano que conformaban el cabello del menor, pero sin atreverse a hacerlo por temor a asustarlo otra vez.

Y antes de que pudiera decir algo más, sintió la presencia de Yoru justo a un lado de ellos, antes de que lo mirara, el chico se le adelantó, volviendo a encogerse y a tratar de apartarse, pero esta vez Yoru no retrocedió ante el gesto, sino más bien, enseñó sus manos hacia ambos, bajándolas antes de poner la derecha frente a ellos, creando en ella una pequeña llama que fue cambiando de color en color, del usual amarillo-naranjo al rojo, después al rosa, al púrpura, al verde, al blanco y finalmente al azul.

Por unos momentos Elliot se atrevió a pensar que ni siquiera haciendo eso conseguiría ganarse la confianza del niño pero, antes de que pudiese regañarlo, fue el mismo niño quien tembloroso extendió la mano hacia Yoru, primero rozando la pequeña llama, volviendo la mirada de uno a otro, con los orbes azules bien abiertos, sorprendidos probablemente al darse cuenta de que pese a la calidez, la llama no lo quemaba, después se atrevió a más, tocando todavía más hasta bajar su mano y colocarla justo sobre la de Yoru, apagando la pequeña llama y haciendo que las miradas de ambos se conectaran.

Pero probablemente ellos no se daban cuenta de eso, solo Elliot los observaba en silencio, mirando la forma en que la mano pequeña y en extremo pálida del menor, contrastaba con la de Yoru, más grande y aunque nívea, de un color natural, normal.

Lentamente Yoru fue apartando su mano, solo para girarla y volver a juntarla con la del chico, una frente a la otra, aun con sus miradas unidas, entrelazando sus dedos y apretando con suavidad un par de veces, intentando demostrarle que no iba a hacerle daño, aunque desde luego, el niño no correspondió al gesto, solo continuó con sus orbes azules fijos en los de él, demasiado concentrado en intentar descifrar esa mirada, en descubrir cualquier clase de intención malsana.

Más no había nada, no era igual a las miradas de los otros Centinelas, era simplemente diferente, se sentía cálida, igual que su mano, y aun así, tenía miedo, miedo de confiar y que de nuevo lo lastimaran.

Otra vez respiraba lenta y pausadamente, intentado controlar el temblor, más en el momento en que el hombre se apartó solo lo suficiente para levantarlo del piso, el terror volvió, quiso gritar pero su voz otra vez parecía haberse perdido, o tan solo era una consecuencia más del abuso anteriormente recibido, no hablar, no gritar, no quejarse, a menos que fuera una orden.

Negó casi con desesperación en el momento en que sus pies dejaron de sentir el piso frío, otra vez aquello iba a suceder, y no quería, no quería sentir de nuevo ese dolor, mucho menos que la criatura de fantasía lo viera así, pero si intentaba luchar, resistirse, sería mucho peor. Cerró los ojos con fuerza y esperó.

Pronto sintió su cuerpo ser dejado sobre la superficie suave en la cual había pasado los últimos días, apretando los parpados y mordiéndose los labios internamente rogó porque fuera rápido, más con el paso de los minutos lo único que sintió fue el momento en que de nuevo colocaban la cosa aquella en su rostro, y luego la otra en su brazo.

Confundido miró hacia el Centinela y luego hacia el otro ser, ambos lo miraban también, y antes de que pudiera hacer algo más, el hombre lo cubrió con la manta hasta casi la altura de su cuello, abrigándolo entre la calidez y suavidad de la tela, dejándolo no solo desconcertado sino también con la respiración agitada, por el miedo y la duda, pero también, por la extraña sensación de total abandono que ahora experimentaba al ser privado del tacto de la mano cálida que minutos atrás le permitiera tocar y sentir.

Entonces, después de tanto tiempo en silencio, quiso hablar, pedir otra vez por ese contacto, pero no se atrevió, no ante el recuerdo de un posible castigo por su atrevimiento, cerró los ojos y solo esperó, por cualquier cosa, ya no importaba, hasta que luego de unos instantes de nuevo sintió sobre su piel el tacto cálido, apartando con suavidad el cabello de su rostro y dejando una tierna caricia sobre su mejilla, sintiendo de a poco como el cansancio de nuevo lo arrastraba a la oscuridad, pero por lo menos esta vez estaba bien, porque por primera vez desde que tenía memoria, no había dolor, solo paz, una extraña, reconfortante y cálida paz.

-

-

En silencio ambos se miraron una vez más, antes de volver las miradas hacia el chico, por primera vez desde que llegara a ese hospital, Yoru podía verlo dormir en paz, no había frunce alguno en su seño ni gesto alguno de incomodidad o miedo, solo calma, se notaba tan tranquilo que se vio tentado a tocarlo una vez más, pero desistió de hacerlo, no quería cambiar en lo absoluto el estado de relajación del menor, aun cuando bajo su tacto no fuera a despertar por el efecto de los calmantes que instantes atrás le pusieran en la vía.

Suspirando se apartó con cierto desgano, recuperando su lugar en el sofá, tomando de nuevo el expediente que dejara inconcluso, era mejor distraerse con eso a volver a sentir la tentación de tocarlo.

Sintió el momento en que el Príncipe se sentó a su lado, e incluso lo escuchó suspirar hondamente antes de mirarlo de reojo, Elliot igual lo miraba, y había tantos sentimientos reflejados en sus orbes color escarlata que de inmediato se preguntó por aquello que parecía tener tan sorprendido y confundido al Príncipe.

-“No había visto un hechizo como ese, más que en mi hermano Yeidher”- el susurro consiguió tener su completa atención, haciéndolo bajar la carpeta y dejarla sobre su regazo.

-“Creí que solo era un hechizo de agua, algo que cualquier elemental de agua podría hacer”- Elliot negó suavemente, volviendo a dejar la mirada en el chico dormido antes de regresarla hacía él.

-“No así, incluso el Guardián del Agua habría requerido una secuencia más compleja que simplemente silbar, no digamos siquiera el convertir un silbido en algo como soplar y ya, no es normal”- las palabras hicieron eco en la mente de Yoru, no podía ser, era imposible tener que sumarle a todo aquello con lo que el niño ya cargaba, algo más, algo más probablemente oscuro.

-“¿Y tú crees que por eso lo hayan encerrado?”- de nuevo el Príncipe negó, suspirando una vez más, centrando la mirada en la luz que entraba a través de la ventana que daba al balcón de la habitación.

-“No, desde luego que no, leyendo su historial médico es fácil pensar que ese niño es el hijo bastardo de alguien, la cuestión entonces se vuelve en, ¿Hijo de quién es?”- sí, justamente eso era lo mismo que Yoru había estado pensando en los últimos días, sobre todo tomando en cuenta que no habían logrado encontrar documento alguno sobre el chico en la sede del Concilio donde lo habían hallado –“Esa persona debió ser realmente impresionante como para pasarle semejantes dones, como para heredarle magia solo comparable con la de un demonio… más precisamente, con la de un Kelpie”- la última palabra hizo que volvieran a mirarse fijamente, Yoru porque pese a todo no se creía el que el Príncipe trajera a cuento a una criatura que no era más que un mito celta, a menos que…

-“¿No estarás tratando de decirme que los Kelpies existen y que más que un mito en realidad son demonios que juegan a ahogar gente o sí?”- aun cuando no era su intención, el tono sarcástico y hasta un tanto irónico, salió por sí solo, sin que pudiera evitarlo, ganándose con él una mirada nada amistosa por parte de Elliot.

  -“Mi madre biológica desciende de Sirenas y Kelpies, así que si, contestando a tu muy peculiar pregunta, los Kelpies si son demonios”- cerró los ojos unos momentos, deseando simplemente que la tierra se lo tragara ante semejante metida de pata, pero todo lo que pudo hacer fue morderse los labios y pensar de inmediato en disculparse –“Y sobre lo otro… los Kelpies no juegan a ahogar gente, es más complejo que eso, a los Kelpies en realidad no les gusta ser vistos, suelen mantenerse cerca del agua por lo general, a menos que… a menos que se enamoren”- otra vez se miraron, una mirada bastante más que intensa, concentrada y seria, asimilando una realidad antes ni siquiera contemplada –“Cuando los Kelpies se enamoran, dan todo por ese amor, porque al igual que cualquier otro tipo de demonio o ángel, su debilidad es justamente esa, el amor”- esta vez Elliot no pudo evitar sonreírse casi sin querer, porque era verdad, porque después de años y años hundido en la soledad, luchando con tal de vengarse de un mundo que para él solo había mostrado su lado más cruel, en el momento menos esperado, encontró a Natsuhi, y aun cuando todavía su situación fuera un tanto difícil, lo que sentía por él, el amor que sentía por Natsuhi era su debilidad, pero también, su fuerza, la razón instintiva por la cual lo daba todo, absolutamente todo.

-“Entonces es posible que alguien en la familia de ese niño tuviera sangre Kelpie y que se la pasara a él, y siendo así, teniendo sangre Kelpie, o más bien, sangre de demonio, esa podría ser también la razón por la cual no te teme”- claro, tenía que ser eso, no había razón más sencilla que esa, que ambos, por poseer sangre de demonio supieran indirectamente reconocerse.

Desde luego que se trataba de eso, no tenía nada que ver con Yoru, sino con la obvia diferencia de especies, no era su culpa, era instinto más bien, su naturaleza lo hacía ponerse a la defensiva con alguien tan diferente, no era su culpa, no lo era…

-“No es por eso”- el tono usado demostraba tanta seguridad que su perfecto razonamiento pareció reventar, igual que un globo picado por una aguja –“O no del todo, es más bien por lo que él siente en cada uno de nosotros, ambos somos totalmente opuestos, tu presencia, tu aura, tu esencia al completo, son los de un no humano y al instante le recuerdan a cualquier Centinela, por eso te teme”- ¿Qué? ¿Cómo? Aquello no podía ser posible, él no era en lo absoluto como ninguno de esos malditos que tanto daño le habían hecho al chico, no lo era, no podía sentirlo como alguien peligroso, o al menos alguien más peligroso que… que el Príncipe, porque él no era más que un no humano y el Príncipe… Un demonio, un maldito demonio, una criatura por demás oscura y aun así el rechazado era Yoru.

-“Pero tu… tu eres… ¡No puede ser así!”- trató de replicar, alzando la voz y mostrando en ella toda su frustración, es que aquello sonaba tan tonto, tan… tan imposible.

-“Soy un demonio, lo sé, pero no soy igual a los otros, soy único en mi tipo”- entonces Elliot volvió a suspirar, nada había más tedioso para él, que tener que hablar con alguien sobre su secreto, no, más bien, sobre el secreto que su familia tan recelosamente había guardado –“Yo… hasta ahora yo soy el único demonio con magia de Luz que ha nacido”- Yoru parpadeó un par de veces y aquello no hizo sino que el Príncipe rodara la mirada, ¿Por qué siempre era tan difícil que los otros entendieran su situación –“Con magia de Luz me refiero a, bueno, magia como la de los Ángeles, magia blanca, magia pura, por eso ese niño no me teme, porque siente que todo en mí, mi aura, mi presencia, mi esencia, parecen ser demasiado “puros” como para hacerle daño, debido a que estoy tranquilo, en estos momentos él no siente en mí más que eso, Luz, si el caso fuese otro, entonces el sentiría mi otra parte, la parte oscura, la parte normal, pero me he obligado a mostrar esta parte de mí para no asustarlo”- sí, exactamente, Elliot estaba haciendo el monumental esfuerzo de jugar con el casi nulo balance entre sus dos tipos de esencias con tal de ayudar a ese niño, aun a costa de lo que eso pudiera significar para él, después de todo, para él, uno o dos días fuera de juego, no significaban nada en realidad, o no al menos si se comparaba con el calvario que el pequeño durmiente había tenido que pasar a lo largo de probablemente más de una década.

Mientras tanto, Yoru no pudo hacer más que mirarlo, sin conseguir del todo asimilar lo que el Príncipe recién le había confesado, ¿Luz y Oscuridad en el cuerpo de un Demonio Sangre Pura? Aquello sonaba tan irreal, no era lo mismo que con Hisui, porque Hisui era un mestizo y Elliot en cambio, Elliot era una variable imposible y ni siquiera antes contemplada, y sin embargo estaba ahí, sentado junto a él, jugando distraídamente con su celular, casi retando y rompiendo todas las ideas que Yoru anteriormente se había creado sobre su mundo, una a una, dejándolas hechas no más que retazos entre los cuales nuevas posibilidades podrían surgir, como la del verdadero origen de ese niño, un no humano con sangre de demonio, un Kelpie, una criatura mística y fantástica, un milagro, un muy hermoso milagro que ahora dependía de él, y por quien estaba dispuesto a luchar, hasta el final…

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Notas finales:

Eso es todo por hoy, espero que les haya gustado mucho y cualquier duda, comentario o lo que quieran decirme, son bienvenidos todos los reviews.

 

Más misterios van surgiendo y yo me emociono cada vez más con estos personajes >w<

 

También quiero agradecer a todos los que leyeron, pero más a mis 3 preciadas lectoras, las que me han acompañado desde que esta serie inició, gracias a:  princesa tsunade,  Princess Natsu, y Artemis.

 

De nuevo les doy las gracias a todos por leer, por seguirme, y más a aquellos que dejan sus muy hermosos reviews que tanto me motivan a seguir, estaré esperando por los reviews de todos, así que por fis, comenten >w<

 

Cuídense mucho, les deseo el mayor de los éxitos y hasta pronto yo espero >w<

 

Au Revoir~~~~~


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