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Susurros En El Silencio por Darko Princess

[Reviews - 109]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

Hello!!!! Buenas a tod@s hoy estoy umm un poco entre contenta y muy cansada, estoy por demás contenta porque finalmente alcanzamos la cifra de 6 reviews por capítulo!!! Lo malo es que como dije, estoy muy cansada y por si eso fuera poco, este es el último capítulo terminado que tengo, así que no sé si dentro de dos semanas logre actualizar >x< pero de que lo voy a intentar, lo voy a intentar, palabra de Darko!!!

 

En fin, gracias a todos por seguir capítulo a capítulo la novela, y aunque les parezca una tirana, pues ya saben mínimo 6 reviews para que su querida autora, o sea yo, sea muy feliz aunque se le peguen los ojos por el sueño y tenga que ocultarse bajo un escritorio en el trabajo con tal de escribir jajajajajajajajaja

 

Nos leemos abajito >w<

VIII

Entre Azul Y Buenas Noches

 

 

Correr, tan rápido, tan lejos, lo más que sea posible, con tal de escapar, de huir no solo de él sino del recuerdo de lo que recién ha sucedido, la imagen parece repetirse en su mente una y otra vez: Él ahí, tan puro y tan hermoso, tan inocente, y luego, sus labios tiernos y dulces besándolo, esa voz llamando su nombre, una voz hermosa, tanto como nunca antes había escuchado, llamando por él… “Yoru”.

El recuerdo es tan abrumador que se detiene de presto, con la respiración agitada y la cabeza dando vueltas, apenas es capaz de reconocer la puerta de la vacía casa Avalon ¿Por qué ha ido hasta ahí sí sabe que no hay nadie?

Las manos le tiemblan y apenas consigue introducir la llave en la cerradura, empuja la puerta y entra aprisa, cerrándola y apoyándose contra la superficie de madera, tratando desesperadamente de recobrar el aliento, con las manos cubriendo su rostro, tan solo deseando apartar de su mente los recuerdos que ya no lo dejan en paz.

-“¿Tío Yoru estas malito?”- ¿Eh? Aparta aprisa las manos de su cara, topándose con el pequeño Rei parado ahí frente a él, con sus ojos enormes y de un profundo azul cobalto, observándolo fijamente, con curiosidad y algo de preocupación pero… ¿Qué hace su pequeño sobrino justo ahí en ese momento?

-“¿Rei?”- incluso la voz le tiembla un poco e instintivamente se acuclilla a su altura, colocando una de sus manos sobre el albino cabello del niño, con tal de comprobar si de verdad está ahí, justo frente a él.

 -“Abuelita y mis papis dijeron que no querían dejar solito al tío Yoru porque mañana es Navidad”- parpadea un par de veces y casi siente que se le va la respiración al levantar la mirada solo para quedar ante su familia, observándolo detenidamente, analizándolo a detalle.

Entonces una vez más le toca cerrar los ojos, apretar las manos en puños y respirar hondamente, eso antes de volver a correr, solo que esta vez con tal de escapar y esconderse en su habitación, solo unos minutos, los suficientes como para que pueda relajarse tan siquiera un poco con tal de aparentar que nada sucede, que todo está bien, más que bien, que todo es simplemente perfecto.

Pero al pasar los minutos queda más que claro que calmarse es la última de sus prioridades, dando vueltas en el interior de su habitación sigue sin poder sacarse de la mente tan intenso recuerdo, sin darse cuenta se lleva las manos al cabello y lo revuelve, mordiéndose los labios, reprimiendo las ganas de gritar por todos los sentimientos encontrados que luchan dentro de él.

¿Por qué tenían que aparecer justo ese día? No, más bien ¿Por qué su pequeño tesoro lo había besado? ¿Por qué finalmente se había atrevido a hablar solo para decir su nombre? Y también ¿Cómo se suponía debía enfrentarse a su familia? ¿Qué les diría?... ¡Nada! ¡Absolutamente nada! Solo le quedaba callar y pretender estar cansado por el trabajo, la única vía de escape que le quedaba en esos momentos pero… ¿Cómo se suponía que haría eso cuando seguía sin poder olvidar ese beso? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo hacerlo? Hastiado solo atinó a dejarse caer sobre la antes perfectamente tendida cama, enterrando el rostro contra la almohada y reprimiendo un grito de frustración, si tan solo supiera qué hacer… si tan solo no estuviese tan confundido, si tan solo… negando un par de veces con la cabeza, suspiró hondamente, pensando en simplemente no salir más de su refugio y ya, más sin que pudiera controlarlo, el rostro del niño volvió a irrumpir en sus pensamientos, no podía simplemente abandonarlo, no ahora ni nunca, entonces solo quedaba seguir, intentarlo aun cuando supiese que abajo le esperaba todo menos una noche tranquila.

Y claro, estaba demás decir que aparte de una noche nada tranquila, esta iba a ser de lo más larga, oh claro que si…

-

-

Si se concentraba un poco más, casi podía escuchar los villancicos, dándose cuenta que de nuevo era esa época del año, Frey se sonrío en la penumbra, pero esta vez la sonrisa le sabía amarga, un año más estaba por terminar y aun se encontraba prisionero, cautivo y cada vez más debilitado, debilitado y furioso, con ella, con la mujer que juró liberarlos en cuanto el momento llegara, pero ¿Dónde maldita sea estaba ella? Se contuvo de gritar porque no quería despertar o perturbar de algún modo el profundo sueño en el que Ren estaba sumido, despertarlo ahora sería un error, el error que podría costar no solo su vida sino la de Frey y los demás Guardianes.

Si pensaba en ellos también se preguntaba por qué no habían ido en su búsqueda, sobre todo tomando en cuenta que ella ya habría revelado ante ellos su identidad, y aun así, parecía que nadie estaba interesado en encontrarlos, ni siquiera… ni siquiera Ying… No, eso era imposible, Ying siempre iría en su búsqueda, Ying y Alexandra eran sus mejores amigas y jamás lo dejarían solo, ni a él ni a Ren, entonces ¿Dónde estaban? ¿Por qué tardaban tanto?

Suspirando, una especie de rencor volvió a invadirlo, pensando una vez más en que cuando lograra escapar iría por ella, y se vengaría, claro que sí, se vengaría de la maldita Princesa que había roto su juramento y los había condenado a la desgracia, por ella se habían sacrificado y ella los había abandonado, a su propia familia, a su propia sangre.

Intentó contactar con ella una vez más pero al estar casi a nada de alcanzarla, algo le bloqueó el paso, algo o alguien se negaba en rotundo a que él se acercara, ¿Podría ser que ella hubiese decidido abandonarlos a su suerte y bloquearlos para siempre? ¡No! Pensando de nuevo en el lazo sanguíneo que los unía, una vez más, por más que quisiera vengarse por lo que estaba sucediendo, se negó a creer que ella los abandonaría a propósito.

-“¿Por qué demonios te tardas tanto Haylley?”- le preguntó al vacío, volviendo a suspirar y abrazándose a sí mismo hecho un ovillo con tal de conservar algo de calor, recorriendo con la mirada su oscura prisión, tratando de escuchar algún otro sonido que no fuese el lento respirar de Ren o sus propios suspiros. Más no había nada, solo ellos, ya ni las ratas querían acercarse por terror a que él se diera el peor festín del mundo con ellas.

No quería hacerlo, sin embargo volvió a suspirar, dejando a una parte de su mente marchar lejos, a sus recuerdos, a las memorias de su primera vida, al tiempo en que él dio origen a todo aquello.

-“Si tan sólo no hubieras muerto Leiyan”- el nombre dolió al salir de entre sus labios, dolió igual que siempre, tanto como la primera vez que lo pronunció luego de la muerte de su amado hermano.

Después de esa noticia todo se tornaba confuso, apenas recordaba haber ido al salón de la Corte Nocturna, enfrentando no solo a su Padre sino también a la Corte entera, recordaba la amenaza, las risas, el brillo de su propia espada y, sangre, su sangre, derramándose y manchando las finas baldosas que recubrían el piso.

La siguiente vez que fue verdaderamente consciente de su existencia, iba camino a la Mansión Reed, mascullando por lo bajo y siguiendo a unos padres no humanos que no tenían ni la más mínima ni remota idea de quién era él en verdad, y esa fue la primera vez que lo vio, andando lenta y pausadamente, con la cabeza baja y la mirada perdida en el piso, pero con el cabello negro y brillante, la piel nívea como la porcelana más fina y esos labios rojos y carnosos, apetecibles, casi como si rogaran ser besados.

Prácticamente ignoró todo lo que siguió a su llegada hasta el momento en el que por fin fueron presentados y pudo saber su nombre, él, porque había resultado ser un hombre, se llamaba Ren, Ren Ilya Von Teniel, el Guardián de la Espada…

En ese entonces lo ignoraba pero, conocerle había sido su salvación y al mismo tiempo su destrucción, igual que ahora, igual que siempre, pero jamás se arrepentiría de haberse enamorado, jamás, nunca jamás, no de él, de su único amor, aquel a quien seguiría una y otra vez, una vida tras otra, hasta el final de los tiempos de ser necesario.

-“Me conformaría si al menos tu fueses libre”- distraído colocó una de sus manos contra la pared de piedra que separaba sus prisiones, deseando tocarlo, recorrer con sus manos y sus labios esa piel que ya conocía de memoria, saborearla, sintiendo a Ren estremecerse bajo su tacto y… -“¡Argh Malditas hormonas!”- chasqueando la lengua se revolvió el cabello tratando de ahuyentar los pensamientos placenteros de su mente, maldiciendo una vez más por lo bajo a la Princesa, por tardarse tanto, y también a Lucien… si, a Lucien Von Schein, por ser tan idiota como para dejar que lo atraparan, y también por morirse y por dejarlos al cuidado de su hermano igualmente idiota.

Ojala que Lucas la estuviese pasando de lo lindo en donde quiera que estuviese, ya fuera en el Abismo Oscuro o rodeado de “lindos angelitos”, porque para Frey, aquellas “vacaciones” ya estaban tardando demasiado, prefería mil y un veces escuchar los alaridos de Lee Eun Fa sobre su conducta que estar encerrado un minuto más.

-“Púdrete, púdrete, púdrete Haylley, cuando salga de aquí te las haré pagar”- juró en alto, sacudiendo una de sus manos en un puño que estaba tentado a lanzarle en cuanto la viera, oh si, desde luego que le pegaría, o al menos lo iba a intentar.

Mientras tanto solo le quedaba esperar y también… ¿Por qué no? Jugar con su otra carta, aunque a Ren le enojara y terminara regañándolo en sueños, bien lo valdría si conseguía que por lo menos Ossiris les ayudara en algo.

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Subiendo lentamente las escaleras, Soren Hawkmore suspiró una vez más, repasando lo que diría en cuanto llegase a su destino, deteniéndose una vez ahí, mirando la puerta cerrada y percibiendo la respiración tranquila tras ella.

-“Joven Avalon”- llamó dando un par de toques sobre la superficie de madera, aguardando unos momentos antes de escuchar un gruñidito algo perezoso a modo de respuesta del otro lado de la puerta –“La Familia Imperial y su Familia le esperan para la cena de Noche Buena”- suspirando volvió a esperar pero solo escuchó un gritito un tanto sorprendido antes de escuchar un golpe que le hizo algo de gracia, imaginándose lo que seguramente habría pasado ahí dentro.

Yoru Avalon definitivamente no dejaba de sorprenderla, pareciendo tan serio y portándose luego como todo un adolescente, aunque muy lejos no estaba de eso. Soltó una risita y comenzó el camino de regreso, bien, ya estaba avisado así que sería cuestión de minutos verlo bajar corriendo con cara de susto probablemente, y ante ese pensamiento, volvió a reírse otro poco, pensando en que cuidar de toda esa Gran Familia cada vez se tornaba más divertido antes que peligroso.

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 ¿De verdad estaban allí abajo? Se preguntó una vez más mientras tesaba el negro listón con el que se había atado el cabello en una cola alta, mirando su reflejo, los orbes azul profundo un tanto somnolientos, el saco negro y la camiseta blanca bajo este, los ajustados jeans deslavados negros, el cinturón rojo con una enorme hebilla circular y los zapatos negros a juego; el atuendo más casual y sin embargo elegante que había encontrado entre las pocas cosas que dejara en su habitación de la casa Avalon.

Mirándose una vez más y decidiendo que no había más que hacerle, Yoru suspiró, encaminando sus pasos como un prisionero camino a la horca, bajando lentamente las escaleras y deteniéndose antes de poder alcanzar a llegar al comedor, justamente al haberse encontrado con ella, o más precisamente, con ellos, los Emperadores Nocturnos, Haylley y Arwin, Train o como su sobrino adoptivo quisiera llamarse, daba igual, porque probablemente apenas sentir su presencia, ambos levantaron la mirada hacia él.

La de Haylley de un profundo y brillante color escarlata y la de Arwin, del gris más puro y transparente que había visto hasta entonces. La sonrisa se formó en los rostros de ambos nada más verlo, o al menos una más amplia porque desde antes ya sonreían, seguramente por lo que él interrumpiera.

Arwin acababa de apartar su mano del vientre todavía plano de su pequeña esposa, probablemente había estado intentando sentir a su hijo, y tal vez esa era la razón por la que ambos lucían tan radiantes, ella vestida con un enorme suéter blanco con la capucha estampada por dentro con motivos parecidos a la piel de un leopardo, pantalones ajustados negros y unas afelpadas botas blancas, y él, con una camisa blanca sobre la cual llevaba un suéter cerrado gris oscuro, jeans deslavados azules y sneakers negros. Parecían la pareja perfecta, tan sonriente y tan unida como si nada pudiera arrebatarles todo aquello, como si Yoru no hubiese traicionado su confianza con lo que había hecho.

-“Buenas Noches”- consiguió decir al fin, intentando sonar lo más relajado que pudo.

-“Es Feliz Noche Buena, Yoru”- lo regañó en tono cantarín Haylley, pasando por su lado con una enorme sonrisa mientras se llevaba de la mano a su esposo, seguro con rumbo al comedor, ambos riéndose un poco al mirarlo de reojo caminando tras ellos seguro con un paso parecido al de un niño aguardando un castigo.

Pero es que si solo ellos supieran…

-“Ah, con que por fin has decidido dejar de meterle mano a mi hermana, Perro tonto”- reconoció enseguida la voz del Príncipe Elliot y las risas del resto ante lo que había dicho, risas que aumentaron en cuanto Arwin gruñó en un alemán perfecto “¡No me llames Perro tonto!”, igual que siempre.

 Viendo que la atención estaba puesta en ellos, intentó pasar desapercibido y llegar hasta su lugar en la mesa, pero desde luego bastó con que lo intentara para que los demás dejaran de reírse y lo miraran. Tragó un tanto ruidosamente y otra vez quiso escaparse corriendo, pero era obvio que no iba a poder. Así que solo suspiro y fingió que no había intentado nada tan tonto como ser invisible ante ellos, en lo que caminaba hasta su lugar, jalando la silla lo más silenciosamente que pudo y sentándose igual de silencioso.

-“Y… ¿Has hecho algo malo por lo cual supones que deberíamos matarte?”- el Príncipe Yeidher tan observador como siempre, haciéndole sentir unas aterradoras ganas de volver a intentar eso de huir corriendo, posaba sus penetrantes orbes escarlata justo sobre él, pretendiendo jugar con un tenedor.

-“Define “malo” en tu idioma”- murmuró apenas, rehuyendo de decir lo que había pasado esa misma mañana.

-“Umm… Elliot”- soltó en un tono de lo más divertido y entonces echó a reírse mientras su hermano le arrojaba un plato que terminó estampándose contra la pared tras él.

-“Ustedes dos, ¡Un Plato más y los dejo sin cenar!”- resonó la voz de su madre a su lado, haciendo a todos callar de inmediato y que a él le recorriera un estremecimiento nada placentero por estar justo a su lado.

-“Si Abuela Cecile, lo sentimos”- mascullaron ambos hermanos, cual cachorritos bien amansados, con la cabeza baja y gesto de arrepentimiento incluido.

La risita baja de Haylley apenas se dejó escuchar, y viéndola encogerse en su silla pensó que era más que obvio que deseaba reírse de lo lindo de la cara que traían sus dos hermanos mayores justo en ese momento, ambos siendo dominados por una mujer pequeña y menudita como su madre, una no humana común y corriente que se atrevía a regañar al par de Príncipes Nocturnos como si fuesen no más que un par de chiquillos traviesos.

-“Elliot tonto”- escuchó susurrar a Hisui a su lado, probablemente mirando feo hacia el Príncipe porque sin importar cuantos años pasaran, su pequeño sobrinito aun no conseguía perdonar al Príncipe por sus metidas de pata.

Pero todo aquello dejó de importarle en cuanto se dio cuenta de que esa sencilla distracción había bastado para que todos se olvidaran de él, porque luego de eso la paz volvió y la cena transcurrió de lo más tranquila, como si él no hubiese hecho nada extraño frente a ellos, como si fuese una cena igual a la de cualquier otro año que compartieran juntos.

Entre risas, anécdotas y ocasionales intervenciones de los más pequeños de la Familia, la velada siguió su curso, haciéndolo sentir ligeramente extraño al presenciar una vez más el cómo todos ellos podían cambiar de los serios semblantes que mostraran meses atrás en la fatídica reunión, a los rostros sonrientes que mostraban en el presente, corriendo por la casa, persiguiendo a sus pequeños y riendo con ellos entre sus brazos en cuanto los alcanzaban.

Mirando el enorme árbol de navidad en la sala de la casa, se dio cuenta de la incontable cantidad de regalos perfectamente envueltos, depositados a los pies del pino, recordando de inmediato una vez más su patosidad al no haber previsto tal situación. Suspiró, pensando intranquilamente en cómo salir de semejante enredo, hasta que levemente recordó la canasta de recuerdos acumulados por todos sus recientes viajes.

Excusándose un momento, subió de regreso a su habitación, sacando la canasta del armario e inspeccionándola unos instantes antes de emprender el camino de regreso a la sala, suspirando hondo, pensando en cuál sería la reacción del niño ante algo como la navidad, si tan siquiera recordaría lo que ese día significaba.

-“Es extraño ¿Sabes?”- levantando la mirada, se topó con la figura Trent contemplando desde el barandal la escena que se llevaba a cabo en la sala de la casa –“Nunca lo había visto tan feliz”- deteniéndose unos momentos no tardó en darse cuenta de a quién se refería, no cuando la mirada de Trent estaba fija en su hermano menor Train, sonriendo y correteando por la sala en compañía de su esposa.

-“No lo sé, para mí siempre ha sido extraño”- murmurando apenas, suspiró, pensando involuntariamente en los orbes grises de Train, tornándose del color de la sangre el día de la terrible reunión.

-“Recuerdo cuando mi padre lo trajo a nuestra casa, parecía un cachorro de la calle, demasiado pequeño, pálido y enfermo como para sobrevivir solo”- trató de imaginar a Train de esa forma, pero no lo consiguió, no cuando lo veía ahí, sonriendo tan ampliamente, como si la felicidad estuviese tan anclada a él que resultara imposible pensarlo de otra forma –“Pero sobrevivió, y aunque ni mis padres ni yo logramos hacerlo tan siquiera sonreír un poco, aun cuando incluso escapó de nuestra casa, ahora parece tan feliz que es muy extraño de ver”- esta vez fue Trent quien suspiró hondamente, aun con la mirada fija en su hermano pequeño, probablemente recordando aquella época de la que hablara.

Y al sopesar lentamente sus palabras, analizándolas a fondo, inconscientemente se preguntó si así como Train era tan feliz en esos momentos, él podría alguna vez ver a ese niño alcanzando ese nivel de felicidad, si alguna vez podría verlo sonreír de verdad, reír y también, formar una familia, e involuntariamente se preguntó si cuando aquello sucediera sería dejado atrás igual que Trent.

-

-

La mañana de navidad la había recibido en su alcoba, escuchando a lo lejos las risas de los más pequeños de la Familia y sus correteos, se sentía bastante más que extraño escuchar aquello, más si recordaba sus propias experiencias, la forma en que tontamente año tras año durante su niñez aguardó impacientemente por la llegada de un padre al que ahora sabía, era mejor no haber conocido nunca.

Suspirando, inició la rutina que cada mañana había llevado mecánicamente durante sus días en el hospital, deteniéndose unos momentos, inseguro sobre si volver al lado del niño o no, ¿Le estaría esperando? Difícil de saber o de imaginar; tal vez lo mejor era de verdad tomarse unos días, tan solo para crear de nuevo una distancia prudente, una que impidiera otro incidente parecido a “ese” beso.

Bajando lentamente las escaleras se detuvo unos momentos, mirando las figuras risueñas de sus sobrinos Rei e Ewon, cruzar corriendo justo frente a él, persiguiendo una pelota de color azul, más allá distinguió la cabellera pelirroja del pequeño Príncipe Jonasis, mirando concentradamente hacia su primo Momiji, con una expresión que Yoru no supo identificar, o al menos no quiso intentarlo, no cuando incluso el propio Momiji parecía ajeno a esa mirada, tanto, tanto, que apenas distinguir la figura de su padre caminando rumbo a la salida con un enorme regalo entre sus brazos, corrió tras él.

-“Papi ¿Dónde vas?”- preguntó apenas, captando la atención de Elliot, quien dejó el paquete sobre el sofá antes de volverse hacia él y alzarlo entre sus brazos.

-“Papá va a visitar a alguien”- contestó simplemente, esbozando una muy ligera sonrisa ante la mirada confundida de su pequeño hijo –“Es alguien a quien espero pronto puedas conocer, seguro que te gusta Momo-chi”- ampliando la sonrisa se dedicó entonces a hacerle mimos a su hijo, consiguiendo hacerle reír.

-“A Momo le gustan los amigos de papi”- la sinceridad con la que había dicho aquello, la inocencia y aquella enorme sonrisa que ahora mostraba el pequeño Momiji, consiguieron de cierta forma desarmarlo por completo.

Porque una vez más a su mente acudía el recuerdo del rostro de ese chico, su mirada vacía y sus labios rosados, pequeños y carnosos, sin sonrisa alguna, haciéndolo preguntarse si alguna vez fue feliz, si alguna vez alguien lo sostuvo entre sus brazos y lo miró tan cálida y amorosamente como el Príncipe hacía con su pequeño hijo. Y se preguntó también, si aún habría alguien allá afuera, aguardando por él, por su regreso.

-“¿Irás más tarde?”- la pregunta consiguió hacerlo volver al presente, parpadeando un par de veces antes de pensar en una  buena respuesta.

-“No, creo que por hoy me quedaré en casa”- estuvo a punto de apartar la mirada más el Príncipe solo asintió lentamente, dedicándole una mirada que extrañamente lo hizo sentir como si comprendiera del todo el millar de cuestionamientos que cruzaban su mente.

-“Bueno, entonces, Momo-chi, mientras papá no está, tienes que portarte muy bien y cuidar de papi y de Eilian ¿Sip?”- tal vez cualquier otro se habría sentido ignorado pero, Yoru no, incluso entendía eso, el que desviara su atención con tal de no ponerlo más nervioso.

-“¡Sip! Momo va a ser bueno, con papi, con Eilian y con todos mis tíos y primos”- asintió enseguida el pequeño, observando alegremente a su padre con sus enormes orbes de tan exótico color, semejantes a un atardecer pintándose del violeta anunciando la llegada de la noche –“Pero con Jona no”- ambos se quedaron en silencio, mirando al niño hacer un puchero de lo más encantador, probablemente tratando de demostrar su enojo contra alguna travesura que su primo le hubiese hecho.

Elliot por su parte, luego de unos segundos no pudo sino reírse, abrazando con fuerza a su hijo antes de dejar un par de besos en sus rosadas mejillas, dándole un par de vueltas en el aire y dejándolo por último en el piso, dedicándole una última mirada antes de dirigirla hacia él, observándolo solo unos instantes antes de recuperar el enorme paquete que dejara a un lado con anterioridad, y retomar su camino, dejándolo una vez más solo con sus pensamientos y con los ecos de las infantiles risas de los pequeños inundando el ambiente.

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Elliot suspiró, intentando prepararse mentalmente para una de las rutinas más tediosas que llevara a cabo desde el día en que la otra mitad de su vida quedara al descubierto, porque si años atrás ya era más que acosado por las indiscretas miradas de los humanos que solo se fijaban en él debido a la fama de su supuesta familia, ahora también debía cargar con el acoso de los no humanos, de la tonta Sociedad que parecía no perderlo de vista solo por ser el Segundo Príncipe Nocturno.

Negando apenas con la cabeza, tomó del asiento del copiloto el obsequio que planeaba entregarle al chico, intentando imaginar su reacción, ¿Le gustaría? O más bien ¿Tan siquiera reconocería lo que dentro de la caja se hallaba? ¿Recordaría el motivo por el cual, él habría de darle un presente ese día? Seguramente no, probablemente lo miraría con esa misma mirada perdida con la que contemplaba todo en su entorno.

Tan solo recordar ese gesto inevitablemente hacia su sangre hervir; involuntariamente se mordió los labios y emprendió el camino que de memoria ya se sabía, ignorando lo mejor posible las miradas que se posaban en él. Incluso pensó en acelerar el paso pero eso de nada serviría, así que solo fingió no darse cuenta con tal de seguir su camino, repitiéndolo en su mente una y otra vez: atravesar el recibidor, caminar hasta los ascensores y de ahí hasta el último cuarto, el cuarto sin número en la última planta del hospital.

Agradeció que por lo menos en esa ocasión el elevador se encontrara vacío, de hecho, el hospital parecía bastante más tranquilo que cualquier otro día, tal vez porque era navidad y todos debían estar en casa con sus familias, si, seguro todos estaban con sus familias mientras que ese niño se encontraba solo.

Al llegar a la puerta correcta, se detuvo unos instantes, mirándola y suspirando hondo antes de girar la perilla y poner la mejor sonrisa que pudo.

-“¿Yoru?”- parpadeó un par de veces, incluso entreabriendo los labios porque jamás se esperó que al entrar alguien hablara, mucho menos esperaba que aquella fuese una voz tan melodiosa, tan suave y dulce, una voz hecha para encantar, para hechizar, la primera clara manifestación de algo que él ya sospechaba.

-“No… él no vendrá hoy”- ni siquiera sabía por qué estaba ofreciendo una explicación cuando claramente era muy probable que el chico no lo entendiera.

Pero incluso eso dejó de importar cuando su mirada se topó con ese par de orbes azules que lo miraban con la misma curiosidad infantil que viera en él desde la primera vez que se encontraran, aunque esta vez la conexión solo tardó unos instantes, los suficientes como para dejarlo un tanto atontado, demorando en notar que ahora la atención del niño se encontraba puesta en la caja entre sus manos.

-“Yoru…”- su voz no sonó más que como un muy suave murmullo, suspirando al último antes de atraer sus rodillas contra su pecho y abrazarse a ellas, apoyando el mentón, medio ocultando un par de ojillos tristes, extrañamente decepcionados.

Pensó en decirle de nuevo que aquel a quien tanto parecía añorar no vendría pero, al final incluso prefirió callarse, componiendo otra sonrisa mientras encaminaba sus pasos hacia la cama, dejando el paquete sobre las sábanas apenas revueltas antes de levantar la tapa y hacerla a un lado.

-“Tal vez no recuerdes lo que es, pero hoy es navidad, por eso pensé en traerte un obsequio”- a ciencia cierta no sabía por qué trataba de explicarse, cuando estaba más que claro que el chico no iba a entenderlo, tal vez lo hacía para relajarse, o tal vez simplemente porque no quería sentirse como un tonto al llevar un obsequio que él mismo estaba desenvolviendo y sacando del paquete.

Porque era extraño, sumamente extraño y hasta un tanto perturbador, sentirse observado mientras levantaba entre sus manos algo que ahora se le tornaba un tanto exagerado, sobre todo por el tamaño, porque ahora que podía ver aquella cosa cerca del niño, solo podía pensar en cuán más pequeño se vería al tener entre sus brazos el un tanto enorme muñeco de felpa que planeaba obsequiarle. Incluso volvió a replantearse la idea, fijando la mirada en los pequeños y negros ojos del cordero negro grisáceo que mantenía frente a él.

Tal vez después de todo no había sido una buena idea, o al menos eso era lo que pensaba hasta finalmente notar aquel par de orbes azulados observando fijamente cada detalle que componía al bicho aquel, desde el pelaje negro grisáceo, hasta las patitas, cuernos y bufanda color azul. Entonces pensó en tratar, intentarlo una vez más.

Lo extendió apenas hacia el chico, mirándolo levantar la mirada hasta fijarla en la propia, parpadeando un par de veces antes de acercar tímidamente una de sus manos hacia el bicho aquel, solo rozándolo con sus dedos antes de mirarlo otra vez.

Se veía tan sorprendido como curioso ante semejante bicho, que inconscientemente optó por acercarlo más hacía él, dejándolo casi entre sus brazos; el niño volvió a mirarlo, intercalando la mirada entre él y el cordero, dudando antes de aferrarlo con fuerza, enterrando el rostro contra la oscura felpa, aspirando su aroma antes de mirarlo de nuevo, luciendo aún más fascinado que antes y, sonriendo, como tanto había estado esperando ver, de una forma tan maravillosa, que con ese simple gesto, le hizo creer, creer que aún existía la posibilidad de ver a ese niño salir de la oscuridad.

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Cuatro días más tarde, caminando por los que ahora le parecían demasiado largos pasillos, a cada paso Yoru sentía la tentación de dar la vuelta y de nuevo echar a correr, pero no podía, con cada día transcurrido, la ansiedad por estar cerca del niño se había vuelto casi insoportable, al grado de que finalmente en el presente día, se había rendido, necesitaba verlo, tocarlo, sentir la calidez de su piel y perderse en ese par de orbes azules que cada vez lo fascinaban más.

Suspirando y aun cuando su determinación fallaba a momentos, siguió su camino, saliendo despacio del ascensor, casi queriendo alargar el momento, de nuevo dudando, una vez más inquieto ante lo que encontraría al atravesar ese puerta una vez más.

-“¡Elliot!, ¡Elliot!”- sus pasos se detuvieron al reconocer esa voz, la voz de su tesoro llamando por un nombre que no era el de él, llamando al Príncipe, como si se hubiese olvidado totalmente de su existencia durante esos cuatro miserables días en los que lo dejara solo –“¡Elliot!”- la voz volvió a sonar y esta vez una especie de mal presentimiento lo recorrió al reconocer el tono empleado, sonando como si estuviese pidiendo ayuda, como si quisiera gritar por auxilio.

Esta vez no solo reemprendió la marcha sino que no fue capaz de darse cuenta del momento en que comenzó a correr, llegando aprisa hasta la puerta y abriéndola de golpe, deteniéndose una vez más, solo unos instantes, los suficientes como para que todo en su entorno pareciera congelado en el tiempo.

-“¡Yoru! ¡Yoru! ¡Yoru!”- su pequeño tesoro llamó por él con desesperación, tirando de su brazo con tal de zafarse de su atacante.

Porque se había imaginado tantas situaciones, pero ninguna de ellas era ni remotamente parecida a la escena que sus orbes encontraron apenas abrir la puerta. La enfermera, la misma maldita enfermera que diariamente revoloteara a su alrededor, aferraba con fuerza por el brazo a su lindo niño, tirando de él, sosteniendo con el brazo en alto una jeringa cuyo contenido no quiso averiguar, no en ese momento, no cuando todo en él parecía hervir igual que la lava de un volcán.

Ni siquiera fue verdaderamente consciente de sus movimientos, porque de haberlo hecho habría notado el cómo el azul profundo de su mirada parecía resplandecer con un brillo de peligro jamás antes visto en él, o como en un instante demasiado corto, había acabado con la distancia entre ellos, liberando el forzado agarre antes de ocultar al niño tras su espalda, totalmente a la defensiva, dispuesto a atacar, no, a matar de ser necesario, con tal de protegerlo, porque aun cuando todavía no lo sospechara siquiera, aquel incidente se convirtió en la pieza que faltaba para que aquello que su corazón comenzara a sentir desde el preciso instante en que se encontraran por primera vez, finalmente tomara forma, porque en efecto, y aun cuando no se diera cuenta de ello, Yoru Avalon Nacht se había enamorado, a un nivel jamás antes sospechado y de tal forma en que por ese sentimiento sería absolutamente capaz de todo, incluso de aquello que se juró jamás siquiera pensar, un amor por el cual sería capaz matar…

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Notas finales:

Y eso es todo por hoy gente bonita, espero que les haya gustado mucho, mucho el capítulo, y bueno, estamos adentrándonos más en la historia y por lo mismo, conociendo más de todos y cada uno de los personajes de la serie, ya ven, muchos habían preguntado por Frey y Ren, y ahora han vuelto a saber de ellos, ahora saben un poco de su historia, que con el avance de la novela se irá revelando cada vez más, incluso entramos un poquito al pasado del joven Emperador Consorte Arwin, y tuvimos también nuestro momento de ternura con los más peques de la familia n.n

 

Elliot cada vez le tiene más fe a Ossiris, aunque justo hemos terminado en una escena que abrirá la puerta a nuevas experiencias y situaciones nwn

 

Espero poder terminar el capítulo 9 a tiempo para la actualización pero, para que eso pase me tienen que ayudar, recuerden, mínimo 6 reviews diferentes para que su autora sea inmensamente feliz, dénme muchos ánimos y todas sus oponiones para motivarme e inspirarme que los estoy necesitando >w<

 

Gracias por leer, pero sobre todo, gracias a todas las hermosas personas que dejaron sus reviews, estaré esperando ansiosamente por más reviews, muchos más, recuerden, yo soy como el cookie monster, solo que sería algo como review monster jajajajajajaja, en fin muchas gracias a:

 

 Artemis, Irene,  princesa tsunade,  Princess Natsu y a Anónimo (Bienvenid@)

 

También, una preguntita, ¿Les gustaría que hiciera una galería de atuendos? y bueno, solo para aclarar, el capítulo se llamó "Entre Azul y Buenas Noches" pues porque, porque es una expresión que significa algo así como "Más o menos" que es como llevan la sitación los personajes, con unos cuantos altibajos, pero aun así esforzándose nwn

 

De nuevo gracias por leer y, espero muchos reviews, hasta prontito yo creo >w<

 

Au Revoir~~~~~~


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