Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Susurros En El Silencio por Darko Princess

[Reviews - 109]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Kyaaaaaaaaaaaaaa creí que no lo lograría, pero, lo hice, ¡Terminé el capítulo a tiempo! >w<

 

Mis estimados lectores, un aplauso por favor, y muchos reviews >w<!!!

 

Ya saben, mínimo 6 para que su autora les haga otro milagrito dentro de dos semanas y llegue a tiempo >w<

IX

El Presente Atado Al Pasado

 

 

El tiempo parece transcurrir demasiado lento, mientras en la oscura mirada de Yoru Avalon Nacht, la amenaza sigue latente, pareciera solo estar esperando por un simple movimiento en falso como para terminar con la patética mujer que lo observa entre sorprendida y temerosa, casi midiendo sus movimientos.

-“Mi Señor, Amo Yoru… yo”- escucharla hablar es todo lo que falta para que el tiempo vuelva a fluir, solo parpadea una vez y su mirada vuelve a ser dura, aún más fija y fría que al principio.

-“Largo de aquí, largo antes de que me arrepienta”- el murmullo es lo suficientemente siseante como para poner aún más nerviosa a la mujer, quien de inmediato piensa en alguna excusa, intentando hablar, salvarse tal vez de alguien que luce casi tan peligroso como cualquier Príncipe Nocturno –“Una cosa más, quiero el alta del chico, me lo llevaré hoy mismo”- la enfermera abre los ojos sorprendida y retrocede un paso, inevitablemente posando su mirada en la pequeña y encogida figura del niño que se aferra con fuerza al saco de su Líder.

Ossiris mientras tanto, evita mirar a la mujer frente a él, sabe que lo observa, casi con la misma clase de sentimientos con que los Centinelas solían mirarlo, pero esta vez se siente extrañamente a salvo, sentir el calor del cuerpo de ese hombre, “Yoru”, tan cercano al propio, le brinda una especie de sensación cálida, agradable, y sobre todo, lo hace sentir protegido, quizás aún más a salvo que con el ser de fantasía “Elliot”, y no lo comprende, tal y como no comprende lo que sucede en esos momentos.

Su protector parece cada vez más y más enojado e incluso él empieza a temer porque le haga daño, sobre todo porque aquella mujer no deja de mirarlo, no, de mirarlos a ambos, tan cercanos él uno del otro, en su mirada solo hay odio y miedo, tanto, tanto que una vez más desea escapar de vuelta a su prisión, ahí donde tras los barrotes pese al dolor existía la misma calmada resignación con la que pasara cada día.

Y finalmente, como si aquel duelo de miradas y voluntades tuviese por fin un ganador, la mujer huye, pasando justo a un lado de ellos, dedicándole una última mirada de odio ante la cual no puede sino aferrarse más a su protector; escucha su voz, calmada y suave pero pese a eso, aun se siente un tanto temeroso, y al mirarlo a los ojos, todo eso parece esfumarse, hay algo en ellos que le hace confiar, dejarse llevar por los brazos que lo levantan del piso, llevándolo de vuelta a la cama, dejándolo justo ahí, apartándose casi de inmediato, solo que esta vez Ossiris no quiere que se aleje, sus manos se cierran entorno a la ropa y esconde el rostro contra su pecho, inhalando y exhalando profundamente, percibiendo un aroma tan reconfortante y una presencia que se vuelve más cálida cuando los brazos de Yoru lo rodean y siente una extraña calidez sobre su cabello, los parpados le pesan y una vez más el mundo de los sueños parece reclamarlo, solo que ahora no hay miedo, solo calma, se siente tan a salvo, tan protegido, que por eso se deja llevar, aspirando una vez más el cálido aroma que ahuyenta todos sus miedos, deseando que al despertar una vez más sus miradas se vuelvan a encontrar.

-

-

Un día más en ese hospital, quizá un día como cualquier otro, soportando las miradas y el acoso, solo que esta vez Elliot no está solo, no, no lo está, basta con sentir la suave presión en una de sus manos como para hacerle voltear la mirada, encontrando a su lado al ser más perfecto con el que tan siquiera alguna vez pudo imaginar soñar.

-“Tienes que dejar de mirarme así”- y aun cuando lo intenta, simplemente no puede, no cuando Natsuhi lo deja contemplar una vez más uno de sus para él, muy hermosos pucheros, entonces todo lo que puede hacer es tomar su rostro por una de sus rosadas mejillas e inclinarse para robarle un beso.

Los orbes, tan exóticos y exquisitos de su esposo, de ese llamativo color violáceo-rojizo, se abren de par en par por la sorpresa antes de cerrarse, dejándose besar, correspondiendo con la misma dulzura y pasión que Elliot emplea antes de apartarlo con un muy leve empujón, haciendo una distancia lo suficientemente corta como para que sus labios sigan rozándose, tentándolo igual que siempre, más cuando sonríe de ese modo en que consigue hacer a su corazón saltarse un latido mientras al mismo tiempo su cuerpo entero sufre de escalofríos.

-“¿Acaso estas olvidando esposo mío, que estas castigado?”- la pregunta consigue devolverlo a la realidad y aun cuando se supone debería estar ya muy acostumbrado, inevitablemente las mejillas se le tornan rojas mientras aparta la mirada y trata de aclarar el nudo en su garganta, reemprendiendo la marcha, apurando sus pasos solo porque una vez más Natsuhi ha conseguido hacerlo delirar.

Y justo cuando están parados frente a las puertas del ascensor, un extraño tumulto de gente logra llamar su atención, por unos instantes Elliot piensa simplemente en pasar de ellos, porque es la oportunidad perfecta para no tener que aguantarlos, pero todo aquello se olvida en cuanto distingue entre los gritos palabras y frases como: “Líder”, “Amenazas”, “Iba a matarme”, “Solo por un bastardo”, “Quiere llevárselo de aquí”; está a punto de encaminar sus pasos hacia la gente pero una vez más Natsuhi capta su atención, haciendo que vuelva la mirada hacia él, una simple negativa y una vez más, sin siquiera proponérselo, su voluntad se vuelve nada y no hace más que seguirlo hasta su objetivo inicial.

Cuando las puertas del ascensor vuelven a abrirse, avanza rápido hacia la habitación, casi temiendo por lo que pueda encontrarse ahí dentro, algo ha pasado, y quiere saber de una muy buena vez, qué ha sido, por eso, lentamente y en silencio, abre la puerta, haciendo una rápida inspección, todo parece tan en calma, tan normal, pero algo va mal, muy mal.

Porque una vez más, igual que años atrás, una presencia jamás antes sentida, perturba su inestable tranquilidad, solo que esta vez no se trata de Yuury Avalon, no, ahora es Yoru Avalon quien logra hacer a su equilibrio flaquear.

Más Yoru parece no advertir su presencia, ignorarla por completo, porque otro de sus temores se vuelve realidad, está enamorado, es imposible negarlo ya, basta con ver la forma en que Yoru mira hacia el niño, con notar la manera en que sujeta esa mano pequeña y pálida contra su pecho, y también, basta con verlo ahí, inclinado sobre el niño, besando su frente, protegiéndolo con su propio cuerpo, con esa aura que solo presagia dos cosas, amor y peligro, como para que aquello que deseó poder evitar, se haga realidad.

-“Abajo hay todo un alboroto”- la voz de Natsuhi es la primera en romper el un tanto perturbador silencio, y en cuanto los orbes profundamente azules y brillantes de Yoru, se posan en ambos, las dudas vuelven a atacarlo.

-“Una enfermera trató de hacerle daño, por eso voy a llevármelo”- no se muestra dubitativo en lo absoluto, sino todo lo contrario, extrañamente calmado, alarmantemente calmado.

-“Claro, pero mientras eso sucede, ¿Te parece si caminamos un poco?”- los tres se miran por instantes que para Elliot se tornan un tanto largos, antes de que finalmente Yoru asienta levemente, dedicándole una última mirada al pequeño chico que duerme sobre la cama, tan tranquilo, tan ajeno a todo lo que ocurre a su alrededor.

-“Solo un momento”- es apenas un susurro pero por ahora basta para hacer un poco de distancia e intentar recuperar el control, y mientras ambos salen de la habitación, casi sin querer su mirada se encuentra con la de su esposo.

Basta una pequeña sonrisa de Natsuhi como para calmar sus nervios, porque ese sencillo gesto le hace saber que todo irá bien, que mientras estén juntos, no hay nada que temer.

-

-

Los minutos parecen transcurrir sin prisa alguna, afuera la nieve lo cubre todo, tiñéndolo de un blanco puro, magistral, y aun así, pese al bello paisaje ante él, Elliot no puede apartar la mirada de Yoru, una vez más le parece demasiado joven como para enfrentarse a una lucha demasiado complicada, no, más bien, compleja, pero mirándolo ahí, con esos orbes profundamente azules aparentemente perdidos en la nieve y esa inusual sonrisa ensoñada, sabe que no hay marcha atrás, ya no, es demasiado tarde y además aún le queda algo más tedioso que atender, la presencia que recién ha sentido, la de un joven demonio, no, la de un joven demonio Darko coqueteando con la idea de matar, casi seducido por la embriagadora sensación del primer asesinato.

Y aquello no puede pasar, no una vez más, no cuando eso sería sumar una variable más a la ya complicada ecuación, y claro, tenía que pasar justo cuando la exasperante cena de año nuevo esta próxima a suceder, entonces se pregunta si una vez más tendrá que hacerle de portador de malas noticias, porque aquello sin duda parece una mala noticia, no exactamente para los Darko, sino más bien para los Avalon.

-“¿Podemos entrar ya?”- la pregunta de Yoru consigue hacerlo volver al presente, y no le queda más que asentir, deshaciendo el camino que ambos tomaran para llegar hasta el balcón, entrando a la habitación en donde varias valijas se encuentran alineadas frente a ambos.

Yoru parpadea curioso, viendo caminar a Natsuhi de lado a lado, doblando y guardando prendas en otra valija mientras su dulce niño aun duerme sobre la cama.

-“Mientras no estuviste, Natsuhi y Suzu se encargaron de conseguirle todo un guardarropa al chico”- excusa como si nada Elliot, y es que la calma vuelve al Príncipe con solo mirar a su esposo, porque después de todo, Natsuhi es para él un bálsamo, una cura, todo lo que necesita para que sus pensamientos vuelvan a su curso y la calma gobierne por sobre todo lo demás.

-“Oh, vaya, gracias… supongo”- y ahora que la calma ha vuelto, igualmente lo hacen sus muy acostumbrados nervios, y es que sin importar cuanto tiempo pase, para Yoru aún es un tanto difícil estar ante Natsuhi.

No es como si Natsuhi le hubiese hecho algo, no, desde luego que no, de hecho, el Joven Emperador Valmontt no puede sino parecer más inofensivo con ese largo cabello lavanda, la piel blanca cual porcelana, el cuerpo pequeño, delgado y delicado y ese rostro de facciones finas, adornado por unos labios carnosos y esos ojos de tan extraño color, violeta-rojizo, tan aparentemente inofensivo que por eso aún es complicado para él tratarlo, sobre todo cuando el Emperador pese a su sonrisa dulce ha demostrado tener un carácter un tanto fuerte, por eso es que siempre guarda un poco su distancia, por eso es que ahora solo puede sonreírle tímidamente, casi buscando una esquina por donde escaparse.

Cerrando la última valija finalmente Natsuhi vuelve la mirada hacia él, notando una vez más la expresión un tanto cautelosa y casi queriendo reírse de él por verlo así, pero no lo hace, porque burlarse sería como dar pie a que su esposo igualmente se ría, y al menos por esta vez, no quiere facilitarle el castigo a su esposo, no, esta vez Elliot realmente tiene que sufrir un tanto más, por eso todo lo que hace es tomar al enorme cordero negro que yace sobre la cama y extenderlo hacia Yoru, quien parpadea un par de veces antes de tomarlo y quedarse mirando a semejante animalejo.

-“Puedes llevártelo ahora, nosotros nos haremos cargo de todo aquí, solo que no olvides esa cosa porque parece gustarle mucho”- comenta como si nada Elliot, señalando al enorme animal de felpa que ahora sostiene entre sus brazos.

 Y al mirarlo una vez más, no puede evitar sonreír, imaginándose a su pequeño tesoro con ese bicho entre sus brazos, seguramente mirándose aún más dulce que siempre, aún más hermoso, y esta tan perdido en esos pensamientos que no se da cuenta del momento en que sus pasos se dirigen hacia el chico, aun entregado al sueño, con delicadeza aparta el azabache y ondulado flequillo de su rostro, sintiendo su piel tibia y suave, mirándolo apretar los parpados antes de abrir sus orbes tan preciosamente azules, adormilados, y tan bonitos, que sin querer vuelve a sonreír.

El chico parece demorarse solo unos instantes en notar el objeto que sostiene entre sus brazos porque no tarda nada en extender los propios con tal de hacerse con el animal aquel, y Yoru se lo permite, contemplando maravillado la forma en que suavemente sonríe y aspira el aroma de su muy enorme cordero, sus orbes vuelven a cerrarse y una vez más parece dispuesto a partir hacia el mundo de los sueños, pero está bien así, porque tal vez de esa forma no note el cambio de lugar.

Tan solo lo contempla unos instantes más, así tan lindo que sin siquiera proponérselo le hace desear poder tomarle una fotografía, pero está más que claro lo extraño que se vería haciendo eso, así que solo suspira un tanto resignado, aguardando un momento más antes de levantarlo entre sus brazos, casi perdiendo por un par de segundos el equilibrio, más aquello, en lugar de incomodarle, solo le proporciona un muy agradable sentimiento, si, la reconfortante sensación de descubrir que su pequeño milagro por fin está ganando algo de peso, ya que después de un par de segundos es bastante más que capaz de notar que aquel peso extra no se debe únicamente al muy peculiar “corderito”, no, también le pertenece a su niño, a su cada vez más hermoso niño.

Aunque bueno, mirándolo así, profundamente dormido entre sus brazos, inevitablemente piensa en cuanto más corta le queda la palabra “hermoso” a su niño, en que tal vez no existen adjetivos suficientes para describirlo y también, en que aun si no se lo había propuesto antes, sus sentimientos por él se vuelven más y más claros, claros y complejos, ya que solo desea protegerlo, salvarlo de sus pesadillas, mirarlo sonreír, no, más bien, verlo feliz…

-

-

Afuera la nieve cae lentamente, blanca, fría, y aun así, extrañamente cálida para él, pues sin siquiera proponérselo, una vez más piensa en su padre, en los escasos aunque alegres, momentos que compartieron; Lucian suspira hondamente, tratando de imaginarse cómo habría sido una vida lejos de su madre, una vida compartida con su padre, con su pequeño hermano y también, con ella, con Aneris Saluja, la mujer que solo tenía sonrisas dulces para él, abrazos y mimos, a veces piensa que todo aquello era únicamente por ser hijo de su padre, pero en momentos como ese, se da cuenta de que aquella era su verdadera forma de ser, Aneris era buena por naturaleza, un ser demasiado noble como para realmente existir, tal vez por eso es que ahora ya no está más, ni ella ni su dulce hermanito, si tan solo hubiese podido proteger a Ossiris, alejarlo de todo lo malo en su mundo, pero es demasiado tarde ya, y ahora por eso no le queda más que mirar el caer de los copos con tanta nostalgia y tristeza.

Pero no es solo tristeza lo que siente, también está el cansancio, una suerte de fatiga producida más por toda la maraña de pensamientos y sentimientos encontrados, que por el trabajo en sí; las primeras semanas todo iba bastante bien, salir a campo con Yoru Avalon estaba bien, más ahora, con la aparición de ese niño, Lucian había sido prácticamente obligado a trabajar con el único Consejero cerca del cual no lograba hallarse: Alain Amid Saluja.

Pensar que dentro de unos minutos tendría que verlo de nuevo, con esa expresión de enfado y el odio en su mirada, bastaban como para cansarlo más, pero aun así estaba dispuesto a soportarlo, no solo por obligación, sino porque una parte de él sentía debérselo, una parte de Lucian siempre le hacía pensar que si solo no hubiese nacido entonces, entonces tal vez Ossiris aun estaría con vida al igual que su padre y Aneris, y no tendría que vivir ocultando de Alain la siniestra verdad de la corta existencia de Ossiris.

-“Estoy viviendo un tiempo robado, solo espero algún día poder devolvértelo del modo correcto”- el susurro se pierde entre todo el silencio de su habitación mientras camina lentamente hacia el armario donde oculta uno más de sus secretos, rebusca en uno de los cajones por un pequeño cofre cerrado y sellado con su magia, abriéndolo lentamente y contemplando una fotografía ya amarillenta por los años, es su más grande tesoro, la única fotografía de su padre sonriendo sinceramente, la única fotografía de su padre sonriendo de verdad junto con Aneris, y con… con Ossiris.

Una vez más no puede evitar el preguntarse cómo habría sido una vida con ellos, tal vez habrían tenido que huir durante mucho tiempo, pero estarían juntos, juntos y seguramente felices, tal y como nunca lo había sido.

Después de todo no recordaba un solo momento que su madre no hubiese arruinado, cada instante tratando de forzarlo a ser justamente como ella esperara que fuera, como el siguiente líder Von Schein debía según ella, ser, y ahora, solo y abandonado a su suerte, a su plena merced, no podía sino pensar en escapar, huir muy lejos, de ella y de los Von Schein, tal y como su abuelo hiciera inmediatamente después de la muerte de su tío Lucas.

Si tan sólo su tío Lucas no hubiese muerto también, al igual que su padre, tal vez todo sería más sencillo, pero su tío ya tampoco estaba, tanto él como su padre y su abuelo lo habían dejado solo, cargando con un peso demasiado grande para él, con verdades y secretos que con los años no habían hecho sino convertirse en pesadillas, aquellas a las que ya no conseguía olvidar, si tan sólo…

-“¿Te vas otra vez?”- por un instante la respiración se le corta, más solo es un breve momento tras el cual suspira hondamente, midiendo sus movimientos al regresar a su escondite a su más grande tesoro.

-“Aun tengo trabajo que hacer, Madre”- aprieta las manos en puños y se muerde los labios antes de finalmente contestar, demorando solo un par de segundos en escuchar el bufido de molestia que Rosalind deja salir.

-“Eso no es un trabajo, solo es salir y jugar con ese maldito bastardo”- las palabras de Rosalind tocan justo algo en él, algo casi prohibido, porque de nuevo tiene que suspirar hondamente con tal de no gritar, de no reaccionar, porque aún no sabe qué le enoja más, el que se refiera siempre a Yoru Avalon como un “bastardo” o el que lo haga ignorando a su vez a aquel miembro de su familia a quien ella ayudó a desaparecer.

-“Deberías controlar la forma en la que te expresas sobre nuestro Líder”- es todo lo que consigue murmurar, peleándose aun con las ganas de gritar, de iniciar una discusión más, porque está tan cansado ya.

-“Es un bastardo y tú lo sabes muy bien, un bastardo igual al que tu Padre se atrevió a tener con esa horrible mujer”- el tiempo vuelve a paralizarse y su respiración se torna agitada, está a punto de perder el control, lo sabe muy bien pero esta vez por más que lo intente no puede detenerse, no esta vez, no con algo como eso…

-“¡No vuelvas a llamarlo así! ¡Él era mi hermano!”- su voz se torna en un grito repleto de toda su ira, de todo el odio, el rencor e incluso la culpa que siente al ver mancillada una vez más la preciada imagen de su dulce hermanito, y no puede permitirlo, ya no más, es el final, lo sabe, y aun así lucha por mantener el control, aun cuando sienta que todo en él se vuelve caliente y rojo como el fuego, aun cuando mire a su madre retroceder un par de pasos, intimidada por él.

Respira hondamente una y otra vez, tratando de calmarse, apartando la mirada, recorriendo con ella su habitación, buscando una forma de recuperar aunque sea un poco el control, y lo consigue, justo en el momento en que sus orbes rojizos quedan fijos en las valijas cerradas junto a la puerta de su alcoba.

-“M-Me voy… Me voy y no pienso volver nunca”- la decisión está tomada, finalmente ha conseguido el valor de expresar aquello que por tanto tiempo ha ansiado, escapar de las garras de su madre, de la cadena invisible y aun así, demasiado apretada, que implica el ser un Von Schein.

Sabe muy bien que Rosalind se prepara para replicar, para discutir incluso, pero no se lo permite, aferrando el cofre en el que oculta su más valioso tesoro, apresura sus pasos hacia la puerta, tomando con su mano libre la valija más grande de su equipaje, escuchando apenas el sonido de las ruedas al girar por sobre la fina alfombra de aquel que desde ese momento está dejando de ser su hogar.

-“¡Lucian!”- el sonido de los zapatos de tacón  de su madre acercándose aprisa por el pasillo, yendo tras él, resuenan en la casa, pero no piensa detenerse, no esta vez, ya no más, no cuando finalmente ha conseguido reunir el valor suficiente para realizar aquello.

-“Enviaré a alguien por mis pertenencias, hasta nunca… Madre”- la última palabra le sale amarga, tanto como todas las memorias que tiene sobre Rosalind, pero se obliga a creer que ya no importa más, no desde ese momento, porque al fin es libre, porque no tendrá que volver más a su cárcel de oro, porque por fin podrá ser solo Lucian.

Apresura sus pasos y al  a travesar la puerta de salida, el aire se siente diferente, más puro, o tal vez solo es la sensación de libertad que parece cambiarlo todo, sonríe apenas, saludando brevemente al chofer del negro y lujoso automóvil que en la puerta aguarda por él, ayudándolo a subir la enorme maleta antes de dirigirse hacia una de las portezuelas traseras, en esos momentos ni siquiera ver a Alain de nuevo podría arruinar todo lo que siente, no esta vez.

Sube aprisa, sin poder dejar de sonreír y sin esperar resbalar apenas, sosteniéndose de lo primero que tiene al alcance y quedando justamente frente al serio rostro de Alain, quien el notar su cercanía abre sorprendido el par de orbes dorados que posee por ojos, enmarcados por ese delicado cabello azul. Sus rostros están tan cerca que siente incluso su respiración mientras por unos instantes se pierde en las motas verdosas y doradas atrapadas en ese par de orbes de un color semejante al oro líquido; la respiración antes agitada por la adrenalina y la euforia parece detenérsele en el momento en que admira como las níveas mejillas de Alain van adoptando un suave color rojizo que lo hacen perderse aún más en su rostro, sobre todo cuando igualmente se muerde los labios carnosos y rosados.

-“H-Hazte a un lado Von Schein”- la voz de Alain tiembla un momento, intentando mostrar toda la seriedad y odio que usualmente le dedica, pero esta vez no importa, no cuando para Lucian todo sigue pareciendo nuevo, diferente, incluso el propio Alain.

Sonriéndose de lado, finalmente se aparta, sentándose a su lado, mirándolo de reojo, perdido en admirar el paisaje a través de la ventana sin poder apartar aun el rojo de sus mejillas, se le antoja incluso sacado de algún cuento, porque aunque esté enojado, y odiándolo igual que siempre, se ve… se ve…

-“Hermoso”- es todo lo que consigue murmurar, sintiendo la mirada de Alain posarse en él unos momentos, observándolo cual si fuera un loco.

-“¡Cállate estúpido Von Schein!”- masculla irritado, apartando de nuevo la mirada y bufando por demás indignado en el momento en que Lucian comienza a reírse, negando suavemente con la cabeza, tan sólo disfrutando, porque todo es tan nuevo, porque por fin es, y se siente libre…

-

-

Afuera la nieve ha cesado de caer, dejando todo cubierto por un manto magistralmente blanco, tan puro, y en días así es justo cuando Cecile Nacht se siente más sola, un tipo de soledad que tal vez nadie, ni siquiera su preciado hijo, puede sanar.

Han pasado tantos años ya, y aun no consigue olvidar a todos los que se han ido, a sus amados amigos, aquellos con los que creciera, con los que todo compartiera: Eve Rutherfor y Fiorelle Zachs, Tasia y Joseph Avalon, Jyrian y Damon Eljan, Hijau y Levian Shang, Lucas Von Schein y… Aneris Saluja junto con Lucien Von Schein; rostros a quienes ahora solo podía mirar a través de una vieja fotografía, cada vez más vieja y amarillenta con el pasar de los años, ahora, de todos esos rostros sonrientes solo quedaban Miya, Ethan y ella.

Si tan solo pudiesen estar juntos de nuevo una vez más, pero el tiempo se había encargado de separarlos para siempre, como si con el pasar de los años alguien hubiese ido tachando uno a uno los rostros sonrientes en la fotografía.

E incluso en esos momentos aún se preguntaba si resultaba un consuelo el estar cerca de los hijos de aquellos a quienes tanto amó, poder protegerlos y reconfortarlos lo mejor posible, aun cuando ni siquiera los pequeños estuviesen completos, la crueldad de la vida se había encargado de arrebatarles años atrás a la hermosa Hairu Avalon, y también al… al dulce Ossiris, el pobre y dulce Ossiris, un niño al que tanto ella como Lucas, Miya e Ethan, durante años no pudieron olvidar, y ahora que Lucas ya tampoco estaba, solo quedaban ella, Miya e Ethan para recordarlo.

Ossiris era tan pequeño cuando les fue arrebatado, tenía escasos 5 años, y el pensar que en el presente podría haber sido un jovencito precioso de 19, dolía enormemente, porque no habían podido protegerlo, porque no habían podido salvarlo, porque habían fallado, y por eso ya nunca más lo verían, se había transformado en un recuerdo más, un agridulce recuerdo que justo en momentos como esos simplemente no podía olvidar.

-“Señora Cecile, el Amo Yoru ha vuelto”- asiente suavemente, mirando apenas a una de las empleadas de la casa, retirándose por el pasillo.

Suspira hondo y se fuerza a mostrar una sonrisa, encaminando sus pasos hasta el recibidor, rozando con una de sus manos el barandal de la escalera mientras lentamente baja; la casa se siente cálida, una calidez que logra sacarle una sonrisa sincera y que solo puede sentirse cuando su hijo está en ella, porque Yoru es como el sol, un sol sonriente capaz de calentar su corazón.

Apresura sus pasos y está lista para recibirlo con un efusivo abrazo cuando sus pies se detienen bruscamente y su mundo entero se tambalea, porque en efecto, su hijo ha vuelto, su amado Yoru está de vuelta, pero no solo, y Cecile no sabe si es un sueño o una pesadilla pero algo en ella comienza a sentir miedo, mucho miedo, por lo que en el futuro pasará, por todo aquello que viene en camino.

Porque algo que jamás esperó, ni mucho menos soñó, está sucediendo, porque ahí, entre los brazos de su hijo, de su preciado Yoru, esta él, mirándola apenas con sus adormilados pero impresionantemente azules orbes, porque ahí justo entre los brazos de su Yoru, su amado hijo, quien sonríe maravillado y… y enamorado, esta él… justamente él… Ossiris Von Schein…

-

-

-

Notas finales:

Lo sé, lo sé, un muy buen día todos ustedes me van a perseguir con trinches, palos, antorchas y demás con tal de lincharme por dejar siempre los capítulos en momentos así 9.9UU

 

Pero, pero, yo creo que eso vuelve todo más emocionante >w< de hecho, estoy muy contenta porque logré terminar el capítulo a tiempo, es más, tan a tiempo que solo me dio chance de dormir una siesta y darme una ducha antes de ponerme a contestar reviews y a actualizar.

 

Lo ven? Me esmero mucho por ustedes y aun así no hay reviews y luego, luego, yo quiero llorar TT^TT Por eso, acuérdense de su pobrecita autora que a veces en las noches no duerme ni dos horas con tal de forzar a sus musas y escribir.

 

Por eso, ya saben, mínimo 6 reviews diferentes para que su autora sea muy feliz, se desvele más y termine a tiempo de nuevo jajajajajajajajaja nwn

 

Igualmente, quiero agradecer a todas esas bellas personas que me leen, a mis nuevos lectores y a esos que han seguido la serie desde el principio, muchas gracias por su apoyo, y muchas más gracias a todos aquellos que me dejan sus valiosos reviews, como son: Anónimo (¿Isabel?),  Princess Natsu,  princesa tsunade,  Yuukari No Doll, y Anónimo; aun estoy en la espera de que más nombres se sumen a la lista de mis reviewers >w<

 

Muchas gracias por leer y espero poder cumplir con la próxima actualización, así que dejen reviews bonitos e inspiradores y yo trabajaré muy feliz >w<

 

Hasta la próxima, les deseo mucho éxito a todos

 

Au Revoir~~~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).