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Mimado por Javmay

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Notas del capitulo:

Wuuooh! Juro que nunca pensé que me demoraría tanto en publicar este último capítulo... pero... bueno... varias cosas pasaron... (Como el final de Free! Eternal Summer TAT) y la falta de inspiración, que sin mentir, volvió gracias al comentario de Mio-Murasaki... De verdad muchas gracias! (contesté tu mensaje)

 Y la verdad, es que gracias a TOODOS!! aquellos que comentaron, a los que sólo leyeron! Por ustedes escribí esta historia! y me alegra el haberla compartido! De verdad me emociona que esta pareja sea tan bien recibida :3


Respecto a las ADVERTENCIAS: (apesto en esto)... emmm... Lemon (no muy explicito)... cursilería (?)... y angst (angustia) al final...

 Ah! Kina Ni Juu, intenté poner MidoTaka, ojala te guste!! :)


Nos leemos abajo!

III. Nuestros Dias a través de los Años

 

-

 

-

 

JAV

 

EPÍLOGO

 

 

. . 8 Meses de edad

 

 

 

7 de julio

 

Marcaba el calendario de su celular, mientras estiraba un brazo para colgar los globos verdes que Kazunari le había pasado ya inflados hace sólo unos segundos. Con los dientes se mordía la lengua y maniobraba con inusitada pericia el hilo para que quedase bien pegado en el techo del apartamento. Continuó con su hazaña por unos minutos, dejando sobre los sitiales y mesas otras diversas decoraciones, que Kouki en su fuero interno creyó más apropiadas para la fiesta de cumpleaños de su hermanita (pero decidió sabiamente cerrar la boca).

 

Con su pequeño trabajo listo y finalizado, suspiró y observó con una sonrisa tímida el resto de la sala, dándose una palmada imaginaria en la espalda por su buen trabajo.

 

“¡Takao-kun, ya terminé!” Llamó a su amigo pelinegro asomándose a la cocina, donde el susodicho entrecerraba los ojos al tiempo que terminaba los pudines que se había pasado toda la tarde preparando. 

 

“Ah~, gracias, gracias~… un poco más y termino aquí… ¿Qué hora es, por cierto?” Preguntó mirándole de reojo. Kouki sacó su celular, donde una fotografía de él y Akashi en un parque de Kioto invadió su visión.

 

Sonrió sin quiera saber por qué…

 

“Van a ser las siete y media” Respondió. “… ¿A qué hora se supone que tienen que llegar los demás?” Decidió preguntar cuando el capitán de Shutoku maldijo por lo bajo y comenzó a moverse con más ansiedad por la pequeña cocina.

 

“A las 8…  Mierda, esto me pasa por quedarme dormido” Se lamentó Takao metiendo los pudines al refrigerador, antes de dirigirse a la sala para sacar de un mueble las bebidas que había comprado, además de vaciar la comida en pocillos, y dejar listo el equipo de música. Kouki, tras de sus pasos, intentó ayudarle en lo que pudo, sabiendo muy bien que su amigo llevaba planeando esta fiesta sorpresa para su novio peliverde hace ya meses…

 

A decir verdad, hace un tiempo atrás, Furihata Kouki nunca hubiera si quiera pensado que en el futuro se encontraría en este tipo de situación: tan amigable y cercano con el ojo de halcón del Rey Legendario (tal y como nunca imaginó que terminaría saliendo con un hombre… y menos con Akashi Seijuurou de todos ellos), pero helo aquí, ayudando y sudando la gota gorda por el pelinegro que hace más de cuatro meses había entrado en su vida como un torbellino.

 

Ambos, por pura casualidad, coincidieron en una cafetería que quedaba cerca de la casa del castaño de Seirin. Furihata había pasado para ver si allí vendían el té costoso y especial que bebía Seijuurou, pero en cambio se encontró con el capitán de Shutoku tras el mostrador con su rostro pálido cansado, pero adornado con una sonrisa maliciosa y alegre. Takao, sin mucho pudor o barreras, le explicó que estaba trabajando por las tardes después de clases para hacerle un súper-mega-genial regalo a Midorima Shintaro, a lo que Kouki quedó asombrado y admirado por su esfuerzo y dedicación.

 

La amistad no tardó en florecer, yel armador castaño no se sorprendió (demasiado) al encontrarse todas las tardes que no tenía que estudiar (o llamarse con Akashi) en la cafetería para pasar el rato con el pelinegro.

 

Con Takao había sido, incluso, con quien discutió abierta y sinceramente sobre su relación con el emperador. No es como si no confiara en Fukuda o Kawahara, pero ambos eran totalmente parciales cuando se trataba del intimidante pelirrojo, y además, se ponían súper nerviosos cuando intentaba hablarles del tema. Kazunari, en cambio, no tenía pelos en lengua.

 

Le escuchó, le comprendió, y le aconsejó.

 

 Y por eso mismo estaba este sábado en la tarde en el apartamento del pelinegro ayudándole a preparar todo para la fiesta del tirador de los Milagros, quien llegaría más tarde creyendo que venía a una sesión de estudios.

 

“¿Y tu mamá a qué hora va a llegar?” Preguntó viendo como Takao revisaba su IPod.

 

“Eehh--… creo que a medianoche…igual me dijo que iba a intentar no molestar, pero… conociendo a Shin-chan, tampoco creo que nos quedemos hasta muy tarde…” Respondió sonriendo antes de partir a la cocina.

 

Furihata se arregló sus cabello acomodándose en el sillón con un suspiro, todavía no creyéndose que sólo preparar un cumpleaños le pudo dejar tan agotado…

 

Cuando Takao le llamó hoy pasada las 11 de la mañana con un tono de voz ansioso y rayando en desesperación, no dudó en correr a su ayuda, pero nunca esperó que el capitán de Shutoku le llevara de arriba y para abajo, tienda por tienda, buscando las decoraciones, ingredientes y todo lo demás que requería. A pesar de su primera suposición, no era que Takao había olvidado comprar las cosas, sino que esperó hasta este día para adquirir el color y objeto de la suerte que Oha-asa indicaría, y convenientemente, había salido el color verde y pudín para Shin-chan.

 

Kouki decidió echarse una pequeña siesta cuando notó que su amigo tardaba en salir, pero cuando sus ojos se cerraron y su respiración se tranquilizó, la vibración de su celular le alertó sobre un mensaje de texto. Bostezando y moviendo ligeramente los hombros, sacó el aparató y sonrió con las mejillas sonrojadas al leer:

 

“Hace sólo unos instantes abandoné la estación… Presumo que llegaré al apartamento de Kazunari en unos minutos… No puedo esperar para verte….”

 

Kouki rió por lo bajo con lo formal que escribía Akashi (a pesar de las cientos de veces que le instó a usar muletillas o palabras simples), pero ese pensamiento no detuvo el retumbar loco de su corazón y el calor de su rostro. Inmediatamente su garganta se apretujó y los pelos de su cuerpo se pararon con una placentera corriente viajando por su piel (deseando que una mano fuerte y blanca le acariciara y tocara con urgencia). Se mordió el labio inferior por el calor en su estómago, y suspiró con el mismo deseo de su novio: verle con sus propios ojos… tocarle con sus labios y dedos…

 

¿Cuánto había pasado desde que habían estado en el mismo cuarto?

 

Dos meses… se respondió de inmediato.

 

Dos solitarios y tristes meses… pensó cerrando los ojos y respirando con profundidad.

 

Con dedos ansiosos y un apretón en su pecho (y probablemente una sonrisa estúpida), escribió de vuelta:

 

“Yo ya estoy con Takao-kun… y tampoco puedo esperar para verte de nuevo… ¿trajiste ropa para mañana?”

 

Furihata, releyendo sus palabras, se maldijo y golpeó la frente por lo poco original y aburrido que sonaba, pero se consoló en seguida pensando que en la noche compensaría su falta de labia, pues sus padres y hermana no estarían en la casa hasta mañana en la mañana… lo que se traduce fácilmente en:

 

Invitar a mi novio a pasar la noche…

 

A penas le había dado las nuevas al pelirrojo de Rakuzan, éste había bajado su tono de voz (ya que estaban hablando por celular) y preguntado en un murmullo íntimo:… Eemm-… ¿en serio?... y Furihata, rígido en su cama, y acalorado por todos lados, suspiró y le preguntó entrecortadamente si podía venir a pasar la noche, aprovechando que celebrarían el cumpleaños de su amigo ese mismo día, y que no tenían muchos deberes la próxima semana. Akashi no tardó en responder afirmativamente.

 

Kouki, sonrojado al recordar ese día, carraspeó y se acomodó en el sillón antes de sentir de nuevo la vibración de su celular. Anheloso lo abrió para leer la réplica.

 

“Me alegra que ya hayas llegado y que compartas mi ansiedad. Respecto a la muda de ropa, si, la traje… Sin embargo… yo, al menos, no pretendo usarla cuando estemos en tu casa… y creéme, me aseguraré de que tu tampoco…”

 

“…!!....”

 

Oh. Por. Dios….

 

Kouki se sonrojó furiosamente de pies a cabeza, sin dudar que incluso sus uñas estaban sudando de la vergüenza. ¡¿Cómo se le ocurría?!... Su corazón bombeó como en una carrera de caballos, y cada músculo dolió por lo rígido que se puso sobre el diván.

 

Furihata no tardó en escribirle un “pervertido”  de vueltasin querer admitir que él también esperaba (mucho) lo mismo.

 

“¿Por qué estás tan rojo, Furi?....” Preguntó de la nada Kazunari saliendo de la cocina. Furihata estaba tan concentrando en sus recuerdos y bochorno, que saltó del sillón y soltó un grito ahogado. Takao le miró confundido por unos segundos… antes de sonreír con malicia…  “…Aaah~ ¿estás hablando sucio con Seijuurou?” A Kouki por poco y se salieron los ojos de sus cuencas, pero pudo detener cualquier reacción al pararse y caminar como tonto por el cuarto.

 

La verdad, es que era un poquitín extraño que el pelinegro llamara tan libremente al pelirrojo por su nombre, cuando Kouki comenzó a murmurar sólo en la intimidad hace unas semanas Sei (para la inmensa alegría -y excitación- del emperador), pero cuando Akashi llamó al capitán de Shutoku como Kazunari (cuando ni siquiera su Shin-chan lo hacía), el pelinegro entrecerró los ojos, rió con alegría y respondió: “parece que ya somos cercanos, Seijuurou…”  

 

Todos habían aguantado la respiración tras su réplica esa noche en Tokio para un reunión planeada por Kuroko (incluso Midorima se puso en guardia para detener cualquier ataque contra su novio), mas Akashi se limitó a observarle con intensidad y corresponder con una sonrisa desafiante. Desde ahí se llamaban por sus nombres de pila…

 

“¡T-Takao-kun!… ¡C-claro que no! ¿Cómo se te ocurre?... sólo me puso que ya viene en camino” Exclamó sin atreverse a mirarle a los ojos. Takao rió mientras se sentaba en el sillón antes ocupado por el castaño.

 

“Sii~, claro… ¡No tengas vergüenza! Yo hago lo mismo con mi Shin-chan… claro que él nunca me responde, pero tampoco me dice que pare, asique sé que le gusta~” Dijo levantando los hombros sin vergüenza.

 

Por fortuna divina, cualquier bochornosa conversación quedó abandonada cuando los invitados empezaron a llegar.

 

Los primeros fueron Tetsuya, Kagami, Kawahara, Fukuda y Momoi, quienes felicitaron al pelinegro por su trabajo y esfuerzo en la fiesta para el tsundere del grupo. A los minutos después aparecieron Aomine y Kise, sonrojados y desordenados (siendo obvio lo que estaban haciendo antes de llegar), seguidos por otros chicos de Shutoku (tanto los ex sempai, como los nuevos integrantes). Además de los anteriores se presentaron jóvenes de otros equipos, más Murasakibara y Himuro, quienes traían ropa de cambio para quedarse en casa de Kagami (pues Akita queda bastante lejos).

 

Finalmente, de manera sigilosa y poco dramática, cuando todos estaban instalados, riendo y esperando impacientes la llegada del chico del cumpleaños, Kouki vio como Akashi era bienvenido por Takao.

 

El pelirrojo saludó y conversó educadamente con el dueño de casa por unos momentos antes de buscar con disimulo entre la multitud. Furihata sonrió y se mordió el labio inferior mientras se alejaba de sus amigos para partir hacia su novio.

 

El emperador de Rakuzan le daba la espalda cuando se le acercó y colocó una mano suavemente sobre el hombro. Seijuurou volteó con elegancia y lentitud, sonriendo con dulzura cuando le vio.

 

Furihata tragó y bajó la cabeza cuando sintió como el otro joven se le acercaba y pegaba sus pechos con calma.

 

“¿No me vas a saludar?” Susurró Akashi en su oído. El deseo de ambos de abrazarse, besarse y olvidar todo, estaba ahí, latente, desesperado, crudo y gritando por ser liberado, pero habían demasiadas personas, y ninguno de los dos era fan de hacer escenas. Kouki intentó respirar y exhalar, pero el calor húmedo que era desprendido sobre la piel de su cuello le dejó estúpido y drogado.

 

Seijuurou estaba tentado de sonreír por lo que lograba provocar en el castaño, pero la desesperación corroyendo en sus propias venas era demasiada caliente como para reaccionar de manera apropiada. Una de sus manos, lenta y cautelosa, se coló en la cintura de su novio con pretendida serenidad; le afirmó y sujetó con la quijada apretada. El pelirrojo se tragó un gruñido cuando percibió bajo sus dedos el hueso de la cadera y la tibieza de la otra piel, recordando todas las veces (pocas, lamentablemente) que le había sostenido de la misma manera, pero en un contexto claramente más íntimo y privado.

 

“Akashi-kun… b-bienvenido…” Dijo Kouki cuando se encontró capacitado para hablar sin gemir o rogarle que le sacara de allí. El castaño sonrió tímido antes de acercar una mano a la de su novio para entrelazar dedos y apretarla. Akashi suspiró por la ternura de la acción, logrando con sólo esa muestra de cariño que sus neuronas despertaran y funcionaran correctamente.

 

“¿No estás muy cansado? Kazunari me comentó que le ayudaste con los preparativos desde temprano” Preguntó con las facciones impasibles, pero Kouki creyó derretirse cuando vio el brillo preocupado y precavido. El pelirrojo le tomó más fuerte de la mano y lideró a una esquina recluida.

 

“Nah, estoy bien. Estoy feliz de haber ayudado…” Respondió ligeramente, permitiendo que su cuerpo se pegara al contrario. Akashi observó a su alrededor antes de inclinarse y besarle con ternura; sus labios, como siempre, estaban un poco secos, pero la calidez que le provocó a Kouki le subió hasta la cabeza en menos de un segundo.

 

Akashi inclinó la cabeza y forzó la presión de sus labios con una pisca de desesperación, y Furihata no dudó en permitirle abrir la boca y quitarle el aliento con su suave lengua. Gimió despacito cuando su novio colocó una mano en su cuello, y sus dedos en su quijada ordenándole que abriera más la boca. Todo ardió por unos eternos instantes. Kouki se separó para respirar y le besó de nuevo con el rostro rojo de vergüenza.   

 

“…dos meses…” Susurró Seijuurou cuando se separaron. Kouki quiso reír por su tono de voz, tan ronco y serio, pero le entendía, muy, muy bien. No se habían besado… tocado… en todo este tiempo, y los dos estaban hambrientos por contacto, por piel, por el calor contrario.

 

“Esta noche… toda la noche…”… Si Mimado no molesta… pensó Kouki de repente.

 

Cuando estaba  a punto de decirle a su novio que su mascota estaría quizás, revoloteando por ahí, Takao les calló a todos.

 

“¡Todos a sus lugares, Shin-chan me acaba de avisar que viene en el ascensor!” Exclamó. Por unos largos segundos el apartamento se sumió en un caos total de puros jóvenes corriendo de aquí para allá como niños en el jardín de infantes. Algunos se escondieron detrás de los sillones; otros bajo la mesa, otros más detrás de las cortinas (Atsushi, siendo tan alto, prefirió quedarse junto a la puerta de entrada… total… todo estaba oscuro). 

 

La puerta, efectivamente, fue tocada minutos después con calma. Kazunari fue abrirla con una sonrisa casi maniaca (y nerviosa; muy nerviosa).

 

“¡Shin-chan!” Saludó Takao con las mejillas rosadas.

 

“Espero que esta noche sea productiva, Takao… No puedo creer que me hayas coaccionado a venir tan tarde-”

 

“¡Sorpresa!” Interrumpieron los demás saltando de sus lugares y enciendo las luces.

 

Midorima dio un paso hacia atrás a causa de la sorpresa, con un brazo delante de su torso como protección. Sus lentes cayeron por el puente de su nariz y las aristas de sus ojos verdes temblaron.

 

“¡Takao! ¿Qué significa esto?” Alegó el peliverde volteando el rostro a una velocidad poco sana. Sus mejillas, rojas como un tomate, sacaron risas en todos los presentes, aumentando aun más la irritación en el tirador de Shutoku.

 

“Por tu cumpleaños, Shin-chan ¡Obvio!” Replicó Kazunari igual de sonrojado, pero con una sonrisa tan grande, que Shintaro se sintió deslumbrado (como normalmente le pasaba cuando miraba a su novio)…

 

“Idiota…” Susurró antes de suspirar y entrar al apartamento con cuidado. Los jóvenes se le acercaron, felicitaron y entregaron regalos con sonrisas y comentarios molestos. El peliverde recibió todo con el ceño fruncido y réplicas sarcásticas, mas la serenidad y felicidad que destilaba su postura y ojos le delataron durante toda la velada, especialmente cuando notó las decoraciones (todas verdes)colgando de sillones, mesas y techo, o el pudín que sacó el capitán de Shutoku cuando le cantaron feliz cumpleaños.

 

Kazunari, siempre amigable y comprensible con la personalidad recatada de su novio, se sorprendió y derritió cuando el peliverde se pegó a su lado durante el resto de la noche, rozando dedos y manos con una caricia tan íntima y secreta, que una sonrisa resplandeciente le adornó el rostro de ahí en adelante.  

 

A nadie le molestó (y sorprendió) que los novios del Rey Legendario desaparecieran no mucho después de abrir los regalos…

 

Kouki, por otra parte, conversó y rió junto a sus amigos por el resto de la velada, comiendo y bailando cuando una canción movida resonaba por los parlantes, o sentado y disfrutando con la tranquilidad de la velada; no obstante, no mucho después de que Midorima y Takao se escabulleran (probablemente a la habitación de segundo), Furihata comenzó a percibir la impaciencia de su novio. Le miraba de reojo, y cada vez Akashi el clavaba los ojos con un mensaje claro: salgamos de aquí…

 

Cuando el castaño el ignoró, el emperador no dudó en jugar sucio.

 

Se colocó tras su espalda y le pasó ambos brazos por su cintura en un gesto de pretendido cariño, pero Seijuurou aprovechó la posición para restregarse cada vez que podía contra su trasero. Le besó cuanto pudo el cuello, las orejas y sus mejillas, suspirando sobre su piel sonrojada y murmurando promesas y suplicas ahogadas.

 

Fue demasiado predecible que antes de la doce de la noche, los dos salieran del apartamento como si el salón hubiese explotado en llamas.      

 

.

 

 

Kouki, mordiéndose el labio inferior con fuerza, curvó un poco la espalda para remover el sweater blanco de Akashi. Sus movimientos, ya desesperados y bruscos, causaron que la polera desordenara aun más los ya revueltos cabellos magenta del emperador (además de tirar la mencionada prenda a una esquina de la habitación sin demasiado cuidado).

 

Furihata, después de dejar semi desnudo a su novio, volvió a tirarse sin ceremonias al colchón, gimiendo roncamente cuando el pelirrojo se lanzó sobre su presa con un beso devastador y consumidor, sin restricción y reservas. Aquí, en la intimidad y privacidad de la habitación del castaño de Seirin, el deseo podía ser desatado como una llama eterna consumiendo todo a su paso.

 

Sus labios se refregaron y apretaron incontables veces antes de sucumbir al placer de abrir sus bocas y unir con sensualidad sus lenguas en una danza mojada y sonora. El castaño colocó una de sus manos en la espalda blanca y trabajada de Seijuurou, mientras que la otra la dejó vagabundear por el musculoso pecho de su pareja, disfrutando y gimiendo mientras sentía la contracción de cada abdominal y pectoral bajo sus caricias. Gimió y gruñó con el calor naciendo y esparciéndose por su piel; por la urgencia hormonal de sacarle toda la ropa y lamerle de arriba y para abajo, de besarle y hacerle gemir y gruñir su nombre.

 

Akashi, en igual condiciones, le apretó aun más contra el colchón, y aunque Kouki jadeó por la exquisita sensación de ser manejado, una parte de él, salvaje, todavía escondida, tímida, pero poderosa, le instaba a empujar a Akashi, a tirarle contra una pared y devorarle entero…

 

Pero no ahora… No cuando todavía este tipo de situaciones le avergonzaban hasta el hígado.

 

Ambos gruñeron cuando apretaron sus pechos ya perlados en sudor, refregaron sus pieles (de Kouki cubierta aun en su polera) y pegaron sus bocas abiertas para jadear y sentir sus vahos calientes rozarles el rostro.

 

Akashi, abriendo los ojos con lentitud, sonrió cuando vio las mejillas sonrojadas de Kouki, quien no tardó en hacer un puchero por la falta de movimiento y caricias. Seijuurou, como siempre, cayó totalmente, débil ante cualquier muestra de infelicidad en ese rostro adorable.

 

Cuando esta vez se besaron, los dos intentaron menguar y retener la pasión descontrolada y brusca; sus labios hicieron contacto casi con dulzura y timidez, como esa primera vez en el parque de Tokio la noche de navidad. Respiraron y suspiraron sobre el otro abriendo un poco los párpados para observar el brillo en la otra mirada. Como niños se sonrieron. Y como dos amantes expertos, volvieron a besarse. Se abrazaron y deleitaron con el calor desprendiendo la otra piel…

 

Pues había pasado mucho tiempo desde que se sostenían así…  

 

Seijuurou, normalmente con los impulsos más poderosos y ardientes, dejó que sus manos cálidas e impacientes tantearan el pecho de su novio bajo la tela de la polera desaliñada (antes perteneciente a Akashi...). Se tragó un gruñido de pura satisfacción al sentir la dureza de ese pecho trabajado por el baloncesto y las torturas de esa entrenadora (que aun después de partir hacia la universidad, seguía mandándoles regímenes de entrenamiento).

 

Furihata jadeó y echó la cabeza hacia atrás en su almohada por las caricias duras y apretadas, que sólo le calentaban más la piel y el cerebro. Su frente se arrugó, y sus manos agarraron las sábanas bajo sus dedos para afirmarse, de cualquier cosa, con tal de no gritar y rogar por más.

 

Estaba ansioso, desesperado, vibrando por más.  

 

“Kouki… te deseo…” Murmuró luego de bajar el rostro y refugiarlo en el cuello del castaño. El estar tan pegado a la piel suave y aromática de su chico, le incitó a besarle el pulso una y otra vez, morderle y chupar con ansiedad. Cuando Kouki tiritó y gimió quedamente por la acción, el pelirrojo abrió la boca y le lamió desde la clavícula hasta la oreja, temblando de puro goce cuando vio como su saliva le humedecía la piel.

 

Deseaba marcarle entero… Morderle y moretearle cada trazo visible (y oculto).

 

Su novio siempre alegaba que le dejaba lleno de chupetones después de cualquier sesión de beso u otras actividades, pero Seijuurou no podía evitarlo. La tentación era demasiada.  

 

“¿E-entonces… qué estás esperando para tomarme?” Furihata replicó con los ojos entrecerrados y nublados de placer; sus labios, mojados e hinchados, yacían abiertos en ese rostro rojo de pasión; sus piernas, abiertas y brazos extendidos, le gritaron entrega y sumisión.

 

Akashi gruñó antes de acercar su rostro y besarle furiosamente por provocarle de esa manera.

 

Ambos gimieron al pegar sus entrepiernas de manera súbita y desesperada.  Se menearon contra el contrario; se apretaron un poco más y se abrazaron un poquito más fuerte. Sintiendo como la excitación aumentaba y la urgencia se hacía más patente, los movimientos de sus caderas se hicieron más desesperados, más fuertes y menos coordinados. Kouki se afirmó a la espalda de su novio con anhelo, sabiendo que estaba dejando marcas rojas en esa piel húmeda y suave; abrió un poco más las piernas y le rodeó con ellas; Akashi gruñó y embistió un par de veces contra el otro cuerpo, jadeando al sentir la dureza de ambas entrepiernas gritando por contacto directo.

 

Mírate… tan desesperado por mi” Seijuurou dijo ronca y profundamente después de separarse del joven, agarrando entre sus dientes el labio inferior del castaño. Le mordió y chupó por unos segundos, causando que Furihata se quejara agudamente; mas el pelirrojo sabía que lo estaba disfrutando (demasiado, quizás)

 

El dolor, después de todo, había sido desde el comienzo de su relación sexual un gran aliciente para ambos. No obstante, Kouki aun era demasiado tímido a la hora de tomar el control, prefiriendo (por el momento) dejar que su novio liderara las acciones.

 

“Es tu culpa” Furihata acusó frunciendo los labios y las cejas en una mueca casi infantil. Akashi sonrió mientras le daba uno y otro y otro beso en esos labios tan apetitosos y adictivitos. El castaño, aunque estaba pretendiendo estar irritado, aun así colocó ambas manos en la nuca y suaves cabellos de su novio correspondiendo cada tierno contacto de sus bocas.

 

“Creo que te tengo demasiado consentido” Akashi mencionó con aire burlón y aparentemente pensativo, apoyando todo su peso contra el cuerpo acostado en el colchón y sobre las revueltas mantas de la habitación del número 4 de Seirin.

 

 “Si me malcriaras tanto, entonces habrías venido antes” Kouki comentó sin reproche o malicia, pasando los dedos de su mano por la mejilla y oreja de pelirrojo, tocando su piel, acomodándole los desordenados cabellos, y acariciando el esbelto cuello desnudo.

 

Akashi frunció el ceño cuando su novio bajó los ojos hasta un punto en su clavícula, evitando cruzar miradas y enfrentarle.

 

Tragándose un suspiro fastidiado, llevó una palma a la mejilla del castaño para atraer su atención.

 

“Sabes que me fue imposible venir antes; los deberes para con mi padre, el consejo estudiantil, el equipo de baloncesto y la carga aca-”

 

“Sei, lo sé… no estoy enfadado… sólo… frustrado” Interrumpió con rapidez, pretendiendo dejar en claro que no estaba molesto o enojado con lo que había pasado (pues fue inevitable)…

 

Es sólo que… le había extrañado tanto durante estos dos meses… que era difícil no entristecerse o irritarse al recordar lo solitario que se sintió sin poder tocarle, abrazarle o besarle por tantas y tantas semanas seguidas; especialmente cuando Akashi le había acostumbrado a periódicas visitas a Tokio (o de él a Kioto).

 

“Creéme, yo también” Musitó el ex capitán de los milagros, descendiendo el rostro para darle un beso suave y caliente; uno que careció de la brutalidad y desesperación anterior, pero destiló sensualidad y pasión, esa que ya llevaban acumulando hace días para este ansiado encuentro.  

 

“Entonces desquítate conmigo” Murmuró Kouki después de lamerse los labios con deliberada provocación. Los ojos del capitán de Rakuzan brillaron y se oscurecieron ante la petición… Su respiración se volvió agitada y profunda; su estómago se derritió, y los dedos de sus pies se apretaron de placer mal contenido.

 

Sin poder controlarse mucho más, bajó el rostro para besar a su novio con fuerza y entusiasmo. Furihata llevó ambas ambos a su espalda, incitándole a apretarse más contra su cuerpo caliente e impaciente, deseando casi con ansiedad que pudiesen fusionarse y nunca más separarse.

 

Adoro cuando te pones así--” Dijo Seijuurou con los ojos más abiertos de lo normal, pupilas dilatadas y pecho subiendo y bajando con estimulación. El castaño le sonrió, extrañamente con dulzura, antes de alzarse para besarle con ardor, gesto que el emperador correspondió enseguida igual o más excitado.

 

“Yo te adoro a ti” Seijuurou, ya sin sorpresa, sintió ese tan conocido apretón en su pecho y revoleteo en el estómago al escuchar esas dulces palabras; esas que por meses pensó que nunca oiría de esos perfectos labios.

 

Akashi, sin vergüenza o recato, podía describirse a sí mismo con una variedad sustancial de adjetivos, pero ninguno de ellos sería sencillo y humilde.

 

Akashi conocía a la perfección sus innumerables fortalezas, prodigiosas destrezas e insuperables habilidades, y por ello, nunca se había molestado en menospreciarlas, ocultarlas o negarlas tras una falsa modestia. Debido a lo anterior, precisamente, es que durante las primeras semanas de relación con Kouki (en la que pasaron año nuevo y las últimas semanas de vacaciones juntos), Akashi se vanaglorió y convenció de que más temprano que tarde el castaño caería a sus pies, derretido de amor y suplicante de atención.

 

Pero… la realidad fue dura y cruel…

 

Enero y febrero pasaron, y el chico blanco de su afecto todavía lucia incómodo y reticente a sus avances y muestras de cariño: Le alejaba la mano cuando caminaban por la calle; removía su brazo cuando le abrazaba en la maldita-oscura-sala del cine; le miraba con enfado cada vez que intentaba besarle en algún lugar público; no le correspondía ningún gesto o palabra;… y lo peor… es que seguía comportándose como un idiota hormonal cuando estaban cerca de alguna chica linda…  

 

Todo ello sumado, habían dejado Akashi a principios de marzo con un humor de perros que ni su equipo de baloncesto parecía aguantar.

 

No lo entendía. El emperador no podía comprender cómo todo eso estaba pasando. ¿Qué estaba haciendo mal? ¿Qué había mal en él? ¿Por qué Kouki no se estaba enamorando? ¿Por qué después de todos sus esfuerzos, no le correspondía ni siquiera un poquito?

 

Seijuurou intentó ver a otras parejas a su alrededor para entender mejor la dinámica de éstas y así determinar qué problema había en la suya; por ejemplo la de su mejor amigo y ese chico pelinegro capitán de Shutoku (que para su irritación, se estaba haciendo muy amigo de Kouki); como Shintaro, a pesar de su frialdad y extrema formalidad, lograba desplegar una ternura sin precedentes hacia su pareja; la manera en que le miraba, tomaba la mano o gruñía para que se cuidase mejor. O a Atsushi y su evidente cambio alrededor de ese bello muchacho en la universidad; como el peli morado lucía más atento, cuidadoso y entusiasmado junto a su pareja. E incluso Tetsuya, dejando caer su careta impávida y eternamente congelada, en tiernas y dulces sonrisas enteramente dedicadas a su bruto pelirrojo.

 

(De Daiki y Ryouta prefería no referirse, pues esos calientes jóvenes no eran un sano ejemplo para nadie con su constante DPA)

 

Y gracias a lo anterior (a su exhaustiva observación e investigación) es que había concluido que su error había sido el imponerse sobre Kouki, sin hacer ningún tipo de sacrificio o concesión. Su actitud alrededor del castaño, si bien era más paciente y abierta, continuaba exudando intimidación y amenaza cuando el reciente número 4 intentaba oponerse a sus demandas o requerimientos.

 

Furihata más bien parecía estar junto a él por coerción que por decisión propia… y aquel pensamiento le hirió… tan profunda y cruelmente, que la próxima que vio a Kouki, se distanció tanto física como emocionalmente.

 

La situación se extendió hasta que el miembro de Seirin le preguntó, con timidez y extremadamente sonrojado, si seguía interesado en él.

 

Fue a comienzos de abril cuando Akashi le respondió que si mientras vestía una sonrisa casi triste. Kouki, por otro lado, le había correspondido el gesto con una sonrisa igual o más inmensa colmada de calidez.

 

“E-eso es un alivio… porque Akashi-san… Akashi-san me gusta mucho” Le había replicado con la cabeza casi oculta en el polerón que llevaba. Había sido tanta la alegría y sorpresa de escuchar aquellas palabras, que sólo atinó a acercarse y abrazar al otro cuerpo fuerte contra su pecho.

 

Desde ahí en adelante comenzaron a llamarse oficialmente novios.

 

“Y yo te quiero” Susurró bajando el rostro y ocultándolo en el cuello del castaño para repartirle decena de besos suaves y tiernos que hicieron cosquillas a Furihata.

 

Kouki rió y le acarició los costados con impaciencia y estimulo, dándole a entender que ya era suficiente de juegos.

 

Y Akashi, como siempre, escuchó y cumplió con su demanda.  

 

Empezaron en seguida a besarse con desenfreno y calor derritiendo cada resquicio de piel visible. El ardor y sudor les empapó sus cuerpos sin siquiera estar completamente desnudos.

 

Seijuurou, con los ojos nublados pero enfocados en su novio, se levantó un poco para removerle a Kouki la vieja polera a tirones. Furihata rió mientras le ayudaba en la tarea. Juntos se carcajearon entre besos y más ansiosas caricias a sus mejillas, cuello, hombros y pechos. Los vidrios comenzaban a empeñarse y la habitación subía y subía de temperatura, pero ambos estaban demasiado perdidos en las sensaciones del otro como para notar el cambio del ambiente.

 

Kouki gimió cuando Akashi empezó a dejarle profundos y largos besos en sus pectorales, descendiendo con deliberada lentitud por su abdomen. El pelirrojo subió la mirada y le sonrió con arrogancia cuando llevó sus manos a los pantalones de chándal del castaño, para agarrarlos de los bordes y tirarlos hacia abajo con una tortuosa parsimonia.

 

Furihata arrugó los labios mientras dejaba que sus manos apretujaran las frazadas al ver como su novio sacaba su lengua y le lamía los huesos de su cadera como si estuviesen hechos del más rico manjar.

 

“¡S-Sei… por favor!” Rogó con los ojos entrecerrados de placer. De sus labios entreabiertos e hinchados sólo jadeos rápidos y entrecortados sonaban y se repetían en el pequeño cuarto.

 

“¿Por favor... qué?” Akashi sabía que tenía un lado ligeramente sádico cuando se trataba al sexo, pero afortunadamente Kouki disfrutaba de eso… y mucho. Por lo que no se coartó al llevar sus labios mojados sobre la ropa interior de su novio y tomar la punta del miembro semi erecto través de la tela. La chupó y lamió con tranquilidad y lentitud, como si su novio no estuviera evaporándose ahí arriba.

 

Kouki gruñó echando la cabeza hacia atrás.

 

“T-tu sabes” Alegó curvando la espalda para acercarse más a esa exquisita calidez.

 

“Lo haré sólo si me lo dices” Dijo sonriendo y dejando que su boca entreabierta jugara y pasara de aquí para allá en la ya despierta y más que entusiasmada entrepierna.

 

Cuando Kouki estaba a punto de gemir en resignación para suplicar… un----… ladrido…. les sobresaltó.

 

Allí, con las patitas apoyadas en las mantas, mirándoles casi con una sonrisa y la lengua fuera por sus jadeos de emoción, Mimado exigía atención por parte del emperador.

 

“¡Mimado!” Grito Furihata, despertando en menos de un segundo de la nube de éxtasis que le abrazaba tan firmemente, sentándose sobre la cama para alargar la mano hasta el consentido perrito.

 

Akashi frunció gravemente el ceño al erigirse y mirar hacía al lado de la cama con advertencia, pero como siempre, el animal ignoró cualquier señal de peligro.

 

“Kouki, sácalo de aquí” Ordenó Seijuurou sin despegar sus ojos del intruso.

 

“Awww~ vamos, tienes que felicitarle por tardar tanto en venir. Normalmente se te tira encima  a penas te ve, pero ahora nos dio tiempo…” Rió Kouki con sus dedos acariciando con ternura al recién llegado. Y ciertamente tenía razón, pues bien podía ser que el castaño era oficialmente el dueño del animalito (luego de rogarle a su madre), pero éste siempre había mostrado favoritismo por su novio.

 

“No el suficiente” Alegó volteando hacia Furihata, quien levantó una ceja y movió la mano con exasperación.

 

“¿Qué quieres que haga? ¿Qué lo eche y cierre la puerta?”

 

“Si”

 

“…Agh, bueno… pero sólo porque te he extrañado demasiado” Suspirando con aparente cansancio, Kouki se levantó de la cama, tomó al perrito (que ahora tenía la estatura de un Beagle) y le sacó de la habitación para cerrar la puerta frente a su entusiasmada y dulce cara.

 

Le rompió el corazón a Furihata.

 

No obstante, no bien habían comenzado otra acalorada sesión de besos, Mimado empezó a rasguñar la puerta mientras gemía y lloriqueaba desde el pasillo. Akashi apagó y ignoró cualquier sonido y cosa que no fuese su precioso novio en estos momentos, disfrutando de la firmeza contra su pecho, y la humedad de la lengua que jugaba tentadoramente contra la suya; pero al parecer Kouki fue incapaz de tal hazaña, ya que rápidamente se alejó de los besos y le miró con suplica y disculpa mientras se levantaba.

 

Antes de que pudiese alejarse totalmente, Seijuurou extendió su brazo y agarró con fuerza la muñeca contraria.

 

Dos meses Kouki…” Le dijo como si fuese una catástrofe mundial. El castaño quería reír por la fatalidad de su voz, pero honestamente, él también se sentía en llamas por la frustración…. pero Mimado… simplemente no podía dejarle allí.

 

Por favor… estemos con el sólo por un rato… Total, mis papás y mi hermana van a llegar mañana” Akashi, sabiendo que tarde o temprano se rendiría ante esos ojos imploradores, suspiró con fastidio antes de asentir una vez y levantarse. Kouki sonrió y le besó sonoramente antes de ir a buscar al perro.

 

Seijuurou, sólo porque podía, agarró la vieja polera del castaño para abrigarse, mientras que su novio (luego de mandarle una mirada interrogativa), se colocó su sweater blanco.

 

De esa manera es que habían terminado sentados en el único sillón del living con Mimado entre ellos, mientras éste tenía su cabecita apoyaba en el muslo del pelirrojo. Akashi había permitido tal acción sólo porque Kouki lo había encontrado increíblemente adorable (…incluso sacó fotos…).

 

La verdad, es que el emperador debería sentirse afortunado de que no había otros tres perros correteando por ahí.

 

Gracias a los cielos Kazunari, no mucho después de Daiki, había contactado al castaño para pedirle al cachorro más obediente y grande de la camada.

 

Luego de él vino uno de los sempai de Kouki, el alto castaño llamado Kiyoshi; y finalmente (y para sorpresa de todos) Reo decidió quedarse con el último a disponibilidad.

 

Ahora mismo los dos jóvenes novios veían una repetida comedia de acción que sólo rellenaba el silencio, pues ambos ya la habían visto por netflix hace ya varios meses atrás.   

 

“Sei” Le llamó su pareja en un murmullo. El susodicho volteó con una mueca aburrida y neutra, pensando que quizás le pediría que cargara al dormido animal a su camita. “… Gracias… por haber venido hoy, a pesar de que sé, aun estás súper ocupado…osea… sé que también viniste por Midorima-kun… pero, tu sabes-… gracias por quedarte y todo eso y… gracias también por no enojarte por… esto” Susurró mientras sus pequeños iris los mantenía fijos en sus ojos.

 

Akashi sintió su corazón palpitar con locura contra su pecho por las palabras, por Kouki, y por el amor que sentía por él…

 

“Te amo…” Susurró como toda respuesta. Furihata le observó con sorpresa y timidez por unos cuantos segundos, pero enseguida, cuando procesó las palabras (que ya había escuchado un par de veces antes), sonrió con esa calidez y dulzura que le enamoró como un idiota hace ya meses atrás.

 

“Y yo a ti…” Musitó de vuelta antes de acercarse y darle un largo, pero inocente beso.

 

 

 

. . 2 años de edad

 

 

 

 

“¡Mimadoo---! ¡No! ¡No hagas eso! ¡Ahg, nooo--!” Gritaba Furihata Kouki mientras batallaba con el perro entusiasmado en el jacuzzi  de uno de los baños del inmenso y clásico apartamento.

 

El animal ladró agudamente antes de sacudirse y mover la cola casi a propósito, causando que una nueva ola de espuma y agua saliese como misil hacia las paredes, pisos y por supuesto, su frustrado dueño.

 

El joven de 19 (casi 20) años, se peinó sus cabellos desordenados y mojados para intentar controlar la irritación crepitando en su estómago. Esto pasaba cada vez… cada-maldita-vez que pretendía lavar a esta bestia; no obstante el enano siempre se las arreglaba para provocar sólo desastre y destrucción, por lo que su mamá le había terminantemente prohibido bañar al perro en su casa de nuevo.

 

Y por eso estaba aquí, en uno de los lavados del apartamento de su novio mientras éste (convenientemente) no estaba.

 

Kouki, usando la llave que Akashi le había entregado a penas adquirió el lugar después de ingresar a la Universidad de Tokio, se había asegurado de que el aun-emperador no estuviese en el lugar antes de entrar con un suspiro, el perrito a cuestas y un bolso colgando de su hombro (lleno con los utensilios necesarios para lavarlo concienzudamente). Pero todo había resultado de la misma manera… Su polera estaba empapada, sus pantalones se le pegaban a las piernas, y la piel visible estaba claramente bañada en jabón y shampoo de perro...

Perfecto.

 

“Si no te quedas quieto, te voy a poner la correa” Amenazó con un tono que pretendía ser serio y duro, ante lo cual Mimado simplemente le observó con  la lengua afuera y una aparenta sonrisa antes de ladrar y jugar con las burbujas.

 

Furi suspiró agotado, pensando que prefería mil veces estar en una de sus aburridas clases de programación que someterse a esta tortura… y eso que aun le faltaba limpiar el lugar para que eliminar cualquier evidencia del delito.

 

No es como si Seijuurou fuese un tirano o algo parecido, pero nunca había manifestado sentimentalismo por el cachorro encaprichado…. y además, le había agarrado cierto resentimiento por las tantas veces que Mimado les interrumpió en sus acalorados momentos. Y claro, el pelirrojo quizás no era un fanático, pero si tenía una tendencia a la limpieza y orden, por lo que no apreciaría para nada que un animal estuvo refregándose en su jacuzzi.      

 

“Por favor~, te lo ruego, déjame limpiarte la pancita y de ahí te dejo ser… ¿de acuerdo?” Preguntó con una sonrisa al perrito que ladró antes de saltar al borde del jacuzzi con mal controlada felicidad. El castaño rió largamente antes de tomarle y comenzar a limpiarle y echarle agua tibia con cuidado. “… ¿Te gusta~?... Vas a quedar taaan lindo después de esto~, te lo juro… aunque bueno, ya eres lindo asique--… Apuesto que hasta Sei te va amar--”

 

“Lo dudo”

 

“¡Ah---!” Gritó con el corazón casi saliéndole por la garganta.

 

Llevando una mano a su presunto detenido-por-la-sorpresa-y-miedo corazón, volteó lentamente para encontrarse a Akashi parado en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho.

 

En circunstancias normales, Kouki estaría fantaseando con lo delicioso que se veía su novio vestido en ropas tan formales, pero los ojos brillantes y entrecerrados le tenían petrificado de terror.

 

Oh-oh…., pensó tragando y poniéndose cuidadosamente de pie con las manos en posición de defensa.

 

“…P-puedo explicarlo”

 

“Adelante… explícate” Pareció deletrear entrando al baño con un paso lento y altanero.

 

Kouki tartamudeó y volteó hacia Mimado (que estaba saltando y moviéndose con alegría en la espuma) antes de cerrar los ojos en resignación. Suspiró y ladeó el rostro para enfrentar a Seijuurou.

 

“De verdad lo lamento, pero mi mamá ya no quiere que lo bañe en casa, asique… b-bueno… no sabía donde más llevarlo…” Expuso jugueteando con sus dedos y subiendo las cejas en arrepentimiento.

 

“¿Y tenías que hacerlo en el—jacuzzi?” Inquirió el pelirrojo con el ceño fruncido apuntando con un pequeño gesto cada esquina mojada y desordenada. El castaño se rascó la mejilla en vergüenza antes de intentar justificarse.

 

“E-es que la bañera es más pequeña...y—no sé… me gustó la idea de que tuviera más espacio para moverse, además ¡Te juro que voy a limpiarla!” Prometió casi con un saludo militar.

 

“Más te vale” Replicó Akashi arrugando los labios en irritación. Honestamente, esta era una de las últimas escenas con las que Seijuurou deseaba encontrarse cuando llegaba a casa.

 

Por supuesto no le molestaba encontrarse con Kouki, al contrario, si por él fuese, su novio hace ya meses se habría mudado fuera de la casa de sus padres. Lo que le ponía de los nervios, en realidad, era el desorden que causaba el perro cada vez que estaba sobre excitado y emocionado por cualquier insulsa cosa (especialmente cerca de él).

 

Pero si pretendía vivir con Furihata… entonces tendría que aprender a lidiar con el animal…

 

“Te lo juro; con-con cloro, y miles de desinfectantes y jabón y--… no sé… todos esos productos de limpieza que tienes ahí en el estante de lavandería…” Continuó Kouki haciendo unos ansiosos movimientos con sus manos.

 

Seijuurou casi rió al ver la preocupación y desesperación en su pareja; pero se lo merecía, se dijo impasible. Pues, a pesar de que Akashi era bastante indulgente con Furihata, si había algo que le molestaba, era el que su novio le ocultara cosas.

 

Entre los dos, desde el principio de la relación, habían acordado siempre ser sinceros con sus sentimientos y pensamientos, sin importar si estos algunas veces hiriesen. Para el emperador la honestidad era una característica esencial en una persona, y la verdad, es que no saber qué le pasaba al castaño, le sentaba mal al estómago, mente y corazón.

 

 “…En serio no fue mi intención hacerte enojar… perdón” Agregó Kouki bajando la mirada y mordiéndose los labios.

 

Akashi suspiró antes de acercarse al joven y levantarle la cara con una cálida mano en su cuello y un dedo bajo su quijada.

 

“…Está bien. Sin embargo, si hay una próxima vez, te pido que me lo digas. Sabes que detesto que me ocultes cosas” Le recordó mirándole profunda e intensamente. Furihata asintió varias veces antes de sonreír con timidez.

 

“Si, lo siento. No lo volveré a hacer”

 

“Bien… Y Kouki” Llamó invadiendo completamente el espacio personal del otro chico, quien tragó y se sonrojó vívidamente “… recuerda que lo mío es tuyo” Le susurró sobre los labios, besándole luego tiernamente.

 

“Eh--, bueno. Gracias por no enfadarte” Arguyó el castaño apoyando su frente en la de su novio.

 

“Ohh~, creéme, estoy molesto. Pero sé exactamente como cobrármelo” Respondió sonriendo con arrogancia y malicia.

 

Kouki sólo pudo tragar por el placer de la anticipación.

 

.

 

No mucho después, luego de que Furihata terminara el baño de Mimado y le dejara en el balcón, ambos se encontraron en la habitación del pelirrojo besándose la vida fuera del otro cuerpo.

 

Seijuurou gruñó cuando acarició la piel húmeda de su novio bajo la ropa vieja y desaliñada. Kouki se separó de sus labios y gimió sobre ellos con la boca abierta, mientras su pareja le empujaba hacia la cama. El castaño, no obstante, se mantuvo firme en el piso y le desnudó con poco pudor y recato las prendas ocultando el cuerpo pecaminoso del pelirrojo.

 

Akashi rió roncamente cuando Kouki le besó una y otra vez el cuello, clavícula y pecho una vez que le dejó desnudo de sus prendas superiores. No había nada más excitante para Seijuurou, que saber que Furihata le deseaba con la misma intensidad y desesperación.

 

El castaño, nublado y ya demasiado excitado como para razonar, se agachó sobre sus rodillas al frente de su novio, abriendo con dedos ansiosos y nerviosos la cremallera contraria. El pelirrojo jadeó y gruñó por la vista. Mierda…. Y pensar que hace poco más de un año Kouki se habría desmayado de la vergüenza por estar en aquella posición… hoy por hoy, en cambio… Furihata se mostraba cada vez más confiado en tomar el control y hacer pedazos la cordura de un emperador loco de deseo.

 

“S-se supone que este es tu castigo” Susurró Seijuurou antes de apretar los dientes y colocar una mano sobre los cabellos de su novio; no empujándole o guiándole, sólo sosteniéndose…

 

“¿Acaso quieres que pare?” Replicó Kouki con los ojos entrecerrados y nublados de pasión. Sus labios, húmedos e hinchados, hablaron sobre la ropa interior estirada por la erección ya desesperada por atención. El pelirrojo tragó y negó despacio, clavando sus ojos en las manos que bajaron con lentitud la prenda interior para dejar su miembro a la vista de un excitado Kouki.

 

Furihata gimió y jadeó como si él estuviera en la posición de su pareja. El castaño cerró los ojos como en un sueño, sumido en gloria y en pasión consumidora, acercándose a la entrepierna y acariciándole con sus labios entreabiertos y mojados por los anteriores besos compartidos. Dejó una palma de su mano en la cadera de su amante, apretándole y acariciándole; la otra, la llevó a la base del miembro semi erecto, estrujando con cuidado,  subiendo lentamente y con un poco de dificultad (pues no se habían molestado con lubricante o loción).

 

“…Kouki” Akashi gruñó y suplicó…

 

El castaño sonrió antes de apretar un poco la mano para mantener el miembro en su lugar. Con lentitud acercó su rostro y suspiró sobre la piel ultra sensible; le besó con los labios entreabiertos antes de sacar su lengua y chupar la punta como si se tratase de un delicioso dulce. La mano sobre la cadera contraria le empujó para atraerle a su hambrienta boca con ansiedad, deleitándose con la punta y lo caliente que se sentía al meterla lentamente entre sus hinchados labios. Se la sacó no mucho después con un sonido sonoro, pasando su lengua hasta la base, donde enterró su nariz y respiró profundamente.

 

Akashi intentó afirmarse, controlarse, y moderarse, pero la visión de un nublado y drogado-de-pasión Kouki le ponía a mil. Gruñó y gimió adelantando las caderas para rogar por más… Y Kouki cumplió al meterse nuevamente el miembro a la boca con renovado interés, gimiendo y provocando que sus labios e interior temblaran alrededor de la entrepierna ultra sensible y sobre excitada. Seijuurou jadeó y cerró los ojos con fuerza, disfrutando y mareándose con la humedad y el calor insoportable de esa lengua que le lamía todo su duro contorno.

 

Furihata intentó meterse lo máximo que podía, relajando la garganta y ahuecando las mejillas, pero todavía no aprendía a metérselo hasta la base (pero ya lo dominaría); cuando se sintió al límite de su capacidad bucal, empezó a bajar y subir su cabeza a una velocidad moderada, pero constante. La mano que anteriormente afirmaba la base, la llevó con cierto cuidado a los testículos, acariciándolos y rozándolos con pericia reciente. El sonido de piel húmeda golpeada y de succión, resonaban en la habitación como música de fondo, y Akashi gimió aun más al clavar la vista en un Kouki inspirado.

 

El castaño, sintiendo la intensidad de sus ojos, alzó (lo que pudo) la mirada, dejando ver esos iris castaños casi inexistentes por sus pupilas dilatas.

 

Sus mejillas, todavía ahuecadas, seguían bombeando de arriba hacia a abajo, con más fuerza, con más rapidez, con más lengua y menos coordinación.

 

Akashi gruñó antes de empezar a mover las caderas con cierta ansiedad, cuidándose de no ahogar a su novio con la brusquedad de sus embestidas. Kouki gimió y apretó aun más su mano sobre la cadera contraria, subiendo y bajando la cabeza con más ahínco. Le chupó y chupó con el único propósito de hacerle venir. Seijuuro estuvo tentando de hacerle parar, de separarle y tirarle a la cama para castigarle como corresponde… pero… eran jóvenes… y el pelirrojo sabía que podría excitarse y levantarse bastante rápido si así se lo proponía… además… en el intertanto… torturaría a su novio con todas la armas que tenía… especialmente sus dedos y lengua.

 

Akashi gruñó y jadeó roncamente una y otra vez mientras su pareja continuaba con sus administraciones. Sólo cuando sintió fuego y tensión abrumadora en su estómago y miembro… cuando una nube le cubrió desde la cabeza hasta los dedos de sus pies… cuando un calor le dejó ciego de placer y ligero de sus sentidos, el emperador se vino con un gemido ronco en la dulce boca de su castaño.

 

Furihata gimió e intentó respirar por la nariz mientras sentía como el pelirrojo se corría en su boca. Le chupó y succionó por unos minutos más, esperando sacarle todo y que se suavizara entre sus labios; hecho lo anterior, lo deslizó fuera y suspiró.

 

“Kouki” Gruñó Akashi antes de agacharse a su altura y acariciarle mejillas, frente y cuello. Se miraron a los ojos como si fuera la primera vez. Furihata todavía estaba nublado y increíblemente excitado, pero el amor y la adoración por su novio le exudaban por cada poro.

 

Seijuurou alargó la mano para tomar su camisa del suelo a un lado de ellos y limpiar cualquier rastro de la cara y boca de su novio. Kouki sonrió y se sonrojó furiosamente, pero se dejó hacer. Hecho lo anterior, le besó profundamente, con lengua, con sonido, con más deseo, y con entrega. Kouki gimió despacito mientras le pasaba los brazos por los hombros para apretarle contra su cuerpo.

 

S-Sei… por favor…” Suplicó sonrojado, sudado y desesperado por las manos de su pareja sobre su piel.

 

Seijuurou se separó lentamente, le observó con los ojos brillantes, y sonrió mientras le ayudaba a levantarse del piso hasta la cama. Allí le empujó con cuidado, y Kouki se dejó maniobrar hasta caer al colchón con un pequeño sonido. Akashi se separó unos centímetros para absorber la visión de su novio sonrojado, jadeando, con las piernas abiertas y los ojos entrecerrados y desenfocados.

 

El pelirrojo sonrió antes de subir a la cama y colocarse en cuatro sobre el otro cuerpo. Kouki, excitado a mil e inhibido de vergüenzas, se levantó un poco y le atrajo para darle un beso desbastador. De labios refregándose casi con dolor, de lenguas desesperadas por el dominio del ritmo, de gemidos suspirados entre separaciones, de movimientos sensuales de cuellos y rostros, de saliva corriendo por sus mentones. De calor aumentando y subiendo de intensidad. De excitación consumidora y urgente.

 

Seijuurou, todavía cuerdo pero sintiéndose ligero y en combustión, se separó del otro cuerpo para sacar del velador una pequeña botella de lubricante. La acercó y abrió mientras Furihata se sacaba sus ropas a una velocidad aprendida con los meses de relaciones sexuales apresuradas (por el miedo de ser atrapados por figuras paternales).

 

“Sei, apúrate” Susurró el castaño después de sacarse su ropa interior y quedarse sobre las mantas tal y como llegó al mundo, sonrojado desde el pecho hasta las orejas, cubierto de una capa de sudor, pero anhelante y deseoso por el contacto de su novio. Akashi gruñó al verle tan desesperado y entregado para él.

 

No podía mentir, le encantaba que Kouki se comportara algunas veces con ese tirón dominante y fuerte de momentos antes, pero también adoraba esta parte sumisa y pasiva, tan complaciente y precioso para sus ojos.

 

“Ooh~, ¿acaso lo olvidaste, Kouki?....” Murmuró con una sonrisa engreída y los labios sobre el mentón y boca de su novio. Furihata gimió y volteó el rostro para besarle con la boca abierta, pero el pelirrojo se alejó antes de cualquier acción. “… Este es tu castigo por ocultarme lo de Mimado” Continuó bajando el rostro por el sudado y caliente cuello de su pareja. Pegó su nariz y bebió su aroma con un suspiró soñador, vibrando y calentándose al percibir su colonia impregnando la piel de Kouki.

 

Furihata se revolvió entre las mantas, alzando las manos y pasándolas por la espalda trabajada de su amante con ansiedad, apretándole y empujándole hacia su cuerpo, ya demasiado excitado para razonar o pensar. Jadeó y lloriqueó cuando Akashi se levantó; sentándose sobre sus rodillas entre las piernas abiertas del castaño.

 

Seijuurou, sin despegar sus ojos de la mirada nublada y vidriosa de su novio, tomó el lubricante y abrió para vaciar cierta cantidad en sus dedos.

 

Kouki tragó y contrajo los músculos de su cuerpo al reconocer la mirada depredadora y apasionada en el ex emperador. Esos ojos rojos no prometían nada más que sexo y sudor, y Furihata ya estaba al límite de su cordura, próximo a rogar por caricias, o besos (o lo que sea que el otro pudiere ofrecerle).

 

“¿Qué quieres, Kouki?” Preguntó Akashi inclinándose sobre su cuerpo. “…Dime qué quieres” Kouki jadeó por la cercanía y el calor irradiando hasta su cuerpo. Gimió despacito mientras arqueaba la espalda.

 

“Tócame… por favor, tócame… donde tu quieras” Agregó lo ultimo sabiendo que Seijuurou le preguntaría dónde…

 

Akashi ya no se hizo de rogar, ocultando su rostro en el cuello contrario y besándole como si nunca le vería de nuevo; le lamió una y otra vez, disfrutando de la visión de la piel perlada y mojada frente a sus ojos. Le mordió y chupó hasta asegurarse de que dejaría marcas que todos verían y reconocerían como suyas. Mientras su boca se deleitaba y alimentaba de su amante, su mano y dedos, bañados en lubricante, bajaron hasta el miembro despierto entre las piernas tiritonas del castaño.

 

“¡A-aah! Sei” Gimió Kouki cuando Akashi llevó su mano húmeda hasta la parte sensible, apretando y afirmándole con fuerza, pero inusitada ternura. Seijuurou le siguió besando la clavícula y pectorales, llevando su otra mano hasta los costados de sus novio para sentirle y apretarle contra el colchón. El pelirrojo jadeó y gruñó de satisfacción cuando el miembro se erguió entre su palma, suave y caliente a su tacto, desesperado por más, y Akashi le premió al subir y bajar la mano varias veces, con fuerza, con cierta brusquedad, y con miras de dejarle suplicando por más.

 

Kouki jadeó y gimió, curvando la espalda y abriendo aun más las piernas para disfrutar de la masturbación, intentando embestir contra la mano contraria y correrse por fin entre los brazos de su exigente amante. Mientras el castaño se retorcía y jadeaba por aire y más rapidez y fuerza, Akashi dejó que sus labios bajasen del cuello a los pectorales. El pelirrojo sonrió cuando su pareja soltó un gritito entrecortado.

 

Kouki tenía cierta… sensibilidad en su pecho… Y Seijuurou no dudó en aprovecharse de ella al dejar que sus labios mojados jugasen con las pequeñas tetillas. Su boca semi abierta los acarició y tanteó como si nunca antes los hubiese chupado por largos minutos. Los besó con una ternura que Furihata encontró exasperante. Y les mordió con más fuerza de la necesaria. 

 

“M-más… Sei, más…”Alcanzó a articular el ex Seirin con los ojos casi cerrados, suspiros pesados escapando de su labios rojos, mejillas coloradas y húmedas, cabellos pegados en su frente, y la voz profunda, ronca e implorante. Akashi se sintió vibrar por la corriente caliente que viajó como cohete hasta su miembro. Deseaba… quería… necesitaba… desarmar a su novio, hacerle gritar su nombra, rogar por más… Pero verlo así, tan dispuesto y listo… era demasiado.

 

Con más brusquedad y con más determinación, Akashi lamió y mordió las tetillas a su disposición. Gruñó y se meneó contra la pierna de Kouki cuando éste gimió agudamente con cada toque. Sólo un poco más de eso, de chupones y de besos abiertos, y comenzó a bajar sus labios por el pecho hasta los abdominales. Pasó deliberadamente su lengua por cada marca y músculo. Le mordió los costados y le besó cuando una marca roja brilló en la piel.

 

“Aahh-… y-ya para… deja de torturarme” Kouki murmuró antes de llevar un antebrazos sobre sus ojos en rendición. Si cuerpo no estuviese en llamas, estaba seguro de que toda su figura se encontraría entumecida por la sobre estimulación.

 

“No, Kouki. Quiero verte” Reprendió llevando una mano para remover el brazo de su novio. Furihata se quejó, pero aun así no hizo demasiado por evitar el manejo de su cuerpo. El pelirrojo, de un momento a otro, dejó de masturbarle, causando que Kouki gimiera y lloriqueara por la calentura de su entrepierna, mas su amante le ignoró en pos de poner más lubricante en sus dedos.

 

Antes de que el castaño pudiese hacer o decir algo más, Akashi le instó a levantar la espalda para colocar una almohada bajo su coxis. Ya con un poco de altura, el ex emperador puso una de las piernas contrarias sobre su hombro para exponer el otro trasero.

 

Furihata, rojo hasta la punta de sus cabellos, tragó ruidosamente mientras se afirmaba de las sábanas. Akashi, entonces, clavó sus ojos en él, le atravesó y preguntó. Furihata asintió y gimió en aprobación.

 

Seijuurou, a pesar de su anterior comentario de un “castigo”, la verdad es que preferiría mil veces crucificarse antes de que hacer daño a su precioso novio; él nunca, nunca, haría algo que su amante no deseara, y por consiguiente, algo tan íntimo como entrar a su cuerpo, debía ser preguntando, no importa cuántas veces ya lo hubiesen hecho en el pasado.

 

Ya con la aprobación silenciosamente dada, Akashi bajó la mano con lubricante, y empezó cuidadosamente con uno de sus dedos a tantear el sensible anillo de músculos. Kouki jadeó y apretó los dientes por la sensación, tan extraña, pero también tan conocida. Calor subió hasta su frente, pareciendo que iba a explotar y reventar en cientos de pedazos, pero intentó controlarse y concentrarse en la sensación de ese intruso dedo haciendo camino a su interior.

 

Un suspiro escapó de sus labios cuando Seijuurou se inclinó hacia adelante para adentrar con más fuerza el dígito. El dedo se meneó y acarició las paredes interiores en exploración, en búsqueda… La corriente fogosa y eléctrica siguió viajando desde sus muslos, su miembro, sus testículos y su cabeza. Kouki ya no podía hacer nada más que gemir y respirar rápidamente… hasta que el prodigio que era Seijuurou encontró lo que buscaba. Allí, un poquito más arriba, escondido y esperando por ser sobado.

 

“¡A-ahí! Sei, por favor… de nuevo” Akashi sonrió mientras metía y metía el dedo para que golpease la próstata. Con cierta fascinación, pegó sus ojos en Kouki, saboreándose los labios por la expresión que su amante dibujaba en esos momentos. El pelirrojo, percibiendo las familiares oleadas de su propia excitación, alejó su mano para deslizar ahora dos dedos en ese apretado y caliente agujero.

 

Furihata gimió y se revolvió un poco con la sensación de esa estreches siendo estirada; no por el dolor, sino por la caliente estimulación que parecía derretirle el cerebro y neuronas.

 

Cuando su amante comenzó a penetrarle vigorosamente con tres dedos, Kouki ya no podía retener sus gemidos y gruñidos de placer, apretando los dientes y rasguñando las sábanas para no masturbarse con furia por las sensaciones ardiendo en su piel.

 

“¿Quieres más, Kouki?” Preguntó Akashi con un timbre tirante y forzado. Sudor le cubría su frente y cabellos magenta. Sus ojos rojos estaban brillantes y vidriosos, oscuros por la pasión y la necesidad. Kouki se mordió los labios por la vista, rogando y rezando a los cielos por tan perfecto regalo. Como alguien como yo… puede merecer a alguien como él…

 

Seijuurou ya no podía ver. Estaba nublado. Cegado. Malditamente excitado. Caliente hasta los pies. En combustión y ardiente por meterse al cuerpo de su novio de un solo empujón. Deseaba, necesitaba, esa humedad y fogosidad envolviendo su miembro como una mano de hierro al fuego. Lo quería ahora.

 

“Kouki… Dime…” Susurró entre dientes.

 

“S-si… por favor… te necesito” De haber estado menos frenético, Akashi habría empujado y presionado por una respuesta más satisfactoria, por palabras más explicitas y literales, pero la calentura no le dejaron ni responder antes de bajarse sus pantalones y ropa interior hasta las rodillas. Sacó con lentitud sus dedos del interior de su amante para bañar su propio miembro de lubricante.

 

Mordiéndose los labios y tragándose un gruñido, afirmó las piernas de Furi alrededor de su cintura, adelantándose y colocándose en la entrada de ese pasaje reservado sólo para él. Se sujetó la base antes de mirar a su novio; Kouki le sonrió asegurándole… y sin más… entró en él…

 

Le penetró con lentitud, con cuidado, precaución; viendo como halcón las expresiones de su amante, asegurándose de que le estaba gustando… de que no le estaba haciendo más daño… Por unos momentos el calor casi se hizo insoportable. La humedad, la presión, la sensación de piel contra piel, de saberse en el interior de Kouki… todo ello casi le hace venirse en menos de un segundo. Pero… apretó la quijada, cerró los ojos, y esperó por el gemido placentero de su pareja.

 

“E-está bien… puedes moverte” Murmuró Furihata un par de minutos después, cuando su base había rozado las nalgas contrarias.

 

Gracias a Dios, se tragó Seijuurou comenzando un paso lento y seguro; constante; no muy fuerte; disfrutando de la estrechez; del calor; de esas apretadas paredes que parecían querer succionarle, tragarle… no dejarle ir… Gruñó y gimió mientras se afirmaba de las piernas de Kouki para mover las caderas con más libertad.

 

Kouki gemía y gemía, rebotando y saltando en el colchón a medida que Akashi iba aumentando la velocidad y dureza de sus embates.

 

“¡Ahh! ¡Si, así!” Soltó Furihata después de un golpe especialmente fuerte. Akashi abrió la boca, se lamió los labios resecos y bajó una mano hasta el olvidado e hinchado miembro de su novio, bombeando y apretándolo con la intensidad y coordinación de sus embestidas que apuntaban directamente ese punto que sus dedos habían encontrado anteriormente.  

 

Ambos gruñeron de necesidad. Kouki le pidió más, más fuerza, más rapidez, más dureza… y Akashi cumplió de inmediato, ansioso y desesperado por más fricción.

 

La cama sonó un poco; el cuerpo de Furihata se resbaló  un tanto de las frazadas, pero la nube de excitación le tenía en un mundo en donde lo único que importaba era su amante golpeando en su interior; apretándose contra su cuerpo y dándole el placer más exquisito que había experimentado en su joven vida.

 

Siguieron así por más minutos, gimiendo y gritando sus nombres, sin importarles si alguien les escuchaba; si los vecinos lograban captar lo que estaba pasando, pues bien por ellos…

 

“¡Si---! Sei, ya estoy… ya-ya” Kouki continuó balbuceando mientras la neblina le cubría los ojos. Sus testículos se tensionaron, listos para liberarse, su miembro rojo seguía siendo abusado por la mano de su novio; el calor de su estómago le abrumó… y cuando Seijuurou le penetró brutalmente hasta llevarle a la cabecera… se corrió en delgados hilillos blancos en su estómago y palma del pelirrojo.

 

Akashi siguió bombeando, meneando las caderas y embistiendo sin coordinación o miras de apuntar a la próstata; ahora sólo buscando su propia liberación… la cual llegó no mucho después con un gemido ronco y entrecortado.

 

Su cuerpo, cubierto en sudor y agarrotado por la posición, cayó sobre Kouki como una bolsa de papas. Furihata rió y suspiró para intentar nivelar y recuperar el aliento. Su mano, roja y casi dormida por tanto agarrar las sabanas, la llevó a los húmedos cabellos rojos, acariciándolos y peinándolos sin verdadero propósito. Akashi se movió hacia su toque y suspiró relajado.

 

“E-espero que ese haya sido tu castigo…” Susurró Kouki con los labios pegados en la frente mojada de su amante. Seijuurou sólo le escuchó con atención, incapacitado aun para abrir los ojos o responder… “… Porque ahora es mi turno…”

 

Oh-oh

 

 

.

 

 

Horas después, cuando ambos atléticos hombres todavía intentaban recuperar el aliento por la reciente apasionante actividad, Akashi se sentó sobre las sábanas revueltas y húmedas para agarrar las gruesas frazadas para así taparles a ambos.

 

Kouki le sonrió y besó largamente antes de tirarse sobre su pecho con cansancio.

 

“Sei---… creo que esta vez me mataste” Susurró el castaño con los labios pegados al pecho bañado en sudor de su novio. Akashi rió ligeramente, tomando un puño de los cabellos contrarios para alzarle el rostro y besarle.

 

“¿Qué alegas?... Mira como me dejaste… Parece que tu me mataste” Se burló pasándole la lengua por la boca y el cuello lleno de marcas y mordidas.

 

“Mmmm--…. No sé como voy a levantarme mañana…” Lloriqueó Kouki con un puchero al tiempo que se alejaba del irradiador que parecía el cuerpo de su pareja.

 

“Ese es tu castigo por no avisarme que lavarías a Mimado en nuestro baño”

 

“¡Ya te dije que lo siento…! Además, es tu baño… no mío” Comentó sin ninguna intención antes de suspirar y acomodarse en la cama.

 

El pelirrojo, por otro lado, se puso de lado para juguetear con sus dedos entre los cabellos todavía húmedos de Furihata (y su otra mano entrelazada con una de su pareja), mientras pensaba en esa inocente declaración…

 

¿Por qué en vez de… él… no podía ser de… ellos?

 

Después de todo, llevaban juntos más de un año y medio; y sin bien eso podría sonar totalmente descabellado y apresurado para dos muchachos todavía en la universidad, Akashi no se sentía más seguro de nada en el mundo como con Kouki.

 

Ese simple, sencillo, cálido, dulce y tímido joven era su ancla y cable a tierra. Él le mantenía despierto, e inspirado, motivado por continuar y superarse en cualquier obstáculo que se le presentase.

 

Gracias a él la vida no era una aburrida y repetitiva rutina.

 

Eran momentos tan absurdos como esos en el lavado con el animalito, lo que le hacía sentir vivo… feliz…

 

Completo, incluso…

 

“¿No te gustaría que fuera nuestro?” Murmuró contra los cabellos de su pareja. Seijuurou sintió el cuerpo tenso y estático del castaño, quien tartamudeó y se enredó solo antes de sentarse sobre las sábanas y observarle con los ojos y labios abiertos.

 

Akashi también se sentó para darle seriedad al momento.

 

“¿Te refieres a--… vivir juntos?” Cuando el ex capitán de los milagros asintió dos veces; Kouki se mordió el labio inferior.

 

Akashi sintió que le faltaba el aire al ver vacilación y duda en los castaños ojos del otro ocupante de la cama. 

 

“Me-me encantaría, pero…” El corazón de Sei se apretó dolorosamente al creer que se negaría y rechazaría “…yo no puedo costear un lugar como éste; con mi trabajo a medio tiempo con suerte podría comprar la comida-”

 

“Kouki, eso no importa-” Al ver que Kouki estaba a punto de protestar, alargó las manos para colocarlas en el cuello de su novio y apretar sus frentes para verle fija y profundamente “…Deseo vivir contigo no porque quiero compartir gastos… sino porque aspiro despertar todos las mañanas con tu rostro escondido en mi cuello, o en mi pecho….porque anhelo llegar en la tarde o noche y encontrarte aquí, esperándome con tu hermosa sonrisa; quiero vivir contigo porque no puedo estar un día sin verte… Kouki, múdate conmigo, simplemente porque te amo”

 

Furihata no podía ni respirar mientras le escuchaba. Su corazón había retumbado con cada palabra y cada vez que el tono de voz del pelirrojo se profundizaba. Sin darse cuenta, pequeñas lágrimas se acumularon en sus castaños ojos, que el ex capitán de Rakuzan limpió tiernamente con sus pulgares.

 

Kouki, para aligerar el ambiente, rió y golpeó con una mano el hombro contrario.

 

“Está bien, si te dijera que no, sería el idiota máaaas grande de la historia después de ese discurso, asique… siii~…si quiero vivir contigo…. Te amo…te amo tanto---” Susurró sonrojado mientras se lanzaba contra los brazos abiertos de Akashi, besándole la frente, mejillas, y labios, una y otra y otra y otra vez…

 

Al final… al parecer tendría que aprender a soportar al perrito.

 

 

 

. . 7 años de edad

 

 

 

La dulce y siempre bienvenida primavera recién por estas apacibles semanas comenzó a evidenciar su sigiloso paso en la habitada y famosa ciudad de Tokio. La mañana, dibujando un débil pero patente sol en los cielos, alimentaba con vida a las flores, árboles y todo ser orgánico deseoso de su atención.

 

Familias, amigos y parejas disfrutaban de las templadas y deliciosas temperaturas paseando por los parques, avenidas, tiendas y centros turísticos ya atestados de interesados. Un par de jóvenes hombres, bordeando los 24 años, iban mano en mano caminando entre un rápido y lento paso por una de esas mismas calzadas, no tan atiborrada de transeúntes, pero lo suficientemente viva como para manifestar  lo agradable del día.

 

“No puedo creer que te vas como por…. —un mes” Comentó con cierto aire quejumbroso uno de ellos, el más bajo y de cabellos desordenados y castaños. Su compañero le observó de reojo antes de bajar la mirada hasta el juguetón y curioso perro que paseaba delante de ellos, estirando su hocico hacia cualquier punto o persona que encontrase digno de su atención.

 

El pelirrojo tiró un poco el brazo para atraer y controlar un poco al animal antes de contestar.  

 

“Hemos estado separado más tiempo que eso” Replicó con aire sereno y tranquilo. Y su declaración bien que era cierta. Después de todo, cuando comenzaron su relación, él vivía en Kioto, mientras que Kouki en Tokio, debiendo algunas veces pasar meses y meses sin verse o tocarse.

 

Por supuesto…ahora residían juntos y estaban seriamente consolidados como pareja, por lo que aquel tipo de extremas separaciones no eran tan seguidas como en aquellos años, pero continuaban existiendo… tal y como ésta.

 

“Si, pero… la última vez que te fuiste por meses fue hace como--- dos años atrás” Recordó el castaño después de fruncir el ceño y hacer un pequeño puchero con los labios. Su novio, siempre débil ante cualquier muestra de infelicidad en ese rostro, se detuvo para darle un dulce beso, que el otro joven recibió con una sonrisa. Mirándose por unos cuantos segundos a los ojos, decidieron retomar el camino por la larga cuadra. “…Sei, afírmalo más fuerte” Dijo viendo como el perro intentaba correr y por consiguiente, causando que ambos dueños tuviesen que acelerar el paso.

 

“Eso hago, pero Mimado tiene una cantidad sorprendente de fuerza” Akashi arguyó un poco fastidiado. Kouki a su lado le sonrió con burla.

 

“Hm~, algo a lo que estarías acostumbrado si le sacaras a pasear más seguido” Seijuurou deseó molestarse por el comentario burlón (nunca fan de que se mofaran de él), pero la triste realidad era que nunca le resultaba enfadarse (en serio) cuando se trataba de su pareja, por lo que, con un suspiro interno, se limitó a sonreírle con malicia.

 

“Si no mal recuerdo, cuando te mudaste conmigo, juraste sobre una biblia (lo que aun no entiendo por qué, por cierto) las cosas que serían de tu entera responsabilidad, mencionando entre ellas las compras del mes, la limpieza del departamento, sacar a pasear al perro, y satisfacer cada pervertida fantasía que-”

 

“Ugh, odio tu perfecta memoria” Le interrumpió rápidamente con las orejas y mejillas sonrojadas. Akashi en seguida rió un poco al verle así de avergonzado por un simple comentario.

 

No importaba cuánto tiempo llevasen juntos, o cuántas, de hecho, perversiones habían probado (e inventado), Kouki siempre se agitaba cuando tocaban este tema, especialmente si era en público.

 

Furihata le golpeó el hombro para acallar cualquier risa, pero le disculpó al segundo después con un beso en su mejilla.

 

Caminaron en silencio por otros cuantos minutos, juntando ahora también sus brazos y disfrutando de la continua fricción y el roce de sus cálidas prendas o resquicios de piel. Kouki, mirando de reojo a su novio, se mordió el labio inferior antes de preguntar:

 

 “¿Ya tienes todo empacado?”

 

“Así es” Contestó Akashi repasando mentalmente sus maletas y cada uno de los artículos que necesitaba acarrear para su inminente viaje de negocios; viaje que realizaría en nombre de su padre a Seúl por lo que restaba de mes.

 

“M-mañana te acompañaré al aeropuerto” Susurró Furihata apretándole la mano. El pelirrojo le observó intensamente antes de suspirar en su interior.

 

“No quiero que te retrases en tu trabajo por mi culpa” Le dijo con aparente neutralidad, pero ambos sabían que detrás de las palabras y tono había cierto ruego, cierta petición, un poco de contrariedad, pues si bien no quería importunar el trabajo de su pareja, también era cierto que deseaba que su rostro fuese lo último que viese antes de subirse al avión.

 

“No puedo no ir” Kouki alegó con exasperación. Convenientemente Mimado había aprovechado ese momento para pegar su nariz a unas vistosas flores en un arbusto, lo que dio oportunidad a la pareja para pegar sus frentes y besarse tranquilamente bajo los cálidos pero aun débiles rayos del sol.  “… ¿Vas a alcanzar a llegar antes de la ceremonia, verdad?” Murmuró abriendo lentamente los ojos.

 

Akashi pestañeó pensativamente un par de veces antes de responder.

 

“Tres días antes, específicamente” Calculó. Furihata asintió con alegría y alivio, pues odiaría que su novio se perdiese un momento tan lindo de personas tan importantes en sus vidas. “Te dejaré una de mis tarjetas para que compres el obsequio que estimes conveniente” Continuó Seijuurou una vez que retomaron el camino.

 

Kouki quiso protestar y alzar la voz ante lo dicho, pero inmediatamente decidió tragarse cualquier replica, sabiendo muy bien que cualquier tema que involucrase dinero… terminaba siempre en discusión, por lo que optó por callar y hablar de otra cosa más liviana y segura (total, simplemente no ocuparía la tarjeta y ya--)

 

“Todavía no puedo creer que Midorima y Kazunari sean los primeros en casarse; siempre creí que serían Tetsuya y Kagami” Comentó con una sonrisa tierna al pensar en uno de sus mejores amigos, el ex capitán de Shutoku y el peliverde que aun seguía siendo parte del círculo íntimo de Seijuurou.

 

El casamiento al que se refería, no obstante, no era per se una boda, pues en Japón el matrimonio entre personas del mismo sexo no era aun legal, pero los dos jóvenes hombres antes pertenecientes al Rey Legendario, habían de todos modos decidido realizar una ceremonia que oficializaría su relación y compromiso frente a sus familiarizares y amigos íntimos; algo que Furihata no creía fuese verdaderamente necesario, pues la pareja era una de las relaciones más estables y románticas que conocía… pero el gesto de Midorima aun así le pareció de lo más entrañable.   

 

La verdad, es que no pocos habían quedado sorprendidos cuando Takao apareció de un día para el otro con un modesto pero brillante y hermoso anillo en uno de sus dedos. El pelinegro no alardeó o comentó nada hasta que Furihata le preguntó de qué se trataba, y cuando le respondió que su Shin-chan le había pedido (de cierta manera) “matrimonio”, el castaño se quedó con los labios abiertos y carentes de palabras, excepto el entrecortado y fuera de aliento: ¡Felicidades!

 

Kouki, sinceramente, estaba emocionado con la inminente ceremonia, pues tanto él, como Kise y Tetsuya habían sido quienes ayudaron desde el comienzo a Takao con la producción y preparativos de toda la boda. Midorima se había mostrado sorprendentemente cooperativo y dispuesto a ayudar con lo que pudiera; aunque siempre aparentando cierto fastidio (que ya se sabía era una farsa, pues para todos era obvio que nada hacia tan feliz al peliverde, como era ver a Kazunari feliz…)

 

“Y pensar que durante un tiempo imaginé que Kazunari te gustaba…” Akashi murmuró con supuesta indiferencia. Kouki se quedó quieto por unos segundos, con los labios abiertos y el ceño fruncido, sin embargo, Mimado les obligó a continuar con la caminata.

 

“¡¿Qué---?! ¡Sei! ¿En serio…? Ugh… por dios…” Alegó con los labios fruncidos. Seijuurou le observó con serenidad.

 

“Pero no te preocupes, Kouki; ahora sé que me amas sólo a mí” El castaño, no importa cuánto tiempo llevase de relación con el ex emperador, siempre que escuchaba ese tono de voz, sentía como su espina dorsal temblaba de miedo. Seijuurou parecía, más que comentarle con ligereza, advertirle. Era como si le estuviese diciendo que más le valía sólo amarle a él cuando bajaba la voz de esa forma y le hablaba con lentitud y casi oscuridad.

 

Y además… esos ojos…. Tan intensos, y afilados, y profundos…

 

“Eres ridículo…, pero ¿…sabes qué? Para qué discutir por eso; además, tal y como tu dijiste, yo sólo te amo a ti” Decidió decir con ternura antes de tirar con su mano el otro cuerpo hacía él. Pegaron sus pechos y respiraron sobre el otro. Akashi le sonrió antes de bajar el rostro y besarle profundamente. Ladeó el rostro y abrió un poco los labios para exigir más de su tímido novio.

 

Kouki gimió despacito al sentir ese conocido fuego en el estómago y en su acalorada piel. Con cierta desesperación apretó más su boca contra la contraria para abrir labios en un beso hambriento y ansioso.

 

Si había personas mirándoles con disgusto o escándalo, a ninguno de los dos pareció importarle, no cuando estaban tan perdidos en el calor y pasión contraria. Furihata había subido una mano hasta los lisos y suaves cabellos magenta de su pareja, revolviéndolos y tirándolos cuando Seijuurou se alejaba de su boca, dejando la otra palma en uno de los fuertes hombros del atlético joven hombre.

 

Afortunadamente para los menores de edad que miraban el intercambio con ojos abiertos y curiosos, Mimado comenzó a ladrar escandalosamente en busca de atención. Gruñendo, Akashi se alejó y bajó la vista al animal mirándoles con la lengua afuera y una sonrisa. Kouki, con el rostro totalmente sonrojado, rió con vergüenza antes de instar a su novio a retomar la caminata. 

 

“¿Hasta dónde normalmente caminas con él?” Preguntó Akashi disfrutando el sabor que le había dejado su pareja en la boca. Frunciendo los labios, sintió ese familiar calor y ansiedad por poseer al castaño. Lo necesitaba. Ahora.

 

“Hasta esa cuadra que viene” Respondió Kouki después de presentir el aura del otro cuerpo. La verdad es que él también estaba un poco desesperado por ya llegar al departamento, pero tenía que aguantar un poco más. Pues si bien adoraba y deseaba al pelirrojo como a nada y a nadie, de ninguna manera daría otro show en la calle y a plena luz del día. “Ahh, antes de que se me olvide, ya hablé con Ayame-san sobre los… cachorritos” Comentó para cambiar de tema.

 

“Me alegra oír eso” Replicó Seijuurou menos tenso.

 

“Ella los va a cuidar, pero ambos vamos a intentar encontrarles hogar… son súper lindos y tiernos asique no creo que cueste mucho” Kouki sonrió con ternura al recordar a los enanos con los que compartió la tarde anterior después del trabajo.

 

“¿Has reconsiderado gracias a esta experiencia la idea de esterilizarlo?” Preguntó Akashi levantando una ceja y dándole una mirada astuta al castaño, ya que lo anterior había sido un tema holgadamente discutido por ambos hace un par de años atrás, el cual había concluido en un Furihata enfadado y un Seijuurou frustrado.

 

“…. Lamentablemente si… pero te advierto que se va a poner gordito y muuuucho más cariñoso” Respondió con un mirada triste. Akashi apretó la quijada al ver esa derrotada expresión, pero debía aguantar; debía ser fuerte ante ella frente a estas situaciones.

 

“Prefiero eso a que nuestra vecina golpee nuestra puerta para exigirnos que respondamos por una camada de perros que podrían o no ser de Mimado” Dijo el pelirrojo con molestia al recordar esa tranquila tarde, en la que Ayame-san se acercó para hacerles notar la situación.

 

Seijuurou aun recordaba lo asustado y frenético que estaba Furihata por su reacción, pues esa clase de situaciones era justamente la que el ex emperador quería evitar.

 

“Ah~ pero ésta es definitivamente de este enano. Son igualitos a cuando era un bebé…  ¿te acuerdas?”

 

“¿Cómo olvidarlo? Al parecer tenía la noción de que mi zapatilla era un juguete” Respondió con un risa al pensar en ese día hace ya años atrás. Kouki a su lado se carcajeó por unos segundos antes de mirarle con ojos brillosos.

 

 “Si---la verdad es que esa vez estaba muerto de miedo” Confesó con una pizca de vergüenza. 

 

“¿Por qué?” Preguntó Akashi con el ceño fruncido.

 

“Eehh--- ¿Por qué eres tu?” Furi respondió como si fuese obvio.

 

“Eso está lejos de ser una respuesta razonable” Se quejó el pelirrojo aun con la cara arrugada en fastidio. El castaño a su lado bufó y sonrió con burla.

 

“Bueno, disculpa mi poca razonabilidad, pero esa vez por un momento pensé que me matarías o a los cachorritos”

 

“Tonterías; nunca dañaría a un animal o ser humano”

 

“¿Tengo que recordarte el incidente con nuestro querido amigo Kagami?” Preguntó levantando las cejas en un gesto burlón. Akashi el observó con fingida indignación y molestia, sacando en seguida una carcajada en su amante.

 

“Eso no viene al caso” Respondió con los labios fruncidos (que en cualquier otra persona pasaría por un puchero)

 

Aunque ahora podían abiertamente reír y burlarse de esa anécdota, la verdad es que no había sido una imagen y momento fácil de borrar de la mente de ninguno de los presentes, porque fue el epitome y representación de lo que era Akashi Seijuurou por esa época.

 

Afortunadamente Taiga no mantenía ninguna clase de odio reprimido por el ex emperador de Rakuzan por estos días; por supuesto, ambos pelirrojos nunca habían sido íntimos amigos o algo parecido, pero el lazo que ambos compartían con Kuroko les mantenía unidos, y gracias a eso hoy por hoy eran completamente civiles y amigables con el contrario.

 

Kouki nunca lo creyó posible, pero hasta estos momentos de su vida, aun se mantenía en contacto con muchos de sus amigos de sus días de preparatoria. Quizás con los que menos se veía era con los sempais de Seirin, pero Koichi, Kuroko y Hiroshi seguían siendo sus mejores amigos. Kawahara estaba actualmente trabajando para mantener a su creciente familia, pues estaba pronto a ser padre; el ex sexto jugador fantasma se había comprado una casa con Kagami, y Hiroshi estaba a punto de renunciar a su estatus de soltero.

 

Todo estaba cambiando… para mejor…

 

Él y Seijuurou se habían mantenido bastante estables a través del tiempo. El máximo cambio había sido cuando decidieron vivir juntos (y de eso ya cinco años). La verdad es que ninguno de los dos estaba ansioso por conseguir un lugar mejor o más grande, pues estaban un poco apegados a los recuerdos y vivencias que allí habían creado: Cómo había sido la mudanza; como la celebraron; los cumpleaños; los aniversarios; cuando celebraron navidad e invitaron a los padres de Furihata; las diversas discusiones; las múltiples reconciliaciones; cuando ambos se graduaron e invitaron a sus amigos; todo y cada uno de los momentos con Mimado… Todo estaba allí… en cada rincón, en cada pared, en cada fisura y cada mueble.

 

Y ahora tendrían que enfrenar una despedida; fenómeno al que ya deberían estar acostumbrados, honestamente. Pero aun así no eran muy buenos lidiando con ello. Kouki, por supuesto, nunca alegaba o discutía por estos viajes, sabiendo mejor que nadie que Seijuurou lo hacía por su padre y para mantener a flote la resistida y débil relación que aun les ataba.

 

Akashi-sama no había reaccionado para nada bien al anuncio de la relación de su hijo con otro joven. Para el hombre la relación era una desgracia, una vergüenza… una abominación…

 

Afortunadamente… el amor que tenía el mayor por su único hijo era el suficiente como para no desheredarlo y negarle el apellido. Pero les dejó con una relación tensa y fría. Akashi-sama incluso, nunca había visto o hablado con Kouki directamente. Furi le conocía sólo de lejos y por fotografías… pero nada más.

 

Por supuesto que aquello dolía… dolía mucho… pero con el tiempo había aprendido a sobrellevarlo, a soportarlo y a usarlo como una armadura. Pues ese episodio, después de todo, les había hecho más fuertes como pareja; les había consolidado y demostrado que lo que sentían por el otro era verdadero, profundo y sincero.  

 

“Y ahora… ¿Qué me darás como regalo de despedida?” Seijuurou preguntó en voz baja y con un tono seductor una vez que habían entrado al apartamento y dejado a Mimado con sus juguetes en el salón principal.

 

Furihata rió mientras se deshacía de los brazos que le apretaban desde su espalda para avanzar hasta la cocina y continuar con la cena que había empezado a planear desde temprano. Akashi, aguantando un suspiro, le siguió hasta allí para pegar su nariz en la nuca contraria y aspirar profundamente el adictivo aroma que desprendía su piel.

 

“Lo dices como si te fueras para siempre—” Se burló el castaño riendo con ligereza, abriendo y cerrando estantes con dificultad por la lapa humana que tenía agarrada en su espalda.

 

“Estaremos separados por un mes, eso es cercano a para siempre” La réplica, si hubiese sido declarada por cualquier otra persona, se habría escuchado infantil y caprichosa, mas… con la voz formal, elegante y suave del ex capitán de los milagros, parecía una tonada, una canción, la marea acariciando las arenas de la costa en el atardecer.

 

Kouki, cerrando los ojos y suspirando mientras su corazón se derretía, suspiró y rió por lo bajo.

 

“Ah~… tu y tu cursilería…” Se burló volteando el rostro para besar profundamente a su pareja. Akashi le recibió en seguida, abriendo los labios y sumergiéndose en el calor de la otra perfecta boca. Sus fuertes brazos apretaron con ansiedad y fuerza la cintura contraria, estrujando la espalda contra su pecho y demandando al otro joven voltear casi todo el rostro para besarle más duramente.

 

“Kouki…” Suspiró con falta de aire, sintiendo como su pecho se apretaba y su estomago crepitaba en llamas que comenzaron a derretir sus venas y pensamientos. En estos momentos lo único que pasaba por su cabeza era llevar a su amante a la cama; o tomarlo en cualquier lugar, en realidad… sólo deseaba poseerlo.

 

“Sei… “Se quejó el castaño cuando el imponente pelirrojo comenzó a besarle una y otra vez el cuello desde atrás, apretando sus fuertes manos en sus abdominales pretendiendo levantarle la delgada polera. Kouki, con las mejillas coloradas y la respiración agitada, gimió y refregó su trasero contra la entrepierna apretada desde atrás.

 

Sólo cuando Akashi gruñó antes de morderle la nuca en advertencia, Furihata sonrió intentando separarse.

 

“Debes darme un presente como despedida” Murmuró Seijuurou no dejando que el otro cuerpo escapara de su firme agarre.

 

“Bueno, por eso mismo te estoy preparando una súper exquisita y absolutamente perfecta cena… ¿por qué… quieres algo más?” Preguntó volteando el rostro con una mueca inocente y juguetona. Akashi, que ya estaba al límite de su control, tomó con una mano los cabellos castaños y les tironeó hacia atrás. Kouki gimió y se mordió los labios con la inesperada violencia.

 

“Sabes absolutamente lo que deseo” Gruñó sobre los labios contrarios.

 

“Mmm, creo que no estoy muy seguro” Dijo con calor lamiéndose los labios y cerrando los ojos. Sei sabía que había ganado.

 

“Aah~, entonces déjame refrescarte la memoria”

 

 

 

 

. . 13 años de edad

 

 

 

Sus dedos dibujaron sin mucha atención el borde de su tazón medio lleno de café frío. Sus grandes ojos castaños estaban pegados y abiertos sobre el perrito descansando en el sillón envuelto en una vieja manta. Su cabecita estaba sobre una delgada almohada, y sus patitas debajo de su hocico.

 

Su torso, aun debajo de la cobija, se veía como bajaba y subía en profundos pero lentos respiros.

 

Kouki suspiró mientras cerraba los ojos y se acomodaba en el sillón con sus piernas cruzadas. Su pecho aun se apretaba por la falta de aire. Su corazón aun bombeaba como en una carrera de caballos. Sus ojos aun picaban de lágrimas no derramadas. Sus dedos temblaron sobre el tazón, y los músculos de sus pantorrillas se contraían en impaciencia y espera… no estaba seguro por qué… quizás simplemente aguardando a que esa angustia y ansiedad desapareciera.

 

Una de sus manos, con extremo cuidado y delicadeza, se colocó sobre el animalito para acariciarlo y disfrutar de su calor, de la vida que aun irradiaba a través de esos repetidos respiros.

 

Aun está aquí… se dijo con alivio y una pequeña sonrisa.

 

Dejando la tasa sobre la pequeña mesa al frente del diván, Furihata apoyó la nuca en el cojín de éste para seguir con su admiración a Mimado aun durmiendo calientito en su manta.

 

Era tal el silencio y quietud del apartamento, que el suave sonido de la puerta de entrada pareció como una explosión en la burbuja de Kouki. Desde la puerta, con una expresión impávida e impenetrable, entraba Akashi con un maletín agarrado en una de sus manos, y un delgado abrigo en la otra.

 

“Estoy en casa” Susurró en costumbre antes de acercarse a su novio sentado y aun observando al perrito.

 

En silencio y con calma, Seijuurou dejó sus cosas sobre un mueble que habían hace años dispuesto en la entrada para ir a sentarse junto el frío y vulnerable cuerpo de su amante.

 

El ceño del pelirrojo se frunció con molestia cuando tocó su piel helada, notando además los rastros de lágrimas en las sonrojadas mejillas del castaño. Aguantándose una reprimenda o mirada iracunda, alargó sus brazos desde la espalda de Kouki, apoyando su barbilla en el hombro contrario.

 

Furihata mecánicamente se removió entre los cojines para dejar completamente su espalda sobre el pecho de su novio, disfrutando inmediatamente el calor que su piel carecía.

 

“¿Qué dijo el veterinario…?” Preguntó con tacto y en un susurro que no alteró la comodidad del salón. Kouki, aun así pareció tensarse y saltar un poco al escuchar la voz y las palabras. El castaño tragó ruidosamente antes de cerrar los ojos.

 

“Que sólo necesita descansar… ya le compré los analgésicos que me recetó y hay que cuidar sus movimientos. Su patita derecha  fue la más afectada, pero no es nada grave…” Relató lenta y suavemente. Akashi asintió y bebió de cada palabra, analizando más el tono de voz que lo dicho.

 

Seijuurou sabía que Mimado estaba bien y fuera de peligro, y también sabía que Kouki estaba consciente de ello… pero… su novio aun estaba perturbado y sacudido por haber presenciado como el auto se llevó por delante al animalito.

 

Furihata le había llamado esa mañana con pánico, miedo y dolor empañando cada palabra, y Akashi se había sentido tan inútil y desesperado al oírle de esa manera, que había hecho todo lo humanamente posible para terminar sus deberes más temprano y correr a casa, sabiendo lo estresado y angustiado que estaría el ex capitán de Seirin.

 

El pelirrojo sabía que muy probablemente Kouki estaba culpándose por todo esto: por haber sacado al perro a pasear más temprano de lo usual, cuando había más trágico; que probablemente también estaba maldiciendo su mala costumbre de ponerle la correa una vez que estaban en la calle… pero Akashi sabía que no había nadie a quien apuntar con el dedo… ni siquiera al conductor del vehículo (quien se había detenido e incluso llevado a la primera clínica veterinaria que encontraron)…

 

Todo había sido simplemente un accidente…  

 

Mimado, lamentablemente, ya estaba en edad de perder su visión… su audición tampoco estaba en su mejor estado, y sus articulaciones no eran las de antaño. Aun corría, por supuesto, sonreía, ladraba y molestaba como nadie… pero la vejez le estaba alcanzando… Y Seijuurou sabía que a Furihata le dolía verlo… le dañaba aceptarlo… Le apretaba el corazón y garganta presenciar su sufrimiento.

 

“Va a estar bien” Le aseguró apretando el cuerpo del castaño más fuerte contra su pecho. Kouki tembló y sollozó antes de voltear y alzar el rostro para mirarle a los ojos.

 

“L-lo sé… pero… fue-fue tan… verlo ahí… la manera en la que miró, Sei… creo que me rompió el corazón” Y eso mismo sintió Akashi al ver a su novio de esa manera, tan roto y destrozado. Sus ojos rojos se cerraron mientras escondía el rostro en el cuello contrario, inhalando su perfecto aroma y refregando la nariz contra la suave piel.

 

“…---Podríamos comprar una casa… con una patio gigante para que pueda correr… con árboles… con una espaciosa entrada… una inmensa terraza… a Mimado le encantaría” Propuso con una sonrisa.

 

Furihata, entre sus pequeñas lágrimas, rió pasándose el borde de su larga polera con brusquedad por la cara y asintiendo varias veces.

 

“Si--…. Ya me lo imagino” Replicó volviéndose hacia Akashi con una sonrisa pequeña y tierna que su novio correspondió de igual manera. “… pero… ¿de verdad  no te molesta mudarte?” Preguntó con vacilación, recordando que en los últimos años contadas veces habían mencionado el tema de buscar otro hogar.

 

Ambos, la verdad, estaban muy cómodos, pues el apartamento era perfecto tanto en espacio como en locación.

 

Pero algunas veces las cosas tienen que cambiar… tienen que evolucionar…

 

“Honestamente, lo he estado deseando” Akashi arguyó con aparente serenidad, decidiendo en el acto no sacar a colación la verdad detrás de ese deseo, especialmente en estos momentos (considerando que Kouki se encontraba un poco depresivo y con los ánimos por el suelo).

 

El pelirrojo, sinceramente, hace un par de años que venía acariciando y fantaseando la idea de adoptar un niño o niña; después de todo, los dos estaban en una posición envidiable de sus vidas: casi alcanzando los 30 años, con trabajos estables, bien remunerados y con relación amorosa consolidada.

 

“Sería genial… aunque igual tendría que estar cerca de nuestros lugares de trabajo… y--- opino que mínimo tres habitaciones ¿o no?... obvio la principal para nosotros…una podría ser un estudio u oficina, también para invitados… ¡Oh-oh! Y tiene que tener una chimenea… me encanta la idea de en invierno encender una chimenea y tomar chocolate caliente… es como muuuy comercial, pero la imagen se ve muy cool ¿verdad?”

 

Al tiempo que Kouki hablaba y planteaba ideas para la casa, Akashi sonreía y asentía de vez en cuando con media atención, más preocupado del brillo en esos castaños y pequeños irises que había comenzado a tomar vida con la distracción del dolor seguramente aun lindando en su pecho.

 

Su esbelta y blanca mano se posó sobre el cuello contrario para atraer al hombre y besarle con suavidad. Furi le respondió con entusiasmo y sin cuestionarle.

 

Estuvieron así por varios minutos, al pelirrojo sin importarle si su traje costoso y elegante se arrugaba, y Kouki sin tomar en cuenta el dolor que cargaría mañana en la mañana en su cuello por la posición incómoda de su cabeza.

 

El humor del apartamento creció exponencialmente cuando Mimado despertó de su siesta, moviendo con excitación su colita y ladrando por atención. Furihata no tardó en separarse del calor de su novio y darle todo el cariño al animal.

 

Akashi, quien normalmente se molestaría por la anterior acción, ahora sólo se recostó en el sillón y disfrutó de la familiar escena de Kouki acuclillado frente al diván acariciando y agasajando al consentido número uno de la casa.

 

Seijuurou sonrió con ternura cuando el castaño le miró y rió con alegría…

 

 

. . 21 años de edad

 

 

“¿Papi y Mimado van a estar bien?” Preguntó una pequeña niña cercana a los cinco años, de cabellos azabaches trenzados impecablemente y ojos castaños bien grandes y brillantes; una de sus blancas manitas agarraba con fuerza el traje de su padre que le tenía en brazos apretada contra su pecho, mientras que la otra jugueteaba con un viejo peluche en forma de león.

 

El hombre le sonrió antes de besarle la regordeta mejilla con dulzura.

 

“Con papi lo hablamos ayer ¿lo recuerdas?... Mimado está muy cansado y por consiguiente, es su turno de descansar…” Le contestó con serenidad y formalidad, decidido a no demostrar que a él también todo esto le estaba matando…

 

La niña le observó con sus inocentes ojitos brillantes de lágrimas interrogativas.

 

“¿Ya no volverá a casa con nosotros?” Preguntó de nuevo con su tono de voz agudo pero suave, ese que había copiado de su padre pelirrojo.

 

Akashi asintió dos veces antes de suspirar.

 

“Desafortunadamente no”

 

“¿Por eso papi estaba llorando?” Akashi enseguida apretó con cierta fuerza los brazos alrededor de su hija al recordar la expresión desolada de su pareja.

 

Kouki había entrado a esa sala con su corazón palpitando dolor y sangre venenosa. Seijuurou vio la angustia y el sufrimiento empañando cada resquicio de su piel y gestos. El pelirrojo sabía que no podía estar con su hija presente en esa desgarradora escena, pero una parte de él estaba desesperada por estirar el brazo y alcanzar a Furihata en apoyo.

 

“Así es…” Le respondió en un susurro.

 

“Yo tampoco quiero que Mimado se vaya a descansar” Replicó la dulce niña con un puchero antes de dejar que traicioneras lágrimas arruinaran su rostro inocente. Akashi no sabía qué hacer con tanto dolor apretándole el pecho y la garganta al ver esa imagen.

 

Si hasta hace un tiempo lo único que le quebraba era el rostro infeliz de su pareja, ahora cualquier expresión de su hija le movía el piso, pared y mundo…

 

“Ninguno de nosotros lo desea, pero…. Es un proceso natural… ¿Has notado que ya Mimado no puede levantarse? ¿O que ya no ve o escucha bien?...” Le preguntó con suavidad, no muy seguro de cómo proceder con tacto, pero cierta firmeza. “…Una vez que se vaya a descansar, ya no sentirá ningún tipo de dolor… se merece ser reposar ¿no lo crees?” Cuando su hija asintió un par de veces con ansiedad y quizás mitad entendimiento, Akashi le sonrió y apretó contra su cuerpo.

 

Por otro lado, dentro de la sala especializada en la clínica veterinaria, Kouki estaba sentado inquietamente en una silla frente a una camilla, donde Mimado yacía acostado con sus piernas estiradas.

 

Mientras el veterinario le depilaba una pequeña sección en uno de sus bracitos, el castaño inhaló con fuerza al alzar los ojos hacia su perrito… su mascota… su hermoso y perfecto animalito…

 

Mimado, con cabellos blancos bordeando sus orejas y boca, parecía observarle con una sonrisa y brillo infantil en sus profundos ojitos ya empañados en avanzadas cataratas. Furihata rió con lágrimas cayéndole por las mejillas. Sus manos sostenían con fuerza una de las manitas del perrito, pretendiendo e intentando darle todo su apoyo, cariño y fuerzas… y simplemente para tocarle… para estar conectado a él por un poco más de tiempo… sólo un poco más…

 

Cuando Kouki vio como el hombre le inyectaba el suero, algo en el corazón del castaño explotó (especialmente cuando el animalito se tensó y movió con cierta violencia por el dolor)… algo reventó y le consumió el aire.

 

La fuerza y el impacto subieron vertiginosamente por su garganta; ella se apretó. Le estranguló. Le ahorcó por segundos. Su rostro ardió. Y dolió. Y sufrió. Más lágrimas cayeron por sus ojos. Más sollozos escaparon de sus resecos y rojos labios.

                                                                                                                                                     

El veterinario, dándole un pequeño toque en su espalda, salió de la sala en silencio; según lo que le había comentado al comienzo, los efectos tardaban alrededor de 2 a 3 minutos…

 

….sólo eso le quedaba de vida…

 

“No-no sabes—todas las cosas que quiero decirte… no sabes lo mucho que quiero agradecerte… y—y… Ugh… yo… de verdad no sé dónde o cómo estaría si no fuese por ti…” Mimado le miraba pestañando lentamente, adormilado y somnoliento. “… ¿Recuerdas ese día en el parque…? Eras tan pequeñito… jeje… Estabas totalmente encaprichado con SeiGracias a ti los dos estamos juntos ¿sabes?.... de otra manera no creo que nunca le habría hablado… “Una de sus manos, temblorosa y cautelosa, se acercó a la cabecita del perrito para acariciarla. Para apretarle y sentir por un poco de tiempo su calor.

 

Su rostro, ya totalmente empañado, se pegó al contrario para hablarle en susurros contra su piel. Respiró profundamente su aroma, ese jabón que le compraron hace años y que se había convertido en su marca.

 

“… te quiero… tanto-tanto… y… estoy… estoy tan agradecido… tú, junto con Sei y mi hija, han sido mis más grandes alegrías… tus sonrisas siempre me levantaban el ánimo… tus ladridos algunas veces funcionaban mejor que mi despertador… tus ronroneos de gato me derretían el corazón… y… bueno, para ser sincero, tus baños me enseñaron a ser paciente…” Comentó con una risa entrecortada por el llanto… “… eres una de las cositas más linda que existe… nadie ni nada podrá nunca llenar tu lugar… te-te quiero…. Te quiero tanto….” Susurró apretando el rostro contra su perrito. Aspirando su esencia y disfrutando del cuerpo aferrado al suyo.

 

Mientras las palabras fluían de entre sus labios, Mimado fue cerrando los ojos; fue dejando salir sus últimos suspiros y halitos de vida…

 

Kouki en ningún momento  dejó de acariciarle, de respirar sobre él, de hablarle en murmullos y en privado… De agradecerle… de recordar viejas aventuras… enormidades paseos… graciosos momentos… de decirle cuanto le adoraba…

 

La habitación, de repente, se volvió silenciosa… salvo por unos cortos sollozos… por unos cuantos gemidos…

 

Kouki, antes de levantarse por completo, abrazó el cuerpo de su mascota, de su consentido bien fuerte contra su pecho en señal de despedida

 

“Adiós…” Murmuró con el corazón aun en su garganta.

 

Cuando Furihata salió del cuarto, Akashi le asintió llevándose a la niña al auto para que no viera como sacaban el cuerpo del Mimado de la habitación. Ambos, después de una pequeña charla los días anteriores, habían acordado enterrarlo en el patio trasero, donde ya habían hecho un lugar para su tumba hace unos cuantos días.

 

El viaje en el vehículo fue taciturno y doloroso, con Seijuurou conduciendo y Kouki en el asiento trasero con su hija en su regazo, ambos abrazados bien apretados, cada uno con lágrimas en los ojos.

 

Akashi, comprimiendo el volante entre sus palmas, observó por el espejo retrovisor, sorprendiéndose al toparse con el rostro de su pareja, dibujando una pequeña, pero dulce sonrisa. El pelirrojo, entendiendo, le correspondió y bajó la vista a la pista sintiéndose un poco más aliviado.

 

Porque, efectivamente, dolía…

 

…Dolía mucho…

 

Pero todos estos años habían valido la pena… Lo habían visto crecer, correr, jugar… Él creció junto a ellos. Él cambió junto a ellos. Aprendió, y erró, y se levantó, y les animó, y les reconfortó…

 

Por él ahora eran una familia. Por él habían comenzado a hablarse. Por él encontraron un camino en común. Gracias a Mimado habían alcanzado la felicidad…

 

Akashi Seijuurou, por supuesto, sabía que aun quedada mucho por vivir; mucho más por experimentar, ya sea con su pareja o con su hija, amigos o ámbito laboral, pero de eso se trataba la vida después de todo ¿no es así…?...

 

Sólo tenía que vivirla… y disfrutarla…

 

Y eso intentaría junto a Kouki… junto a su niña… todos y cada día que le quedase de vida…

 

 

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Mimado

 

2014 – 2035

 

Adorable mascota: divertido amigo; consentido #1

Perfecto Cupido

 

Rezó por años y años  y años, bajo uno de los tantos árboles de la residencia Akashi-Furihata

 

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FIN

 

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Notas finales:

.... T-T.... no se que decir... excepto que me disculpo.... en serio... con aquellas personas que están en contra de la eutanasia animal... pero, bueno, para mi fue super personal y emotivo escribir las dos últimas viñetas... ya que mi perrito tiene 20 años.... y es... ugg.. desgarrador (por decir lo menos)... ver su dolor.... de verdad no se que más decir sobre eso... :(

 

Sobre el Fic, estoy muy feliz de haberlo escrito y de haberlo compartido! Espero que les haya gustado, y que el Lemon no haya quedado tan desastroso (me disculpo tambien por eso u-u).... De verdad me entusiasma la idea de escribir más sobre esta parejita! Es preciosa y merece más atención <3. En fin, MUCHAS GRACIAS, de nuevo, a todas y todos los que leyeron!... hicieron de mi días más brillante!...

Abrazos virtuales a todos! Y recuerden que cualqueir comentario es bienvenido, y que contestaré a TODOS!!!


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