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Hado por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Gracias a todos por sus lecturas. Aquí el nuevo capítulo :3 ¿Cómo saldrá la cita de Albiore con Afrodita?

Afrodita se encontraba lo suficientemente nervioso como para no saber que ponerse para la cita. Era una noche de boliche, no podía irse tan casual. Debía ir a tono a la ocasión, ligero, deportivo, sin perder por supuesto su estilo. Era difícil, ya se había quitado varias prendas considerándolas inadecuadas.

Para hacer el asunto mucho más complejo, a Saga le había dado por llamar. Con el cabello aún húmedo, contestó la llamada y trató de ser lo mínimo de educado con su ex mientras se probaba otra camisa encima de su cuerpo, viéndose al espejo. Pero las palabras de Saga habían sido suficientes para olvidar de momento su actual empresa. Afrodita parpadeó y sintió algo secarse por dentro, quizás la garganta, al escucharlo pronunciar aquella frase. 

Saga se había mudado. Había decidido quedarse en Athenas, él, que siempre había renegado acercarse demasiado a la capital de los oradores. Afrodita estuvo tentado a preguntarle porqué. Si precisamente se había movido allí para escapar de él. ¿Qué demonios significaba que ahora Saga se hubiera mudado cerca? Se sujetó el pecho, como si intentara implorarle a su corazón que dejara de latir con tantas fuerzas, que empezaba a aturdirlo. Las siguientes palabras no hicieron más que colaborar al efecto cataclísmico que estaba superando a su cuerpo.

—¿Vernos? —Se pasó una mano por la frente y hasta pensó que Saga, conocedor del demoledor efecto que causaba en él, se estaba aprovechándose de eso e incluso, lo estuviera disfrutando de alguna forma morbosa. Tragó grueso y miró de nuevo su estampa. El espejo le mostraba una imagen de sí totalmente desencajada, con su mirada borrosa, absurdamente impactado por cada palabra del mayor—. No, no creo que sea necesario vernos, Saga. ¿Ahora que ganarás con ello?

Saga insistió. Incluso propuso un lugar neutral, un restaurant, lejos de sus propias residencias si eso lo hacía sentir más… confiado. Afrodita en ese momento trabó su garganta. Sintió doler a su mandíbula fuertemente apretada mientras percibía un ardor inconmensurable en su estómago. Lo que Saga le estaba proponiendo, le irritó hasta lo más duro de su orgullo. Está sugiriendo que él aún limpiaba el piso por él, y aunque pudiera —si acaso— tener algo de verdad, ¡ni loco lo iba a admitir!

Afrodita se levantó, con determinación casi asesina. Sintió un remanente de pura voluntad llegando de no sabía dónde. Había que ponerle unas cuantas ies a Saga y decirle que su mundo ya no giraba —del todo— alrededor de él. Que él había avanzado un largo trecho para separarse de su influencia y no pensaba dejarlo caer a la borda. Quizás, antes, hubiera pensado que de volverlo a ver terminaría enredado de nuevo en sus brazos, bajo sus sábanas, con él dentro. Pero ya no, ya no sería tan fácil. 

Además, estaba Albiore. El muchacho había sabido robar su atención y sus pensamientos en esas semanas, de una forma cálida, lenta pero concisa. Ningún acercamiento había sido agresivo, y eso le llenaba de una paz difícil de eludir, así como de ternura. No quería perder eso… el laberinto de Saga había sido intenso, apasionado, lleno de giros y vueltas de tiercas, pero Albiore lo estaba invitando a otro tipo de relación, menos escambrosa e igual de estimulante. No quería perderlo.

—Lamento decepcionarte. Saga, pero no tengo intenciones de encontrarme contigo de nuevo. —Y prosiguió, sin dejar que soltara algún argumento capaz de desarmarlo, Afrodita comenzó a destilar su mejor veneno—. Es más, ahora mismo te voy a cortar porque me estás interrumpiendo. Tengo una cita y no lo quiero hacer esperar.

—¿Cita?

—Cita. —Ladró prácticamente, sintiéndose tenso por todos lados—.  Y debo terminar de arreglarme. Me alegra, infinitamente, no te haces una idea, que estés ahora en Athenas y hayas superado tu pequeño temor infundado. Pero a mí no me interesa. Así que, si me lo permites, voy a colgar.

Oh… eso era para felicitarse. Afrodita se dio palmaditas de aprobación mental mientras saboreaba el dulce sabor de la victoria. No duró mucho tiempo. Esperaba reclamos, esperaba… quizás suplica, pero no… Saga, acostumbrado a tener la última palabra, se salió con la suya.

«Entiendo. Que la pases bien»

Y cortó. ¡Cortó!

Saga Kanzas había logrado su objetivo: fastidiarle la salida. 

Agarró la primera camiseta que encontró a tono con su cabello y unos vaqueros desteñidos. Las tenis, una cinta deportiva en muñeca y otra para su cabello ya acomodada y salió, sin más, con la furia manándole en la sangre. Esperó con gesto impaciente a que saliera Albiore, y pese a lo increíblemente apuesto que se veía (Dios santo, alguien debería prohibirle esas chamarras de cuero), no pudo disfrutarlo a consciencia.

Masticó una y otra vez la parca despedida, las palabras de Saga y como había arruinado su momento de triunfo. Refunfuñó, incluso habló entre dientes palabras en sueco mientras maldecía una vez más su existencia. Ahora más que nunca se iba a negar a ese encuentro. No se iba a ver con Saga. Oh, es que podía apostar su dignidad a que jamás le vería la cara, no hasta que le diera suficientes razones para ello.

Con ese humor, llegaron a la feria de Bowling. Afrodita no esperó para tomar asiento en una de las barras y pedir una cerveza bien fría. El lugar estaba muy fío y él mismo había olvidado llevarse una chamarra. Sin darle importancia a eso, bebió de la cerveza con necesidad, dejando la botella vacía en poco tiempo. Pidió otra y se apretó los brazos al sentir la helada brisa del ambiente. 

Una parte de él sabía que estaba actuando groseramente, como si fuese un niño caprichoso al que le habían negado ganar la partida. Sabía que, no se trataba de miedo de caer con Saga su negativa. Simplemente no entendía que era lo que Saga pretendía y ojala fuera lo suficiente directo para decírselo. Sería mucho más fácil rechazarlo, de ser así.

El golpe de su consciencia vino fue después, cuando un gesto lo descolocó por completo y le hizo recordar que no había ido a ese lugar solo. La chamarra de cuero de Albiore halló espacio sobre sus hombros, cubriéndolo del frío. Se sintió… vil. Si ya desde que lo había conocido se había sentido el ser más asqueroso del planeta y que no merecía siquiera una mirada de él, en ese momento se acentuó, de forma estratosférica. El aroma de la loción masculina de Albiore solo intensificó su culpabilidad. 

Giró su rostro, tan solo un poco, mientas apretaba ambos lados de la chamarra para acomodarla mejor sobre su cuerpo. Allí estaba, su cabello inolvidablemente rubio caía como cascada en sus hombros, ocultando una cicatriz de cruz en uno de ellos. Tenía puesta una camiseta blanca, ajustada, que le quedaba increíblemente bien y unos vaqueros oscuros. Tenía una cerveza en su mano, a la que probaba con pasibilidad. No le dirigía la mirada. Afrodita se sintió aún peor al comprobarlo.

Pudo haberse quedado allí, en su estado de decaimiento y autoflagelarse, pero no sería Afrodita si no intentara arreglarlo al instante. Ya tendría tiempo de sucumbir a la depresión si todo salía… mal.

—Debes pensar que soy un asco de compañía. —Se incorporó, moviéndose en el banco para quedar de frente en la misma posición que Albiore tenía con vista hacia la pista. Aprovechó para pasar sus brazos en los brazos de la chamarra sin dirigirle la mirada. Se sentía delicioso el calor de Albiore alojado en la tela.

—No pensaba en nada, realmente.

—Mentiroso… si estuviese en tu lugar, ya me habría dejado aquí plantado por idiota. 

Albiore esbozó la primera sonrisa, pero fue una tan tenue y apagada que Afrodita supo que le costaría mucho más animarlo. Debía estar decepcionado de cómo había avanzado la salida y él… por ser tan él, prefería callarlo y guardarse las ideas para sí.

Tenía que ser sincero. No pensó de qué otro modo solucionarlo, más que con ello, con sinceridad. Suspiró hondo y volvió su vista a la filas de polos que caían, así como él mismo veía caer todas sus oportunidades.

—Recibí una llamada, ¿sabes? Antes de venir. —Llamó la atención de Albiore al decirlo, aunque no le devolvió la mirada—. Me sentía irritado, me enojé… sé que es injusto pagarlo contigo. 

—¿Todo está bien? Si no estabas con humor, hubiéramos podido cancelarlo…

—No, no definitivamente no. Quería venir. En verdad quería hacerlo. —Se apretó mejor con la chamarra antes de subir la mirada y decirle con toda la sinceridad que podía profesar—. Lo siento…

Albiore no dijo nada, pero su mirada abrasiva fue suficiente para hacerle entender a Afrodita que estaba dispuesto a pasar por alto el primer desaire. Él había sido muy honesto, aunque tampoco pensaba mencionar a un ex en ese instante, porque sabía que las cosas podrían tomar un rumbo indefinido. Prefería guardarse esa información de momento. 

Lo que no acabó por comprender, es porque disculparse había sonado tan natural y tan profundo. Incluso parte del miedo que siempre sentía al estar con él —que no se había disipado pero buscaba evadirlo con empeño—, se aligeró tras esas disculpas. Nunca un lo siento había sido tan curativo como ese que acababa de decir.

—No hay problema. La noche no acaba, aún. Aunque ya no podamos participar en el torneo…

—Oh… en serio, soy un pésimo acompañante. —Se pasó una mano por la frente, avergonzado por todas las molestias que había causado.

—No, para nada… bueno sí, un poco. —Allí Afrodita no pudo evitarlo. Soltó una carcajada encantada mientras lo miraba, como si su honestidad fuera otro de esos maravillosos encantos. ¿Qué había hecho en su vida para merecer a un Albiore? No tenía idea.

—Di que he sido un asco, un pésimo compañero, que te has quedado por mera benevolencia. 

—Me he quedado porque me gustas.

Sí, su honestidad era otro de sus maravillosos encantos. Afrodita no tuvo tiempo ni de sonreír, ni de reír, solo pudo mirarlo asombrado, prácticamente pasmado mientras en su pecho sentía bullir toda clase de emociones cálidas, agradables y placenteras. Escucharlo de esa manera, tan firme, tan seguro, no era algo fácil de asimilar. Mucho menos cuando su corazón parecía querer salir corriendo y dejarlo a él tendido cuan zombie a su lado. Estaba seguro que su rostro había tomado tonalidades rosas y que todo el nerviosismo que sentía, se filtraba en su mirada. 

Albiore debía notarlo, seguramente. Lo miraba expectante, quizás esperando alguna palabra de su parte, algún movimiento, algo. No estaba seguro del qué… pero también parecía muy confiado, como si él pudiera leer perfectamente todas esas señales y llegar a su propia conclusión. 

—Siempre pensé qué… no sé… te gustaba salir con chicas. —Debía darse una patada mental. Afrodita mordió el labio atribulado cuando se escuchó a sí mismo, pese a ver la diversión con que los ojos de Albiore lo miraban.

—Me gustan. Chicos o chicas. —dijo con total naturalidad, casi mortal, haciendo un gesto con sus hombros. 

—Eso es muy… apropiado. 

—Sí, lo es… —Albiore rozó su mano, ligeramente. Se sintió como la premonición de su caída. La alerta que debería seguir y correr, aunque sabía que sus pies no tomarían la dirección contraria. Correría hacia  Albiore sin dudar. La timidez de sus acciones solo acrecentaba la intensidad de las mismas, de un modo surreal.

—También me gustas. —Confesó, dirigiéndole una mirada atestada de emociones pese a escuchar el bullicio característico del lugar. No le importaba eso, es más, no los podía escuchar. Todos sus sentidos estaban enfocados en Albiore en ese momento.

—Eso también es muy… apropiado. —Albiore rio, discretamente, casi apenado. Afrodita le siguió con el mismo gesto, más emocionado que nunca. Sentía que era el inicio de algo hermoso y el temor aún latente estaba enterrado debajo de tantas expectativas. Ahora quería besarlo. Afrodita estuvo muy seguro de eso. Quería besar a Albiore esa noche.

Fue como si el hombre hubiera leído ese deseo en sus ojos, o en sus labios. O quizás fue demasiado evidente la manera en que él se quedó viendo los labios de Albiore con necesidad. Era posible… y sintió un sobresaltó sobrevenirse en mil pulsaciones cuando cortó el espacio, cuando el mismo Albiore se había inclinado suavemente para juntar sus labios con los de él en un beso suave, similar al que quiso darle el día anterior.

Sus labios se movieron con sobrada timidez, casi como si buscaran encontrar el grosor de ambos antes de complementarse por completo. Fue un roce íntimo, pero sentido, que colocó sus palpitaciones al nivel de sus orejas y coloreó más la piel de su rostro, de un rubor… seguramente delicioso. El aroma de Albiore lo envolvía por completo y sus pestañas temblaron antes de que sus párpados se abrieran de nuevo, después del cese del contacto.

—Tengo hambre… —dijo en un tono confidente, antes de pasar un mechón de su cabello celeste tras la oreja. Afrodita le miró con dulzura y emoción apenas contenidos.

—¿Qué se te antoja? Ahora mismo quiero un hot dog.

—Hot dog estará bien. 

—Además no quiero que nos saquen de aquí a patadas por afectar su ambiente familiar. —Albiore rio con su ocurrencia y fue hasta ese momento que Afrodita pudo apreciar mejor, sin los mechones de rubio haciendo sombra en su rostro, el adorable sonrojo que había.

—Eso también… ¿Nos vamos entonces?

«A donde tú quieras», pensó Afrodita, al tiempo que le tomaba de la mano. Esa seguridad con que lo aceptaba era totalmente sincera, sin asomo a dudas. Siquiera el nombre de Saga se apareció en ese momento en su mente. 

A donde Albiore quisiera. Si en ese momento quería ir a un motel, él aceptaría gustoso. Aunque sabía de antemano que Albiore… Albiore era diferente.

Notas finales:

Gracias de antemano por sus lecturas y comentarios.


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