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Alone With You por Marieene

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Notas del capitulo:

No tengo muchas para decir mas que gracias por leer el primer capi, espero que éste nuevo tambien sea de su agrado. Saludos! Y disfruten. ^^


 

Capítulo II

 

Entre sueños gratos y cálidos, pudo escuchar unos suaves y tímidos golpecitos en la puerta. Abrió los ojos despejándose repentinamente y pegó un brinco de la cama inmediatamente. Se apresuró a abrir la anteriormente mencionada trastrabillando con las sabanas caídas. Al hacerlo se encontró con el rostro sonriente de su castaño amigo y enseguida pudo notar que éste no mostraba signos de haberse levantado recientemente, ya se encontraba apropiadamente vestido y bien peinado. Tan temprano en la mañana y se veía apuesto y natural como siempre. Correspondió a la sonrisa con algo de timidez impropio de él y se sintió avergonzado de su apariencia desprolija y desarreglada que conllevaba el haberse despertado en ese mismísimo momento.

—Buen día, Kisumi. —Lo saludó con una voz tranquilizadora y suave.

— ¡Muy buen día! —Respondió alegremente olvidándose de su melena despeinada y su rostro marcado por la ensoñación. Solo con ver aquellos ojos verdes bastaba para que todo su mundo brillara repentinamente. Aunque había algo extraño… algo diferente en la sonrisa de su amigo.

—Ya está listo el desayuno. —Dijo amablemente y luego se alejó para darle tiempo y espacio al otro para que se cambiara tranquilamente. No obstante, Kisumi siguió esa espalda ancha aún con el pijama puesto, que consistía en un simple pantalón holgado de color blanco y una remera común celeste. A medida que se acercaba e incluso estando en la puerta de la habitación pudo sentir un agradable y dulce aroma proveniente de la cocina. Él castaño le indicó que se sentara, a lo que obedeció, y pronto, delante de él, Makoto le sirvió un té que pudo adivinar fácilmente que era de sabor durazno y junto a la taza y la azucarera sobre un platito individual colocó una porción generosa de tarta de manzana, la cual tenía una apariencia de delicioso profesionalismo. —Espero que te guste. —Dijo emocionado y nervioso, pues hacia tiempo que no preparaba aquel postre. Desde que se había mudado solo para ser más preciso, ya que no tenía a quien preparárselo. Inquieto, observó como su amigo se llevaba un pedazo a la boca y masticaba con lentitud poniéndolo aún más nervioso.            

— ¡Esta exquisito, Makoto! No solo se ve bien, sino que sabe aún mejor. —Y saboreándola con verdadero gusto, pronto pidió una nueva porción alegrando al castaño, quien rió ante los elogios de su amigo.

—Me alegro mucho que te haya gustado. Puedes comer tanto como quieras. —Y con el corazón un poco más cálido, Makoto por primera vez en mucho tiempo disfrutó de un buen y completo desayuno en compañía.

Cuando terminaron, juntos levantaron las cosas de la mesa y las llevaron a la cocina, ahí, Kisumi pudo ver unas cuantas cosas sucias con harina y podía sentir el calor del horno que aún persistía en aquel ambiente. ¿Acaso…Makoto se había levantado tan temprano sólo para prepararle algo para desayunar? Conmovido e inmensamente feliz, en su rostro se dibujó una amplia y duradera sonrisa. Tomó la leche y la manteca que habían sobrado para la elaboración de la deliciosa tarta y abrió la heladera para guardarlas sorprendiéndose al encontrarla casi completamente vacía, lo único que contenía el electrodoméstico era un par de huevos acomodados en la puerta, otro sachet de leche y una jarra de vidrio con agua. Curioso observó a su alrededor y no encontró señales de que hubieran muchos alimentos para preparar alguna comida apropiada.

— ¿Sucede algo, Kisumi? —Preguntó preocupado el castaño al terminar de lavar las tazas y demás cosas. El aludido negó con la cabeza y sonrió. Tal vez era su imaginación, pero… había algo sombre Makoto que le preocupaba. E inesperadamente algo golpeó su mente recordando el día anterior, cuando abrazó a su amigo en la entrada del departamento. Debía comprobarlo. Y agarrando desprevenido al de ojos verdes, lo rodeó con sus brazos por la cintura deliberadamente estrechándolo contra su cuerpo. — ¡Kisumi! ¿Qué sucede? —Escuchó que el otro preguntaba nerviosamente pero lo ignoró al comprobar su sospecha. Makoto no se estaba alimentando bien y lo supo de inmediato al sentir su delgadez. Se apartó y le regaló una sonrisa que confundió aun más al castaño.

—Gracias por todo. —Dijo y eso no era una mentira, de verdad le estaba agradecido, pero obviamente no era la razón de su entusiasmo por abrasarlo. Makoto sonrió sin poder imaginar lo que en la mente de su amigo sucedía, después de todo éste comenzaba a sospechar que algo no andaba bien y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para ayudar al joven de ancha espalda. Por Makoto haría cualquier cosa. Lo que más deseaba era verlo sonreír auténticamente y que ésa misma sonrisa fuese únicamente para él. ¡Y solo para él! Con ese pensamiento fijo en su mente, se movió y comenzó a canturrear alegremente mientras se aprontaba para salir, contagiando de buen humor al castaño, quien reía ante la energía del otro.

Ya listos, se colgaron sendas mochilas y salieron del departamento rumbo a la parada del colectivo urbano que los llevaría hasta la mismísima entrada del campus Universitario. Era una mañana agradable y prometía ser un excelente día soleado. Al subir al transporte público, Makoto pagó ambos boletos con la tarjeta magnética ante la mirada acusadora de su amigo. Se ubicaron lo más atrás posible, y a medida que la gente subía y continuaba subiendo, lamentaron estar tan atrás, pues comenzaron a sentirse cada vez más apretados. Kisumi no podía controlar los latidos de su acelerado corazón al tenerlo tan cerca y tan acorralado al otro. Cuando bajaron se permitió dar un largo suspiro, ya comenzaba a hacérsele difícil el contenerse y mas aun al terminar, por culpa de las demás personas, con su rostro prácticamente sobre el cuello de su amigo que era levemente mas alto. ¡Que ganas de besar aquella piel!

Agradablemente y entre risas recorrieron el campus que no era para nada pequeño. Era increíblemente grande y el paseo les tomó casi toda la mañana. La gente, jóvenes y adultos mayores, iban y venían en grandes cantidades, para un lado y para otro incesantemente. Makoto le presentó a la “adorable” secretaria, que resulto ser una amargada señora de unos cincuenta y tantos, que no sonreía ni por casualidad y que tras sus lentes de media luna sus ojos afilados podrían intimidar a cualquier ser humano descente. Nerviosamente presentó sus formularios de inscripción escuchando melodiosamente una risilla mal disimulada por parte de Makoto, quien no podía contenerse ante lo divertido que le resultaba verlo en semejante situación al de cabellos rosáceos. Una vez todo listo, regresaron al departamento.

—Te dejo la llave por si quieres salir. —Comenzó diciendo cuando ambos se pararon en la entrada. —Yo debo volver. Tengo clases en…—Miró su reloj. —…menos de treinta minutos. —Rió. Kisumi la aceptó con algo de desilusión porque no iba a poder pasar el día entero con su castaño, y un poco culpable por poner contra reloj a su amigo. Sonriendo abrazó al de ojos verdes por el cuello.

— ¡Que te vaya bien! —Le deseó animadamente, despegándose un poco del otro.

—Volveré después de las 19hs. —Se estaba por ir cuando se percató de algo importante; sus estantes y repisas estaban completamente vacías. —Creo… creo que vas a encontrar para hacerte arroz blanco y hay huevos en la heladera. Cuando regrese pasaré por algún autoservicio o supermercado y compraré lo necesario para preparar la cena. —Se sentía realmente apenado.

—Descuida, ¡tú preocúpate por estudiar mucho! Yo me las arreglare bien. Y no voy a morir de hambre, creo que me devoraré la exquisita tarta. Te estaré esperando. —Y despidiéndose, Kisumi se quedó hasta que el castaño desapareció de su violácea vista. Suspiró y entró. Se dirigió directamente al sofá y se extendió en este abrasándose a la almohada que había en este y que Makoto hubo usado la noche anterior. Y sin querer cayó rendido ante el sueño embriagado por el aroma del castaño. Sus preocupaciones desaparecieron por completo.

Cuando se despertó vio por el ventanal que ya estaba oscuro. ¡Se había dormido toda la tarde! Abruptamente se levantó y ante esa acción sintió como algo se deslizaba por su cuerpo. Al mirar al piso se encontró con una frazada. Sin comprender, miró a su alrededor y notó que la luz de la cocina estaba encendida. ¿Makoto ya había regresado?

— ¡¿Que hora es?! —Se preguntó en voz alta mientras buscaba su celular para corroborar la hora.

—Son exactamente las 20:35 pm. —La respuesta que había llegado hasta él desde su espalda lo sobresaltó haciéndolo pegar un brinco en el lugar. Al voltear se encontró con un sonriente Makoto. —Los siento, no solo te desperté, sino que también te asusté. —Rió el castaño.

—Creo que dormí de más…—Susurró.

—Cuando llegué estabas profundamente dormido, así que decidí no despertarte. Cuando te tapé con la manta murmuraste algo y seguiste durmiendo. —Le comentó como si hubiese visto la cosa más tierna del mundo. Kisumi se avergonzó tanto que se ruborizó. Rió avergonzado mientras se peinaba distraídamente los cabellos y lo único que deseó en ese momento fue no haber dicho nada inapropiado o altamente vergonzoso. —La cena esta casi lista, ¿me ayudas a preparar la mesa? —Y el aludido asintió enérgicamente, juntó la manta y siguió a su amigo hacia la cocina. Colocó los platos, los cubiertos y los vasos mientras Makoto terminaba de preparar la comida.

—Makotoooo, ¡esto está riquísimo! Eres excelente en la cocina. —Elogió degustando su plato. ¿Cuan atractivo podía ser un hombre que cocinaba bien? ¡¿Cuanto más atractivo podía llegar a ser Makoto?! Éste último solo rió complacido y deleitado por las palabras de su amigo. Al terminar de comer y juntar todo, Kisumi se ofreció para lavar a lo cual el castaño no pudo negarse. Después de un buen baño, ambos se dispusieron a dormir.

— ¡Hasta mañana! Que duermas bien. —Saludó Kisumi y se acostó sintiéndose un cobarde por no poder invitar a Makoto a dormir con él, no solo por el deseo de compartir la misma cama, sino que no le agradaba la idea de que su amigo durmiera en el sofá. No era justo. Y tras un par de vueltas, comprendió que después de haber dormido todo el día, ahora no podía conciliar sueño alguno. Estuvo largo rato pensando si levantarse, pero corría el riesgo de despertar al castaño y no quería molestarlo más de la cuenta. Suspiró y se levantó de la cama observando el cielo nuevamente nublado a través de la ventana. Concluyó que iría al baño.

Salió del cuarto y sus ansias por ver dormir al castaño fueron mayores que su necesidad por ir al lavado. Caminando en puntitas de pie se dirigió al living y asomó la cabeza para fijar, con la poca luz del lugar, su vista en el sofá sorprendiéndose de no encontrar el cuerpo del alto joven recostado en éste. Recorrió con su mirada el lugar y se topó con la figura acurrucada de su amigo; se encontraba solitariamente sentado en el suelo de espalda a él, con la mirada clavada en el ventanal abierto y mirando hacia el exterior, con las piernas arrolladas y sus brazos rodeando estas. La imagen lo deprimió, y más aun, cuando notó que el muchacho de hermosos ojos esmeraldas hipaba a causa, de lo que sospechaba, era una represión de lágrimas. Su corazón se oprimió angustiado y dolido ante lo que sus ojos veían.

¿Por qué…? ¿Por qué lloras,…Makoto?

Esa sonrisa que tanto amaba ver, ya no era la misma…y no solo eso, sino que ahora estaba siendo lavada en saladas y angustiosas lágrimas de dolor. No, Makoto no podía sufrir, no podía estar triste siquiera…él debía ser feliz. Pero… ¿Qué podía hacer él pasa ayudarlo? No era nadie, ante los ojos del castaño seguramente solo era un amigo de la escuela, ni siquiera eran íntimos amigos. Aunque para él Makoto siempre había sido importante, seguramente no era algo reciproco. No podía hacer nada… Y tras morderse el labio rabiosamente, inclinó la cabeza y volvió a la habitación. Que cobarde e infeliz se sintió al tirarse sobre la cama y hacerse un ovillo sobre ella abrazando fuertemente las sabanas y la almohada. No había nada que él pudiera hacer al respecto, después de todo no era nadie, no era nada para el castaño. Quería llorar de impotencia, de resabia y de cobardía. Quería salir corriendo de aquella habitación y abrazar con tanta fuerza al castaño que éste quedaría sin aire, susurrándole palabras de consuelo y de aliento.

Quería… 

Pero no podía hacerlo, su razón le decía que no molestara al joven, que lo dejara solo llorando, que no lo molestara invadiendo su espacio personal. Pero su corazón se desgarraba gritándole que lo ayudara, que no permitiera ver sufrir a la persona que tanto amaba secretamente. Su corazón enamorado le decía que no permitiera que Makoto sufriera solo…Makoto se merecía lo mejor, se merecía ser feliz y nunca estar triste…

Y su corazón le dolió profundamente cuando sus ojos se cerraron y su mente se nubló en un profundo y desconsolador sueño.

***

El día siguiente resultó ser uno de los más ocupados para el joven de cabellos castaños que sonrientemente se despidió de Kisumi a la mañana, luego de desayunar juntos y que no volvió hasta entrada la noche.

—Perdón que no pude estar en todo el día. De jueves a sábado, después de clases, trabajo medio tiempo en un restaurante. Y adicionalmente los viernes y los sábados trabajo a la noche en una disco como barman. —Se disculpó por no poder estar con su amigo, pero éste le sonrió comprensivamente.

—No debes disculparte. ¡Es increíble todo lo que haces! —Dijo animadamente sonriendo orgullosamente por su amigo y esperando ser algún día como él.

Una vez que las luces se apagaron y las buenas noches fueron dichas, Kisumi esperó de pie junto a la ventana que el tiempo pasara para luego, silenciosamente asomar la cabeza y espiar a su amigo. Encontrándose, dolorosamente, con la misma escena de la noche anterior. Tristemente Makoto se mantenía en el suelo llorando silenciosamente, escondiendo su rostro y su llanto entre las piernas. Tan sutilmente como fue, volvió a entrar en la habitación agarrándose la remera a la altura del pecho. Y nuevamente la razón y el corazón lo apabullaron. Makoto no merecía estar sufriendo, pero no podía interferir… no merecía perder esa hermosa sonrisa, pero aun así allí estaba derramando lagrimas… no merecía que él se inmiscuyera en sus asuntos, pero solo quería ayudarlo… ¡Quería secar esas odiosas lágrimas que tanto atormentaban a la persona que amaba!     

Y entonces el corazón le ganó a la razón…     

Corrió precipitadamente y se arrodilló abalanzándose hacia Makoto, sin darle tiempo a éste en reaccionar, hasta que sintió los cálidos brazos de su amigo rodeando su cuerpo. Sorprendió abrió los ojos de par en par, y al enfocar borrosamente la imagen de Kisumi, vio como este le devolvía una mirada dolorosa. Sin palabras y sin salir del asombro inicial, el de cabellos rosáceos le secó las lágrimas cuidadosamente y lo miró directo a los ojos.

—No permitiré que nada ni nadie te haga sufrir… mientras me permitas estar a tu lado, haré hasta lo imposible para hacerte feliz. ¡Lo juro! —Y diciendo eso, abrazó fuertemente a su amigo, enredando sus dedos entre los suaves cabellos castaños y empujando con ternura la cabeza de su amigo hacia su pecho. Al estar de rodillas a su lado, el rostro de Makoto se perdió a la altura de su corazón, y éste, al sentirse tan cálido y tras unos segundos que le tomó comprender lo que sucedía, se permitió cerrar los ojos y corresponder al abraso, apretando la cintura del de ojos violetas con fuerza, mientras su espalda era acariciada con delicadeza.

No supieron cuanto tiempo estuvieron de esa forma, pero con el tiempo, se comenzó a escuchaba de fondo el ruido tranquilizador de una leve lluvia que los embriagó y los relajó. Con sutileza, Kisumi alejó un poco a Makoto para mirarlo a la cara, y la imagen del castaño con las mejillas levemente teñidas de rojo y sus verdes ojos cristalizados por las anteriores lágrimas, hicieron que su corazón diera un salto extravagante en su pecho. Se miraron fijamente a los ojos sin decir palabra alguna.

Quería besarlo… deseaba poderosamente poder juntar sus labios. Pero luego de morderse el labio inferior controlando su verdadera intención, se acercó para asombro del castaño y depositó un tierno beso en la frente de éste. El contacto fue cálido y reconfortante para ambos. Cerraron los ojos y se quedaron de esa forma, volviendo a compartir un largo abraso.

—Siempre…y mientras me lo permitas, estaré junto a ti, Mako. —Susurró hundiendo su nariz en aquellos gráciles y suaves cabellos castaños que tanto le gustaban. —Siempre…

Y esa noche disfrutaron de la compañía de ambos, de la lluvia y del silencio agradable que luego los invadió y rodeó. Y aunque sus corazones palpitaban con rapidez y aunque sus brazos no se separaron, ambos estuvieron cómodos junto al cuerpo del otro.

Hasta que la lluvia se detuvo en algún momento y un nuevo día dio comienzo.    

Notas finales:

Gracias por leer!, Nos vemos pronto


Be bye!


Marieene


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