El silencio reinó en la habitación por unos minutos poco antes de finalmente ser interrumpido por la sarcástica sonrisa del pelinegro, quien tan solo observó divertido a sus dos amantes que clamaban respuesta en su mirar.
— ¿Ahora juegan ustedes a la casita? — Cuestionó divertido mientras enarcaba una ceja y retrocedía unos cuantos pasos más, quedando a una distancia prudente.
Aquellas palabras tan solo arrancaron un gruñido por parte del rubio y un gesto de desaprobación por parte del multimillonario.
—Eres muy gracioso cuernitos —Las palabras de Anthony tan solo sorprendieron al pelinegro, quien ya no estaba acostumbrado a recibir esa clase de apodos por parte de él.
— ¿Dónde está Magni? — Cuestionó sin más rodeos el tronador mientras se ponía de pie y caminaba firmemente hasta Loki, quien se mantuvo firme ante aquello.
—Ricitos, quedamos en que esto lo haríamos de la manera más civilizada— Se apresuró a agregar el castaño para poco después ponerse de pie.
—Tengo todo el derecho de cuidar a mis hijos por mi cuenta — Respondió Loki en su defensa mientras en su cara se dibujaba un gesto de enojo. —Ambos me privaron de ello por un año entero, no creo que estén en la mejor posición de hacer esto —
—Independientemente de lo que pase, ellos no solo tienen “mamá”, tienen papá, y estoy seguro que esto es un gesto demasiado egoísta de tu parte —Bramó Thor enojado mientras encaraba las esmeraldas de Loki con sus zafiros atormentados.
—Touché… — Bien, Tony seguía siendo el mismo de siempre.
Algo dentro de Loki pareció reaccionar ante aquello. En parte tenían razón, Hela moría de ganas de volver a la torre Stark y seguir con su vida, mientras que Magni, frecuentemente preguntaba por Thor, aunque no le había pedido volver a verlo como lo había hecho la pequeña. Soltó un suave suspiro mientras ladeaba el rostro, sin poder articular palabra alguna en contra de ese argumento.
—No te estoy diciendo que vuelvas a vivir alejado de nuestro hijo, Loki, pero te pido verlo, creo que al menos eso es algo que no podrías negarme, y lo sabes. —
—Sigo diciendo que no estás en la mejor posición para pedirme eso, Thor, mas aun cuando tú me negaste el saber de su existencia, e intrínsecamente, el derecho de criarlo como mi hijo también—Aquello tan solo dejó en silencio al rubio.
—También deberíamos hablar de Hela, ¿La olvidaban? —El sarcasmo de su precioso amor siempre salía a relucir el momentos menos indicados. —Si la has traído a verme, es porque ella te lo ha pedido, dudo mucho que lo hayas hecho por buena voluntad, ¿O me equivoco? —El pelinegro se sentía asfixiado ante aquel interrogatorio. No sabía cómo responder a las acusaciones de ambos o cómo reaccionar ante tal situación.
Dio dos pasos hacía el espejo, sabiendo que su pequeña le esperaba al otro lado, lista para ayudarle en aquella huida, pero pronto sintió el firme agarre del dios del trueno en su muñeca izquierda, observándolo completamente asustado al verse descubierto en su escape.
—No vas a irte sin darnos una respuesta —Sentenció el rubio mientras le observaba fijamente. Amaba con locura al hechicero, pero el amor que profesaba hacia la pequeña creatura que había nacido de su amor, era igual de grande, y en aquellos momentos, era su prioridad.
—Ricitos…— Esta vez fue el agarre de Anthony el que hizo que la atención del rubio de centrara en él — Creo que ya habíamos hablado que no era la manera… Forzar la situación… No es la solución — Murmuró el castaño, poco antes de hacer que el tronador finalmente deshiciera el agarre que tenía para con Loki.
Cuando el pelinegro finalmente se vió libre, corrió hasta aquel cristal y desapareció ante la vista de ambos, arrancando un gesto de molestia por parte del dios rubio.
—Bien ¿Ahora qué? —Cuestionó enojado el rubio mientras observaba al castaño.
—Ahora solo nos queda esperar su respuesta—.
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La pequeña observó a su madre llegar completamente pálido, se acerco hasta este mientras le sujetaba con su manita y le miraba con preocupación, mientras que el pequeño rubio también se acercaba al par y repetía las acciones de su hermana.
—Lo siento… —Murmuró Loki mientras tomaba a sus pequeños en brazos y los llevaba consigo en la inmensidad de la selva.
Había huido a tierras aztecas días atrás, y se había ocultado en alguna zona arqueológica que aquellas poco conocidas. Gracias a los dioses, parecía que el rubio y el castaño habían parado su búsqueda y le habían dejado descansar en ese lugar por varios días, y es que ahora justo lo que necesitaba era tiempo. Necesitaba pensar con detenimiento si podía renunciar a sus hijos, o en su defecto, renunciar solo a uno y vivir con el otro… No, ese pensamiento lo destrozó en pocos segundos. Ni aun el amor que sentía por Thor, o el que sentía por Stark, eran suficientes para hacerle tomar una decisión sabia en aquel momento.
Caminó por largo rato poco antes de llegar a su pequeño refugio, mientras en silencio, llevaba a sus pequeños a la pequeña e improvisada cama que había construido. Los arropó y adormeció con la mejor de sus caras, explicándoles que esa noche no podrían salir a su visita… Aquello tan solo los entristeció por unos momentos, pero la nueva promesa de hacerlo en otra ocasión volvió a iluminar sus caritas, haciendo que el corazón del dios del engaño de rompiese de un momento a otro.
Cuando los pequeños finalmente yacían dormidos, salió de la pequeña choza y se sentó cerca de esta, observando la luna que se alzaba majestuosa ante él, una vista que no podría apreciar jamás en las grandes ciudades.
—No puedo hacer esto… —Murmuró para sí mientras se recargaba en un árbol cercano y se cubría su rostro con ambas manos.
No era justo tener que decidir, pero de alguna manera sabía que debía hacerlo, por el bien de Hela, por el bien de Magni, por su bien.
Pensaba en Thor, su gran amor, el dios que le ofrecía reinar a su lado, llenarlo de lujos y el perdón absoluto de Asgard, aun pese a la muerte de Odín (que si lo pensaba detenidamente, eso ya era demasiado), ¿Qué pena podría agobiarle ahora a lado del rey asgardiano? Ninguna, su vida sería tranquila.
Pensaba entonces en Anthony, su gran amor mortal, el padre de Hela, la persona con la que había vivido un año, la persona que lo había amado sin rodeos, la persona que le ofrecía tranquilidad y una vida en familia sin igual… Pero…. Un mortal, un suspiro en su larga vida y en la de Hela. Aquello tan solo lo entristeció aun más.
Si escogía a Thor, sabía que tendría que despedirse de Hela, si escogía a Anthony, entonces sería de Magni de quien debería despedirse. Se quiso arrancar el cabello tan solo de la desesperación que en aquellos momentos sentía.
¿Entonces no debía escoger a ninguno de sus amores y dejar a sus hijos ser criados en soledad por ellos, mientras él hacia acto de presencia de vez en cuando? No, aquello lo hizo sentir aun peor. No podía pensar en una vida sin sus pequeños.
Quiso llorar, pero parecía que las lagrimas se negaban a salir de sus ojos, no sabía porque debía estar en medio de aquella situación, no entendía porque debía sufrir por esos asares del destino. Amaba a sus dos hijos. ¿Por qué escoger entre uno de los dos? ¿Acaso no podía cuidarlos como hasta ahora?... Bien, la pregunta quedo inconclusa al recordar el rostro de los pequeños cuando preguntaban por sus respectivos progenitores. Sabía que era egoísta esa última idea, y sin embargo, la había llevado a cabo sin remordimientos previos, sin medir las consecuencias de sus actos previamente.
Se revolvió en su lugar, poco antes de finalmente sentir como las lágrimas hacían acto de presencia en sus esmeraldas.
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La visita a Asgard había sido corta. Unos cuantos minutos, tan solo para llevar noticias a Frigga respecto a la extraña situación que estaba viviendo para luego regresar a Midgard, rogando que el inclemente tiempo no pasara como antes lo había hecho.
En cuanto llegó a su amado tierra, pudo observar que el sol estaba por asomarse en el horizonte. Sonrío para sí poco antes de tomar su arma en la derecha y dirigirse a toda prisa a la torre Stark. Se detuvo poco antes de llegar, observando el Central Park, específicamente a la singular pareja que retozaba en una de las bancas de esta. Sin duda Jane había sabido olvidarlo, cosa que tan solo arrancó una sonrisa de sus labios, quitándole de igual manera parte del peso que llevaba a cuestas de todos sus errores.
Caminó por toda la extensión del enorme lugar, mientras meditaba sobre lo que estaba por suceder. Había cometido demasiados errores, pero luchaba por enmendarlos, y solo los dioses sabían cuanto sufría por hacerlo, sabiendo que Magni en algún momento también pagaría por sus errores, tal como lo hacía ahora. Soltó un suave suspiro mientras se detenía en seco.
De alguna manera, se sentía en desventaja con Stark, pues todo lo que había sucedido en aquel largo tiempo, le daba la pauta para pensar que era lo que haría el dios del engaño, pero si tan solo le dejase explicarle… Si tan solo el pelinegro y él pudiesen cambiarse la piel y vivir las penas uno del otro para poder entenderse con todo su corazón, todo aquello sin dura cambiaria.
Loki no sabía todo lo que le había tenido que pasar para que Magni, Hela y él estuviesen a salvo, pero de igual manera, no sabía todo lo que el pelinegro había sufrido por sus deslices en Midgard, y más aun, cuando se había enterado de que Magni existía, y jamás lo entendería.
Cada quien tenía sus problemas, y hasta no poder los problemas del otro, aquello no tendría final. Aquello le estrujo el corazón. Darse cuenta demasiado tarde de las cosas, podía implicar que las oportunidades también se habían acabado.
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El silencio que reinaba en la torre podía volver loco a cualquiera. El amanecer apenas estaba llegando a la ciudad, lo cual le indicaba que había pasado la noche entera en vela, y lo peor del caso, estando sobrio. Soltó un leve suspiro mientras jugaba con el anillo que adornaba su dedo anular. Una baratija cualquiera.
Quería ver a Hela, quería ver a Loki, pero sabía que no era el momento aun. Los sentimientos se arremolinaban en su interior y amenazaban con hacerlo caer en cualquier momento. Observó la mesa que yacía frente a él y la singular portada del New York Times que Pepper había dejado para él la mañana anterior. Una foto de Steve en primera plana era la que le hizo sonreír, además claro, del artículo que hablaba sobre los problemas que los vengadores habían tenido, relacionándolo con la reciente pelea entre él y Thor.
Thor… El rubio tenía tanto derecho como él de reclamar dos o tres cosas a Loki, pero de igual manera, tenían bastante culpa en los hombros como para poder siquiera tener el valor de hacerlo.
Sabía en su interior, que jamás debió negarle aquella verdad al moreno, pero de haberlo hecho… La vida de su familia podía haber peligrado en su momento, y no es que no estuviese dispuesto a enfrentar a los dioses para proteger a su gran amor y a su hija, pero si había manera de evitar el daño a sus seres queridos… Aunque claramente esa no había sido la solución, quizá haberle dicho, haber ideado algún plan con el estúpido rubio…. Pero quedarse en el hubiera o el quizá, no era una opción ahora. Lo hecho, hecho estaba y no se podía cambiar. Ahora le tocaba a él esperar, y la paciencia, aunque jamás había sido su virtud, era tiempo de comenzar a practicarla.
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Cuando el sol finalmente estuvo en su punto más alto, supo que era el momento. Se puso de pie mientras caminó a la pequeña choza, sonriendo suavemente al observar a sus pequeños dormir en esta. Recitó unas cuantas palabras por lo bajo poco antes de darse la media vuelta y salir del lugar.
El momento había llegado, no había marcha atrás. Era Loki Laufeyson, dios del engaño y la mentira, y por los dioses y su orgullo, enfrentaría su destino y su decisión con todas las consecuencias que conllevaba.