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Pumba se Lastima por MizukyChan

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Notas del capitulo:

FIN >_<

“Pumba se Lastima”

Ese día, Pumba llegó agotado a la casa—. ¿Cómo han podido hacer esto por años? —Preguntó a su hermano, tumbándose en su cojín favorito, dispuesto a dormir apenas cerrara los ojos.

—Es que ellos aman su trabajo. Además… míralos. —Pumba giró el rostro y vio como sus padres estaban pegados por el hocico.

—¿Y cómo es que tienen energía para seguir con el cuchi-cuchi?

—Ese traje de púas me dejó todo excitado —dijo papi Tom, caminando hacia atrás, con papi Bill entre sus brazos.

—Ya verás como voy a azotarte esta noche, Tomi —respondió el rubio, dándole una nalgada al mayor.

Pumba giró hacia el moteado y con la mirada preocupada, preguntó—. ¿Crees que papi Tom esté a salvo?

Durkas solo sonrió.

—¿Y si papi Bill se vuelve a poner ese traje con púas y lo abraza hasta morir?

—Eso no pasará, Pumba —Lo tranquilizó el favorito.

El cachorro le creyó y decidió dar una mirada a sus padres, justo en el momento en que el rubio le dio un empujón a Tom y lo estrellaba contra la pared, para devorarlo en otro beso salvaje.

—¿Estás seguro que tu papi estará bien? —Preguntó con la voz temblorosa.

—Sí, a ellos les encantan estas cosas raras.

—Te voy a atar a la cama, Tomi —dijo Bill en un gruñido.

Pumba se tapó la cara con su patita—. Soy muy joven para esto.

Y Durkas soltó una carcajada perruna. 

&

—¿Y qué pasó con tus papis? —Preguntó Oliver, lamiéndose una patita—. ¿Tu papi Bill lo encadenó a la cama y le dio de latigazos?

Durkas carraspeó fuertemente y Rafael le dio un empujón a su primo, susurrando entre dientes—. Es un cachorro, idiota, no ensucies su mente.

Pumba notó los movimientos de los mayores y escuchó los susurros, quiso rodar los ojos, pero prefirió dejarlo así, él era un perrito moderno, pero todavía había cosas sobre el cuchi-cuchi, que prefería mantener en la ignorancia.

—¿Quieres que continúe yo, Pumba? —Preguntó el favorito de Tom, llamando la atención del cachorro, quien se quedó perdido en la luna.

—No, no, estoy bien. Además, lo que pasó después, tú casi no lo recuerdas —dijo el pequeño, achinando su arrugado rostro—. Recuerda que te quedaste a dormir en el calor de la casa gigante.

Durkas soltó una risita—. Por supuesto, ya no estoy tan pequeño como tú, prefiero disfrutar del calor de una buena chimenea cuando el cielo se cae a pedazos.

—¿Hablan de la tormenta? —Intervino Rafael.

—Exacto, ese fue el día en que mi patita terminó de lastimarse —respondió Pumba—. Bueno, les contaré.

&

No quería abrir los ojos, estaba demasiado cansado por todos los sustos del día anterior. De hecho, había tenido constantes pesadillas, donde los cuernos de papi Bill se volvían gigantes y atravesaba el estómago de papi Tom. O cuando soñó que llevaba el traje de púas y lo llamaba para darle un abrazo apretado. O peor aún, cuando se puso el sombrero de militar y lo enviaba junto a Durkas a una batalla a la nieve.

Finalmente, fueron las suaves manos de su papi las que lo cargaron hacia el coche mientras dormía. Y cuando abrió los ojos, ya había llegado a la nueva locación. Era una casa enorme y estaba rodeada de colinas. Sonrió sin poder evitarlo y sintió deseos de echar a correr por todos esos lugares, pero la repentina lluvia le obligó a cambiar de planes.

—¡Mira, Pumba! —Exclamó feliz de la vida su hermano mayor, frente a una enorme cosa con fuego—. No había visto una así desde que estuvimos en casa de los abuelos en Alemania.

—¿Qué es eso?

—Es una chimenea, es para dar calor. Aahh. —Suspiró—. Ahora me daré una siesta de esas eternas.

—¿Siesta? ¿No vas a salir a explorar conmigo? —Preguntó indignado el cachorro.

—¿Qué no ves que llueve afuera? No me gusta mojarme.

—¿Por qué?

—Porque después hueles a gato mojado —respondió con fastidio, como si la sola idea de oler a gato fuera aterradora.

—Oh, bueno. Iré solo.

—Ten cuidado de esforzar tu pata.

—¿Mi qué? —Pumba no se había percatado de que daba un ligero cojeo al andar—. Oh, tienes razón. Estaré cerca de mi papi.

—Sí, ellos te cuidarán. —Y así, el gran perro moteado cerró los ojos y se durmió.

.

Pumba fue en dirección de las voces de sus padres y los vio probándose unas chaquetas llamativas, pero no tan extrañas como el día anterior, soltó un suspiro de gusto y caminó entre ellos. Se sentó en un rincón de la sala y luego los siguió hasta una especie de patio, donde les tomaron fotografías.

Había un balón viejo a los pies de sus padres y no pudo detener su curiosidad canina y salió a investigar. Escuchó varias veces su nombre, pero aquella pelota tenía un olor raro, como a otro perro que vivió por ahí.

Sintió que lo tomaban en brazos y gruñó—. Déjenme bajar.

Y lo hicieron, pero en el jardín frontal—. ¿Por qué no vas con Durkas, pequeño? —Preguntó la mujer con tono dulce, pero él quería seguir investigando aquel lugar.

En tres oportunidades más, lo levantaron y lo alejaron del balón. Al ver que sus papis regresaban a la casa, decidió olvidar la pelota y caminar tras ellos.

El tío Geo lo cargó un momento y le dio unas galletas—. Hoy no habrá patitas de pollo.

—Lo siento, Pumbi, pero tu padre casi nos mata ayer cuando encontró la caja de los restos —dijo el tío Gusti, acariciando sus orejas.

—Oh, no se preocupen, estas galletas están bien ricas —respondió el can, masticando su comida.

Los jóvenes sonrieron y continuaron disfrutando del cachorro, hasta que llegó Bill con el penacho de plumas negras en la cabeza, diciendo.

—Ya estoy listo, chicos. Vamos afuera.

Pumba alzó la mirada, buscando a su padre y casi se atragantó con las galletas. Saltó de los brazos del tío Geo y corrió a su papi, dando saltitos y gruñendo para llamar su atención.

—¡Tomi, mira a Pumba!  —Llamó el rubio, cogiendo a su bebé en brazos.

—Dame a Pumbi —respondió papi Tom. El perrito se revolvió, gruñendo, pero no pudo hacer nada en los brazos de su otro padre.

Pumba no podía creer lo que sus ojos habían visto, así que corrió en busca de la sabiduría de su hermano para tener la certeza de que estaba equivocado.

—Durkas —llamó con fuerza, mordiendo la oreja del mayor—. Durkas, ¿los pollos tiene plumas en la cabeza?

Con un bostezo y un gruñido de fastidio, el moteado le dio la espalda y respondió—. Se llama “cresta”.

—¡Dios mío!  —Exclamó el perrito y salió disparado.

—Y no son plumas… —Agregó Durkas, pero fue demasiado tarde, Pumba ya no estaba cerca.

El cachorro corrió a toda velocidad y se sentó frente a las cajas de comida de los humanos, buscado alguna parecida a la vio el día anterior, hasta que la encontró.

—¡Dios mío, papi Bill es un pollo! —Pumba cayó sobre sus patitas traseras y se pasó una patita por el hocico—. Está en peligro, hasta los tíos G’s se lo pueden comer si lo confunden con las deliciosas patitas de pollo.

Sin perder más tiempo, salió a los jardines, pero no estaban allí. Volvió a entrar a la casa, buscando alguna otra salida, cuando por fin la encontró, salió disparado.

—¡Te salvaré, querido papi! —Corrió a toda velocidad y vio al grupo de humanos en una colina, en el borde de la casa—. ¡GUAU!  —Ladró muy fuerte, llamado la atención de sus papis, quienes sonrieron.

—Pumbi, quédate allí. —Advirtió el barbudo mayor, notando la inestabilidad del terreno.

Pero el cachorro estaba decidido a rescatar a su padre de ser comido por accidente.

—¡No temas, papi Bill!  —Escaló como pudo, pero sus patitas cortas no parecían ser hechas para esa clase de terreno elevado y de pronto, rodó hacia abajo.

—¡Mierda, Pumba!  —Gritó papi Tom y bajó la pequeña ladera a grandes zancadas.

—¡Pumba! —Gritó papi Bill, pero él no pudo bajar a la misma velocidad por sus zapatos gigantescos. Aquellos que Pumba trató de comerse una vez, para rescatarlo de una caída desde las alturas.

De todas formas, los padres y los tíos G’s, se las arreglaron para bajar y ver si el perrito estaba bien.

Pumba chilló de dolor al ser levantado del suelo, estaba embarrado y adolorido, había rodado hasta llegar de vuelta a la parte de cemento, donde terminó de estrellarse.

—¿Qué te duele, bebé? —Preguntó Bill, pero era Tom quien lo revisaba con cuidado.

—¡Aaauuu!  —Chilló el cachorro.

—Es su pata. Bien, paramos todo, hay que llevarlo al veterinario.

—¿Pero, y las fotografías? —Preguntó una mujer arrugando el ceño.

—No te preocupes, tenemos suficiente material por hoy —dijo uno de los hombres del equipo, al notar las miradas angustiadas de los gemelos.

—Gracias —dijo papi Bill, sin dejar de acariciar la cabecita de su mascota.

&

Durkas reía sin parar y Rafael, literalmente rodaba por el suelo de tanta carcajada.

—Pero mi estimado Pumba —dijo elegantemente Oliver August—. ¿Cómo pudiste confundir a tu papi con un pollo?

El aludido levantó la cabeza indignado y contestó—. Si lo hubieras visto con esa cresta en la cabeza, tú habrías pensado lo mismo. —Se defendió estirando el hociquito, como hacía su papi Bill cuando hacía un puchero.

Durkas seguía riendo, pero se las arregló para decir—. La cresta no tiene plumas, Pumba.

—¿Y cómo se supone que yo iba a saber eso?

—Te voy a recomendar el “Animal Channel”, en lugar del “Discovery Channel” —comentó Oliver, dando una lamida a la oreja de su anfitrión—. No te preocupes, con un par de episodios de la “Ley de la selva”, aprenderás a diferenciar a todos los animales del reino.

—Dejen de burlarse de mí. —Pumba bajó la cabeza apenado.

—¿Dónde está mi bebé lastimado? —Preguntó la voz de papi Bill, saliendo de la cocina— Es hora de tu galleta de la suerte, para sanar más rápido la herida.

Pumba sonrió a sus amigos, quienes callaron ante la mención de la “galleta de la suerte” y chilló, para fingir que estaba muy adolorido. Su padre soltó un suspiro de tristeza y lo cogió en sus brazos.

—Ya, mi pequeño escalador, vamos a comer.

Y desde los brazos de su rubio padre, Pumba guiñó un ojo a sus amigos y sonrió. Le encantaban las nuevas galletas, a veces, salir lastimado tenía sus ventajas.

&   FIN   &

Muchas gracias por leer. Esperemos que las nuevas fotos de Bill y su familia perruna, me inspiren a escribir más historias.


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