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Sistema de restricción de novio por Error404notFound

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Notas del capitulo:

¡Hola! Han pasado dos semanas, pero aquí está el capítulo. Creo recordar que lo subí en miércoles, así que he luchado por tenerlo listo para hoy. Son las once, pero sigue siendo miércoles XDD

Gracias a todos los que esperaron con ansias este episodio. 

Tengo una pequeña noticia: SÍ ALARGARÉ EL FANFIC. No demasiado, pero sí. Creo que un capítulo o dos (gran diferencia, genio), pero algo es algo. No pensé que me tomaría tantas hojas poder plasmar una historia de esta índole. 

¡Pero en fin!

Lean, lean, por favor.

 

—Hola, Haru.

El saludo tímido y apenado de Rin no alcanzó a llegar a los oídos del muchacho moreno, que lo miraba como si fuera un fantasma. 

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Haru sin aliento.

—Ah, bueno, es que ya estaba por aquí y… —empezó el otro chico.

La respiración de Haru se había alterado considerablemente, y el poco color de piel del que gozaba normalmente se fue a algún lado de vacaciones, dejándolo pálido y blanco como el papel. Sintió el pánico alzarse en su interior como una tormenta.

—No, no, no, no, Rin. Tienes que irte.

— ¿Eh? Pero si ya he venido hasta aquí…

Haru salió un poco del umbral de la puerta y miró hacia todos lados. Casi sintió ganas de cerrarle la puerta a Rin en la cara.

—No, de verdad —dijo, casi rogándole —. Vete antes de que sea demasiado tarde. Por favor, Rin.

El chico pelirrojo frunció el ceño y negó con la cabeza. Le miró a los ojos, intenso.

—Estoy seguro de que a estas alturas ya sabes qué he venido a hacer aquí, Haru.

Haru tragó saliva. Quiso empujar a Rin hasta los arbustos del camino y regresar corriendo a sentarse en la mesa. Alzó las manos y bajó la voz.

—Basta, Rin. Ahora no es buen momento. Te prometo que…

— ¡No, Haru! —casi gritó Rin, tomándole una muñeca —. Necesito decírtelo ahora mismo. Al fin he reunido el valor para hacerlo, y no me iré de aquí sin que me hayas escuchado.  

Haru cerró las manos en puños.

— ¡Rin, ya está bien! —casi sintió el pánico mezclarse con su voz. Una sensación fría le atacó el estómago y las manos empezaron a sudarle. Se sacudió, pero el agarre de Rin no era débil —. ¡Vete ahora mismo!

— ¡He dicho que…!

— ¿Rin? —preguntó una tercera voz.

Rin dejó de forcejear y Haru contuvo la respiración. El alma se le cayó a los pies, y la sangre se le heló en las venas. No tuvo que girarse para saber quién era.

Rin sí lo hizo, y vio cómo Makoto no lo miraba ni a él ni Haru, sino a su mano cerrada en la muñeca del chico moreno. Rin lo soltó casi enseguida.

—Makoto —dijo, sin aliento —. Hola, yo...

—Qué sorpresa verte aquí, Rin —interrumpió el otro, mirando a Haru como si esperara que estuviese totalmente de acuerdo en que era una coincidencia inesperada. Haru apretó los labios.

Rin tragó saliva y se metió las manos a los bolsillos de la sudadera.

—Estaba trotando por el lugar y me pareció buena idea visitar a Haru —murmuró, nada convencido. Luego levantó la mirada hacia el chico de ojos azules —. Pero veo que está muy ocupado ahora mismo.

Haru se limitó a desviar la mirada hacia el suelo para no tener que encarar a Makoto. No todavía. Se sintió un cobarde, pero el miedo que le inspiraba la mirada de  su novio estaba empezando a sobrepasarlo.

Sin decir una palabra más, Rin pasó junto a Makoto rozando el hombro con el suyo, casi golpeándoselo. El pelirrojo se detuvo un momento, y con la mirada perdida le murmuró una disculpa. Después siguió su camino escaleras abajo, y luego empezó a correr.

Entonces llegó lo que Haru había intentado evitar todo el día. Estar a solas con Makoto después de ver a Rin en su casa. Y peor aún: tocándole. Para cualquier otra persona habría sido una tontería enojarse por ello, pero Haru sabía que con Makoto era distinto.

No se atrevió a levantar la mirada hasta después de un rato. Intentó actuar normal, pero cuando vio los ojos de su novio lo vio enseguida: esa sombra que le cruzaba el semblante cuando estaba inquieto por algo.

Makoto le miró sin ver.

— Entremos, Haru. Hace frío.

Haru tragó saliva y siguió a su novio a su casa, que ahora veía como una cueva oscura y fría que se lo tragaría vivo.

Makoto no se volvió hasta que llegó a la cocina. Haru intentó retardar el asunto cerrando la puerta con lentitud y atravesando la sala arrastrando los pies. Su mente no dejaba de dar vueltas sobre cuál sería su próximo movimiento, sobre lo que podría hacer y de qué manera actuar.

Se detuvo a un lado de la pared, pero casi ocultándose detrás de ella. Por algún motivo quería tener algo de distancia entre él y Makoto, así que la pared le venía bien. Muy bien. Se fijó en que llevaba una bolsa de camiseta negra en una mano. El pan, se dijo con ironía, pero no mencionó nada.

Ninguno dijo nada después de un rato. Haru podía escuchar los grillos fuera, cantando felices, y uno que otro sonido de los coches en la calle, lejana. Pensó en decir algo.

—Ma…

— ¿Sabías que iba a venir?

Haru se encogió en su lugar, aferrándose más a la pared. Podía decir la verdad y pedir perdón, o mentir y salvarse por un pelo.

O él ya lo sabe y me está probando.

—Mako…

—Por eso hiciste que me fuera, ¿no? —interrumpió él de nuevo, haciendo que Haru perdiese cada vez más esperanza en salir ileso de la conversación —. Para poder estar solo con Rin.

Haru se apresuró a defenderse.

— ¡No, Makoto…! Eso no es…

— No puedo creerlo, Haru.

Makoto temblaba. Se había cubierto el rostro con una de sus manazas, y se abrazaba el cuerpo con el brazo libre, en una actitud de auto consuelo. Haru sintió deseos de cruzar la habitación de una zancada e ir al lado de su novio y consolarlo, pero no se movió de su lugar. Una fuerza invisible se lo impidió. Pensó en intentar mejorar la situación, así que murmuró, con voz débil y temblorosa:

—No pasa nada, Makoto. Rin no quería nada importante y ya se fue, así que… No tienes que preocuparte por…

Se interrumpió a la mitad de la frase. Por primera vez en su vida, Haru vio a Makoto contraer su rostro en una mueca de algo mucho más intenso que enojo, y gritar sin guardar el tono suave con el que se dirigía a él siempre que hablaban.

— ¿Me reemplazarás con Rin? ¿A mí? ¡¿Con él?! ¡Ese imbécil no se preocupa por ti la mitad de lo que yo lo hago! —vociferó Makoto, haciendo que Haru diese un paso hacia atrás instintivamente.

— ¡No, claro que no! —replicó el moreno, sintiendo que la voz le temblaba —. ¡Ya te he dicho que entre Rin y yo no hay nada!

Makoto negó con la cabeza y su rostro pareció la viva personificación de la frustración y las desdicha. Algo estaba rompiéndose en su interior, poco a poco, y cada grieta que se formaba dolía como mil demonios, pero Haru no parecía darse cuenta de que le estaba haciendo daño.

— ¡No me mientas! —le gritó Makoto, hiperventilando —. ¡No soy idiota! ¡No estoy ciego!

— ¡Makoto, espera un momento! Si sólo…

— ¡De dicho que no! —Ni siquiera había acabado de hablar cuando ya había lanzado la bolsa negra al suelo, sin preocuparse por asustar a Haru, que por cierto, logró. El chico moreno se sintió temblar, pero aunque le ordenó a sus piernas moverse, no le respondieron.

Nunca había visto a Makoto ponerse violento. Estaba muy, muy molesto, y lo asustaba más de lo que podía soportar. Haru se dijo que no habría podido imaginar que las cosas se tornarían así el día en que Makoto le había dicho lo que sentía por él. Nunca, en un millón de años.

Makoto se quedó temblando de pies a cabeza en la cocina sin decir nada, pero parecía estar gritando por dentro. Tenía la cabeza gacha, y el cabello cubriéndole los ojos, y parecía en su propio mundo. Incluso llamarlo le parecía a Haru algo exactamente igual a tocar a un tigre enfurecido.

Haru tragó saliva e intentó calmarse, pero las manos siguieron temblándole. Las juntó hechas puños en su pecho, y habló bajito, con voz titubeante.

—Makoto… tranquilo. No pasa nada, de verdad. Puede que Rin sienta algo por mí, sí, pero eso no implica que sea recíproco, ¿verdad? No me gusta, y nunca lo hará, ¿vale? —Se armó de valor y dio un paso al frente. Luego otro, y luego otro. Cruzó la pequeña distancia que les distanciaba en un par de pasos que tímidos e inseguros, le quitaban poco a poco el miedo. Cuando llegó a su lado, le acarició la mejilla suavemente. Makoto se tensó ante su tacto, pero después de un momento se relajó visiblemente. Haru tragó saliva —. Y eso es porque te amo, Makoto. De verdad te amo, así que… no te preocupes.

Al escuchar esto, el otro muchacho levantó la mirada perdida. Haru vio que sus ojos verdes estaban oscurecidos, pero que poco a poco una luz alcanzaba a filtrarse a través de ellos. Cuando lo miró, Haru sonrió un poco.

—Dilo de nuevo —susurró Makoto, tomándole del brazo suavemente y atentando a rodearle la cintura con la mano libre.

—Te amo —repitió Haru, sorprendiéndose de la verdad en sus palabras. De verdad amaba a Makoto, aunque lo asustara y le gritara.

¿Pero de verdad eso es amor?

El otro chico le abrazó con fuerza y pegó la nariz a su cabello. Haru lo sintió aspirar y relajarse, y le devolvió el abrazo.

—Perdona, Haru —murmuró Makoto, en voz baja —. Es sólo que… Rin me pone de los nervios. Todo lo que pueda alejarte de mí lo hace —Haru sintió que lo rodeaba con más fuerza, casi posesiva —. No voy a dejar que te lleve a algún lugar donde no pueda encontrarte. No pienso hacerlo.

Haru levantó la cabeza sin separarse del abrazo, y una vocecita inoportuna le susurró algo que sabía no le dejaría dormir en toda la noche.

Antes dijo “No quiero que te alejes de mí”, y ahora dice “No voy a dejar que lo hagas”, ¿no?

Haru sintió un escalofrío recorrerle la columna.

—Es que te amo tanto, Haru —dijo Makoto —. Tanto, pero tanto… —su voz bajó hasta ser casi inaudible — Que creo volverme loco…

Aunque el asunto no fue “una discusión de nada”, pareció que habían quedado en paz. Después de muchas disculpas, Makoto le pidió a Haru que se fueran a dormir sin darle más vueltas al asunto. Haru no pudo estar más de acuerdo con él.

Cuando Haru despertó, al día siguiente, se giró para ver el rostro durmiente y pacífico de Makoto, pero se encontró con la cama vacía y las cobijas revueltas de su lado. Se irguió en el lecho y miró la habitación, en penumbra, pero definitivamente vacía. Una punzada aguda de ansiedad le atravesó el estómago. Se dio la vuelta y miró hacia el buró, donde por suerte, estaba su teléfono. Lo abrió y vio la fecha y la hora luminosas de la pantalla. Makoto siempre iba a correr a esa hora en las mañanas de martes y jueves, así que se tranquilizó en cuanto lo recordó. Se dejó caer en la cama con el teléfono aún en la mano, y suspiró. Aún no era hora de ir a la escuela, pero se sintió incapaz de volver a dormir. Lo que había pasado la noche anterior lo había dejado exhausto y por eso había sido capaz de dormir en cuanto su cabeza había tenido contacto con la almohada, pero seguía sintiéndose cansado.

—Tal vez deba comer algo —se murmuró a sí mismo.

Se levantó con esfuerzo, y dejó la habitación sin vestirse y sin hacer la cama. Cuando llegó a la cocina pudo ver que el sol se asomaba entre las colinas con timidez, pintando parte del cielo oscuro de naranja. Le echó un ojo al reloj de la sala, y vio que faltaba poco para que Makoto regresara. Ese hecho le dio un mal sabor de boca y un vacío en el estómago por alguna razón, pero fingió no darse cuenta.

Fue al refrigerador a ver si había algo ya cocinado, pero no vio más que materia prima. Y ni siquiera había caballa. Suspirando, cerró el refri y miró al fregadero. No había platos que lavar, y el lugar parecía limpio. Makoto sí que se esforzaba en eso, se dijo.

Fue cuando miró por accidente al bote de basura que vio el pan de la noche anterior, destrozado y sucio. Tragó saliva al recordar cuando Makoto lo había lanzado contra el suelo sin preocuparse por ser demasiado rudo. Si Makoto podía ser así de  violento frente a él y con algo que ni siquiera estaba vivo… Haru sacudió la cabeza e intentó alejar esos pensamientos de su mente.

Makoto te ama. Te lo dijo ayer, ¿verdad? No hay nada de qué preocuparse.

Entonces escuchó la puerta de la calle abrirse detrás de él, y pensando en que era su novio, dio un salto en su lugar. Se giró rápidamente, casi como si esperara poder parecer natural después de hacer algo malo.

—Hola, Haru —le saludó alegremente el otro chico al verle. Llevaba unos pants negros con sudadera, y se iba quitando los audífonos de las orejas. Le sonrió como todos los días lo hacía, sin rastro alguno de la noche anterior. Eso le dio a Haru un poco más de confianza, pero no la suficiente.

—Buenos días —se limitó a responder, nervioso, pero cuando vio que Makoto no agregaba nada y la situación empezaba a tornarse incómoda, agregó, a las carreras —: ¿Cómo te fue? ¿Todo bien?

Makoto caminó hacia la cocina y dejó la sudadera en la mesa, suspirando. Iba con la camiseta empapada de sudor, y tronándose los dedos uno por uno.

—Sí, todo normal —contestó, y se inclinó sobre el frutero cerca del fregadero. Tomó una manzana y le dio un mordisco. Haru mantuvo la mirada en el suelo todo el rato que Makoto estuvo masticando la fruta. Después de haberla mordido varias veces, el chico castaño le volteó a ver —. ¿Tienes hambre, Haru? Te cocinaré algo.

Haru asintió con la cabeza y levantó los ojos un momento. Makoto le sonrió, tan amable como siempre, y luego hizo una mueca.

— ¡Oh, aquí está!

Entonces, Makoto se inclinó hacia Haru para alcanzar algo detrás de él, pero el otro chico se encogió de miedo y cerró los ojos. Makoto se detuvo a medio camino, con el brazo extendido y mirándole con desconcierto, pero después su mueca fue de tristeza.

—Haru… —murmuró, dudoso.

El otro chico abrió un ojo, y cuando vio lo cerca que estaba Makoto de él, quiso retroceder un paso, pero se topó con la barra del fregadero. Sintiéndose atrapado, rodeó a Makoto lo más rápido que pudo y se alejó media estancia de él, abrazándose por los codos. Makoto lo miró.

—Haru, ¿qué…?

—Ah, perdona —dijo él rápidamente, interrumpiéndole —. Es que… estás sudado. Acabo de levantarme, así que…

Makoto se quedó callado un momento, pero no se movió. Haru se mordió el labio inferior y murmuró una disculpa. Algo sobre irse a vestir para ir a la escuela. Makoto ni siquiera había contestado cuando él ya se había marchado por el pasillo. Su expresión cambió entonces a ser la sufrida y doliente, con los ojos oscurecidos donde no podía entrar la luz.

 

— ¿Gou-chan no te dijo sobre la práctica conjunta con Samezuka, Haru-chan? ¿En serio?

Nagisa estaba animado desde la mañana como siempre, se dijo Haru, pero no sin cierta irritación. Tenía suerte de que el pequeño rubio no hubiera abierto la boca delante de Makoto, que había ido a la sala de maestros por encargo del profesor de historia. Si se enteraba de ello, seguro le caería una buena a Haru, justo como la noche anterior. Mejor no correr riesgos, se dijo.

—Creo que lo mencionó —dijo él, distraídamente. Estrujó entre los dedos un cartón de leche con chocolate y bebió en silencio un momento, pero después de tragar miró a los ojos a Nagisa y le dijo, serio —: Makoto está algo nostálgico estos días, así que no creo que sea buena idea hablarle sobre el club de natación.

Nagisa frunció el ceño, visiblemente preocupado.

— ¿Mako-chan está triste?

Haru se encogió de hombros lo más convincentemente que pudo.

—Creo que empieza a extrañar nadar, así que no le hables sobre Samezuka. Seguro que sólo se deprime más.

Haru miró por el rabillo del ojo al otro chico para ver si había hecho un buen trabajo disimulando. Al parecer funcionó, porque Nagisa no hizo más que una mueca de tristeza y asentir con energía.

—Asegúrate de decírselo a Rei también —dijo Haru, como no queriendo la cosa.

La resolución brilló en los ojos de Nagisa.

— ¡Cuenta conmigo!

Haru sabía que Makoto no se quedaría a la práctica del club ese día pues iría a correr, así que creía posible ir a  Samezuka, hacer la hora que le tocaba de práctica y volver sin ningún problema, y ahora que ya tenía el principal problema resuelto (Nagisa y Rei), la cosa pintaba más que bien. No quería hacerlo perder los nervios de nuevo, así que mejor prevenir.

— ¡Haru, Nagisa!

La voz de Makoto hizo que Nagisa se girara y le saludara alegremente con la mano, y que Haru diera un salto en su lugar. Había estado algo distante con él desde que habían llegado a la escuela, pero no por gusto, sino involuntariamente. Era como si su cuerpo se moviera por sí mismo al verle acercarse y luchara por rechazarlo. Eso pasaba porque todavía se sentía impresionado de verlo tan enojado la noche anterior, así que no podía hacer nada al respecto. Conforme avanzaba la jornada la cosa iba mejorando, así que creía poder estar como nuevo y poder tratar a su novio con normalidad para el día siguiente, o si se lo proponía, esa misma noche.

Pero incluso al salir de casa, ambos apenas habían tenido un intercambio decente de palabras. El silencio se había filtrado entre ellos como una pared invisible, y junto a esa sensación tan poco propia de una relación, Haru había empezado a caminar distanciado de él. Cualquier persona que hubiese pasado por ahí juraría que ni siquiera iban juntos, que no se conocían.

—Makoto —hizo el intento por saludarle, y al parecer funcionó. Makoto le miró con los ojos brillantes, feliz de ver que le dirigía la palabra.

—Perdona la tardanza, Haru —dijo él, con su sonrisa de siempre, y una pequeña pero perceptible pizca de alivio. Haru sintió que su corazón se hinchaba al ver a su novio preocupado por su estado. Desvió la mirada y siguió bebiendo su leche.

—Mako-chan, ¿tienes comida? —preguntó Nagisa entonces, totalmente fuera de tema —. Hace haaambreeee.

Makoto rio y asintió, despegando la mirada de Haru un momento. Llevaba una bolsa de plástico en una mano. Rebuscó en ella mientras hablaba.

—He comprado algo de pan en la tienda, justo por si alguien quería.

Nagisa aplaudió como un niño pequeño y se colgó del brazo de Makoto.

—¡Wow, Mako-chan! ¡Me has salvaadoooo!

En ese momento, apareció Rei por el pasillo y se unió a ellos, saludándoles con una pequeña reverencia de las suyas. Y por supuesto, en cuanto Nagisa le vio, dejó en paz el brazo de Makoto y se abalanzó sobre Rei. Haru no supo por qué, pero le pareció mejor así.

— ¡Rei-chan! —le gritó el rubio con una sonrisa en el rostro, y el otro sólo atinó a fingir una.

—Hoy habrá práctica, ¿verdad? —preguntó Rei, con Nagisa jaloneando su brazo.

Haru y el rubio cruzaron miradas un segundo, pero bastó para que ambos se comunicaran.

—Sí —respondió Nagisa —. Nos quedaremos aquí hasta las ocho.

Rei hizo una mueca de confunsión y alternó la mirada entre Nagisa y Haru.

— ¿Aquí? ¿No era hoy la práctica con…?

— ¡AH, PERO QUÉ CALOR! ¿VERDAD, HARU-CHAN?

Rei miró a Nagisa sin entender, pero antes de que pudiese preguntar algo, el rubio empezó a reírse como histérico. Makoto parpadeó, extrañado, pero no dijo una palabra. Haru tampoco tuvo que decir nada para que Nagisa se llevara a Rei trastabillando por el pasillo, mascullando algo de querer ir a tomar agua. Makoto los vio alejarse sin parecer tener sospecha alguna, y después miró a Haru con una sonrisa.

—¿Quieres comer, Haru?

El chico moreno asintió sin pensar. Entre más lejos estuviese Makoto de la pareja de raros, más probabilidades tenía de mantener en secreto la práctica con Samezuka y no poner ansioso a su novio.

—Vamos a la azotea —propuso Haru.

Cuando llegaron allí todavía no transcurría ni la mitad del receso. Había unos cuantos chicos más ahí, pero Haru lo prefirió así. Estar con Makoto a solas todavía le parecía incómodo.

El chico castaño se sentó junto a él con las piernas en mariposa, sonriente. Haru no había tocado aún su almuerzo hecho por su novio porque no tenía demasiado apetito, pero prefirió fingir que recibir un regaño de Mamakoto. Le dio un mordisco a uno de los onigiris y masticó metódicamente, sin saborear el arroz. No tenía nada de hambre, y encima su almuerzo tenía un sabor extraño impropio del platillo. Algo amargo y distante, pero aún presente. Pero al final decidió no darle demasiadas vueltas y comérselo de todos modos.

—Haru —dijo Makoto, rompiendo el silencio. Haru levantó la mirada del suelo y miró a los ojos verdes del otro chico — ¿Estás enfadado conmigo?

Haru no supo cómo sentirse. La pregunta había sonado temerosa, como si estuviese rezando porque la respuesta fuera un no. Eso le pareció muy, muy tierno.

Se permitió sonreír un poco.

—No, no estoy enojado.

Makoto suspiró al escucharle decir eso. Incluso se llevó la mano al pecho.

— ¿De verdad? Ahh, qué alivio. No sabes qué feliz me pone oírte decir eso —hizo una pausa, tragó saliva y jugueteó con sus dedos —. Es sólo que… estás algo raro desde esta mañana, y… creí que te había molestado lo de ayer…

Haru se tensó al escuchar la mención del día anterior. Escuchó, cauteloso.

—Y creo que tienes razón para estar enojado —continuó Makoto, esta vez mirándole a los ojos de una manera que le hacía imposible a Haru apartar la mirada —, pero no me gusta que estemos distanciados, de verdad. Si pudiese regresar en el tiempo y decirme a mí mismo que estoy exagerando, lo haría. Así que… perdón si ayer me sobrepasé. De verdad lo siento.

Haru sintió algo cálido que se filtraba en su corazón, justo por la pequeña herida que se había formado la noche anterior, pero que no dolía en absoluto. Se sentía bien, aliviado, feliz. Feliz de que Makoto hubiese pensado en él y que lo había asustado. Y de saber que pequeños gestos como que Nagisa se acercara a su novio lo seguían molestando y que el que Makoto se preocupase por él y lo mirara de esa manera tan especial siguiera haciéndolo sonrojar. Seguía queriendo a Makoto a pesar de haber estado confundido. Eso era más que suficiente para sentirse seguro en su presencia de nuevo.

Haru le sonrió a su novio y se inclinó hacia él, pero antes de acercarse más miró a su alrededor. Había un par de chicas más allá, mirando hacia el barandal, así que no los verían si no se giraban. Por él, perfecto. Se inclinó hacia Makoto y lo besó en los labios, al tiempo que entrelazaba sus dedos con los de él. Makoto pareció sorprendido en un principio, pero después le respondió el beso y llevó la mano libre a sus bonitos cabellos negros, enredando los dedos en ellos.

Cuando se separaron, Makoto le sonrió.

—Hace tiempo que no nos besábamos —murmuró.

Haru se sintió sonrojar. Bajó la mirada, pero no se movió.

—Eso es porque tú no me besas lo suficiente.

Makoto apretó los labios para no ensanchar su sonrisa.

—Entonces empezaré a hacerlo más seguido.

Luego volvieron a unir sus labios, esta vez con más fuerza, y Makoto metió su lengua a la boca de Haru en la primera oportunidad que se le presentó. Se separaron un segundo y luego volvieron a besarse, y así varias veces, en las que Haru soltó la mano de Makoto y le tomó el rostro entre las manos mientras sus lenguas tenían pequeños contactos que eran más que suficiente para hacerle hervir la sangre. Haru soltó un ruidito.

Entonces, ambos escucharon algo parecido a un gritito de sorpresa. Makoto se separó de Haru un solo centímetro, y buscó con la mirada la fuente del sonido. Pareció encontrarlo enseguida, pero como no dijo nada, Haru le imitó y siguió con la mirada la dirección de los ojos verdes de su novio. Vio que las chicas de hacía rato seguían allí, y que los miraban sorprendidas.

—Ah… —tanteó Makoto —. L-lo siento…

Ellas desviaron la mirada, avergonzadas, y una se cubrió el rostro rojo con las manos. Haru se sonrojó también, pero Makoto sólo rio. Le atrajo el rostro al suyo con una mano y le plantó un último beso en la boca.

— ¿Te parece bien que continuemos con esto… después de tu práctica de hoy?

Haru miró al suelo, seguro de estar tan rojo como un tomate.

—V-vale…

 

Notas finales:

Todos saben qué sigue, ¿no? 
¡Todos juntos!

¿Q-Q-Qué tal ha ido? XDD Ok no XD Bueno, he decidido ponerle a este cap un final un poco (mucho) menos de suspenso que en el anterior. Ya saben, el MakoHaru es amor, y quiero dar esperanzas de que la pareja se mantendrá hasta el final. Coff coff esas esperanzas también me dan sueños a mí coff coff

En fin, ya me contarán como fue. Esperen el próximo con ansias, donde pasará algo que ¡BAM! va a dejarnos a todos sorprendidos XD

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