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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaa n.n

Aquí denuevo, actualizando. Es algo tarde pero aún es miércoles así que vale 

Les gustará este cap :H lo sé, lo sé (Ojala les guste u.u) 

Posiblemente tenga algunos errores ortográficos, ya que lo acabo de terminar y no lo he revisado. Porfis avísenme si los ven n.n 

Espero que sea de su agrado. 

Quiero agradecerles por los reviews que en la última semana de flojita que he tenido me han motivado para ponerme a trabajar y escribir QQ ¡Gracias! <333

También quiero mandar un saludín especial a un pequeño grupo (que al parecer va creciendo) de personas amantes del ScorpionxAiden (mwhahaha saben que hablo de uds, loquishas) y la fundadora del ''partido pro Scorpy'', hayate_sama  (Un besito para tí, Srita Maléfica :3) me ha dicho que les avisara que está planeando hacer un fic (Suena raro...un fic de un fic) donde esta retorcida ''pareja'' sería la protagonista (Y donde quedan Ethan y Jack? :c) Me muero por ver eso... 

Me ha impresionado como han amado a Scorpion. Antes había creado a ''villanos'' que quería que finalmente fueran queridos (Como por ej Jack Stayne en mi fic ''La oscura tierra de las maravillas'') Pero a Scorpy lo hice solo para ser odiado, intenté hacerlo lo más hijo de puta posible...y miren con lo que me salen e.e 

Hablando de eso...pronto volverán Cuervo  y Scorpion *3*

Buenom, sin más que decir me voy :3 

Les mando un abrazo a todos

Capítulo 21: ''Comenzando a comprender (Parte II)'' 



 

   —Sepárense ya, tórtolos —La voz de Eden entró al lugar e inmediatamente nos separamos. El mayor de los gemelos nos dedicó una mirada burlona, aunque estaba seguro de que en esa sonrisa y esos ojos divertidos había una pizca de molestia—. Necesito pedirles un favor —dijo—. No nos queda agua ni mucha comida... —levantó unas cubetas que hasta ese momento había mantenido escondidas tras su espalda y volvió a sonreír picaronamente—. A un par de kilómetros de aquí hay un río... ¿Podrían ir?

   —Claro, ¿por qué no? —Le interrumpió Ethan con un tono sarcástico decorándole la voz—. Me parece muy buena idea ir a perderme en la mitad de un bosque en busca de agua.

   —Es por eso que Aiden irá contigo —dijo Eden—. Él o cualquier persona en este mundo sabrá orientarse en cualquier lugar mejor que tú —se burló. Me reí, fue inevitable. Ethan me dio un codazo.

   —¿Estás listo, Eden? —La voz de Jack canturreó por el pasillo y Eden dio un pequeño respingo al oírla. Noté que sus mejillas se habían puesto de pronto, levemente rojas.

   —Jack y yo iremos por algo de comida... —intentó explicar. Esta vez fue Ethan quien comenzó a reír a carcajadas.

   —Te lo traías bien guardado, hermanito —se burló. No entendí a qué se refirió, pero supe que mi amigo Jack estaba involucrado.

   —No molestes, Ethan —retrocedió sobre sus pasos y alzó la mano para despedirse—. ¡Nosotros volveremos en menos de una hora! ¡Suerte! —alcanzó a Jack en el pasillo y ambos salieron del lugar.

Ethan y yo cruzamos una mirada.

   —¿Crees que ellos... ? —intenté preguntar.

   —No sé, pero conozco a Eden... —Ethan parecía el más feliz con toda esta extraña situación que se había formado hace tan sólo segundos atrás—. Sé reconocer ese brillo que aparece en sus ojos cuando algo le ha gustado.

   —Bien... —sonreí, tomando mi escopeta, a la que aún le quedaban balas, sólo por si las cosas se ponían feas, y levanté una de las cubetas—. Supongo que eso está bien —Ethan seguía ahí de pie y le dediqué una mirada molesta para que moviera las piernas. Con desgano, el pelinegro se dirigió a la puerta y tomó el hacha que había estado llevando el día anterior y levantó la cubeta. Salimos. En el exterior hacía un frío de los mil demonios, así que tuve que volver a entrar para cubrirme con una chaqueta más gruesa que la que traía puesta y volver a salir minutos después.

El bosque en el que estábamos era extenso y eso se me hizo bastante agradable. El verdor de las hojas de los árboles parecía brillar aún más gracias a la escarcha producida por el frío. Suspiré cuando miré hacia el cielo, con un mal presentimiento sobre el clima. Sobre nosotros, las nubes grises parecían cargadas de mucha, mucha agua.

Un golpecito en el brazo me devolvió a la realidad.

   —¿Vas a querer o no? —Ethan extendía algo hacia mí, una barra de chocolate—. No has podido comer, te vas a desmayar si no comes algo ahora.

   —¿D-De dónde sacaste eso? —balbuceé.

   —Eso no importa —levantó la barra de chocolate y prácticamente la introdujo a la fuerza a mi boca. El sabor dulce y delicioso me invadió todos los sentidos.

   —Mmm... —gemí, fue un ruido de puro placer culinario al sentir un sabor que ya casi había olvidado—. G-Gracias... —dije, aún con la boca llena, dejando que aquel dulce de color oscuro se disolviera solo en mi paladar. Ethan me miraba, como hipnotizado—. ¿Q-Qué?

   —N-Nada —negó con la cabeza—. Vamos... —ambos comenzamos a caminar.

Me detuve cuando ya habíamos avanzado algunos metros.

   —¿No será mejor ir en tu motocicleta? —sugerí, estaba seguro de que esa Harley podría andar, aún por los caminos del bosque que aún no debían de estar tan lodosos. Su rostro pareció cambiar drásticamente con mi pregunta y, sí las miradas mataran, la que él me lanzó habría sido una estocada directa al corazón. Siguió caminando y me obligó a seguirle.

   —La perdí —dijo.

   —¿¡Qué!?

   —¡Que la perdí! —gruñó—. En la guarida de los cazadores.

No pude evitar sentirme culpable por eso. Ethan amaba su motocicleta.

   —Lo siento mucho... —atiné a decir.

   —No es tu culpa.

Caminamos en silencio por los próximos quince minutos y no nos dimos cuenta del momento en que nos internamos completamente en ese oscuro bosque. Ahí hacía más frío aún y algunas liebres corrían de acá para allá, como si no estuviesen seguras de hacia dónde se dirigían exactamente o dónde se esconderían de la lluvia que definitivamente se avecinaba.

Las copas de los árboles sobre nuestras cabezas oscurecían todo y esto no hacía otra cosa más que hacerme sentir inseguro. ¿Habría zombies aquí?

   —¿Cuántos kilómetros dijo que debíamos recorrer? —preguntó de pronto Ethan. Casi había olvidado que seguía ahí conmigo.

   —Dos —respondí.

  —Será uno y medio —dijo y una ligera sonrisa se le dibujó en el rostro—. Si yo soy malo orientándome, él es pésimo calculando distancias... —solté una pequeña risita, que intentaba romper definitivamente el incómodo silencio que nos había envuelto, pero él no pareció escucharme. Le hablé para llamar su atención.

   —Dime, Ethan...

   —¿Sí? —Su voz se oía desganada.

   —¿Sabes por qué Cassie me odia tanto? —pregunté, después de todo moría por saberlo. Él me  dirigió una mirada nerviosa y no tardó en apartarla para fijarla en algún punto en el suelo.

   —Es mi culpa —dijo.

   —¿Es tu culpa que ella me odie?

   —Sí... —carraspeó la garganta—. Verás, conozco a Cassie y a Teo desde la secundaria —comenzó  —. Ella fue mi novia por casi dos años —estuve a punto de soltar un grito de asombro por esa repentina noticia que, por alguna razón, hizo hervir mis nervios. Contuve todo eso—. Te estoy hablando de entre mis quince y diecisiete años... —me miró, como si buscara comprensión en mí. Sólo asentí con la cabeza—. Yo no sabía bien quién era, estaba confundido... —se encogió de hombros—. Recibí una educación estricta de parte de mi padre que era militar y por supuesto que esa educación no incluía sentir atracción por los chicos —suspiró con pesadez, como si le molestara hablar del tema—. Prácticamente la usé como una pantalla en nuestro último año de noviazgo. Con ella intenté demostrarme a mí mismo que no era homosexual... —abrí los ojos como platos, estaba sorprendido. Jamás creí que a él le costaría admitir algo—. Finalmente me cansé de mentirle y de mentirme a mí mismo, así que decidí contarle y ponerle fin a nuestra relación. Fue por su bien, ella merecía a otra persona mejor que yo. Supe que a los pocos meses se mudó a este país y sólo ahora nos volvimos a encontrar. Y parece que ella aún no se ha olvidado de lo que pasó.

   —Aún no se ha olvidado de ti —corregí.

   —Y es una estúpida por no hacerlo —rebatió—. Teo es un buen tipo.

   —¿Teo? ¡Pero si son hermanos! —el pelinegro soltó una risita.

   —Estamos en el fin del mundo, ¿a quién demonios le importa si alguien se enamora de su hermano? —su mirada fue, por lo menos, acusadora. ¿Estaba sugiriendo algo? Me sentí ligeramente molesto—. Además, ellos son tan sólo medios hermanos por parte de su padre... —agregó—. No sería nada malo.

La conversación se cortó ahí y hubo otro incómodo silencio que cayó como una cortina pesada entre nosotros. Aun así no pude evitar el chispazo de alegría que me invadió por dentro. Ahora me sentía un poco más tranquilo con Cassie, después de todo no era su culpa. No del todo. Al menos ahora podía comprenderla.

Algo llamó mi atención. Corrí para adelantarme unos metros.

   —¡Al parecer será menos que un kilómetro y medio! —advertí, agachándome y sacando un poco de moho que estaba pegado a una piedra para mostrarle. Desde ese punto, todo comenzaba a llenarse de aquel asqueroso manto verde que indicaba que algo muy húmedo, como un río, estaba cerca—. Oh, ¿qué es esto? —tomé uno de los curiosos hongos que estaban al lado de la roca. Era por lo menos, extraño. Mi estómago rugió y lo llevé a mi nariz para olerlo, quizás podía comerse.

   —¿Qué haces, idiota? —Ethan me lo arrebató de las manos—. Podría ser venenoso... —lo llevó muy cerca de su rostro para examinarlo con más detalle. No tenía la típica forma de hongo, era más bien algo aplanado, de color rojo con pequeñas pintas blancas que parecían sobresalir de él, eran muy brillantes—. Ah, no —sonrió, como quién acaba de hallar un tesoro—. Estos son alucinógenos —me dedicó una mirada perversa sin dejar de esbozar esa sonrisa. El hambre desapareció de pronto. Me puse de pie y seguí caminando.

   —¡Si piensas alucinar aquí, hazlo solo!

   —¡Dejar a un hombre solo en su viaje no habla bien de ti! —gritó el pelinegro mientras cogía un poco más y los guardó en sus bolsillos antes de seguirme.

   —¿De qué viaje me estás hablando? —gruñí cuando me alcanzó.

   —Oh, estos pequeñines te harán viajar —dijo. Hice una mueca de enfado—. Y no hablo de hacerlo ahora, pero podría ser una buena experiencia —insistió. Oh no, él siempre terminaba arrastrándome por sus malos caminos. No dije nada, así que él continuó hablando—. Vamos, Aiden —su voz se tornó burlona de pronto—. ¿Acaso no te la pasaste bien cuando estuviste borracho? Imagínate cómo te sentirás cuando...

   —¡Cállate, maldito drogadicto! —Grité con cierto descontrol en mi voz y me detuve de golpe—. ¡No me la pasé bien estando borracho y no me la voy a pasar bien drogándome con esas cosas! —recordé entonces que Ethan me llevaba ocho años de diferencia. Supuse que, para él, todo esto era normal, una especie de juego y lo que me ofrecía era parte de eso, ese juego de "pasémosla bien mientras vivamos, porque de todas formas moriremos" que yo no me atrevía a aceptar. Aún tenía la mente infantil de un niño quinceañero, que vivió toda su vida encerrado y que ahora creía que podíamos salvarnos, que podríamos llegar al puente y encontraríamos ahí un paraíso. De seguro él no pensaba así. ¿Qué era lo que pensaba? ¿Qué pasaba por su cabeza? Moría por saberlo.

De pronto, se acercó a mí, me tomó por los hombros y me embistió contra un árbol. La madera húmeda chocó contra mi espalda, y casi como si todo fuera una especie de broma del destino, las gotas de lluvia comenzaron a caer con vehemencia, empapando rápidamente sus cabellos oscuros que se pegaron a los bordes de su rostro. Me estremecí.

   —¿Te sientes mal por lo que hiciste ese día? —preguntó, acercando su rostro al mío. Se oía enojado. El vaho que escapaba de su boca llegaba a mis mejillas y me daba algo de calor. Tragué saliva, las palabras no salían—. ¿¡Te arrepientes como la niña llorona que eres!? —gruñó. Me sentí molesto.

¿¡Acaso me había llamado niña llorona!?

   —¡Respóndeme!

   —¡Eso a ti no te interesa! —le grité, sin importarme que él estuviese lo suficientemente cerca como para escucharme claramente—. ¡Tú sólo estás jugan...! —callé cuando él tomó mis mejillas bruscamente.

   —¡No creas que estoy jugando, Aiden! —interrumpió y alzó considerablemente la voz. Sentí su cuerpo más cerca del mío y sus ojos negros quedaron anclados a los míos. No pude apartar la vista—. No estoy jugando... —repitió, más bajo y terminó de atraerme hacia él en un beso que, aunque no quería admitirlo, estaba esperando desde el momento en que me empujó contra ese árbol. Su boca me invadió sin delicadezas, apresándome una y otra vez, sin dejarme respirar, como la primera vez. Sus labios eran cálidos y ese sabor dulce que tenían no tardó en llenarme. Quise apartarme, detenerme, pero, como siempre, hice todo lo contrario y rodeé su cuello con mis brazos para aferrarme mucho más a él y concebir otra vez esa sensación, esa que me hacía creer que éramos iguales, que me hacía pensar que nuestras distintas formas de vivir no importaban a la hora de sentirle.

Todo, absolutamente todo se reducía solamente a él y a mí. No había nada a nuestro alrededor.

Se apartó un poco de mí para permitirnos respirar, pero no soltó mi rostro.

   —Aiden, Aiden, Aiden... —susurró mi nombre con cierta desesperación—. ¿Qué me estás haciendo?

   —Yo no... —intenté decir.

   —Eres peor que cualquier droga que haya probado... —Sus ojos seguían tan clavados en los míos que de pronto sentí que ellos querían absorberme, tragarme, hacerme desaparecer. Quise salir corriendo de ahí.

   —¿P-Peor que la nicotina de tus cigarrillos? —balbuceé lo primero que se me vino a la cabeza.

   —Demonios. Eres mucho peor que la nicotina... —respondió, con sus labios nuevamente cerca de los míos. Mis manos temblaban al igual que mis piernas, mi corazón parecía estar a punto de estallar. Me besó otra vez, pero para entonces yo estaba más consciente, no podíamos seguir así, él me confundía. Intenté moverme y caminar hacia algún lado para alejarme, pero sus brazos me atraparon y él caminó junto a mí. No iba a soltarme y en mi interior, una voz gritaba que tampoco lo hiciera. Avanzamos así por unos metros más y por cada segundo que pasaba entre sus brazos, más deseaba estar allí. La lluvia empapándome y el frío cortante me hicieron pensar que quizás la fiebre había subido a mi cuerpo y que comenzaba a delirar. Tenía que estar delirante para querer quedarme enredado entre esos brazos.

De pronto, tropecé. Ethan cayó junto a mí.

Esperé a que la dureza del suelo me golpease lo suficientemente fuerte como para despertar del aturdimiento en el que Ethan me tenía, pero fue otra cosa lo que lo hizo. Me sentí empapado y un estruendo escandaloso me obligó a volver repentinamente a la realidad. Habíamos encontrado el río, habíamos caído dentro de él. Primero me hundí y me sentí mareado y atontado por la situación, tuve unos segundos de pánico antes de darme cuenta que había caído al agua y luego de eso, el brazo de Ethan me sacó a la superficie.

   —¡Demonios! —grité, quizás demasiado enfadado. Sus ojos me miraron, preocupados primero, luego inexpresivos, después empequeñecieron un poco por la presión que ejercieron sus pómulos sobre ellos cuando una enorme sonrisa se dibujó en su rostro, sonrisa que no tardó en transformarse en una ruidosa carcajada, como si lo que nos acababa de ocurrir fuese lo más divertido del mundo—. ¿¡De qué te ríes!? —Mi queja sólo hizo aumentar aún más su risa, que estaba a punto de contagiarme—. ¡Deja de reírte! —debería haberme sentido molesto, ya que se estaba burlando de mí.

   —¡Pareces un pequeño cachorro mojado! —gritó entre risas, presa de la euforia.

   —¿¡Cómo me llamaste!? —chillé y me abalancé sobre él para obligarle a hundir la cabeza en el agua, lo que no duró mucho porque no tardó en quitarme de encima y volver a la superficie.

Nuestras miradas se cruzaron un momento, y entonces sentí que él ya no me miraba como antes, sentí que su mirada ya no era tan hostil y que ni una sola pizca de odio se podía asomar ahora de la profundidad de esos ojos temiblemente oscuros. Una especie de deja vú llegó a mí como un escalofrío corriendo por mi espina dorsal. Lo había soñado esta mañana.

No pude contenerme más. Me abalancé sobre él para robarle el aire en un beso. Lo había aceptado y ahora lo estaba comprendiendo, no podía ir en contra de estos sentimientos, no podía ir contra esta atracción. Podía odiarle a veces, sí, pero podía quererle con la misma intensidad. Sus brazos me recibieron y me estrecharon entre ellos con fuerza. El agua se sentía cálida gracias al frío que fuera de ella hacía y no sé si fue eso, o la lluvia que caía precipitadamente sobre nosotros y sobre ese río lo que generó una extraña sensación en mí de no querer detenerme esta vez. Mi mente estaba en blanco, vacía. Sólo él podía llenarla.

Fue un beso apasionado, de esos que ni en mis sueños creí que me atrevería a dar. Su lengua entró en mi boca y lejos de asustarme o hacerme sentir incómodo como creí que lo haría, me gustó. Era cálida y tenía cierta curiosa suavidad que me obligaba a querer probarla más. Me tomó por la cintura y me atrajo hacia él con fuerza, pegando nuestros cuerpos, como si quisiera intensificar aún más mis sensaciones. Mi corazón comenzó a latir a una velocidad que no creí posible y la sangre comenzó a correr con fervor dentro de mis venas, mi respiración se agitó bruscamente, de pronto, era como si mis pulmones quisiesen simplemente estallar en pedazos. Solté un jadeó sobre sus labios.

Se apartó repentinamente de mí.

   —¿Qué sucede? —pregunté, confuso.

   —Estás temblando —me miró, preocupado—. Si te hago sentir mal...

   —Aún no —sonreí y le contagié la sonrisa. No sabía por qué mi cuerpo tenía esas respuestas. Viéndolo desde el lado de la razón, pensé que mi organismo pudo haber tomado miedo a ciertas sensaciones, pero estaba dispuesto a ir contra esa reacción. No quería ser más presa del miedo y no iba a dejar que la imagen de Scorpion se apoderara de mí. No esta vez—. Puedes continuar... —susurré, alejando mi vista de él al notar que mis mejillas comenzaban a tomar calor otra vez. Jamás pensé en decirle algo así a una persona como él, pero ahí estábamos. Ethan se acercó otra vez para besarme, pero antes de llegar a mi boca pareció cambiar de opinión. Cerré los ojos y no tardé en sentir algo cálido sobre mi cuello, era su lengua húmeda que había empezado a recorrerlo. Un escalofrío, cuan corriente eléctrica, me hizo estremecer y casi sin darme cuenta, otro leve y casi imperceptible jadeo salió de mi boca, pero él no pareció darse cuenta. ¿Yo había hecho eso?

Sus dientes comenzaron a dar pequeñas mordidas sobre mi piel que, lejos de ser desagradables, me incitaron aún más, causándome una extraña mezcla entre dolor y placer. Sus manos escurridizas con algo de dificultad se colaron entre mi ropa y pude sentir el contacto ardiente de sus dedos rozando mi piel. No pude controlar mi respiración que aumentó aún más y sin poder evitarlo, mis labios soltaron un extraño sonido.

   —Demonios, no gimas de esa forma o vas a volverme loco —susurró con voz ronca sobre mi oído y su lengua se rozó contra mi lóbulo. Sus manos subían y bajaban por mi espalda, acariciándola con suavidad.

—A-Ah —solté otro incontrolable gemido. ¿Qué estaba ocurriendo conmigo?

Se detuvo.

Me tiró por los hombros hacia abajo y me obligó a sumergirme abruptamente en el agua. Quise ir a la superficie otra vez, pero él me sujetó entre sus brazos con tanta fuerza que ni siquiera pude patalear para intentar salir. Mi mundo se sacudió de pronto y sentí cómo comenzaba a ahogarme. Tomó mi rostro bajo el agua con una de sus manos y me hizo un gesto para que me quedara quieto. Intenté conservar la calma y guardar las últimas reservas de aire, sin entender verdaderamente lo que estaba ocurriendo. Me jaló por la ropa para que volviera a subir.

   —¿¡Qué demo...!? —Su mano cubrió mi boca mientras la otra me hacía un gesto para que guardara silencio. Apuntó hacia mi izquierda sin decir una sola palabra en el momento que sentí un ruido extraño, algo así como un jadeo gutural, como una bestia. Se me hizo demasiado familiar.

Miré hacia la orilla contraría. Allí, lejos de nosotros pero a la vista, se encontraban tres de ellos, tres zombies que corrían de aquí para allá. Volví a sumergirme hasta que el agua cubrió la mitad de mi cara y, asustado, me quedé igual de quieto que Ethan, esperando que la oscuridad y la lluvia nos ayudasen a ocultarnos. Una de las bestias se detuvo y miró en nuestra dirección, lanzando un bramido que me sacudió de pies a cabeza. Casi al mismo tiempo, un silbato se escuchó y ellos se quedaron de pronto, completamente quietos.

   —¡Oye, Debbie! —Una voz femenina se escuchó cerca de los zombies—. ¡Los rastreadores han encontrado algo! — ¿Rastreadores?

   —¿Pueden adiestrarlos...? —Ethan habló muy bajito, para sí mismo.

   —Al otro lado del río... —continuó la mujer. El miedo me invadió de pronto.

Sentí que Ethan me tiraba del brazo.

   —¡Corre! —gritó en voz baja mientras prácticamente me arrastraba para salir del agua. Obviamente el ruido provocado por nuestros pies intentando desesperadamente salir de ahí los alertó a todos. Sentí más bramidos de esos zombies y oí gritos de alarma de la mujer.

   —¡Atrápenlos! ¡Que no escapen! —gritó.

   —¡Corre más rápido! —Ethan tomó mi mano y eso me dio impulso para acelerar más—. ¡Ni se te ocurra mirar atrás! —Mi corazón se aceleró al sentir más gritos femeninos, que lejos de parecerme suaves, parecían salidos del mismísimo infierno. Oí gruñidos de aquellos a los que llamaban rastreadores y también escuché aterradores ladridos de perros. Los pasos acelerados detrás de nosotros, las hierbas pisadas por sus pies que corrían frenéticamente, el sonido de las armas y un disparo al aire. Nos estaban cazando.

¿Más cazadores?

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado (?) 

Al parecer nuestro adorado Aiden, a pesar de haber sido violado recién comienza a incursionar en lo que es el despertar sexual 1313 xDDD 


Más cazadores? Cazadoras mujeres :O? QUIEN dijo que éramos el sexo débil >_______<? 

Como siempre, cualquier comentario, sugerencia, critica, pregunta a algún personaje, no duden en dejarlo en un lindo -O no tan lindo- Review :3 


Nos leemos el domingo ♥ 

Gracias por leer :3 


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