Capítulo 22: ‘‘La chica con la máscara de conejo’’
—¿Por qué volvieron tan rápido? ¿Dónde está el agu...?
—¡Métete a la casa! —interrumpió Ethan a su hermano que estaba de pie bajo el umbral de la puerta y lo empujó desesperadamente para que volviese entrar—. ¡Entra, demonios!
—¿¡Qué demonios!?
—¡No hay tiempo! —gritó—. ¡Ivy, Claire! —Las chicas salieron desde la cocina para encontrarse con nosotros—. Escóndanse —ordenó, mientras cerraba la puerta—. Les tenemos encima.
—¿A quiénes? —preguntó Claire.
—Eso no importa —dijo Ivy, captando inmediatamente el mensaje. Cargó a la pequeña Amy en uno de sus brazos y agarró la mano de Claire para arrastrarla hacia la salida trasera de la cabaña en la que estábamos, no sin antes gritarle a Cassie que las siguiera. La pelirosa apareció junto a su hermano.
—¿Qué ocurre? —preguntó.
—Debes irte —dije—. Nos están siguiendo, tienen que esconderse, protejan a Amy —Mis palabras escapaban demasiado rápidas y mi garganta temblaba por los nervios. Sabía de qué eran capaces los cazadores y por muy mal que me llevara con Cassie no le deseaba esa suerte, a ninguna de las chicas. Claire y Amy ya habían sufrido demasiado.
—Ve, Cassie —le ordenó su hermano.
—Teo, me quedaré contigo —La chica abrazó a su hermano.
—¡Ve! —alzó la voz en un tono autoritario—. Manténganse a la vista y si las cosas se ponen feas, no salgan por ningún motivo hasta que todo se calme —la tomó por los hombros e intentó tranquilizarla con sus palabras—. Estaremos bien, ahora, ¡corre! —Ella asintió con la cabeza y salió tras las demás.
Los silbatos se escucharon más cerca. Tomé la escopeta que aún estaba empapada entre mis manos y la apreté con todas mis fuerzas. Teo y Eden fueron por sus armas. Chris y Jack no entendían qué era lo que estaba pasando, pero tomaron la misma actitud. Los ladridos de los perros se dejaron oír demasiado cerca y los jadeos de los rastreadores silbaron sobre nosotros.
—¿A quiénes esperamos? —preguntó Jack, quedándose de pie a mi lado, ambos frente a la puerta.
—No sabría explicarte exactamente —respondí y tomé aire, intentando calmarme—. Esto me da más miedo que Scorpion y su guarida —confesé. Le oí tragar saliva.
La puerta se abrió estrepitosamente.
—¡A ellos! —Una voz femenina se dejó escuchar, era una chica la que guiaba todo el grupo. Vestía un traje completo de cuero negro, tan ceñido a su cuerpo que no dejaba absolutamente nada a la imaginación y una extraña máscara de conejo negra que le cubría el rostro, dejando a la vista tan sólo sus ojos y unos labios tan rojos como la sangre. Me paralicé por completo, sabía que era una mujer la que nos seguía, pero por algún motivo no pude dispararle. Pude haberlo hecho de buenas primeras, pero cuando nos vi completamente rodeados por al menos veinte mujeres, sí, todas mujeres; seis de ellas llevaban perros y otras tres traían encadenados a los zombies "rastreadores" que parecían ansiosos por saltarnos encima. Todas vestían de forma similar a la chica de la máscara y cargaban cadenas, pistolas, escopetas e incluso la más fornida traía una ametralladora a cuestas. Apuntaron directamente hacia nosotros.
—M-Mierda... —balbuceé.
Un disparo me hizo dar un salto en mi lugar. Ethan le había arrebatado el arma a Teo para dispararle a la chica de la máscara, pero otra de ellas fue más rápida y se interpuso para protegerla. La bala le dio en una pierna y ella cayó al suelo.
Inmediatamente, todas las armas apuntaron hacia el pelinegro.
«Muy inteligente, Ethan»
Él soltó el arma inmediatamente. Sabía que la había cagado.
La enmascarada se arrodilló para ayudar a la chica que la había protegido y había caído herida.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó. El dulce tono que usó contrastaba con la rudeza de su ropa y su postura corporal.
—Lo siento, Alexa... —balbuceó la chica, llevándose las manos a su pierna—. Debí haberle disparado cuando vi que él quería...
—Está bien, está bien —la mujer puso uno de sus dedos enguantados en látex sobre los labios de la otra chica—. No hables más, descansa —le acarició el cabello antes de entregarla a las otras mujeres—. Devuélvanla a la guarida, que las médicos la traten inmediatamente —ordenó. Dos de ellas se la llevaron.
Tragué saliva al notar las muecas furiosas en las caras de las mujeres que nos apuntaban.
La chica de la máscara se puso de pie y caminó hacia nosotros. Las botas negras que le cubrían hasta las rodillas hacían sonar los alargados tacos de manera escandalosa. ¿Cómo demonios podía correr con esas cosas en los pies? Pasó de largo de Jack y de mí, también de Eden y Chris y sólo se detuvo cuando se halló frente a Ethan, quién la miraba desafiante con los ojos negros, pero esos ojos no parecieron asustar a la chica.
—Arrodíllate —ordenó ella, apuntándole con un arma directo a la cabeza. Di un respingo.
Hubo un incómodo silencio.
—No haré eso —retó él. Oí el sonido del gatillo a punto de ser disparado y aun así, Ethan no hizo caso.
—Ethan, creo que deberías... —intenté decir.
—Calla —gruñó el pelinegro hacia mí. En ese momento una sonrisa retorcida se asomó en el rostro de la chica de la máscara. Dio media vuelta y apuntó su arma hacia mí, pero sin dejar de mirar a Ethan. Inmediatamente, como si las demás siguiesen sus movimientos, todas las armas se dirigieron hacia mi persona. Un escalofrío me recorrió la espalda y todo mi cuerpo tembló al sentir el miedo más puro. Jamás me había sentido tan amenazado.
—¿Te arrodillarás ahora? —Dijo ella suavemente y su voz se escuchó como un ronroneo—. No querrás que le vuele los sesos a tu amigo...
No debí haber hablado.
El pelinegro soltó un gruñido y se puso de rodillas. Ella volvió a apuntar hacia Ethan, pero las demás armas no dejaron de apuntarme.
—Agacha más la cabeza... —ordenó. Él obedeció—. Bien. Ahora, bésame los pies.
—¿¡Qué!?
—¡Besa mis pies o mataré al chico! —gritó. ¿Yo había provocado esto? Si no me mataba ella, de seguro Ethan lo haría después de que todo esto pasara.
Las manos de Ethan se dirigieron a la pierna de la chica, con cuidado la rodearon y sus labios se dirigieron a la pieza de látex, para besar su pie izquierdo. La chica sonrió y sin avisar, posó el tacón de su otra bota sobre la cabeza del pelinegro, haciendo presión sobre ella y logrando que él soltara un quejido.
—Límpiala bien, cariño —se rió. Ethan apartó una de sus manos para apartar la suciedad de la bota con la manga de su chaqueta, pero eso sólo hizo que la chica volviera a clavar el filo de su zapato en su nuca—. Con la lengua —gruñó. Él no tuvo otra opción más que hacer caso, sabía que me apuntaban, sabía que le apuntaban a él también. Le vi hacer una mueca de asco antes de quitar con la lengua el fango que ensuciaba la bota de la chica, le vi hacer un esfuerzo para contener las arcadas y las ganas de escupirlo todo. Lo que vi me angustió. Había mil formas terribles de humillar a una persona como Ethan y ésta era una de ellas. Verle así, de rodillas bajo los pies de esa chica, lamiendo la suciedad de sus botas, no hizo otra cosa que hacerme sentir culpable.
La chica le dio una patada que le hizo girar el rostro y perder el equilibrio repentinamente.
—A ver si aprendes a no volver a tocar a mis chicas.
—¡Alexa! —La voz de otra chica se dejó oír y el mar de mujeres que nos rodeaban se hizo a un lado para que ella y otras dos más entraran. Un golpe de horror me cerró el pecho cuando vi entrar a Ivy, Claire, Amy y Cassie, mientras eran apuntadas—. Hemos encontrado a estas chicas —informó—. ¿Qué hacemos?
—¿Les preguntaste si querían unírsenos? —preguntó Alexa, sin dejar de apuntar al pelinegro que estaba en el suelo. Le sangraba el labio inferior.
—No quieren.
—Está bien, déjenlas aquí —dijo. Exhalé todo el aire que había estado conteniendo en un suspiro. Al parecer a ellas no les harían nada.
—¡Hey! ¡Eso es feminismo llevado al extremo! —se quejó burlonamente Ethan. Al parecer, su ego no había caído con él al piso.
« ¡Idiota! ¿¡Cómo se atrevía a burlarse de ella estando en esa situación!?»
Otra brusca patada le obligó a cerrar la boca.
—¡Ethan! —intenté moverme hacia él, pero fui detenido por todas esas pistolas a punto de dispararme.
—¡Quédate ahí, Aiden! —ordenó él, escupiendo un poco de sangre.
Aparentemente sorprendida, la chica de la máscara volteó hacia mí.
—¿Aiden? —preguntó—. ¿Aiden Rossvet? —Yo asentí con la cabeza, confundido. Una sonrisa afloró de sus labios rojos—. ¡Es todo! —gritó—. ¡Nos vamos! ¡Y nos llevamos a todos estos chicos! —inmediatamente tres o cuatro mujeres se me vinieron encima, forcejeé con ellas y logré zafarme, corrí hacia Ethan, quería disculparme, después de todo había sido mi culpa. Él me miró desde el suelo, sus ojos oscuros no parecían tan enfadados como deberían estarlo. No pude alcanzarlo, justo cuando iba a hacerlo algo cayó sobre mi cabeza y me cubrió la vista. Una bolsa, una bolsa de tela fue atada a mi cuello. Caí, me inmovilizaron y me esposaron. Sentí un golpe fuerte a un costado de mi cabeza.
Todo se volvió negro.