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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :3 

Ufff, creo que si logré actualizar un domingo. 

Bueeeno...pensé en actualizar el miércoles pero en mi defensa debo decir que mi novio tuvo que ser operado (el ya esta bien...) y el post operatorio ha sido algo dificil...por lo que he tenido que cuidarlo :3
Pero el tema es que alcancé a terminar este cap y aquí esta :3 Espero que les guste. 

Por favor tengan ojo con la ortografía y avísenme si encuentran un - o mas- errores -w- 

Gracias por leer. 

Un abrazo

Capítulo 45: ‘‘Cero’’

Me encontraba caminando por los oscuros pasadizos que llevaban a los calabozos. Había oído el rumor de que los quince prisioneros seguían vivos, sanos e intactos. Debía comprobarlo… generalmente en la guarida de Scorpion la gente solía morir con rapidez.

   —¡Señor! —El guardia que estaba apoyado perezosamente contra la puerta de los calabozos dio un respingo al verme y me dirigió un saludo militar. Le conocía, él era uno de los hombres más antiguos de Scorpion, ambos fueron compañeros de celda en la guarida Cuervo hace mucho, mucho tiempo… y cuando Noah se convirtió en cazador, este sujeto fue uno de los que le siguió como una polilla sigue a la luz.

   —Descanse, soldado —ordené, correspondiendo el saludo y le hice una seña para que se apartara. Intenté abrir la puerta.

Cerrada.

   —¿Desde cuándo Scorpion cierra las puertas de los calabozos? —pregunté. Tenía la certeza de que jamás lo había hecho antes. Ese hijo de puta tenía tanta confianza en sí mismo, él sabía perfectamente que sus prisioneros jamás se atreverían a escapar. ¿Entonces por qué demonios esa puerta tenía llave ahora?

   —Sólo está cerrada por precaución, señor —contestó el guardia.

   —Ábrela.

   —No puedo hacer eso, no de…

   —Abre la maldita puerta de una vez, joder —ordené, subiendo el tono de mi voz. El guardia me miró, luego miró hacia todos lados, titubeando. Le pesaba la conciencia en desobedecer a Scorpion. Me miró otra vez, nervioso. Finalmente, suspiró, rendido.

   —A la orden —introdujo la llave con cierto nerviosismo.

   —Relájate —me reí—. No le diré a Scorpion.

Una habitación oscura y pequeña para tantas personas se mostró ante mí. El frío allí dentro era tanto que sin pensarlo me abracé a mí mismo cuando mis miembros comenzaron a temblar inconscientemente. Calaba hasta los huesos. Busqué el interruptor y encendí la luz.

Era verdad, allí seguían los pobres idiotas, arrinconados todos en una esquina de la habitación; en silencio, sangrando por las heridas producidas en las torturas y temblando de miedo, frío y hambre. Algo me revolvió el estómago y me produjo algo parecido a las náuseas.

¿Lástima?

Los conté mentalmente, faltaba uno. Otra vez, el chico de ojos verdes no estaba.

   —¿Qué le ocurrió al sujeto número trece? —pregunté, intentando sonar distraído.

   —¿El chico? El señor Scorpion se lo lle… —no dejé que el hombre terminara su frase, ya había cerrado la puerta y le había dejado hablando solo. Y entonces, mientras caminaba aceleradamente por el pasillo, otra vez comencé a sentirme molesto. Nunca antes me había importado… pero ahora sentía cómo empezaba a odiar que Scorpion hiciera siempre cosas como estas.

   —Puto asqueroso de mierda —gruñí entre dientes.

Los gritos pidiendo auxilio se oían incluso mucho antes de llegar a la habitación correcta.

Había llegado demasiado tarde.

   —¡D-¡Detente, por fav…! —El estruendo de un golpe silenció los gritos desgarradores de ese pobre chico. La risa de Scorpion mezclada con sus gemidos resonó por sobre los lloriqueos.

Y otra vez me vi parado frente a la puerta, con la manilla en la mano, preguntándome si debía o no abrirla.

¿Por qué ahora me importaba tanto que él hiciera algo como esto?

De pronto, lo vi todo claro.

Era culpa. Me sentía culpable. Quería detener al monstruo que había ayudado a crear.

No lo dudé más.

   —Ya basta… —dije en tono calmado al entrar y anunciar mi llegada. No esperé a que él me escuchara, no esperé a que reaccionara. Ni siquiera pensé en tomar la pistola y apuntarle como la vez anterior. Me acerqué a ellos y jalé a Scorpion del hombro hacia atrás con brusquedad, tirándolo al suelo.

La mirada verdosa que me dirigió el chico que estaba temblando en el piso me erizó los pelos. Era terror, terror puro. Su cuerpo se sacudía incontrolablemente por el miedo y lloraba como un niño. Noté que sangraba entre sus muslos.

   —¿Puedes andar? —le pregunté. Sus labios temblorosos se abrieron para intentar hablar, pero no lograron articular nada. Sólo asintió torpemente con la cabeza—. Entonces, sal de aquí

No se movió. No reaccionó. Sólo se quedó ahí, aturdido y confuso en el suelo.

   —¡Que salgas! —perdí la paciencia, le tomé del brazo y lo arrastré fuera de la habitación, lo más suavemente posible que me permitió mi creciente enojo. Cerré la puerta estrepitosamente.

Scorpion ya estaba en pie y apuntaba un arma directamente hacia mí.

   —¿Qué demonios fue eso, Cuervo? —gruñó.

   —¿Te has dado cuenta de los ojos que tiene ese chico? —rebatí su pregunta con otra—. Verdes, apagados y llenos de miedo.

   —¿Qué tiene eso? —empezó a avanzar hacia mí, aún amenazándome.

   —Una vez vi una persona con ojos muy parecidos a esos… —me burlé y mientras hablaba, comenzaba a darme cuenta cómo lo que al principio fueron frases improvisadas para hacerle enojar, en realidad eran pura verdad—. Aiden Rossvet.

Scorpion rió.

   —¿Qué estás diciendo?

   —Estoy diciendo que estás obsesionado con ese chico hasta el punto de inconscientemente tomar a otros que se le parecen —alcé la voz. Estaba fuera de mis casillas.

   —No tengo que darte explicaciones.

   —No las necesito, sé perfectamente lo que está pasando. Quieres destruir a ese chico para convertirlo en una bestia, justo como tú… —Mientras hablaba, los pensamientos culposos en mi cabeza aumentaban. Esto había llegado muy lejos—. Ibas a matar a ese chico si seguías violándolo de esa forma… —mascullé entre dientes, cuando él se hallaba a pocos pasos de mí.

   —¿Y eso qué mierda importa? —Vi el revólver de Scorpion muy cerca de mi cara.

   —¡Que ya es momento que dejes de hacer eso! —Con un movimiento rápido, desenfundé mi arma y la boca de mi pistola chocó contra su cuello al mismo tiempo que la de él se topaba en el centro de mi frente, justo entre mis ojos.

   —¿Quién eres tú para darme órdenes? —Su voz se oyó fría y calmada y aun así, horriblemente hiriente. Yo no era nada más que un aliado. No era nadie, lo sabía. Mi mano que sujetaba el arma tembló y él al darse cuenta me dio un golpe en la muñeca para hacer que la soltara.

Los ojos azulados se clavaron en mí, llenos de rabia. Presionó aún más fuerte la boca de su arma contra mi frente y oí el gatillo a punto de ser disparado.

Esta vez va a matarme…

El golpe seco de su puño y la culata golpeando mi mejilla me tiró al suelo. Sonreí.

No, él tampoco es capaz de hacerlo.

La patada en el estómago que le siguió me pilló desprevenido, haciéndome perder el aire. La segunda, la tercera y la cuarta patada dolieron como mil demonios. Pero eso me gustaba.

Comencé a reír.

   —¿¡Qué es tan gracioso, idiota!? —Su cuerpo cayó sobre mí y sus piernas desnudas me apresaron con fuerza. Una de sus manos se dirigió a mi cuello y comenzó a asfixiarme.

   —Ah… —ahogué un gemido. Scorpion sonrió y soltó su arma para sofocarme con ambas manos, más bruscamente.

   —Estás enfermo —se burló. 

   —Mira quien lo dic… —No pude continuar hablando porque de pronto mi voz dejó de salir. Una de sus manos me soltó justo cuando el aire comenzaba a faltarme y se movió hacia mi notable erección para masajearla. Me estremecí ante la corriente de placer que sus dedos parecían trasmitirme.

   —¿Por qué has dejado escapar al chico? —ronroneó en mi oído cuando me jaló por el cabello para acercarme a él.

   —Y-Yo… —Mi voz tembló por la excitación—. No quiero que sigas… haciendo eso —Su mano me tiró más fuerte y casi me arranca un mechón. Me abofeteó la mejilla—. A-Ah, joder.

   —¿Por qué no?

   —No lo sé, sólo sé que ya es suficiente —gemí. Su cuerpo se tensó de pronto y sus manos se alejaron de mí, pero él no se levantó. Seguía sintiendo la presión de sus piernas envolviéndome. Soltó una carcajada.

   —¿Suficiente? ¿Qué estás diciendo?

   —Digo que eres un monstruo, Scorpion —Al verme libre, sobé mi mejilla para comprobar que había comenzado a hincharse. Sus ojos se clavaron en los míos, en una mueca indescifrable. Su rostro era como el de La Gioconda, no sabía si se estaba riendo de mí o estaba a punto de saltarme encima—. Y en parte es mi culpa que lo seas —dije.

   —¿Y qué vas a hacer con eso? —susurró, arrastrando las palabras. 

   —Intentaré que no vuelvas a tocar a ese chico —solté. Una sonrisa burlesca asomó en su rostro cuando dije eso, se puso de pie, apartándose completamente de mí y caminó hacia el escritorio. Tomó del cajón los ya tan conocidos grilletes con los que solía apresar a los pobres tipos que violaba y caminó de vuelta hacia mí, sin dejar de sonreír. Me acomodé en mi lugar, ahí en el suelo, saboreando lo que estaba a punto de venir.

Me tomó del brazo y me obligó a levantarme para esposarme las muñecas. Mi pulso se aceleró y aun así intenté no demostrarlo y me quedé estático en mi lugar, tratando de no mostrarle expresión alguna. Caminó alrededor de mí, analizándome, escrutándome, como si yo fuera algo realmente digno de observar. Me sentí ligeramente nervioso.

Sus brazos me rodearon por la espalda súbitamente y sus uñas se clavaron en mi cuello. Como un animal que acaba de saltar sobre su presa.

   —¿Qué te parece si te hago lo mismo que tenía pensado hacerle a ese chico? —susurró en mi oído y luego mordió el lóbulo de mi oreja, haciéndola arder inmediatamente. Sus manos subieron por mi cuello herido hasta mis labios y allí introdujo dos de sus dedos a la fuerza—. ¿Qué tal si te hago lo mismo cada vez que quiera hacerle algo a él, o a cualquiera de los otros? —gruñó y su voz seductora me causó escalofríos—. ¿Te parece un buen trato, Cuervo? —tiró de mi cabello hacia atrás y sus uñas se clavaron en mi paladar.

   —P-Por mí… e-eso está bien —jadeé con dificultad al tener sus dedos metidos en mi boca.

Mi cuerpo ardió ante su tacto cuando sentí su otra mano quitándome la ropa.

   —Scorp…

   —Cállate —ordenó, jadeando sobre mi nuca. Una mano me cubrió la vista y la otra me tomó de la cintura con brusquedad, para guiarme hacia algún lado. Mi rostro chocó contra la fría muralla de concreto.

Me había acorralado.

No esperó más, a diferencia de otras veces él parecía demasiado ansioso. Sus manos comenzaron a deslizarse por todo mi cuerpo, tirando de mi chaqueta, rasgando mi camisa, arrancándome el resto de la ropa y dejándome en pocos minutos desnudo igual que él. No podía moverme, mi cuerpo se paralizaba cuando él estaba cerca. Sus manos tomándome por la fuerza, agrediéndome… me volvían loco. Cuando estaba bajo su dominio, sólo atinaba a quedarme en mi lugar y perder la cabeza ante su tacto que quemaba.

Solté un gemido cuando las diez uñas de sus dedos se deslizaron por mi espalda desnuda, haciéndola arder.

   —¿Te gusta eso? —preguntó con voz lasciva y el contacto húmedo de su lengua sobre mi cuello me hizo estremecer—. Ah… —mordió mi piel cuando sus manos sujetaron mis muslos para prepararlos para su entrada. Respiré hondo—. A-Ah…, joder… Cuervo —gruñó, entrando bruscamente de una sola vez. Mis piernas temblaron al sentirle por completo en mi interior y oír su respiración aumentando por eso.

Comenzó su vaivén sin compasión, sin caricias y sin cuidado. Me agarró de la cadera con una de sus manos, mientras la otra sacudía cruelmente mi miembro que palpitaba, rogando por más atención.

Comencé a gemir sin control, con Scorpion no había tapujos. Él era un monstruo, yo también. Scorpion odiaba, odiaba todo lo que le rodeaba, necesitaba hacer daño. Odiaba al mundo, odiaba la ciudad en la que estábamos, odiaba el virus que lo trajo hasta aquí. Pero por sobre todo él…

Se odiaba a sí mismo.

Y yo deseaba que él desatara todo ese odio sobre mí.

Necesitaba purgar mi culpa, ahora más que nunca.

Más fuerte.

Más rápido.

Necesitaba más, más furia.

Caos….

«Desata el caos sobre mí… una vez más». 

   —A-Ah…. —Sus gemidos subieron su tono a la par con sus embestidas brutales que apenas me permitían mantenerme en pie. Sentí una humedad cálida entre mis nalgas. ¿Había comenzado a sangrar? Quizás se le estaba pasando la mano, pero eso no importaba, no ahora, que estaba a punto de correrme. Jaló mi cabello otra vez hacia atrás y su lengua se deslizó por mi mejilla.

   —Scorpion….

   —Branwen… —gimió mi nombre y por algún motivo, eso me hizo perder la razón. Jamás lo había hecho antes. Sentí toda la sangre corriendo más rápido, sentí mi respiración acelerando, el pulso… deteniéndose. El dolor transformado en el más bajo placer otra vez me traía al mismo cielo y me hacía caer con brusquedad. Y por unos segundos, todo se paralizó.

Su calidez llenó cada centímetro en mi interior. Me abandoné al climax.

   —A-Ah… —Todo mi cuerpo pareció flotar ante ese orgasmo. Mis piernas se tambalearon y sólo la firmeza de su pecho contra mi espalda me permitió mantenerme en pie.

Habíamos terminado.

Jadeando aún, apoyé mis manos encadenadas sobre la muralla en un intento por mantenerme y recuperar el aliento. Para mi sorpresa, él también las apoyó y su cuerpo se posó sobre mi espalda, casi como un abrazo.

Nos quedamos así por algunos minutos. La sensación fue… reconfortante.

No quería dejar de vivirla.

Podía sentir el pulso de su corazón acelerado golpeando sobre mi piel, haciéndome vibrar.

«Está vivo… después de todo»

Escuché golpes en la puerta.

   —¡Scorpion! ¡Señor…! —La voz del hombre que estaba afuera cesó de pronto. Ambos cruzamos una mirada y sin pensarlo Scorpion se apartó de mí para tomar su ropa y su arma.

La puerta se abrió de par en par.

   —¿¡Quién demonios son ustedes!? —bramó Scorpion. Cinco hombres entraron de pronto sin cuidado alguno. Ninguno de ellos traía uniforme, pero todos llevaban una cinta negra atada a sus cuellos.

Los reconocí inmediatamente.

¿Qué hacían ellos aquí?

   —¿Scorpion del tercer escuadrón? —preguntó el que parecía ser el mayor del grupo. Un hombre de cabello oscuro y ojos vacíos y penetrantes. Le miró de arriba abajo, con esa mirada de desprecio que solían tener ellos.

   —¿Y eso a ti qué mierda te impor…?

   —Es él —interrumpí. Era mejor que no hiciéramos enfadar a esos tipos. Con toda la dificultad que significa tener las muñecas inmovilizadas, tomé mis pantalones del piso y mi chaqueta para cubrir algo de mi cuerpo. Me acerqué a Scorpion.

   —No digas nada —le susurré.

   —¿¡Cómo que no diga nada!? —Él parecía realmente enfadado. Apuntó su arma al hombre que había hablado y le disparó, justo en el centro del pecho.

Sus ojos azules se abrieron de par en par, sorprendidos.

Como lo esperé, el hombre ni siquiera tambaleó.

   —Joder…. —musitó Scorpion y retrocedió un paso, sin siquiera darse cuenta.

   —Exacto —dije. La había cagado.

   —Somos del escuadrón Cero —El hombre al que Scorpion le había disparado sonrió burlescamente y siguió hablando como si nada—. Usaremos esta guarida mientras estemos en misión.

   —¿Qué mierda es el escuadrón Cero?

   —¿Dónde están sus líderes? —interrumpí.   

   —Ahora mismo, están buscando a un blanco, el mismo que el tercer escuadrón demoró mucho en capturar —Nos miró con desprecio. ¿Un blanco? ¿Hablaba de Aiden? ¿Aiden Rossvet y Ethan Grey?

Mierda. Esto iba a ponerse peligroso.

   —Scorpion…. —mascullé, lo más bajo que pude, sabiendo que aun así esos tipos me oirían—. Por favor, si aún valoras algo tu vida, sal conmigo de aquí ahora.

   —¿Por qué…?

   —Por favor… —rogué. Los azulados ojos de Scorpion me observaron con atención. Seguramente notó lo preocupado que estaba.

   —Bien… bien —me cogió del brazo y ambos salimos de esa habitación, dejando a los del escuadrón Cero dentro. Scorpion introdujo la llave de las esposas para quitármelas—. ¿Qué demonios fue eso? —preguntó, mientras me liberaba.

   —Se acabó, Scorpion.

   —¿Qué?

   —Suelta a los prisioneros, avísale a tus hombres. Tenemos que irnos de aquí.

   —No me jodas, Cuervo. Estos hijos de puta no van a… —apoyé mis manos sobre sus hombros.

   —Escúchame, Noah —interrumpí, esto iba en serio—. No sé si has oído antes hablar del escuadrón Cero —Él bufó como respuesta. Era de suponerse—. Todos ellos, no son humanos.

   —Déjate de bromas, Cuervo.

   —Hablo en serio. Los miembros de Cero son todos infectados capaces de controlar el virus de alguna u otra forma —solté. Su boca se entreabrió en una mueca de asombro—. Y si E.L.L.O.S les ha enviado aquí es porque no tenemos nada más que hacer… —me mordí el labio, esperando ver una reacción más seria de su parte, pero me sorprendí al ver una sonrisa asomar de su rostro.

Lo conocía, él comenzaba a planear algo. Puso sus manos sobre mis hombros y su sonrisa se ensanchó.

   —Esto está a punto de ponerse interesante.


Notas finales:

Dedicado a todo ese pequeño puñado de fans del ScorpionxCuervo  :3

¿Dudas? ¿Preguntas? ¿Comentarios? ¿Críticas? Pueden dejarlo todo  en un lindo - o no tan lindo - review :3 

Un abrazote -3- 


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