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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa, Querubines! 

Casi no actualizo ó________o 

Este cap costó en salir a la luz. Es una especie de "especial" 

Espero que les guste :) 

Ya en el proximo capítulo volveremos a la "acción" les tengo una sorpresa! 

Como siempre, si encuentran algún error (seguramente lo harán, apenas revisé el cap -lo acabo de terminar hace cinco minutos-) háganmelo saber. 

Espero que les guste. 

Un abrazote :) 

Capítulo 67: “Voluntad”




Nunca me he considerado una persona especial, jamás me preocupé por destacar y siempre intenté pasar desapercibido. Nací un 05 de abril hace 26 años atrás en una situación complicada, mi madre tuvo que guardar más reposo de lo normal durante al embarazo debido a las complicaciones que le di y que le seguí dando después de nacido. A veces pienso que fui concebido en el momento equivocado, con las personas equivocadas.

Pero siempre he estado agradecido de ella por haber decido tenerme, a pesar de todo lo que significaba ser madre soltera en ese tiempo. Adelie Albescu, mi madre, era una mujer inmigrante que llegó desde Rumania a trabajar a Canadá buscando nuevos rumbos y una mejor suerte, sin dinero, sin familia, solo con las esperanzas puestas, allá en el año 1980. Gracias a la recomendación de un tipo que conoció en un café y a su antigua labor de profesora, terminó trabajando para la familia Müller como ama de llaves.

Recuerdo a mi madre como una mujer hermosa y encantadora, tenía los ojos verdes como esmeraldas y el cabello oscuro como chocolate amargo; su piel era tersa, un poco tostada y con un brillo especial que ella solía atribuir a las plantas que acostumbraba a usar para cuidarla. Su belleza era exótica, poco común para aquellos años en los que la inmigración de rumanos no era tan habitual. Entiendo que el señor Keith Müller se fijara en ella y quedara embobado con sus encantos.

Pero aún no logro comprender nada de lo que sucedió después.

No sé en qué estaba pensando ella cuando decidió vivir un romance prohibido a los veintinueve años con un hombre mayor, casado y con hijos, quizás fue la inocencia de creer que encontraría el amor aquí también, quizás fue la inseguridad de estar en un país completamente extraño. Ambos empezaron una relación como amantes, lejos de los ojos de la señora Müller, una mujer amargada que solo había accedido a casarse con Keith por la reputación de su familia, o eso creo yo, porque no encuentro otro motivo para poder estar con ese hombre, tampoco entendí los motivos de mi madre.

La relación duró casi seis años, hasta que mi madre se encintó. Entonces todo cambió, el hombre que ella dijo conocer desapareció y se convirtió en el frío y calculador señor Müller que siempre ha sido. La despidió y le ofreció una buena cantidad de dinero para que se fuera sin contarle nada a nadie, debía guardar las apariencias y el escándalo que significaría una relación con una empleada le atemorizaba. Prometió darme el apellido cuando naciera y darle a mi madre una pensión para que nada le faltara. Lo primero lo cumplió y lo segundo obviamente no, nunca necesité ninguna de las dos cosas de todas formas.

Con el dinero del soborno que mi “padre” le dio a mi madre por su silencio, ella logró arrendar una habitación en una casona que pertenecía la señora Louis, a una anciana amable que siempre le ayudó y que la asistió en mi parto, porque sí, no nací en un hospital, nací en una tina llena de agua caliente y con marcas de sarro en los bordes. Esa casona fue mi hogar durante los primeros dos años de mi vida, hasta que mi madre logró estabilizarse y comprar una pequeña casa muy cerca de la de la señora Louis. Su trabajo como profesora en un colegio privado nos ayudó a vivir bien durante mucho tiempo, como una familia normal. Tenía deudas que pagar y trabajaba más de la cuenta para poder solventarlo todo, recuerdo verla llegar pasada las nueve de la noche, con las ojeras oscuras manchándole los bellos ojos esmeraldas, que parecían apagarse con cada día que pasaba, más cansada con cada hora, más exhausta, más delgada, más débil. Pero ella siempre tenía una sonrisa para los demás, para sus vecinos, para los profesores de mi escuela, para todos. Me habría gustado ser la mitad de lo que ella era.

Lo bueno dura muy poco y por más perturbadora que suene la idea de tener que enterrar a una madre, tuve que hacerlo a los once años. Murió de un cáncer que había ocultado todo el tiempo y que no había tenido el dinero suficiente para tratar. La única que sabía de su enfermedad era la señora Louis, quién se encargó de cuidarme los próximos tristes meses luego de la muerte de Adelie, un 19 de mayo. La anciana, quién era viuda y podía comprender lo que la muerte significaba, intentó darme todo el amor que una anciana como ella podía darme y me cuidó lo mejor que pudo.

Pero no fue suficiente para el estado.

Mi madre se había encargado de dejar un testamento que me heredaba todos y los pocos bienes que ella poseía y que podría retirarlos cuando cumpliera la mayoría de edad, ella se preocupó de todo lo que podía pasar después de su muerte, pero se olvidó de algo importante. Quizás debió haberle dado mi tutela a la señora Louis antes de morir, quizás no supo cómo hacerlo, quizás pensó que estábamos tan solos en ese país que nadie se daría cuenta que ella había muerto y yo podría quedarme para siempre con la anciana, su única amiga en toda la vida. Pero no ocurrió, un día llegó la policía a la vieja casona de la señora Louis, habían encontrado a alguien más joven que se hiciera cargo de mí, habían encontrado un familiar. Habían encontrado a mi padre.

La separación de esa casa fue dolorosa y más tortuosa de lo que se puede imaginar. De alguna forma, esa vieja casona, con esa anciana viuda representaban aun lo que mi madre era para mí, representaba aun ese calor hogareño que se podía disfrutar en barrios como el mío. Y de un día para otro, casi tan repentino como fue la muerte de mi madre, me lo quitaron todo.

No entiendo cómo fue que el señor Müller me aceptó en esa maldita casa, quizás los 12 años sabiendo que había dejado abandonada a una mujer con el hijo de ambos fueron suficientes para hacer su conciencia tan pesada como un elefante, quizás se sintió más tranquilo al estar ya separado de su esposa. Pero yo no quería estar allí, yo no quería pisar esa casa, porque entendía que ni ese magnate ni ninguno de sus cuatro hijos que tenía me aceptarían en absoluto.

- ¿Quién es él, papá?- recuerdo la voz de Daniel, el mayor, no como una pregunta inocente si no como una que exige explicaciones. La única vez que he visto al señor Müller en verdaderos problemas fue cuando tuvo que explicarles la situación a esos cuatro niños: Daniel, Max, Andrew y Cassie, la menor, recuerdo que ella fue la primera en abandonar la sala, ante los gritos y ataques de furia de los demás niños. Con 11 años no le importaba en absoluto si tenía otro hermano o no.

Los primeros meses en esa casa trascurrieron con aparente tranquilidad. Era verano y los Müller salieron a vacacionar a otro país, obviamente me negué a ir. Me sentía más cómodo con la servidumbre, de todas formas siempre pertenecí ahí, la sangre me llamaba. Establecí una buena amistad con una de las cocineras que conoció a mi madre, Ana. Solía hablarme de mi madre y conocí toda su historia desde que llegó a la casa Müller gracias a ella y logré sentirme un poco más en casa, Ana guardaba un afectuoso cariño hacia Adelie que no tardó en transmitirme.

Pero cuando el verano llegaba a su término todo pareció empeorar. Me enteré de la muerte de la señora Louis, los médicos dijeron que murió mientras dormía, pero yo sabía que lo que realmente la mató fue quedar completamente sola en esa casa. Su muerte me marcó y poco a poco comencé a encerrarme más en mí mismo. Mi amor por los videojuegos empezó en ese entonces, me recuerdo encerrado en mi habitación jugando todo el maldito día. Era mejor que estar afuera.

El señor Müller nunca se preocupó por eso, decía que era la edad y que ya se me pasaría al ingresar a la escuela,  y lo que hizo fue inscribirme en el instituto al que asistían mis demás hermanos. Una escuela para ricos a la que nunca me logré acostumbrar.

Y desde los primeros días de clase empezaron mis verdaderos problemas.

Mi espalda chocó violentamente contra un casillero.

- Escúchame, Teo-  Daniel, que era tres años mayor que yo me había empujado y me tenía acorralado contra la lata. Tras él estaba Max y otros chicos mayores que tenían toda la cara de ser los matones de la escuela – No le vas a decir a nadie que eres mi hermanastro- su antebrazo se estrechó contra mi cuello y sentí como me faltó el aire por unos segundos – Si llevas nuestro apellido es de mera suerte, porque tu madre era una puta oportunista que…-

- ¡No te metas con ella!-
a pesar del miedo que me causaba la fuerte fisonomía de adolecente de Daniel, me atreví a empujarle e hice que retrocediera un par de pasos.

- ¿Vas a decirme que es mentira?- mostró los dientes blancos en una sonrisa que me pareció ser muy cruel para la edad que tenía – La historia de la empleada de cuarta que se embaraza del jefe para hacerse con su fortuna…- mientras hablaba sentía que la ira en mi interior iba creciendo poco a poco – Tu madre no era más que una…- salté sobre él y le golpeé en la cara, interrumpiéndole. Algo en mí se liberó cuando sentí su mejilla sonando como una bolsa de papas. Inmediatamente sus matones me tomaron y empezaron a golpearme, recuerdo con especial dolor las patadas que me dieron en el suelo y que me dejaron moretones que tardaron semanas en desaparecer.

- ¡No voy a tolerar esto, Teo!- tres horas más tarde, Daniel estaba escondido tras su padre, aparentemente temblando. Había llegado diciendo que intentó ayudarme en la escuela y que yo le había rechazado y le había saltado encima como un animal salvaje. Había inventado una historia tan creíble que incluso yo llegué a dudar de lo que había hecho y me había sentido de pronto, culpable - ¡Entiendo lo que has pasado pero tus hermanastros están aquí para ayudarte! ¡Estarás castigado! ¡No cenarás hoy! ¡Vete a tu cuarto!-  por algún motivo ese día no me animé a mostrarle las heridas que escondía tras mi uniforme de escuela, de todas formas no me creería y yo no caería en el mismo juego de Daniel. Me encerré en mi cuarto y ni siquiera comí cuando Ana subió sigilosamente un sándwich para mí. No me importaba si moría de hambre o no, de todas formas estar en esa casa era un suplicio. Notaba el desprecio de mi padre y mis hermanos, estaba en un lugar al que no pertenecía. Quería irme de ahí.

- ¿¡Cassie!? ¿A dónde vas, niña? ¡Cassie, vuelve aquí!- detuve el videojuego que estaba jugando cuando sentí unos pasos acelerados por la escalera que corrieron por el pasillo y se encerraron tras un fuerte portazo. Oí al señor Müller hablar fuera del cuarto de Cassie, que era continuo al mío.

- Entiende que es por tu futuro, amor- oí unos golpes suaves en la puerta del lado – En poco tiempo tendrás una competencia, no puedes desconcentrarte ahora- volví a mi juego al saber de qué se trataba. Al parecer desde muy pequeña Cassie mostró un increíble talento para el tiro al blanco, había visto una demostración suya en el evento de apertura de la escuela y era una tiradora genial, como las elfos de los videojuegos. Pero incluso yo, que apenas la conocía y que apenas había cruzado palabra con ella había notado que eso no era lo que realmente la apasionaba.

Los pasos del señor Müller se fueron por el pasillo y todo quedó nuevamente en silencio.

 Y a los pocos minutos, unos sollozos me volvieron a desconcentrar. Intenté continuar con mi juego, recuerdo claramente que era un boss final al que me estaba enfrentando, pero no pude matarlo. Cassie estaba llorando en la habitación del lado. Detuve el juego y me acerqué a la muralla.

- Cassie…- no sé porque esa vez tuve ganas de hablarle, quizás porque sentí que ambos éramos unos incomprendidos en esa casa. Los sollozos se detuvieron forzosamente - ¿Estás bien?-

- Déjame en paz- un golpe seco sacudió la muralla del lado y despegué mi oreja de ahí, sobresaltado. Me sentí un poco molesto ¿para qué me preocupaba de ella? Seguramente era igual que sus demás hermanos.

- ¡Bien!- mascullé bajo, pero lo suficientemente alto como para que ella me escuchara al otro lado de la muralla - ¿Entonces podrías dejar de llorar? ¡No puedo jugar en paz!-

- ¿¡Crees que voy a seguir tus órdenes!?-
sentí sus pies contra el piso y como abría la puerta de su habitación bruscamente para luego abrir la mía con la misma violencia. Me puse alerta y me preparé para controlar a una histérica niña, pero la imagen que cruzó el umbral de la puerta me conmovió. Parecía querer parecer enfadada, pero los ojos llorosos y el cabello oscuro pegándose a su cara por las lágrimas me parecieron adorables.

Estaba temblando dentro de ese pijama color rosa.

- ¿Estás bien?- balbuceé. La chica cerró la puerta de mi habitación y cayó sentada en mi alfombra, tapando el rostro con sus pequeñas piernas. Me puse repentinamente nervioso ¿Qué haría yo con mi hermanastra pequeña llorando? ¡Si el señor Müller…o peor. Si Daniel la descubría aquí llorando seguramente inventaría una historia mucho peor a la que contó de la escuela!

- Ca-Cassie…- me acerqué a ella y me senté frente a ella, sin saber que decir.

- No me gusta competir – balbuceó entre lágrimas – Yo…yo quiero entrar al grupo de porristas, pero papá no me deja….dice que no es para señoritas-

- ¿Y por qué simplemente no lo haces a sus espaldas?-
el rostro triste de Cassie subió para mirarme un poco asustada.

- ¿Mentirle a papá?-

- O convencerlo de que puedes hacer las dos cosas-
la chica se quedó pensando unos segundos, luego se encogió de hombros.

- No quiero practicar más tiro al blanco-

- Pero tu papá se enfurecería-

- No me importa, siempre lo hace-
infló los cachetes en una mueca infantil y posó sus ojos castaños sobre mi pijama – Me enteré lo que pasó con Daniel…-

- ¡Juro que no es como él lo dice!-

- Lo sé…-
me miró a los ojos y esbozó una pequeña sonrisa – Daniel siempre ha sido un idiota, cuando éramos más pequeños le arrancaba la cabeza a mis muñecas y luego decía que lo había hecho porque yo había tirado sus auto de juguete por la escalera…- solté el aire en un suspiro. Fue inevitablemente tranquilizador que alguien me creyera - ¿Te ha golpeado?- llevó una mano a mi rostro para inspeccionarlo en la penumbra, sus dedos eran suaves.

- No en el rostro…- aparté la mano con cuidado y me puse de pie. Levanté un poco la camisa de mi pijama – Sus matones me molieron a patadas- Cassie se puso de pie junto a mí con una mueca de enfado en el rostro.

- ¡Siempre está con esos tontos! ¡No los soporto!- caminó hasta mi cama y se sentó en ella – Pero valió la pena, mañana tendrá que ir con la mejilla hinchada a la escuela- soltó una pequeña carcajada y tomó uno de los mandos de mi Nintendo 64  - ¿Este juego se puede jugar de a dos?-

Me acerqué a la cama y tomé otro cartucho.

- No, pero este sí- Cassie volvió a sonreírme cuando saqué el videojuego que estaba jugando y lo cambié por el que acababa de tomar.

Desde esa noche, las golpizas y las burlas por parte de mis hermanastros se hicieron más soportables. Desde esa noche, no me sentí tan solo como antes.

Desde esa noche, Cassie y yo nos volvimos inseparables.

- ¡Cassie! ¡Escúchame!- los mismos gritos de cada viernes, otra vez papá estaba intentando castigar a Cassie por algo. La pequeña niña que se atemorizaba con mentirle a su padre había crecido, ahora tenía 16 años y se había vuelto una chica rebelde y desobediente. Me encantaba.

Dudé unos segundos en levantarme e ir a ver qué pasaba, no quería verle la cara a Max o a ninguno de mis hermanastros, la noche anterior uno de ellos había entrado a mi habitación y me había tendido una mala broma.

- ¡Déjame pasar! ¡Daniel!- detuve el videojuego cuando oí su nombre. Sentí un golpe seco contra la muralla. Me puse de pie y corrí hasta la puerta.

- ¡Papá dice que quiere hablar contigo! ¡Deberías hacerle caso!-

- ¡¿Qué demonios te pasa!?- salí de mi habitación y aparté a Daniel de encima de Cassie con toda la fuerza de mi cuerpo y apenas lo logré. Se había vuelto un imbécil y musculoso hijito de papá que a los diecinueve años aún no lograba salir de la escuela.

- ¡No te metas, idiota!- el golpe que me dio en el estómago me dejó sin aire unos segundos.

- ¡Daniel! ¡Déjalo!-

- ¿¡Qué está pasando aquí!?-

- ¡Papá! ¡Daniel ha golpeado a…!-

- ¡Cállense todos! ¡Maldita sea!-


Sentí una mano suave tomar la mía y Cass me arrastró hasta su habitación y cerró la puerta con llave.

- ¿¡Qué haces Cassie!?- el señor Müller enloqueció al verla hacer eso - ¡Abre la puerta!-

- ¡Olvídalo, papá!-

Los golpes en la puerta se hicieron más ruidosos, pero no alcanzaron a ser molestos.

- ¿Qué ha pasado?- pregunté, sentándome sobre su cama. La chica se me acercó y sentó a mi lado, apestaba a alcohol - ¡Cass! ¿¡Estuviste bebiendo!?- susurré apenas, para que mi padre afuera no escuchara. Tiró hacia abajo el gorro de lana que le había prestado y que cubría todo su cabello y tapó sus orejas con él - ¡Cass!-

- Rompí con Ethan…-
balbuceó y la abracé instintivamente. Empezó a sollozar en mi hombro – Me confesó que era gay ¿puedes creerlo?-

- O-Oh…- me quedé sin palabras. Ethan no parecía esa clase de chico delicado que todos creían gay, sino todo lo contrario – Lamento oír eso…p-pero Cass. Eres una chica linda…no te deprimas…-

- ¿Tú crees que soy linda?-

- Claro que sí-
con mis manos tomé el gorro que le cubría la cabeza y se lo quité, para acariciarle el cabello – Eres hermo… ¿Cassie?- aparté mis manos de su cabello bruscamente - ¿Qué-qué le pasó a tu cabello?- la chica sonrió.

- ¿No te gusta?- infló las mejillas, ese era un gesto típico de ella – Supe lo que pasó ayer- dirigió su mano a mi cabeza y quitó el gorro que yo traía puesto – Apuesto a que fue el idiota de Daniel el que te pintó la cabeza de rosa…- me sonrojé. – ¡Así que en forma de protesta decidí pintármela yo también!- su sonrisa se ensanchó - ¡Papá se volvió loco cuando se enteró! ¡Debiste haberlo visto!- solté una carcajada.

Una mano sobre mi pierna me apartó de mis pensamientos.

- ¿Estás bien?- me encontré con los ojos de Yü, parecía preocupado – Pareces…-

- Solo estaba recordando algo…-
le di un sorbo a mi café y casi lo escupí al notar que ya estaba frio.

- Cassie…- adivinó.

Sentí como se me cerraba la garganta. Asentí con la cabeza.

- Ella fue un gran apoyo para mí después de que mi madre murió y me vi obligado a vivir con mi padre….-

Yü sonrió.

- Se notaba, incluso ambos tenían el cabello del mismo color- soltó una carcajada – No sabes la gracia que me dio verlos la primera vez-

Solté un suspiro.

- Mis demás hermanastros eran unos idiotas, una noche uno de ellos me hizo una broma demasiado pesada y me tintó el pelo rosa mientras dormía...el señor Mü…digo, mi padre, se enfureció y casi me mata-

- ¡Pero no fue tu culpa!-

- Él nunca creía en lo que decía…-
llevé una mano a mi cabello y lo sacudí. Ahora, lo que había sido una muy terrible mala broma era un hermoso recuerdo – Al otro día Cassie se pintó el pelo rosa también, para apoyarme y desde entonces ambos lo seguimos haciendo- Si, un hermoso y doloroso recuerdo -Ella también estaba harta de mi padre, nunca la dejó ser quién quería. Ese día ambos decidimos huir de casa-

- ¿¡Huyeron juntos!?- Yü soltó un suspiro de asombro.

- Ella quería olvidar a alguien, yo quería salir de esa casa, quería estar con ella. Éramos jóvenes, ella tenía dieciséis años y yo diecisiete…jamás me arrepentiré de ello-  

- Teo…- la mano de Yü, demasiado suave para pertenecer a un chico me acarició la mejilla y quitó de ahí unas lágrimas de las que no me había percatado. Su mirada se dirigió a mi mochila y se apartó de mí bruscamente para tomarla.

- ¿Qué haces?- el chico se levantó y corrió con mi bolso hasta el baño de la pequeña casa en la que nos habíamos refugiado. Me levanté un poco aturdido y corrí hasta donde se había encerrado - ¿¡Qué estás haciendo!? ¡Devuélveme mi mochila!- Ayame pasó caminando por la pequeña sala, cargando unos bidones de agua - ¡Ayame!-

- Olvídalo-
musitó secamente y atravesó la habitación.

- ¡Yü! ¡Abre la maldita puerta o la voy a tirar!- era obvio que no lo haría, recientemente habíamos logrado alejar a todos los zombies que nos habían estado asechando y un estruendo como una puerta derribada podría volver a llamarlos - ¡Esto no me parece gracioso!-  El chico no me contesto, salvo con unas pequeñas carcajadas que llegaban desde dentro del baño. Me senté a esperar fuera, confundido. Oí el ruido del agua corriendo y grité improperios hacia dentro, con la esperanza de que él me contestara. No entendía por qué demonios había tomado mi mochila.

Solo lo entendí, unos treinta minutos después. Cuando decidió abrir la puerta.

Todo mi cuerpo se paralizó al verle ahí, bajo el umbral. Con el cabello pintado de rosa.

Abrió los brazos.

- Sé que nunca seré como Cassie…- comenzó, mientras esbozaba una sonrisa segura – Pero quizás esto te sirva para saber que no estás solo…- avanzó hacia mí y sus brazos abiertos me estrecharon en un abrazo. Tenía más fuerza de la que lo creí capaz – Ella quería que fueras feliz. Sé feliz, Teo- las lágrimas comenzaron a brotar desde mis ojos y antes de que me diera cuenta estaba derrumbado contra su delgado hombro llorando como un niño pequeño, desahogándome.

- ¿Cómo voy a ser feliz sin ella?- balbuceé entre lágrimas.

- No tienes que alejarla de ti…- sus dedos se estrecharon con más fuerza a mi espalda. Quizá tenía razón, quizá podría aprender a vivir feliz con su recuerdo – Honra a tus muertos, Teo. Cumple sus voluntades- sus palabras parecían ser las justas, las que necesitaba. Lloré unos minutos contra su hombro hasta que se escuchó el chillido de la puerta y sus dedos se soltaron un poco de mí, pero no terminó el abrazo.

- ¿Sabes que Aiden no tuvo la culpa, cierto?- susurró sobre mi oído.

Lo sabía, pero no quería aceptarlo. Asentí con la cabeza

- Lo sé, pero…-

- Entonces este es tu momento para aceptarlo…-
se separó de mí lentamente y en un movimiento sigiloso llevó una mano a su cintura para tomar su arma. Miré hacia atrás.

- Me alegro que estén bien chicos…Yü…- Eden se quedó pasmado bajo el umbral de la puerta – Me gusta tu cabello nuevo-

- G-Gracias-

- ¿Qué hace el escuadrón de Scorpion contigo?-
preguntó Ayame quien acababa de llegar desde afuera y supe porque Yü había tomado su arma.

¿El escuadrón de Scorpion estaba con Eden?

- Tienen a Ethan y a Aiden prisioneros en una base militarizada de no-se-qué organización responsable de todo esto…- comenzó Eden – Scorpion quiere robar la cura…y nosotros salvar a los chicos…- el pelinegro miró hacia todos lados – Sé que Morgan querrá una muestra de la cura del virus…- sacudió la cabeza, parecía que ni él mismo lograba entender todo lo que estaba pasando – Necesitamos más hombres ¿quieren acompañarnos?-

Hubo unos minutos de silencio, intenté procesar la situación.

Aiden y Ethan estaban atrapados en una base militarizada.

Podríamos robar la cura.

Me dolía pensar en Aiden, pero en ese momento comprendí que debía tragar todo ese dolor y olvidarme de él. Cassie lo habría querido así, ella habría aceptado. Di un paso hacia adelante.  

- Por supuesto…- la mano de Yü se posó sobre mi hombro cuando me atreví a hablar – Vamos y terminemos con todo esto…- miré hacia atrás y me encontré con su rostro andrógeno, incluso se veía más femenino con el cabello pintado de ese color. Sonreí y el correspondió mi sonrisa. Quizás su gesto si había servido para algo.

Me había dado el valor.

Iba a cumplir su voluntad, la voluntad de mi amada hermana.

 

 

 

Notas finales:

¿Preguntas? ¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Le desagradó el hecho de meter un cap "aparentemente" heterosexual en el fic? Pueden dejarlo todo en un lindo - o no tan lindo- review

Gracias por leer. 

Abrazos! 


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