Haruhi
Recién llega Tsubaki de su cita con “Ryouma-kun”. No necesito levantar la vista de mi libro para saber que es ella, es decir, ¿quién más podría ser?
- Haruhi…
- ¿Qué? – Mi tono es cortante y frío. Pero ¿por qué? ¿Qué me pasa? –
- Yo…
- ¿Cómo te fue en tu cita? – Esta última palabra la solté con amargura. –
- ¡Haruhi!
- ¡¿Ahora qué?! ¡¿Te molesta que te pregunte?!
- ¡No! ¡Pero cálmate de una vez! No era una cita de verdad. Malinterpretaste todo, Haruhi.
- ¿Qué es lo que malinterpreté? ¡Tuviste una cita con un chico! ¡No hay mucho para malinterpretar!
- ¡Ryouma-kun es gay!
¿Qué? Eso me tomó por sorpresa pero… ¿qué? No entiendo nada.
- ¿Entonces para qué quiso salir contigo en una cita?
- Para darle celos a su ex. Lo cual funcionó y creo que se reconciliaron.
No puedo hablar, no sé qué decir. Me he comportado como una verdadera idiota, pero ¿por qué lo he hecho? No es asunto mío con quién salga mi hermana… aun así ¿por qué reaccioné de esa forma? ¿Me estoy volviendo loca?
- Ah, genial. Eh… aún es temprano para cenar pero si tienes hambre hay comida que sobró del mediodía.
Me levanto, agarro mi libro y me dispongo a irme a mi habitación pero ella me toma del brazo y me detiene.
- ¿A dónde vas?
- A mi habitación.
- Oh, no. Esta vez no vas a escapar.
- ¿Pero qué?
Me rodea en un abrazo del cual no puedo zafarme, se sienta en el sillón con sus brazos rodeando mi cuerpo.
- Tsubaki! ¿Qué estás haciendo?
No puedo verla pero sé que está sonriendo con malicia. ¿Qué piensa hacerme? Como si hubiera leído mis pensamientos, una de sus manos se desliza por debajo de mi remera y acaricia mi abdomen alternando para tocar mis pechos, mientras que con la otra desabrocha el short que traigo puesto y la adentra en territorio desconocido hasta para mí misma.
- T-tsubaki…-Gimo. Mi respiración se torna cada vez más entrecortada. – ¿Dónde crees que estás tocando? ¡Ey!
- Jeje… estás muy húmeda Haruhi.
- ¡¿Qu-----?! Ah… p-para… T-tsubaki…
Comienza a besarme el cuello, mi mejilla, el lóbulo de mi oreja… mientras sigue torturándome.
- Eres mía Haruhi. ¿Lo comprendes? M Í A.
- ¿Pero qué diablos estás diciendo Tsubaki?
- Me perteneces. Todo tu ser me pertenece. Tu sonrisa, tu embriagante y dulce aroma, tus ojos, tu cabello, tu sexy cuerpo y tu malditamente adictiva boca.
No me dio tiempo a reclamarle nada, volvió mi rostro y asaltó mis labios sin piedad alguna. Nuestras lenguas se deslizaban entre nuestras pequeñas y “malditamente adictivas” bocas. Dejó de acariciarme el pecho para reanudar con ambas manos la exquisita tarea que ella desde un principio le había dedicado a una. Jadeos, gemidos, estremecimientos, placer, dolor… todo eso se hizo presente en esa casa pero lo que reinaba era la pasión. Esta pasión que había tratado de reprimir e ignorar. Una pasión con un poder destructivo muy fuerte, capaz de reducir todo a cenizas.
Hacía tiempo que nos habíamos despojado de la ropa, nuestros cuerpos entrelazados reaccionaban por si solos a las caricias y besos dados en el sillón de la sala. Mi mente me decía “No es correcto” “Son hermanas” “Y además son mujeres” pero para ese entonces ya me importó un comino todo. Definitivamente me volví loca.
- Haruhi… te amo. Te amo con toda mi alma. Por eso, no dejes que nadie más que yo te saboree, te toque o pruebe tus labios. Sólo yo tengo ese derecho, porque eres mía. Ya no quiero que me roben lo que es mío.
- No lo permitiré. Te quiero Tsubaki.
- ¡Dilo! ¡Di que eres mía! ¡Di que me serás fiel y nunca me abandonarás! ¡Promételo!
- Te lo prometo. Prometo serte fiel y jamás abandonarte. Soy tuya.
El placer no tardó en hacerse presente, ambas sentimos nuestros cuerpos estremecerse, y gritando nuestros nombres alcanzamos el orgasmo.
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- Haruhi… ¿Qué estás-----? – Su voz sonaba adormilada, era obvio que estaba cansada. – Deja eso y ven aquí.
- Olvídalo, me niego a dejar todo desordenado y sucio.
- No sabía que eras una maniática de la limpieza.
- Pues lo soy.
Cuando terminé de limpiar, ordenar y aromatizar el ambiente… me giré para verla. Estaba apoyada contra el marco de la puerta del pasillo y traía un camisón de seda corto negro, que resaltaba su figura. ¡No puede verse sexy con todo! ¡Hasta con ropa harapienta se vería hermosa!
- ¿Pasa algo?
- No, Tsubaki.
- Hmmm… pues a mí me parece que estás molesta por algo.
- No lo estoy.
- Tu cara está roja.
Maldición! Odio sonrojarme. Al verla así no resisto. La acorralo contra la pared y la beso. Ella me corresponde y se aferra a mí.
- Tsubaki… que quede claro que en la escuela no podemos hacer esto. Pero… no dejes que nadie más se te acerque demasiado o se las verá conmigo.
- Yo no dejaría que nadie se me acerque a menos que seas tú.
Seguí besándola, pero tenía la sensación de que alguien nos estaba observando… cerré las cortinas y nos dirigimos a la habitación que antes era de nuestros padres para poder dormir.