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Escultura de hielo por MerrickLioncourt

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Notas del capitulo:

Lemon. Lemon. ¡Lemon!

Nivel erótico, así que preparen el agua helada y los pañuelos.

El atardecer era simplemente hermoso. El último día de primavera llegaba a su fin, la luz del sol teñía de naranja las montañas que veía de frente, una brisa muy leve y casi imperceptible levantaba los cabellos de su frente. Ni un solo sonido porducido por humanos podía escucharse en esa tarde. Esos momentos eran raros en esos días, sólo podía escuchar el cantar de los pajáros y el agua corriendo en el arroyo un poco más allá. Sus ojos observaban los árboles del bosque cercano, la misma leve brisa que golpeaba su rostro, agitaba las hojas de los árboles creando un suave murmullo apenas perceptible.

 

Se enderezó en su lugar y cambio de posición para sentarse totalmente en la baranda de piedra, dejando sus pies colgando sobre la terraza. Abajo, no muy lejos estaba la piscina, sonrió con tristeza recordando las anécdotas que habían ocurrido en esa gran terraza. La mansión no era la misma que hacía muchos años, con cien niños corriendo por la propiedad, ahora todo era más calmo, la construcción había sido reconstruía algunos años atrás siguiendo el plano original, por lo que las 25 habitaciones que alguna vez albergaron a todos los huerfanos aún existían aunque rara vez se usaban cómo recámaras. Las habitaciones de ese lado de la casa estaban desocupadas y daban al gran balcón en el que ahora se encontraba. Extrañaba aquellos días, más por las risas y la compañía que por otra cosa.

 

La luz naranja poco a poco se transformo en roja y las últimas luces del sol iluminaban el cielo. Las lamparas del perimetro del terreno se encendieron. Se acomodó una vez más estirandose, hacia ya cuatro meses exactos que no sabia absolutamente nada de Hyoga. Se había ido durante la noche sin dejar ninguna nota, no había llamado ni había enviado cartas. Suspiró con tristeza, se había convencido de que Hyoga lo consideraba su amigo, de que por lo menos tenía esa conexión con el rubio. Pero desde la última vez que hablaron no se había vuelto a comunicar con él. Pensaba en lo último que le dijo, había sido tonto, pero era más tonto ese rubio idiota que seguía empecinado en enamorar a Ikki. Shun sabía que a Ikki no le gustaba Hyoga y sabía que con cada rechazo Hyoga buscaba otra manera de acercarse al caballero del Fénix, Hyoga siempre lo buscaba para desahogarse y preguntar una nueva forma de llegar a Ikki. Shun sabía que debería sentirse dolido pero no era así, Shun quería que Hyoga se enamorara de él, que lo notara. Eso nunca ocurrió, ahora pensaba si lo más prudente habría sido ir tras el y hacerle compañía en su retiro.

 

- Pensé que habías ido con Seiya y Shiryu al cine. - Dijo Saorí acercandosé a Shun.

 

- Quería estar solo, esas salidas no son para números nones.

 

- Ah. - Dijo la joven al tiempo que posaba los codos en la baranda y se recargaba sobre ellos. - ¿No ibas a ir a cenar a casa de Ikki? - Shun volteó a verla por un segundo, la chica pudo ver las lágrimas en los párpados.

 

- Hoy no quise. - Dijo y mocionó para limpiar las lágrimas que comenzaban a salir.

 

- ¿Qué si quieres hacer? - La joven se acercó al caballero de Andrómeda y le apreto levemente el hombro derecho. Shun soltó un sonido mitad risa mitad bufido.

 

- Quisiera estar en Siberia. - Saorí asintió.

 

- ¿Esperas que este ahí? - Shun asintió. - ¿Qué tanto lo quieres? - Shun volteó a ver a Saorí y río por lo bajo, volteó el rostro y limpió una nueva lagrima.

 

- Si no estoy allá es porque quiero que este en paz, no quiero perturbarlo, si me quiere, si me corresponde... - Shun se detuvo y tomó aire. - Si me corresponde será porque ha decidido amarme a mí, no porqué quiera una relación de despecho. - Saorí lo miro con ternura. - No soy plato de segunda mesa. - Dijo con decisión mientras Saorí le acomodaba un par de cabellos detrás de la oreja.

 

- No, no eres plato de segunda mesa. - Shun volteó a verla y sonrió. - Si te pido que vayas. - Shun volteó a verla sorprendido. - Y no encuentras lo que esperas. - El semblante de Shun cambio un poco. - ¿Qué harías? - Shun no se había planteado ese escenario. Si Hyoga estaba en Sibería, estaría solo, no había nadie allá que estuviera con él, para ese entonces estaría bastante calmado y podría hablar mejor con él. Eso pensaba Shun.

 

- No lo sé, no lo he pensado. - Se sinceró con Saorí cómo lo había hecho en otras ocasiones.

 

- Se que sí lo has pensado. - Shun la volteó a ver inquisitivo. - ¿Qué pasaría si Hyoga te dice que no está interesado? - Shun dejó salir el aire de sus pulmones y chasqueba la lengua con sus dientes, Saorí miraba cómo el pequeño reproducía el mismo gesto que hacía Ikki cuándo estaba pensando en algo importante.

 

- Pues... - Shun no se había planteado esa pregunta, de verdad que pensaba que Hyoga no le correspondería al principio, sabía que tendría que ganarse su confianza y su corazón. - No lo sé. - Saorí sonrió, palmeo a su joven caballero en el hombro.

 

- Deberias pensar en eso. - Shun suspiró y se concentró en las estrellas que comenzaban a aparecer en el firmamento. - Aún es temprano, si sales ahora alcanzas a llegar a cenar con Ikki y Ariadne. - Shun sonrió, ese día no estaba para estar viendo parejitas pero si Saorí le decía que fuera por algo sería.

 

Las grandes avenidas de Tokio eran muy transitadas, en especial a esa hora de la noche, los trabajadores iban camino a su casa. El auto negro avanzaba seguro entre el tráfico. La noche había refrescado un poco y al parecer tendrían lluvia por la mañana. El viento seguía soplando levemente, el hábil conductor guíaba el vehículo a motor entre los automoviles que avanzaban lentamente en las avenidas. Shun dirigía la vista al paisaje tras las ventanillas sin ver realmente lo que ocurría más allá del vidrio, seguía pensando en las palabras de su amiga y confidente.

 

El auto se detuvo en un lugar de peaje de autobus, se despidió cortesmente de Tatsumi y bajó del vehículo para dirigirse a la entrada de un callejón. Tatsumi le había dejado en la avenida principal y ahora le tocaba caminar entre los laberínticos callejones de los suburbios. Avanzaba con paso firme y sin miedo, el viento soplo un poco más fuerte causando un poco de escalofríos en el aparentemente frágil cuerpo del castaño. Shun subió el cierre de su chaqueta hasta el cuello y siguió caminando por las callejas. Doblo en una esquina y vió el camino de cerezos que adornaban la entrada al templo del sector, se encaminó hasta el recinto y entró para hacer sonar la campana y hacer oración veces antes de seguir su camino.

 

La casa de Ikki era cómo cualquier casa normal de los suburbios de Tokio. La construcción era simple, de dos plantas, aunque tenía un sotano y un jardín relativamente amplio, en el balcón de la casa había colgadas un par de sábanas y un cobertor. El jardín de la casa estaba bien cuidado, aunque se notaba que muchas plantas habían sido colocadas recientemente, Ariadne se había dedicado a plantar todo tipo de hierbas arómaticas y flores, también habían instalado una fuente en el jardín y una banca con toldo. En el frente de la casa había pequeños arbustos que comenzaban a crecer afanosamente además de un gran rosal de petálos rosas que ya había comenzado a florecer. A Shun le daba escalofríos ver la planta en ese lugar, por lo menos habían convencido a la chica de no plantar rosas rojas, aunque a veces tenía rosas blancas en los floreros de la casa, la joven lo hacía sin mala intensión y de hecho retiraba los floreros de la vista de Shun cuando iba a cenar con ellos.

 

Shun tocó el timbre recargandosé en el pilar de la derecha que era el más alejado de la inocente planta. Paso muy poco tiempo antes de que la puerta se abriera mostrando a Ikki quién seguía portando un pantalón de vestir, camisa con las mangas recogidas y corbata.

 

- ¡Usabi! - Shun rodó los ojos, no le gustaba que le dijera así por más noble que el animalito fuera con el viajero, él era Shun, no un conejo. - ¿Ocurre algo? - Ikki molestaba a Shun frecuentemente pero la reacción del menor en ese momento era un poco inusual. Shun negó antes de pasar saliva.

 

- ¿Puedo pasar? - Dijo intentando ver al frente y desviando la mirada del rosal. Ikki sonrió.

 

- Pasa. - Dijo haciendosé a un lado. Shun entró a la casa y se quitó la chamarra y los zapatos, se puso las zapatillas para interior que eran de él.

 

- ¡Shun! - Se acercó su cuñada a saludarlo con un tierno y sincero abrazo, la joven aprovechó el gesto para tomar un florero que estaba en la mesa del teléfono justo tras de Shun y se lo paso a Ikki, el mayor tomó el florero y lo guardo en el armario. - Me alegra que pudieras venir.

 

- Tiene que venir, quedamos que los jueves es para pasarla en familia. - Dijo el mayor cerrando la puerta del closet después de guardar la chaqueta de Shun y el florero.

 

- ¡Gracias por recibirme! - Dijo el menor separandose de la chica. - ¿Puedo ayudar en algo? - Ikki sonrió.

 

- No, ya todo está listo, vamos a sentarnos antes de que se enfríe. - Los tres jovenes fueron al comedor y entre risas y muestras de cariño cenaron.

 

Por dentro la casa era amplia, la primera planta era conformada por la sala, el comedor, la cocina, el cuarto de lavado y un estudio. El sotano constaba de una habitación con una pequeña cocineta y un baño completo y contaba con una puerta que daba al jardín. La pareja le había dicho a Shun que ese espacio era para él si alguna vez quería vivir con ellos. El menor aún dudaba, Ikki y Ariadne tenían poco más de tres meses casados y no quería importunarlos con su presencia. La segunda planta alojaba las habitaciones y el baño principal. En total eran 4 habitaciones amplias, Ikki bromeaba que la casa les iba a quedar chica en cuanto los niños comenzaran a llegar. Por el momento dos de las habitaciones se encontraban vacías, mientras que una era usada por Ariadne cómo espacio personal.

 

Después de cenar, Shun ayudó a Ariadne a recoger y lavar los platos, cuándo Shun entró a dejar los platos la joven hábilmente guardo en la alacena un pequeño florero con una rosa roja en él.

 

- ¿Haz ido al doctor? - Preguntó la jóven mientras Shun le pasaba los platos para acomodarlos en el lavador.

 

- Fuí el lunes.

 

- ¿Y? - Shun vió hacía el pasillo un tanto aprehensivo.

 

- No hay cambios. - Suspiró entregando un tazón a la chica. - No les había dicho, porque... - Shun volvió a suspirar.

 

- No hay cambios. - Completo la chica al tiempo que le sonreía a Shun. - ¿Por qué no vas con Ikki? Debe estar en el estudio. - Shun asintió y dejo que la mujer terminara con las tareas.

 

Shun camino por el estrecho pasillito hasta llegar al fondo de la casa, a su izquierda estaban las escaleras que llevaban al sotano y a su derecha estaba el estudio en dónde, efectivamente, se encontraba Ikki.

 

El estudio era una habitación pequeña comparada al resto de las habitaciones de la casa. Ikki mantenía todas sus cosas en perfecto orden los libros de económia y derecho estaban perfectamente alineados y acomodados por título en el librero. Había dos sillas en aquella habitación, una la estaba ocupando Ikki mientras que la otra estaba recargada contra la pared junto a la puerta. Shun se sentó en la silla sin pedir permiso ni para entrar.

 

- ¿Fuíste al doctor? - Preguntó el mayor con algo de preocupación en su voz pero sin voltear a ver al otro. Shun suspiró, ante esto Ikki lo volteó a ver.

 

- Sigue igual. - Ikki asintió.

 

- Supongo que por eso no me llamaste. - Shun asintió, Ikki lo observó por un momento. - ¿Sigues con la idea de ir a Siberia? - Shun infló los cachetes varias veces antes de contestar.

 

- Hubiera ido desde hace cuatro meses si algunas personas no hubieran escondido mi pasaporte. - Dijo cruzando los brazos sobre el pecho, Ikki sonrió.

 

- No era conveniente que fueras ¿qué podrías encontrar? ¿a Hyoga destrozado y necesitado de cariño? - Shun se enfurruño un poco. - Además bien puedes llegar sin usar el pasaporte. - Ikki volvió su vista al periodico que estaba en el escritorio.

 

- No quiero ser el desquite. - Murmuro más para sí, pero Ikki le escuchó a la perfección.

 

- ¿Qué pasa si está con el desquite y no quiere saber nada de tí? - Ikki lo volteó a ver, Shun pasó saliva ¿se habían puesto de acuerdo o qué?

 

- No lo sé. - Dijo bajando la mirada.

 

- Me gustaría que lo supieras antes de ir para allá. - Dijo el mayor, su mirada era cálida.

 

- ¿Alguna vez...? - Shun se interrumpió, no quería sonar descortes.

 

- ¿Si?

 

- ¿Te gustaba Hyoga? - Ikki sonrió.

 

- No de esa forma. - Shun suspiró.

 

- No entiendo. - Ikki volteó su silla y se aceró a su hermano.

 

- ¿Qué sientes cuando vez a un hombre atractivo? - Shun abrió mucho los ojos denotando sorpresa, para casi inmediatamente sonrojarse hasta la punta del cabello.

 

- Ehm... pues... bueno yo... - Ikki estaba un tanto entretenido.

 

- ¿Qué es lo primero que notas en los hombres que te gustan? - Shun se sonrojo otro poco y chasqueaba la lenga contra sus dientes. Ikki sonrió.

 

- Supongo que... los brazos... - Dijo sin perder el color de las mejillas, Ikki sonrió si su hermanito decía que se fijaba primero en los brazos no se lo iba a refutar.

 

- ¿Qué notas en los brazos? - Shun miró a Ikki, su hermano mayor estaba sereno eso le animo a seguir hablando.

 

- Pues, que sean fuertes y grandes y que me... cubran - Dijo terminando la frase en un susurro, Ikki suspiró.

 

- Lo primero que ví en Hyoga fue su arrogancía y eso no me gusto, luego fue prepotente, luego fue manipulador y egocentrísta, al final hizo lo que era mejor para él sin siquiera escuchar razones. - Shun asintío.

 

- Si yo... llego a...

 

- Si el te respeta y te protege cómo tu anhelas, me tragare mi orgullo y recibiré a Hyoga en mi familia. - Shun sonrío con tristeza.

 

- Dicen que sigue igual, pero cada día me duele más. - Dijo llevandosé una mano al pecho. Ikki sonrió y se estiró para tomar las manos de Shun.

 

- No te preocupes por eso, debe ser el estrés. - Shun rió por lo bajo y asintió. - Quedaté, por hoy. - Pidió el mayor estrechando una de las manos de Shun, el menor sonrió y asintió. En ese momento Ariadne se asomó al estudio.

 

- Hay té y sake caliente en la sala. - Dijo sonriendo, los dos hombres se levantaron y fueron a la salita a compartir un rato más en familia.

 

- Cariño, he logrado algo inalcanzable. - Ariadne sonrió mientras que Shun le miraba extrañado. - Shun pasará la noche en esta casa. - Shun rió ligeramente, el gesto casi infantil animo a los otros dos.

 

Pasaron una hora más departiendo en la sala, tomando té y en el caso de Ikki un par de vasos de sake tibio. A Shun le agradaba Ariadne, su apariencia estaba a medio camino entre Esmeralda y Pandora. Era una mujer menuda, apenas alcanzaba el 1.60 de estatura, era delgada y su tez era morena clara. El rostro afilado de la chica tenía una bella armonía. Sus ojos azul claro contrastaban fuertemente contra su color de piel y el negro azulado de su lacio cabello. El acentó de su japonés no era muy marcado, aunque llevaba poco más de 5 años viviendo en el país. Cada vez que los ojos de Ikki se cruzaban con los de la chica era cómo si chispas volaran por los aires, a veces era en sentido figurado, otras era muy literal. El cosmo de Ikki reaccionaba de manera particular y Shun podía ver pequeñas áreas negras en el piso de madera. A Shun le gustaba la manera tonta en la que su hermano mayor y su esposa se veían a veces y los pequeños detalles entre ambos, cómo hacía un rato cuándo Ariadne había limpiado la comisura de los labios de Ikki con una servilleta o algunos días en los que la mujer llevaba el almuerzo a su esposo y comían juntos en el parque frente a las oficinas de la Fundación Graudge, o cuándo Ikki llegaba a casa con un ramo de flores o aquella vez en que sin dinero, había hecho un ramillete con servilletas de colores y se lo regalo a la chica. Quería eso para él y quería que quién se lo diera fuera un hermoso rubio de ojos azules.

 

Shun se estiró, para desperezarse, abría y cerraba los ojos, estaba cansado y sin poderse reprimir bostezó abiertamente. Ikki sonrió ante el gesto, ya era tarde y los tres tenían que descansar.

 

- Debo llamar a Saorí, para decirle que me quedare. - Ikki asintió.

 

- Antes de eso, hay algo que queremos decirte, tío Shun. - Ariadne golpeo juguetonamente el brazo de su joven esposo. Shun estiro los brazos al frente para luego ver a su hermano.

 

- ¿Puede esperar hasta mañana? - Ikki sonrió, su hermano se caía del sueño.

 

- Puede esperar hasta dentro de nueve meses, no 7 meses. - Dijo la chica con una sonrisa marcada.

 

- Entonces me lo dicen luego. - Dijo el menor mientras se levantaba y tomaba el teléfono de la residencia para llamar a la mansión, dijo unas pocas palabras, colgo y fue al baño del primer piso a lavarse los dientes.

 

Ariadne e Ikki se quedaron recogiendo los trastos, Ikki lavó los vasos y guardo lo que ya no se iba a ocupar.

 

- ¡Ikki! - El gritó les llegó desde las escaleras del sotano, Ikki se preocupo pero se tranquilizó cuando vió a su hermano correr hasta ellos. - ¿Tío Shun? - Ikki sonrió y vió a Ariadne mientras la jalaba para abrazarla. - Pero... pero... tú... - Dijo señalando a Ariadne. - Yo... - Dijo, respirando agitadamente. - ¿voy a ser tío? - Ikki sonrió y jalo al menor para unirse los tres en un abrazo. - ¡Voy a ser tío! - Dijo el menor cuando rompieron el abrazo. Shun estaba en medio de una ensoñación, su hermano iba a ser papá, fue en ese momento que un detalle en espeifíco que se le había pasado por alto captó su atención y sin más, se dió la vuelta y bajó al cuarto del sotano dejando la puerta abierta.

 

- ¡Shun! - Un leve toquido se escuchó en la puerta. Shun estaba sentado en la cama con la mirada fija en el piso. Ikki se sentó junto a él. - No cambia nada, Shun. Eres mi hermano y seguiras siendolo por el resto de mi vida, tal vez tengamos que hacer algunos ajustes, pero el amor que siento por tí no va a cambiar, tal vez la forma en que lo demuestro. - Shun agitó un poco los hombros. - Seguiré estando ahí para tí. - El menor suspiró.

 

- No, Ikki. Creo que habrá ocasiones en que tendrás que elegir, y pues... lo vas a elegir a él. - Dijo cerrando los ojos. - Pero no me puedo enojar, es mi sobrino y también dejaría muchas cosas de lado por estar con él. - Shun sonrió timídamente ante la idea. Ikki devolvió el gesto y revolvió los cabellos de su hermano. - No quiere decir que no me voy a poner triste si no estás ahí para mí. No tuve a mi padre a mi lado, no quiero ser la razón por la que mi sobrino no tenga al suyo cuándo lo necesite. - Ikki abrazó fuertemente a Shun y besó sus cabellos.

 

- A dormir - Dijo Ikki levantandosé de la cama y golpeando levemente el hombro del menor. - Debes descansar, si no hay cambios, para mí son buenas noticias. - Shun sorió mientras veía a su hermano salir de la habitación y entrecerrar la puerta.

 

Se quedó un momento sentado viendo la gran estancia. Era básicamente un mini departamento. En el rincón opuesto a la puerta estaba la cama, en la cual se encontraba en ese momento. Frente a ésta, había un armario Shun tenía algo de ropa ahí por insistencia de Ikki, pero nada que pudiera usar para el trabajo. Junto al armario, había un pequeño escritorio que se encontraba limpio. Junto a la puerta, del lado derecho, estaba el baño completo, inclusive tenía una pequeña tina. Del lado izquierdo de la puerta estaba la pequeña cocineta con un frigobar y un horno eléctrico. La alacena estaba vacía. Entre el baño y la cocineta había un pequeño comedor. Lo único que faltaba era un sillón o una salita. Shun volvió a suspirar antes de levantarse y comenzar a desvestirse, no le molestaba dormir en ropa interior o desnudo si era necesario. Se acomodó entre las cobijas y se quedó dormido en cuanto puso la cabeza en la almohada.

 

El silencio del lugar era cortado por leves jadeos y suspiros, la cena yacía abandonada en la pequeña mesa del cuarto, el fuego de la chimenea brillaba levemente, hacía poco que se había apagado, pero nadie se molestaba en alimentarlo, la temperatura del lugar era por demás tibia y a los dos que se encontraban sobre la cama poco les importaba si el fuego en la chimenea seguía ardiendo.

 

El rubio estaba inclinado sobre el pecho de Iakov, lamía la tetilla izquierda del jovencito con dulzura y deseo. Al mismo tiempo, la mano izquierda de Hyoga acariciaba la tetilla contria, con movimientos circulares del pulgar mientras que la mano derecha sujetaba firmemente la cintura de su amante.

 

- ¡Hyoga! - Dijo en un suspiro el joven bajo el. El rubio dejo la tetitlla y besó el hombro derecho de su amante, subió lentamente, hasta llegar al cuello del muchacho, ahí se entretuvo otro rato, lamiendo y chupando la comisura entre el cuello y el hombro. - ¡Hyoga! - El llamado era más urgente, Hyoga bajó lentamente las manos hasta las caderas del chico y lo acarició sobre la tela del pantalón de pijama que estaba usando, entonces Hyoga siguió avanzando por el cuello, hasta llegar al lobulo de la oreja dedicando las mismas atenciones que antes diera. - ¡Ah! - El nuevo jadeo soltado en su oido, hizo que todos los vellos de su cuerpo se irguieran, besó levemente la sien del muchacho y subió una mano para acariciar su rostro, sin retrasarse más, unió sus labios a los de Iakov, dando un beso suave, masajeando los belfos con la lengua y poco a poco saborear, chupar y hasta morder los labios de su compañero. Iakov comenzaba a mover las caderas a un ritmo candencioso e invitante. Hyoga rompió el beso y bajo hasta el cuello besando la manzana de adán, al tiempo que metía ambas manos en el pijama y apretaba las caderas del joven. Siguió con su boca el camino inverso que antes había trazado del lado derecho hasta llegar a la tetilla izquierda. - Hmm... Ah - El cisne levantó un poco las caderas de Iakov para agarrar mejor el trasero al tiempo que su boca chupaba el pezón izquierdo. - ¡Hyoga! - El aludido dejo el pezón para incorporarse un poco y quitarle el pantalón de pijama a Iakov que a ese punto ya le estorbaba. Los suspiros de Iakov hacían erizar la piel de Hyoga y lo invitaban a seguir con las caricias. Hyoga acarició los muslos del menor con las llemas de los dedos. Iakov cerró los ojos cómo muestra de su extásis total, mientras que Hyoga acariciaba suavemente sus partes íntimas, un leve toquido, el suficiente para que Iakov sintiera el calor de su mano. - ¡Hyoga! - Eso al rubio le fascinaba, la entrega total con la que el más joven mencionaba su nombre, si tan solo fuera aquel que Hyoga realmente quería, esa noche no iba a pensar en el, esa noche era de Iakov. Hyoga sujetó firmemente el falo del menor y comenzó a masajearlo, levemente primero caricias delicadas que hacían que el jovencito se arqueara y abriera la boca para dejar salir leves suspiros causados por el placer. - ¡Hyoga! - Iakov se arqueo completamente, dejando caer la cabeza sobre la almohada, fue en ese momento en que Hyoga llevó su boca hasta la intimidad de su amante y comenzó a succionar el pene al tiempo que acariciaba los muslos y los testículos del chico. Los jadeos se hicieron constantes y pronto un líquido transparente comenzó a salir del ureter del muchacho. El mayor dejó su tarea para acercarse y besar a Iakov en los labios, mientras que con una de sus manos, presionaba el ureter para retrasar el orgasmo.

 

Las manos de Hyoga se movían sobre los costados de Iakov, acariciando su piel levemente, suavemente Hyoga tomo a Iakov por la cintura y le dió la vuelta para acomodarlo sobre sus codos y rodillas. Hyoga besó la espalda de su compañero desde la nuca hasta el coxis. Tomó la intimidad del chico y comenzó a masajearlo levemente, los jadeos le dijeron a Hyoga que Iakov estaba una vez más casi en la cúspide del placer, el santo bajó el pantalón de su pijama y colocó su erecto miembro en el trasero de Iakov. El menor dejó escapar un leve quejido cuando Hyoga comenzó a empujar sus caderas contra la entrada. Poco a poco con cada movimiento, se fue abriendo paso en el interior del otro. Hyoga ya no escuchaba los jadeos de Iakov o la cantidad de veces que lo llamó por su nombre. El cisne estaba concentrado en el propio y puro placer que le estaba brindando el compartir cama con el chico. Después de un rato, la intensidad de los movimientos y la estimulación previa hicieron que ambos, Hyoga y Iakov terminaran en un orgasmo intenso que los dejó sin aliento y tratando de tomar aire.

 

Hyoga besaba la espalda del menor y la acariciaba cariñosamente, mientras que sentía cómo temblaban las piernas del chico. Hyoga se dejó caer en la cama, jalando consigo al muchacho, el cisne jaló una de las sabanas y con ella limpio el semen que Iakov había arrojado en su vientre. El santo besó los hombros de su amante - ¡Iakov! - Dijo por fin en un suspiro. - ¡Oh, Iakov! - Le dió la vuelta al muchacho y le besó los labios. Se quedaron un momento acostados, el caballero acariciaba el rostro y el pecho del chico entre ausente y mesmerizado. El tronido de una ramita en la chimenea le hizo regresar a la realidad, se incorporó y fue al armario por sabanas limpias. Iakov se levanto y se colocó el pantalón del pijama. No era la primera vez que tenían sexo, de eso ya hacía casi tres meses, Iakov pasaba los fines de semana de jueves a lunes con Hyoga bajo el pretexto de llevar comida y ayudar en lo que pudiera.

 

- ¿Estas bien? - Hyoga le acariciaba levemente el brazo y Iakov sonrió.

 

- Después de algo así, es difícil recuperarse. - Dijo dando un par de respiraciones profundas. Hyoga sonrió y lo besó en los labios.

 

- Entonces vamos a la cama, es tiempo de descansar. - Dijo al separarse y jaló al menor al lecho, se cobijaron con una manta simple. El verano de Siberia era cálido pero el campamento estaba cerca del gran glaciar, por lo que aún hacia frio pero era más soportable para Iakov.

 

En cuanto se acostaron, el menor se quedó profundamente dormido, sin embargo, Hyoga seguía pensando en Ikki. Adoraba al muchachito que dormía en sus brazos y Iakov lo amaba sin restricciones, por el bien del chico encerraría todos los sentimientos que albergaba. No le mostraría a nadie lo que realmente sentía y si tenía oportunidad de regresarle el favor a Ikki, definitivamente lo haría. Se hizo esa promesa, pensando en qué no volvería a ver a Ikki y no habría forma de que Ikki sintiera por sí mismo lo que Hyoga había sufrido al perderlo.


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