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Escultura de hielo por MerrickLioncourt

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El patio del campamento era una zona de desastre total. Había restos de una nube de polvo y nieve que poco a poco se iba asentando, poco de lo que había en el patio conservaba aún vestigios de lo que antes había sido. Las hojas del portón estaban dobladas en forma de embudo, dejando ver el lugar en el cual habían sido golpeadas con una fuerza descomunal. Debido a la fuerza del golpe, habían derribado parte del techo de los cuartos que habían golpeado al abrirse. La bomba del agua se había doblado hacia los establos quedando inservible y el trineo estaba volcado junto a la carreta. La vista de todo aquello lo dejó sin aliento, Shiryu debió estar bastante desesperado por entrar si causo semejante destrucción. El  aturdimiento inicial estaba pasando, el desorden lo había desorientado brevemente y la adrenalina fluía por su sangre. Ni siquiera sentía el frio golpeando su torso desnudo o la nieve que sus pies descalzos iban aplastando.


- ¡Iakov! – El grito resonó en las paredes del recinto. Estaba tan desesperado que sus ojos recorrían aquel lugar tratando de encontrar algo que se pareciera al chico, pero todo lo veía igual. Con el corazón latiendo desbocado, se dirigió a la cocina, el lugar más cercano en el que el muchacho podría encontrar refugió ante aquella eventualidad. La cocina estaba casi intacta, de no ser por los vidrios rotos de las ventanas y los sartenes que se habían caído con la vibración del golpe.


- ¡Iakov! -  Llamó un poco más calmado, se asomó bajo la mesa, había restos de platos rotos y la cesta del pan, pero no había señales del chico. Salió una vez más al patio, tal vez en la bodega, frente a la cocina. Apenas llegó a la puerta se dio cuenta que el muchacho tampoco se encontraba allí. La puerta de madera de la bodega se había partido en dos, pero estaba firmemente cerrada y con la tranca puesta por fuera. - ¡Iakov! – Volvió a gritar, no quería ni pensar en que estuviera dañado o inconsciente, Hyoga no se consideraba tan fuerte, no podía perder a Iakov, simplemente no podía, el muchacho se había convertido en su mundo. Se giró para ver el trineo volcado. Se iba acercando a aquel sitio cuando notó algo recargado contra la pared del establo. El corazón se le encogió.


Recargada contra la pared exterior del establo, estaba la camioneta. Las llantas traseras en el aire y la caja recargada contra el techo. Desde dónde estaba no podía ver la cabina del vehículo, el chico no habría podido refugiarse en la cabina, pero no era eso lo que había lanzado su corazón a su garganta. El polvo se estaba asentando por completo, tomó aire y se acercó al punto en que cofre del vehículo hacía contacto con el suelo. Un grito de dolor e impotencia dejo su garganta.


La sangre cubría parte del rostro, los ojos estaban cerrados y una de las piernas estaba en una posición extraña. Con sumo cuidado arrastró el cuerpo inconsciente hasta tenerlo frente a él. A veces el destino era cruel. Iakov había quedado inconsciente en el triángulo formado por la cabina, el motor y el suelo. Era un espacio pequeño, algunos vidrios del parabrisas estaban incrustados en la piel del adolescente. Hyoga agachó su cabeza hasta tocar con su frente los cabellos del menor.


- ¡Iakov! – Llamó con cuidado, como si su amante estuviera durmiendo y no quisiera despertarlo de repente. A pesar de la fría coraza que había construido alrededor de su corazón, Hyoga derramaba lágrimas de impotencia, apenas y sentía el pulso del chico. - ¡Iakov no me dejes! – Beso tiernamente las mejillas y la frente ensangrentada del menor, tenía que hacer algo, pero ¿qué? El trineo estaba volcado, a la carreta le faltaba una llanta y la camioneta era completamente inservible. No se iba a arriesgar a lastimar más al chico llevándolo a caballo, en medio de la desesperación no podía pensar en algo más. Un solo pensamiento, una sola necesidad acudió a su mente aunque en ese momento no consiguiera nada, tenía que intentarlo. - ¡Athena, ayúdame! ¡Por favor! ¡Ayudame a salvar a Iakov! – El santo del Cisne elevó su cosmo levemente para dar calor al muchacho y llamar a su diosa.


Un breve destello brilló frente a Hyoga pero no lo vio, sus ojos seguían vigilando el pecho de Iakov que se movía levememente.


- ¿Por qué habría de ayudarte, Hyoga? – El mencionado levantó la vista para encontrarse con Kiki, el chico se veía molesto, cómo si no quisiera estar ahí, pero al mismo tiempo ahí estaba.


- ¡Kiki! Ayúdame a llevarlo a un hospital, ¡por favor! – Era casi una súplica a la que cualquiera hubiera reaccionado de inmediato, sin embargo, Kiki no se movía.


- ¿Por qué? – Hyoga lo veía desesperado. – Es un simple ser humano que no debía estar en estos dominios. – Hyoga abrió los ojos con sorpresa, aquello era cierto, Iakov no debería estar en el campamento, pero el tono de desdén de Kiki no era propio de aquel chico.


- ¡Es un inocente! – Terminó por gritar el Cisne. Kiki podría tener razón, pero ellos cómo caballeros tenían el deber de proteger a los inocentes e indefensos.


- No Hyoga, no es inocente. – Le refutó Kiki apretando los labios y moviendo la cabeza negativamente. – Ese muchacho hizo cosas para lastimar a Shun, con la intensión de lastimar a Shun. ¿Por qué habría de ayudarlo? – Hyoga suspiró recordando los desdenes que el chico le había hecho al santo de Andrómeda, volvió sus ojos al rostro inconsciente frente a él, no podía perderlo, no a Iakov el…


- Lo amo, Kiki. – El aprendiz inclinó levemente la cabeza. Hyoga repitió con un tono más convincente. – Amo a Iakov. Si el muere, si lo pierdo, no podré perdonarme. – Kiki dibujó una leve sonrisa. – Ambos, Iakov y yo, hicimos mal, no fue intención de ninguno de los dos lo que le haya pasado a Shun, pero si no me ayudas, Iakov no podrá disculparse. – Hyoga acariciaba distraídamente los cabellos y rostro del muchacho inconsciente con la mano derecha, mientras que con la izquierda sujetaba el hombro izquierdo del chico. - ¡Por favor…! – No pudo terminar la frase, sin darse cuenta, estaba en el pasillo de urgencias de un hospital en algún lugar de Rusia.


Una sirena sonó en afuera mientras que dos enfermeras pasaban corriendo junto a él, las puertas del hospital se abrieron dejando pasar una camilla con alguien inconsciente y conectado a muchos tubos, por un instante pensó que era Shun, hasta que un paramédico pasó junto a él con un niño en brazos.


- ¡Mami! – El niño llamaba a la mujer en la camilla, aunque llevaba una bolsa de hielo en la cabeza y un brazo vendado, intentaba abalanzarse sobre la camilla. El paramédico achucho al pequeño tratando de calmarlo, aunque no daba mucho resultado. Un paramédico con un maletín se acercaba por el pasillo.


- ¡Ayúdeme! – Le llamó Hyoga desde el suelo, el profesional volvió la mirada, se iba a seguir de largo hasta que vio al chico en el piso.


- ¿Qué ocurrió? – Dijo mientras sacaba una lamparita de mano de un bolsillo de su chaqueta y se acercaba al muchacho.


- Un accidente de auto. – Fue lo primero que se le ocurrió pero no supo si el paramédico lo escuchó. El hombre comenzó a gritar órdenes al resto del personal presente. En pocos segundos, una enfermera había llevado un collarín y otro paramédico se acercaba con una camilla para traslado. Alguien se acercó al Cisne y le colocó una chaqueta sobre los hombros. A partir de ese punto, las cosas dejaron de tener sentido. Vio que los profesionales se llevaron a Iakov en una camilla y alguien lo guio por un pasillo hasta un privado, ahí lo dejaron hasta que otra médico entró al cuartito.


- Vengo a atender tus heridas. – Hyoga negó levemente con la cabeza.


- No estoy herido. – La mujer sonrió al tiempo que sacaba una palangana del carrito de atención y la llenaba con antisépticos.


- Las quemaduras por hielo no duelen hasta que la piel se despierta. – Hyoga volvió la vista al ver que la mujer sumergía un pedazo de algodón en el líquido antiséptico y lo llevaba a sus pies. – ¿Desde dónde lo trajiste? – Preguntó mientras continuaba limpiando las heridas en el pie derecho del santo. Hyoga guardó silencio. – Podemos preguntar por los accidentes recientes. – El santo se frotó la frente con algo de desesperación, ¿Qué Kiki no lo pudo enviar a un hospital de la fundación? – Dime tu nombre. – El cisne decidió que no podía mentir, tenía que decir la verdad.


- Hyoga Kido. – La mujer dejó de lado su trabajo y se levantó apresuradamente.


- Debimos empezar por eso. – Dijo antes de salir y dejar al joven solo. Al poco tiempo apareció un doctor en el consultorio, era el mismo que lo había atendido en la aldea, Iosif. El mismo médico que atendía a los heridos del campamento.


- ¿Qué ocurrió? – Hyoga suspiró, no sabía bien que decir, así que explicó lo mejor que pudo.


- Algo se salió de control y un amigo entró por la fuerza al campamento. – Iosif suspiró. – En realidad no sé qué ocurrió, lo encontré inconsciente debajo de la camioneta. – El médico suspiró.


- Marina, consigue ropa para el muchacho y llama a la aldea de Ivraham, diles que estamos atendiendo a Hyoga y a Iakov. – La enfermera asintió y salió del consultorio, Hyoga ni siquiera se enteró en que momento había entrado. – Iakov está grave, entrara al quirófano en unos minutos pero hasta dónde sabemos su vida no corre peligro. – Hyoga asintió y volvió la vista al piso, avergonzado. – Ahora, tú seguirás las indicaciones de la Doctora Pavlova. – Hyoga asintió y la médico que le había atendido regresó al cubículo para curar las heridas de los pies.


Una hora después, Hyoga se paseaba por el área de urgencias del hospital. Las butacas estaban casi vacías, solo un par de personas ocupaban las sillas de un rincón y se mantenían en silencio, leyendo la biblia y repasando un rosario entre los dedos. Sus pies habían comenzado a escocerle pero no le daba importancia, no era algo grave y las botas que le habían conseguido eran cómodas y no le lastimaban. También le habían conseguido una camisa térmica y un suéter negro. Seguía caminando de un lado a otro en la pequeña sala, escuchando sin prestar atención a la televisión encendida, algo de unas chicas desnudas en la catedral de San Petersburgo. Nada de lo que ocurría en el mundo o a su alrededor le importaba, necesitaba que le dijeran algo, lo que fuera, sobre lo que ocurría en el quirófano con su amado.


Iosif lo jaló por el hombro y le indicó que lo siguiera. Fue tras él y entraron a un cubículo al final del pasillo de consultorios. El doctor llevaba varias radiografías en las manos y las colocó en el cubo de luz que colgaba en la pared.


- Iakov tiene severas lesiones en la cabeza y la columna. – Hyoga veía las placas iluminadas por la luz, pero no sabía a qué exactamente se refería el doctor. – El golpe en la cabeza es severo, ya se controló la hemorragia en esa zona y esperamos a que desinflame en las próximas horas para colocar la placa. – Iba entendiendo palabras clave y su corazón comenzaba a encogerse cada vez más. – Hay una lesión en la espalda, pero no podemos operarlo ahora, hay que esperar a que se desinflame, además tiene la pierna derecha fracturada con un desplazamiento leve y cuatro costillas rotas. Es un milagro que no tenga daños en los tejidos blandos. – El doctor volvió la vista para encontrarse con Hyoga hecho un mar de lágrimas. – Hijo, Iakov está grave, no te voy a mentir, pero tengo fe en que se repondrá. – El santo del Cisne suspiró y asintió. – Ivraham llegará mañana en cualquier momento, ve a descansar, lo necesitas. Marina te consiguió hospedaje. – Hyoga levantó levemente la cabeza.


- Me quedaré hasta que Iakov salga del quirófano. – Iosif asintió y sonrió, salió del cubículo dando una palmada en la espalda al más joven. Era de esperarse que no quisiera irse del hospital. Iosif se dirigió al mostrador para realizar un par de llamadas antes de regresar a la sala de enseñanza del quirófano.


En otro hospital, más pequeño y escondido, el caos comenzó cuando en medio de una de las salas apareció Shiryu con un inconsciente Shun. La clínica se encontraba casi vacía, a excepción de un guardia y una enfermera que estaban siempre de guardia en caso de emergencia. La mujer presionó un botón y se acercó al chico con un estetoscopio y otros instrumentos para evaluarlo. El Dragón se alejó para dejar que atendieran a su amigo. Tenía sospecha de lo que había ocurrido, se recriminó su inacción, debió ir al campamento en cuanto tuvo confirmación del romance entre Iakov y Hyoga, debió ir al campamento en cuanto supo que Iakov había marchado con los víveres.


El elevador al fondo del pasillo se abrió dejando pasar a dos médicos y un camillero.


- Casi no respira, sus latidos son erráticos y no tiene respuesta neuronal. – Shiryu cubrió el rostro con sus manos tratando de ahogar un grito. Ikki lo mataba, pero no era Ikki el que más le preocupaba.


- Preparen el quirófano y la sala de terapia intensiva, llamen al equipo médico que estén aquí en 10 minutos. – En pocos segundos el corredor quedó desocupado y los únicos sonidos que se escuchaban eran la respiración de Shiryu y las ruedas de la camilla al alejarse rumbo al quirófano de aquella sección de “Investigaciones Clínicas” de la Fundación Graudge.


Pasaron pocos minutos antes de que el elevador volviera a abrirse, tres doctores bajaron del carro sin detenerse ni le prestar atención al Dragón, con paso apresurado se dirigieron al quirófano. Si mal no recordaba el mayor, el anestesiólogo y el neurólogo eran dos de los que acababan de llegar.


- Será mejor que vaya a la sala de espera general, le llamaremos si ocurre algo. – El guardia le hablaba con tono calmado, no era bueno que el muchacho se quedará ahí o sufriría una ataque de ansiedad, arriba lo podrían tratar en tal caso. Shiryu iba a comenzar a negarse cuando el elevador se abrió una vez más y por el bajaron otros cinco doctores y un carro de refrigeración con unidades de sangre. - ¡Por favor! – El guardia le cerró el paso antes de que se pudiera acercar al personal y le indicó el ascensor. No tenía opción.


Mientras subía, sacó el celular de su bolsillo y busco entre sus contactos. Salió del carro y caminó por los pasillos del hospital hasta llegar a la sala general de urgencias. Había mucha gente, al parecer un accidente con un autobús de pasajeros un poco más temprano y algunos accidentes de tránsito. Salió del hospital con la mirada fija en el aparato entre sus manos y llegó hasta unas bancas que rodeaban una fuente. Seguía viendo el celular analizando la pantalla y las letras que le mostraban, no había querido que le hablaran a Ikki, tenía que hacerlo él, simplemente no tenía suficiente coraje para hacer aquella llamada a esa hora de la madrugada. Podría encender su cosmo e Ikki llegaría, pero se enfrentaría a la furia de Ariadne y sus reglas de “normalidad”. Suspiró y lentamente movió su pulgar a la tecla de marcado.


Una mano interrumpió su movimiento, volteó a ver a la persona, no permitiría que le robaran su teléfono tan fácilmente. Su molestia desapareció en cuanto vio al hermano mayor de Shun frente a él. Entonces no supo que hacer, jaló aire antes de hablar, pero lo único que atinó a hacer fue negar insistentemente. No necesitaba más que eso, Ikki abrazó a Shiryu.


- ¡Gracias! – Shiryu cerró las manos que habían caído a sus costados para formar un puño, ahí estaba el Fénix agradeciéndole por sabrá dios que. - ¡Gracias por no dejarlo solo! ¡Gracias por traerlo aquí! – Shiryu tímidamente rodeó al mayor con sus brazos. – Va a estar bien, va a salir de esta. – Shiryu sabía que aquello lo estaba diciendo para escucharlo en voz alta y así creerlo.


- ¿Cómo…? – Shiryu soltó a Ikki y lo veía a los ojos. El Fénix estaba alterado y un poco asustado, pero no había enojo en los ojos del caballero.


- Sentí su llamado, si logró proyectar su cosmo hasta mí, aquí lo iba a encontrar. – El Dragón asintió. - ¿Te han dicho algo? – Shiryu negó con un movimiento de cabeza.


- El equipo médico bajo hace unos minutos, me pidieron que subiera a la sala de espera – El Fénix sonrió y apretó el hombro de Shiryu de forma amistosa.


- Vamos adentro, todo va a estar bien. – El fénix suspiró, repetirlo no lo hacía verdad, pero le ayudaba a mantener la cordura.


Las horas pasaban, el cielo seguía pintado de negro, esa noche estaba durando un poco más de lo normal, la noche en su corazón ya se había instalado, no iba a descansar hasta que le dieran noticias de Iakov. Ivraham ya había llegado, y Iakov llevaba ya 10 horas en el quirófano. No le importaba el tiempo que tuviera que esperar, pero quería al chico en sus brazos, quería saber que estaba bien.


- ¿Qué ocurrió con tus amigos? – Hyoga no había pensado en ellos desde que había encontrado a Iakov, hasta entonces pensaba en Shun. Ahora, que ya había recobrado la careta de hielo.


- Shun se pusó mal y Shiryu se lo llevó. – El anciano asintió y suspiró.


Iosif se acercó a ellos con una sonrisa en los labios.


- Iakov está mejor. Tuvimos complicaciones durante la cirugía, pero ya está estable, estará en cuidados intermedios dos días antes de que lo trasladen a Moscú. Estará más cómodo en el hospital de allá y ahí lo trataran de la columna. Podrán verlo unos minutos, aún está en recuperación, les avisaré en cuanto esté en su cuarto. – Ambos hombres asintieron. Ivraham sonrió abiertamente, mientras que Hyoga suspiro con alivio, lo que al anciano le sonó a desesperación.


- Iakov es fuerte y estará bien, ya verás que dentro de poco no lo podrás sacar del campamento con nada. – El anciano palmeó la espalda del caballero, el cual asintió.


Esa tarde Hyoga regresó al campamento para encontrar un problema muy grande. Los animales se habían salido de los corrales y faltaba el reno macho y el caballo. Así que muy a su pesar, paso ese y el día siguiente arreglando lo mejor posible el portón y los corrales. Terminó por llevar a los animales que quedaban a la granja de la aldea, para su alivio, encontró al caballo en la granja, pero al reno nadie lo volvió a ver.


Conforme pasaban los días la esperanza y la desesperación iban creciendo. Iakov se había recuperado muy bien, y su espalda no requería cirugía. En una semana más, podría salir del hospital. Hyoga ya había preparado un departamento en Moscú para quedarse una temporada, el abuelo Ivraham volvería a la aldea, ya que según su perspectiva, no haría más que estorbar al caballero del Cisne quién tenía todo bien controlado. Las cosas estaban saliendo bien, así que Hyoga se concentró en un asunto pendiente.


Caminó un poco para alejarse del bullicio de la capital, la nieve había comenzado a caer casi incesante desde hacía una semana. Encontró el lugar perfecto en un parquecito solitario al que casi nadie asistía. Encendió su cosmo levemente, lo suficiente para llamar a Kiki.


- No me gusta que me agarren de burrito de carga. – Dijo el menor antes de siquiera saber para que lo quería el Cisne. Hyoga sonrió.


- ¿Me puedes llevar a Japón? – Kiki sonrió ampliamente, y sus ojos brillaron un poco amenazantes.


- No. – Hyoga suspiró, tal vez pudiera convencer al joven lemuriano. – El avión en el que llegaron Shun y Shiryu sigue en el hangar del aeropuerto, pero te queda algo lejos. Puedes llamar a Saorí y pedir que lo envíe al aeropuerto de Moscú. O puedes ir al aeropuerto y comprar tu boleto a Narita, el viaje dura unas seis horas. – Hyoga cerró los ojos y suspiró. – Es en serio. – Con eso último, el joven desapareció dejando al Cisne solo en medio del parque.


Sin más remedio y faltando una semana para el alta de Iakov, Hyoga se dirigió al aeropuerto, aquél asunto debía finiquitarse lo más pronto posible.


El frío le hizo despertar, abrió los ojos de golpe y levantó la cabeza. Se había quedado dormido una vez más y ahora le dolía el cuello y la espalda por dormir en una silla y la cabeza que había quedado recargada en el frio vidrio. Maldecía al pobre vidrio, no solo le causaba dolor de cabeza y un despertar brusco, también lo mantenían alejado del único ser humano con el que hasta hace poco más de dos años se había relacionado abiertamente. Fijo sus ojos en las líneas del monitor y los números que mostraban junto a estas, paseo luego su vista por cada uno de los aparatejos hasta que se enfocó en el rostro dormido de Shun. Por lo menos en lo que se podía distinguir entre los tubos que entraban por su nariz y boca y los cables que se ajustaban a su pecho y cabeza. Extendió su mano y posó las yemas de los dedos sobre la imagen del rostro de su hermano menor. Las lágrimas lo traicionaban, podía sentir los latidos del corazón de su hermano, su hermanito luchaba por vivir pero se estaba cansando. Los aparatos a su alrededor le ayudaban a seguir en la lucha, pero el respirador artificial se encendía cada vez con mayor frecuencia. Todo aquello lo asustaba mucho, no podía perder a su hermano, y menos por una tontería cómo aquella.


Sabiendo que nada iba a cambiar, se levantó de la silla y caminó por el pasillo hasta llegar a un elevador. Estaban en la parte privada del hospital, el área reservada para todos con el apellido Kido, necesitaba ver un poco más de gente y un café.


Bajó del elevador bajó en el segundo piso, las personas ahí no hacían mucho caso de lo que subía o bajaba en el ascensor. Era un piso de atención hospitalaria normal, y la entrada al elevador privado estaba en el área de Pediatría. Los niños que no estaban en sus cuartos en ese momento, veían un espectáculo de teatro guiñol que explicaba por qué la gente se enfermaba. Ikki sonrió, últimamente cualquier niño le sacaba una sonrisa al guerrero más serio de Athena, si Shun lo viera… pero Shun no lo veía, estaba en coma desde hacía dos semanas. Los doctores lo habían salvado por los pelos y no había nada que los doctores o Saorí pudieran hacer para mejorar su condición. Inclusive Hades se había negado a responderle si su hermano viviría o no. “Lo que ocurre contigo y con Shun está fuera de mis capacidades” Fue la escueta respuesta del dios del inframundo. “Lo que quiere decir que no tiene ni idea de cuando van a morir o cómo” le había susurrado Minos al oído cuándo Ikki dejaba la mansión en la que vivía el dios.


Caminó distraídamente hasta llegar a la máquina expendedora en el primer piso. En ese momento, prefería unas sabrosas papitas a comida de la cafetería del hospital. Estaba seleccionando el producto cuando en el reflejo de la máquina vio el rostro de la persona que menos quería ver en esos momentos.


- Vaya, vaya, vaya. – Dijo con sarcasmo mientras pulsaba la selección de producto. – Al fin te apareces. – La ironía era más que clara. El fénix se agachó para recoger sus papas. – Si me disculpas. – Dijo empujando al otro levemente.


- Ikki. – El aludido se detuvo unos instantes.


- ¿Qué quieres, Hyoga? – El Cisne había vuelto a su habitual interpretación emocional, ni un resquicio de sentimiento alguno asomaba a su rostro. Ikki sonrió con sorna. - ¿A qué has venido?


- A admirar mí obra. – Hyoga abrió los brazos, su rostro seguía siendo la perfecta mascara de hielo que tanto le había instado Camus a lograr. El mayor hecho la cabeza atrás y dejó salir un sonido gutural que imitaba una risa sarcástica.


- No tenías que viajar tanto, bastaba verte en un espejo para que admires la perfecta escultura de hielo en la que te convertiste. – Hyoga suspiró. Era cierto, las emociones del Cisne ya eran un misterio incluso para Iakov, pero eso no significaba que no sintiera o que fuera indiferente al dolor que había causado. – Te lo advertí, Cisne. – El nombre de su constelación fue dicha con tanta frialdad que a Hyoga le pareció estar hablando con un espectro del Hades. – Dañaste a la persona que más me importa en esta vida. – Aún no había reacción. – Desaparece de aquí si no quieres convertirte en un cadáver viviente. – La amenaza era más que clara.


- Quiero saber cómo está, solo quiero saber que ésta bien. – El tono de voz monótono del caballero de los hielos era exasperante, con razón Camus estaba siempre solo.


- ¿Te parece que este bien? – Hyoga suspiró soltando el aire levemente y de apoco. El aspecto de Ikki era sobrecogedor. Su cabello estaba completamente despeinado y algo enmarañado, estaba lo más flaco que le había visto en años, su piel se veía seca y enferma y sus ojos estaban hundidos y decorados por muy marcadas ojeras. La ropa no estaba tan descuidada, podría decirse que la cambiaba con regularidad, pero no había dormido bien en algún tiempo.


- No lo sé Ikki, tú no te ves muy bien. – Ikki bufó ante el comentario e hizo ademán de irse.


- Iakov está fuera de peligro, saldrá del hospital la semana que viene. – El comentario hizo que el fénix se diera vuelta con la furia encendida en los ojos. – En realidad no sé lo que pasó, pero a Shiryu podría interesarle saber eso. -  El fénix se acercó al Cisne, todo en el daba miedo, pero Hyoga no reflejaba emoción alguna.


- A mí no me importa lo que le pase a ese chico. – Hyoga asintió. – Aléjate antes de que le diga a alguien que aquí estas y conozco a tres que están desesperados por ponerte las manos encima. – El Cisne se alejó unos pasos del fénix ante esas palabras. Ikki hizo moción una vez más de irse, pero antes volvió el rostro al Cisne. - ¿Lo amas? – Hyoga parpadeó, no se esperaba la pregunta, el gesto hizo que Ikki sonriera internamente, Hyoga no era completamente de hielo.


- ¿A quién? – Ikki volvió los ojos al Cisne y suspiró. Era obvio que al Fénix no le interesaba el chico ruso. - No Ikki, yo amo a otra persona, yo… - Hyoga bajó la mirada. – Nunca quise lastimar a Shun yo… me deje llevar por prejuicios y concepciones erróneas, pero… Fue mi error darle alas, y mostrar esperanza en dónde no había ninguna. – Hyoga se mordió los labios. – Entre nosotros no pasó nada más que besos y arrumacos, le dije que no haría promesas huecas y yo… - El Cisne suspiró, al final había fallado, su comportamiento había dejado mucho que desear. – No entiendo que ocurrió con Shun, si hubo algo que pude hacer para evitar su dolor, me gustaría enmendarlo, pero ahora no puedo. – Ikki asintió.


- Shun está en coma. – Hyoga bajo la mirada, no había nada más que pudiera hacer. – Le diré que viniste a verlo. – La mirada inquisitiva del Cisne no pasó desapercibida, pero prefirió no dar explicaciones. – Pero no le hará bien si sigues aquí. – El Cisne volvió a asentir y esta vez fue él quien camino hacía la salida del nosocomio. Ikki suspiró y se encaminó al comedor.


El recorrer los pasillos le hacía recordar el terror que había vivido cuando los doctores le confirmaban que el desgarre en el corazón se había abierto un poco más, pero que tenían confianza de poder retirar la espina que prevenía que la herida cerrara apropiadamente, pero la pesadilla había comenzado cuando descubrieron que tenía dañados varios órganos por lo que parecía ser el ataque de “explosión de galaxias”. No tenía sentido para nadie, excepto para Ikki. Shun, el eterno guardián de la paz había estado recluyendo su poderoso cosmo en sí mismo, era cuestión de tiempo que algo así ocurriera. Herido por su propio poder, el menor se debatía entre la vida y la muerte.


Ni bien se acomodó en la mesa cuándo vio al personal movilizarse, un par de especialistas que atendían a Shun se encontraban en el comedor, pero se levantaron rápidamente al tiempo que revisaban las pantallas de sus celulares.


- Equipo de alta especialidad, código azul en zona dorada. – Ese era el código de paro cardiaco en el ala en la que se encontraba su hermano, el único paciente ingresado. Dejó las cosas abandonadas en la mesa y salió corriendo hacía el elevador.


- Les he dicho que no hagan eso, no pueden vocear los códigos, no saben si los… - Ikki alcanzó a escuchar mientras pasaba frente al escritorio de informes. - ¡Hey! – Alguien le llamaba pero no le interesaba lo que tuvieran para decirle. - ¡Señor Kido! – Ikki sabía que el ascensor de visitantes estaría cerrado, su mejor oportunidad era colarse al ascensor que subía en emergencias, tenía que llegar junto a su hermano.


El elevador acababa de abrirse y por él bajaba un chico de limpieza con algunas bolsas, empujó al conserje y se metió a la caja pulsando repetidamente la tecla de cierre.


- ¡Ikki! – Apenas escuchó la voz de Seiya y alcanzó a ver cómo un guardia de seguridad lo sometía.


Las puertas del elevador se cerraron, no podían apagarlo porque lo necesitaban para trasladar los equipos y a su hermano en caso de ser necesario. El tiempo en el ascensor se le hizo eterno, al fin las puertas se abrieron, pero ya lo estaban esperando. Un hombre rubio, más alto que el Fénix y con cara de pocos amigos le aplicó una llave de lucha greco romana para luego dejarlo oprimido contra la pared del pasillo. Ikki veía a lo lejos a los doctores entrando a la habitación de Shun, todas las alarmas estaban encendidas. Trató de zafarse del agarre con el que lo tenían sometido, pero al ver aquellos ojos dorados comprendió que si quería soltarse tendría que destruir medio hospital.


- ¡Radamanthys! – El juez apenas y lo volteó a ver, no podía sostenerle la mirada. Una alarma dejó de sonar, pero a Ikki ya no le importaba, lo único que quería era llegar hasta Shun, pero Wyvern se lo impedía.


Fueron menos de 10 minutos, que a Ikki se le antojaron eternos. Menos de 10 minutos y las alarmas del piso quedaron en silencio. Su corazón dio un vuelco cuándo vio a los técnicos sacar el respirador y el desfibrilador del cuarto, pasaron junto a él pero no pudo ver sus rostros, fue hasta que entraron en el elevador que el juez le soltó. Aunque más tranquilo, Ikki se apresuró al cuarto para ser interceptado por el médico a cargo del tratamiento de Shun.


- ¡Ikki, Ikki! – El Fénix vio al galeno con algo de molestía. – Tranquilo, está desorientado, no puede hablar, no lo hagas hablar. No estará despierto mucho tiempo le pusimos un medicamento para el dolor que lo hará dormir… - Ikki empujó al doctor quién se dio por vencido, si alguna vez tuvo la atención del muchacho, la perdió apenas mencionó la palabra “despierto”.


Las puertas del elevador de visitas se abrieron dando paso a Seiya y Seika, ellos iban al hospital para que Ikki pudiera ir a casa con Ariadne y dormir un poco. Los hermanos iban llegando a la clínica cuando escucharon que voceaban el código azul en la habitación de Shun. El Pegaso vió con disgusto al juez del inframundo, quién se deslizó sigilosamente al elevador y desapareció de aquel lugar.


Seiya se apresuró a la habitación del menor de los santos, mientras que su hermana se acercó a platicar con el médico.


Ikki besaba las manos de un adormilado Shun, Seiya podría saltar de felicidad, pero no quería confiarse, los ojos de Shun comenzaron a cerrarse una vez más, y se quedó dormido, por lo menos ya no dependía de los aparatos para mantenerlo con vida, había ganado la primera batalla. Seika sonreía con tristeza mientras escuchaba lo que el médico le decía, una pequeña victoria, sería pequeña pero para ellos era cómo ganar la guerra.


La tarde en Tokio era hermosa, el cambio de estación se hacía notar en cada árbol del parque. Volvió a suspirar, no se decidía a dejar caer aquella carta en el buzón, no sabía si algún día llegaría a su destino. No sabía si alguna vez podría volver a hablar con Shun. Su corazón se agitó un poco, si el menor perdía esa batalla, sería su culpa. Con un último suspiro, introdujo la carta en el buzón y se retiró de aquel lugar.


La nieve ya lo cubría todo, en Moscú tenían 4 horas de luz al día, en la aldea la noche se había instalado hasta la siguiente primavera. Hyoga esperaba en la puerta del hospital al muchacho. Aunque le preocupaba Shun, era a Iakov a quién le contaba las respiraciones. Era a ese muchachito del que estaba pendiente de los latidos de su corazón. Siempre fue Iakov y esperaba algún día, disculparse con su amigo por las tribulaciones que le había hecho pasar. Suspiro dibujando una gran sonrisa mientras guiaba la silla de ruedas al auto que los llevaría a su nuevo apartamento. Por qué aunque Hyoga fuera una escultura de hielo, sus sentimientos hacia Iakov, eran profundos y sinceros.

Notas finales:

Casi al final. Estoy armando la serie de fanfics a la cual ya pertenece esta historia. Solo quisiera su consejo en algo... ¿Con quién quieren que se quede Shun? ¿Con un dios o con un mortal? 

Tomaré en cuenta sus opiniones y la más comentada ganará. Tengo un par de posibles pretendientes (dioses) ya veré quienes serían los pretendientes humanos (podrían ser personajes originales) o un Crossover con algún otro anime/libro/tv show/película. Pero no me decido aún si Shun debería quedarse con un dios o con un humano =P 

El en epílogo 2 (y capítulo final) se revelará parte de la trama de la "continuación", si entre comillas, porque aún no se si empezar por el principio, por en medio o por el final.  


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