Encontré un Marimo
Todos los días tengo una rutina y esta comienza a las 4 de la mañana. La primera cosa que hago después de alistarme y cambiarme para salir es ir al mercado a comprar ingredientes. Todo lo que compro es fresco y de buena calidad, no cocino con nada sospechoso. Zeff es mi padrastro por así decirlo, no me adoptó formalmente no tenemos lazos sanguíneos pero es como mi familia. El me enseñó a amar la cocina y lo recuerdo cada vez que se me hace difícil levantarme temprano. Hoy no fue la excepción, todo transcurrió tranquilamente, mercado – restaurant, empezar a cocinar, abrir el Baratie y atender clientes, obviamente las damas tienen preferencia.
Tengo una pequeña manía, que no me enorgullece, estoy consciente que es dañino pero ya se ha hecho parte de mí y el viejo me la permite. Se trata de fumar. Los otros cocineros también saben que fumo, pero por obvios motivos no lo hago mientras cocino, siempre espero un descanso donde la clientela no es tan demandante para, a modo de sacar la basura, aprovechar y fumar un poco. Lo que nunca me imaginé es ver a un tipo echado casi al costado de la basura ensangrentando durmiendo. Sé que este callejón por donde está la puerta trasera del restaurante es un lugar poco luminoso en las que se prestan las peleas y una que otra pareja curiosa por experimentar. Pero entiendo que esta persona no es alguien común y corriente, sus manos están curtidas por las batallas y los cortes lo delatan que no estuvo metido en una pelea común y corriente. Al mirarlo más detenidamente me di cuenta de una katana tan bañada en sangre como él.
-¡Vamos! ¡Lo vieron corriendo por aquí!
Probablemente aquellas personas lo buscaban a él, así que haciendo gala de toda mi fuerza, arrastré a aquel hombre dentro del restaurante. La sangre brotaba de él.
Lo cargué hasta mi habitación que queda en un espacio contiguo a la cocina, tiene una cama y sobretodo un baño propio. Pedí ayuda al viejo, tuve que mentir diciéndole que era un amigo que se había metido en una pelea, Zeff probablemente no me creyó pero no preguntó nada. Sé cómo tratar heridas, pero tenía una en el pecho en especial que necesitaba puntos. Después de haber corrido de un lado a otro tratando de buscar gasas, vendas, desinfectante y el hilo para cocerlo pudimos mantenerlo con vida. Le di gracias al viejo, no sin antes recibir un castigo sin salidas por un mes. No sé porque me molesto tanto por un extraño, pero de alguna manera no puedo dejarlo solo.
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Se despertó a las horas cuando el restaurant ya estaba cerrado, seguía muy adolorido y yo muy nervioso. De alguna manera no pensé que tuviera esa mirada tan penetrante, sentía que miraba a través de mí. Cruzamos palabras y logré presentarme, pero seguía escudriñándome con los ojos.
-¿Por qué me ayudaste? – Me preguntó. En realidad ni yo lo sabía bien, así que improvisé.
-¿Por qué dices? Bueno verte allí tirado todo ensangrentado en frente del restaurante era mala publicidad, ya sabes. ¿Acaso no es normal ayudar a alguien quien lo necesita?
-¿No te preguntaste porque estaba ensangrentado? ¿No crees que puedo ser una mala persona? – En realidad nunca me lo planteé, sin pensar ni razonar un solo segundo, te metí dentro del restaurante y me endeudé con el viejo.
-Puede ser, puedes ser buena o mala persona, pero no soy malo juzgando, no creo que seas malo. – Mentira. - Estaré aquí en la cocina por si necesitas algo.
Iba a cocinar, aunque aquel individuo no coma inmediatamente, me siento inquieto y cocinando me relajo a quedarme sin hacer nada. Recuerdo un poco mi vida, antes de irme con el viejo. De algún motivo me siento identificado, como era antes, probablemente yo también hubiese acabado en un callejón sin nadie que me ayude. Si puedo ayudarlo, no importa si nunca más lo vuelvo a ver, tal vez es solo mi conciencia o quién sabe.
Doy la vuelta para coger algunas cacerolas, y me topo de lleno con la katana del de pelo verde. Era realmente un arma muy hermosa y hasta se veía refinada, no parecía pertenecer a aquel sujeto. Será mejor que le la entregue. Soy bueno afilando cuchillos pero no se darle mantenimiento a una de estas. Me pongo en el umbral de la puerta para llamarlo desde allí, pero al parecer él está fijándose en su desnudez.
-Hey encontré esto también, supongo que es tuyo.
-Si es mío. – Me señala a que se la devuelva, pero no me da la gana y me pongo a admirar en frente de él aquella arma. Ya lo había hecho, pero me dio gracia ver su cara de fastidio, así que seguí picándole.
-Es hermosa, es una katana muy fina
-Lo es, ten cuidado o te cortará.
-No hay cuidado, mis cuchillos tienen o igual o mejor filo.
-No compares una katana con un cuchillo de cocina.
-¿Por qué no? Las dos conocen la sangre. – Aquel sujeto dejó de replicarme después de ese comentario. Supongo que es porque tengo la razón. Cualquier objeto punzo cortante en algún momento conoce la sangre, ya sea una aguja, un cuchillo de cocina o una katana. – Duerme, puedes irte cuando te sientas mejor, tus ropas están en la lavandería.
Después de decirle eso, su rostro se veía más relajado. A los minutos de regresar en efecto había caído dormido. Con el ajetreo de cocerlo como si fuese un costal o de vendarlo para que no se desangre no me había puesto a verlo con claridad. Lo único que me llamo la atención fue su cabello verde. “Es de color verde como un marimo” Su piel estaba tostada por el sol y sus facciones eran marcadas y masculinas, por su cuerpo se notaba que entrenaba, supongo que con la espada. Pensándolo bien no me había dicho su nombre, después de presentarme él no lo hizo, tal vez no quiere decírmelo. No importa él tiene ya nombre. “Marimo”