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El cielo está en tus ojos por Zeny

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El cielo está en tus ojos

Capítulo XXIII

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Era cuestión de tiempo, Itachi lo sabía.

Cuestión de tiempo antes de que Konoha volviera a sufrir un ataque que probablemente la dejaría diezmada para siempre. El poder de Orochimaru y una aldea ninja que no se comparaba con La Hoja no serían más que una cicatriz tenue junto al carnoso agujero sangrante que Akatsuki podía dejar.

Itachi podía verlo con claridad: su mente se proyectaba hacia el futuro, como si este fuera su segundo presente. Y a cada segundo que pasaba, las posibilidades de que Konoha estuviera preparada para enfrentar esta amenaza disminuían.

Lo igualmente preocupante era la noticia más reciente.

“Ha vuelto a atacar Konoha”, había dicho Zetsu con sorna, “Pero al parecer no consiguió lo que quería. El Uchiha sigue ahí.” Con eso había mirado a Itachi, quien cuidadosamente había devuelto la mirada con frialdad, como si saber sobre su hermano no causara en él otra cosa que indiferencia.

Se hacía inevitable y dos fuerzas combatían en su mente; una batalla inmóvil de la que él sólo era testigo.

El deber y el amor.

Pero tal vez esta vez ambos estaban alineados, e Itachi podía moverse en esa dirección.

Por primera vez en cinco largos años, volvería a la Aldea Oculta de La Hoja.

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Sasuke sacó el mensaje del vaso de agua con una pinza y lo colocó encima de la mesa. No tardó en hacer los cálculos, pero sí necesitó buscar uno de los antiguos mapas de su padre para poder localizar al que se suponía debían ir.

La nota no decía nada más, pero habría que ser idiota para no darse cuenta. Si alguien se había tomado el trabajo de arreglar algo tan elaborado para hacerle llegar ese mensaje a Sasuke significaba que dicha persona no quería que los ANBU se enteraran.

Extendió el mapa sobre la mesa con cuidado. Naruto comía compulsivamente de dos bananas al mismo tiempo sin perder la vista de las manos de Sasuke, y movía su vista de los puntos del mapa y las breves anotaciones que el pequeño Uchiha hacía en un trozo de papel en blanco. Finalmente, circuló con el índice suavemente una ubicación y alzó la vista.

_ Tenemos que ir aquí.

Naruto tragó y asintió. Podía notar que estaba indeciso, pero Sasuke sabía que el rubio no tenía miedo. Ambos fueron a ponerse algo que les abrigara y se enrollaron el cuello en sus bufandas. Al envolverse con ella recordó la primera vez que Naruto le había puesto suave y oscura prenda, y se dio cuenta de cuánto habían cambiado las cosas en tan poco tiempo.

El invierno era una estación efímeramente eterna.

_ Vamos. – el Uzumaki estaba ansioso, y caminaba aprisa hacia la puerta. Sasuke le detuvo del brazo.

_ Espera, Naruto.

Sasuke fruncía el ceño.

_ ¿Qué?

Todavía había algo que le molestaba, pero no podía recordar qué. Presionó los labios en una línea y soltó la muñeca del mayor.

_ Sabes que nos vigilan. ¿No podemos usar tu jutsu de teletransportación para perderlos de vista?

Naruto buscó en su portakunais y sacó una de esos curiosos kunais de tres puntas. Lo sostuvo por el mango y cerró los ojos, como si se concentrara en notar algo, probablemente el flujo de su chackra. Después de unos segundos hizo una mueca y chasqueó la lengua.

_ Gah, no puedo-tebayo. – Se revolvió el cabello con cierta frustración y guardó el arma de un ademán brusco. – Y Kurama dice que es mejor que no intente hacer nada que gaste mucho chackra por un tiempo.

Esto solo hizo que el menor frunciera más el ceño. Al ver esto, Naruto sostuvo su nuca y se inclinó hacia adelante para dejar un beso en su coronilla. Cuando Sasuke alzó la vista el rubio le sonreía.

Por más que tratara de infundirle confianza y ánimo, Sasuke podía leer la verdad en la estela de sus ojos.

_ Ya se te ocurrirá algo, ¿verdad, Tomatito-chan? – Al decir esto presionó un dedo en la sien del pelinegro, y le guiño un ojo – Tú eres muy listo.

Sasuke emitió un bufido quedo y sacudió la cabeza con lentitud.

Sintió la calidez en sus mejillas.

_ Uno de los dos tiene que usar sus neuronas.

Sabía que eso haría que Naruto se pusiera berrinchudo, como pasaba cada vez que cuestionaba su inteligencia; lo que Sasuke no había predicho era que le tirara de la nariz al tiempo que le ponía cara de zorro y arrugaba la suya.

_ Yo te digo cosas bonitas ¿y cómo tú reaccionas? Ofendiéndome. – …Le iba a dejar sin nariz si seguía tironeando – ¿No te sirvió lo de antes? – El rubio movió las cejas sugerentemente, y dibujó en su rostro canela una sonrisa juguetona. –  Tal vez tenga que hacer eso de nuev-AY!

Sasuke le golpeó en la entrepierna.

Nah, no es cierto. Sólo le dio un pisotón que hizo que Naruto se sostuviera el pie con ambas manos y empezara a dar saltitos en el lugar.

_ ¡Mocoso, eso dolió!

_ No. Toques. Mi. Nariz. – Masculló el pelinegro frotándose la nariz. Sabía que debía tenerla tan roja como la de un payaso.

Naruto bajó finalmente su pie, y le sonrió de oreja a oreja como si nada.

_ No puedo no tocarla, es que es tan linda.

… Bien, ahora no era su nariz lo único enrojecido.

Sasuke murmuró por la bajo un par de insultos y se encaminó hacia la puerta. Se sentaron en el escalón de la entrada y se colocaron las botas con tranquilidad.

La inquietud y la ansiedad que el mensaje le había hecho sentir se taimó un poco, y Sasuke sintió que podía respirar con profundidad sin que el latido de su propio corazón le ensordeciera. El haber sido capaz de decodificar aquello le devolvía confianza en las capacidades que últimamente tanto le fallaban. Su mente y su memoria aún eran la misma, si bien su cuerpo se negaba a cooperar en el entrenamiento.

Abrió la puerta.

_ ¿Carrera? – le preguntó a Naruto con una media sonrisa. El rubio correspondió con desmedido entusiasmo.

_ ¡Oh, yeah! ¡Ya verás, mocoso!

No quería pensar demasiado en cómo, a pesar de todo lo que había pasado, la presencia de Naruto a su lado aun le hacía sentir seguro.

Todo saldría bien.

Saltaron por los techos de los edificios rumbo al bosque. Sus pisadas hacían que la nieve se desplazara y cayera en los balcones y en las calles. Las pisadas de ambos eran un sonido rítmico, amortiguado y crujiente en los oídos de Sasuke. El viento le enfrió la parte de su rostro que no estaba cubierta por la bufanda, y Sasuke entrecerró sus ojos fijos en la distante localización a la que se dirigían.

Todo saldría bien.

Esa extraña e inexorable confianza le confortaba. Y le aterraba.

 

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Siguieron las coordenadas que indicaba la nota. Sasuke decidió en silencio que lo mejor sería pretender por un rato que estaban entrenando para despistar a la escuadra de ANBU que les hacía sombra desde algún punto indistinguible entre el follaje de los árboles. Después de quince minutos de lanzar kunais y shurikens a un tronco, comenzaron otra carrera por el bosque sin la intención de llegar a ninguna parte. En algún momento en el que corrían casi el uno junto al otro intercambiaron una mirada rápida, y Naruto dejó que Sasuke tomara la delantera.

El pelinegro había memorizado la ubicación, y sabía exactamente a dónde debían ir. Mientras se acercaban a Sasuke le pareció reconocer el lugar. Tal vez había estado ahí antes con Kakashi; o con su familia en el pasado.

Era vagamente familiar.

Se detuvo. Escuchó a Naruto bufar un suspiró detrás de él. Miró de un lado a otro, y dio un paso atrás.

Estaban frente a una cueva. La entrada parecía haber estado cubierta de nieve, pero esta ahora estaba apilada a los lados como si alguien la hubiera movido para hacer un pequeño pasadizo por el que adentrarse a lo que parecía la boca de un lobo albino.

Naruto vaciló tres segundos antes de adelantarse y entrar. Sasuke miró por encima de su hombro hacia los árboles antes de seguirlo.

_… ¿Qué es esto?

No había nada, y no había nadie. Repasó la vista por el estrecho espacio; Naruto y él se dieron cuenta al mismo tiempo de la corriente de aire que venía en la dirección opuesta a la que habían entrado.

_ Tal vez tenemos que seguir-tebayo – El rubio indicó el pasadizo sombrío que quedaba delante de ellos.

El pelinegro volteó de nueva cuenta la cabeza y miró detrás de sí con el ceño fruncido. Inconscientemente llevó su mano al vendaje que cubría su cuello. No tenía comezón, pero la sensación de incomodidad que sentía en su nuca desde que habían salido no se disipaba.

_ Bien – Se obligó a decir. Naruto le sonrió y tomó su mano en la suya. Le dio un suave apretón y con lentitud se adentraron en el pasadizo oscuro con la única guía de sus manos apoyadas en cada una de las paredes.

Sasuke aferró con fuerza la mano cálida y grande que envolvía la suya. Trató de no pensar en que estaba levemente sudada, y de que podía sentir el pulso acelerado de Naruto golpear junto al suyo como dos repiqueos discordantes que se perseguían el uno al otro.

Tragó saliva. Nada bueno traía que alguien los llamara a reunirse de esa forma.

_ Aaah, no me gusta la oscuridad-tebayo. No puedo ver casi nada.

_ Eres ninja, se supone que te muevas en la oscuridad, idiota.

_ Heeeey, yo soy demasiado genial como para quedarme en la oscuridad, mocoso.

_ Hn.

_ Hehehe… ¿Admites que soy genial, Sasu-chan?

Era ridículo sonrojarse por una tontería como esa, cuando su relación ya había pasado fronteras que Sasuke nunca se hubiera imaginado. Cada vez que Naruto le hablaba de esa manera tan maliciosamente cariñosa Sasuke recordaba que esa actitud era la que había desencadenado el sentimiento que había terminado en su primer beso.

_ Idiota – bufó, y un amago de sonrisa que Naruto no pudo ver apareció en sus labios. Sintió un beso en su frente, corto, suave, y las comisuras de su boca se curvaron hacia arriba.

Caminaron en silencio, sin soltarse. El sonido de sus pasos confortaba a Sasuke, y a pesar de la aprehensión que le mantenía alerta y con los músculos tensos, aferrarse a la mano de Naruto le ayudaba a regular su corazón y respirar con tranquilidad.

Debieron pasar unos cinco minutos hasta que El túnel de la cueva se torció hacia la izquierda y desembocaron en otro claro. Había una pequeña luz a la derecha que les permitía ver hasta donde llegaba. Sasuke comprobó que no había otra salida aparte de la que habían usado para llegar ahí.

_ ¿Una vela?

Sasuke entrecerró los ojos. Había movimiento entre las sombras. Unos segundos después escucharon lo que sólo podía ser un resoplido desganado.

_ Vaya que se tardaron en llegar.

Conocían esa voz. Sasuke se giró en dirección de la voz, y Naruto avanzó varios pasos hasta estar frente a la persona que los esperaba.

_ ¿Shikamaru? – el rubio sonaba incrédulo – ¿Fuiste tú quién puso el mensaje dentro de la banana?

Otro suspiro en la oscuridad. Sasuke se acercó a Naruto y decidió permanecer callado. Su mente trabajaba a mil por segundo intentando razonar aquella situación

Si el Nara necesitaba hablar con Naruto, ¿por qué enviar un mensaje que sólo Sasuke sería capaz de comprender? Era uno de los veinte códigos para transcribir coordenadas codificadas que les habían enseñado en su último año en la Academia Ninja. Kakashi le había hecho repasarlos porque le habían dicho que alguno de ellos saldría en el Examen Chunin, y que siempre era bueno tenerlos a mano. Y Shikamaru había sido el instructor asignado ese año para viajar con los genin que tomarían el examen fuera de la Aldea.

_ Sí, ¿por qué crees que le advertí a Chouji diez veces que no podía comerse ni una?

_ Ah… – El Uchiha podía percibir con claridad el desconcierto de Naruto – ¿Por eso sólo había una manzana?

Shikamaru suspiró. La luz de la vela y las sombras en el rostro del Nara parecían formar un manto tétrico en movimiento. El chico de coleta se levantó del suelo con lentitud; parecía haber estado sentado ahí un largo rato. ¿Cuántas horas había estado ahí esperando a que aparecieran?

_ Tengo algo que decirle a Sasuke. – Cuando la mirada afilada del Nara se fijó en la suya, Sasuke sintió una sensación espantosa en el estómago. No supo distinguir si esas otras sombras en el rostro del Nara eran ojeras o juegos de luz.

 

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Shikamaru no sabía cuántas veces había suspirado desde la noche anterior, pero cada suspiro le robaba energía. Lo que más deseaba en ese momento era estar debajo de su manta en su cuarto y dormir por ocho horas, al demonio con el mundo.

Sin embargo, una vez más, se veía a sí mismo priorizando a Naruto por encima de sus propios deseos. Desde hacía mucho tiempo todo lo que involucrara a su amigo se había convertido en una responsabilidad inevitable para Shikamaru. Y, porque al parecer el Uchiha se había vuelto importante para Naruto, ahora Shikamaru también debía preocuparse por él.

Su vida era demasiado problemática.

Naruto era el futuro líder de la aldea, y Sasuke un chico inusualmente fuerte para su edad. Confiaba en que ambos pudieran soportar la crudeza y neutralidad con la que Shikamaru hablaría, porque no había otra manera de dar esa información.

_ Sai y yo escuchamos una conversación entre Hokage-sama y Danzo.

El Uchiha y el Uzumaki lo observaban con atención. Podía ver la tensión que se formaba en sus cuerpos con cada palabra. El rubio estaba con los hombros cuadrados y las manos apretadas en un puño, la línea de su mandíbula tan rígida que era como si esperara recibir un golpe.

_ Danzo tiene la intención de llevar cierta cuestión al consejo, y está casi seguro de que esta vez le darán la razón y aceptarán. Por lo que escuche, no es la primera vez que han hablado sobre eso.

¿Por qué se tardaba en decir lo inevitable? El desconcierto casi vulnerable en los ojos de Naruto le hacía sentirse reticente. El temor que podía percibir en los ojos del Uchiha y que este trataba de ocultar no facilitaba las cosas.

_ Shikamaru, ¿de qué estás hablando? – El entrecejo arrugado y las líneas en la frente bronceada delataba la preocupación del rubio, y su voz estaba opacada por un atisbo de desesperación que le molestaba —. ¿De qué hablaban Danzo y el viejo?

Se suponía que Naruto fuera optimista, alegre y despreocupado. Se suponía que Shikamaru podía resolver los enredos en los que se metía como había hecho varias veces en el pasado. Se suponía que podía desviar las sombras que intentaban reptar por el camino luminoso de su futuro.

Pero se trataba del Consejo, y del líder de la Raíz ANBU. Se había pasado el día intentado pensar en una manera de solucionar aquello sin tener que decirle nada a Naruto o a Sasuke.

No pudo. Por más que le fastidiara, era una situación que estaba más allá de su alcance.

_ ¿Qué es lo que van a discutir en el Consejo? – preguntó el Uchiha con seriedad y pretendida tranquilidad. Tenía que admirar su valentía.

Shikamaru tomó aire y cerró los ojos. Las palabras eran inevitables, y sentía como si arrastrara cada una fuera de su garganta.  

_ El peligro que representa el Sharingan para la aldea.

Pudo ver como Sasuke se quedó muy quieto, y su rostro empalideció poco a poco a la luz titilante de la vela.

Shikamaru torció la boca en una mueca de incomodidad, y le dirigió una mirada de disculpa a Naruto, que no consiguió hacer otra cosa que contemplarlo con un pánico palpable. Al hablar de nuevo, el Nara no desvió la vista de la mirada congelada del Uchiha.

_ Quieren sacarte los ojos, Sasuke.

 

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Regresaron a la aldea con paso tranquilo.  Sus huellas marcaban el camino cubierto por nieve, en la aparente tranquilidad palpitaba una tensión casi palpable. Naruto no pudo resistirlo más, y se detuvo frente a él.

Estaban en la colina desde donde se podía ver el muelle donde Sasuke había practicado el katon cuando era pequeño, en el lago donde hace unos meses había aprendido a caminar sobre el agua.

Naruto no necesitaba decirlo con palabras, porque Sasuke ya sabía lo que preguntaba. Sus ojos le hablaban con una sinceridad mucho más nítida que sus labios.

¿Por qué?

Era una pregunta difícil de responder. Pero la quietud se lo hacía más sencillo, como si estuviera en un espacio que sólo él y Naruto compartían.

_ Hace cinco años mi hermano mató a mis padres.

La palabra hermano era demasiado. Revivía recuerdos, como vapores que se alzan hacia el cielo y Sasuke no sabía cuál agarrar, cual mantener cerca de su corazón. La palabra hermano quemaba en su garganta como hierro caliente, como una marca de fuego negro en su mente que nunca se apagaba. Una parte de sí no comprendía ese universo donde el amado hermano se volvió un monstruo. Por eso, a veces, quería olvidar que tenía un hermano.

_ Ese hombre.

Un hombre. Sí, porque ese hombre…

_ Ese hombre mató a mi familia.

A su madre, a su padre, a sus tíos… Ese hombre mató a su hermano. El hermano que Sasuke había adorado desde que había nacido, el hermano que jugó con él, que le hizo esperar, que fue su rival, que fue su héroe. Su hermano fue aniquilado por una sombra que tenía sus mismos ojos: Los irises refulgían en sus sueños, decorados con la sangre de los que habían caído por su espada.

_ Asesinó a todo el clan Uchiha.

El lago era un espejo en la lejanía; si Sasuke se concentraba, podía ver los recuerdos de ese día opacar el brillo blanco de la nieve y el hielo. Cerró los ojos y continuó su historia. Era la primera vez que le contaba a alguien lo sucedido esa noche.

El Hokage lo había deducido. Los ninjas también. Y la aldea se había nutrido de los chismes, como siempre, y había murmurado a sus espaldas y a sus costados. “Ahí viene el sobreviviente” “Qué horrible, ese niño… Pero mejor no acercarse” “Ah, los Uchiha siempre fueron peligrosos” “Qué desgracia para la aldea…”

Voces y voces y voces, pero ninguna mano que se acercara. Parecían describir un círculo aislante a su alrededor, que se ensanchaba más y más, hasta que llegó una instancia en la que Sasuke no podía verlos: él estaba en el centro del círculo, solo, con sus recuerdos y sus ambiciones.

Había esperado que Naruto saltara a abrazarlo de golpe, alma compasiva la suya, y que intentara en vano consolarlo. Esperar que Naruto haga lo que es predecible es una idea tonta, y ya había aprendido eso. Era de alguna forma gratificante, estar junto alguien que siempre lograba sorprenderlo.

Las manos acaneladas tomaron sus hombros con firmeza. Levantó la vista, y vio una tormenta en el azul celeste.

Como un rayo que amenaza con caer, pero contiene su fuerza.

_ Sasuke.

La línea de su boca, torcida hacia abajo, amarga e infeliz. ¿Se sentía así por él? ¿Cómo podía sentir su dolor?

“Yo también perdí a mis padres”

Era cierto.

No es como si fuera algo novedoso perder a tus seres queridos en Konoha. Los ninjas sabían que no siempre podían contar con ver la luz del día siguiente. Sasuke lo sabía; y tenía que haberlo sabido hace cinco años.

Naruto era diferente. Naruto no había temido nunca en acercarse, y había entrado al círculo como un sol que se alza en las tinieblas.

Había un indicio de lágrimas en sus ojos, que parecía guardar para después. Sus palabras eran más importantes ahora. Sasuke no sabía que iba a decir.

Kakashi le había dicho que dejara la venganza. El Hokage también. Y ahora, querían quitarle el arma más poderosa que tenía para derrotar a su enemigo.

Naruto siempre rompía las reglas.

_ Está bien, Sasuke.

Shock.

_ Yo te ayudaré a matar a ese hombre.

Cuando los ojos de Sasuke se abrieron de par en par, y sus labios se separaron inconscientemente, y su cabeza proceso lo que Naruto acababa de decir, y una debilidad desconocida azotó su cuerpo como una ola, y el peso el fuego en su pecho pareció aligerarse; sólo en ese momento Naruto lo rodeó con sus brazos y calló todo el consuelo que podía darle.

_ ... ¿Hablas en serio? – preguntó el menor con un hilo de voz.

El rubio asintió sobre su hombro, sin soltarlo, una de sus manos en la espalda baja y otra en la cabeza del pelinegro.

Se dejó llevar por su calor. Los copos de nieve caían sobre su cabello. Sopló un viento del norte que agitó sus ropas. Pero Sasuke no tenía frío.

Naruto volvió a hablar en un murmullo.

_ Pero la venganza no te dará nada. Te habrás vuelto un asesino en vano – Sintió un nudo en su garganta —. Porque los muertos no regresan, Sasuke. Lo único que podemos hacer es atesorarlos en nuestro corazón, y continuar viviendo.

Sasuke desvió la mirada hacia el lago, la mitad de su rostro oculto por el hombro del mayor.

_ Pero nada de eso importa – susurró Naruto, su cálido aliento sobre la mejilla pálida, y lo abrazó con más fuerza –. Te ayudaré sin importar qué, Sasuke.

 

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Los documentos que estaban encima del escritorio de madera se movieron por un segundo. La ventana en invierno se mantenía cerrada, la puerta no estaba abierta. Hiruzen sostuvo su pincel en el aire y lentamente alzó los ojos.

No había nadie frente a él.

Respiró por la nariz y frotó los ojos. Quizás estaba cansado. Llevaba horas sentado en esa silla y por más que se esmerara los papeles, nunca parecían disminuir en cantidad ni en importancia.

_ Los años no te han sentado bien, al parecer.

De súbito se viró hacia la izquierda. De las sombras emergió una figura que no esperaba ver. La poca luz que entraba por la ventana acristalada recortaba su figura en tonos oscuros. Estaba más alto que la última vez que lo había visto, y su cuerpo estaba cubierto por una inconfundible larga capa negra con nubes rojas. El cuello alto de la prenda tapaba su boca.

No pudo ocultar su sorpresa y estuvo a punto de ponerse de pie.

_ ¿Qué haces aquí?

Se refrenó a decir su nombre. Nada bueno traía una visita como esta, y si él se arriesgaba a tanto debía ser por algo importante.

Siguieron unos segundos de silencio. Luego, una mano emergió de la capa y desabrochó los primeros botones de la capa. Su rostro inexpresivo y perfecto no dejaba entrever sus pensamientos.

_ Antes de informarte la razón por la que he venido, quiero que me digas lo que le sucedió a Sasuke.

Hiruzen dejó salir un suspiro largo y cerró brevemente los ojos.

 

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Konoha no había cambiado mucho. El invierno que reposaba como un manto blanco en las casas y edificios envió un golpe de nostalgia a su pecho. Recordó mañanas de risa y juegos, de bolas de nieve arrojadas con precisión y picardía, muñecos de nieve y el gorro de lana que Sasuke siempre dejaba caer.

La vigilancia de la aldea no cesaba ni en las horas nocturnas, pero Itachi estaba confiado en sus habilidades para pasar desapercibido. Con esa pequeña libertad se permitió desplazarse silenciosamente de techo en techo hasta llegar a su destino.

Un par de copos de nieve descendieron hacia su cabello y sus hombros, pero no se molestó en sacudirlos. Eran como los recuerdos que se agitaban en su memoria, cálidos como el chocolate caliente que su madre preparaba y a Sasuke no le gustaba.

La ventana estaba cerrada, las luces encendidas. Podía ver hacia el interior.

Aquí vivía Sasuke ahora. ¿Cuándo se habría mudado? ¿Había sido inmediatamente después de aquella noche? ¿O poco después, o años más tarde? ¿Le habría costado acostumbrarse a vivir solo? ¿Le era fácil ocuparse de los quehaceres, de cocinar y limpiar? Había tantos detalles de la vida de su hermano que no podría saber nunca a menos que le preguntara.

Pero eso no era lo que lo tenía paralizado en el lugar.

Itachi vio a Sasuke a través de una ventana. Estaba sentado en lo que suponía era la sala, sobre una alfombra gris. Estaba rodeado por pergaminos de todos tamaños y colores, desperdigados sin orden aparente, algunos desenrollados como si los hubiera acabado de leer.

No le sorprendía que Sasuke dedicara hasta la última hora del día a entrenar o a estudiar. Sabía cuál era su objetivo y razón de tanto esfuerzo.

Su hermano no estaba solo.

Uzumaki Naruto estaba sentado frente a él, los pies cruzados sobre la alfombra. Una manta tapaba sus hombros y su espalda. Se rascaba la cabeza con un pincel al tiempo que Sasuke leía el contenido de uno de los rollos en voz alta con tono solemne. No lo escuchaba; sin embargo, Itachi podía entender lo que decía al leer sus labios. La escena que contemplaba era inesperada, completamente impredecible para sus ojos, visionarios del futuro.  Se había quedado muy quieto, sin parpadear ni una vez, y el estómago le dio un vuelco cuando Sasuke esbozó una pequeña sonrisa y sacudió la cabeza por algo que había dicho Naruto.

La sorpresa no le cegó de notar los vendajes que cubrían el cuello y una de las muñecas de su hermano.

Itachi sabía que no podía acercarse, que la ilusión de abrazar a su hermano nacería y moriría dentro de su imaginación, una imagen más conjurada por su mente.

Pensó en Uzumaki Naruto, el héroe de Konoha.  El pequeño rubio que había visto un par de veces antes de marcharse de la aldea. El hijo de Kushina y Minato. El jinchuriki del Kyuubi.

El destino trabajaba de extrañas maneras. Con una sonrisa indescifrable y oculta por el cuello de su capa, se dio la vuelta y desapareció en una bandada de cuervos.

La nieve no dejó de caer.

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Notas finales:

Lo prometido es deuda~

Qué bien se siente cumplir tus promesas xD

Espero que les haya gustado. No duden en preguntar si tienen alguna duda.

La autora de este fic venera a todos aquellos que le dejan comentarios :'3

El capítulo 24 será publicado el lunes! :'D


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