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El cielo está en tus ojos por Zeny

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El cielo está en tus ojos

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Capítulo XXVI

Sasuke sabe que no está solo, aunque no pueda ver nada. Hay una sombra detrás del pilar.

¿¡Quién está ahí!?

La sombra danza a su alrededor, fuera se su alcance. Sasuke ve los cuerpos bañados en llamas carmesí. Las manos de su madre acarician su garganta.

¡Responde! ¡Sale de donde sea que te escondas!

La tiniebla se aplasta, y entra una puerta iluminada.

—¡Sasuke!

¿Naruto?

Desconcertado. Escucha los pasos rápidos acercarse, vienen de todos lados, pero Sasuke aun busca la sombra detrás del pilar. Pero hay más de un pilar. Hay más de una sombra. Hay demasiados cadáveres.

—¡Sasuke!

Es Naruto, su luz, pero las piernas le tiemblan, y un frío siseo se envuelve en su garganta.

¿Fuiste tú?, pregunta, voz tenue, sibilante. ¿Tú lo hiciste?

—¿Quién?

Pero no es Naruto. No es Naruto quien está en la puerta.

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Despertó con un grito resquebrajado que solo se escuchó en su cabeza, pero no pudo forzar sus ojos a que se abrieran, y siguió allí dentro de la pesadilla.

 

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Danzo no pensó que volvería a sentir miedo en su vida, pero tal vez todo lo que lo había llevado a este momento no había sido más que eso, y por mucho que hubiera experimentado con el Sharingan y su propio cuerpo, sus trucos palidecían ante el poder auténtico de esos ojos rojos.

—Tu ambición fue lo que acabó contigo. – le dijo, y su voz hacía eco en todas direcciones, los graznidos de una bandada de cuervos cuando avistan una matanza. – Si te hubieras quedado quieto en tu madriguera, no habría tenido que intervenir.

Intentó responderle, pero fue inútil. Habían luchado por demasiado tiempo ya, horas nocturnas desdibujadas entre la adrenalina y el torrente de poder que le empujaba a tratar de sobrevivir. Estaba a punto de ser un nuevo día, pero Danzou tenía la terrible certeza de que no volvería a ver el resplandor de un amanecer invernal. Un dolor incandescente subió por sus piernas y empezó a carcomer su piel.

Las llanas negras consumieron su malforme cuerpo, y pronto no quedó nada. Danzo se llevó aquellas palabras a la tumba.

"Los ojos de mi hermano nunca fueron parte del trato."

 

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Sasuke despertó al calor de Naruto.

Su cuerpo le envolvía, sus brazos alrededor de su torso, y contra su espalda el pecho fuerte, tan cálido y seguro. El chackra del rubio fluía por su cuerpo y le acunaba, como estar sumergido en una tina con el agua a la temperatura perfecta. Fue suficiente para que casi olvidara lo que había pasado, y si cerraba los ojos, podía pretender que estaban en su casa, que se acaba de despertar luego de una noche de besos y caricias, y que se levantaría a preparar el desayuno en unos minutos. Que la firmeza en el abrazo que lo enclaustraba no tenía nada que ver con el miedo, y que las vendas en su cabeza y el leve dolor que podía sentir en sus entumecidos músculos se debía a las largas horas de entrenamiento del día anterior.

El Uchiha no sabía cómo, pero parecía más simple vivir en la certitud de que debía entrenarse a morir para volverse fuerte y vengarse de su hermano. Su mundo se había expandido de golpe en cuestión de semanas. Ya no era solo Naruto, la luz de su existencia, la inspiración de sus sonrisas. Ahora había razones para temer por su vida que no tenían nada que ver con aquel asesino.

Naruto, ¿qué está pasando?

Quería preguntarle, pero odiaba más que nada la herida vulnerable abierta en su pecho, la noción de que cualquiera podía arrebatarle sus ambiciones y todo lo que amaba… por sus ojos.

¿Y se supone que esto es lo que me hará más fuerte?

Jadeó de sorpresa. La pregunta lo sacudió, y el movimiento alertó a Naruto de que estaba despierto.

Labios resecos rozaron la piel bajo su mandíbula con suavidad. Se estremeció.

—Sasuke.

El pelinegro tragó saliva.

Se hizo un silencio largo. Era como si el rubio tuviera demasiadas cosas que decir, y estas poblaban la habitación, las palabras flotando en el aire como las volutas de polvo iluminadas por el frío resplandor de la mañana.

—... Sigue durmiendo. – dijo por fin, la voz algo apagada, afianzando más su agarre, y enterró su rostro en el cuello del pelinegro.

Un ardor molesto le picó sus ojos, y Sasuke los cerró con fuerza.

No quería volver a dormir y tener pesadillas, pero se quedó quieto y pretendió que lo hacía hasta que los brazos del rubio se relajaron de nuevo y pudo escuchar su respiración acompasada.

Se enfocó en los latidos de sus corazones, en la conexión de sus cuerpos y sus energías, y se forzó a pensar, de momento, solo en ellos. En lo que eran, en lo que había entre ellos, en lo que podrían hacer una vez estuvieran fuera de ese maldito hospital.

Las manos de Naruto eran más grandes, pero Sasuke trató de cubrirlas con las suyas. Tal vez, si lo intentaba, podría devolverle todo lo que le había dado.

 

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—... Y luego de investigar la casa de Sasuke, encontramos un insecto en el suelo. Tenía un leve rastro de chackra. Antes de estar seguro lo comprobé por mí mismo y le pedí a Kakashi-san que lo examinara.

Sarutobi entrecerró los ojos cuando Neji pausó en su explicación. Las manos entrelazadas y los codos sobre la mesa, tenía una mirada tan extenuada que parecía haber envejecido cuarenta años de la noche a la mañana.

—¿Qué comprobaste?

—Como sospechaba, el insecto, el chackra…Definitivamente, concuerda con una de las técnicas usadas por el clan Aburame. Probablemente fue usado para expiarlos antes de realizar el ataque.

Esto no era nada bueno. Se suponía que, por ley, los grandes clanes fueran fuerzas independientes de las divisiones de los ANBU, y de Raíz aún más. Con Danzou a la cabeza de la división, y su férreo control sobre ella, Sarutobi siempre había sospechado que este podría utilizarlos para espiar a sus propios aliados, como ya había hecho una vez con el clan Uchiha. Neji era una excepción, pues estaba directamente bajo el mando de Sarutobi y era, irónicamente, su espía.

¿Cómo se le había escapado esto?

—Necesitamos interrogarlo – dijo el Hokage.

—... Hokage-sama, me temo que eso no podrá ser. – Neji bajó la vista – Después de que Naruto nos indicara la ubicación del laboratorio, fuimos ahí, pero…

Sarutobi cerró los ojos con pesar.

—...No quedaba nada, ¿cierto?

—Solo… algunas cenizas. – dijo el Hyuuga, a lo que el Hokage solo asintió levemente.

—Él no suele dejar cabos sueltos.

—¿Hokage-sama?

—No es nada. – contestó, sin intención de dar más explicaciones. Se irguió en su silla, y carraspeó la garganta. – Creo que eso es suficiente. De todas maneras, necesitamos toda la información posible sobre esos ANBU. Lo más seguro es que sean reportados como desaparecidos si tiene familia.

—Entendido.

—Eso es todo. Puedes retirarte.

Neji se dio la vuelta en dirección de la puerta, mas a unos pasos de ella se detuvo. La luz reflejada en las ventanas detrás del escritorio de Hokage iluminaban sus ojos como una llama, y era casi imposible mirarlo directamente.

—Si me permite, Hokage-sama…

—¿Qué sucede?

—Usted sabe quién está detrás del asesinato del líder de Raíz, y la destrucción del laboratorio. – Su cara era impasible mientras hablaba – ¿Por qué no quiere revelarlo?

Con un suspiro cansado Sarutobi se puso de pie. Cruzó las manos detrás de su espalda y se giró hacia la ventana, a través de la cual podía ver toda la aldea, colorida y vibrante a esta hora del día a pesar del invierno. Como un sombrero resplandeciente, la nieve cubría los techos de algunos edificios y, si aguzaba el oído, podía escuchar los vivaces llamados de los vendedores, o las risas de algunos niños corriendo por los campos blancos, y la voz exasperada de Iruka, que con galio inhumano castigaba a sus alumnos.

Tras otro suspiró, miró al Hyuuga por encima del hombro, quien aguardaba su respuesta pacientemente.

—¿Crees que hubiera servido de algo tu protección a Naruto y a Sasuke si les hubiera informado de antemano sobre tu misión?

El aparente cambio de tema confundió un poco a Neji.

—No es algo de lo que pueda estar seguro, Hokage-sama.

—Así es. De la misma manera, no estoy seguro de si revelarles su nombre sea algo bueno. – Con esto, regresó su vista al panorama – Esa persona también tiene una misión.

Una pausa larga, incómoda.

—Ya veo.

Neji no preguntó más, y segundos después, la puerta del despacho se cerró tras sus pies.

 

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Kakashi estaba sentado en una silla leyendo, aunque llevaba más de dos minutos que no pasaba ni una página. Sasuke no sabía si lo estaba ignorando a propósito o si no se había dado cuenta de que ya estaba despierto. Naruto seguía dormido.

—¿Te vas a quedar mirándome todo el día?

Sasuke entrecerró los ojos, y no contestó. El peliplateado soltó un suspiró y cerró el libro.

—Lo siento, Sasuke.

El pelinegro no tenía idea de por qué decía eso. Kakashi apoyó sus manos en sus rodillas y se inclinó levemente hacia abajo. El movimiento casi parecía…

—No he sido el mejor de los maestros, ni siquiera cuando realmente quería serlo. He fallado demasiadas veces en proteger a mis estudiantes. A ti, a Naruto, a…  

Luego de un momento incómodo, continuó.

—Como mentor, soy una desgracia.

Forzándose a contar hasta cinco para no tirarle la almohada o la sábana o la lamparita de la mesa en la cara, Sasuke cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente.

—Esto no tiene nada que ver contigo. No es como si pudieras haber hecho algo. Eres un ninja de Konoha también, y sigues las órdenes de tus superiores.

Kakashi lo miró fijamente.

--También sé que a veces las reglas deben romperse, más cuando son totalmente absurdas.

Sasuke tragó saliva. Los brazos de Naruto lo mantenían en una stasis de calma temporal, como si estuviese encerrado en una burbuja que lo aislaba de la estampida de recuerdos y sentimientos que amenazaban con romperlo en pedazos.

La aldea en la que había nacido le había fallado.

Su sensei le había fallado.

Su familia le había fallado ya, hacía años, y su hermano era el símbolo paradigmático de esa ruptura. Los amaba y los amaría siempre, pero algo había cambiado en él; la memoria de su familia empezaba a sentirse más lejos y en su lugar estaba algo más, algo dorado y cálido que entonaba su nombre de la manera más dulce, más perfecta.

Incluso Naruto, susurró una vocecita en su interior, que lo intentaba con todas sus fuerzas, no había sido capaz de protegerlo en el momento que Sasuke lo había necesitado.

Una y otra vez la vida le repetía hasta el cansancio que no podía depender de nadie. Eso solo conllevaba a la muerte, la suya o la de los que cruzaran cerca del fuego que lo amenazaba. Ser un Uchiha lo marcaba para siempre.

Y si no fuera un Uchiha, ¿qué más podía ser? ¿quién sería sin ese vínculo, sin ese legado? Tal vez, si le hubieran quitado sus ojos y lo hubiera perdido todo, las cosas hubieran sido diferentes. Pero no. Su venganza dependía de ello, y él no podía cambiar hasta cumplirla.

—De todas maneras, eso no importa ahora. – dijo finalmente, y entornó sus párpados. Naruto no parecía perturbado por la conversación. Su respiración era pausada, su chackra y el suyo parecían mecerse a través de una conexión invisible.

Si pudieran quedarse así para siempre…

—Cuando despierte, dile que Shikamaru y Neji quieren hablar con él. – tras dar el recado, el sensei se despidió. Con el tema zanjado, no había nada más que decir.

 

Unos minutos después de que Kakashi se hubiera ido, Sakura apareció. Resopló al verlos juntos en la misma cama, pero se ahorró los regaños para otro momento. Naruto entreabrió los ojos solo para tomar la mano del pelinegro cuando este se sentó en el borde de la cama mientras Sakura lo examinaba.

—Los anestésicos ya están fuera de tu cuerpo. Tenías algunos moretones, pero gracias a Naruto ya están casi curados. – la pelirrosa le dedicó una sonrisa con la intención de darle ánimos, pero Sasuke solo pudo percatarse de lo cansado que se veían sus ojos verdes. – Creo que podrás irte hoy en la noche.

Sasuke asintió, y le dio las gracias. La Haruno se puso una mano en la cintura y miró de reojo al rubio, que seguía haciéndose el dormido. Era raro que Naruto quisiera ser ignorado en una situación cuando normalmente gustaba de llamar la atención.

—Y tú, recuerda no hacer más esfuerzos hasta por lo menos dentro de una semana. Te permito que hagas taijutsu al entrenar, pero no más. – luego miró a Sasuke – Le falta recuperarse un poco todavía. Te lo encargo.

Algo se contrajo en el pecho de Sasuke, pero no de manera desagradable.

—Yo cuidaré de él.

Sakura era más baja que Naruto, pero más alta que Sasuke. Frente a ella, él seguía viéndose como un niño. Pero ese ínfimo voto de confianza significó mucho para Sasuke, la idea de que él podía hacer algo por Naruto. Solo por eso, si antes Haruno Sakura no le caía bien, a partir de ahora, por lo menos, podría tolerarla.

 

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Kakashi estaba afuera de la habitación cuando Sakura salió y cerró la puerta. El peliplateado inclinó la cabeza en agradecimiento y ella dejó salir un suspiro.

—Esos dos solo saben dar problemas.

—Al menos se tienen el uno al otro. – comentó Kakashi. – ¿Cómo está Tsunade?

—Tsunade-sama está como loca, lleva días encerrada en el laboratorio estudiando el veneno que Kabuto le dio. Aún falta para que esté recuperada por completo… Pero está bien.

Sakura contempló el suelo por unos instantes. Su voz fue suave cuando volvió a hablar, un susurro solo para los oídos del sensei.

—No tenía idea de que Naruto se sintiera tan... Es como si Sai y yo nunca hubiéramos sido suficiente. Sé que somos su equipo, pero…

El sensei no se extrañó ante el cambio de tema.

—Creo que pocas personas son capaces de realmente entender a Naruto, y nosotros lo hacemos bastante bien. Pero no es que Naruto no aprecie tu amistad.

—Es que Sasuke le ha dado algo que ninguno de ustedes podría darle.

Los dos levantaron la cabeza.

Era Jiraiya, de pie en el medio del pasillo a pocos metros de ellos, caminando hacia ellos con la ayuda de una muleta. Estaba vestido con un pijama verde de hospital, pero su tez se veía mucho mejor que la última vez que Sakura le había hecho la visita.

El Sanin pervertido les sonrió a ambos. Sakura estrechó los ojos con recelo, y Kakashi lo miró fijamente, una ceja levemente arqueada. Ante esta reacción, Jiraiya tosió en su puño un tanto incómodo.

—¡Que no es eso a lo que me refiero! ¡Mal pensados! – dijo, pero pensó para sí: Aunque eso también contribuye… – Lo que Sasuke le dio, de hecho, lo que se han dado el uno al otro, es un hogar.

—No hace mucho que se conocen – apuntó Sakura, y vio de reojo la puerta.

Jiraiya se recostó en la pared y dejó salir un suspiro.

—Cuando pasas tanto tiempo junto a una persona, ese tipo de cosas dejan de importar.

 

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El túnel descendía hacia una cámara que en sus años de gloria habría estado colmada de luces ceremoniales, prístina gracias a la atención de los miembros que tenían el privilegio de entrar y entender sus secretos. Pero aun cuando sus ojos no veían con total claridad, a Itachi le era evidente las consecuencias del prolongado abandono.

…Tadaima.

Se dejó caer de rodillas con lentitud frente a la estela de piedra, y con su mano derecha tanteó las palabras grabadas en esta, ancestrales como el poder del Sharingan.

¿Qué es este poder?

Para obtenerlo debías sacrificar algo más. Para ser poderoso muchas partes de tu ser debían ser renegadas, puestas de lado en beneficio de una meta más importante. Tener este poder significaba que eras capaz de hacer cosas irrealizables para la mayoría de los shinobi. Era pararse por encima de los demás y contemplarlos desde arriba, hacerte de enemigos y vigilar tu espalda en la noche.

Él, hasta cierto punto, lo aceptaba como una verdad: que el sufrimiento era capaz de engendrar tal poder, y que solo a través de este se podía alcanzar la máxima forma de la técnica de línea sucesoria de los Uchiha.

...Pero ese no podía ser el único método. Si fuera así, personas como Naruto no existirían. Aunque Naruto también había sufrido, sabía que no eran los traumas de su infancia los responsables de que se hubiera convertido en el hombre que era en el presente.

Y quién diría que el jinchuuriki del Kyuubi se volvería el protector de su hermano…

Sumido en el ciclo vicioso de esos pensamientos que no llevaban a ninguna parte, las puntas de sus dedos pálidos se embarraron de polvo mientras trazaban las palabras en la superficie lisa. Era la primera vez en años que podía darse el dudoso lujo de contemplarlas a su gusto. De todas maneras, no podría moverse hasta que sus heridas internas se sanaran al menos un poco.

¿Qué vas a hacer?, la pregunta daba vueltas por su cabeza con parsimonia, sin perspectivas de dejarlo conciliar el sueño.

Era poco probable que Sasuke no hubiera notado su presencia, pero confiaba en sus habilidades para que no se hubiera percatado de quién exactamente había sido la persona en el laboratorio.

Los años han pasado. Nada ha cambiado. Estás muriendo, y sigues siendo el mismo doble espía de antes.

Actuando desde las sombras.

¿Pero no se supone que eso hagan los ninjas?

Esto le había permitido acabar con Danzou. Tal vez debería ir por los Consejeros también, aun si esto sumía a Konoha en un estado de caos... ¿Valía la pena arriesgar la estabilidad de la aldea cuando un ataque de Akatsuki se aproximaba?

Akatsuki. Ese era el principal problema. Porque si Akatsuki lograba su objetivo, Naruto dejaría de existir, y sin Naruto, Sasuke podría estar perdido.

Solo quedaría Itachi para protegerlo, y ...realmente había fallado en ese aspecto.

Y al no haber logrado lo que más quería, ¿qué decía eso de su poder?

Con cierta dificultad, se arrastró hacia la pared más cercana para recostarse, y tras hacerlo, dejó salir un suspiro corto. Cerró los ojos a la penumbra, acompañado de los espectros del pasado, las ratas y las arañas que habían conquistado cada esquina del santuario.

Porque fue poderoso, bastante para su edad, pudo hacer lo que hizo. El genocidio de su clan nunca le había pesado tanto en la mente; una parte de su humanidad también murió ese día. Pero entendía lo que significaba para Sasuke y, si se dejaba a sí mismo sentir, si se permitía recordar el rostro de su padre y el de su madre mientras blandía la espada contra su propia sangre, esos sentimientos burbujeaban suavemente hacia la superficie, amenazando con sentar un peso muerto en su pecho similar a la sensación malsana que impregnaba sus pulmones.

Porque tuvo poder consiguió vivir su vida: Itachi el genio, Itachi el espía de los Uchiha y el espía de Danzou; Itachi el renegado, el Akatsuki; Uchiha Itachi de Konoha, protegiendo la aldea desde la oscuridad hasta el final.

Tal vez era momento de dejar todo eso atrás, y ser simplemente lo que más necesitaba en ese momento la única persona que le quedaba en el mundo.

Uchiha Itachi, el hermano mayor. 

 

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A pesar de que estaba cansado de descansar y de estar sentado o acostado en una cama de hospital todo el día, dormir era lo que su cuerpo necesitaba; eso, e ir al baño más para “deshacerse” de la tonelada de calmantes y analgésicos que el desgraciado de Danzou le había hecho tomar. Después del almuerzo Sakura le había vuelto a cambiar el suero, y le había confirmado que se iría en la noche tras un último chequeo. Naruto, mientras tanto, seguía noqueado, y la Haruno le explicó que era normal.

—Antes, cuando agotaba demasiado su chackra, solía dormir uno o dos días seguidos. Nos preocupaba bastante. – le contó, la mirada extraviada al tiempo que daba golpecitos con su bolígrafo en la tablilla donde tenía los papeles de alta médica de Naruto y Sasuke.

Esa información no tranquilizaba nada a Sasuke. Cuando por fin la pelirrosa se fue, se sentó en la punta de la cama, y tomó la mano del rubio, usando su brazo izquierdo, ya que la intravenosa se le había puesto en el derecho.

—Oye, idiota. Despierta ya. Pronto nos iremos.

En el rostro pálido del menor no se reflejaba ninguna emoción; solo sus ojos, cargados de una sutil melancolía, y la fuerza con la que sostenía los dedos de Naruto en sus manos, eran prueba de la terrible presión que sentía entre sus pulmones.

Naruto, ahora que tengo algo que proteger, necesito volverme fuerte. Necesito…

—Ehem. Perdón por interrumpir el momento.

Saltando de la cama como si le hubieran tirado un balde de agua fría, Sasuke se giró de golpe. El movimiento casi hizo que el sostén de metal del que colgaba su suero se cayera, pero antes de que esto sucediera, el recién llegado acortó la distancia a gran velocidad y enderezó. Luego de asegurarse que todo estaba en orden, le dirigió al Uchiha una sonrisa.

Sasuke frunció el ceño. El hombre tenía en su frente una bandana de Konoha sobre un protector que enmarcaba su cara, y un chaleco verde que lo identificaba como un jounin, pero era la primera vez que lo veía. Es más, la primera impresión había sido pésima, y con aquella sonrisa vacía y esos ojos opacos de pez muerto no hacían más que recordarle al degenerado de Sai.

—¿Quién demonios eres tú? – preguntó con hostilidad.

—Ah, parece que Naruto no ha hablado de mí. Soy-

—¡¡YAMATO-TAICHOU, QUÉ HACE USTED AQUÍ-TTEBAYO?!

Los otros dos dieron un brinco y se giraron hacia Naruto.

—¿Y tú cuándo despertaste? – preguntó Sasuke, desconcertado. ¿Que Sakura no había dicho que podía dormir por días…?

—Me acabo de despertar-ttebayo. – el rubio sonrió de oreja a oreja – Pero te sentí lejos, y por eso me sobresalté, jeje.

Sasuke se dio la vuelta lentamente y miró fijamente a la pared. No se estaba sonrojando ni nada por el estilo, ¡no señor! No era como si le afectara que Naruto dijera esas cosas frente a otra gente. ¡Para nada!

—...Deja de decir tonterías. Idiota.

...Maldito rubio desvergonzado.

—¡Ay, no te pongas así, Sasu-chan!  – lo envolvió en un abrazo y lo levantó del suelo con efusividad – ¡Ponte contento! ¡Ya estoy bien!

—¡Nada de bien, tonto! Aun tienes que cuidarte, y nada de técnicas que- ¡Bájame ya! ¡Así no te voy a hablar!

“Así” refiriéndose a estar literalmente con las piernas alrededor del torso de Naruto para no caerse de las vueltas que el muy descerebrado estaba dando por toda la habitación. No se había mareado de milagro.

—Ay, está bien-ttebayo. Qué gruñón. – lo puso en el suelo. Acarició su cabeza, y tras un momento, sonrió con picardía. – ¿Quieres un besito para que se te quite el mal humor?

En respuesta, Sasuke simplemente le pisó el pie.

—¡Auu! ¡Oye, que aún me estoy curando-ttebayo!

El menor alzó una ceja cruzándose de brazos.

—¿No que estabas “bien” ya?

—Qué frío eres conmigo, Sasu-chan. – se quejó el rubio con fingida tristeza. Se sentó de nuevo en la cama, levantó la pierna y se sobó el pie lastimado. – Y eso que hasta hace un momento me estabas tomando de la mano.

—...Pensé que estabas dormido. – sus mejillas volvieron a sonrojarse, pero las ignoró en favor de contemplar la posibilidad de pisarle al rubio el otro pie.

El susodicho le lanzó una sonrisa zorruna llena de descaro.

—Sí, pero Kurama me dijo, jeje.

Maldito zorro chismoso.

—Naruto, me alegra ver que estás bien.

El Uzumaki dio un respingo, y se giró hacia la voz cargada de un tenue sarcasmo.

—¡Por dios, Yamato-taichou! ¡Haga más ruido-ttebayo! Me olvidé por completo de que estaba ahí.

—Evidentemente. – Yamato tomó asiento. No parecía molesto, a pesar de que lo habían ignorado en lo que claramente era una discusión de pareja (de esas que no son más que un juego “previo”). – Pero me alegra que estés bien.

—Ah, Sasuke. él es Yamato-taichou. – Naruto se apresuró a presentarlos – Es el líder de nuestro equipo actualmente. Yamato-taichou, él es Sasuke. – de repente, un leve rubor se asentó en sus mejillas tostadas, y una sonrisa suave adornó sus labios – Es alguien muy especial para mí-ttebayo.

—Ya veo. – Yamato devolvió el gesto, y por un segundo su rostro se vio realmente expresivo; luego volvió a la impasividad cordial que caracterizaba su cara de todos los días. – Mucho gusto, Sasuke-kun.

—… – el Uchiha realmente no podía decir lo mismo sin mentir, la verdad. – Hm.

El rubio le dio unas palmaditas al colchón para que Sasuke se sentara a su lado, pero este lo ignoró, y se cruzó de brazos con más énfasis todavía. El rubio hizo un puchero, pero se giró hacia el jounin.

—¿Dónde andaba usted, eh? Hace rato que no lo veo.

—No me has visto porque no has querido. Escuché que andabas ocupado. – Si fuera posible para su cara de palo, Yamato hubiera arqueado una ceja de forma sugerente. A pesar de esta incapacidad, el mensaje había sido enviado, recibido y leído.

En algún lugar de la barriga de Naruto, Kurama explotó en una carcajada, y Naruto y Sasuke se pusieron tan rojos que faltó poco para que Sai, que entró diez segundos después a la habitación, llamara a Sakura preocupado porque sus pacientes tenían fiebre.

Francamente, Sasuke no podía esperar para irse a casa. 

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