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El cielo está en tus ojos por Zeny

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El cielo está en tus ojos


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Capítulo XXVII


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—Bueno, yo solo vine a ver cómo estabas. Te dejo en buenas manos.


Mientras caminaba hacia la puerta, Yamato puso una mano en el hombro de Sai y lo miró a los ojos, comunicando algo en silencio. El artista asintió con una expresión extrañamente seria, y Yamato correspondió con una sonrisa corta.


—Te veré luego, Naruto, Sai. – se giró levemente hacia el menor – …Y Sasuke-kun. Cuídense.


Sai venía muy contento con un par de cajas de almuerzo grandes. Normalmente sus sonrisas no eran muy sinceras que digamos, pero esta vez sí que había entusiasmo honesto en la manera en la que dispuso de la única mesita de metal de la habitación y sirvió el almuerzo que les traía.


—¡Wow, Sai! ¡Me trajiste comida! ¿De dónde la compraste?


Pero antes de que pudieran hablar del restaurante que de seguro el artista había visitado en el camino, Sai se inclinó hacia Naruto, invadiendo su espacio personal súbitamente. Ante la acción Sasuke le lanzó una mirada asesina que, si hubiera usado el sharingan, habría causado daños a la propiedad del hospital. ¿Qué hacía ese degenerado tan cerca?


—Mira con atención. – indicó Sai, aparentemente ignorante a los pensamientos del menor,  y lentamente abrió la boca y le enseñó su lengua al Uzumaki.  


Cuando Sai se inclinó un poco más adelante, casi encima de él, el rubio se echó para atrás, incómodo con la repentina cercanía de su compañero de equipo, y parpadeó en total desconcierto.  


—… ¿Tu lengua se ve saludable? – ¿qué más podía decir? Hoy día la palabra “lengua” se conectaba con “beso” y esa última con “Sasuke”. Y no era médico como la oba-chan o Sakura-chan, que podían decirte si te ibas a enfermar o si tenías gases con apenas mirarte de reojo.


Satisfecho con la inspección de su amigo, Sai sonrió y se enderezó, ya una distancia decente.  


—Mi conexión con la raíz de ANBU se ha roto. En mi lengua siempre tuve una marca que me impedía contar los secretos de Danzou-sama. Pero ya no está. Técnicamente, soy libre.  


Para sorpresa de ninguno de los presentes, a Naruto le tomó algunos segundos comprender lo que decía, pero cuando lo hizo sonrió de oreja a oreja.


—Ah… ¡Qué bueno-tebayo! – algo más hizo clic en su mente, y entonces frunció el ceño, un brillo casi metálico en sus ojos – Aquel hombre fue el que…


Se calló de golpe, y le lanzó una mirada ansiosa a Sasuke, sus labios presionados en una línea tensa. El pelinegro en cuestión se cruzó de hombros y volteó el rostro.


...Al menos lo de la lengua no fue para nada asqueroso.


A la vez que aquel engorroso silencio se alargaba, Sai estaba quietecito, sus ojos rebotando del Uzumaki al Uchiha, de Uchiha al Uzumaki; Sasuke continuaba leyendo el significado de la vida en la pared más lejana de la habitación, y Naruto veía el suelo con los ojos entrecerrados, como si meditara algo profundísimo mientras se sobaba el vientre.


En realidad tenía hambre.


—La comida la preparé yo mismo – anunció el ex-ANBU, para romper la tensión.


—¿Y tú cuándo aprendiste a cocinar-ttebayo?


¡Haberlo dicho antes, Sai! ¡Te pude haber hecho la visita más seguido! Aunque ahora no tiene caso, Sasuke cocina mejor.


Qué predispuesto estás, y aún ni la has probado. El próximo Hokage, para nada imparcial. El futuro de Konoha se ve negro, negro.


Como tu alma.


—Sakura me estaba enseñando, y luego me compré un libro de recetas en la librería. – diciendo esto, Sai sacó un librito de su bolsillo cuyo título rezaba “¡Hasta los tontos pueden cocinar! 50 recetas fáciles”. Aquello hizo que Sasuke tuviera un deja vu perturbador; gracias a sus ancestros, aquel libro ya no estaba ni en sus manos ni en su casa. – ¿Quieres que te lo preste? – preguntó Sai.


Naruto puso los ojos en rendijas, con un mohín de sospecha.


—Oe. ¿Qué tratas de decir-ttebayo?


—Solo que te lo podría prestar – parpadeó con inocencia.


—No me estarás llamando tonto disimuladamente, ¡¿eh?!


Sai sonrió con la boca cerrada.


—Para nada.


Sasuke no lo diría en voz alta, pero al rubio idiota no le vendría nada mal leerse ese libro. Hm, bueno, yo puedo enseñarle a cocinar. Aunque sea a cortar vegetales y revolver el caldo.


El relámpago silencioso de un recuerdo cursó por su mente como una caricia: su madre en la cocina revolviendo algo en una cacerola; su hermano a su lado, cortando las zanahorias y el resto de las verduras que Sasuke había traído de casa de la oba-san que vivía cerca.


La voz de Naruto lo sacó de la memoria, y el pequeño Uchiha volvió al presente con un vuelco en el pecho que decidió ignorar.


—¡Bueno, vamos a comer ya antes de que se enfríe!


Para facilitarles la cosa, Sai empujó la mesa y la colocó entre las dos camas. Pronto Naruto se sentó y tomó los palillos en la mano; Sasuke se sentó también, si bien con menos interés.


—¡Hmm, tiene buen olor! – Naruto no demoró en empezar a atiborrarse, y Sai hizo un gesto que delataba lo contento que le ponía el que le hubiera salido bien.


—Es la receta 15 del libro. La practiqué bastante, y este es uno de mis mejores resultados.


¿Qué habrá pasado con los otros…?


Naruto tomó un trozo de pescado que despedía un atractivo olor a especias, y lo masticó con cara de felicidad. Adoraba el ramen, pero cuando te sientes medio muerto, no hay nada mejor que comer CARNE!


En contraste, a Sasuke no le apetecía para nada probar lo que sea que ese rarito había cocinado, por lo que miró el bentou con desagrado. Un instante después, Naruto presionó su pie desnudo contra su pantorrilla con insistencia.  


Los ojos oscuros del Uchiha se encontraron con los del rubio, aquel brillo celeste y la curva suave de sus labios haciendo lo posible por convencerlo de que se portara bien, sí, por favor, Sasu-chan?  


Es que hasta lo podía oír en su cabeza.


Con gran reticencia, Sasuke se dignó a destapar el contenedor de comida, tomó los palillos, y se metió en la boca un bocado al azar. Todo esto fue hecho sin que sus ojos dejaran los de Naruto. Luego de masticar y tragar, puso la tapa y colocó los palillos encima.  


Cuando el rubio arqueó las cejas, a punto de hablar, fue interrumpido.  


—Cielos, la tensión sexual es tan palpable que parece que no hayan tenido sexo todavía.  


La pareja de novios en cuestión se volteó hacia Sai con total estupefacción. Un sonrojo evidente trepó por el rostro pálido de Sasuke, quién en cualquier momento activaría el Sharingan de puro coraje.  


—Cállate, desgraciado pervertido.  


—¡S-Sai! ¡No digas esas cosas en voz alta-ttebayo!!  


—¿Por qué no? Es lo que hacen las parejas normalmente. A menos que estén esperando al matrimonio… – De momento se puso pensativo, como si estuviera cavilando una idea nueva.  


A Sai se le prendió el foquito.  


—Ah, ya entiendo. Estás esperando a que Sasuke crezca, ya que la diferencia de edad te haría–  


—¡AAAAAAH CÁLLATE CÁLLATE-TTEBAYO! ¡Anda, come un poco! – le empujó una de sus bolas de arroz – Está muy buena la comida, Sai. Gracias por todo-ttebayo. ¿Qué me cuentas de tus pinturas?  


Necesitaban un cambio de tema URGENTE.


 


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Su cuota diaria de contacto humano ya había sido más que colmada, y cuando Sakura por fin vino a decirles que se largaran del hospital y que por favor no volvieran tan pronto, Sasuke estaba listo para irse a su casa y no ver otra alma en una semana. (A excepción de Naruto, claro)


—Jiraiya-san dice que pases a verlo en estos días.


—¿Y por qué no vino a visitarme como todo el mundo?


—Porque no lo fuiste a visitar, idiota, y está enojado contigo.


—Tsk, ha salido tsundere el viejo…


Esto le ganó un zape de la pelirrosa. Al ver la mala cara que puso Sasuke, Sakura se contuvo de darle otro. No porque fuera idiota tenía que seguir pegándole hasta que se volviera retardado de verdad.


—Además – continuó Naruto a la vez que se sobaba la nuca con un puchero y los ojos en rendijas – ¡Estaba ocupado-dattebayo!


—Sí, sí, todos sabemos que no puedes despegarte de él. – la pelirrosada rodó los ojos y resopló – Bueno, ya te di el recado. Yo iré a buscar algo de comida para Tsunade-sama.


—¡Salúdala de mi parte!


 


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Saliendo del hospital, se encontraron con otra persona más.


—¡Naruto-nii-chan! – el chico se lanzó a darle un abrazo – ¡¿Ya estás bien!? Me dijeron que estuviste durmiendo todo el día… – se veía realmente preocupado.


—¡Ya estoy completamente recuperado, Konohamaru! – se golpeó el pecho. Sasuke le pateó la pierna, con suavidad, y el rubio hizo una mueca – Bueno, casi completamente-ttebayo.


—¡Qué bueno! Los niños más pequeños quieren verte, Naruto-nii-chan. Hace tiempo que no pasas tiempo con ellos. – se sonrojó un poquito – ¡Y tienes pendiente una sesión de entrenamiento conmigo!


El adolescente juntó sus manos en un gesto que era terriblemente familiar.


—Desde la última vez he dedicado tiempo y esfuerzo, sangre y sudor,  a perfeccionar el jutsu, ¡y justo ahora está en su mejor forma! Te mostraré—


—¡Espera, espera, espera! – el rubio se movió a la velocidad de un rayo y le separó las manos con prisa, alarmado, con una sonrisa forzada – Hehe, puedes mostrarme después-ttebayo! Ahora tengo que llevar…Eh, tenemos que ir a casa. ¿Te veo mañana?


Konohamaru no estaba para nada contento con esto. Se cruzó de brazos e hizo un puchero. ¡Hum! Semanas desde que había competido contra su rival, y ahora que tuvo la oportunidad de encontrárselo, ¿no podía ni dedicarle medio minuto? ¿Qué estaba pasando?


Inconscientemente su mirada se deslizó hacia Uchiha Sasuke.


Sabían por Naruto que los dos se habían vuelto amigos, pero no tenía idea de cuándo Naruto se volvió tan cercano al Uchiha. Más allá de lo que todo el mundo sabía, Konohamaru no lo conocía bien, a pesar de que había tratado de retarlo un par de veces en sus tiempos en la Academia Ninja –para ser cruelmente ignorado cada vez– y luego de que se graduaron, apenas lo había visto. Se había enterado de lo que le había pasado a su equipo gracias a los chis… eh, a sus informantes; luego vinieron los rumores de que Naruto se había ido a vivir con el Uchiha. Si ese niño genio creía que iba a monopolizar los talentos de su rival/maestro, ¡estaba muy equivocado!


Con cara de desagrado Konohamaru hizo el gesto de “te estoy vigilando” dos veces y puso una gesto “intimidante”, una mueca que daba más gracia que miedo. Como dicha mirada de “amenaza” estaba siendo dirigida hacia su persona, el Uchiha alzó una ceja. ¿Qué quería ese? ¿Tenía un tic nervioso o algo?


Konohamaru se giró hacia Naruto de nuevo, señalando  al Uzumaki.


—¡Nos vemos mañana, Naruto-nii-chan! ¡No se te ocurra faltar! – y sin más, se fue corriendo.


Ahora sí Sasuke esperaba que no hubiera más interrupciones en el camino.


¿Por qué tienes que ser tan popular, idiota?


El susodicho se volteó hacia él con una sonrisa radiante. Un tanto ensimismado, Sasuke lo siguió, como una polilla que no puede evitar volar a la luz.


…No era de extrañar que todos quisieran acercarse. Él tampoco pudo resistirse al magnetismo que irradiaba Uzumaki Naruto, por más que quiso en el pasado.


¿Qué hubiera sido de él si nunca lo hubiera conocido?


 


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Sasuke estaba ansioso por ver qué le habían hecho al suyo, y por limpiar cualquier desastre que aquellos tipos hubieran dejado, pero Naruto lo tomó en brazos y lo cargó todo el trayecto a su apartamento.


—¡Bájame, Naruto! - ¡Qué vicio con cargarlo a todas partes! Sasuke no podía esperar a crecer y ser más alto que el idiota. ¡A ver si se atrevería así…!


—¡Hace días que mis plantas están solitas! ¡Pensarán que las abandoné y las dejé huérfanas-ttebayo!


Sasuke rodó los ojos y se cruzó de brazos con un bufido. Qué remedio. Cerró los ojos y apoyó su mejilla contra el pecho del rubio.


Le reconfortaba escuchar el palpitar de su corazón, sentir el tacto cálido y firme de sus pectorales.


De esa forma llegaron al balcón del Uzumaki, donde se podía ver que, ciertamente, las plantas se habían empezado a secar un poquito.


Naruto puso el grito en el cielo.


¡¡NOOOOO!!!


Literalmente. Tenía hasta cascadas de lágrimas en la cara.


—¡NO MUERAN-TTEBAYO! ¡LAS SALVARÉ!


Tras depositar a Sasuke en su cama - ugh, había que cambiar las sábanas - el rubio salió corriendo a llenar la regadera. A pesar de todo, Sasuke no pudo evitar reírse entre dientes, y disfrutar para sus adentros del pánico ridículo con el que Naruto iba de aquí para allá en el esfuerzo de salvar a sus queridas plantas.


Ojalá sus problemas siempre  fueran tan simples, tan mundanos.


 


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No hay nadie en el campo de entrenamiento. Es un día muy soleado.


Sasuke siente frío.


De repente, una mano le toma por la muñeca.


—¡Vamos, llegaremos tarde!


Deshaciéndose en motas oscuras las nubes caen al suelo como cenizas. El césped verde se torna marrón, se torna rojo, hasta que ya no es césped, sino líquido—


Sasuke levanta la mirada, ojos desorbitados.


Toramaki tira de su brazo mientras corren y el día se viene abajo encima de ellos. Una luna llena parpadea en la periferia de su visión.


—¡Vamos, corre!


¿A dónde?


Los árboles se desdibujan. El cielo y la tierra se vuelven uno, de un color marrón sucio horriblemente familiar.


(Como las manchas de sangre seca en el suelo—)


¿A dónde vamos?


Toramaki se detiene de golpe. Lentamente, su cabeza, y solo su cabeza, se gira hacia Sasuke.


—¿No vas a ir con ellos?


Sus ojos apagados, su boca llena de sangre, y a su alrededor, como garras, como brazos, se alzaban las tumbas de su familia.


Ven con nosotros, Sasuke-


Se despertó con un movimiento casi salvaje, como si tuviera que quitarse de encima una colmena de insectos que trataban de comerse su piel. Un sonido extraño y lastimero escapó de su garganta, pero la mortificación que sintió al emitirlo fue sobrepasada por el horrendo peso en su pecho que lo sofocaba. Respiraba agitado, como si hubiera corrido una gran distancia en poco tiempo, huyendo de algo.


Su mirada se desvió hacia la persona a su lado, y se tapó la boca de golpe. Cerró los ojos y trató de normalizar su respiración haciendo el menor ruido posible.


Naruto seguía durmiendo. Era raro que no se hubiera despertado con lo violenta que había sido el regreso de Sasuke al mundo real. Luego de comer la pequeña cena que Sasuke había logrado preparar con los pocos comestibles que había en el refrigerador, el rubio había caído como piedra, y no se había movido ni un centímetro, excepto para tomar la mano de Sasuke antes de empezar a roncar.


Con todo su cuerpo tenso, Sasuke aguantó la respiración, salió con sigilo de la habitación y se encerró en el baño.


Allí estuvo, sentado contra la puerta, sus ojos negros inexpresivos fijos en el lavamanos. Las imágenes del sueño se desvanecían en las orillas de su memoria, pero era difícil desprenderse de la impresión que le habían dejado, como si le hubieran golpeado con una fuerza invisible. Se frotó la muñeca, y en un arranque irracional, echó la cabeza hacia atrás para comprobar que el techo era normal y que no había nada. 


Escuchó una voz adormilada del otro lado.


—…¿Sasuke?


Oyó un bostezo. Luego, un ligero golpe sordo, y la voz se escuchó más cerca.


—¿Estás bien, mocoso?


—Hm.


—… – sin tener que ver su rostro, Sasuke adivinaba que el rubio tenía aquella mirada, como si tuviera mil cosas que decirle, o como si quisiera zarandearlo para sonsacárselo todo.


Pero es que a veces las palabras no eran suficientes. Hay cosas tan inmensas que ni el sonido más articulado puede capturar, y aquello que guardamos en la bóveda inmensa de nuestros corazones es casi inalcanzable para los demás.


Y a pesar de todo, Naruto se esforzaba para alcanzar ese lugar, apartar las penumbras hacia un lado, persistentemente, como si no existiera nada imposible para él. Y el alma quebrada del pequeño Uchiha no podía hacer otra cosa sino ceder.


Otro sonido sordo del otro lado. Naruto se había sentado en el suelo con la espalda recostada en la puerta.


—Está bien si no quieres dormir. Me quedaré despierto contigo.


Como si su cuerpo le traicionara, bostezó de nuevo.


—No, de verdad, no voy a dormir. Podemos estar despiertos toda la noche, si quieres.


Sasuke abrazó sus piernas y apoyó la cabeza entre sus rodillas.


¿De verdad merezco todo esto de ti?


—Anda, vamos a jugar cartas o un juego de mesa o algo-ttebayo. Si quieres hasta podemos estudiar alguno de esos pergaminos viejos que tengo ahí, por más aburrido que sean.


Los labios de Sasuke temblaron. Apretó sus ojos.


¿Por qué eres tan bueno conmigo, idiota? ¿Qué ves en mí?


¿De verdad… me quieres tanto?


Quería decirle. Tantas cosas…


Las palabras quedaban atrapadas en su garganta, como atadas por la hinchazón ardiente que sofocaba sus pulmones.


Luego de un rato que no supo definir, abrió la puerta. Naruto, desde el suelo, levantó la cabeza para mirarlo. Una sonrisa suave adornaba su rostro, y sus ojos cansados lo veían con cariño, cristalinos en su brillo. Tomó la mano de Sasuke y tiró de él hasta que el menor se dejó caer en su regazo, y lo envolvió en el calor de sus brazos. Poco a poco, la rigidez que se había apoderado del cuerpo de Sasuke tras despertar le abandonó, como humo de incienso que se disipa en el aire.


El aliento húmedo y tibio de Naruto acarició su cuello.


Su voz, un susurro; sus palabras, una promesa.


—Aquí estoy para ti, Sasuke. Siempre.


 


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Los próximos días pasaron como una niebla, al menos para Sasuke. Trataba de no pensar en lo que había sucedido y enfocarse en cuidar de Naruto de la misma manera que el rubio cuidaba de él, en el tiempo que pasaban juntos. Trataba de suprimir los aguijones de impotencia, las visiones oscuras delineadas tras sus párpados, el olor a sangre, las huellas que dejaban en su mente aquellos sueños. Antes había tenido la excusa de ser un niño aún, débil, maleable y fácil de hacer a un lado. Ahora, después de entrenar tanto, de casi perderlo todo en manos de alguien que no conocía siquiera,  parecía que nada de lo que hacía servía de algo. Era como si caminara debajo del agua con lentitud aplastante, y la marea le arrastrara hacia atrás con cada paso que daba.


Por momentos a Naruto le invadía un silencio que Sasuke no sabía cómo romper, y cuando lo intentaba se sentía incómodo. Luego el rubio le sonría y lo arrastraba al campo de entrenamiento con una sonrisa; parloteaba por el camino como si nada, y le pedía a Sasuke que le cocinara platos específicos, y Sasuke tenía que mandarlo a la mierda y recordarle que, si bien sabía cocinar, tampoco era un chef, y que, si quería, podían ir a comer a algún restaurante; entonces Naruto le dio un abrazo entusiasta en medio de toda la calle, gritando.


—¡Me invitaste a una cita-ttebayo! ¡Aaaah, es la primera vez en la vida que me pasa algo así…! Bueno, en Konoha, eh. Déjame decirte que he tenido pretendientes, en otras aldeas, y que—


Sasuke tuvo que interrumpirle con un zape en el brazo.


—No me interesa.


—Aw, se supo celosito. – Naruto tuvo la audacia de darle palmaditas en la cabeza. – Te estás poniendo rojo, jejejejeje.


—Tu comportamiento avergonzaría a cualquiera. – replicó el pelinegro con cara enojada. Apartó la mano de Naruto de su cabeza, pero no lo dejó ir, y el resto del trayecto lo hicieron con el Uzumaki siendo felizmente tirado de su muñeca. Sasuke ignoraba las miradas y los murmullos, y se subió un poco la bufanda para que le tapara la boca. Naruto siguió hablando de comida, y del restaurante al que debían ir tras terminar el entrenamiento. Por un instante de ignorancia, Sasuke podía pretender que esta era su vida y que no había nada más, y se permitía ocultar una sonrisita contra la bufanda, fijar su mirada en la nieve que flanqueaba la calle, en el contacto de sus dedos con la piel de Naruto.


Las horas haciendo taijutsu pasaban como la corriente de un río en calma, y su cuerpo se movía en automático, las respuestas aprendidas a los ataques de Naruto más instintivas que planeadas. Caía en la nieve como un saco de papas, y Naruto se burlaba de él, de esa manera que siempre encendía un fuego en el centro de su pecho.


También fueron días de platos y tazas quebradas en el suelo, de escapar hacia las tumbas y hundir las manos en la nieve, de pedir perdón, y de gritar.


Y los brazos de Naruto que lo ataban al presente, y lo llevaban de vuelta a su casa— la que era ya de ellos, un hogar de dos. Besos en la oscuridad, el ser tocado por esas manos cálidas que lo devolvían a la realidad con la fuerza de un huracán, y su voz, justo antes de caer dormido; siempre su voz.


"Eres fuerte, Sasuke."


"Yo te ayudaré."


"Vas a ser tan fuerte como yo, ya lo verás-ttebayo."


"Mírame."


"Bésame."


"¿No querías que dejara de tratarte como a un niño? Entonces compórtate como un adulto. Toma de mí lo que necesites."


"Tócame."


"No estás solo."


Y Sasuke temblaba en su abrazo, profundamente descarnado, y la esencia de Naruto se calaba en sus huesos.


 


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Neji se detuvo sobre el techo frente al apartamento, y le hizo una señal a Shikamaru para que hiciera lo mismo.


—Creo que mejor esperamos – dijo el Hyuuga con un tenue sonrojo en sus mejillas, el ceño fruncido como si quisiera contenerlo, pero claramente no era capaz.


Shikamaru dejó salir un resoplido, agravado y fastidiado, y le dio la espalda al edificio en cuestión que iban a visitar.


—Por dios, estos dos...


No se lo quería ni imaginar. Se sentó en uno de los tanques de agua que había en el techo donde estaban y contempló las nubes. Cielo grisáceo y medio azul, nubes algo blancas. Sí, piensa en eso, y no en Naruto y Sasuke haciendo "cosas".


Neji sacudió la cabeza.


—Supongo que eso es...Algo bueno.


—¿De qué hablas? – Preguntó con una mueca el Nara, aún de camino a la negación.


—Digo que se debe tener buenos ánimos para… Hacer ese tipo de cosas. – Neji se cruzó de brazos y miró hacia otro lado; se veía incómodo – Olvídalo.


—Oh, claro que lo voy a olvidar. Nunca más quiero hablar de la vida sexual de Naruto, ni contigo ni con él. Tengo suficiente en mi cabeza.


Neji abrió la boca como si fuera a preguntar algo, pero se lo pensó mejor, y desistió. Aunque sus mejillas continuaban algo sonrosadas…


Tenía que ser el frío, por supuesto.


De nuevo el Hyuuga llevó su mirada al frente, y de inmediato la apartó. Suspiró exasperado, y se cruzó de brazos.


—…¿Cuánto crees que tarden?


—¡Te dije que no hablaras más de eso!


 


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Luego de quince minutos llamaron a la puerta. Sasuke fue quien les abrió, con Naruto tras su espalda; este último había reconocido sus presencias desde hacía rato y se había entretenido un par de segundos pensando en que se demoraban para entrar; unos segunditos nada más, claro, pues él y Sasuke habían estado…ocupados.


Kurama se rió entre dientes. Debían estar disfrutando del espectáculo. Por lo menos el del Byakugan.


Oe, Neji no es así.


¿Tú qué sabes?


Lo conozco. Seguro estaba escandalizado. Sonrió con malicia. Es divertido fastidiarlo. A él y a Shikamaru, jeje.


...¿Y dices que habías cumplido veinte?


Ay, cállate.


Los invitados tomaron asiento, y procedieron a reportarle a Naruto lo que habían averiguado del incidente. Sasuke podría haberles preparado té, pero no estaba de ánimos para tener buenos modales, y además… Realmente no le daba la gana. Naruto les dio un vaso de agua a cada uno, les regaló un par de naranjas, y hasta ahí llegó la hospitalidad del dúo Uzumaki-Uchiha.


Compréndanlos… No tenían quien les obligara a portarse como gente decente.


Hablaron de que un Aburame estaba en el equipo que se llevó a Sasuke e incapacitó a Naruto, y Sasuke comentó lo de la mosca que mató ese día. Shikamaru les aconsejó que usaran esta oportunidad para ir a hablar con el Hokage y pedirle que retirara a los ANBU que los vigilaban definitivamente, aprovechando que Sarutobi… Podía ser flexible y concederle la demanda, después de todo lo que había pasado.


Naruto frunció el ceño ante esto, pero estuvo de acuerdo con el plan. Neji se ofreció a ir con él al despacho del Sandaime, pero Naruto le aseguró que podía hacerse cargo de eso solo. A Sasuke se le hizo curioso y algo irritante que Naruto tuviera a esos dos como guardaespaldas o algo así, pero al mismo tiempo le invadió una sensación nostálgica. Sabía que, si no fuera por Naruto, nunca tendría a nadie con quien realmente contar. A pesar de la responsabilidad que se acarreaba, Kakashi era simplemente su mentor, y lo visitaba, pero no lo entendía. Y el Hokage siempre había mantenido sus distancias.


—Otra cosa. – el Nara miró de soslayo a Sasuke – Morino Ibiki está a cargo de la investigación sobre lo que pasó. Estoy seguro de que querrán hablar con ustedes. Especialmente contigo, Sasuke.


Neji dio un sorbito a su vaso de agua.


—Hay algo que debo decirles.


Los otros tres se giraron hacia él, atentos.


—El otro día, Hokage-sama dijo algo, cuando estaba dando mi reporte.


El ojiblanco desvió la mirada hacia la ventana, y tras unos segundos, habló.


—Según lo que pude entender, quien asesinó a Danzou y a sus subordinados ese día tiene una conexión con Konoha. Pero no puede revelar su identidad porque… Es un espía encubierto.


El Nara frunció el ceño y bajó la mirada, pensativo. Naruto se veía confundido, con un gran signo de interrogación en la cabeza.


Sasuke se quedó tieso. Todo el aire abandonó su cuerpo de golpe.


—¿Cómo llegaste a esa conclusión? – cuestionó Shikamaru.


Con un corto vistazo hacia Naruto, Neji se aclaró la garganta.


—Hokage-sama lo comparó a mi situación, así que supongo que es algo parecido.


Al otro lado de la mesa, el rubio se rascó la cabeza, los ojos entrecerrados como si estuviera forzando la vista para ver algo que estaba muy lejos.


—…No entiendo-ttebayo. ¿Por qué tendría que esconderse si está en Konoha?


Y no es que el rubio fuera tonto; Neji concordaba en que no tenía sentido si le tomaban la palabra al Hokage. Alguien que espiaba para Konoha, y que probablemente había asumido otra identidad en territorio enemigo para llevar a cabo esa misión. Alguien que, sin embargo, estaba en Konoha, haciendo algo que claramente no había sido ordenado por el Hokage.


—Hm… – El Nara se sostuvo la barbilla. – Tal vez su identidad está comprometida y no puede dejarse ver. De todas formas, hay algo que no encaja.


—Me temo que sí. – concordó el Hyuuga. Bebió el resto del té antes de volver a hablar – Cambiando de tema; en cuanto a la próxima reunión, el Consejo quiere que…


A Sasuke le fue imposible prestarle atención al resto de la conversación. En el límite de su conciencia, en la negrura de sus recuerdos, se cernía una idea funesta.


Si le prestaba demasiada atención, lo devoraría.


 


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Naruto los despidió fuera de la puerta. Neji se fue primero, pero Shikamaru se quedó un poco más. Miró detrás del rubio para comprobar que el Uchiha no los escuchaba, y entonces habló en voz baja.


—El otro día cuando fuiste a verme, dijiste que planeabas llevártelo a un lugar fuera de Konoha. – Shikamaru lo miró inquisitivamente – Por lo que pasó, no terminamos de hablar. ¿Qué lugar es ese, Naruto?


El Uzumaki sonrió, y se inclinó para susurrarle con gesto cómplice.


—La Isla Tortuga.


Shikamaru dio un paso atrás, atónito.


—¿¡Estás loco?! – exclamó en un susurro – ¡Ese lugar es igual o peor que el Bosque de la Muerte!


El rubio se encogió de hombros.


—Sasuke quiere entrenar y hacerse más fuerte. Yo quiero entrenar y protegerlo. ¡Dos en uno! Creo que es la mejor opción-ttebayo. Por eso quería hablar contigo. Más allá de eso, no tengo idea de qué hacer.


Sosteniéndose la cabeza Shikamaru exhaló un quejido de lamentación.


—Lo único que haces es darme trabajo y problemas… No sé por qué te aguanto.


El Uzumaki sonrió de oreja a oreja y lo tomó por los hombros, zarandeándolo levemente.


—¡Es porque eres el tipo más inteligente-ttebayo! - Obviamente ignoró lo otro que había dicho.


Shikamaru asintió con pesar, calculando ya todo lo que tendría que hacer. Era como agotarse por adelantado, algo muy común en la gente ociosa como él.


—Tienes razón. Quién me manda a nacer así.


Como tenía la cara tan dura, Naruto no hizo más darle palmaditas en la espalda y reírse de él.


 


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Esa parte de la guarida era vagamente familiar, aun si Karin no solía frecuentarla.


Suigetsu estaba dentro de uno de los tanques de agua; flotaba felizmente, ignorante de sus alrededores, como un pez dentro de una pecera.


—Te ves patético.


—¿Huh? ¡Hey! - saludó, acercándose a la pared de cristal por donde podía ver a Karin – ¿Qué haces aquí?... ¿Viniste a verme?


—No, vine a dejarte salir. Orochimaru-sama quiere verte y Kabuto se fue de misión.


—Oh, ya veo...Me sorprende que te dé tanta responsabilidad.


La pelirroja se encogió de hombros. Puede que tuviera trece años, pero eso no le quitaba sus méritos como ninja.


—Está ocupado con lo mismo de siempre.


Esto captó la atención del peliblanco, quien se pegó más al cristal, sus manos apoyadas sobre este. Karin ignoraba con todas sus fuerzas el hecho de que aquel estúpido estuviera desnudo.


—¿El suero?


—¡Shh! No hables de eso en voz alta.


Suigetsu sonrió de oreja a oreja.


—¿Crees que ya logró terminarlo?


—Quién sabe. Creo que recibió malas noticias... ¿O eran buenas noticias? – Karin se movió para abrir la válvula que dejaba salir el agua. Aun con aquella expresión irritante, Suigetsu se fusionó con el líquido y salió por la pequeña apertura. En pocos segundos estuvo de nuevo en forma humana, ambas manos en su cintura.


—¿Noticias de dónde?


—Konoha. – Respondió, cruzada de brazos, con sus ojos escarlata fijos en un punto por encima del hombro del peliblanco.


—Bueno, espero que lo que sea que tenga en mente sea interesante.  


Karin bufó con despreció. A pesar de su arrogancia, ella sabía que Suigetsu le temía a Orochimaru.


Aunque, realmente, todos le temían, y más cuando uno de sus experimentos salía mal. Cualquiera de ellos podía volverse la nueva rata de laboratorio (por segunda o tercera vez) o un conveniente chivo expiatorio.


El ruido de la puerta metálica al abrirse hizo que Karin saliera de su ensimismamiento a tiempo para ojear una nalga pálida y apartar la mirada inmediatamente. Entonces cayó en cuenta y fue tras él a zancadas, a punto de explotar de la furia.


—¡Hey! ¡No vayas desnudo por ahí, vístete! – gritó – ¡Vas a espantar a alguien!


 


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Recordaba la primera vez que había visto el Sharingan. Había sido el ritual de iniciación de uno de sus primos, la ceremonia necesaria para que se le considerara un verdadero Uchiha y pudiera empezar a trabajar en la Policía de Konoha. Sasuke recordaba la fascinación que sintió, los murmullos de admiración de sus familiares y la aprobación que veía en los ojos de los ancianos y de su padre. A su lado, su madre colocó una mano sobre su hombro en una caricia sutil.


No te preocupes, le dijo, ya te llegará tu turno. Su sonrisa era tranquilizadora. Sasuke vio cómo su primo entonces fue hacia el lago y, bajo la mirada de todos los Uchiha, lanzó una bola de fuego que se extendía como un abanico llameante sobre el agua. El calor de las llamas acarició su piel un segundo antes de desvanecerse. El vapor caliente colgaba en el aire, y Sasuke respiró con fuerza y apretó los puños para no empezar a saltar. Tuvo que morder sus labios para no dejar salir una incontenible sonrisa. Algún día él haría lo mismo.



Si se quedaba mirando fijamente por mucho tiempo, el brillo del Sharingan a veces se diluía en la sangre de los cadáveres


 


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Como era rutina desde hacía ya varios días, Sasuke se despertó en la mañana tras una pesadilla. Lo único que lograba calmarlo era tener los brazos de Naruto a su alrededor, más cálidos y firmes que la mejor manta que pudieran vender en las tiendas más caras de Konoha.


En silencio realizaron sus rituales mañaneros, pues el rubio sospechaba que Sasuke no tenía ganas ni de hablar ni de escuchar su parloteo en ese momento. Sasuke solo necesitaba su presencia, y el que Naruto lo acompañara a lavarse los dientes, a cambiarse de ropa (todavía no tenían la confianza para compartir las otras partes del ritual mañanero) y a comer un desayuno sencillo, era más apoyo del que nunca hubiera esperado recibir.


Era domingo, y un día tranquilo se avistaba más allá de la ventana.


Pero Sasuke se sentía inquieto y como si tuviera mucha energía y ninguna actividad en la que descargarla, así que se puso a limpiar y a lavar las cosas de su apartamento, ya que entre los entrenamientos, el estar en casa de Naruto, y todo lo demás, había dejado la suya un poco descuidada. El rubio abrió la boca para quejarse y decir que los domingos eran días de descanso sagrados y que su cuerpo no estaba para quehaceres en esos momentos, y al instante una voz interna lo interrumpió.


No seas desconsiderado. ¿No ves que anda mal por la pesadilla? Ve y ayúdalo.


Ay, ¿y desde cuándo tú te preocupas por esas cosas-ttebayo?


Mira, vivir con tu madre tantos años por desgracia me enseñó que las tareas del hogar que realizan los humanos son pesadas. Si las haces con alguien más son divertidas. Minato era todo un romántico, y cuando no estaba en una misión, ayudaba a Kushina en lo que fuera, hasta a limpiar el baño. Se ponían a cantar y todo juntos. Aunque no tenían voz para eso… – el bijuu hizo una mueca – Pero el punto es que se ayudaban.


Naruto podía contar en una mano la cantidad de veces que Kurama le había hecho alguna anécdota acerca de sus padres. Y no era solo por resentimiento hacia Naruto o porque se rehusara a perder tiempo en “banalidades humanas”; era cierto que gran parte de los recuerdos de aquella época estaban contaminados por el odio que burbujeaba ácido en su interior, y la venganza que planeaba llevar a cabo en cuanto tuviera la oportunidad de liberarse de su prisión. Sin embargo, quedaban resguardadas aquellas viñetas, retratos de momentos más tranquilos, en los que podía distraerse de sus propios sentimientos al observar a Kushina y a Minato.


Poniendo una mano en su pecho, Naruto miró a Kurama con una sonrisa llena de ternura.


Gracias por decirme eso, Kurama.


Ay, ya, no te me pongas sentimental – protestó con un mohín de asco, y se enroscó en sí mismo hasta que las colas le cubrieron por completo el rostro.


Jeje, ¡que no te dé vergüenza-ttebayo!


¡Si alguien debería tener vergüenza aquí eres tú, tonto!


Seeh, seeh, lo que tú digas, Kur-amado.


¡Anda a limpiar trastos con tu noviecito y déjame en paz!


Naruto se carcajeó y terminó su conversación.


Al final sí que ayudó a Sasuke, pero gracias a eso terminaron súper rápido con la lista de quehaceres, por lo que al mediodía ya no tenían más nada que hacer.


…Bueno, eso no era del todo cierto.


 


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Por alguna razón esto me recuerda al Icha Icha…


Distraer a tu amante de los problemas con sexo es una estrategia tan clásica que debió haberla leído unas cuatro o cinco veces en los libros de Ero-senin, pero eso no detuvo las manos de Naruto ni su boca ansiosa, que se ahogaba silenciosamente en jadeos sobre las clavículas de Sasuke, sobre lo poco que sus labios podían tocar del cuello pálido y el pecho por el que descendió con lamidas y besos torpes, desesperados.


Sasuke sobre sus muslos, con los dedos crispados en sus hombros; su pelvis se movía a un ritmo reticente, como si realmente no quisiera dejarse llevar. Pero Naruto lo conocía demasiado bien. Le tomó por la cintura y buscó su mirada; los ojos de ambos estaban oscurecidos por la lujuria y algo más en lo que no quería pensar.


—Sasuke. – murmuró su nombre con reverencia, y el menor se lanzó a devorarlo en un beso violento. Naruto permitió que tirara de sus cabellos rubios, no muy seguro de si aquello le excitaba o no; estaba perdido y no podía notar la diferencia: cada suspiro, cada gemido y movimiento de Sasuke mandaba un pulso de calor por todo su cuerpo hasta su entrepierna.


No podían parar. El ritmo de sus caderas al frotarse y restregarse una y otra vez carecía de gracia; estaba tentado a tirar a Sasuke sobre el sofá y hacerlo todo a su manera, imponer un ritmo y una fricción que los llevara a ambos al éxtasis, mas no sentía que fuera lo mejor en ese momento. Juveniles y agresivos, los labios de Sasuke moldeaban los suyos y Naruto se lo devolvía con creces; no le importaba que le hubiera mordido y una pequeña gota de sangre ahora manchara la comisura de sus labios.


Cuando se separó de él para respirar unos segundos, vio que el rostro de Sasuke estaba sonrojado, la boca entreabierta e hinchada; emanaba una tensión que Naruto temía no poder deshacer. La incertidumbre hincó su mente un par de veces, pero apartó los pensamientos que sugerían que no sabía qué demonios estaba haciendo. Porque era cierto; era un primerizo en esto, Sasuke fue su primer beso, y su primer orgasmo con alguien, y en aquellas ocasiones tampoco supo qué hacía hasta que lo hizo.


Relamió sus labios y trazó los pectorales del menor con sus dedos lentamente. Movió su vista desde el estómago pálido y tembloroso hasta aquellas pupilas nocturnas, y de regreso hasta que su mirada recayó en el miembro erecto del menor cubierto por los shorts.


Sasuke soltó un quejido y apoyó su frente en el hombro de Naruto. Sus brazos envolvieron a Naruto en un abrazo inseguro, como si no supiera si empujarlo o apegarlo más a sí.


Algo dentro de él se rompió.


—Naruto, yo…


Nada siguió excepto su respiración entrecortada, pero Naruto sabía. Soltó un suspiro y miró al techo. Rogaba a todas las divinidades que esto fuera lo correcto.


—Solo tenías que pedirlo. – murmuró, y sus manos se encargaron de desabrochar los shorts y bajarlos un poco hasta descubrir la entrepierna caliente de Sasuke. Aún sentía una corriente de adrenalina cada vez que lo tocaba ahí; lo sentía en su propia hombría, excitante y casi irreal como si una parte de sí aún no se creyera que esto fuera real.


El jadeo de Sasuke llegó a sus oídos, y el menor escondió su rostro en el cuello de Naruto. Empezó a mover su mano con lentitud, hasta aumentar poco a poco; deseaba llevarlo al éxtasis, pero quería que durara todo lo posible. Quería que Sasuke se sintiera bien una eternidad y si pudiera los resguardaría a ambos en este momento para siempre.


Sasuke embestía en su puño y sus muslos rozaban con los de Naruto y con la entrepierna del mayor; era una provocación más que un alivio, y le tenía vuelto loco, atrapado en una especie de tortura deliciosa y desesperante. Sentía el calor de sus cuerpos, el aire candente que brotaba de sus bocas, y el olor de Sasuke y la voz de Sasuke, quebrada de manera excita, todavía ahí el remanente de ese orgullo que le había llamado la atención la primera vez que lo había visto, porque a pesar de todo Sasuke se rehusaba a rendir su compostura por completo, sus brazos tensos y los gemidos atrapados contra sus labios cerrados.


—No te contengas… – Aceleró el ritmo de su mano. No reconocía el doblez extraño y ronco de su propia voz – Me gusta escucharte…Sasuke…Hazlo, dilo…


Sasuke gruñó, deshecho contra su cuello, y Naruto no pudo contener una risita entrecortada. Aquello le mereció una mordida que le hizo jadear una exclamación de sorpresa.


—¡Ah! Oye…


—C-Cállate, Naruto… – Su voz temblaba, y Naruto mentiría si no admitiera que eso le traía cierta satisfacción.


Acercó sus labios a la oreja de Sasuke y lamió su contorno.


—Puedes morderme todo lo que quieras, Sasuke. ¿Te gusta esto? – Pasó su pulgar por la punta del glande del menor y presionó suavemente – Podemos hacerlo cuanto quieras. Todo el día.


Sasuke aferró sus dedos más a su espalda, y lo que salió de su garganta no era ni un jadeo ni una protesta.


—P-pervertido.


—Hmm. ¿Quieres? ¿O quieres que haga lo que yo quiera?


Sus palabras parecieron estimularlo, el dulce sonido de su voz rota y contagiada de placer tan adictivo como aquella primera vez. Naruto movió su mano con más rapidez, concentrado en darle a Sasuke el momento de liberación que tanto necesitaba.


Las manos de Sasuke treparon hasta su cabello sin coordinación y tiraron de nuevo de los mechones rubios. Su cuerpo se puso rígido, y sus dientes se afianzaron al cuello del rubio; Naruto sintió el grito ahogado contra su piel, y eso, junto a la humedad que había salpicado su mano y su abdomen, le hicieron sentir un deleite indescriptible que curvó sus labios, carnosos y enrojecidos, en una sonrisa dichosa.


 


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Un ninja apareció en el extremo de la sala. Tomura giró la cabeza ligeramente, sus manos entrelazadas y los codos en la mesa.


—¿Qué sucede? – Con un gesto del dedo indicó al ninja que se acercara, y este se inclinó para susurrar algo en su oído. Las cejas del anciano se arquearon ligeramente; el ninja cabeceó en señal de respeto, y se situó cerca de la puerta.


Ante la mirada expectante de los que le rodeaban, el consejero carraspeó la garganta.


—Al parecer tenemos un invitado inesperado.


Fuera de la torre, más allá de las relativamente bulliciosas calles , en la gran entrada que ocultaba a Konoha del resto del mundo, acaba de llegar el pequeño grupo de tres nijas de Sunagakure. Bajo la sombra de la puerta una mirada azulina reconocía con serena familiaridad la aldea de su primer amigo.


—Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que estuve aquí. – Comentó Kankuro, parado a su izquierda.


A su derecha, Temari le habló con un ligero tono de reproche que solo llegó a sus oídos:


—¿No será mal visto que no nos anunciamos antes de venir? Esto puede traernos problemas después.


El pelirrojo no era de los que suspiraban, pero la expresión de su rostro dejaba ver que si fuera capaz de tal expresión en su amplio abanico de expresiones estoicas, lo haría. En su lugar entrecerró los ojos levemente y presionó los labios en una línea.


—Lo sé. – Y eso no importaba. – Pero es mejor de esta manera.


Le habían advertido que la situación en la aldea aliada se encontraba algo tensa, y Gaara podía confirmarlo: el haber sido el jinchuriki de Shukaku había dejado en él vestigios de un sexto sentido, y era como si pudiera percibir el aire cargado de una potencia invisible, como si se acercara una tormenta.


Se deshizo del sombrero y la capa, y volteó hacia sus hermanos un gesto tranquilo y decisivo en su rostro.


—Iré por mi cuenta. Nos encontraremos luego en el centro de la aldea.


Ni Temari ni Kankuro tuvieron tiempo a negarse, y en menos de un segundo el Kazekage había desaparecido en un susurrante torrente de arena.


Temari desvió su mirada hacia el pelinegro, y este alzó las manos en gesto de “qué se va a hacer”. La rubia reviró los ojos y se cruzó de brazos. Kankuro contuvo una sonrisa divertida.


—Maldita sea ese Naruto. Ahora nosotros tenemos que lidiar con el Consejo de Konoha.


—¿Y Naruto de qué tiene la culpa?


—De existir. – contestó con sorna – Todos siempre van corriendo hacia él.


—Apuesto a que tú quieres que alguien venga corriendo a recibirte. – dijo el titiritero con tono burlón, y su hermana se contuvo de mandarle una mirada gélida.


¿De todas formas, qué demonios estaría haciendo Shikamaru?


 


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Más o menos una hora después de que concluyeran sus “actividades”, Kakashi vino a hacerles la visita. Con aplomo y la ayuda de su máscara ignoró los labios hinchados de ambos, y el labio partido de Naruto. Lo bueno era que Naruto estaba casi intacto gracias al chackra de Kurama… Pero lo mismo no se podía decir del Uchiha. 


En lo que Sasuke preparaba el té, Naruto aprovechó para hablar con el sensei en tono confidencial.


—Anteayer tuvimos un problema.


Kakashi inclinó la cabeza.


—¿Qué tipo de problema?


—Cuando estábamos acostados, Sasuke–


Inmediatamente Kakashi lo detuvo con una mano.


—Naruto, preferiría no saber nada de la vida íntima de mis dos pupilos.


El rubio se sonrojó de golpe.


—¡Quién está hablando de eso!? – al darse cuenta de que había alzado la voz, se forzó a hablar bajo de nuevo tras echar una mirada nerviosa por encima de su hombro. – Eres peor que Sai y Ero-sennin-ttebayo. Pero no es eso lo que te iba a decir.


—¿Hm? ¿Entonces qué es?


Naruto dejó salir un suspiro, cabizbajo.


—Sasuke… Está teniendo pesadillas. No sé si es el sello, o…


No se atrevió a continuar con Sasuke tan cerca de ellos.


Probablemente te escuchó de todas maneras, apuntó Kurama.


Cuando Sasuke les sirvió el té, sin azúcar por alguna razón, y alzó una ceja con desprecio hacia los dos.


—Yo también soy un ninja, ¿saben? Pude escucharlos perfectamente.


Naruto lo miró preocupado, e hizo ademán de tocarlo, pero Sasuke apartó su mano y fijó su mala cara en la mesa. Kakashi entornó sus ojos de esa forma que dejaba ver que estaba sonriendo despreocupadamente, y le agradeció por el té como si nada. El sensei entonces reveló el motivo de su visita.


—Sé que no te gusta, pero es hora de que vayas a ver Yamanaka-san.


La mala cara de Sasuke se multiplicó por tres.


—No lo necesito. ¿Cuántas veces tengo que decirlo?


Naruto se mordió los labios, y luego sus ojos se iluminaron con una sonrisa tentativa.


—Hey, Sasuke. ¿No te conté que una vez también tuve que ir a ver al papá de Ino? Fue hace como… 7 años, creo, Sakura debe saber.


—Cuando tenías 14 años. – aportó Kakashi, al tiempo que tomaba la tetera y se servía un poco más de té. ¿En qué momento ese tipo se había bebido la primera?


—¡Ah, sí! Fue antes de irme de viaje con Ero-sennin. Creo que había cosas en mi mente que no entendía en ese momento, y no era como si realmente confiara en… – ojos entrecerrados, voz suave – Mucha gente, fuera de mi equipo. Pero Kakashi y Ero-sennin me convencieron. No solo tenía que lidiar con el sello de Orochimaru. En esa época Kurama era insoportable-ttebayo.


Por si no lo recuerdas, sigo aquí.


¡Pero si estoy diciendo la verdad-ttebayo! Querías matarme y salir a armar caos en el mundo.


El zorro se encogió de hombros.


Todos tenemos nuestros días.


El tremendo pellizco que le dio Sasuke lo sacó de la conversación en su mente.


—¡Ay! – el rubio se sobó el brazo. Luego sonrió sin ninguna vergüenza. – Lo siento-ttebayo. El punto es que no te hará débil entender mejor tu mente.


—Hablaré con Yamanaka-san. – dijo Kakashi – Creo que lo puedo convencer de que no ponga nada “innecesario” en su reporte.


Naruto asintió con efusividad.


—¿Ves? Solo él y tú sabrán lo que hay dentro de ese cerebrito de tomate frito.


Sasuke frunció el ceño, ofendido.


—¿A quién llamas tomate frito? Tu cerebro debe ser 90% ramen y 10% materia gris en peligro de extinción.


—¡Oye! ¡No soy tan burro!


—Hm. – Sasuke le dio un sorbo a su té – Tienes tus momentos.


¿Momentos de burro o momentos de no burro? Al final nunca sabrían qué quiso decir el pequeño Uchiha, porque en ese momento tocaron a la puerta. Como si lo hubieran pinchado, Naruto saltó fuera de la silla y corrió hacia la entrada del apartamento. Los otros dos se levantaron con más calma y decencia, y lo siguieron a velocidad ninja, justo a tiempo para verlo abrir la puerta y tirarse encima de un pelirrojo.


—¡Gaara!


 


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Continuará...

Notas finales:

N/A: Para los que no se acuerden, Toramaki es uno de los compañeros de equipo que Sasuke tuvo una vez, con Kakashi como mentor, pero que murieron en una misión. La otra es Yuza. Hablo de ellos en el capítulo XIX (19)

Nota que debí dejar en el capítulo anterior pero no lo hice por alguna razón: ¡Hola, lectores que todavía están ahí! Siento mucho haberme demorado dos años en actualizar. Les juro que no escribir ECEETO me tenía en paro completo, incapaz de escribir nada más en español :’v Tenía fragmentos y notas aquí y allá, pero no fue hasta que empecé a usar Scrivener que pude organizarme y postear por fin.

¡¡Quiero que sepan que leo todos los comentarios!! A veces no contesté porque no tenía cara para hacerlo xD

Voy a llevar esta historia hasta el final. ¡Gracias por leer!

¡Los quiero, cuídense mucho!


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