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Entre el Fuego y el Hierro por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes del Hobbit no me pertenecen, sino a su autor J.R.R. Tolkien. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Bilbo, Smaug, Thorin, entre otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene slash, y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Resumen:Bilbo es salvado de ser vendido como esclavo por Smaug, príncipe de los dragones. Juntos, emprenden un viaje que los hará descubrir nuevos sentimientos, pero, ¿qué sucede cuando nuestro querido Hobbit conozca al Thorin, rey bajo la Montaña?

 

 

Beta: Lily Black Watson.

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Entre el  fuego y  el hierro

 

 

 

Capítulo 3.- Comenzando a descubrir

 

 

Smaug se dejó guiar por los trasgos; podría simplemente incinerarlos a todos, pero, si lo hacía, podría lastimar a Bilbo. ¿Dónde estaba su pequeño Hobbit? Sus ojos de dragón exploraron las tinieblas, pero sólo podía ver trasgos y más trasgos, su olfato tampoco le era de ayuda; ¿y si él había logrado escapar y ahora se encontraba lejos? Por primera vez sintió miedo; sabía que Bilbo desconfiaba de él, pero, en las semanas que llevaban viajando, el príncipe dragón creía que ya, eso había quedado atrás y que la pequeña criatura lo quería o al menos lo apreciaba, pensar lo contrario lo aterrorizaba…

 

 Los trasgos lo llevaron entre empujones y burlas; por caminos precariamente iluminados por antorchas y puentes de madera que parecía que se iban a romper en cualquier momento. Finalmente, llegaron hasta una gran bóveda iluminada por fuego que reconfortó a Smaug.

 

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? —Smaug estaba cubierto con una larga gabardina y una capucha, por lo que su naturaleza (aún con los cuernos sobresaliendo de la tela), no podía saberse a simple vista. —Un humano.

 

 Smaug frunció el ceño. Resopló molesto, una pequeña columna de humo y fuego salió de su boca y el trasgo rió.

—Un dragón. ¡He capturado un dragón! —el aludido rodó los ojos. Se quitó la capucha, mostrando una mueca de aburrimiento. —Smaug el dorado, hijo de Caillech, príncipe de los dragones. Señor de las Tierras del Sol*.

—Deja de aburrirme —se quejó el dragón —. Tus inútiles interrumpieron mi descanso y el de mi compañero. Demando saber dónde lo han llevado.

—Tú no estás en posición… —el rugido de Smaug lo interrumpió. Una gran columna de fuego salió de la boca del dragón, quemando a todos los trasgos que se encontraban a su derecha y luego, incineró a los de su izquierda.

 

 El rey trasgo se estremeció, la mirada felina del dragón estaba fija en él; su boca, semi abierta, resplandeciendo con el fuego que amenazaba con salir en cualquier momento para reducirlo a cenizas. Más rasgos dracónicos podían apreciarse y el gran trasgo estaba seguro que Smaug había crecido considerablemente.

 

—Ahora, bola de grasa —los trasgos se estremecieron. La voz de Smaug, ahora más profunda y grave, llenaba hasta el más pequeño rincón de ese agujero maloliente —. Tienes cinco segundos  para traer al hobbit que estaba conmigo, o de lo contrario, te abriré el estómago como el cerdo que eres y luego te quemaré de forma tal que tu agonía dure horas o hasta días, según me plazca.

 El gran trasgo se estremeció; sabía de las capacidades de Smaug. No había nadie en la Tierra Media que no hubiese escuchado de la batalla contra Enaquil, el balrog, para recuperar Eredor; la crueldad de la reina Caillench fue bien conocida, pero no era nada en comparación al sanguinario príncipe, quien, no conforme con la victoria sobre su enemigo, lo torturó por semanas, enviando así, su mensaje:
Toca a mis amigos o a mi gente, y sufrirás el mismo destino.

 

 

— ¿Co… cómo es su compañero? —preguntó asustado.

—Más pequeño que un enano, sin barba, rizados cabellos, dorados como rayos de sol —el gran trasgo miró a sus súbditos, quienes, inmediatamente comenzaron la búsqueda, temerosos de obtener un destino peor que el de sus compañeros. —Si un solo cabello está fuera de su lugar… desearán no haber nacido.

 

 Los trasgos asintieron frenéticamente y cada uno tomó un camino diferente, desesperados por encontrar al compañero del dragón, que era más pequeño que un enano, pero más valioso que el oro para el príncipe Smaug.

 A solas; el gran trasgo se dedicó a observar al dragón con detenimiento. Smaug tenía  a la vista sus alas y cola, que movía con violencia. ¿Qué clase de poder podría tener aquella criatura sobre el poderoso Smaug el Terrible? Uno muy intenso, al parecer, ¿Qué pasaría, si alguien, usara a ese… hobbit,  para controlar al príncipe?

 

 Controlar a un dragón, era algo que sólo Morgoth había logrado hacer, bueno, así era hasta que Yavanna, fastidio todo, creándola a ella, Aithusa. Si el rey trasgo atrapaba a ese hobbit, tendría a Smaug bajo su dominio y ni el mismo Azog el profanador, podría comparársele.

 

 

 

….

 

 

 

 Bilbo y Gollum habían iniciado su concurso de acertijos, cada uno, demostrando su habilidad. Fue así, que a Baggins se le ocurrió una idea al sentir el anillo, oculto entre sus ropas.

 

— ¿Qué tengo en el bolsillo? —dijo, en voz alta. Hablaba consigo mismo, pero Gollum creyó que era un acertijo y se sintió terriblemente desconcertado.

— ¡No vale! ¡No vale! —siseó—. ¿No es cierto que no valga, preciosso, preguntarnos qué tiene en los asquerosos bolsillitos?

—Por supuesto que vale, ahora responde, por favor: ¿Qué tengo en el bolsillo?

—Sss —siseó Gollum— Tiene que darnos tres Oportunidades, preciosso, tress oportunidadess.

— ¡De acuerdo! ¡Adivina! —dijo Bilbo.

— ¡Las manoss! —dijo Gollum.

—Falso —dijo Bilbo, quien por fortuna había retirado la mano otra vez—. ¡Prueba de nuevo!

Gollum más desconcertado que nunca. Pensó en todas las cosas que él llevaba en los bolsillos; espinas de pescado, dientes de trasgos, conchas mojadas, un trozo de ala de murciélago, una piedra aguzada para afilarse los colmillos, y otras cosas repugnantes, Intentó pensar en lo que otra gente podía llevar en los bolsillos.

— ¡Un cuchillo! —dijo al fin.

— ¡Falso! —dijo Bilbo, pues él no llevaba una cosa tan peligrosa, no es que la necesitara, teniendo un dragón como compañero de viaje. Pensó en Smaug y en lo preocupado que estaba por él, ¿y si estaba herido y por eso no lo había encontrado aún? Debía darse prisa y encontrar a su amigo—. ¡Última oportunidad!

 

 Ahora Gollum se sentía mucho peor que cuando Bilbo le había planteado el acertijo del huevo. Siseó, farfulló y se balanceó adelante y atrás, golpeteando el suelo con los pies; sin embargo no se decidía, no quería echar a perder esa última oportunidad.

 

— ¡Vamos! —Dijo Bilbo—. Estoy esperando —Trató de parecer valiente y jovial, pero no estaba muy seguro de cómo terminaría el juego, cuando aquella criatura acertase o no. — ¡Se acabó el tiempo!

— ¡Una cuerda o nada! —chilló Gollum, quien no respetaba del todo las reglas, respondiendo dos cosas a la vez

— ¡Las dos mal! —gritó Bilbo, mucho más aliviado; e incorporándose de un salto, se apoyó de espaldas en la pared más próxima. Esperando, que la criatura tuviese alguna reacción; no estaba seguro que mantendría su promesa y le mostraría el camino para salir de ese horrible lugar.

 Sin embargo, Gollum no lo atacó en seguida. Miraba la espada que Bilbo tenía en la mano. Se quedó sentado, susurrando y estremeciéndose. Al fin, Bilbo no pudo esperar más.

—Y bien —habló el hobbit, tratando de guardar la calma y rogando a todos los Valar, que Smaug lo encontrara pronto —, ¿qué hay de tu promesa? Me quiero ir; tienes que enseñarme el camino.

— ¿Dijimos eso, preciosso? Mostrarle la salida al pequeño y asqueroso Baggins, sí, sí. Pero, ¿qué tiene él en los bolsilloss? ¡Ni cuerda, preciosso, ni nada!

—No te importa —dijo Bilbo—, una promesa es una promesa.

—Vaya, ¡qué prisa! ¡Impaciente, preciosso! —siseó Gollum. Ahora estaba enfadado y hambriento. Y era una miserable y malvada criatura que ya tenía un plan. Poseía un anillo, un anillo de oro, un anillo mágico que lo volvía invisible. Buscó entre los harapos que cubrían su intimidad, pero al no encontrarlo, se preocupó. — ¡Mi precioso! —Murmuraba, como había hecho a menudo en los oscuros días interminables—. Eso es lo que ahora queremoss, sí, ¡lo queremoss! ¿Dónde está? ¿Dónde está? —sollozaba escarbando la tierra a su alrededor—. Sse ha perdido, precioso mío, ¡perdido, perdido! ¡Maldíganos y aplástenos, mi precioso, se ha perdido!

— ¿Qué pasa? —preguntó Bilbo. Trató de aparentar indiferencia, pero le resultaba complicado a medida que el tiempo seguía avanzando—. ¿Qué has perdido?

—No tiene que preguntarnos, no es asunto ssuyo, ¡no! —Chilló Gollum—, perdido, perdido, mi preciosso, mi preciosso.

—Bueno, yo también me he perdido y quiero saber dónde estoy. Gané la pugna y tú hiciste una promesa. Así que ¡adelante! ¡Ven y condúceme fuera, y luego, sigue buscando! —Aunque Gollum parecía inconsolable, Bilbo no lo compadecía demasiado, tenía la impresión de que una cosa que Gollum quería tanto no podía ser nada bueno.
— ¡Vamos! —gritó.

— ¡No, aún no, precioso! —Respondió Gollum—. Tenemos que buscarlo pues se ha perdido, ¡Gollum!

—Pero no acertaste mi última pregunta e hiciste una promesa, —dijo Bilbo. De repente un agudo siseo brotó de la oscuridad. Gollum miró al hobbit, como una bestia a punto de asesinar a una pobre víctima.

— ¿Qué tiene en los bolsilloss? Que nos lo diga. Primero tiene que decirlo.

 

 Hasta donde Bilbo sabía, no había ninguna razón particular para no decírselo. Más rápida que la suya, la mente de Gollum había cazado en el aire un presentimiento; pues durante siglos había estado preocupada por esa sola cosa, temiendo siempre que se la quitaran. Pero la demora impacientaba a Bilbo. Al fin y al cabo, había ganado el juego, con bastante limpieza, y corriendo un riesgo terrible.

 

— ¿Qué tiene en los bolsilloss? —El sonido llegó siseando más agudo y fuerte, y como Gollum estaba mirándolo, Bilbo vio alarmado dos pequeños puntos de luz que lo observaban. A medida que la sospecha crecía en la mente de Gollum, la luz le ardía en los ojos con una llama descolorida.

— ¿Qué has perdido? —insistió Bilbo.

 Bilbo no podía adivinar qué había maquinado la malvada criatura, pero vio que todo estaba descubierto, y que Gollum pretendía terminar con él, sea como fuere. Justo a tiempo se volvió y corrió a ciegas, subiendo el pasadizo que había bajado antes, manteniéndose pegado a la pared, tanto como pudiese.

 

— ¿Qué tiene en los bolsilloss? —Bilbo oyó el fuerte siseo detrás de él. Se metió la mano izquierda en el bolsillo. El anillo estaba muy frío cuando lo deslizó de pronto en el dedo índice, con el que tanteaba buscando. El siseo estaba detrás, muy cerca. Bilbo se volvió y vio los ojos de Gollum como pequeñas lámparas verdes que subían la pendiente. Aterrorizado, intentó correr más rápido y cayó cuan largo era. En un momento Gollum estuvo sobre él. Pero antes que Bilbo pudiese hacer algo, recuperar el aliento, levantarse o seguir corriendo, Gollum fue lanzado lejos. Algo cálido le rodeaba, luego un tirón y el viento que soplaba.

 

 Lo siguiente que Bilbo supo es que estaba a varios metros, en los brazos de Smaug, y muy lejos de aquella horrible criatura, llamada Gollum.

 

—Disculpa, por mi culpa, tuviste que soportar a esa horrible criatura —el dragón abrazó a Bilbo contra su pecho con desesperación, como si ese simple acto fuese suficiente para hacerlo olvidar, cualquier mal recuerdo que aquella experiencia pudiese haberle dejado.

 Las palabras de Smaug sorprendieron a Bilbo; jamás se imaginó que un ser tan poderoso como lo era el dragón, pudiese preocuparse por alguien como él, un simple hobbit de la Comarca.

 

 El dragón no aterrizó; alargar el viaje le complacía, pues, de esa forma tendría a Bilbo solo para él por más tiempo, había sido precisamente eso lo que puso en peligro a su pequeño hobbit —que ahora dormía plácidamente entre sus brazos—, pero ya no más. Lo llevaría con Lord Elrond, sólo por cumplir su promesa de enseñarle elfos, pero luego, lo regresaría a su hogar en la Comarca y después, haría que un grupo de sus mejores dragones espías le mantuvieran una estricta vigilancia para que nadie le hiciera daño nunca más.

 

 

Continuará…

 

 

 

….

 

 

Notas de la Autora:

Las Tierras del Sol: (Lands of the Sun en inglés) son un continente que se extendía al extremo este de Arda durante la Primera y la Segunda Edad. Por su situación y extensión, era la contraparte de Aman, y además, estaba totalmente despoblado. Se trata de una de las regiones más desconocidas de Arda, pues Tolkien apenas dio información sobre ella en sus obras, pero se conoce de su existencia debido a que aparecía en el mapa de Arda del Ambarkanta. Junto con las Tierras Oscuras, las Tierras del Sol son llamadas las Tierras Vacías, pues ninguna raza libre habitaba en ellas.

 

 

Puesto que la información que Tolkien dio de éstas en muy poca, decidí que tanto las Tierras del Sol, como, posiblemente también las Oscuras, serán hogar de dragones y de otras criaturas, que si bien, no creo abordar demasiado, sí mencionaré.

 

 


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