[16] Día doce
-¿¡Como que ese maldito enano te besó!?
Kouki gritó con fuerza un “shhh” mientras hacía señas extrañas con las manos. Hikan se lanzó con brusquedad al piso, cayendo sentado, mientras se cruzaba de brazos y miraba con algo parecido a la molestia (solamente parecido, porque su hermano se declaró incapaz de enojarse con él desde que tenía cinco años) a su hermano.
-S-si vas a decir algo, que no sea tan fuerte-dijo, rojo como solo el podía ponerse, mientras se sentaba en el piso frente a su hermano. Hikan frunció los labios.
-¿¡Que significa eso, Kou!?-gritó, indignado-¡Un maldito enano psicótico viene, te besa, ¿Y quieres que no grité!?
-Ya sé, ya sé-dijo, suspirando-pero cálmate ¿Ya?-Kouki se acomodó en el piso mirando a su hermano, que no quitaba el ceño fruncido-No te enojes, Hikan. Yo no podía hacer nada-respondió encogiéndose de hombros. Hikan alzó una ceja.
-¿No podías, o no querías?-preguntó. Kouki le miró sorprendido por una fracción de segundo y luego bajó la vista, entre avergonzado y culpable. Eso no lo podía negar. Porque, sabía que no quiso alejarse ni negarse, porque en verdad le gusta él.
Hikan le miró unos segundos justo antes de suavizar su expresión y suspirar. Se acercó a su hermano, sentándose a su lado y poniendo uno de sus brazos alrededor de su cuello.
-Esta bien, Kou-murmuró, con cariño-Es solo, que no quiero que salgas herido. Eres mi niño, y no quiero que te ilusiones y enamores hasta la medula, para luego sufrir. Yo no quiero verte triste, ni adolorido. Es por eso, que tengo tanto o más miedo que tú.-hizo una pausa, como pensando que decir a continuación-Quiero verte reír, y sonreír mucho cada día, y tengo miedo de lo que te vaya a pasar por esto Kou. Tengo miedo que te enamores tanto, que sufras tanto y sientas tanto que mañana no sabré cual será tu expresión.-miró hacia un lado, nervioso, mientras Kouki miraba el piso.
-¿Esta mal?-preguntó-¿Realmente esta mal, todo esto?-Hikan lo apretó contra si mismo
-No, no, para nada-murmuró-Si te gusta el enano, fantástico-murmuró-Si te gusta el chico bajito ese de cabellos celestes, bien también. Si te gusta ese chico alto de tu equipo, el que tiene el pelo como rojo, bueno, ahí tendría que pensarlo un poco más, porque el es muy raro-dijo, sacando una sonrisa ligera del otro-Pero, el punto es que, no importa nada, mientras tus sentimientos sean correspondidos y sinceros. Y los del otro también sean sinceros, claro. Pero fuera de eso, nada importa-se alejó un poco de su hermano y le miró a los ojos-pero también es importante que se lo digas, porque no es Superman o algo así, por más absoluto que se crea, y no lo sabrá. Así que, tienes que ir, y decirle que de verdad te gusta, porque solo así podrán quererse, ¿Si?-Kouki asintió, decidido, consiguiendo una sonrisa por parte del mayor-Bien, ahora toma una chaqueta y ve, que seguramente el loco ese debe estar esperándote.
El menor de los Furihata sonrió, murmurando un “gracias” mientras tomaba sus cosas y partía en busca del otro, que, como indicaba la hora, debía estar camino a su casa.
Y no se equivocó, porque mientras caminaba en busca de Akashi, lo encontró caminando en la dirección de su casa, aunque pronto pareció verlo y le saludó con la intención de acercarse y hablar, pero finalmente fue el castaño quién se acercó y, sin decir palabra alguna –no había necesidad, tampoco- se paró en puntitas, rodeó con una mano su cuello y rozó con sutileza sus labios con los del pelirrojo
Y nunca se había sentido tan bien.